EL PERRO VERDE Lo primero que sorprende de “Mi amigo el Dragón” (Pete’s Dragon, 2016) es su director David Lowery, cuya última película fue la gangsteríl con aspiraciones de profundidad “Ain’t Them Bodies Saints” (2013). Lo segundo es que en esta era de remakes de cuentos clásicos a los que nos viene sometiendo Disney (Alicia en el país de las maravillas, Alicia a través del espejo, Cenicienta, Maléfica, El libro de la Selva y La Bella y la Bestia para el año que viene) “Mi amigo el Dragón” haya resultado una muy buena película. La película empieza a romper el corazón de entrada, el niño Pete (Oakes Fegley), está en un viaje por la carretera junto a su familia cuando el automóvil que los transporta choca y mata a sus padres y lo deja literalmente sólo en el bosque. Por suerte no pasa mucho tiempo antes de que se haga amigo de “Elliott”, un dragón peludo que también pueden camuflarse de vistas indiscretas. Los dos vivirán juntos y relativamente felices en la naturaleza durante seis años. Hasta que la encargada forestal Grace (Bryce Dallas Howard, aquí sin tacos), el lumberjack Jack (Wes Bentley) y su hija Natalie (Oona Laurence) descubren a Pete. El padre de Grace (un otoñal Robert Redford en otra actuación en tono) ha estado contando la historia de un dragón en el bosque durante años, pero no es hasta que Pete afirma haber sobrevivido gracias a la ayuda de “Elliot” que las personas comienzan a tomar en serio la leyenda. Eso incluye el hermano de Jack (Karl Urban), que hace que su objetivo sea capturar a la criatura. “Mi amigo el Dragón” comparte la misma premisa básica que la película original de 1977, que algunos recordamos vagamente haberla visto en TV. Todas las marcas de Disney están presentes en esta remake: el niño que encuentra la libertad en lo salvaje, los padres muertos (Hola Bambi) y la amistad con los animales que son siempre adorables. En este caso el dragón funciona por sus actitudes y por como está diseñado como un perro, todo su lenguaje corporal es el de una mascota con lo cual la identificación del espectador es instantánea. Una banda sonora hermosa tanto en el score de Daniel Hart como las canciones con demasiado buen gusto para el standard Disney (Leonard Cohen, The Lumineers, Bonnie “Prince” Billy, St. Vincent) acompañan un narrativa que nunca acelera, ni siquiera en el tercer acto que llega natural y que si bien recorre caminos tradicionales nunca pierde el tono de su núcleo emocional. En un verano norteamericano de tanques decepcionantes, el dragón peludo es un éxito por mostrar dos cualidades que a veces parecen olvidadas, coherencia narrativa y un poco de corazón.
EL CINE Y DC: UN MATRIMONIO EN CRISIS INFINITA Escuadrón Suicida es una mezcolanza, sobrecargada, llena de flashbacks y un montón de escenas en las que no está claro por qué algunos personajes actúan de tal manera y por qué debería importarnos. En obvia comparación, Batman vs Superman – El origen de la Justicia (2016), luce coherente. Lo peor del caso es que esta película fue escrita y dirigida por David Ayer, el hombre detrás del guión de Training Day (2001) y de la cámara en Fury (2014). La trama inicial muestra a las autoridades -encabezada por una oficial de inteligencia interpretada por una impostada Viola Davis– preocupadas por la posibilidad que un ser tan poderoso como Superman, pero con malas intenciones, pueda llegar y destruir la Tierra. Así la oficial Amanda Waller tiene la -pobre- idea de armar un equipo de criminales, actualmente encarcelados, y algunos de ellos dueños de poderes especiales, para luchar con esta posible