Pasatiempo. La idea de tiempo es inexplicable, ya lo sabemos. Nos es imposible de definir con exactitud al tiempo. Pero sí, tal vez, lo podemos sentir. Podemos sentir que Sin Nada Que Perder es una película lenta. Lenta jamás es sinónimo de aburrida. Piénsese en un baile lento. Tal vez signifique llegar a lo sexual más rápidamente. Por eso, la lentitud, no necesariamente se debe pensar como un error. Pensar lentamente tampoco es un defecto. Tomarse el tiempo necesario, significa automáticamente darse el tiempo para pensar. Lo automático significa necesariamente la ausencia de tiempo para pensar. Necesitamos de tiempo para poder tener nuevas ideas. Aquí, el Texas Renger Marcus Hamilton (Jeff Bridges) intenta atrapar a dos ladrones de bancos en Texas. Detectives pueblerinos buscan a fugitivos pueblerinos. Por eso los tiempos se aletargan. Cada ser humano vive con la velocidad de las costumbres de su entorno. Que Marcus trabaje y piense a otra velocidad no significa que los delincuentes le saquen ventaja. Así, estos tiempos dilatados, nos dan herramientas para seguir atentamente los razonamientos de los personajes. Podemos disfrutar las justificaciones de los hechos que se suceden. Podemos entender y divertirnos con la trama socioeconómica que se pone en juego en la película. De esta manera, en Sin Nada Que Perder, las imágenes, las acciones y el montaje van tomando un ritmo pausado. Acompañando la particularidad de sus personajes. Todo se amalgama en varios niveles, mezclándose en el mismo compás. El personaje de Jeff Bridges, es un héroe patético, que en la ficción no será recordado por nadie, pero que para los espectadores será difícil de olvidar, por más que el tiempo pase.
Mejor Película Dramática. Moonlight participó de la Competencia Oficial del 31º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata el año pasado. Sorprendentemente solo Mahershala Alí se llevó un premio a mejor actor, de un personaje que aparece en menos de la mitad de la película. En la 74º edición de los Globos de Oro, los premios que entrega al cine y la televisión la Asociación de Prensa Extranjera en Hollywood, Moonlight fue elegida mejor película dramática. Su director Berry Jenkins ha declarado que no hay una sola escena de la película que no haya vivido tanto él como su guionista Tarell Alvin McCraney. En su momento, a raíz del festival, publicábamos el siguiente artículo: “Es un gran plano secuencia. Juan (Mahershala Alí), un afroamericano pandillero baja de su excéntrico auto para controlar la venta de uno de sus empleados. Ahora la cámara no para de girar en torno a ellos. Parece empezar una nueva versión del GTA sino fuera por las actuaciones, nuestros personajes son reales, y por el hábil despliegue, ya que al girar se va alternando el foco a cada personaje. Sutilmente, muy lejos, fuera de foco, vemos pasar otro afroamericano en cuero y con jeans. El dealer empleado grita “¡Sí, agárrenlo!”. Ya estamos en el bajo mundo: negros, drogas y armas. Pero en realidad esta película no es sobre Juan, se trata de Chiron. Y no es una película de pandilleros, es una de amor. Chiron es un niño discriminado. Es tímido y sus compañeros de escuela le gritan “maricón”. Salvo uno, que lo incita a pelear para que Chiron demuestre su valentía. Pero empieza la pelea y los planos se hacen densos, el clima también; algo ha sucedido. Ya adolescente Chiron y su amigo tienen un hermoso encuentro sexual, pero fugaz. Los años pasan, ahora Chiron es lo que debía ser, se ha convertido en Juan, un traficante. Pero nunca dejará de pensar en ese encuentro. No es que el amor sea más fuerte dice Moonlight, sino que, el deseo es inquebrantable, a pesar de que tu madre sea adicta al crack, tu protector sea un dealer macho y pandillero, el deseo no se acobarda, no puede elegir acobardarse. El amor no gana, sino que nos gana el deseo.”
