OH CAROL Una mirada a través de un negocio lleno de gente. Una mano descansa en un hombro, un poco más de lo esperado. Una conversación de palabras en código. Eso es todo. En el Estados Unidos de la era McCarthy los hombres y mujeres homosexuales se vieron obligados a seguir las normas sociales, lo cual significaba permanecer atrapados en el closet. Es en este contexto en el que Terese (Rooney Mara) y su nueva clienta Carol (Cate Blanchett) establecen la relación que marcará sus vidas, en la adaptación de la novela de Patricia Highsmith dirigida por Todd Haynes. Mientras Terese y Carol viven su amor todavía a escondidas, su deseo de gritarlo a los cuatro vientos difícilmente podría ser más claro. El film y la novela, reconocen la imposibilidad de un romance lésbico en ese momento -los 50’s- pero deciden evitar el trágico final de costumbre. Haynes hace un trabajo extraordinario, “Carol” es una película sin un rastro de guiño barato, golpe bajo o malicia y que luce -además- como un cuadro en movimiento de Edward Hopper. Han habido muchas películas en los últimos años que han tocado en la experiencia gay, algunas llegaron a un público masivo, y otras no. “Carol” no parece un elemento de influencia social en este sentido, tal vez su público sean fieles ya convertidos. Su sutileza inherente habla volúmenes y es un claro recordatorio de la persecución de la sociedad y las injusticias que todavía abundan en la comunidad. El romance que “Carol” cuenta se va quemando lentamente y cuando explota ilumina y acaricia el intelecto y el corazón.
CONTRA NATURA Cuando tus ambiciones son enormes, es muy difícil estar a la altura de ellas. Alejandro G. Iñarritu siempre se puso la vara muy alto, -eso que muchos le señalan como arrogancia- y en “Revenant: El Renacido” lo hace una vez más, aunque esta vez se quedó -apenas- corto. Filmada supuestamente en condiciones casi infrahumanas de temperatura y locación, ¿el resultado final valió realmente la pena? Esa pregunta se responde en los primeros 15 minutos, cuando un grupo de cazadores de pieles, que se prepara para navegar a casa en el río Missouri a principios de 1800 después de meses de caza en la naturaleza, es atacado por una tribu de de indios de la zona. Las flechas y hachas de guerra vuelan, rifles se disparan y los hombres mueren de maneras horribles. La estrella de la escena es una vez más – y como en el resto del film- la cámara de Iñárritu y el fructífero reencuentro con su director de fotografía Emmanuel Lubezki, que fotografía el caos con maestría y en luz natural de una manera que nunca se ha visto antes, colocándonos en medio de la batalla con tal intensidad que la escena inicial de “Saving Private Ryan” palidece. La secuencia es extraordinaria y no va ser la última vez que la cámara tome ese protagonismo y nos deje boquiabiertos. El bosque, se convierte en el lugar inhabitable que uno supone debía ser en aquella época y funciona para recordarnos que la naturaleza siempre está en contra del hombre. Leonardo DiCaprio (Hugh Glass) realiza una actuación basada en la fisicalidad que es exactamente lo que el papel le requería, no hay demasiadas sutilezas cuando estás muriendo y renaciendo a cada momento. Siendo el centro emocional de la película, los recursos actorales de DiCaprio impiden que la película se hunda en un horror solemne. Su personaje podría funcionar como una personificación de nuestro instinto innato para sobrevivir, pero DiCaprio también le da un alma. Su antagonista desalmado, John Fitzgerald (Tom Hardy) tiene mucho más material para trabajar su personaje. El actor disfruta de la odiosa profundidad del personaje con el que está jugando. Pero Iñárritu es en última instancia, el principal atractivo del film. Todo en esta gigante y desgarradora película está al servicio de lo que vemos. El hecho de que la última línea de diálogo se habla cinco minutos antes de los créditos finales lo pone en claro: las palabras importan poco. “Revenant: El Renacido” es una obra que descansa sobre las sensaciones. Y la historia que cuenta pone al frente la idea de la movilización de un hombre mutilado, motivado sólo por la pura rabia de una venganza que es tan genuina como como inútil.