amenaza. Con Deadshot como protagonista el escuadrón toma el familiar set-up de The Dirty Dozen (Aldrich, 1967) y construye una historia sin suspenso, y con personajes a los que se les busca desesperadamente un peso emocional que no tienen (especialmente en Harley Quinn y su relación con el Joker y en Deadshot y su hija) Apenas más más brillante en su paleta que BvS, y definitivamente más decadente. Escuadrón Suicida no sabe que película quiere ser, como si Zack Snyder y Los Russo Bros. hubiesen tenido un hijo defectuoso. Un triste cameo de Batman, diálogos irrisorios y una villana ridícula en un final de videojuego con oleadas de minions sin rostro -literalmente- sin metas o motivación y con el peor uso de canciones licenciadas de la historia. Eso es Escuadrón suicida, eso y el carisma de Margot Robbie y su figura hecha de sueños adolescentes, y un Jared Leto como el Joker en un cameo extendido. Un pésimo guión, que explica demasiado o demasiado poco, y escenas de acción que pueden ser algo más violentas que lo usual, pero no interesantes. Tanto tiempo dedica el film a explicar el trasfondo de cada personaje del escuadrón que casi no hay espacio para una historia real. Y así se transforma en otra película más sobre la destrucción de un gran rayo brillante de energía en el cielo. Desde la primera escena hasta la última, es un caos absoluto, que busca esconder sus falta de imaginación con un ritmo trepidante, una narrativa confusa, y -claro- todo el volumen de la trillada banda sonora de éxitos de la radio. Digan lo que quieran sobre la BvS de Zack Snyder, pero al menos esa película tenía un punto de vista visual algo distintivo, al menos eso. BRIGADA COLA Todo lo que se necesita es una demostración de magia en la sala de juntas y toda la ridícula idea de un Escuadrón Suicida tiene luz verde. Es decir, ¿que podría salir mal? El Beso. Batman salva a Harley Quinn de ahogarse e inmediatamente se pone boca a boca. Ella lo besa, todo innecesario. Slipknot. Lo matan a tan sólo unos minutos después de haber sido introducido. Una verguenza. Deadshot, el panqueque. En principio planea matar a Waller y a Rick Flag. Apenas unos minutos más tarde sugiere proteger al Flag. Boomerang no hace nada. Lanza un boomerang, que ni siquiera hace daño. Luego en la escena del bar abandona al escuadrón… sólo para reunirse con todos de nuevo unos momentos más tarde. Katana, la nada. Tiene una espada que captura las almas de sus víctimas -un lindo concepto- desaprovechada, tiene una linea de dialogo. Encantadoramente tonta. La magia de Enchantress estaba capturando a todo el universo, en vez de escaparse y dejar que el encanto siga su curso, decide quedarse a pelear.
Si viste sólo una película de Bourne, las viste todas. Esta nueva entrega del James Bond con traumas tiene las mismas escenas y tramas que las anteriores: Bourne (Matt Damon) es perseguido, está luchando por recordar detalles de su pasado, hay un asesino sin nombre que se interpone en su camino, el gobierno de EE.UU. está desarrollando un nuevo programa de espionaje en las sombras y hay un actor de carácter que interpreta al jefe corrupto de la CIA (hoy Tommy Lee Jones, antes Chris Cooper, Brian Cox, Edward Norton). Y no nos olvidemos del “estilo”, la cámara con Parkinson de Paul Greengrass. Esta actualización con la vuelta del protagonista original, incluye un personaje que intenta ser un Mark Zuckerberg ficticio para hablar del tráfico de los datos personales de las redes sociales y que junto a varias escenas donde la tecnología toma ribetes mágicos, termina siendo risible. Es muy difícil