Historias de un corazón fuera de la ley. Vivir de Noche muestra la historia de Joe Coughlin y su introducción al mundo del hampa luego de volver de la guerra, de la primera. Empieza trabajando para el mafioso Albert White pero comete el error de enamorarse de la amante de su jefe. En realidad enamorarse no puede ser considerado un error, el error es estar besándose de día a la vista de todos. Esto lo lleva a que le den una amable y sangrienta paliza y, por su puesto, a perder a la chica. Como la policía lo busca porque él mató a un policía vehiculizado llega a pasar tan solo 3 años en prisión ya que, para colmo, es hijo del comisario. Joe Coughlin intenta rehacer su vida trabajando para el mafioso de la oposición, Maso Pescatore. Allí emprenderá un negocio en Florida, con cubanos y la venta de ron. Conoce un nuevo amor, Graciela (Zoe Saldana), hermana de su socio cubano. Así transgrede de nuevo la ley, se enamora de una cubana en medio del auge de Ku Klus Klan. Lo más atractivo de Vivir de Noche es que nuestro personaje principal parece combatir principalmente contra dilemas del bien y el mal, que contra balaceras. Su mayor problema es cuestionarse, no esquivar tiros. Ben Affleck ya había dirigido 3 grandes películas: Desapareció una Noche, Atracción Peligrosa y Argo. Como actor también es muy querible, pero sigue siendo un poco de parqué. “Interpretar estos personajes exige concentración, pasión y la mejor actuación que pueda dar. Ha quedado claro que no puedo hacer ambos trabajos al nivel que requieren” dijo Affleck, pero hablando de la próxima secuela de Batman, explicando por qué no la dirigirá. En línea con esta idea en Vivir de Noche parecen resentirse mínimamente los dos roles. Ya no están las escenas de tensión de Argo y la función más cómoda de encargarse de un personaje casi secundario. De todas maneras, Vivir de Noche (adaptación de la novela de Dennis Lehane, también escritor de Desapareció una Noche, La Isla Siniestra y Río Místico) es una hermosa película. Ben Affleck juega a ser Coppola y Scorsese sin ningún tipo de timideces. Así que preferimos que dirija la próxima Batman, si es que a Batman lo interpreta preferiblemente Michael Keaton.
Nadie quiere ser un gato, jazz. Damien Chazelle dirigió anteriormente Whiplash (2014). Mostraba la historia de un estudiante de batería jazz que tenía un profesor muy estricto o directamente perverso. Con el argumento de que el saxofonista Charlie Parker se había convertido en el mejor de todos luego de que por equivocarse el baterista Jo Jones le haya tirado con un platillo, el profesor hace vivir al estudiante toda clase de desventuras. Le tira una silla por la cabeza, lo abofetea y lo humilla públicamente. El chico parece solo sentir dolor, sufrimiento y odio hacia el profesor. Al final, súbitamente a partir de un nuevo abuso del profesor el chico termina tocando la batería como el mejor, avalando este tipo de aprendizaje En La La Land también estará muy presente la música jazz. Esta vez la historia es de Mía (Emma Stone) y de Sebastián (Ryan Gosling) en tono de comedia musical. Ella es una actriz novata a la que no admiten en ningún casting, él un virtuoso pianista. Los dos son soñadores, amantes del cine y de la música y de tanto en tanto les surge cantar y bailar. Ella sueña con ser una actriz famosa y él con abrir su propio bar de jazz, ya que es una música en vías de extinción. La La Land también se declarará amante del cine haciendo citas a varios musicales, otro género en retirada. De lo más popular que el público recordará es Cantando Bajo la Lluvia (1952), que no es otra cosa que la representación del amor por el cine y la nostalgia por los cambios que en él se van produciendo. A esta pareja le juegan en contra los sueños no realizados y las frustraciones propias de ámbito laboral, porque más allá de que tengan un comprobado talento, pasan inadvertidos para productores de Hollywood y para el público. Parece que Damien Chazelle desde muy chico empezó a estudiar batería jazz con un profesor muy estricto. De ahí se inspiró para hacer Whiplash, donde vemos cómo triunfa la violencia en la educación para que se cumpla un objetivo, sin ningún tipo de fundamento. Al contrario, en La la Land lo importante es el amor, ir a ver una película vieja o una olvidada banda de jazz. Colmarse de amor por el arte para recorrer el camino. Donde los éxitos se pueden dar o no, y donde corremos el riesgo de perder a seres queridos en el andar. Por eso será que en la realidad Damien Chazelle terminó abandonando la batería y se dedicó de lleno a las pasiones del cine.
