Híbrido entre varios estilos de comedia, "Jefa por accidente", de Peter Segal, es una fallida vuelta de Jennifer López al terreno que mejor conoce. Hay películas que contienen un ángel, un carisma tan alto, que nosotros, como espectadores, somos capaces de pasar por alto un claro mensaje negativo en base a evaluarla como un simple entretenimiento. En la década del ’80, Hollywood se plagó de este tipo de propuestas (todos sabemos que los soviéticos no eran lo que nos muestran en "Rocky IV" ¿Pero a quién le importa?), y un clarísimo ejemplo es el clásico instantáneo "Secretaria Ejecutiva". El film de Mike Nichols puede verse como una simpática comedia romántica desbordante de chispa y química, con uno de los mejores duelos femeninos, y un fuerte empoderamiento del rol de la mujer… o como una descarada oda al crecimiento de un país en base al sistema capitalista, la meritocracia, y el sálvese quien pueda del mundo de los negocios o laboral. Prueben traducir el leit motiv de Carly Simon y se van a encontrar con prácticamente un himno a una nación reformada. Jefa por accidente olía desde el título, el afiche, y la premisa, al clásico que justo cumple treinta años. Si huele a pastel, es que alguien está horneando; y en efecto, "Jefa por accidente" recuerda bastante a "Secretaria ejecutiva" (quizás sea otro paralelismo entre las presidencias Trump- Reagan). Lamentablemente, solo la recuerda acerca del “costado negativo”. Jennifer López tuvo un no muy extenso período de brillo en la comedia romántica entre fines de los ’90 y comienzos del Siglo XXI. Lo cierto es que, además de sus (no) dotes para el canto, si por algo mantiene fama, es gracias a películas como "Experta en bodas". Ya en camino de regreso, habiendo probado también suerte en series televisivas que no funcionaron, será hora de volver al gran amor. Ahora ella es Maya Vargas, una empleada en una tienda de abarrotes de Queens en sus cuarenta y tantos. Hace años que se desempeña en lo mismo, y se siente estancada, a la vez que capacitada para merecer un ascenso. Pero no, en lugar de otorgarle el puesto gerencial, llega un hombre nuevo, sin experiencia, pero con los títulos universitarios que a ella le faltan. Cuando parece que nada la va a rescatar de la depresión, mediante una treta típica de estas comedias, obtiene una entrevista laboral en una firma de cosméticos de alto prestigio en Manhattan. ¿Cuál es el problema? Que el Currículum que la empresa recibió de Maya está lleno de mentiras, por lo cual ella deberá fingir y sostener esa mentira si quiere conservar su nuevo puesto y comenzar a escalar en las altas esferas. Como producto disconforme consigo mismo, "Jefa por accidente" dispara varias puntas bifurcando su historia; aunque todo apunta al mismo objetivo. Maya cambia Queens por Manhattan y se va olvidando de su vida mundana, de su pareja y amigos, por los lujos de la gran ciudad. Intenta mantener la mentira y constantemente le surgen inconvenientes que los resolverá del modo más fortuito y “disparatado” posible. Se adapta de inmediato al estilo laboral despiadado de impronta y entra en el juego como una jugadora inocente pero agresiva; manteniendo una suerte de duelo con la hija (Vanessa Hudgens) del dueño de la empresa (Treat Williams) por el lanzamiento de un nuevo producto. Como si esto fuese poco, se nos tiene preparado una especie de vuelta de tuerca, muy obvia y evidente, pero que el guion intenta mantener sin revelar el mayor tiempo posible, para darle un nuevo impulso a algo de tan solo 103 minutos. Peter Segal es un hombre de comedia, en su filmografía demostró ser un eficaz piloto automático del género que puede adaptarse al estilo del comediante y/o productor que sea. Puede pasar de "La pistola desnuda", a los romances de Adam Sandler, o Superagente 86, sin ninguna dificultad. En "Jefa por accidente" vuelve a hacer lo mismo, lo suyo es un trabajo correcto que se limita a otorgarle agilidad a algo que carece de originalidad y que más de una vez parece un telefilm en su forma de plantearse con oropeles de cartón brilloso y resoluciones apuradas. Quizás Jefa por accidente sea una comedia de regresos, no sólo el de Jennifer López, casi todo su elenco está en el mismo plan. A Treat Williams y Vanessa Hudgens, súmenle a Milo Ventimiglia, Leah Remini, y Dave Foley; esto parece una reunión de un club de autoayuda emprendiendo un proyecto que los ponga a trabajar otra vez. Ninguno se encuentra en un nivel bajo, pero tampoco alto, el carisma llega hasta ahí, no hay chispa, y sobre todo la química es árida. Algo fundamental, la comicidad no funciona, va de lo romántico al enredo sin generar respuesta; y el dramatismo es demasiado básico. Ante el menor destape de olla surge un mensaje a favor del ser despiadado en los negocios; a vivir la vida a través de los proyectos de progreso laboral; algo contradictorio sobre anteponer trabajo a afectos (la felicita y luego castiga); y muy contradictorio sobre el empoderamiento femenino. Maya no es ningún ejemplo a seguir aunque el guion se esmere en decirlo. Lo que queda es un producto básico, que apenas entretiene o hace pasar el tiempo si no se lo analiza ni un poco, y afortunadamente se lo olvida rápido.