encontrar cinematografía, en este producto. Sí, esto es más un producto que una película. De acuerdo con el productor Frank Marshall hay planes para más films tanto de Bourne como de Aaron Cross (el personaje de Jeremy Renner en The Bourne Legacy) Lo que el mundo necesitaba, un universo cinematográfico de Bourne, estilo Marvel. La realidad es que Jason Bourne, ofrece pocos incentivos para explorar más a fondo a un personaje cuyo gancho ya resulta agotado, Al final de esta nueva película como en un loop eterno Jason sigue siendo el mismo hombre que era antes, y el mundo de la política de espionaje y su entramado corrupto permanece intacto. La convencional premisa muestra a Bourne fuera de la red durante casi 10 años la agente de la CIA Nicky Parsons (Julia Stiles) lo ha seguido durante una década y le da un archivo que contiene antecedentes sobre operaciones encubiertas y misiones que recuerda vagamente. Con esta data buscará averiguar lo que realmente le sucedió a su padre. Y es allí donde la película entra en su patrón de narrativa rígida y trillada. En cada lugar que visita, Bourne -que debe tener muchas millas a su favor como viajante frecuente- recoge más datos, alguien es asesinado, y se escapa en una persecución larga y caótica a pie o en un vehículo. Todo filmado con el suficiente movimiento caótico en la cámara para esconder cualquier idea de escenificación. Una percepción errónea de la acción, con una imposición de la técnica que hace caso omiso a lo que está pasando entre los personajes en favor de un nerviosismo de edición que impide que ninguna escena resulte memorable. Las motivaciones de los personajes son débiles, y cuando trata de encontrar alguna conexión emocional entre Bourne y Heather (Alicia Vikander) al ser dos personajes que casi no interactúan, resulta forzado. En un momento, el conflicto de la película es resuelto pero Greengrass, quien co-escribió el guión, le agrega una escena de persecución de autos al estilo Rápido y Furioso completamente innecesaria e interminable …como esta serie de films.
Heredera del ritmo y calidad de las comedias Hollywoodenses, la nueva película de Ariel Winograd sorprende desde su frescura y naturalidad representada por el carisma de sus protagonistas, Lali Espósito y Martín Piroyansky. La feliz pareja de Camila y Mateo, en cena con amigos, juega con la posibilidad remota de una regla de infidelidad… un permitido. La improbable chance que una celebridad acceda a un encuentro carnal. Tan lejano que se lo discute coloquialmente. Pero… como sin conflicto no hay película, los permitidos se harán realidad. Con el detalle puesto tanto en lo visual como en los dialogos, Winograd construye una comedia de ritmo ligero pero que no se siente liviana. El film nos involucra lo suficiente en el conflicto dramático para que nos termine importando el destino de los protagonistas. Por supuesto que hay Apatow, algo de Farrelly Bros. y pinceladas de comedia screwball al estilo Howard Hawks y Frank Capra. Pero con cinco películas (Cara de Queso, Mi primera Boda, Vino Para Robar, Sin Hijos) Winograd viene mostrando un estilo propio cada vez más pulido y forjado en la solidez del guión (En Permitidos, Julián Loyola y Gabriel Korenfeld) y el cuidado de la fotografía, algo poco frecuente en comedias nacionales. ¿Será Lali la reencarnación de Niní Marshall?, puede ser, ¿y Piro, nuestro Woody Allen? ¿porqué no? Permitidos podría ser un antes y después en las comedias locales, esperemos que la taquilla acompañe esta clase de apuesta, el antídoto perfecto a las “Bañeros” y “Me casé con un boludo”.
