Esas cosas lindas de la feminidad… Si nos manejamos con el rótulo de “comedia romántica”, una película como Cartas a Julieta (Letters to Juliet, 2010) tiene más de “romántica” que de “comedia”, detalle que en este caso deriva en una propuesta bastante pasable considerando las últimas y raquíticas aproximaciones al género por parte de Hollywood. Desde ya que los productos de este tipo siempre están destinados al olvido instantáneo pero una vez más debemos subrayar lo que se puede lograr con un par de apellidos ilustres y algo de profesionalidad detrás de cámara. Sophie (Amanda Seyfried), una investigadora que trabaja en la revista The New Yorker, está comprometida con Victor (Gael García Bernal), un chef a punto de abrir su propio restaurant. Como cada uno vive en su burbuja individual, ambos deciden viajar a Verona de vacaciones como una especie de “ensayo” para su luna de miel. Allí Sophie descubre a las “Secretarias de Julieta”, un grupo de señoras que se dedican a contestar cartas dejadas por lugareñas en la supuesta casa donde vivió la joven inmortalizada por William Shakespeare. Por supuesto que la protagonista se suma de inmediato, responde una misiva de hace 50 años y sin quererlo desencadena la aparición de Claire (Vanessa Redgrave) y su antipático nieto Charlie (Christopher Egan). Los tres comienzan un viaje en busca del amante de Claire de aquella época, un tal Lorenzo Bartolini, a quien abandonó por miedo a una reprimenda paterna. Como se puede apreciar la premisa es sumamente clasicista, lo que por suerte se condice con un desarrollo narrativo sin grandes sorpresas aunque bien articulado. A pesar de que casi no existe química entre Seyfried y Egan, la historia corre por ese lado y mantiene en paralelo la esperanza del personaje de Redgrave. El realizador Gary Winick, un verdadero especialista en el género, desaprovecha a García Bernal, incluye demasiadas tomas turísticas y acierta de sobremanera con la participación de Franco Nero. Un guión predecible y una concepción inocente del amor conspiran contra este paneo sincero por las “cosas lindas” de la feminidad, esas que parecen llegar mucho después de la menopausia…
Busqueda inútil Busqueda inútilMatt Damon y Paul Greengrass, el equipo responsable de las vertiginosas La Supremacía de Bourne (The Bourne Supremacy, 2004) y Bourne: El Ultimátum (The Bourne Ultimatum, 2007), regresan con un thriller bélico que funciona como un catálogo de todas las mentiras que la administración Bush y sus cómplices utilizaron para justificar la invasión a Irak. La Ciudad de las Tormentas (Green Zone, 2010) hace foco en la inútil búsqueda de “armas de destrucción masiva”, los atropellos contra la población civil, la manipulación de los medios de comunicación y las disputas dentro de las fuerzas de ocupación. Los engaños se tapan una y otra vez con más y más sangre...
Tenemos ante nosotros una mezcla insatisfactoria entre la estética de un video juego apocalíptico, el thriller alegórico de entorno cerrado y el terror basado en posesiones. En sí la película comienza bastante bien pero de a poco va cayendo en un torbellino de escenas predecibles y diálogos huecos, de esos que terminan molestando de tanta nimiedad. De todas formas desde ya que estas sonseras bíblicas a punta de gatillo resultan mucho más disfrutables que casi cualquier exponente de la catarata de mamarrachos argentinos y europeos que suelen pasar sin pena ni gloria por la cartelera porteña…
Belicosidad pacifista El contexto y el presupuesto suelen ser dos factores decisivos al momento del estreno de una película, en especial si consideramos las demoras propias de la distribución mundial y las enormes diferencias entre los recursos de los productos mainstream y los llamados “independientes” (concepto amplio si los hay…). Batalla por Terra 3D (Battle for Terra, 2007) sufre muchísimo debido a sus similitudes con Avatar (2009): tres años después de haber sido completada, un año luego de su fracaso absoluto en la taquilla estadounidense y cinco meses después del tanque de James Cameron, el film está predestinado al olvido. La historia es tan antigua como la injusticia: un pueblo con un pasado turbio alcanza un presente de relativa tranquilidad hasta que por enésima vez aparece un invasor extranjero