Una road movie con Sergio Prina y Benjamín Otero Camino al éxito (2022) es una Road Movie clásica en su forma y elementos constitutivos. El film escrito y dirigido por Sebastián Rodriguez sigue al pie de la letra los tópicos de este género: Un viaje de autoconocimiento para dos personajes dispares que se encuentran en el recorrido a partir de la serie de vicisitudes que les toca atravesar. El conductor de este periplo es Hugo (Sergio Prina), un hombre de pueblo frustrado por no poder concretar su sueño de ir a Buenos Aires. Cuando el cazatalentos (Mariano Argento) que llega a su taller, lo convence de que Enzo (Benjamín Otero) es un potencial futbolista, ve la posibilidad de cumplir su sueño de viajar al centro porteño. Así se embarcan juntos en la ruta, aunque los problemas no tardan en presentarse. Bien filmada y mejor actuada, la película de Rodriguez tiene su punto flojo en el guión, no por ser convencional y hasta previsible (que no es un problema en sí mismo) sino por llevar algunas situaciones hasta lo imposible. La credibilidad de la historia se pone en duda por más fábula bienintencionada que plantee. Los personajes femeninos que aparecen en el 'camino al éxito' del título, se conciben en materia de estructura dramática, como ayudantes necesarios para que los protagonistas alcancen su objetivo. Gracias a ellas, Hugo y su sobrino pueden seguir el viaje para concretar sus sueños. Mujeres construidas con trazo grueso que se desviven hasta el imposible por un protagonista de dudosa moral y poco carisma. Una situación forzada desde el costumbrismo que tensa la verosimilitud de la historia. Fuera de este detalle, Camino al éxito redondea un film que cumple con el formato que presenta y entrega un momento agradable al espectador, recostado sobre un mensaje de sueños y anhelos por conquistar.
La película sobre la planificación intelectual del Holocausto El film de Matti Geschonneck retrata la denominada ‘Conferencia de Wannsee’, donde los dirigentes nazis formularon los procedimientos y la geopolítica del genocidio judío. En una casona frente al lago Wannsee fueron convocados el 20 de enero de 1942 todos los jerarcas nazis por Reinhard Heydrich. El objetivo del encuentro: encontrar "La Solución Final a la Cuestión Judía", es decir, el plan de asesinato sistemático de 11 millones de judíos en toda Europa. Lo que se convirtió en el Holocausto. La película retrata los pormenores de esa reunión invitando al espectador a ser parte de la cosmovisión del régimen nazi: el odio social, la guerra imperialista y el espíritu supremacista de un grupo de disciplinados hombres que planean y discuten de manera civilizada, la organización de la barbarie. El film no apela a efectismos cinematográficos ni imágenes de archivo para subrayar el horror. Mediante largas conversaciones entre hombres de uniforme (los militares) y otros de traje (los burócratas), se debate el tema con una naturalidad aberrante. Las lógicas de estos señores están explicitadas en las conversaciones. “El castigo puede parecer brutal pero se lo merecen”, argumenta uno en tono comprensivo con la intención de convencer a su compañero. Cómo aniquilar a la población judía sin que tenga un costo económico, cómo aprovechar su aptitud laboral antes de matarlos, cómo disimular el genocidio ante las críticas externas, etc. El horror discutido mediante una taza de café, sin levantar la voz ni descuidar las formas de una conferencia. La conferencia (Die Wannseekonferenzaka, 2022) reconstruye la histórica reunión a través de las actas grabadas por Adolf Eichmann, de las que sólo se conserva una copia. Documento valioso que sirvió de prueba para el juicio de Núremberg. Matti Geschonneck hace un film de interminables diálogos, marcando sutilmente las diferencias de ideas que generan tensión entre los comensales, pero también haciendo un manejo apropiado de la información y dejando la descripción concreta del plan para el final. Es la magnitud de lo que está en juego, sabiendo el resultado histórico de dicha reunión, aquello que angustia e interpela constantemente al espectador. Las cuestiones de política económica implementadas por los nazis (como el gasto de la guerra o sus fines expansionistas) quedan un tanto de lado en la película aunque están implícitas en los diálogos. El film se centra en una charla amena y cordial entre un gran número de hombres de poder, capaces de planificar uno de los actos más repudiables de la historia de la humanidad sin el más mínimo reparo ético-moral. Así de simple y así de cruel.