Para muchos de nosotros Islandia significa sólo una cosa: Bjork. Pero la isla también produce otro tipo de arte. “Rams” es una historia de rivalidad filial en un remoto valle de ese país, que comienza como una comedia excéntrica sobre una competencia de cría de ovejas y que lentamente encara hacia un cuento conmovedor sobre la soledad y la amistad. La película se centra inicialmente en Gummi (Sigurður Sigurjónsson), un criador de ovejas cuyo afecto por su rebaño es evidente y sincero. A unos metros de su casa vive Kiddi (Theodor Júlíusson), su hermano mayor con el que no ha intercambiado una palabra durante cuarenta años. La profundidad de la rivalidad entre hermanos se hace evidente cuando Gummi se lleva el segundo puesto en la competencia que Kiddi gana. La victoria, sin embargo, se demuestra pírrica, cuando Gummi se da cuenta que su carnero tiene síntomas de una enfermedad mortal llamada tembladera. La enfermedad pone en peligro a todas las ovejas en el valle. Los hermanos reaccionan ante la noticia de maneras muy diferentes. El director, Grímur Håkonsson enmarca sus personajes con simpatía e ingenio irónico, pero nunca se burla de ellos. Tampoco se toma la vida ordinaria y el paisaje como excusa para hacer largos planos contemplativos, mantiene su narrativa fuertemente centrada en el conflicto y la película resulta entretenida y con un tercer acto en constante movimiento. La comedia absurda de los hombres amantes de sus ovejas se disipa a medida que nos damos cuenta cómo sus animales eran mucho más que un medio de vida, algo con una profunda conexión con su propia identidad y la tierra a su alrededor; en comparación su larga enemistad parecerá insignificante.
La primera película de los estudios Illumination Entertainment (Despicable Me, Minions, Hop, The Lorax) que elige preguntarse lo mismo que Pixar en Toy Story ¿qué es lo que hacen cuando nos vamos?" en este caso las mascotas, en aquel, eran los juguetes. La vida secreta de tus mascotas es (para empezar con las comparaciones odiosas) más graciosa que Zootopia y más fresca que Buscando a Dory. En un Manhattan gloriosamente dibujado, el film se centra en la vida de Max (voz de Louis C. K. que lamentablemente no disfrutaremos en la versión local). Un día Katie -su dueña- lleva a casa otro perro, el fornido Duke, y la rivalidad se produce instantáneamente. Y ese es casi todo el conflicto de la película. Max y Duke terminan fuera de la vivienda, lo cual los lleva a conocer a un pequeño conejito,que conduce una revuelta de animales de compañía abandonados, mientras tanto el variado grupo de amigos de Max inician la búsqueda de su amigo por todo New York. La acción no para un minuto y los chistes tampoco. Hay una atención al detalle no solo en la animación sino también en el guión, algo que van a disfrutar especialmente los dueños de mascotas. La vida secreta de tus mascotas no busca dejar un mensaje, ni complacer a los adultos que acompañan a los niños, la película se focaliza en un sólo objetivo, divertir a todos por igual y lo logra sin que nada resulte forzado. Una comedia redonda que pone a Illumination en el podio de los grandes estudios de animación. El corto que precede La vida secreta de las mascotas es Mower Minions, confirmando que la torpeza y simpatía de los minions funciona mucho mejor en pequeñas dosis.
¿Cómo adaptar “La leyenda de Tarzán” a los tiempos que corren? Alcanza con darle una Jane feminista y un sidekick afroamericano fue la respuesta de Hollywood. Un personaje cargado con el potencial trasfondo de temas actuales como el racismo y el imperialismo desde el momento de Edgar Rice Burroughs lo concibió. Así, el hombre criado por los gorilas, todavía tiene “conversaciones con los animales”, viaja en lianas oscilantes y nos somete a su famoso grito, pero esta versión de la leyenda es tan políticamente correcta, como condescendiente y por momentos absurda. Tarzán lucha contra los animales sin matarlos, es querido por todo el continente y adorado por todos los africanos que conocemos. Y los salva de la amenaza Europea. La historia comienza cuando conocemos a Lord Greystoke en Londres, donde ha vivido durante años con su esposa Jane, una Margot Robbie bien como siempre, una actriz que nació estrella de cine. Él todavía tiene las manos de un hombre que creció