El fin de los tiempos Rodrigo Vila es un director argentino que se especializa más en el ámbito del documental, pero decide crear un proyecto de ficción sumamente ambicioso, con dos estrellas internacionales en su elenco como son Hayden Christensen y Harvey Keitel. La película logra ubicarse en un contexto apocalíptico donde una tormenta puede llevarse el protagonismo de lo que sería el fin del mundo, o al menos eso suponen los ciudadanos. En un comienzo plagado de dudas se presenta al ex militar Kurt Matheson (Christensen), con un claro trastorno de estrés post traumático. Éste es el dilema clave de todo el film, qué es lo que pasa realmente y cuáles son las imaginaciones de Kurt. Ahí conocemos a Noé (Keitel), una líder espiritual al cual -en tiempos de guerras- muchos se aferran. Hábil en los diálogos y la forma de relacionarse, un personaje bien escrito con matices oscuras como cualquier pastor polémico. Una propuesta estética que genera un ambiente entre comiquero y bizarro, hace que la fotografía tenga el visto bueno en el género apocalíptico. No lo favorece el guion, o las decisiones que toma el director empastando el film con una voz en off constante, que además de subestimar al público, aburre muchísimo. Varios hilos o situaciones que genera luego quedan inconclusas o directamente incoherentes. Las actuaciones por su parte hacen un buen trabajo, sobre todo Christensen que se carga la película al hombro. Y también la argentina Liz Solari genera un personaje exótico con su cabellera colorada y sorprende con una pronunciación excelente en inglés, el idioma recurrente. El último hombre es una película interesante desde el planteamiento estético y la premisa, con actores y actrices de renombre, pero las decisiones por parte del director no fueron las mejores, lo cual imposibilita su punto máximo con respecto a su potencial.
Viaje por un duelo La ópera prima de Mercedes Laborde, El año del León, sorprende para bien, con un relato profundo sobre lo que es un duelo y cómo lo puede sobrellevar cada persona. La historia comienza directamente dentro de un conflicto que no se presencia en pantalla, la muerte de León. Con información a cuenta gotas, que vuelve el relato intrigante y un desarrollo excelente de personajes, la película avanza. Nos da a entender que no es necesario saber por qué o cómo murió, sino que lo que importa son las personas allegadas que están vivas. Flavia (Lorena Vega) fue su pareja durante ocho años y durante ese tiempo mantuvo una relación constante con Lucía (Malena Moirón), la hija de León que tuvo con otra mujer. Luego del comentado fallecimiento, la pequeña quiere pasar tiempo en lo que era la casa de su padre, poniendo en una incómoda situación a Flavia. La narración consiste básicamente en esta entrecruzadas entre la protagonista y Lucía, y cómo ambas llevan adelante una muerte inesperada. Reflexiones sobre la vida, la tenencia y las relaciones sexuales que devienen en una esperada crisis interna. El film cuenta con una fotografía notable, con composiciones de cuadro a tener en cuenta. También las actuaciones están muy bien. El guion y la dirección logran su cometido siendo lo más destacable, por lo dificultoso que es contar una historia de emociones internas en cada uno de los personajes.
Marihuana Boogie Denny Brechner junto a Alfonso Guerrero y Marcos Hecht escriben y dirigen una ficción acerca del abastecimiento de la marihuana en Uruguay. Luego de que se legalice en dicho país, el entonces presidente José “Pepe” Mujica no tenía las herramientas para producir la cantidad que se consumía. Por eso decide enviar a Alfredo Rodriguez (Denny Brechner) y a su madre (Talma Friedler) a Estados Unidos para poder arreglar de cualquier manera el objetivo. Traigan el porro se potencia con la ambición de la idea original, yendo a Estados Unidos a filmar, teniendo varias apariciones -hilarantes- de José Mujica y presentándose en diferentes espacios de debate sobre la legalización de la marihuana. Un relato divertido como entretenido que lleva a Alfredo a vivir diferentes experiencias. La estética fílmica donde la cámara está todo el tiempo “escondiéndose” o tapando caras para preservar la identidad de personas reales crea una ilusión de documental de noticiero con una impronta humorista. Las locaciones aportan el toque extra a la locura, en barrios donde viven las clases bajas de Nueva York, jugando al fútbol con jamaiquinos en típicas canchas de cemento. La temática “marihuana” es algo que todavía no ha sido explotado en Latinoamérica pero sí en países como Estados Unidos y Traigan el porro puede ser la desencadenante de este género en esta parte del mundo. A pesar de ser comedia, la película podría haber contado información aunque sea mínima acerca de esta droga para transmitir al espectador ajeno.