La familia disparate Hay géneros que por asociación directa, se los asimila con Hollywood. El cine catástrofe es uno de ellos. Quizás por una cuestión presupuestaria, por pensar que el cine pochoclero solo tiene que venir de Estados unidos, o por mera costumbre; nos cansamos de ver estadounidenses huyendo en masa ante peligros de la naturaleza, invasiones extraterrestres, u otra cosa que causa el pavor masivo de la población mientras todo se destruye a su paso. En 2015, La última ola (REVIEW, ACA) sorprendió por esa cuestión. Una producción proveniente de Noruega, sin estrellas estadounidenses, pero que nada tenía que envidiar al cine de Hollywood. Un gran despliegue visual alrededor de una marea descomunal que arrasaba con todo, y una historia que acertaba al centrarse en el drama de una familia huyendo. La Última ola fue un exitazo, y siguiendo con las reglas que marcan que estábamos ante cine pochoclero, la secuela no podía faltar. ¿Es posible hacer una secuela de cine catástrofe? Sí, y se llama Terremoto. Como lo adelanta su título, acá el tema no son las olas gigantes, sino la tierra partiéndose. Entonces, ¿por qué es una secuela? ¿Se acuerdan de aquella familia que huía? Volvieron, y van a tener que huir otra vez. Agrietados Hay que reconocer el esfuerzo de los guionistas John Kåre Raake y Harald Rosenløw-Eeg (los mismos de la primera) por continuar la historia con los mismos personajes pero diferente catástrofe. Nuevamente tenemos a nuestro paladín de la naturaleza y sus peligros, Kristian Eikjord (Kristoffer Joner) el geólogo que luego de advertir la presencia de un tsunami en el primer film y ver tanta destrucción alrededor suyo, quedó un poco paranoico. Sigue viviendo en el pueblo de Geiranger, donde continúa analizando muestras para prevenir futuras catástrofes. Su familia, su esposa Idun (Ane Dahl Torp) y sus dos hijos Sondre y Julia (Jonas Hoff Oftebro y Edith Haagenrud-Sande, respectivamente), se alejaron de él por volverse un hombre aún más hosco de lo que era, perseguido, y se mudaron a Oslo. Cuando un colega de Kristian muere en un túnel de Oslo, Kristian decide trasladarse allí porque sospecha que algo puede estar sucediendo bajo tierra. Primeramente, se asocia con la hija del hombre fallecido (Kathrine Thorborg Johansen), y posteriormente comenzará una carrera contra reloj cuando descubra qué es lo que sucede. Se viene un terremoto inminente, réplica del mayor terremoto que asoló a Oslo en 1904, y este promete ser mayor. Claro, ¿cómo creerle a un hombre que parece bastante perseguido? En efecto, ni su familia le cree. Ya van a aprender la lección de hacerle caso a los locos. Cuando menos es menos Básicamente Terremoto repite la misma fórmula de La última ola, una catástrofe natural, un héroe ciudadano, una familia, el drama de la huida, y una población corriendo despavorida mientras todo se va rompiendo a través de un despliegue visual importante. El problema es ese: ya lo vimos, ya lo conocemos; por lo cual, el impacto ya no es el mismo. La última ola sorprendía por mejorar lo que en las películas de cine catástrofe de Hollywood hacía agua. Centrarse en los personajes y en el drama que los atraviesa. Lograba que nos interese qué es lo que les pasaba, y no simplemente posar los ojos en ver una marea de CGI rompiendo cosas. Terremoto pretende hacerlo igual, pero no aporta nuevas características, todo lo que expone ya lo conocemos. Los personajes no crecen, y ese conflicto que se plantea en ellos ya sabemos cómo va a terminar. Sumémosle que, por más que le busquen la vuelta, la rosca para traer de vuelta los mismos personajes es un poco (muy) forzada. Por otro lado, aunque importante, el despliegue de un terremoto arrasando no parece impactar tanto como un tsunami. En el aspecto visual, Terremoto se siente más chica que La última ola. El director cambió, el experimentado Roar Uthaug partió a Hollywood a hacer Tomb Raider: Las Aventuras de Lara Croft, y en su lugar llegó el novato John Andreas Andersen. Uthaug le imprimía un ritmo que Terremoto no tiene. Así, Terremoto es una secuela que cumple, entretiene, sigue sin envidiar nada al mundillo de Hollywood, y entrega un producto de cine catástrofe rendidor. A la hora de comparar, y ante la imposibilidad de negar que ya hubo una entrega anterior, el resultado baja, y vemos que esta entrega es bastante menor.
Suerte de Spin-Off, o sexta entrega de la saga "Transformers", "Bumblebee" de Travis Knight gana terreno al bajarle un cambio al barullo general de la franquicia Cuando en 2007 finalmente se estrenaba la adaptación cinematográfica live action de la serie animada y franquicia de juguetes ochentosos Transformers, sin saberlo, algo estaba cambiando dentro del sistema de tanques hollywoodenses. Michael Bay que hasta entonces venía más ligado al nombre del productor Jerry Bruckheimer, se asociaba al niño dorado Steven Spielberg (a decir verdad ya habían probado suerte infructuosa con "La isla") para entregar una película que resultó un híbrido entre dos estilos diferentes bien marcados. La primera mitad recordaba al clásico spilbergiano E.T. en versión adolescente, prevaleciendo la relación entre el chico y su amigo extraterrestre protegiéndolo de los militares que quieren cazarlo. La segunda, (demasiado) bombástica, más afín al estilo Bay, con peleas entre robots en la que costaba diferenciar qué era lo que sucedía. El éxito fue inmediato, y Transformers hizo escuela. Muchos tanques copiaron el estilo, Hasbro comenzó a llevar al cine muchas de sus franquicias de juguetes, y el cine pochoclero se hizo cada vez más ruidoso. Sí, en la puja de ese híbrido, ganó la segunda mitad. Cuatro secuelas, Transformers se volvió un ícono de películas que rompen la taquilla, pero a la vez reciben comentarios terribles, aún del público. Quizás sea que la última entrega, "El último caballero" (2017) ya no fue tan taquillera como el resto, y el sabor general fue el de la risa como consumo irónico. Los alertas se encendieron más fuertes que nunca, y el resultado es "Bumblebee", un claro manotazo de volante buscando cambiar el trayecto. El primer cambio es Bay ahora sólo como productor, y en el lugar de director Travis Knight, conocido por la película de culto "Kubo y la búsqueda del samurái". ¿Qué es, o que hace "Bumblebee"? Volver a los inicios. Finalmente oyeron al público que le había gustado la primera película, y estaba odiando cada vez más a las secuelas. Es la que más se parece aquella, aplicando una fórmula muy similar. Otro agregado es, en tiempos de "Stranger Things" y la utilización de la cultura