con hambre de pillaje y destrucción. Los protagonistas en este caso son las víctimas, una raza alienígena que habita el planeta del título, y no extraña que los victimarios sean los seres humanos, unos homeless espaciales fruto de guerras eternas. Mala (Evan Rachel Wood) ve cómo los susodichos secuestran a su padre Roven (Dennis Quaid) y aún así ofrece refugio al piloto Jim Stanton (Luke Wilson) cuando su nave cae sobre la superficie. El director Aristomenis Tsirbas contó con apenas ocho millones de dólares y en general supo construir una animación bastante digna aunque poco imaginativa, en ocasiones bordeando el plagio: encontramos demasiadas “referencias” a los diseños de La Guerra de las Galaxias (Star Wars, 1977). Más allá de las comparaciones, la propuesta carece de un desarrollo de personajes en verdad sustentable, capaz de movilizar al espectador y sumergirlo de cabeza en la trama. El guión de Evan Spiliotopoulos, basado a su vez en un corto del 2003 del mismo Tsirbas, pronto queda prisionero de una infinidad de estereotipos. Lamentablemente ni siquiera podemos disfrutar de las voces originales porque sólo nos llega doblada al castellano (además de los citados, el frondoso elenco incluye participaciones de James Garner, Brian Cox, Danny Glover, Mark Hamill, Rosanna Arquette, Beverly D''Angelo, Amanda Peet, Chris Evans, Ron Perlman y Danny Trejo). Se agradecen las buenas intenciones ideológicas y resulta meritorio el realismo oscuro de algunos pasajes pero el convite defrauda en términos narrativos y apenas si funciona como un alegato a favor de la belicosidad pacifista y/ o el resurgimiento de la violencia contenida.
El imperio de las plataformas Para todos aquellos que crecimos en los ’90 el Prince of Persia representó un verdadero oasis dentro del mundillo de los juegos de plataformas de la época. El original de 1989 y su secuela de 1994 fueron dos maravillas no sólo por la fluidez de los movimientos de los personajes, los detalles de los gráficos y la ansiedad que despertaban los desafíos: el elemento central era el espíritu de aventura que tan pero tan bien transmitía aquel protagonista, ese diminuto acróbata obsesionado con rescatar a la princesa. Ahora tenemos una adaptación cinematográfica basada en un guión de Jordan Mechner, creador de la saga, inspirado a su vez en su aclamada obra del 2003, el Prince of Persia: The Sands of Time. Antes que nada debemos sincerarnos: el realizador inglés Mike Newell no entregaba algo interesante desde la lejana Donnie Brasco (1997). Aquí por suerte levanta la puntería y consigue redimirse de la vergonzosa El amor en los tiempos del cólera (Love in the Time of Cholera, 2007), sin lugar a dudas una de las peores películas de la década. Intercalando ingredientes de las últimas encarnaciones en 3D, la historia retrata el periplo de Dastan (Jake Gyllenhaal), un príncipe aguerrido que es utilizado como chivo expiatorio en una conspiración para matar a su padre. En su huida une fuerzas con Tamina (Gemma Arterton), una hermosa monarca con muchos secretos que lo ayudará a limpiar su nombre. Por supuesto el contexto fantástico está a la orden del día y en este caso involucra la posibilidad de deshacer sucesos recientes mediante una daga con poderes extraordinarios, objeto de disputa entre bandos antagónicos. La trama trabaja en forma eficaz gran parte de los arquetipos del cine de aventuras: el antihéroe bonachón aunque diestro para las armas, su compañera astuta e hiperquinética, un compinche un tanto contradictorio y el infaltable villano que no se detiene ante nada ni nadie. En lo que respecta a estos dos últimos, destaquemos en especial la excelente labor de Alfred Molina como el Sheik Amar, un empresario adalid de la desobediencia civil, y Ben Kingsley como el malvado Nizam. La película está producida por el equipo responsable de la exitosa franquicia de Piratas del Caribe, Walt Disney Pictures y Jerry Bruckheimer Films, circunstancia que pone de manifiesto los rasgos estilísticos del convite. Por momentos El Príncipe de Persia: Las Arenas del Tiempo (Prince of Persia: The Sands of Time, 2010) parece una versión corregida de Furia de Titanes (Clash of the Titans, 2010): aquí sí han aprovechado a Gemma Arterton, las secuencias de acción son muy retro y los homenajes al original resultan pertinentes. Con diálogos graciosos y una generosa tanda de CGI no intrusivo, la propuesta entretiene edificando un imperio de plataformas sobre las cuales saltar y saltar…