DETRÁS DE LAS PAREDES “La Habitación” no es sólo una película sobre los horrores de un secuestro, ni una película que quiere centrarse en el amarillismo sensacionalista de tales sucesos (aunque este aspecto se utiliza para un propósito específico). Lenny Abrahamson construye un film sobre una madre y su hijo tratando de adaptarse al mundo exterior tras años de cautiverio forzado. Cuando conocemos al niño Jack (un impresionante Jack Tremblay) está celebrando su cumpleaños en una habitación que parece de 2mt. x 2mt. y donde tiene todo lo que -Jack piensa- necesita tener. Hay un armario (donde se esconde durante las visitas nocturnas del secuestrador) un lavabo, una TV, la silla uno, la silla dos, y la puerta de chapa (que sólo el secuestrador puede abrir) y por sobre todo, claro, su ventana al espacio abstracto. Su madre, “Ma” (Brie Larson) le enseñó que todo lo que existe en el mundo esta en la habitación. Pero en realidad hay algo más allá de las paredes, su madre fue secuestrada a los 17 años por Nick (Sean Bridgers) y ha sido su rehén desde entonces. Claustrofóbica en su primer acto, la película aumenta la apuesta dramática cuando es necesario, pero sin cruzar la línea del melodrama empalagoso. Las actuaciones mueven el amperímetro afectivo pero lo hacen de una manera reflexiva, llena de comprensión acerca de la crianza y la naturaleza humana, representada en el vínculo simbiótico de madre e hijo. En su núcleo “La Habitación” se trata simplemente de eso, el amor materno, y cómo ese sentimiento primario y vital supera cualquier obstáculo, no solamente el de la privación de la libertad sino el del centro dramático del film y elefante rosa en la habitación: el niño es hijo del secuestrador, el resultado de una violación, pese a eso -o por eso- el lazo inquebrantable de amor incondicional que la madre siente por su hijo cobra un valor mayor y es el nudo emocional del film, la desgracia convertida en porvenir.
“NO HABRÁ MUCHOS VOLVIENDO A CASA” Un realizador al tope de sus capacidades, seguro y confiado del material creado y con la espalda suficiente para sostener un historia así, tomando todo el tiempo requerido, bajo sus términos y con su estilo. Un amante de los géneros que deja de lado los tropos propios del western y usa los suyos. La película más tarantinesca de Tarantino. Pensado como parte de un cuerpo de trabajo y no “una película más en la filmografía de…”. Una vez más, como en “Bastardos sin gloria” y “Django sin cadenas” Tarantino juega al historiador “what if?”: Bastardos era una fantasía de venganza al Holocausto; Django era un cuento igual de vengativo sobre la liberación de un esclavo justo antes de la guerra civil; ahora nos situamos en los años siguientes a esa guerra, en “Los 8 más odiados” Tarantino imagina cómo norte y sur, el hombre negro y el hombre blanco, podrían reconciliarse. Y al igual que sus predecesoras, la respuesta no es complaciente, la estructura es elaborada pacientemente y el resultado final es irremediablemente violento. Por si no queda claro, la estrella del film es su director, Tarantino es un narrador magistral e hizo un film sobre cuentos e historias, reales o ficticias, en donde sus 8 odiados hacen lo mismo que él, pintan imágenes. La marca de Tarantino resalta en cada fotograma bellamente filmado en 70mm -que logra divisarse en el grano de la versión digital- en la dirección de actores, en el trágicamente gracioso guión, y en un elenco extravagante, que una vez más resulta infalible. El director vuelve a mostrar la destreza narrativa y lúdica de “Perros de la calle” pero esta vez conduce la acción para que, tanto los personajes como la audiencia se pregunten sobre la verdad y la justicia. “Los 8 más odiados” no es una película sobre el pasado de EEUU, sino más bien sobre su presente y la imagen final que presenta es la de un futuro tan oscuro como incierto. Tarantino te lleva otra vez en un viaje salvaje y enormemente entretenido, de la mano de sus obsesiones, sin corrección politica y donde la violencia pende como espada de Damocles sobre las cabezas de todos y todas, lo que algunos consideran su genio y otros su falta de moral.