pop de los ’80 como gancho referencial, llevar la acción a esa época; por lo cual, "Bumblebee" es una precuela. Veamos, todo comienza en Cybertron, el planeta de los Transformers. Se desarrolla una guerra sin cuartel en la cual, como si fuese Terminator, se decide enviar a la Tierra a un emisario para que prepare el terreno de una futura llegada de los Transformers como refugio. Claro, ese emisario es Bumblebee, el amarillo que hasta ahora en la franquicia siempre se transformaba en un Chevrolet Corvette, y se caracterizaba por ser el más amistoso y casi comic relief de la saga. Robando un poco más a Terminator, los Decepticons también envían a los suyos, para continuar la batalla e impedir el plan de Bumblebee y los suyos, con la secuaz de Megatron, Shatter a la cabeza. Luego de un explosivo encuentro con militares estadounidenses en donde ya conoceremos al villano humano de la historia, el Agente Burns (John Cena pisándole los talones a Dwayne Johnson pero aún muy de lejos), finalmente Bumblebee sobrevive y encuentra un doble nuevo refugio. En la serie animada Bumblebee se convertía en un Volkswagen Escarabajo, y como acá la cosa es guiñarle el ojo a la nostalgia, adiós Corvette, hola Escarabajo. Luego de una serie de hechos, conoceremos a Charlie (Hailee Steinfeld), la nueva poseedora del Escarabajo y amiga de Bumblebee. Todo se repite. Charlie es una adolescente medio rebelde (no entendí bien por qué) que vive en un pueblo californiano en 1987, con su madre, su hermano, y su padrastro; los tres comic relief. Ella quiere un auto, pero no. Hay un chico de la escuela, Memo (Jorge Lenderborg Jr.), que anda atrás de ella toda la película, se suma a la aventura (formando un power trio con el hermanito), ella lo histeriquea permanentemente, y con eso crean otra veta humorística. Así, avanza esta "Bumblebee", recordando en gran parte al primer film, y teniendo todo el tiempo presente la idea de entregar lo que el público pide. Hay más humor, ganchos ochentosos insertos con fórceps por todos lados, personajes que quieren ser carismáticos (hasta los villanos), en el medio una relación de amistad (porque empieza y termina con el barullo de siempre pero un poco más calmo), y un argumento simple. ¿Funciona? Funciona mejor que las secuelas anteriores sin dudarlo. Probablemente se ubique a la par de la primera entrega o casi. Pero pasaron once años, ya no hay sorpresa, y algo huele a fórmula vieja a intento de forzar demasiado las situaciones. Los personajes tienen carisma, se fuerza todo para que demuestren ese carisma al estilo Marvel Films; pero el desarrollo de los mismos no los acompaña. Siguen siendo clichés planos, estereotipos; por lo cual la empatía con los mismos no es tan sencilla. La historia, aún obviando las incongruencias con la saga, es limitada, y no genera la menor intriga. Ya se sabe todo lo que va a pasar, se simplifican cuestiones, y nuevamente, hay cuestiones demasiadas forzadas para introducir humor o el gancho ochentoso. En cuanto a las escenas de acción, son menos que antes, y un poquito menos pesadas, pero sigue entregando esa sobrecarga de CGI que huele a coctel de píxeles y metales doblándose porque sí. "Bumblebee" cambia parcialmente el recorrido. lo hace más disfrutable, pero el destino aún pareciera ser el mismo. A diferencia de las anteriores, aprueba ¿Alcanza?
Enmascarada localmente como un film independiente, la quinta entrega de la franquicia "Taxi", "5° a fondo", de Franck Gastambide, es un producto que subestima la predisposición del espectador. Antes de que "Rápido & Furioso" en 2002 instalara la moda de los films de acción pisteros; en 1998, Gérard Pirés estrenaba "Taxi", una comedia de acción francesa, que con mucha gracia, carisma, y agilidad presentaba un terrenal duelo entre las marcas Peugeot y Mercedes Benz a modo de multilenguaje que penetraba al público. Policias vs ladrones, franceses vs alemanes, populares vs sofisticados. Una buddy movie con la capacidad de atraparnos en diferentes niveles. El éxito fue inmediato, por lo menos en Europa, y propició tres secuelas y una olvidable remake yanqui que no tiene nada que ver con nada. También instaló a su dúo protagónico como personajes populares, en especial al taxista Daniel Morales interpretado por Samy Naceri. Once años pasaron de la última entrega "Taxi 4", con una saga que se mantenía aunque había perdido buena parte de su chispa inicial. Como siempre, el marketing manda, y así como las marcas de automóviles sacan nuevos modelos, esta franquicia pretende hacer lo mismo con "5° a fondo", intentando tomar la posta, pero renovándola. Remplazando a Pirés y a Gerard Krawczyk (el, hasta ahora, encargado de todas las secuelas), Franck Gastambide se ubica en la posición de director, y no sólo eso también es el protagonista. Gastambide es Sylvain Marot, policía de elite parisino que recibe la terrible noticia de ser trasladado a Marsella, aún contra su voluntad. El ahora alcalde Gibert (Bernard Farcy), conexión con la saga original, le encarga a Marot la investigación de una banda delictiva italiana dedicada a desbancar joyerías a bordo de sus Ferraris. Marot es un experto conductor, pero no tiene la carrocería necesaria. Para eso, deberá contactar a Eddy Maklouf (Malik Bentalha), un piloto mediocre, pero con una capacidad o adquisición única, es el sobrino nieto de la leyenda Daniel Moráles; y es quien tiene acceso al Peugeot 407 que marca la saga. Como parece ser regla de acá hace unos años, "5° a fondo" es mitad secuela, mitad remake de la primera. De alguna manera vuelve a contar la misma historia, o una muy similar, pero con los datos cambiados para poder linkearla. Algunos datos, Malik Bentalha es el sobrino nieto de Samy Nacery, ausente con aviso en esta película; por lo que básicamente se interpreta a sí mismo en pantalla, o algo así. Lo que sí cambió son las características de los personajes. Lo que antes representaba Daniel Morales, ahora se divide entre los dos protagonistas. Antes era un policía inexperto que se unía a un taxista pistero y as del volante. Ahora tenemos a un policía experto, as del volante; que se une a un piloto de reputación dudosa; pero que posee el automóvil en cuestión. ¿Funciona esta fórmula de mezclar las características? No."5° a fondo" es una buddy movie clásica que, a diferencia de las anteriores, no puede reforzar ninguna de las características típicas del subgénero. Los protagonistas no tienen química, y por separado tampoco tienen carisma. Nunca entendemos bien la presencia de Eddy, nunca nos interesa; es más, rogamos que lo