Superfluas palabras de consuelo. En Un Monstruo Viene a Verme, Conor, un chico de 12 años, tiene a su madre (Felicity Jones) enferma de cáncer terminal. Como si fuera poco, también tiene un padre ausente, le hacen bullying en la escuela y no soporta a su abuela (Sigourney Weaver) con la que irremediablemente tendrá que vivir. Una noche se le aparece un monstruo gigante con forma de árbol. Al instante se delata que esa amable criatura es producto de su imaginación, así que no hay misterio en eso. El monstruo propone contarle 3 historias a vambio de que Conor le cuente una cuarta, la verdad de sus sentimientos. Raro en principio, porque el único sentimiento que sospechamos que tiene es que está triste por perder a su madre, así que eso no generaría ninguna intriga. Debemos entonces esperar 3 historias con sus pertinentes moralejas (animaciones de una gran fuerza visual) contadas por una bestia muy parecida a Bárbol de El Señor de Los Anillos. El relato de la enfermedad es intensamente dramático (no así el de los cuentos) pero el chico, el árbol monstruo y Felicity Jones quedan muy por detrás del trabajo actoral de Sigourney Weaver, que de cualquier manera no aparece mucho. Un Monstruo Viene a Verme tiene todos los elementos para que uno se emocione y llore mirándola. Sin embargo puede que esto no suceda aunque uno haya vivido una situación parecida. ALERTA DE SPOILERS. Esto significa que desde aquí se van a contar datos reveladores que pueden arruinar el disfrute de la película. Lo cierto es que este niño tan imaginativo esconde un secreto. En realidad él quiere que su madre muera para no sentir más dolor. No la madre, sino él, o sea, un sentimiento directamente egoísta. No logro entender del todo cuando después de que alguien fallece por una larga enfermedad se diga la frase: “bueno, mejor así”. ¿Es posible que alguien no pueda imaginar algo mejor que eso? Mínimamente mejor sería que se recupere y viva 10 años más. Sé que supone desear que la persona deje de sufrir. Así y todo no comprendo ese festejo por la muerte de alguien antes de que éste decida irse por voluntad propia. Tampoco lo concibo como palabras de consuelo para aquel que perdió un ser querido. Uno se siente triste y punto ¿Por qué ha de existir una buena noticia en todo eso? Seguidamente a develarse el secreto, la madre de Conor muere y el monstruo decreta con sus palabras que ya el chico aprendió las moralejas y “la dejó ir”. Me niego a pensar que un niño tan creativo, tan soñador y tan sensible como Conor no espere verdaderamente algún milagro que salve a su madre ni que la deje ir tan fácilmente justo en el momento de su muerte. Luego de que el monstruo cuenta la primera historia y omite algunos datos para hacer más sorpresivo el final, Conor lo acusa: “es una historia terrible y un engaño”. Un Monstruo Viene a Verme le cuesta escapar a ese juicio.
