La amenaza de la extinción ha sido siempre el tema de las películas de La Era del Hielo, pero en esta quinta entrega de la franquicia animada, el tono amigable y familiar sobrepasa cualquier peligro de subvertir las convenciones del género. Sobrecargado de subtramas apenas justificadas y nuevos personajes para vender en forma de muñequitos, “Choque de Mundos” es una colorida y acogedora comedia familiar que juega todas sus fichas al humor físico. El mamut Manny (con la voz de Ray Romano) y sus amigos se embarcan en la búsqueda para desviar un asteroide gigante que chocará la tierra. La dinámica de la familia encuentra a Manny y Ellie (Queen Latifah) preocupándose por su hija Peaches (Keke Palmer), que quiere dejar su casa con su prometido Julian (Adam DeVine), lo mejor de la película está aquí, el mensaje de “si los amas, dejalos libres” y el personaje con mas carnadura, Julian, que si bien está retratado con trazo grueso, al menos es una crítica a la cultura jock. Mientras tanto, el perezoso Sid (John Leguizamo) está en su propia búsqueda de una novia y el tigre Diego (Denis Leary) y Shira (Jennifer López) está pensando en iniciar una familia. Porque todo en La Era de Hielo es muy hetero y procreativo. Como de costumbre, hay mil gags de Scrat y su bellota, esta vez en un viaje nave espacial que vagamente se conecta con la trama principal. Otros personajes que se destacan son la comadreja Buck (Simon Pegg), una familia pendenciera de “dino-pájaros (con el padre macho en la voz del gran Nick Offerman), y los habitantes de una especie de comunidad new-age llamada descaradamente, Geotopia. Michael Thurmeier vuelve a dirigir (con Galen Tan Chu como co-director) y se las arregla para exprimirle a la saga toda la comedia slapstick y aventura pseudo-científica (otro nuevo personaje se basa el astrofísico Neil deGrasse Tyson) para conformar un historia más o menos coherente que disfrutarán más los chicos que los grandes.
VEINTE AÑOS NO ES NADA Veinte años después de los eventos de “Independence Day” (1996, R. Emmerich) el mundo se han unido, no hay guerras y el uso de tecnología extraterrestre ha permitido crear todo tipo de innovaciones futuristas tales como coches voladores y helicópteros sin aletas. Hemos evolucionado, el que no evolucionó es Roland Emmerich. Por supuesto Estados Unidos sigue siendo la policía del mundo. Ahora tiene una mujer presidente, la Casa Blanca ha sido reconstruida y el precio de esta nueva libertad es la eterna vigilancia, con una estación de defensa militar con base en la luna. El Presidente Whitmore es ahora un tipo con problemas -como su barba lo indica (?)- que tiene pesadillas premonitorias sobre el regreso de los alienígenas. Mientras tanto, un grupo paramilitar en “África Central” (Hollywood sigue pensando a África como un continente sin países) que había luchado durante mucho años contra los aliens recibe una señal al “encenderse” una de sus grandes naves espaciales estrelladas allí. Y que comience el sin sentido! El científico Levinson (Jeff Goldblum) es ahora una figura de alto nivel en el gobierno y se encuentra casualmente -como todo en el film- con un viejo amor, la doctora Catherine Marceaux –Charlotte Gainsbourg con una expresión de “sé que estoy participando en una espantosa película pero me voy a comprar una casa con esto”- por suerte su rol es tan corto como intrascendente. Sin Will Smith, es Liam Hemsworth quien asume el papel de canchero “rebelde” y repite la piña al alien en un film que lo que mejor hace es repetir todas y cada una de las secuencias de “Independence Day” con mejor CGI y la misma ridiculez de guión y torpeza narrativa. La idea de una segunda raza de extraterrestres que están aliados con los primeros pero que a la vez son enemigos se pierde en un embrollo aburrido que ni las explosiones logra resucitar. La idea que un blockbuster tiene que ser estúpido y pasatista es además de deprimente y poco ambiciosa, absolutamente falsa. “District 9”, “The Matrix”, “Inception” y “Edge of Tomorrow” son apenas algunos ejemplos de lo contrario. “Dia de la Independencia: Contraataque” conserva lo peor del universo catástrofe de Emmerich: sus arcos predecibles, los diálogos inintencionalmente hilarantes, la falta de -al menos- cierto rigor científico y los agujeros en la trama que de tan profundos pueden alcanzar el centro de la Tierra. Seguramente, el error fue pensar que podía ser algo mejor que esto.