La mega producción surcoreana de cine catástrofe Estrenada en el festival de Cannes, el film es un thriller de acción protagonizado por Song Kang-ho (“Parasite”) y Lee Byung-hun (“El Juego del Calamar”). Hace varios años que el mejor cine de género es surcoreano. A los grandes exponentes de The Host (2006) y Train to Busan (2016) se les suma la oscarizada Parasite (2019) y la icónica serie El juego del calamar (Squid Game, 2021). Pruebas notables de que los surcoreanos son quienes hoy manejan mejor que nadie los tópicos del cine de género. Emergencia en el aire (Emergency Declaration, 2021) no es la excepción. Superproducción de cine de catástrofe aérea sobre un terrorista que planta un virus en pleno vuelo y genera el caos en los pasajeros y la tripulación. El tipo es un loco que trabajaba en un laboratorio multinacional muy en línea con los imaginarios conspirativos de la pandemia. Según el director Han Jae-rim, la película fue ideada previamente al Covid-19 pero todo lo que sucede en la historia parece surgir de esos tiempos de pánico social, egoísmos y mezquindades humanas, traspolado aquí al microuniverso de un vuelo. El vuelo es el KI501 que parte del aeropuerto de Incheon con destino a Hawái. La película toma su tiempo para narrar las microhistorias de cada personaje dentro del vuelo. El padre con su hija, el psicópata que planta el virus, la esposa del policía, los pilotos y las azafatas, entre otros. Todos tendrán su cuarto de hora y confluyen en el clímax del film. Es notable el conocimiento de las reglas y códigos del género, en este caso de cine catástrofe, que maneja la producción asiática. Aparece el pánico social, y se alternan la tensión entre momentos de esperanza con otros de resignación. La figura de héroe emerge de un hombre común movilizado por la causa, y la moraleja social está a la orden del día. El film genera una experiencia inmersiva fascinante para ver en sala. Los movimientos de cámara y efectos visuales producen la sensación angustiante de vivenciar el caos junto a los integrantes del vuelo. Sin embargo, hay que decir también que la duración de la película se siente demasiado extensa, sobre todo en la versión para IMAX de 148 minutos. Emergencia en el aire es un film correcto y efectivo, plagado de vértigo que ratifica una vez más, el buen momento del cine surcoreano.
La fantasía milenaria de George Miller El visionario director de “Mad Max” realiza una fábula sobre el poder de contar historias con Tilda Swinton e Idris Elba. Érase una vez un genio (Three Thousand Years of Longing, 2022) es la historia de una cuentista (Tilda Swinton) que viaja a Estambul para dictar una conferencia sobre narrativas. La racional escritora es sorprendida por la magia oriental cuando entra a un bazar turco y compra una pequeña botella de la que emerge un gigantesco genio (Idris Elba). En el cuarto de hotel tienen lugar los clásicos tres deseos del mágico ser ofrecidos a la mujer por liberarlo. Pero ella se niega por las consecuencias negativas de los deseos en los relatos y el mágico personaje despliega su abanico de historias milenarias de sultanes y princesas que lo tienen de esclavo. El clásico de Las mil y una noches articula la trama. El debate sobre los cuentos en el cuarto de hotel entre la narratóloga y el genio es también un debate entre la racionalidad estructural de los relatos y la creencia mágica detrás de ellos. El lugar de la imaginación sin reglas para hacer posible la vida diaria termina cerrando el círculo de la fantástica propuesta. Creer o no creer es la cuestión. Miller hace del metarelato su lógica narrativa en este film que genera un deleite vísual con efectos digitales justificados por el grado de fantasía propia de la historia. Pero a la vez abruma con su estructura narrativa de caja de Pandora, con genios saliendo y entrando de botellas y cuentos dentro de otros con moralejas que descifrar. Hacia el final la película adquiere un tinte romántico sobre el poder irracional del amor haciendo un paralelo con las necesidad de los relatos fantásticos para la condición humana, en esta producción estéticamente deslumbrante y por momentos enrarecida, que obliga a dejar la credibilidad de lado y sumergirse en la historia para disfrutarla. Miller emerge del cine fantástico de explotación de los años setenta y parece nunca haberse alejado demasiado de esa lógica. Con mayores presupuestos y tecnología digital realiza de una u otra manera las mismas aventuras imposibles que antes. El límite siempre es su inagotable imaginación y, haga el género que haga, siempre es un placer observar hasta dónde se anima a llevarnos.