La Quietud es la nueva película del aclamado director Pablo Trapero (El Clan, Carancho, Elefante Blanco). Esta vez no muestra a las clases bajas/medias de la sociedad argentina, sino que se ubica en plena estancia de miles de hectáreas donde sucederá la mayor parte de la historia. Los dueños de todo son Esmeralda (Graciela Borges) y su marido. Padres de Mía (Martina Gusman) y Eugenia (Bérénice Bejo), quien vive en París y vuelve a Argentina por el mal estado de su padre luego de un ACV. Todo el relato pasa a través de Mía, la protagonista, pero no deja de lado a ningún personaje en la interacción de la trama, un punto muy favorable para la narración. A dicho elenco de primera, se le suma el esposo de Eugenia, Vincent (Edgar Ramírez) y el abogado de la familia (Joaquín Furriel). El guion está escrito a la perfección, como pocos se suelen ser, dando un claro desarrollo y progreso de los personajes a medida que el tiempo corre. Si bien por momentos rebalsa el llanto dramático en las actuaciones, Trapero supo cómo vincularlo con cada uno de los papeles. El film cuenta con una crítica social implacable, donde cuestiona desde la pertenencia de tierras a las clases altas hasta los vínculos familiares, pasando por un autoritarismo maternal y un favoritismo con la hija lejana. Las analogías -no tan obvias- representadas por el director entre la familia y la estancia -que a pesar de parecer perfecta, está lejos de eso- son geniales. Por ejemplo, se suele cortar la luz y todos se quejan, esa oscuridad es casi tanta como los secretos que cada personaje oculta -que son más oscuros aún-. Un trabajo actoral que da placer, sobre todo la leyenda Graciela Borges quien da cátedra interpretando a una madre clasista, conservadora y mala persona. Con su voz pone a todos rectos cual líder militar, con pleno autoritarismo. Los encontronazos de ella con Martina Gusman son exquisitos. También así la química que tiene esta última con Bérénice Bejo a pesar de tener escenas jugadas llevadas al ámbito incestuoso. La Quietud se encarga de tocar todos los temas controversiales habidos y por haber (incesto, infidelidad, autoritarismo, relaciones familiares, amor, enfermedades, aborto, etc.) y falla en muy pocos momentos donde la introducción del tema genera cierto desconcierto. Los toques “humoristicos” vienen muy bien para contrarrestar el oscuro drama. Es una película sólida, muy bien escrita y mejor actuada.
El loco de la motosierra Leatherface es el nombre original de la película dirigida por la dupla entre Alexandre Bustillo y Julien Maury. En hispanoamérica se la decidió llamar La masacre de Texas: el origen de Leatherface, siendo más evidente lo que deciden narrar a lo largo de los 90 minutos. Un oscuro y trastornado hombre, llamado Jedidah Sawyer, utiliza habitualmente una máscara de piel humana y una motosierra para descuartizar a sus víctimas. Leatherface es un personaje conocido por ser el terrorífico asesino en la saga La masacre de Texas. El pequeño Jed forma parte de una extraña familia (los Sawyer), que matan personas para alimentar a sus cerdos. Después de uno de los acontecimientos, Jed es enviado a un hospital psiquiátrico. Luego de escaparse es cuando realmente vemos al verdadero Leatherface que tiene adentro. La película es entretenida, ya que constantemente intentan escapar de los peligros que impone tanto el hospital como la policía. Los personajes logran transformarse de tal manera que el cordero desprotegido es un lobo feroz. Un guion interesante en base a desarrollo de personajes pero limitado en diálogo narrativo. El género del film es terror gore, el cual demuestra en cada escena de violencia la fragilidad de los cuerpos (los despedazan, hay sangre y tripas por doquier). Este tipo de películas no dejan nada a la imaginación. De esta forma hace impresionar más al espectador por el nivel de agresividad que por el hilo narrativo o momentos de suspenso. Las actuaciones no sobresalen en ningún momento, son hasta un tanto exageradas. Siempre es interesante poder expandir este tipo de personajes icónicos y lo lograron de forma sutil. Dato no menor es que se puede ver sin haber visto la saga, ya que es una precuela de The Texas Chain Saw Massacre (1974).