EL MISMO SUSTO DE SIEMPRE El regreso de los investigadores paranormales Ed (Patrick Wilson) y Lorena (Vera Farmiga) Warren en la secuela del film de 2013, que luego de Annabelle (2014) ya resulta una franquicia con sus ideas agotadas. “A veces tienes que dar un salto de fe, creer cuando nadie más lo hará” le dice un personaje a los Warren. Este intercambio que parece querer informar a la audiencia, es en realidad un pedido literal a ignorar el (fácilmente Googable) hecho que los Warren eran una pareja de estafadores que nunca presentaron ninguna prueba real de un fenómeno paranormal. “Basado en una real mentira” debería leerse en el poster. El Conjuro 2 no tiene absolutamente nada nuevo para mostrar, la lista tiene asistencia perfecta: niños creepy, violentas posesiones, juguetes vintage, portazos, sótanos inundados, muebles que se mueven (oh!), ancianos asquerosos, Marilyn Manson vestido de monja, una pobre imitación de Babadook y demás tropos del género. James Wan cancherea comenzando el film con un cameo de otra franquicia y luego busca imitar el ambiente y estilo -aprovechando la ambientación setentosa- de películas como “El Exorcista” (William Friedkin,1973), la comparación, claro, termina ahí, aquel fue un film que revolucionó el género, que asusta aún hoy y que tuvo algo que no tiene, ni esta, ni otras películas de terror actuales: valentía. Al menos la película de 2013 sabía cómo manejar las dos historias paralelas -los Warren y la familia Livingston – y dosificar los sustos hasta el final. En esta ocasión, la historia oscila torpemente entre la amenaza terrorífica y el melodrama mientras Wan repite el ritmo del film original minuto a minuto, en este caso lamentablemente también son mucho más transparente sus intenciones. Y ahí es donde la secuela tropieza y el horror comienza a sentirse demasiado calculado. Esto queda bien expuesto en una escena donde en una habitación se colocaron al menos cien cruces -todas de diferente diseño- con el obvio objetivo de darlas vuelta y crear una secuencia “icónica”. ¿Cómo logró recolectar la familia todas esas cruces? mejor no preguntar. El resultado es tan rídiculo que rompe con la suspensión de la incredulidad que todos optamos por adoptar. El Conjuro 2 es ver lo mismo de nuevo pero con una historia menos interesante y peor narrada.
CONFORMARSE CON POCO Es raro que una secuela sea mejor que su predecesora, pero es el caso de TN2. Claro que la vara estaba bien baja luego del reboot de 2014, igualmente esta segunda parte -dirigida por Dave Green (Earth to Echo, 2014)- se las arregla para hacer las cosas -al menos- más divertidas. La mejor muestra de esto es la incorporación de dos clásicos personajes recordados por el dibujo animado de finales de los ochentas: Bebop y Rocksteady. Con los nombres de las tortugas en pantalla en la secuencia de apertura, la película demuestra de entrada más preocupación por el cuarteto mutante que en el metraje total de la anterior película, una sabia elección que otorga a las tortugas una pizca de interés por su destino, algo que necesitaremos cuando llegue el previsible final con los tentáculos babosos de Krang. Siguiendo el modelo de las secuelas de los Transformers de Bay, todo es más extenso, más grande y más ruidoso para generar la ilusión que -de alguna manera- la narrativa es más fuerte. April O’Neil (Megan Fox) y las tortugas, se enfrentan a su némesis, otra vez un desaprovechado Shredder (Brian Tee), que ha empleado el Dr. Baxter Stockman (Tyler Perry) para crear secuaces mutantes utilizando el “mutágeno”. TN2 comienza a deshacerse a medida que el “mutágeno” -un gen capaz de hacer mutar a un humano en un híbrido- consolida su estatus como otro MacGuffin sin inspiración. Tyler Perry se confirma como una de las presencias más desagradables de la pantalla grande y Megan Fox vuelve a jugar el papel de siempre, las poses, las caras y la rendición de las fantasías adolescentes de los hombres de 40 que producen estos films. Acompañan Will Arnett bien como siempre y Laura Linney en modo cheque “la hago para mi hijo que es fan”. Lo que mejor funciona en la película -además de los efectos especiales y el diseño de los personajes- es la moraleja: ante la posibilidad de cambiar su aspecto para ajustarse a la vida entre los humanos, las tortugas eligen ser lo que son. Un buen mensaje en contra de lo que para la sociedad significa ser “normal”.