saquen de la pantalla. La chispa, se ve, no es hereditaria. Las escenas de acción que impactaban en 1998 con vértigo pero sin marear, ya no impactan veinte años después, y se remplazó por un montaje confuso e insulso, más propicio de lo que "Taxi" venía esquivando en sus entregas anteriores. El guion, que vuelve a contar con la presencia de Luc Besson (aunque ya no como guionista único ni principal), se siente más que nunca como una excusa, no despega, no toma velocidad; y lo que termina por fundir el motor, apunta a un humor de muy dudoso calibre. Cualquier intento por renovar la franquicia, como renovar el auto al estilo de hoy, no llega a entusiasmarnos. Por el contrario, todos los aportes nuevos son los que hace que la cosa no camine. Decepcionante para los seguidores;"5° a fondo" puede ser vista por recién llegados que sólo se perderán de algún dato no muy interesante (como todo lo que sucede). Estos también chocarán con una propuesta desangelada cliché, y muy mal elaborada. En su momento, "Taxi", fue el puntapié inicial para la posición del Besson guionista y productor que tan buenos réditos dio. Aportaba frescura, originalidad, y vibración constante para diferenciarse del estándar de Hollywood. Nada de eso quedó en "5° a fondo", una entrega por obligación, sin alma, burda, y lo peor, bastante aburrida.
Basada en una popular leyenda venezolana, "El Silbón: Orígenes", de Gisberg Bermúdez, es un sólido relato en dos tiempos, que mezcla la denuncia social con la atmósfera de terror ¿Hay una base mejor para el terror que los mitos que se van transmitiendo oralmente a través de las generaciones? El plus de posible verosimilitud es algo que difícilmente se logre con cualquier historia que parta desde cero en un guion cinematográfico. La leyenda de "El Silbón" data del Siglo XIX en la región de Los Llanos. Según cuenta, un joven fue atado a un poste boca arriba y azotado a latigazos como castigo de su abuelo por haber destripado a su padre, quien previamente había asesinado a la esposa/madre por considerarla indigna. Luego de lacerar aún más sus heridas con alcohol, fue liberado junto a dos perros carnívoros, y maldecido a cargar para siempre con los huesos de su padre. El Silbón es un alma en pena, y su presencia la marca un característico silbido al compás de las notas musicales, con acentuación en el medio; por lo cual, si se lo escucha cerca está lejos; y si se lo escucha lejos, está cerca. Casi que no hay nadie en Venezuela que desconozca qué es El Silbón, por lo cual, hacer una película sobre su historia pareciera ser un aporte acertado; por lo menos localmente. ¿Funciona fuera de ese contexto? Gisberg Bermúdez Molero encara su segundo largometraje, el primero de género, en un tono muy diferente a su ópera prima "Portion", de tono más dramático. Esto a la hora de la consideración se nota, "El Silbón: Orígenes" mantiene mucho peso dramático, focaliza el contar una historia, antes de recurrir al terror de efectos. Coproducción entre Venezuela, México, y Estados Unidos; esta se aprecia como una película a gran escala. Si bien puede que los recursos con los que cuenta no se equiparen a los de un film promedio hollywoodense. Se apoya en dos reconstrucciones de época y lugar; aprovecha las filmaciones en exteriores, y técnicamente se ve muy aceptable. No por nada resultó ganadora en la Competencia Iberoamericana del recientemente finalizado Festival Buenos aires Rojo Sangre, y ya había recolectado premios en el Festival de Cine de Venezuela. La primera ambición que notamos, además de las reconstrucciones, es el hecho de una narración en dos tiempos diferentes. Con paralelismos entre dos historias de abusos y venganzas. En el Siglo XIX, Ángel (Vladimir García), sufre las consecuencias de un padre abusivo (Fernando Gaviria), quien en su propia infancia estuvo marcado por hechos oscuros, brujería incluida. En el ¿presente? Una niña carga con una maldición propia, también desencadenada por acontecimientos de su historia familiar; y un padre que intenta averiguar qué es lo que sucede. Las réplicas del pasado en el presente son palpables, y es evidente que una historia tiene que ver con la otra, acrecentando la idea de la maldición. Ángel se transformó en El Silbón, un alma torturada que venga a todo aquel que mantenga un trato abusivo, en especial con los niños y las mujeres. Venezuela no es un país con una larga tradición en cine de terror. Aún se recuerda "La casa del fin de los tiempos", de 2013 como el primer film de ese género en aquel país. Al igual que aquella, se recurre primordialmente al drama para construir clima y adentrarnos en la historia. En "El Silbón: Orígenes" veremos dos historias trágicas, de círculos abusivos, personajes indefensos, y otros perversos. Aún se recuerda "La casa del fin de los tiempos", de 2013 como el primer film de ese género en aquel país. Al igual que aquella, se recurre primordialmente al drama para construir clima y adentrarnos en la historia. En "El Silbón: Orígenes" veremos dos historias trágicas, de círculos abusivos, personajes indefensos, y otros perversos. Aún se recuerda "La casa del fin de los tiempos", de 2013 como el primer film de ese género en aquel país. Al igual que aquella, se recurre primordialmente al drama para construir clima y adentrarnos en la historia. En "El Silbón: Orígenes" veremos dos historias trágicas, de círculos abusivos, personajes indefensos, y otros perversos. El tratamiento que se le da a esto es sencillo, por lo que no constará demasiado que empaticemos. Paulatinamente nos iremos metiendo en una historia cada vez más turbia, opresiva, hasta que los sustos exploten en el tercer acto más convencional. No exijan acá una montaña rusa de jump scares, no lo van a tener, tampoco hectolitros de sangre. "El Silbón" apuesta a la oscuridad, a la atmósfera pesada, a cierta lentitud pretendida pero no abrumadora, y a la sugestión antes que al pavor. Con buenos recursos en la fotografía, un montaje muy logrado que permite pasar de una época a la otra de un modo muy fluido y sin necesidad de aclarar; y un conjunto actoral sólido; lo único que la reciente son algunos tramos en los que recae a una tradición más telenovelesca. En definitiva, se asume como una propuesta seria, rigurosa, con elementos muy positivos, y un deseo por querer entregar un producto noble. La base de tradición es un aporte fundamental, y el compromiso asumido para narrar dos dramas intensos la potencian aún más. Pequeña gran sorpresa, "El Silbón: Orígenes" es una leyenda cinematográfica por la que bien vale la pena jugársela.
