Casi al mismo nivel de la anterior y más famosos en cortas apariciones Apenas algo inferior a la primera, “Muppets 2: los más buscados” vuelve a divertir a grandes y chicos y sólo es de lamentar que se exhiba únicamente en versión en castellano. Dirigida nuevamente por James Bobin, esta secuela repite y amplía las características de la primera al incorporar mayor número de cameos y una acción aún más vertiginosa que la anterior. A nivel de los muñecos, Walter cederá su protagonismo de alguna manera a Constantine, cuyo parecido con la Rana René (Kermit) le permitirá en algún momento sustituirla sin que los demás “muppets” perciban al principio el reemplazo. Constantine es un personaje perverso que está confabulado con Dominic Badguy (Ricky Gervais), especie de manager que en verdad trama un robo espectacular, escudado tras una gira de los muñecos por diversas ciudades de Europa. La trama es relativamente sencilla pero la variedad de escenarios le otorga mayor interés. La gira permitirá un verdadero viaje turístico por Berlin y su estación central ferroviaria (Hauptbahnhof), Madrid y la estación Atocha pero también su plaza de toros y el museo del Prado. Luego seguirán Dublín y finalmente la capital inglesa, en cuya Torre de Londres se encuentra el objetivo del plan de Constantine y Dominic. Intercaladas entre tantas ciudades europeas se nos muestra el Gulag de Siberia (que algún muppet confunde con “goulasch”), donde se encuentra encerrado Kermit y custodiado por la eficiente carcelera Nadia (Tina Fey). Entre los convictos hay algunos rostros conocidos como el de Danny Trejo y entre las escenas más desopilantes se destacan los ensayos de números de comedia musical con dichos rudos reclusos. Para los adultos resulta divertido identificar a los numerosos actores en cortas apariciones (cameos). Algunos son mencionados por sus nombres (Salma Hayek, Christoph Waltz, Celine Dion) pero otros no y resulta divertido identificarlos. Así desfilan Tony Bennett, Lady Gaga, Saoirse Ronan, Frank Langella y varios más. Entre los muppets, además de Kermit, tendrán fuerte protagonismo Miss Piggy, Fozzie, Animal, Gonzo. Y entre los personajes en vivo se turnarán entre otros Zack Galifianakis, Toby Jones, Ray Liotta, Miranda Richardson y Stanley Tucci. Pese a la objeción apuntada de estar las voces y las canciones en castellano, es reconocible la calidad del doblaje, que no molestará a los más pequeños.
Italianos, judíos y otras etnias en una Nueva York colorida Han pasado casi quince años desde la última película en que Woody Allen actuara y no fuera dirigido por si mismo. De hecho, en muy pocas oportunidades Woody ha sido protagonista de films de otros directores. Fue el caso de sus primeros dos: “¿Qué pasa Pussycat?” y “Casino Royale” pero ya en el tercero (“Robó, huyó…y lo pescaron”) era él quien estaba detrás de la cámara. Vale entonces señalar lo excepcional de “Casi un gigoló” (Fading Gigoló”), la quinta película como realizador de John Turturro, al contar con el director de “Hannah y sus hermanos” en el reparto. Y si se nombra a este último título de 1986 es porque en él Turturro, de apenas 28 años, aparecía y aún no era mayormente conocido. No tuvo que esperar mucho tiempo para lograr cierta fama de la mano de Spike Lee (“Haz lo correcto”) en 1989 y sobre todo de los hermanos Coen. Ellos lo dirigieron y lo hicieron famoso con “De paseo a la muerte” en 1990 y sobre todo con “Barton Fink”, un año después. En Argentina únicamente se estrenó “Mac y sus hermanos”, su primer largometraje como realizador, con fuerte contenido autobiográfico. De hecho, el actor-director personificaba a su padre italiano que llegó como albañil a Nueva York, mientras que su hijo mayor (Amedeo) hacía de John cuando niño. Ahora vuelve a interpretar a un italiano de sugestivo nombre (Fioravante), un personaje que da nombre al film. Quien hace de proxeneta (cafishio) es nada menos que Murray (Allen), a quien se le ocurre la idea de armar una sociedad explotando las presuntas habilidades sexuales de su amigo. Y la primera clienta será la Dra. Parker, una