JOYLESS Cuando alguien se refiere a una historia tipo “Cenicienta” inmediatamente nos imaginamos un recorrido de un personaje desde la pobreza y la humillación a la riqueza y grandeza. Esto es lo que sucede en “Joy” pero no es sólo una alegoría, la protagonista aquí literalmente limpia los pisos y sufre a una hermanastra mala. Su zapato de cristal es un palo de plástico y su príncipe que la lleva a una vida mejor son las televentas. Es lo que hay. Rusell continúa la caída artística que empezó con el éxito de público y crítica “El lado luminoso de la vida” (Silver Lining Playbook, 2012) que le dió un Oscar a Jennifer Lawrence, y siguió con el pretencioso bodrio “Escándalo Americano” (American Hustle, 2013). En este caso el gran problema del filme es un guión que sólo se recuesta en la exposición; si un personaje va a hacer algo, lo dice antes, luego vemos esa acción. Si un personaje siente algo, lo dice, así construye una narrativa pobre y sobreentendida que paradójicamente se mofa de las telenovelas. Para subrayar todo aún más -por si hiciera falta- está la voz en off de la abuela de Joy que continúa relatando inclusive después de muerta! No hay un plano memorable en toda la película, Russell nunca fue Scorsese, lo sabemos, pero no narrar en imágenes es un pecado demasiado grave. Basada en una historia real que habría que repensar si valía la pena contar, Russell describe a una Joy (Lawrence) prácticamente como una santa sólo por tener una familia disfuncional y haber relegado sus sueños. Y a su familia como malvados egoístas. Y es precisamente su familia una caricatura (como todo en el filme) pero no en el buen sentido como en The Royal Tenenbaums, aquí los trazos gruesos no dan lugar a ninguna sutileza ni doble lectura. Joy inventa un sistema para hacer más eficiente el trapeado del piso, lo patenta, pero la estafan, se lo pitchea a un productor televisivo que tiene una de las primeras cadenas de televentas, la estafan de nuevo, pero… happy ending. Para un estadounidense la idea de éxito en la vida es ser o no ser millonario, capitalismo puro y duro, la película celebra la creación por parte del matrimonio entre medios y empresas de la necesidad de adquirir productos innecesarios, en el medio el personaje de Joy como subrogante de la audiencia y nada más. Las correctas actuaciones protagónicas (Lawrence, De Niro, Cooper) no alcanzan para salvar una historia poco inspiradora que si no fuese por el talento que reúne pasaría desapercibida.
HUNDIDO “En el Corazón del Mar” es un viaje decepcionante. La película está basada en el libro de Nathaniel Philbrick del mismo nombre, sobre la malograda expedición ballenera de 1820 que inspiró el “Moby Dick” de Melville. Ron Howard captura bien la era, que conste. El negocio de la grasa de ballena fue esencialmente la primera industria petrolera, y la Nantucket del siglo 19 que vemos (y casi olemos) tiene el bullicio, la codicia y la suciedad de cualquier ciudad en auge. “Sin ella, el mundo se sumerge en la oscuridad, el aceite alimenta las máquinas de la industria y evoluciona nuestra especie“. Por supuesto, como veremos más adelante en el film algunos miembros de la especie son más evolucionados que otros. Benjamin Walker es el capitán George Pollard Jr., un líder sin experiencia promovido por nepotismo. Chris “Thor” Hemsworth es un descamisado de la case trabajadora, el compañero Owen Chase. Los problemas del film empiezan y terminan en la figura de Melville (Ben Whishaw) que busca localizar y entrevistar al último tripulante vivo, Thomas Nickerson (Brendan Gleeson) del ballenero hundido Essex. Los intercambios entre estos dos personajes resultan forzados, acartonados y fuera de registro, como de obra escolar. La narración en constante retrospectiva tampoco ayuda. El jovencito Nickerson era un personaje nada central para la historia, su participación es un tropo para usar su relato fuera de campo que se justifica sólo para poner a Melville. Y llega la ballena, la tragedia, la locura, la obstinación, la arrogancia, la naturaleza explotadora del hombre y la metáfora que tomará Melville. Sin escenas fascinantes, el espectáculo se reduce a ballenas, mares digitales y un conflicto dramático que sucede demasiado rápido para que nos haga sentir algo. Paradojicamente en algún momento el espectador se ve alentando a las ballenas. La falta de carnadura de los personajes hunde a filme sin remedio en el mar de la mediocridad.