Haciendo un recorrido geográfico histórico por la región más sureña del país, "Leyendas del tren patagónico", de Sebastian Deus, es un poético documental sobre la ausencia y las historias a descubrir. Quizás por ser un territorio inmenso y poco poblado; quizás por poseer tierras que fueron anexadas posteriormente a la República; quizás por ser la región en la que mayor concentración de cultura originaria persiste; la Patagonia pareciera ser una tierra plagada de misterios. Su iconografía inmediatamente nos lleva a una suerte de limbo en la que el pasado y el presente se confunden, y lo que abundan son las grandes extensiones áridas. También es cierto que gracias a las sucesivas inmigraciones, hay un cierto aire extranjero y de delimitación difusa. Todo esto lo veremos en "Leyendas del tren patagónico". Tercer documental de Sebastián Deus, el mismo de "Por el camino de Modesto" y "TV Utopía"; y si bien no guarda grandes relaciones con ninguno de los dos, es algo más cercano al primero. Bailey Willis es un reconocido geólogo norteamericano, que entre 1910 y 1914 vivió en la Patagonia contratado por el gobierno para analizar la hidrología de la zona que permitiría la construcción del Ferrocarril Nahuel Huapi que uniría ambos océanos. Su trabajo, presentado en 1914, llamado El norte de la Patagonia, proponía la desarrollista idea de crear un polo industrial en la zona. En 1934, finalmente se concretó la construcción del ferrocarril que va de Viedma a Bariloche, y que se transformó a sí mismo en un ícono y atractivo turístico de la zona. Tal como hizo en Por el camino de Modesto, pero de modo menos personal, Deus reconstruye el viaje de Willis, o mejor dicho, lleva a otro investigador por un viaje sobre el tren de marras. Esa “excusa” le servirá para descubrir y presentarnos diferentes historias que rodean la zona para correr algo del halo misterioso que la envuelve. Cargado de los escritos de Willis, este investigados se adentra en el recorrido que hizo aquel por la hidrología, solo que ahora arriba del tren soñado ¿Qué cambió, qué perdura? La cultura de pueblos originarios atraviesa, mezclado con el espíritu gauchesco. Allí aparece la figura de Bernabé Lucero, y una leyenda que tiene que ver con la extraña zona de Bajos del Gualicho, y La cueva del Diablo, o La Salamanca, que se encuentran ahí mismo. Deus realiza un documental sobre exploradores, y él mismo se convierte en uno. Con una cámara curiosa, a la vez que contemplativa. En su corta duración, Deus se posa en la fotografía natural del lugar, se limita a posar la cámara, y buscar el ángulo para que la poesía fluya. Hay silencios, pausas y quietudes, porque claramente el ritmo y el movimiento intenso no pertenecen ahí. El realizador construyó un documental pequeño, para nada ambicioso, que respira mucho de la cultura originaria Tehuelche, e indaga también sobre quienes vinieron con otras ideas de progreso. Quizás sirva como un trabajo de aporte turístico, pero la solvencia y talento del director, es lo que lo eleva como un material de importante peso cinematográfico. "Leyendas del tren patagónico" enamora, nos hace parte, e invita a seguir viajando.