Durante sus primeros minutos Los mejores de Brooklyn (Brooklyn's Finest, 2009) parece una versión ampliada de Día de entrenamiento (Training Day, 2001) pero de a poco va creciendo hasta convertirse en un film coral tan ajustado como fulminante. Antoine Fuqua sabe dónde golpear, nos devuelve al Wesley Snipes “actor” y a fin de cuentas ofrece un retrato realista acerca del siempre contradictorio accionar policial…
Arquería y redención Ya era hora de que Ridley Scott se redimiera de equívocos groseros como Un Buen Año (A Good Year, 2006), Gangster Americano (American Gangster, 2007) y Red de mentiras (Body of Lies, 2008), todos films que lamentablemente se ahogaban en su propia vacuidad preciosista. Robin Hood (2010) en cambio es un producto muy entretenido que funciona como un complemento perfecto de la versión de Kevin Reynolds de 1991 estelarizada por el hoy desaparecido Kevin Costner: ambas son pomposas, delirantes y por momentos ridículas. Mientras aquella era fundamentalista, la presente se abre un poco de la leyenda. En este caso tenemos a Russell Crowe como el justiciero de los bosques de Sherwood, quien por suerte aporta la garra necesaria y deja de lado varios de sus tics habituales. Hay que decir que el casting es en verdad excelente ya que cada actor está en sincronía con su personaje y la suma de apellidos llama la atención: Max von Sydow, William Hurt, Mark Strong y la siempre maravillosa Cate Blanchett. Aquí la historia continúa la senda de otras precuelas hollywoodenses y apunta a retratar los comienzos del protagonista como arquero en el ejército de Ricardo Corazón de León y la subsiguiente deserción en pos de la libertad. Resulta hilarante apreciar cómo el guión del errático Brian Helgeland mete en la misma bolsa hechos verídicos, pormenores del folklore inglés y ficción bastante eficaz. Por supuesto que la película no es un baluarte de la exactitud si se la piensa en términos históricos, pero si aflojamos la cuerda se la puede disfrutar como espectáculo sin ningún tipo de problema (en la trama los franceses pretenden invadir a los británicos, cuando en realidad sucedió al revés). Intercalando chispazos de humor, el film ofrece un relato ambicioso que incluye conspiraciones palaciegas, guerra civil y la gesta de Nottingham. Una vez más el trabajo de fotografía es estupendo y viniendo de quien viene hasta un tanto escueto: no nos topamos con esa catarata incesante de primeros planos, tomas detalle y ralentís. Pareciera que el señor optó por la modestia que exigía una aventura de marcada inflexión clasicista. Otra de las “novedades” más importantes pasa por el desarrollo de personajes, por fin a la par del diseño de producción y las deslumbrantes secuencias de enfrentamientos. Habría que avisarles a los que siguen esperando un regreso del Scott de los ’70 y ’80 que sólo con una máquina del tiempo sería posible, el horizonte quedó en el pasado…
El genial Brian De Palma construye a conciencia el film más virulento hasta la fecha sobre la invasión a Irak. Adoptando un registro múltiple de falso documental, Samarra (Redacted, 2007) desborda valentía y sinceridad al tiempo que destroza la administración de George W. Bush, la manipulación a cargo de los medios y esa mentalidad tan estadounidense de apoyar a los militares en sus tropelías cotidianas. La propuesta no es apta para cobardes que gusten de cerrar los ojos ante las masacres ajenas…
La impostación de la verdad Cada obra de Roman Polanski es una lección de perspicacia cinematográfica a cargo de uno de los más grandes maestros del séptimo arte, creador de un andamiaje verdaderamente revolucionario. Sus trabajos de las décadas del ‘60 y ‘70 abrieron caminos que luego serían transitados por una infinidad de colegas a nivel mundial. El influjo de sus “marcas registradas” resulta inabarcable: los aportes van desde la sensación de claustrofobia y la tensión sexual, pasando por el humor corrosivo y la picaresca crítica, hasta la parodia sutil y esa eventualidad trágica convertida en eje de la narración. Después de la modesta Oliver Twist (2005), aquel cariñoso homenaje a la infancia en la tradición de Piratas (Pirates, 1986), hoy regresa al thriller siniestro símil Alfred Hitchcock con un elenco magnífico que incluye participaciones de Eli Wallach, Tom Wilkinson, Timothy Hutton y James Belushi. El Escritor Oculto (The Ghost Writer, 2010) combina de manera magistral elementos tan diversos como una investigación bibliófila modelo La última Puerta (The Ninth Gate, 1999), los pormenores del poder político de Barrio Chino (Chinatown, 1974) y un entorno cerrado que recuerda al contexto de asfixia psicológica en el que se desarrollaba Cul-de-sac (1966). Para aquellos que no lo sepan vale la aclaración: el “fantasma” del título proviene del argot anglosajón y se refiere a un “negro literario”, una persona a la que la editorial contrata para redactar textos que a posteriori se adjudican a otro, ese cuyo nombre impregna la portada y que en realidad nada tuvo que ver con el producto final. Polanski lleva los términos al extremo de ni siquiera asignarle un seudónimo al personaje de Ewan McGregor, un escritor profesional especializado en “autobiografías” de figuras públicas. Así el atribulado protagonista acepta sin demasiado entusiasmo dar forma definitiva a las memorias del ex primer ministro británico Adam Lang (Pierce Brosnan) para su próxima publicación. La paga es generosa pero los detalles alrededor de la faena son un tanto tétricos: su predecesor murió en un extraño accidente al caer de un ferry, para acceder al manuscrito anterior debe mudarse a la mansión que el antiguo dignatario habita en una remota isla de Estados Unidos y como si esto fuera poco casi en simultáneo se desata un escándalo gigantesco cuando acusan a Lang de “criminal de guerra” por entregar a la CIA prisioneros sospechados de actividades terroristas para ser torturados en busca de información. Sin saber en quién confiar, el biógrafo pronto descubre la dinámica entre Ruth (Olivia Williams), la esposa de Lang, y Amelia Bly (Kim Cattrall), su asistente y amante… El film está basado en el bestseller del 2007 El Poder en la Sombra (The Ghost) de Robert Harris. Todas las similitudes entre el mandatario de ficción y el genocida Tony Blair son más que coincidencias: de hecho, el mismo Harris fue un colaborador de Blair hasta la invasión a Irak y en repetidas ocasiones ha manifestado que el personaje es una traslación del devoto socio de George W. Bush. En el guión firmado por el autor y el propio Polanski encontramos numerosos interrogantes en torno a las medidas de los gobiernos de los países centrales, los estatutos de derecho internacional y la influencia de determinados asesores en la construcción del perfil de los jefes de estado. En un análisis acerca de la justicia que involucra muchas variables, la película hace foco en los vínculos del régimen inglés con la Agencia Central de Inteligencia en función de cooptaciones tan peculiares como oportunas. Por supuesto que otra posible lectura es la que nos reenvía a la vida personal del director, conexiones irónicas siempre premeditadas: pensemos sino en el asesinato de Sharon Tate en manos del clan Manson y Macbeth (The Tragedy of Macbeth, 1971), el episodio de pederastia y Tess (1979) o su infancia en el Gueto de Cracovia y El Pianista (The Pianist, 2002). Siendo él un eterno prisionero en Europa incapaz de volver a los Estados Unidos, coloca en el corazón de su último proyecto a un hombre imposibilitado de abandonar suelo norteamericano en pos del viejo continente, según la jurisdicción de la Corte Penal de La Haya. Con un espíritu cercano a El Ocaso de una Vida (Sunset Boulevard, 1950) de Billy Wilder, aquí el cineasta ofrece rigurosidad y elegancia en un retrato sarcástico del campo secreto de las mentiras masivas, esas que constituyen la base de la impostación política.
Carancho (2010) comienza como Vidas al límite (Bringing Out the Dead, 1999) de Martin Scorsese y de a poco va mutando hacia un policial negro en clave hospital público/abogados chupa sangre. A pesar de una floja actuación de Martina Gusmán y algunas escenas que se extienden más de lo debido, la película se sobrepone a un guión predecible y explora con eficacia los manejos turbios detrás de “las muertes del pavimento”. Una lástima ese final a lo Hollywood…