ALICE IN CHAINS Esta secuela innecesaria de la película de Tim Burton de 2010, basada en la eterna historia de Lewis Carroll pone a un nuevo director a la cabeza (James Bobin de las recientemente revividas películas de los Muppets). Sin embargo, esta secuela repite muchos de los mismos errores que la Alicia de Burton. Ambas películas favorecen las enormes posibilidades visuales de los efectos por encima del desarrollo de los personajes y la intriga narrativa. Una corriente de girl-power, atraviesa la película -Alicia ahora es capitana de su propio barco- y eso es algo que se agradece y acomoda la historia a los tiempos que corren. Pero la película carece de magia, un elemento fundamental es este tipo de cuento, toda esta excursión resulta aburrida, desde su construcción hasta sus escenarios, que ya hemos visto en esta y en otras sagas, así -paradójicamente- esta Alicia no maravilla. Caótica y sin brillo. Linda a la vista, pero sin substancia y con un humor que se limita a una serie de puns acerca del tiempo -el personaje de Sacha Baron Cohen es el tiempo- la película corre desenfrenadamente pero permanece en el mismo lugar, estancada en su medianía. Tal vez el problema es que no hay suficiente Carroll y hay demasiado Disney.
EL FIN DEL MUNDO, DE NUEVO La galería de mutantes siempre en expansión del universo X-Men llega -una vez más de la mano de Bryan Singer– a una “conclusión” (estas películas parecen no tener final) donde la idea -remanida- es la de un villano superpoderoso que busca la solución final. Los mutantes tienen que luchar contra este proto-mutante, un Oscar Isaac absolutamente desaprovechado. ¿Dónde está el carisma del actor hondureño? debajo de un kilo de maquillaje. Y el material que le dieron no ayuda, algunas de las frases de Apocalypse dan verguenza. No queda claro porqué que el más poderoso mutante necesita a los cuatro jinetes (Psylocke, Storm, Angel y Magneto) ya que su increíble poder -superior al de cualquier mutante en solitario- queda de manifiesto en cada escena. Y cuando su plan de acabar mundo empieza tomar forma, hay poco en perspectiva para ponerlo en contexto, por lo que es difícil apreciar la magnitud de la apuesta. El clímax, por ende, llega sin sorpresas. Los ochentas -donde se desarrolla la acción- le dan a Singer la posibilidad de jugar con el contexto cultural, y los guiños confluyen en la mejor escena de la película, el rescate de Quicksilver con Eurythmics de fondo. Una escena en la película encuentra a los mutantes saliendo del cine luego de ver “El regreso del Jedi” y comentan “Se sabe que las terceras partes son siempre las peores”, luego de “First Class” (2011) y “Days of the Future Past” (2014), la broma resultó premonitoria.