Siguiente paso en el universo cinematográfico de DC, "Aquaman" de James Wan parece haber escuchado el pedido de los fans, aún manteniendo la impronta de la casa editora. Durante más de veinte años, el reinado de las películas de superhéroes era casi exclusividad de la gente de DC. Superman en 1978 plantó bandera y nadie se le animaba, por lo menos no con el suficiente éxito y producción como para hacerles sombras. Recién para 2000, "X-Men" comenzaba a cambiar el panorama; junto a "Iron Man" ocho años después. Ya para 2012, "Avengers" llevó la posta a la vereda de enfrente. Desde entonces, el fanmade está con Marvel, y DC navega en desesperados intentos por recuperar lo que era suyo. "Aquaman" es otro capítulo dentro de esa contienda. Que son demasiado solemnes, muy plásticas, que los personajes y los diálogos no están desarrollados, que les falta gracia. DC recibió críticas de todo tipo en los últimos años, y parece que tomaron nota. El personaje creado por Mort Weisinger y Paul Norris no está entre los más populares, por lo que el desafío era doble. Aunque el antecedente con "Mujer maravilla" era positivo. Pareciera que ahora les va mejor cuando se alejan un poco de sus dos pilares Superman y Batman. Quizás la falta de presión de tener que hacer algo enorme los favorece. "Aquaman" se siente así, una película relajada, pensada para el entretenimiento directo; y esa es su clave para obtener resultados positivos. Ubicándose luego de los hechos de "Batman vs. Superman" y "La Liga de la Justicia", Arthur (Jason Momoa) ya actúa como un paladín en el mar, rescatando inocentes, y atacando a una banda de piratas modernos, entre otras cuestiones. Pero el pasado vuelve a buscarlo. En una secuencia previa conoceremos sus orígenes, como hijo de un cuidador del faro (Temuera Morrison, gran rescate) y Atlanna (Nicole Kidman), reina de la Atlantida que huyó de un matrimonio arreglado para prolongar la dinastía. "Aquaman" se maneja con intrigas palaciegas y todos sus elementos. Celos, traiciones, envidias, entramados, distintas familias disputándose el poder, y por supuesto, choque de dos mundos. Arthur desconoce, o niega, mucho de su proveniencia; y aquello de lo que su madre una vez huyó, ahora reclama su presencia. Ante la posibilidad de asunción de un nuevo rey, Orm (Patrick Wilson), hermanastro de Arthur; los opositores necesitan que este reclame su trono legítimo. Pero para esto, primero deberá formarse y superar una serie de desafíos. Aquaman es similar a Thor o Black Panther en este aspecto, pero resuelve varios asuntos mejor que aquellas. No abusa del humor absurdo cliché, empatiza mejor con los personajes y su química entre sí, no convulsiona los sentidos, y no se asumen como más que una película pochoclo rápido. Orm pretende dar por terminado un pacto de paz con los humanos e imponer su poder. Vulko (Willem Defoe) que entrenó a Arthur de chico, ahora debe guiarlo nuevamente. Se le suma Mera (Amber Heard), princesa de otro dominio que en un principio no empatiza con los humanos, pero terminará formando dúo con Arthur para truncar los planes de Orm. En realidad el argumento es bastante sencillo, y si por algo se complejiza es por abarcar demasiado, quizás más de lo necesario. No se destaca por su originalidad, ni busca hacerlo. Es un espectáculo que entra por lo visual (sin recaer en la megalomanía de los films de Snyder), y presenta un timing adecuado para la aventura. No encontraremos mucho del James Wan clásico asociado al mundo del terror, quizás sí el de "Rápido y Furioso". En lo que es un film por encargo, Wan le otorga espacio a los personajes, les de su momento de lucimiento y protagonismo a cada uno, y hace que la película fluya armoniosamente. "Aquaman" tiene humor, mucho, quédense tranquilos. No es ese humor en base a las referencias cancheras, aunque sí hace uso de una banda sonora muy ganchera y certera con acordes de clásicos vintage. El humor de "Aquaman" recuerda al del "Superman" de Donner, apelando a la química de la pareja, sacando chispa del cruce de mundos. En este aspecto, Momoa y Heard se complementan, se divierten y nos divierten. No trata de asumirse en serio, y así todo se ve agradablemente ligero, colorido, pasatista, pero sin perder la épica distintiva de DC. Las dos horas veinte de duración pasan rapidísimo y nunca decae. Momoa ya había demostrado estar a la altura del personaje. Acá explota un poco menos su costado burlón que en los films anteriores, y nos convence que el protagónico no le queda grande. Los secundarios son otro acierto, sumándole a los mencionados, un Dolph Lundgren delicioso. Aquaman se dispersa en el medio, abarca demasiados giros y aristas. Lleva a sus personajes de un lado hacia el otro. De recolectar pistas, a enfrentarse a un monstruo; de truncar al pirata transformado en Black Mamba (Yahya Abdul-Mateen II, algo deslucido) a adentrarse en las intrigas interoceánicas. En algún punto, esto la debilita. Cuando se focaliza, y se concentra en el viaje de Arthur y Mera, ahí la película sube y atrae. Por suerte, es el mayor tramo. DC parece haber tomado lo mejor de su casa rival, sin necesidad de querer imitarlo infructuosamente como hizo en "Suicide Squad". Conservando su espíritu, y aportándole humor y ligereza. El resultado es bienvenido. Así como nuestro protagonista, hay un trasfondo de querer recuperar el trono. Solo el tiempo dirá si lo lograron.
