Una tarde, Lucas, un joven y honesto abogado (oxímoron?) conoce a la chica ideal, linda, inteligente e interesante, la charla los lleva a una cita, la cita a su casa y por supuesto a la cama. Pero… sin peros no hay historia, la chica ideal no existe, al despertar Lucas se da cuenta que la chica le robó 50.000 dólares, lo cual desata en el protagonista la sospecha sobre todos quienes lo rodean. “Como ganar enemigos” es una comedia policial con un marcado sabor comercial y un guion lo suficientemente sólido para sostener la acción e intriga durante todo el metraje. La actuación de Martín Slipak natural y espontánea es donde mejor se ve reflejado la intención del guion. El resto del cast no acompaña al mismo nivel, dejando al film desparejo en cuanto a la performance actoral. Si esta película hubiese sido filmada con estrellas taquilleras de nuestro cine, no tengo dudas que hubiese resultado un suceso. Gabriel Lichtmann (Judios en el espacio, 2005) no llegó todavía a las grandes ligas, pero va en el camino correcto.
La película de Zemeckis se toma su tiempo hasta llegar al clímax, pero la espera vale la pena. Todos vimos las fotos en algún lado, la flaca silueta del hombre sobre la cuerda entre las torres gemelas. La historia de Philippe Petit resultó en un fantástico documental (Man on Wire, 2010 ganador del Oscar) donde cuenta en primera persona su hazaña, usar el World Trade Center como un escenario. La primera pregunta que viene a la mente luego de ver el film es si necesitabamos la dramatización hollywoodense de la historia. La respuesta es si, aunque fuese inevitable de cualquier manera. Quién más se luce en “En la cuerda floja” es su director, Zemeckis juega con la tecnología a su disposición para crear la sensación de vértigo necesaria para involucarnos en la trama, y haciendo desde su silla de director lo imposible posible. Desde poner la cámara sobre la cuerda hasta crear dos edificios que ya no existen. Si bien “En la cuerda floja” es en su mayoría un preludio hacia “la” escena, el guión se las arregla para mantener el interés en el viaje del protagonista, en gran medida sostenido por el enorme carisma de Joseph Gordon-Levitt que empieza el film rompiendo la cuarta pared (un artilugio arriesgado) y sin embargo logra que sea convincente, tanto como su acento y su aspecto 60’s french. Zemeckis es un showman, tanto como Petit, por ende le sienta muy bien la ambición artística de su personaje para desarrollar todo su arsenal de efectos (especiales y emocionales) estos últimos que en su filmografía en general rozan con el melodrama cursi (Forrest Gump, 1994). Era inevitable también que un film de un estudio estadounidense, guionado y dirigido por estadounidenses desaproveche la oportunidad para ser un canto de cisne de las Twin Towers, la película también es eso, un homenaje (innecesario) a esos edificios y la tragedia de 2001, hecho por un director que sabe manipular a su audiencia de manera condescendiente. Ver el film en 3D y en IMAX agiganta la experiencia, pero en definitiva “En la cuerda floja” es pochoclo, de calidad, pero pochoclo.
“NÁUFRAGO” EN MARTE Misión Rescate (The Martian) es una película dedicada a celebrar el lado más optimista de la humanidad y nuestra naturaleza para resolver problemas, abarcando todos los aspectos de la grandeza humana: la valentía, la compasión, el amor, y la curiosidad, pero es también un examen sin precedentes de la capacidad de la humanidad para poner nuestras mentes a trabajar juntas sin ego ni competencia. Es una película que nos recuerda que todos los problemas que enfrenta nuestro mundo son superables, y que con la actitud correcta y la dedicación de la ciencia podemos resolverlos. Misión Rescate no se trata de un sentimiento ñoño de esperanza “hollywoodense”, sin embargo el film tiene muchos problemas que ni el incansable astronauta que encarna Matt Damon puede resolver. Basada en una novela, es la historia de un astronauta estadounidense en Marte que se da por muerto por su tripulación en una evacuación de emergencia. Noqueado por los escombros durante una terrible tormenta se despierta solo en un planeta desierto, los seres humanos más cercanos son incapaces de ponerse en contacto, sólo la muerte lo espera, ella sí, cercana. Mark Watney decide rápidamente que va a sobrevivir. Porque hay soñadores y hay quienes hacen. En el mejor de los casos los soñadores inspiran a los hacedores, y juntos empujan a la humanidad hacia adelante. De ahí en más Ridley Scott construye un film convencional que recorre caminos ya transitados, tomando desde lo mejor (“Gravity” 2013) hasta lo peor (“Armaggeddon” 1998). Los científicos de la vida real podrán confirmar o refutar si lo que se muestra en el film es posible, mientras tanto podemos disfrutar la película por lo que es, un entretenimiento que busca inspirar mostrando la inagotable capacidad del hombre para transformar su realidad.