El ritual satánico de Jimena Monteoliva Jimena Monteoliva (“Clementina”, “Matar al dragón”) recurre a la estética del cine de explotación de los años setenta para hacer un alegato sobre el poder femenino. Con el aporte de varios amigos de la casa en lo que a cine de género se refiere -Demián Salomón, Nicanor Loreti, Demián Rugna)- Jimena Monteoliva se despacha con Bienvenidos al infierno (2022), un film nada sutil desde su título y menos, desde sus extremas imágenes. Desde los diseños de títulos de crédito estamos ante un slasher clásico, de bajo presupuesto, donde Lucía (Constanza Cardillo), una chica que vive en una precaria casona de campo con su abuela muda (Marta Lubos), es secuestrada por el líder de una banda metalera (Demián Salomón) con el fin de utilizarla en un ritual satánico. La película apela al imaginario colectivo de banda de rock metalero = satanismo = sacrificio de un inocente. Con esa idea desarrolla la trama en la cual Lucía se acerca a Cristian, el líder de la banda, en rol de groupie. Pero la cosa se pone oscura con los rockeros que se pintan la cara como Kiss y ella intenta escapar, embarazada, y con la única ayuda de su anciana abuela. Con la música de heavy metal compuesta por Demián Rugna (Aterrados) la fuga se pone truculenta con escenas gore, y algún que otro chiste aislado para asimilar la brutal matanza. Nicanor Loreti (Kriptonita) escribe el guión junto a Monteoliva y Camilo De Cabo, de este film que no se anda con tibiezas a la hora de tirar la carne, literalmente, al asador. Bienvenidos al infierno es de esas películas cuya trama (por momentos despareja) parece una simple excusa para llegar a su revelador final. Un clímax con mayúsculas que aporta el plus necesario a semejante propuesta.
Policial con Matías Mayer, Nicolás Francella y Dario Grandinetti El director Lucas Combina y el productor Juan Pablo Buscarini llevan a la pantalla con producción de HBO Max, el libro de Sietecase. La película basada en el libro homónimo del periodista Reynaldo Sietecase, narra la desaparición en el año 1980 de Gabriel Samid, un empresario por el cual piden un costoso rescate. Los fiscales Antonio (Francella) y Carlos (Meyer), a cargo del juez Suárez (Luis Luque), investigan la causa obstaculizada por las fuerzas de seguridad. Una true story anclada en la etapa oscura de la historia argentina, con una reconstrucción de época precisa y bajo el punto de vista de los jóvenes fiscales. La realización presenta una colorida reconstrucción de época con música de rock emblemática, vestuarios legendarios y una actitud rebelde de parte de los protagonistas que irá mermando con el correr de los minutos y las implicancias del caso. Nada es lo que parece en ese contexto social que oculta una violencia atroz debajo de la fachada. Así aparece el abogado Márquez que interpreta Grandinetti (de gran labor) testigo de la causa y con un ambiguo comportamiento. La presión judicial y militar entorpecen la investigación y generan una atmósfera claustrofóbica propia de un film noir. Un crimen argentino (2022) representa torturas en primeros planos y de manera estereotipada al represor (Alberto Ajaka lidera a los policías engominado, con campera de cuero y prominente bigote). Un manto de violencia ya presente desde el clima de opresión y angustia latente de la película, que no necesitaba subrayados. Tampoco trata en profundidad las reflexiones sobre qué es un desaparecido que Sietecase exponía en su libro, ni la definición del crimen, asociado al comportamiento de una sociedad y sus integrantes. Ideas que están presentes en la película escrita por Jorge Bechara, Matías Bertilotti y Sebastián Pivotto, pero tratadas con cierta ligereza y sin socavar en ellas. Porque el film convierte a la investigación del libro en un relato policial, con todos los rasgos del género a los cuales se apega en su forma y estilo. En ese punto es un producto correcto y efectivo que cumple con su objetivo de narrar el crimen y enmarcarlo en el oscuro contexto histórico de la última dictadura militar.