rica dermatóloga de la cual Woody es paciente. Sharon Stone la protagoniza y a los 55 años ella demuestra, en una escena, que sus piernas conservan el atractivo que le dieron fama con el personaje de Catherine Tramell en “Bajos instintos”. La película abunda en temas caros al director de “Manhattan” ya que entre sus personajes hay varios de raza judía y en particular hasídicos. Es el caso de la viuda Avigal que tiene seis hijos y que compone convincentemente Vanessa Paradis, ex pareja de Johnny Depp y sobre todo famosa como cantante ya que apenas a los catorce años se hizo mundialmente popular con “Joe le Taxi”. En cine no se la ha visto mucho en Argentina aunque son recordables “La chica del puente” y “Rompecorazones”, además de su trabajo como modelo y como rostro publicitario de Chanel. Turturro logra en apenas escasos noventa minutos recrear una historia multiétnica ya que además del policía judío al que da vida Liev Schreiber, habrá una pulposa “clienta” colombiana que interpreta Sofía Vergara (“ménage à trois con la Stone”) y una familia de raza negra del propio Murray, o tío Mo como lo llaman los chicos. Varios parientes del director actúan tales como su prima Aída y su hijo menor Diego Turturro. Lo que consigue es crear situaciones divertidas como la que protagonizan varios miembros de la comunidad judía cuando una especie de tribunal enjuicia a la joven Avigal por su aparente relación con Fioravante. Es preferible no dar más pistas aunque sí señalar que se disfrutan las situaciones, muchas emotivas, en un relato donde si algo queda claro es que Nueva York es una ciudad colorida con numerosas etnias que conviven en ella. La banda sonora con canciones de Dalida y la propia Vanesa Paradis entre otras es una del
La mejor película argentina estrenada durante el primer trimestre 2014 “La tercera orilla” de Celina Murga, integró la Competición Oficial de la reciente Berlinale. Tuvimos oportunidad de verla allí y nuevamente este sábado, a sala llena, en el cine Gaumont. La experiencia valió la pena ya que una segunda visión conlleva el riesgo, al desaparecer el factor sorpresa, de que decaiga el entusiasmo inicial. Sin embargo, esto no ocurrió en absoluto con el cuarto largometraje de la realizadora de Entre Ríos, que ya nos había impactado con “Ana y los otros” y en menor medida con “Una semana solos”. Se advierte en esta nueva producción una madurez y solidez dramática que a menudo escasea en las películas de ficción de nuestro cine. Aquí existe propiamente una historia y se plantea un conflicto, sin subrayados innecesarios, que va ganando el interés del espectador de manera casi imperceptible hasta una explosión, necesaria, cercana al final. Ambientada en su provincia natal (Concepción del Uruguay), “La tercera orilla” está centrada en Nicolás - adolescente de casi 18 años – que debe afrontar la no presencia de la figura paterna asumiendo en parte ese rol frente a sus hermanos menores. No es que el padre esté siempre ausente físicamente, ya que aparece y desaparece cada tanto al mantener virtualmente dos familias sin preocuparse demasiado por el “qué dirán”. En otro notable debut, del conocido hombre de teatro Daniel Veronese, éste compone a un frío médico cuya posición acomodada, al poseer un campo donde trabajan varios peones, le permiten llevar una doble vida. Nicolás (Alián Devetac), está terminando el secundario (lugar ya retratado por Murga en su documental “La escuela normal”) donde también está su hermana Andrea (Irina Metzel) a punto de cumplir quince años y festejarlos en la fiesta que organiza su sufrida madre (Gaby Ferrero). Cuando le recuerda a su marido el evento éste le responde que no podrá estar ya que se va de vacaciones. Pero no termina allí el descaro paterno ya que le encarga a su hijo que se ocupe del campo, del pago de los peones y de otros menesteres hogareños. Una escena impactante transcurre en una especie de cabaret en que el padre, evidentemente un habitué del lugar, lleva a su hijo para que se vincule sexualmente con una prostituta. En un momento ésta, ante la incomodidad