Daño colateral, exceso de poder y la ética que conlleva mantener la paz y ejercer la justicia, esos fueron los temas que Batman v. Superman El origen de la Justicia tocó de manera solemne y confusa. Los mismos temas pero interpretados de manera muy distinta están presentes en Capitán América: Guerra Civil. Luego de la batalla de New York, la destrucción de Sokovia y otras catástrofes causadas directa o indirectamente por los Avengers, las Naciones Unidas deciden que estos héroes deben ser controlados. La trama no es más que eso, una excusa para enfrentar a los héroes en bandas, con otro villano que arma un plan basado en endebles motivaciones. Pero la película triunfa por el ritmo y la ligereza con la que se hace cargo de sus debilidades. Luego de 8 años de hacer estos filmes Marvel Studios sabe demasiado bien como tratar a sus héroes, que funciona y que no, y como construir para adelante: Así como Era de Ultron construía hacia Civil War, Civil War construye hacia Infinity War, así... hasta el infinito. Para muestras basta la perfecta inclusión del Hombrecito Araña en el universo. Por suerte sin origin story, pero con la justificación necesaria para que no resulte forzado. Lo mismo puede decirse de Black Panther. Por momentos peca de canchera, pero es parte de la marca registrada de un universo al cual se le pueden hacer mil críticas pero no se le puede achacar falta de coherencia en el tono. El terreno planteado es binario, totalitarismo o liberalismo, héroes o justicieros, que en este caso parecen ser dos caras de la misma moneda imperialista, por supuesto. El núcleo emocional de la película no aparece nunca, pero es tan entretenido de ver que no tenemos tiempo para reaccionar. Sólo resta dejarse llevar. Como al escuchar una canción pop, la falta de profundidad es lo que la hace tan disfrutable.
EL HORROR SOMOS NOSOTROS Situada en la Nueva Inglaterra del 1600 “La Bruja” explora la paranoia religiosa que lleva a una familia a descomponerse lentamente en la brillante ópera prima de Robert Eggers. “La Bruja” comienza con la voz grave del patriarca de la familia (Ralph Ineson) y el tono del film se establece inmediatamente. La superstición, ese mal endémico que tiene la humanidad y que las religiones fomentan, es el núcleo de una historia contada a pulso firme, con gran sentido del suspenso y actuada de forma superlativa. No conviene saber mucho de la trama de “La Bruja”,sólo digamos que luego de ser expulsados de una comunidad la familia se establece cerca de un bosque, repentinamente el bebé de la familia desaparece, ante la desaparición, las sospechas caerán sobre la hija adolescente y la oración será la única arma para combatir el infortunio. El conjunto de factores culturales que dio lugar a la figura de la bruja, se manifestó en una sociedad primitiva donde la caprichosa autoridad de una supuesta ley natural y el dogma religioso aparecieron como justificación para reprimir la autonomía -y anatomía- femenina. Visto hoy, parece algo obsoleto, sin embargo, en la actualidad la hegemonía religiosa y las historias que dieron vida a este y otros mitos todavía persisten. Con una increíble atención al detalle y un firme compromiso con el mundo que ha creado, Eggers cuidadosamente construye una tensión -acentuada por el soundtrack- que por momentos resulta insoportable. Y reelabora el tropo de la bruja de las películas de terror transformándolo en una simbología feminista. Revisionismo de género. En ningún momento “La Bruja” recurre al susto barato al que estamos acostumbrados en el poco creativo cine de terror actual. La historia opera en varios niveles al mismo tiempo y plantea sus reglas claramente; lo que quiere decir y como. El inquietante cuento además de exponer con crudeza a la cárcel de la mente que suele ser la religión, ratifica que no hay nada en la vida real más temible, que lo que podemos imaginar.
BELLEZA NORTEÑA La construcción de un hotel y spa en un pequeño pueblo (Tumbayá) de Jujuy es el telón de fondo de esta historia sobre el despertar sexual y los deseos de volar hacia otros destinos de la protagonista. Escrita y dirigida por Luján Loioco, “La niña de los tacones amarillos” pone en primer plano varias problemáticas que enfrentan los adolescentes desclasados del interior del país en cuanto a las oportunidades de un futuro promisorio. Isabel (Mercedes Burgos) tiene 14 o 15 años y sus intereses son los de cualquier chica de esa edad, los ídolos musicales y hablar de chicos con su mejor amiga. Esa cotidianidad se ve alterada por uno de los trabajadores llegados al pueblo para construir el hotel. Una infatuación primaria, seguida del deseo y finalmente la pérdida de la inocencia conducirá a Isabel a caer en un espiral descendente de sumisión. Y su belleza será un arma de doble filo ante una sociedad machista que la inculpa primero y la expulsa después. Filmada con un estilo narrativo propio, Loioco demuestra un pulso cinematográfico y una sensibilidad en el tratamiento de sus personajes que pone al filme en un lugar distinto en la cartelera nacional. En este sentido la secuencia final resulta inolvidable.