Nieve Negra es en principio una buena noticia. Supone que el cine argentino se consolida. Se puede pensar ya en buenas producciones con el valor que merecen su publicidad y su estreno. Por ejemplo, Nieve Negra, una película sin grandes espectacularidades, se estrena en más de 200 salas. No solo tenemos un elenco atractivo para el espectador sino que se trata de grandes artistas como Ricardo Darín, Leonardo Sbaraglia y Federico Luppi. Sin dudas de los puntos más altos en la actuación cinematográfica argentina. Aquí tal vez dejados un poco a su libre albedrío por el director pero de todas maneras haciendo un gran trabajo. También contamos con una narración visual ya muy profesional. El clima cromático y el trabajo de la imagen es por lo primero que empieza a convencer Nieve Negra, aunque algunas escenas parecen un poco oscuras para la proyección en cines. Todo esto es prueba de lo que creció que a partir de este último tiempo el cine nacional. Hace algunos años ya, las películas argentinas puedan establecerse profesionalmente y competir en público contra las producciones de Hollywood. Nieve Negra trata sobre Marcos (Sabaraglia) que vuelve de España a pedirle a su hermano Salvador (Darín) que considere vender las tierras por la gran oferta de 9 millones (de dólares, se apuran en aclarar porque como para todo buen argentino los pesos no son tan importantes) por parte de una empresa minera. Así se encuentra con que Salvador no quiere vender ya que está vinculado casi enfermizamente al terreno. Además existe un misterio que se esconde detrás de la muerte de un cuarto hermano que enturbia toda la historia. Sin embargo Nieve Negra puede ser muy atractiva pero a veces parece fallar o faltarle algo. Al inicio, antes de que podamos conocer o empatizar con los personajes se nos exige a los espectadores que estemos interesados acerca de un misterio que en realidad todavía no afecta a la historia. Un montaje con intención de ser tacaño con la información parece más desordenado que otra cosa. De todas maneras, la narración logra tomar su ritmo. Los silencios y las pausas suman al clima frio y apagado que plantea la historia. Hacia el final, en la escena crucial, el espectador notará que algo falló, que faltaron algunos segundos o pausas de las que la película se venía encargando, algo se apuró. Luego habrá un coletazo final bastante caprichoso, con algunos baches en el guion que pueden llegar a hacer un poco de ruido. Si bien sabemos que Nieve Negra cuenta con un importante financiamiento, donde hay también capitales españoles y más allá de las cuestiones propias de estas propuestas tan complejas, festejamos por la consolidación del cine nacional y brindamos para que se sostenga. Ya se alejan esas ideas de pensar que el cine argentino es malo. Ya que como todos deberíamos saber, el único cine que es malo, es el malo.
La feria de los inmortales. En Guerra Mundial Z (Marc Forster, 2013) sabíamos que ni Brad Pitt, ni su linda esposa, ni sus adorables hijas podían infectarse y mucho menos morir en aquel contagio zombie. En cambio en Invasión Zombie cualquier cosa puede suceder, cualquiera puede morir. Así, la tensión será constante y de un atractivo insuperable. En la película de Brad Pitt también se mostraba a los zombies como una clase inferior, parecía una chusma que quería usurpar las propiedades de los poderosos. Al contrario, en esta película surcoreana cada muerte es emotiva y dolorosa. El director se da el tiempo para que también nos afecte el que una persona se transforme en zombie. Ya que cada personaje, por mínima que sea su aparición, es un hija, una hermana, un padre, alguien con historia a quien extrañaremos cuando pase a la otra vida. En Invasión Zombie un grupo de pasajeros del tren que viaja a Busan en Corea del Sur se ve interceptada por una invasión zombie a nivel nacional. Al principio empieza bastante tranquila, casi es ridícula porque los primeros infectados pasan totalmente desapercibidos para los pasajeros. Como la genial escena del supermercado en Shaun of the Dead donde Simon Pegg hacía sus compras sin percatarse de la invasión, como nos pasaría a todos si el ambiente del barrio estuviera como muerto un domingo a la tarde. Pero Invasión Zombie también parece poner de manifiesto que nosotros como sociedad reaccionaríamos muy tarde al ver a alguien en problemas tirado en una estación. Y no llega sólo hasta ahí. Los pasajeros del tren a Busan en un determinado momento mientras siguen en viaje logran contener a los zombies en los últimos vagones. Entonces la lucha de clases empieza entre los mismos sobrevivientes. Se acusan mutuamente de que podrían estar infectados. Así que habrá también una grieta que hará que los sobrevivientes con menos poder queden confinados. Se corresponde entonces también a la mirada política que tenía la fundante La Noche de los Muertos Vivos (1968) de George Romero. Excelentes escenas se construyen cuando se descubre que los muertos vivos no ven en la oscuridad. La tensión y la emoción visual siguen hasta el último segundo del film, celebrando y festejando el cine como en una feria, yendo más allá del terror efectista, dejando atrás a las nuevas y pobres películas de zombies.