Sustos rutinarios Luego de una noche de tragos entre cinco amigos donde planean cuáles serán sus vacaciones, dos de ellos deciden entrar a un kiosco donde casualmente están asaltando. Uno de ellos, Luke (Rafe Spall) se esconde de los ladrones mientras que a Robert (Paul Reid) lo asesinan por no entregar su anillo de bodas. A partir del suceso, deciden cumplir el último deseo de Robert, de hacer senderismo en el norte de Suecia. A pesar de haber pasado solo seis meses, la amistad ya no es la misma. Luke carga una gran mochila con culpa por no hacer nada en ese momento. Algo sumamente extraño, ya que no podría haber modificado nada si se hubiera entrometido. Como en cada grupo de amigos, cada uno tiene sus manías y se conocen muy bien. Deciden acortar camino porque uno se lastimó la rodilla y se alejan del sendero. Decisión poco verosímil porque justamente el deporte es “senderismo”, no tiene sentido crear una ruta propia con una brújula. Entran a un bosque donde comienzan los peligros para los protagonistas. El guion no logra desarrollar los personajes al punto de empatizar, ni siquiera nos importa qué les puede pasar. Un error concreto es no haber enfatizado más en sus historias por fuera de lo que es el viaje y la tragedia. Hubiera sido interesante poder ver a los familiares, sus relaciones con los seres queridos y qué los lleva a actuar de tal forma. Con respecto a las actuaciones no hay problemas pero tampoco se destaca ninguna. El terror viene por parte de algo más allá de los humanos y eso le quita puntos a los primeros minutos de la película, donde se aprecia la aterradora escena desencadenante, actuada por dos hombres. No está bien utilizado el “monstruo” porque no genera miedo. El film falla en su objetivo que es el de asustar.
Mi familia es un dibujo Catorce años pasaron para que luego de una película excelente como Los Increíbles (2004), tenga su secuela. Brad Bird se encargó de ambas, poniendo la vara muy alta para cualquier proyecto de animación que les quiera competir. No es la primera vez que pasa esto. Recordemos que Disney Pixar es una compañía a la que le encanta hacer esperar, trece años pasaron entre Buscando a Nemo y Buscando a Dori. MIRÁ ACÁ NUESTRO #5EN3 DE LOS INCREÍBLES Los Increibles 2 deja atrás todo tipo de mito acerca de “las segundas partes nunca son buenas”. La película comienza exactamente donde terminó la primera, por lo cual no hay crecimiento de personajes en cuanto a lo estético, aunque los jóvenes (Violeta y Dash) sí parecen haber madurado luego de su primera batalla como superhéroes. En este universo, está prohibido usar superpoderes, pero un empresario multimillonario y su hermana (Winston y Evelyn Deavor) quieren cambiar las cosas para que los héroes puedan trabajar salvando el mundo. Luego de la primer batalla de Los Increíbles y Frozono contra El Subterráneo, los hermanos Deavor se contactan con Helen (Elasticgirl) para que encabece una revolución en contra del la ley que los margina. Una vez que Helen acepta el trabajo, Bob (Mr. Increíble) debe encargarse de cuidar la casa y a sus hijos. Esto no es un dato menor, la decisión ideológica por parte de Pixar es muy valiosa, pone sobre la mesa lo difícil que es estar al cuidado de los niños. Incluso es más complicado ser un buen padre que ser un superhéroe. Quiere decir que los/las padres/madres son los verdaderos héroes. No es fácil poder cuidar del corazón roto de una hija, como tampoco estar al tanto de las tareas escolares y hacer dormir a un bebé. La película es entretenida y cómica, las casi dos horas de duración se pasan volando con las escenas de acción de los protagonistas. Las apariciones de personajes como Edna, Frozono y Rick Dicker son excelentes, mantiene algunos gags de la película original que funcionan perfectamente. Los poderes de Jack-Jack son alucinantes, algo que no sucede con los nuevos Héroes que aparecen en pantalla, con habilidades poco útiles e intrascendentes. El nivel de detalle en la animación es uno de los mayores aciertos del film. Le da un toque de realidad que es impensado para cualquier película del mismo género. Acompañado (como en la primera) por una música que vale la pena prestar atención, compuesta por una eminencia como lo es Michael Giacchino.
Una película entretenida, con un guión que funciona de manera correcta, buen ritmo y entretenido, sumado a un necesario elenco femenino que no brilla por su originalidad, pero pasa desapercibida. Mucha expectativa se generó con el spin-off de la famosa trilogía de La Gran Estafa, estrenando la primera en 2001, la segunda en 2004 y la última en 2007. Las tres fueron dirigidas por Steven Soderbergh y protagonizadas por super-estrellas hollywoodenses como George Clooney, Brad Pitt y Matt Damon. Por razones como éstas, el director Gary Ross (Los Juegos del Hambre) reunió un gran elenco para Ocean’s 8 conformado por Sandra Bullock, Cate Blanchett, Anne Hathaway, Sarah Paulson, Helena Bonham Carter, Awkwafina, Mindy Kaling y Rihanna. La historia comienza con Debbie Ocean (Sandra Bullock) saliendo de una cárcel después de haber pasado cinco años en prisión. Acto siguiente va directamente al cementerio a visitar la tumba de su hermano -y protagonista de las precuelas- Danny Ocean (George Clooney). Ese tiempo en prisión logró que sea sumamente productivo al idear un robo multimillonario. Se trata de un collar de 150 millones de dólares. Para lograr el objetivo, Debbie y su mano derecha Lou (Cate Blanchett) encuentran a las chicas adecuadas para conformar un equipo. El film pasa el primer tercio buscando y convenciendo a las integrantes para participar de semejante estafa. Cada una tiene una habilidad diferente y perfiles claramente distinguibles. Pero siempre hay complicaciones. El guión funciona de manera correcta, con buen ritmo y entretenido, pero no maravilla. Los giros narrativos no son lo suficientemente sorprendentes y el humor falla en reiteradas ocasiones, lo cual es una lástima porque cuenta con grandes comediantes en su elenco como Hathaway, Kaling y Paulson. Se vuelve insoportable la cantidad de PNT (publicidad no tradicional) que contiene el film, mostrando marcas constantemente que no le suman nada a la historia. Resulta muy entretenido encontrar cameos de estrellas (Dakota Fanning, Sharapova, Serena Williams) como también apariciones de personajes de la trilogía original como Reuben Tishkoff (Elliott Gould) y Yen Rogelio (Shaobo Qin). Rihanna hace un trabajo impecable, completando la pantalla con su sola presencia. La dirección es muy similar a lo hecho en las entregas anteriores. A pesar de ser otro el encargado, logra unificar la saga con una misma forma de filmar/editar. La música a cargo de Daniel Pemberton es excelente, típica del género, acompaña de manera perfecta cada escena. Ocean’s 8 es una película entretenida, con un necesario elenco femenino que no brilla por su originalidad, pero pasa desapercibida.