El “gimmick” funciona. “Victoria” sucede en un plano secuencia que dura la totalidad del film, 2 horas, 20 minutos. En tiempo real, sin CGI ni truco de cámara. Síntoma de la importancia que se le dio a esta manera de encarar la narración es que el primer crédito que aparece al finalizar el film es el de la DP (Sturla Brandth Grovlen). La historia es directa, una serie de malas decisiones llevan a la anti-heroína que da titulo a la película a seguir a un grupo de adorables delincuentes a través de la madrugada berlinesa. La primera hora del film es demasiado larga, prepara el terreno hacia lo que vendrá y busca la empatía con los personajes para que luego nos importe lo que les suceda. En el tercer acto (no spoilers) la acción toma el control y la cámara cobra sentido, ahí es cuando la filmación “guerrilla” transmite la urgencia que la historia necesita. Un triunfo de la logística.
CRIMEN Y CASTIGO III En su 45to. film, las reconocidas filosofías nihilísticas de Allen permanecen intactas, y constituye el fin de una imaginaria trilogía junto con “Crimes and Misdemeanors” (1989) y “Match Point” (2005) siendo esta la más “liviana” de las tres. El crimen y su efecto existencial es el núcleo del film que muestra a un profesor (Joaquin Phoenix) en crisis emocional, social y sexual que encuentra en el asesinato una razón de vida. El personaje de Emma Stone no logra ser su musa y funciona más como una “manic pixie dream girl” infatuada primero por el trastorno del profesor y luego convertida en la principal voz racional (y en off) del film. Precisa y simple en su estructura, Allen hace lo que mejor sabe, narrar en escenas que acompaña con un guión que deja en claro una vez más su visión del mundo, pesimista, a veces moralista y siempre cínico.
LA DIGNIDAD DEL FINAL En Truman, Julián (Darín) está muriendo y su única preocupación parece ser con quién va a dejar a su perro. Este hecho menor dispara en él otras despedidas que debe afrontar, la de sus seres queridos. Cuando su mejor amigo llega desde Canadá para pasar cuatro días con él sabemos como va a terminar la historia. La película funciona por su dirección formal y su estructura clásica y en gran parte por la química entre Julián y Tomás (Javier Cámara). Por momentos una mezcla entre road y buddy movie, el film logra emocionar sin caer (demasiado) en el golpe bajo. La moraleja pintada a brocha gorda es obvia pero realista: si nadie puede decirnos como vivir, tampoco deberían decirnos como morir.
“Bromance” al estilo porteño. La película de Nacho Sesma está llena de buenas intenciones, hay una búsqueda por emular al primer Apatow y la “nueva comedia norteamericána” pero no llega ni al nivel de “Dude, where is my car?”. Hay un poco de “pareja despareja” y un humor sitcom que no siempre funciona. El film no pretende mucho más que el entretenimiento pasatista que logra sólo por momentos. Enzo (Facundo Cardosi) resulta un joven proto Francella.
Lituania no es un país que uno relacione automáticamente al cine, pero el film de Kristina Buozyte tiene peso cinematográfico propio y escenas difíciles de olvidar. La película de 2012 que recién encuentra su estreno en nuestro país, propone desde el minuto cero una premisa simple: un experimento de transferencias neuronales entre un hombre común y una mujer en coma. Arriesgada y cerebral, la película recuerda la manera en que la ciencia ficción se mostraba entre los sesentas y setentas (Kubrick, Tarkovsky), aprovechando en su totalidad la ventana del widescreen y subrayando el melodrama desde su solemnidad aséptica. Asi, el viaje psicosexual del hombre encontrará en el deseo de la mujer en coma una conexión que los haga sentir algo, aunque sean cosas muy distintas. Mientras el hombre parece manifestar su conflicto a través del sexo (el film comienza mostrando la falta de deseo en su matrimonio) la mujer parece buscar otra cosa, un cierre. El hombre desata su primitivismo, la mujer el dolor. Las Lyncheanas secuencias de ensueño/alucinógenas dentro de la psiquis de los protagonistas recuerdan a una casa de espejos rotantes que resulta una manifestación del (mal) estado mental de sus ocupantes. Estos motivos visuales son a veces obvios en su simbolismo (el mar) pero Buotzyte también utiliza imágenes que invitan a una segunda lectura, y que por su mezcla de belleza y repulsión nos exponen suficiente incomodidad para evocar estados emocionales nacidos en los traumas de esta pareja que navegando en sus recuerdos buscan el eterno resplandor.