Sin aportarle nada nuevo al género, "Cadáver", de Diederik Van Rooijen, es una película de terror que falla en su objetivo principal, asustar a su público. Cada género tiene sus expectativas propias. Las del terror, serán asustar, sugestionar, o al menos tensionar en algún tramo de la película. Por menos que se le pida a una película, ese elemento básico del género, tiene que estar. "Cadáver" es la primer película en Hollywood del holandés Diederik Van Rooijen, un film por encargo que debería funcionar como carta de presentación hacia el futuro. A vista de los resultados, el modo de presentarse no ha sido el más auspicioso. Con muchos elementos en común con la exquisita "La morgue", o "The Autopsy of Jane Doe", se plantea una película de terror en la que un cadáver en el depositario de cuerpos será el desencadenante de todos los males. Sin embargo, allí en donde el film de André Øvredal brillaba por su originalidad y frescura; "Cadáver" se limita a repetir de modo cansino, todos y cada uno de los lugares comunes esperados, menos el fundamental, el crear el susto. Megan Reed (Shay Mitchell) es una alcohólica en recuperación, con un pasado oscuro, que consigue gracias a su padrino en la AA, un trabajo en una morgue. En esa primera noche en el lugar cae un cuerpo, el de una joven rubia, la Hannah Grace del título local (Kirby Johnson). Ya en una secuencia inicial vimos que Hannah era una joven poseída por un demonio, que fue sometida a un exorcismo que resultó fallido, y su padre tuve que encargarse de ahogarla para que la cosa no se saliera más de cauce. Por lo tanto, desde el momento en que vemos que su cuerpo llega a ahí, tres meses después del exorcismo, sabemos qué es lo que pasará. Hannah se despierta, o hace una transmutación de su cuerpo, no se entiende, es confuso, pero no importa, y se irá cargando a distintos personajes para ir reconstruyéndose, o sanando su cuerpo, con cada muerte. Por supuesto, Megan será la encargada de detenerla. Pero no estará sola, recibirá una ayuda extra, que no revelaremos, pero que no resulta para nada creíble. Aquí hay muchísimas cosas que no cierran, sin explicación, baches, y hasta elementos muy obvios que le escapan a toda lógica. La resolución de lo que plantea sería realmente sencilla, y sin embargo, a ningún personaje se le ocurre; y al momento de arribar al final, por la necesidad de dar el enganche, termina traicionando toda su escasa premisa. Aun así, nada de esto sería tan grave si hubiesen construido un sólido entretenimiento. "Cadáver" es un compendio de todos los elementos que algo de terror debería tener. La escena previa (aunque de no haberla tenido se hubiese ganado en suspenso); la protagonista con un pasado oscuro, alcohólica, y en recuperación; el primer día de trabajo; los secundarios que son simples peones y que tienen el comportamiento más estúpido posible; la superación personal para arribar a resolver el enigma; y un mal con la sola explicación de ser demoníaco. A todos los problemas del guion, y los lugares comunes poco estimulantes, se le suma el peor error de todos, no generar ningún tipo de susto o clima. Hay algún jump scare, muy mal hecho, que no asusta, no coordina bien el golpe con el impacto de la imagen; y en lo general las muertes son poco creativas, escasas de sangre, y fuera de cualquier tensión. En cada una, desde que arranca la escena, antes de que aparezca Hannah, sabemos que ese personaje va a morir ahí. No hay atmósfera, no hay crescendo, todo es plano; menos hablar de construcción dramática, ni lo intenta. Shay Mitchell tiene en sus manos un personaje poco elaborado, y ella tampoco hace demasiado por mejorarlo. No llegamos a odiarlo, ni a quererlo, no nos importa demasiado. Kirby Johnson, como el cadáver, maneja un buen movimiento corporal, pero obviamente, si el film no asusta, ella no puede hacer mucho. "Cadáver" parece ser una película de esas que hay de a miles circulando online, en DVD, o en cualquier plataforma streaming como relleno; salvo que tiene el detalle de verse prolija por tener la banca de un estudio detrás. Diederik Van Rooijen no hace demasiado en su ópera prima, y se nota que está trabajando con un material que no es suyo, hace de piloto automático, o de quien trabaja a reglamento, cumple la función que le encargan, y abandona sin ningún plus. "Cadáver" no es un film incómodo, tampoco es una propuesta que vayamos a odiar, y ni siquiera ofrecerá algo que se transforme en la comidilla de los comentarios negativos: Es, ni más ni menos, que una de terror, muy, muy olvidable.
Montada sobre la buena química de la pareja, y en especial, en una lograda interpretación de Paula Cancio, "Eso que nos enamora", de Federico Mordkowicz, es una simpática comedia dramática romántica que respeta los cánones del género sin esfuerzo. Una película de taquito, así podríamos definir a la ópera prima de Federico Mordkowicz, sin dudas. Cada género tiene sus reglas y sus formas. Hay películas que se animan a ir a más, a fusionar géneros, a romper las reglas, a introducir elementos ajenos y hasta las que le escapan a cualquier encasillamiento. "Eso que nos enamora" es el opuesto, es una película conformista, no entendiéndose esto como necesariamente malo. Pagamos para ver una comedia de tintes dramáticos, y mucho romance, y eso es lo que nos da, ni más, ni menos. No pidan originalidad, sí frescura. Ariel (Benjamín Rojas) se acaba de separar de su pareja (Sabrina Machi), aparentemente por su negativa a ser padre. Atraviesa una etapa oscura y estancada de su vida. Tiene que irse a vivir con su primo (Carlos Portaluppi), que está a punto de inaugurar el sueño de su visa (o uno de ellos), montar un bar en su propia casa. Ariel es arquitecto, pero trabaja como administrativo contable… por poco tiempo, su estado anímico le juega en contra y lo terminan despidiendo. Soltero y desempleado no le encuentra un rumbo a su vida, cerrado a la posibilidad de conocer un nuevo amor. En la inauguración del bar se cruza accidentalmente con un rubia despampanante (Paula Cancio), borracha, que básicamente se le mete en su dormitorio y amaga con tener sexo con él. El destino sigue jugando sus cartas, y al día siguiente, Ariel vuelve a cruzarse con la rubia despampanante, que resulta ser Noemí, fotógrafa. Pero esta niega todo contacto con él, y actúa de modo poco sociable. Por supuesto, "Eso que nos enamora" es la historia entre Ariel y Noemí, que se irá construyendo de a poco; con las insistencias de él, y la muralla de ella que de a poco se va cayendo. Noemí quiere ganar una beca, y para eso, lo contrata a él como asistente, dando el primer paso de acercamiento. No hay sobresaltos aquí, ni nada que desvíe del camino tradicional; pero tampoco lo necesita. Casi que podríamos adivinar todo lo que sucederá a partir de los cinco minutos, pero nuevamente, no le juega en contra, porque desde el vamos, sabemos que esas serán las cartas a jugar, y por el contrario, cambiar eso, hasta sería traición. Mordkowicz, que también se encargó del guion, construyó una serie de escenas bien logradas, un ritmo tranquilo pero continuo y siempre correcto, y una estructura de diálogo, que más allá de alguna frase de manual, apuesta a la naturalidad y se favorece. Hasta se da el lujo de procurar alguna escena con un elipsis muy simpática, similar a los clásicos de Richard Curtis. Otro acierto es la creación de personajes, e incorporación de secundarios. Ariel es un personaje querible, tradicional, alejado del galán. Noemí tiene la dualidad de la dulzura, la locura, y esa sombra negra que habrá que desentrañar. Portaluppi, Julián Kartún (alejado de su histrionismo clásico), Sofía Gonzáles Gil, Leticia Siciliani, y Barbie Funes, tienen en sus manos buenos secundarios, y el director les sabe dar el lugar para su lucimiento. Como en las buenas comedias románticas, los secundarios son el agregado fundamental. Rojas y Cancio tienen buena química, lo hacen creíble. Rojas tiene un personaje alejado del galán medio chanta “allá Cris Morena” que aprovechaba su sonrisa pícara, convence y hasta se encarga de la banda sonora acorde; pero inevitable queda algo opacado por una Paula Cancio que es una bomba. La española es mucho más que una mujer bella, es una actriz de carácter, de pisada fuerte; capaz de pasar de iluminar la pantalla con su sonrisa, a componer buenas escenas dramáticas, en segundos, y en todas transmite. Sería normal que en este tipo de propuestas, los actores actúen bien, pero no deslumbren, Cancio lo logra, ella es lo mejor de la película desde su primera escena. Eso que nos enamora se sigue con una sonrisa, es amena, y consigue buenos momento dramáticos sin forzarlos. Quizás la ópera prima de Federico Mordkowicz, no pase a la historia como el film romántico más memorable de la historia, pero consigue resultados más que nobles sin subestimar a su público.