Un viaje musical de Lúcio Yanel y Yamandu Costa Pablo Francischelli realiza un documental de contrastes y encuentros entre el veterano guitarrista argentino Lúcio Yanel y su discípulo brasileño Yamandu Costa. Dos tiempos (Dois Tempos, 2022) es un documental pero también es una road movie, aunque sobre todo, es un musical. Porque la música folclórica articula el viaje de los personajes del sur de Brasil al norte argentino. Lúcio Yanel nació en Corrientes, Argentina, el 2 de mayo de 1946. A los 76 años es un guitarrista, cantante, compositor, actor y folclorista argentino radicado en Brasil, considerado “Maestro de la guitarra pampeana” y uno de los máximos exponentes de la guitarra solista en la música regional de Rio Grande Do Sul. Yamandu Costa nació en Passo Fundo el 24 de enero de 1980. Con 42 años es un guitarrista y compositor brasileño que se destaca en la guitarra clásica de siete cuerdas. Es considerado uno de los más talentosos guitarristas brasileños y una referencia mundial. Ha compartido escenarios por todo el mundo con artistas de la talla de Bob McFerrin, Melody Gardot y Baden Powell, entre otros. Acaba de recibir un Grammy Latino al mejor álbum instrumental. El éxito y el fracaso, la juventud y la vejez, la memoria y el olvido, la vida y la muerte, son los temas que se desprenden de las conversaciones entre ambos. Anécdotas y recuerdos surgen en Lúcio Yanel al regresar a su Corrientes natal. La película es también un viaje en el tiempo a la influencia musical del chamamé en el sur de Brasil. Un viaje de paisajes y culturas musicalizadas por el maestro y su mejor alumno en este trayecto por el norte argentino con destino en varios conciertos. Como en toda road movie, el periplo promueve un aprendizaje que el realizador Francischelli retrata con creatividad, emoción y un agradable sentido del humor.
Pasiones prohibidas en el thriller de Dominik Moll El director de “Noticias de la familia Mars” lleva al cine la novela homónima de Colin Niel de 2017 con una estructura narrativa propia de “Rashomon”. Un crimen es el detonante de la apacible vida campestre en Francia. Évelyne Ducat (Valeria Bruni Tedeschi), la mujer de un reconocido empresario, desaparece misteriosamente y, a través de la historia de cada personaje como en el clásico de Akira Kurosawa, comprendemos los hechos. Los deseos y temores que emergen de los vínculos entre personajes desatan los acontecimientos. Con un sorprendente elenco que incluye a Denis Menochet, Valeria Bruni Tedeschi, Laure Calamy, Nadia Tereszkiewicz, Damien Bonnard, Bastien Bouillon y Guy Roger 'Bibisse' N'Drin, entre otros; la película hace de la “coincidencia abusiva” su razón de ser. Porque Solo las bestias (Seules les bêtesaka, 2019) se construye al modo de un rompecabezas y hace encastrar las distintas piezas unas con otras a la perfección. El crimen pasa a un segundo plano cuando los vínculos entre personajes van de lo inesperado hasta lo extraño, e incluso, bordean el morbo (la relación de Joseph con el cadáver). El pasaje de la trama policial a las pasiones “prohibidas” de los personajes (infidelidades, ciberdelitos) hace surgir al melodrama. En ese territorio de los sentimientos los personajes llegan a límites insospechados, muchas veces justificados por las vueltas de tuerca antes que por el arco dramático de la historia. En ese punto algunas relaciones se sienten forzadas por las vueltas de tuerca del guión. Sin embargo, este film de características “noir” funciona por la información suministrada en cuentagotas al espectador mediante el atractivo juego formal planteado y las notables interpretaciones de su elenco. Una película que invita a estar siempre expectante a los giros de la trama que sorprende (el salto al país africano por ejemplo) hasta al más atento de los cinéfilos.