Hubo un tiempo en el cual Auschwitz no era el epítome de la maldad. Los finales de los cincuentas fueron una época despreocupada sobre aquellos temas y enfocada en la reconstrucción y los vientos del milagro económico, todo envuelto en la feliz música pop de moda. Los alemanes trabajaban, celebraban y consumian, como si no hubiese ayer, el nazismo era un mal recuerdo de la guerra, y también la responsabilidad en los crímenes. Y los grandes pintores de la sociedad colectiva trabajaban en eso, no hay diferencia entre no hablar de algo y pasar por alto todo, incluyendo la realidad agrietada y la oscuridad de las ruinas y baldíos que dejó la guerra. Casi un paralelo entre las lagunas de la memoria y las ruinas de la psique del ciudadano común. En el drama histórico alemán “En el laberinto de silencio” (su titulo original), opera prima de Giulio Ricciarelli después de cuatro cortometrajes, se cuenta la historia del abogado que hizo todo lo posible para llevar a los secuaces del terrorismo de estado ante la justicia y en el proceso despertar al pueblo alemán a la dura realidad del pasado reciente. El joven fiscal Johann Radmann (Alexander Fehling) se encarga de las infracciones de tráfico viales. Cuando el periodista Thomas Gnielka (André Szymanski) le trae la historia de un ex soldado de las SS, que trabajaba como guardia del campo de concentración de Auschwitz y desde finales de la guerra es profesor de escuela, Radmann dedica todo su tiempo al caso que crecerá en tamaño a medida que investigue a cada persona involucrada, incluyendo a sus seres queridos. Durante su búsqueda el abogado choca con la resistencia de la población que prefiere el silencio. Pero Radmann descubre poco a poco el entramado social, político y militar, con la ayuda de Fritz Bauer (Gert Voss) un aliado en la rebelión contra el olvido. El interrogatorio de las víctimas es uno de los momentos más fuertes de la película, el silencio -en este caso- lo dice todo. Los labios en movimiento a toda prisa, los ojos muy abiertos, la velocidad de la transcripción, las miradas desconcertadas y la banda sonora que ofrece un canto coral sagrado donde la barbarie de Auschwitz se transmite únicamente por el conocimiento de la historia de quién esta mirando. El horror lo pone uno. Como un lobo solitario el fiscal intentará exponer lo que ocurrió en Auschwitz, cuestionando testigos, rastreando archivos, respaldando la evidencia y en ese trayecto él también se perderá en el laberinto de la máquina de matar, por sus miles de autores y su propia ambición. Un film narrado con madura tranquilidad, que trata un importante capítulo del pasado alemán, que repercute en nuestra propia historia y que invita a no olvidar, sabiendo que el primer paso para pensar el futuro es cerrar el pasado.
EN ESTE CASO, MÁS ES MENOS Singh siempre tuvo problemas con los guiones de sus películas (The Cell, 2000, Inmortals, 2011) pero su habilidad para filmar escenas de enorme belleza, “salvaban” alguno de sus films. Aquí el guión hace agua por todos lados y un contenido Singh ni siquiera puede deplegar su parafernalia visual para al menos distraer al espectador. Damian (Ben Kingsley) es un billonario muriendo de cáncer que se somete a un experimento que traslada su conciencia a un joven y sano cuerpo (Ryan Reynolds). Lo que puede sonar a premisa de una mala comedia al estilo “17 Again” (2009) y “13 Going On 30” (2004) en realidad busca ser un film solemne de ciencia ficción que ni sus protagonistas logran creerse. Una película menor con grandes actores en roles inisgnificantes (Matthew Goode) que por querer abarcar mucho termina apretando poco.