El espía que volvió de la polvareda. Robert Zemeckis ha hecho las mejores películas clásicas de lo nuevo del cine, I Wanna Hold Your Hand, la trilogía de Volver al Futuro, Forrest Gump y Náufrago. Pero tuvo una mala temporada en su trilogía de animación cuando se tomó un descanso de dirigir escenas con El Expreso Polar, Beowulf y Los Fantasmas de Scrooge. Afortunadamente había vuelto a remontar con El Vuelo en su reciente regreso a la acción real. En la anteúltima, The Walk, estuvo al borde de perder el toque con un Joseph Gordon-Levitt francés poco creíble. Pero Aliados confirma que estamos cerca de perder a Zemeckis para siempre. Aquí muestra cómo Max (Brad Pitt), un espía canadiense en la segunda guerra, se enamora de Marianne (Marion Cotillard), una espía francesa de la resistencia. Ellos trabajan juntos, matan a un nazi y después van a Londres a casarse. Luego de unos años, sus superiores le dicen a Max que desconfían de su esposa ya que podría ser un agente secreto nazi. El problema empieza casi desde el inicio con una forzada escena de amor. Antes de hacer su primera misión, los dos espías sentados en un médano, planeando los últimos detalles, deciden irse pronto porque se viene una tormenta de arena, que como sabemos pueden ser mortales. Pero cuando están en el auto se sienten tan atraídos que deciden entregarse a los placeres del deseo. Así que, mientras se empiezan a desnudar, la arena va cubriendo el auto, o en todo caso los efectos especiales en computadora empiezan a cubrirlos. Lo que debería ser una escena solemne e hiper romántica termina siendo una situación ridícula y poco pertinente para una mezcla de polvaredas. Como sabe todo aquel que lo haya intentado en la playa, la arena en el sexo no es justamente un ingrediente que lo propicie. Por esa razón el cuarto sobrecito de la caja de preservativos no está lleno de arena, más bien contiene una sustancia que representa todo lo contrario. Y como si fuera poco, corta la imagen y al otra día están lo más panchos antes de su misión. Sorpresivo, ya que tendrían que haber muerto enterrados en la arena. Con ese comienzo áspero, la película no se encarga en remontar. Hay un personaje inspiradísimo en Bastardos Sin Gloria (con el mismo actor y todo) en una escena robada y peor hecha. Varias escenas también tomadas de Haywire de Steven Soderbergh pero sin las buenas peleas. Además Brad Pitt parece actuar cada vez peor. Cuando le avisan que lo más probable es que tenga que matar a su propia esposa lo único que se le ocurre hacer es rascarse la cara y eso que aquí no se trata de una película de Aki Kurismaki. Se trata de una película de Zemeckis. Queremos al Zemeckis de La Muerte les Sienta Bien y Autos Usados. Sabemos que este director todavía tiene planes para el futuro, por favor Zemeckis volvé!