Del mismo equipo de Román, y con resultados similares, llega "Ruleta Rusa", de Eduardo Meneghelli, un policial de venganza con una estética muy particular. ¿Ha nacido un nuevo dúo dinámico? A fines de mayo de este año llegaba a las salas argentinas "Román", un policial bien de género, que se destacaba por una producción importante, un elenco notable, y un conjunto que le dio pase libre en la colección de consumo irónico, o películas muy divertidas para revisar de tanto en tanto. Pero sobre todo, lo que llamaba la atención era su protagonista, el actor que interpretaba al Román del título. Gabriel Peralta protagonizaba, y producía, y toda la película se centraba en su figura, un policía de altos valores, inquebrantable, capaz de cargarse a todo un sistema de corrupción él solo. Apenas seis meses después, llega "Ruleta Rusa", que nuevamente trae a Meneghelli en su segunda película, y a Peralta como actor principal y productor. Si bien son películas diferentes en sí (los guionistas no son los mismos), la conclusión de ambas es bastante similar. "Ruleta rusa" es otra película muy divertida (¿a pesar suyo?), catapultada directo a la memoria del consumo irónico, enmarcada como policial de género. Si en Román Peralta era un policía que se oponía a los manejos turbios de un pastor evangelista que se adueñaba de los inmuebles de sus fieles, y manejaba hasta a la propia institución de seguridad; ahora es Rudy, un foráneo que llega a un pueblo chico en busca de venganza. Rudy vuelve al pueblo para vengar a su padre, y su objetivo es Parra (Enrique Liporace, que esta semana logra doblete de estrenos para el consumo irónico, lo queremos), el capo mafia del lugar, un ser despreciable que habilita todo tipo de negocios oscuros, y se maneja con dos matones muy extraños (Pablo Pinto y Lautaro Delgado Timruk). El destino le juega una mala pasada a Rudy, y de entre todas las chicas del pueblo, se enamora de Maru (Abril Sánchez), casi al instante de conocerla, y resulta ser la hija de Parra. Los planes de Rudy cambian (o no tanto, pero los oculta), y pasa a querer tener una familia con Maru. Para eso, consigue trabajo en el bar del pueblo, regenteado por Sayago (Pompeyo Audivert), al que Parra obliga que le de trabajo para tenerlo ocupado, y planear su propia estrategia contra el muchacho. A diferencia de Román, la bajada de línea morosa no es tan obvia. Estamos hablando de un western pueblerino típico, con todos los elementos sabidos, y una cantidad de personajes variopinta. El bar de Sayago funciona como un cabaret, en el que también juegan a la ruleta rusa, y abundan los personajes extraños o estrafalarios, como un presentador a cargo de Matías Marmorato. Siguiendo ese clima de tugurio extraño, la película se inclina en varios tramos por un aire cuasi lisérgico, con lentes rojo, angulares, imágenes distorsionadas, y hasta oníricas, y de un marcado homoerotismo. Todo esto, creando una dualidad con los momentos más “pacíficos” de Rudy con Maru. "Ruleta Rusa" tiene errores, notorios, una elipsis temporal confusa, diálogos forzados, un timing desparejo; no tiene los planos de los músculos de Peralta como en Román, pero igual hay escenas mal montadas; y la historia en sí, no llega a funcionar del todo. Pero también tiene aciertos, y es en su elenco, que a diferencia de la anterior película, parece entender mejor de qué va la película. Pompeyo Audivert es un formidable actor y director de teatro, su personaje le exige la sobreactuación, y está en su salsa; es una criatura divina. Enrique Liporace es gustoso verlo en este tipo de películas, le agrega el tono justo de bizarrés a esos mafiosos bien malos. A Matías Marmorato siempre es un placer verlo, y plus, hace uno de esos papeles en donde puede desplegar sus alas, su incorporación es un gran acierto y está entre lo mejor de la película. Pablo Pinto y Lautaro Delgado Tymruk (en especial este, uno de los mejores actores de su generación), se divierten y nos divierten. Todos superan los escollos de sus personajes y lo que tienen para decir, y logran buenas performances. Por su parte, Peralta no mejoró en seis meses. Hay personajes que no se entiende para qué aparecen; y situaciones muy extrañas, sin lógica, aún dentro del tono de la película. Pero se trasluce una intención de querer hacer una propuesta de género con una estética y atmósfera particular. "Ruleta Rusa" en definitiva, mejora respecto a Román, y sigue ofreciendo buen material para ser vista como buen consumo irónico. ¿Otro dato positivo? Meneghelli y Peralta ya se encuentran trabajando en su tercera película. Podemos ir armando un club de fans de este dúo que promete ser prolífico.