corriendo en cuatro patas. El rey Leopoldo de Bélgica ha cerrado el Congo al mundo y está cometiendo atrocidades en nombre de las ganancias que producen las riquezas (marfil, minerales) africanas. Tarzán debe volver “Ya he visto África” Greystoke se queja. “Y hace calor.” Ese es el nivel del guión. Párrafo aparte merece la actuación de Alexander Skarsgard como el hombre mono, despojado de carisma y química con sus compañeros actores, Skarsgard merodea la película sin expresión alguna, hasta los monos en CGI expresan más emociones que el actor sueco. Sólo nos queda pensar que tal vez el director lo marcó así… Un enviado estadounidense, sobreviviente de la guerra civil y oportuno comic relief (Samuel L. Jackson) lo convence de unirse a él para una misión de investigación. Jane es la más entusiasta de todos, a pesar de que no está invitada. El hombre de confianza del rey Leopoldo en África, interpretado por Christoph Waltz (haciendo de otro villano bien compuesto), se prepara para secuestrar a Tarzán y entregarlo a un antiguo enemigo (Djimon Hounsou, otra vez con diamantes como en “Blood Diamond”, de 2006 ). Mientras los flashbacks nos cuentan la historia -ya demasiado familiar- de cómo Tarzán llegó a ser lo que es y cómo conoció a Jane, paseamos por una selva soñada, que incluso en las escenas que capturan un poco de África, se ve falsa y digital. Las avestruces, gorilas, leones, hipopótamos y cocodrilos digitales hacen la película muy segura para el elenco pero para los espectadores nunca se ven reales. No se puede hacer una declaración audaz o película de acción emocionante cuando cada cuadro está lleno de miedo atroz de ofender a alguien, de alterar los derechos de los animales, o de dar al público un Tarzán irreconocible. El resultado es una “leyenda” que se siente moderna, y moderna en este contexto significa ser víctima de la mediocridad del cine comercial del Hollywood actual.
Estamos muy a favor de mujeres tomando el protagonismo de blockbusters de Hollywood destinados a audiencias masivas. Y cuando esas mujeres además demuestran química y talento para sostener semejante tarea, mejor aún. Dicho esto, la remake femenina de Cazafantasmas (Feig, 2016) cae en los mismos errores que otros tanques con testosterona: un guión pobre, un villano sin motivaciones, un abuso de la referencia nostálgica y un acto final lo suficientemente confuso como para que nada importe demasiado, sólo setear la secuela. Así y todo Cazafantasmas resulta entretenida y con chistes que en su mayoría funcionan muy bien. La figura de la rubia tarada de tantos films es aquí interpretado por el mismísimo Thor, Chris Hemsworth, un chiste que se extiende durante todo el metraje. Si lo único que se espera de Cazafantasmas es un poco de diversión sin sustento, un susto infantil, y un mensaje de camaradería, la película lo entrega con creces. Pero con el talento involucrado se puede pedir algo más que esto. Melissa McCarthy y Kristen Wiig son fácilmente la mejor parte de Cazafantasmas, el guión empieza a tropezar cuando se intenta forzosamente demostrar el amor por los viejos Cazafantasmas. A los fans les encanta citar a la película original, y la remake también lo hace… en demasía. No hay casi ninguna escena sin algún tipo de referencia al film de Ivan Reitman de 1984, y por supuesto están los cameos de Bill Murray, Dan Aykroyd y otros. Tal vez es lógico que una película de fantasmas deba sufrir el acoso de los fantasmas del pasado en forma de referencias constantes. Feig y su co-guionista Katie Dippold intentan apaciguar a los militantes extremos de la Ghostbusters original. Esta es la tercera película de Paul Feig que intenta deconstruir un género popular dominado por los hombres. Lo hizo antes en The Heat (2013), una buddy-cop con dos mujeres y en Spy (2015) donde le dio a Melissa McCarthy la oportunidad de jugar a James Bond con faldas. Esta Cazafantasmas no arruina el legado de la película original, pero su propio legado podría haber sido mejor si no se preocupaba tanto por homenajear a los viejos Cazafantasmas tan intensamente. El mejor homenaje en todo caso era hacer una gran película que por momentos se vislumbra y que en esta oportunidad quedó enterrada debajo de la maquinaria de Hollywood y la necesidad de vender sus productos viejos pintados a nuevo.