del joven, le dice textualmente “vos no la estás pasando bien”. Poco antes su progenitor le había preguntado si tenía algún problema con alguna chica. Y acto seguido afirmaba: “a vos te va a ir bien y te tengo fe, pero tenés que ponerte las pilas”. Que Nicolás tiene clara la situación lo demuestra la escena del karaoke con su hermana cuando ambos entonan juntos “Rezo por vos” (de Luis Alberto Spinetta y Charly Garcia), que contrasta calidez con la frialdad del trato que recibe de su padre. O también cuando se defiende “a trompadas” de la agresión de otro chico en la escuela y va a parar al hospital de su padre. De hecho Nicolás ya está haciendo una especie de pasantía allí pues parece dispuesto a seguir los pasos de su padre y abuelo en la carrera médica. Allí se encuentra con Florencia, breve rol a cargo de Sofía Wilhelmi, cuyo padre Gustavo es representante del cine alemán y que junto a su esposa estuvo en la Berlinale y también en la recepción luego de la presentación del film. Además de Alián Devetac y Celina se encontraba presente su marido, el director y aquí productor Juan Villegas El uso de armas de fuego (revolver, escopeta) es otra fuerte presencia inclusive en una escena en que en el campo el médico lo insta a matar a un cerdo moribundo. La negativa del hijo define y contrasta los caracteres de ambos personajes masculinos. Como se afirma al inicio de esta nota, “La tercera orilla” es lo mejor que el cine argentino ha mostrado en estos tres primeros meses del año. El dato podría pasar como simple cuestión anecdótica pero en verdad esconde otra realidad más preocupante y que tiene que ver con la pobre performance de nuestro cine en los últimos tiempos. Con algo menos de treinta estrenos en tres meses es poco lo rescatable. Una sola de las catorce películas de ficción (“El misterio de la felicidad”) tuvo buena respuesta de público (600.000 espectadores) y ello seguramente por tener a Guillermo Francella en el reparto. Parecería que su presencia, la de Darin o en menor medida Peretti pueden asegurar éxito comercial. Las trece restantes sumaron apenas 40.000 espectadores en 80 salas lo que equivale a un promedio de apenas 500 personas por sala. No le fue mucho mejor a los ocho documentales, hasta ahora estrenados en 15 salas, con un total acumulado de 1.000 personas por sala. Seguramente la situación cambiará en los próximos meses del año pero sería deseable que a la luz de lo ya ocurrido haya un replanteo de la política de subsidios del INCAA. No se trata de reducirlos, bienvenidos sean, pero sí de ser algo más selectivos y estrictos en su otorgamiento. De lo contrario repetiremos la situación de 2014 con casi 150 estrenos de un cine que como se afirmara en nota anterior “casi nadie ve”.
Más destacable por su guión que por la realización “Ella” (“Her”), el cuarto largometraje de ficción de Spike Jonze, ganó con justicia el premio al mejor Guión original en la reciente entrega de los Oscars. Es una de las pocas películas premiadas que no fue estrenada antes de su coronación lo que quizás haya obedecido a que la distribuidora no le tenía demasiada fe a la hora de las premiaciones. El debut de Jonze en la dirección en 1999 con “¿Quieres ser John Malkovich?” fue espectacular. Su siguiente opus, “El ladrón de orquídeas” fue en general, aunque no en forma unánime, bien recibida. Su penúltima realización, “Donde viven los monstruos” (“Where the Wild Things are”) llegó directamente a DVD en nuestro país y mostró una temporaria declinación. Ahora “Ella” sube algunos peldaños aunque, en opinión de este cronista, no llega al nivel de su célebre opera prima. Se trata de un relato que podría calificarse de ciencia ficción al plantear un mundo dominado por Internet que condiciona la vida de los seres humanos. Ambientado en una ciudad del futuro, que bien podría ser Los Angeles, muestra a Theodore Twombly (Joaquin Phoenix) separado de su esposa (Rooney Mara) y mayormente solo como la mayoría de sus habitantes. Su trabajo es como redactor de cartas a pedido y sus escasos contactos con otros humanos se limitan a