El corazón de los demás. Ned Fleming (Bryan Cranston) se entera que su hija veinteañera está en pareja después de no haberla visto durante un año. El problema es que se entera de la peor manera. Por teleconferencia la familia completa alcanza a ver cómo un energúmeno entra en la pantalla bailando desnudo, el novio. Entonces todos deciden viajar para conocerlo. Ned Fleming y su familia se quedarán a convivir en su casa durante los días navideños ya que Larid (James Franco) es un excéntrico multimillonario creador de aplicaciones web. Esto incluye: tatuarse los miembros de la familia en la espalda, convivir en la mansión con cientos de nerds programadores, fiestas con drogas, alcohol y desinhibiciones varias. Así pasará los días Ned, convenciéndose cada vez más que Larid y su insólita vida no son para su hija. Ya que a Ned le cuesta ver qué sucede en el corazón de los demás, tanto en el de novios como en el del resto de su familia. John Hamburg, el director de Mi Novia Polly y la genial Te amo, Hermano también aportó en los guiones de la saga de Los Fockers. Aquí podría pensarse que se trata de un tema parecido, la clásica relación ríspida yerno-suegro. Pero ¿Por qué él? no es tan clásica, es diferente y original. Aquí el novio despreciado no es nada malo, no tiene maldad. Como tampoco el padre, no son personajes severos. Es más, se podría decir que el novio es demasiado bueno. Es abierto, sincero y exageradamente sensible. Es también un poco tonto, pero es programador y trabaja desde los 13 años. Así, la habilidad de la narración reside en cómo el padre de la novia desconfía de un pretendiente sensible, pero complejo. Una gran escena es cuando el sirviente de Larid lo ataca sorpresivamente para prepararlo, ya que es un millonario que no usa guardaespaldas. Se trata por supuesto de un gag de La Pantera Rosa, donde Cato ataca al inspector Clouseau para entrenarlo. Pero John Hamburg, lejos de sacar esa escena del guion final para que no se huela a copia, decide dejarla y hacer explícito el homenaje. El padre hace referencia a la película y Larid parece no haber escuchado nunca sobre La Pantera Rosa, otro motivo para odiarlo, que no conozca lo mejor de la comedia clásica. Más allá del gag, a John Hamburg le interesa el cine, le interesa más hacer un link a Blake Edwards y Peter Sellers para las nuevas generaciones. Otro elemento esencial en las películas de este director es el rock. Como en Te amo, Hermano donde hacer música de Rush unía verdaderamente a los dos amigos protagonistas, aquí Kiss es la figura, uniendo a las dos generaciones y además terminando con los Ramones y su Merry Christmas (I Don't Want To Fight Tonight) en los créditos. ¿Por qué él?, con tal vez tonos escatológicos excedidos para cierto público y con un gran final sorpresivo, no muestra confusiones de personajes mezquinos, sino que muestra el desconcierto ante el amor extraño, el problema de entender el misterioso corazón de los demás.
Celebra la muerte, celebra la muerte. La última película dirigida por Mel Gibson nos muestra la historia de un soldado estadounidense que va a luchar en la guerra contra Japón pero que por su religión no puede matar a nadie, ya que no se le permite. El quinto mandamiento de la religión católica no duda: No matarás. Y como si esto fuera poco, lo más contradictorio es que él mismo se alista como voluntario en el ejército. Todos sus superiores y hasta sus compañeros empiezan a desconfiar del soldado con justa razón. Lo toman por traidor o cobarde. Hasta llegan a considerarlo insano. Pero pronto se encargará de demostrar lo contrario. La película no se encarga de plantear que todos los demás soldados serían los más contradictorios si es que creen verdaderamente en los mandamientos. No se anima a tanto. Hasta el último Hombre se trata de la verdadera historia de Desmond Doss que fue el primer objetor de conciencia en recibir la Medalla de Honor del ejército de los EEUU. Objetor de conciencia suena medio mal pero viene a significar lo que se explicó anteriormente. Por lo general el cine bélico, las películas de guerra, traen consigo una opinión. Y últimamente casi todas tienen una mirada negativa sobre la guerra, son antibélicas. Entonces con más razón esperaríamos que esta película, donde un soldado tiene logros en el campo de batalla sin matar a nadie, tenga una postura negativa de la guerra, o de las muertes. Pero no, en Hasta el Último Hombre se celebra la guerra. Las muertes no están fuera de campo, ni están sugeridas las heridas sangrientas. Sino que las cruentas muertas de los compañeros de Desmond Doss son un gran espectáculo. Las masacres de los japoneses son entretenimientos circenses. Las incineraciones en vida de los enemigos son fuegos artificiales de luz y color. Mel Gibson ya desde Corazón Valiente, con escenas más acertadas, jugaba con este morbo. En La Pasión de Cristo, ya parecía explícito y ridículo. Aquí, por lo menos, parece incompatible.