Una fantasía pesadillesca de Alex Garland El director de “Ex Machina” filma los miedos de una mujer acosada por hombres en clave fantástica, llegando a límites extremos. Men: Terror en las sombras (Men, 2022) propone una fantasía surrealista, una alucinación en clave bíblica sobre la violencia de género. Un relato potente, espeluznante, que atrapa por la manera hipnótica de filmar los espacios del director, semejante a Robert Eggers o David Lowery. Si hay una película que tiene puntos semejantes con Men: Terror en las sombras es Madre (Mother, 2017) de Darren Aronofsky. Es que en su simbología bíblica radica todo el misticismo, el origen del mal explicado por el film. Aquí la protagonista es Harper (Jesse Buckley), una mujer perturbada por el suicidio de su marido luego de la separación de la pareja. Para “reponerse” del trauma se aloja en una casona en medio de la campiña británica. Un lugar idílico hasta que empieza a ser acosada por una extraña presencia masculina. Al llegar a la propiedad Harper muerde una manzana de uno de los árboles linderos y todo el imaginario bíblico se activa en la película. El casero Geoffrey (Rory Kinnear), un hombre tosco de rostro extraño, parece replicarse en los otros personajes -todos varones- alrededor de la protagonista. Al dar un paseo por el bosque aledaño, el espacio es fotografiado con una belleza que se percibe artificiosa, casi irreal, dando cuenta del paraíso terrenal. Esta connotación adquiere formas monstruosas en los hombres producto del fruto del pecado. Una realidad distorsionada por su punto de vista afectado. Alex Garland hace una película fascinante, demencial por momentos, brutal en otros (sobre todo al final), que propone un imaginario bestial en cuanto a las representaciones del miedo femenino. No se trata de otra cosa que del objetivo principal del cine de terror: crear las imágenes pesadillescas para escenificar los temores cotidianos. Puede marcarse también que el film abuse del subrayado de algunas situaciones. El filtro rojo para teñir los flashbacks con su difunto esposo, la cruz caída detrás del cura local, explican por demás el derrotero de la protagonista. Sin embargo, es esa misma estética utilizada para transformar la realidad en una visión sórdida y tenebrosa del mundo, aquello que provoca el deleite visual y sonoro de su enrarecida trama. Garland maneja con maestría los recursos del género, aunque parece distanciarse del susto fácil en pos de una fábula con moraleja. El cuento toma, como la protagonista, caminos imposibles de los que rara vez regresa, dejando al espectador a merced de esta fastuosa y arriesgada propuesta.
Otra comedia para el olvido de Adrián Suar Adrián Suar, ahora también director, hace otra comedia superficial sobre la pareja donde se pone deliberadamente en el papel de cómico junto a Pilar Gamboa. La premisa es la misma de siempre. Él es un tipo de clase media de Buenos Aires, medio garca en su profesión, medio infantil en su comportamiento y con una relación dificultosa con su mujer. Aprender a ser mejor persona es el hilo conductor de la historia con varios chistes en el medio, muchos de ellos a cargo de su incontrolable mujer. La mujer es su ex (Pilar Gamboa alias La Loba en la película) y está en un psiquiátrico. Porque si en el imaginario popular la ex siempre es una loca, en esta película sin sutilezas la cosa se hace literal. Su psiquiatra (Elvira Onetto), que se comporta como una madre New Age para ambos, aconseja un tratamiento: que pase un mes con sus afectos (su ex El Turbo y su hija adolescente, interpretada por Rocío Hernández) para reintegrarse a la sociedad. Pilar Gamboa salva en parte a la película haciendo creíble el subibaja emocional. Sus ataques van del llanto al arranque de ira con malas palabras de manera convincente. Un recurso utilizado en exceso que viene de Un novio para mi mujer (2008). A nivel cinematográfico 30 noches con mi ex (2022) es muy pobre. Salvo algún que otro plano con un espejo o con un mural detrás, el resto es televisión. No hay inventiva visual para contar reduciendo todo a la interpretación de sus protagonistas. Detrás de cámara Suar busca imitar el estilo lacrimógeno de Marcos Carnevale en muchos momentos donde las escenas requieren emoción, y abusa de la música de piano para generar la ternura que las imágenes no expresan. Pero a la película de Suar (en su carácter de protagonista y productor) hay que compararla con otras películas de Suar y, si bien estamos ante una leve mejoría con respecto a Corazón loco (2020), 30 noches con mi ex no deja de ser una repetición de lugares comunes y de estereotipos sociales que, a esta altura del partido, se sienten agotados.