su vecina Amy (Amy Adams, muy distinta a su caracterización en “Escándalo americano”) y algún que otro compañero de trabajo. Gran parte de su vida más activa transcurre en su departamento rodeado de monitores pero no de teclados, ya que en este mundo imaginario se teclea sin ellos. Otra novedad es el uso de una especie de audífono con el cual cada persona se comunica en forma virtual. Y aquí hace su entrada la “ella” del título, un sistema operativo al que obviamente no se ve pero sí se escucha. Samantha, tal su nombre, no es otra que Scarlett Johansson a la que nunca veremos dada su naturaleza pero cuya cálida y sensual voz oiremos a lo largo de todo el film al igual que lo hace Theodore. Los primeros minutos del film atrapan con su planteo original y ganan en intensidad cuando se establece una rara relación amorosa entre Samantha y Theodore que hasta involucra, de alguna manera un vínculo sexual. Pero obviamente las limitaciones lógicas lo llevan a él a decirle “tu me pareces real pero quisiera que estuvieras conmigo” y preanuncian un conflicto que crecerá a lo largo del metraje. El problema es que resulta difícil sostener la atención del espectador a lo largo de algo más de dos horas y a que ciertas situaciones resultan bastante previsibles. Es el caso de aquélla en la cual Samantha propone una mujer de carne y hueso (Olivia Wilde), como especie de “ersatz” de ella misma. Phoenix monopoliza la pantalla al estar casi todo el tiempo en escena y al no poder hacerlo “ella”, objeto de su pasión. Su actuación recuerda a Fredie Quell, otro personaje excéntrico en la anterior “The Master”. En cuanto a la película, pese a no ser el mismo tema aunque similar género (ciencia ficción), no resiste en la comparación con “Nunca me abandones”, con las notables actuaciones de Keira Knightley y Carey Mulligan y la fascinante novela de Kazuo Ishiguro. “Ella” debería interesar sobre todo a los más jóvenes, acostumbrados a comunicarse por Internet, celulares, Skype y otras vías similares. A las generaciones anteriores, que no se formaron con dichos medios electrónicos, puede dejarles una sensación de soledad y llevarlos a cuestionar los presuntos beneficios de actuales y futuras vías de comunicación.
Pese a que Emiliano Brancciari, el líder de la banda uruguaya, festejará su cuarenta aniversario dentro de tres años, “No te va a gustar” (NTVG) ya lleva veinte años de existencia. Es cierto que su primer disco (“Solo de noche”) salió a la venta recién en 1999 pero desde entonces y con gran regularidad desde su segundo (“Este fuerte viento que sopla”) de 2002 vienen editando uno cada dos años. El documental “El verano siguiente” trata sobre su séptimo y último CD hasta la fecha (“El calor del pleno invierno”) y sobre el dramático accidente de moto que le costó la vida a su tecladista Marcel Curuchet en Nueva York en 2012. La película dirigida por el argentino Gabriel Nicoli parece prestar más atención al proceso de creación de los numerosos músicos que componen la banda y deja lamentablemente poco espacio a la difusión de temas enteros de su vasta obra musical. Figura relevante es Brancciari, quien pese a haber nacido en Argentina puede hoy ser considerado más bien un uruguayo, que sostiene el grueso del film. Indudablemente la muerte de “Curucha”, como le decían sus compañeros, debe haber cambiado fuertemente el tono del documental lo que se percibe a lo largo de su metraje. Lo que sí transmite “El verano siguiente” es la armonía que reina entre los músicos presentando con no poco humor detalles de cómo en forma democrática eligen los temas de su último disco. Hay alusiones futbolísticas. Brancciari es fanático de Boca Juniors, otro de sus compañeros lo es de Nacional de Montevideo. No menor interés presenta el proceso de grabación donde cada músico va grabando por separado su parte, algo obviamente muy distinto a lo que ocurre durante sus recitales. Estos últimos, incluyendo uno reciente en Costanera Sur ante más de 50.000 fans de la banda, son uno de los pocos momentos en que se puede disfrutar de su música. Quizás hubiese sido bueno agregar algunos minutos más al ya corto metraje incorporando algunos de sus temas más famosos. Esta nota fue elaborada junto a Federico Friedlander, gran conocedor de la música de NTVG