GRAVITAS PARA TODOS El brutal film de Kurzel empieza con Macbeth (Michael Fassbender) y su esposa Lady Macbeth (Marion Cotillard) colocando conchas de ostras en los ojos de su hijo muerto, un rito funerario antes que el pequeño cuerpo sea quemado. Tradicionalmente, a Macbeth se lo ha retratado como hambriento de poder. Con esta escena, el guión lo redefine -en principio- como un hombre traumado. Sin ataduras por el dolor, será la ambición la que llene el vacío. Ferozmente actuada, la energía de Fassbender electrifica la pantalla. Absolutamente convincente como el guerrero, con un rostro de mapa de cicatrices y mirada de un hombre que ha visto demasiada muerte. La idea que tenemos de Lady Macbeth a menudo puede ser difícil de soportar, gritona y bidimensional y por supuesto manipuladora, tanto que “Lady Macbeth” se ha convertido en un -no tan leve- insulto para definir a ciertas mujeres, sin embargo, Cotillard, la interpreta de manera sutil y humana -dentro de las posibilidades que le da el personaje- y si bien lucha con el acento, no afecta el hecho de ser “la” obra escocesa por excelencia. Las locaciones corren el riesgo de eclipsar las actuaciones por los impresionantes elementos naturales de las salvajes highlands de Escocia, que con su dura belleza, es un paisaje que parece tener un impulso asesino propio. Considerada la más cinematográfica obra de Shakespeare, sigue siendo un libro largo de personas hablando en habitaciones. Pero el guión hace inteligentes movimientos de alquimia para convertir el teatro en cine, y cuando lo hace, es fascinante. A la vez, en los momentos más reflexivos y charlados mantiene el interés y la tensión. La colorimetría es deliberadamente vívida, con altos contrastes que dejan el rojo sangre de las batallas salpicando los ojos. El soldado que habla como un poeta, Macbeth fue retratado muchas veces como un caballero patotero, Fassbender lo interpreta como un asesino desquiciado con sentimiento de culpa. Cuando él escupe, “Oh, estoy lleno de escorpiones es mi mente!” uno los puede oir caminar por su cabeza. Triste como un depósito de cadáveres, este film es aún más brutal que la obra, ingeniosamente rastrea la trágica caída de un hombre relativamente bueno hacia un infierno donde encuentra al asesinato como algo demasiado insignificante como para no hacerlo una y otra vez. Este Macbeth de Kurzel, no es el Macbeth de Polanski o el de Welles -o cualquier otro Macbeth- y eso es un logro considerable en sí mismo.