Gabi y Morena son parecidas, ambas tienen 6 años, son argentinas y van a iniciar el año lectivo en primer grado. Las similitudes terminan allí. Gabi vive en La Ciénaga, San Juan y Morena en Capital Federal, una va a una escuela rural, la otra a una escuela privada. El documental de Eduardo de la Serna, nos coloca sin rodeos en el medio de la vida de las niñas con una cámara intrusa que se pone -literalmente- a la altura de los personajes que busca retratar. Como una mosca en la pared observamos a estas dos nenas enfrentar las ansiedades del inicio de su educación formal y su desarrollo social. Uno de los aciertos del film es no explicar nada, no hay cabezas parlantes, ni títulos que nos informen, sólo los meses que van pasando -de febrero a diciembre- en la vida de Gabi y Morena. Tiernas e incómodas por igual, son las escenas las que nos van informando acerca de las intenciones ideológicas del film. “La Inocencia” es mucho más que un documental de contrastes, su profundidad está cimentada en lo que muestra y como lo muestra: sin alteraciones y con cruda belleza. Y cuando el universo de sus protagonistas toma el escenario central del film, el espectador se siente interpelado sobre la educación tanto formal, como familiar. Así, los contextos y las oportunidades en una sociedad que busca hacernos creer que somos todos iguales quedan expuestos de manera clara. Quien busque razones para desmontar conceptos perversos como la -tan de moda- meritocracia encontrará en “La Inocencia” el mejor argumento, sin sermones, sin vueltas, ni maniqueísmos, simplemente dejando la cámara enfocar en lo que importa.
EL BUEN AMIGO SPIELBERG El creador de algunas de las películas infantiles más icónicas, Steven Spielberg, forjó un lenguaje visual para el asombro infantil tan reconocible que basta ver un fotograma de “El Buen Amigo Gigante” para saber donde estamos. El clásico libro infantil de Roald Dahl y la visión única de Spielberg son el complemento perfecto: el director y su personaje principal son en espíritu básicamente la misma persona. El gigante, juega abriendo y cerrando frascos de sueños que disparan la imaginación de los niños. Spielberg, por su parte, se inspiró para hacer “Encuentros Cercanos del Tercer Tipo” de recuerdos de ver una lluvia de meteoros con su padre, y basó a “E.T. El extraterrestre” en un amigo imaginario que creó para enfrentar el divorcio de sus padres. La historia de alguna manera es lo opuesto a E.T. (en este caso es la niña que debe regresar a su casa, huyendo de una tierra hostil). “El Buen Amigo Gigante” es una realización técnica impecable (pero que se acerca cada vez más al uncanny valley*) y con un extraordinario detalle en la tecnología de captura de movimiento, la actuación humana de Mark Rylance va más allá de cualquier cosa que se haya visto antes (Gollum y Dobby incluídos). Es justo decir que mucho no pasa en “El Buen Amigo Gigante”. La historia es lineal y de hecho, ese es uno de los puntos fuertes de la película. En 10 minutos Sophie (Ruby Barnhill) está en el país de los Gigantes. Luego hay un par de enfrentamientos con los gigantes malvados (el cabecilla con la malicia maravillosa de la voz de Jemaine Clement), y un extraordinario tercer acto en el Palacio Buckingham que involucra a la propia Reina, y… The End. Esta falta de complejidad narrativa le permite Spielberg sumergirse sin complejos en el mundo de Dahl. El vinculo de Sophie y el Gigante casi se juega como un romance platónico. Sophie, es una heroína con los ideales de Dahl: valiente e inteligente, con una terquedad explícita y esos rostros de asombro que tanto le gustan a Spielberg. Los niños son el objetivo que tiene Spielberg como público, no hay aquí guiños posmodernos, ni sarcasmo. Hacia el final de la película, su significado es nítido y claro: hay más magia en este mundo de lo que podemos ver. Y para Spielberg esa magia todavía radica en el cine.