Con todo el peso de la ley Román es una de esas películas que sorprende como consiguió semejante apoyo para el desastrozo resultado. Dirigida por Eduardo Meneghelli y escrita por un especializado Gabriel Medina (Los Paranoicos, La araña vampiro). Se narra la vida de Román (Gabi Peralta), un policía que cree ser bueno en lo que hace y se entrena para lograr el objetivo de “hacer cumplir la ley”. El film es una bola enorme de sin sentidos. Primero que nada, la polémica ideología de lo que es ser un policía “bueno”, cuando por ejemplo irrumpe en una casa sin permiso y amenaza con matar civiles por violencia de género. Segundo, creer que un policía debe impartir justicia por mano propia. Que sea inexplicablemente violento y bruto cual comédia de Torrente, pero manteniendo la seriedad dramática. Y un innumerable de contradicciones con respecto a la ética del protagonista. Conexiones forzadas entre las diferentes lineas narrativas, donde lejos de cumplir el objetivo, parecen escenas sueltas de diferentes momentos. El guion dificulta esta característica. Es insulso. Intenta apelar a la emoción del espectador o a la sorpresa y no lo logra en ningún momento, los diálogos carecen de naturalidad. Esto -a su vez- se da por la incorrecta selección del casting, donde el protagonista parece haber sido elegido por su cuerpo (el cual no se cansan de mostrarlo ejercitándose) y no por sus dotes actorales. Es imposible creer que Nazareno Casero pueda ser policía, se vuelve completamente inverosímil. El único que se destaca (para bien) es Carlos Portaluppi, logra hacer interesante cada momento en el que participa. La fotografía logra un buen trabajo que lamentablemente se embarra por el guión, música, montaje y dirección. Román es un largometraje con más defectos que aciertos, donde sobresalen las malas actuaciones acompañadas con un pésimo guion. Con un mensaje horrendo y una fantasía cuasi heroica de un policía que a pesar de estar en contra de la corrupción, imparte justicia por mano propia.
Juego de muñecas El director francés Pascal Laugier fue el encargado de dirigir y escribir Pesadilla en el infierno. Cuenta una historia atrapante de entrada, ya que no tarda ni diez minutos en arrancar, donde vemos a una madre (Myléne Farmer) con sus dos hijas adolescentes, Beth (Emilia Jones) y Vera (Taylor Hickson) instalarse en una antigua casa. Si bien pareciera algo visto anteriormente (el hogar está lleno de muñecas antiguas), se aleja correcta y rápidamente del cliché para adentrarse en la narración. Lejos de jugar con espíritus o razones paranormales, el peligro se encuentra en dos seres humanos (Kevin Power y Rob Archer) que irrumpen en la vivienda de las protagonistas. De forma perturbadora, dan a entender sus psicópatas gustos con las muñecas antiguas. Un guion que se destaca por sus giros narrativos, donde la película se vuelve sumamente interesante, con argumentos válidos para mantener el verosímil, sin sobrepasar lo anormal. Pone en duda al espectador con el clásico “juego” de no saber lo que es real y lo que es imaginario para los personajes. Con respecto a la fotografía hay un trabajo muy bien logrado, acompañado por el sonido como arma fundamental en el género. Con el mismo, se logran varios de los sustos “traicioneros” y crean un ambiente perfecto para la relación entre suspenso y sorpresa. Con la dirección, la elección de casting, y el montaje terminan cerrando un círculo muy agradable para el tipo de largometraje.