INFANCIA RESTAURADA Treinta años después del final de la trilogía original todo vuelve a la normalidad en la galaxia. En el medio, tres precuelas, una peor que la otra (La Amenaza Fantasma 1999, El Ataque de los Clones, 2002 y La Venganza de los Sith 2005) cortesía de George Lucas, a quién le debemos toda la maravilla del universo que creó, pero que con esa nueva trilogía puso a los fans en insurgencia. Bastaron apenas 4 billones de dólares para que Lucas venda los derechos de toda su creación a Disney que rápidamente comenzó a sondear productores, asi llegó Katheleen Kennedy, de la mano de Spielberg que se negó a dirigir el film pero convenció a JJ Abrams a hacerlo, lo cual inició automáticamente un buzz positivo entre los fans. J.J. venía de revitalizar las franquicias de Mission:Impossible y Star Trek. El despertar de la fuerza, es un gran film no sólo en producción. Abrams resuelve el código que el propio creador de la saga no pudo y lo hace con armas genuinas como algunos de los efectos “prácticos” del filme. Construcción de personajes y sentido de propósito. Toda la cautela y dudas que generaba en los fans este episodio VII son respondidas: ¿Valió la pena volver a ver a los personajes originales de la saga? Si. Son el corazón del film y los generadores de guiños. Imprescindible. ¿Puede Star Wars finalmente tener un personaje femenino fuerte? Si. Rey es la estrella del film y se deja bien claro que nunca es la “damisela en apuros”. Inspiración para las nuevas generaciones. Un filme de Star Wars que pasa el test de Bechdel. Impensado. ¿Los efectos? Perfecto balance entre animatronics, maquillaje y CGI. El diseño de los personajes nuevos homenajea y agiganta el universo. ¿Y los viejos? Nunca se vio un Gral. Ackbar tan bello. ¿Y la historia? Simple pero efectiva, sabemos adonde va pero mucho no importa al ser el viaje tan disfrutable. ¿Entonces es “fan service”? Si y no, abraza el pasado para setear el futuro de la nueva trilogía, es todo lo que queríamos, pero con mejoras. “El despertar de la fuerza” funciona en todos los aspectos, guión, humor, actuaciones, efectos, respeto por el pasado y visión de futuro, nadie saldrá decepcionado -incluidos los niños de hoy- y los niños de ayer disimuladamente regresarán a un lugar que nunca abandonamos: casa.
HÉROES DEL SEGUNDO CORDÓN En la guardia de un Hospital Paroissien que luce como el Hall of Justice, un doctor pasa la noche empastillado tratando de sobreponerse a la decepción que le causó a su hija al faltar a su cumpleaños. La banda de Nafta Súper cae al lugar con el malechor herido. Ráfaga, Lady Di, Faisán, Cuñataí Guirá, y Juan Raro le dejan bien en claro que debe mantenerlo vivo, como sea, hasta las primeras horas del día. Basada en el libro de culto de Leonardo Oyola la película de Nicanor Loreti recorre los pasillos de un hospital que se muestra tan real como onírico y deposita en el desarrollo de los personajes todo su carisma. “Kryptonita” es una película de actores, no de efectos especiales. En el borde de la verosimilitud y la fantasía, el director juega con dos universos, el de DC Cómics y el de la “argentinidad”. El milagro del filme es que funciona para cualquier público, el avezado lector de cómics podrá disfrutar de las referencias a lugares como “la fortaleza de la soledad” la trinidad: Batman, Superman y la Mujer Maravilla y al resto del panteón: Linterna Verde, Mujer Halcón, Detective Marciano, Flash (un excelente Diego Cremonesi) y claro, El Guasón, una breve pero sustanciosa actuación de Capusotto. Y el que no tenga idea alguna acerca del universo de las historietas no quedará afuera de una trama que si bien es simple gana su peso por los personajes y sus historias, especialmente Lady Di, compuesta con gravitas por Lautaro Delgado. Lamentablemente aún hoy, se escuchan risas en las salas cuando un personaje travestido aparece, como si algunos espectadores tuviesen la preconcepción que un personaje así será el “comic relief” del filme… deben ser muchos años de ver TV. “Kryptonita” es un triunfo del cine argentino en muchos aspectos, es cine de género que funciona en taquilla, sin estrellas y con una temática de mitos globales bajados a nuestro suelo, allí donde un pedazo de vidrio verde te hiere, pero no te mata.
Construida a partir de los fragmentos de la película “Fideli per secoli” que dramatiza la historia de este sector de la iglesia católica que se atrevió a desafiar los paradigmas del Vaticano en temas como la homosexualidad, la eutanasia y el aborto,”Valdenses” cuenta en detalle y con pulso poético el camino de la primera iglesia protestante de la historia. Con 850 años de historia había mucho para contar y el director peruano Marcel Gonnet condensa en los 78′ del metraje una relato que fascina por lo desconocido que resulta para la mayoría y por el ritmo que le imprime a la narración. Imprescindible.