DE DIOSES, METAHUMANOS Y HOMBRES Técnicamente la secuela de “Man of Steel” (2013) pero con Batman, nada menos. El esperado enfrentamiento entre los dos personajes más icónicos de las historietas finalmente llegó de la mano de Zack Snyder (con Chris Terrio y David S. Goyer en el guión) quienes en una maniobra audaz toman la mayor crítica que tuvo “Man of Steel”: la destrucción parcial de Metrópolis y que las muertes “civiles” sucedan sin consecuencias, para desde ese lugar construir el punto de partida de la historia: (y algo que veremos también en unos meses en Capitán América: Civil War) la responsabilidad social del superhéroe y la posición por encima de la ley que suele asumir. Otra idea interesante del filme es el paralelo entre un metahumano y un Dios y lo que eso genera en el inconsciente colectivo, algo que la película nunca profundiza (tal vez para no caer en terrenos *Morrisonianos) y todo queda en un par de metáforas heavy-handed por el guión. Ahondar en la trama sería entrar en terreno de spoilers, pero podemos señalar algunas cosas sin arruinar la historia: *Ben Affleck es un Batman distinto a los anteriores, malhumorado, circunspecto y con su charme apagado. Ni Keaton, ni Bale. Lo más parecido en cine a The Dark Knight Returns de Frank Miller. Igual haters gonna hate. *Todo el material promocional giró en torno al enfrentamiento ¿El resultado valió la pena? Si. La pelea es exactamente lo que se esperaba ver. Pero… cuando pelean no los hacen porque tengan diferentes ideologías, sino simplemente porque una serie de eventos desafortunados (algunos tirados de los pelos al estilo Nolan) los ponen en esa situación. *La música y el sonido son otro personaje en el filme. El soundtrack le sirve a Snyder para subrayar absolutamente todo y es tan intrusivo como espectacular. Los sonidos en la película son estruendosos, las explosiones, disparos etc. se sienten en el pecho. *Las escenas de acción son muy buenas (las peleas) y muy confusas (las persecuciones de autos). *La energía de la cual se alimenta uno de los personajes parece dibujada por Jim Lee o Greg Capullo. *Nos quedamos con ganas de más Alfred Pennyworth (Jeremy Irons) y Diana Prince. *Queda claro que Snyder es un fantástico artista visual y un pésimo narrador. Bien en claro. *Si, el de la foto es Chris Pine. *La introducción al resto de la Liga de la Justicia, resulta algo anticlimática. ¿Una especie de versión DC de las secuencias post-títulos de Marvel? *Hay un sólo chiste en todo el metraje (y funciona) para que les quede claro a todos que esto no es Marvel. *Jesse Eisenberg es un Lex Luthor que luce como un chico jugando entre hombres, y su actuación queda casi fuera de tono con el resto de la película, una performance que es el equivalente al 11 del parlante de Spinal Tap. Entre Jim Carrey (Riddler) y Heath Ledger (Joker). Un Luthor más arrogante que inteligente, al cual los guionistas por momentos reducen a un malcriado que sólo parece buscar matar a Superman porque ve a Dios o a su padre en él. *Por el contrario Gal Gadot como Wonder Woman parece el casting perfecto y su presencia derrocha carisma e ilumina el contexto “grim and gritty” y por eso ella también parece quedar fuera de tono con el resto del film. Batman vs. Superman es el choque que siempre soñamos ver en la pantalla grande, pero “Batman vs. Superman El Origen de la Justicia” resultó no ser la película que soñamos. Un Batman diferente, el mismo Snyder de siempre (con todo lo que eso implica) en otra película-evento de superhéroes que cae en la trampa de querer complacer a fanáticos y recién llegados por igual.