Alta posibilidad de quedarse con ambos Oscar a la interpretación masculina “Basada en un hecho real”, la frecuente frase que se muestra al inicio de muchos films no sólo norteamericanos, no aparece en el caso de “Dallas Buyers Club”. Y ello no parece casual ya que si algo transmite “El club de los desahuciados”, poco feliz título alternativo con que se conoce aquí, es una gran honestidad al no tratar de ser vendida por el hecho de no ser una ficción. En efecto, se trata de un relato basado en un personaje real en tiempos en que el HIV (y el SIDA) recién comenzaban a ser masivamente conocidos. La acción se inicia en julio de 1985, no casualmente con un comentario homofóbico de Ron Woodroof (notable Matthew McConaughey) sobre Rock Hudson. Otro de sus colegas no parece tener muchas luces al afirmar equivocadamente que era uno de los actores de “North by Northwest”/”Intriga internacional”. Ron trabaja como electricista en una zona petrolífera del estado de Texas, que lo vio nacer también en la vida real y a la que pertenece la Dallas del título (tristemente célebre por el asesinato de Kennedy). En sus ratos libres participa de sesiones de rodeo que es donde se inicia la película. Sufre un desmayo y luego de ser hospitalizado dos médicos le comunican que sus tests sanguíneos revelan que ha contraído el HIV y que le queda apenas un mes de vida. De allí en más sus días van pasando lentamente al principio (en el film), tardando algunos hasta convencerse que el haber practicado sexo no protegido debe haber sido la causa del contagio, pese a su condición heterosexual y cierta homofobia. Habrá entre una de las tantas escenas en que vuelve a ser hospitalizado, y otras tantas en que se “escapa” literalmente de los centros de asistencia, una que será relevante en su futura vida. Será cuando sufra un fuerte calambre en una de sus piernas y el dolor sea aliviado por su ocasional compañero de habitación. Allí hace su aparición Rayon (Pared Leto, el otro firme candidato al Oscar), especie de “Drag Queen” que se transformará al poco tiempo en su socio para un negocio basado en el tráfico de drogas desde México. Pero no se trata de cocaína sino de medicamentos no aprobados por la FDA (Food and Drug Administration) y que Ron traerá adoptando diversos atuendos. Quien se los provee es una especie de “curandero”, una buena caracterización de Griffin Dunne. En uno de esos viajes lo veremos pasando la frontera, “disfrazado” de cura, con el baúl del auto cargado de mercadería, en una escena muy graciosa. El título de la película alude al negocio que monta, junto a Rayon, creando un club que provee de medicina a la creciente legión de enfermos de SIDA a cambio de un pago mensual. Claro que nada será fácil ya que se verá enfrentado con la competencia de poderosos laboratorios que están probando medicamentos como el célebre AZT, cuya eficacia es puesta en duda por el propio Ron. Pasarán las semanas e incluso los meses y Ron parecerá haber encontrado la forma de que no avance la enfermedad. Incluso viajará a Europa y Japón, donde ha aparecido el interferón, intentando ampliar sus fuentes de abastecimiento de su “club”. A medida que avanza el relato irá creciendo en significación un tercer personaje, uno de los dos médicos que lo atendió al inicio. Eve, la doctora que interpreta Jennifer Garner (“La extraña vida de Timothy Green”), se debate entre su honestidad profesional que le impide hacer las recetas que tanto necesita Ron para si mismo y su club y el cariño que siente sobre todo por Rayon. La película fue dirigida por el canadiense Jean-Marc Vallee, de quien se conoce “Mis gloriosos hermanos”/”C.R.A.Z.Y”, con un tema lejanamente afín al de “Dallas Buyers Club”. Sorprende acá con sus seis nominaciones entre las cuales destacan ambas interpelaciones masculinas pero también al mejor guión original y montaje. McConnaughey fue visto hace poco en la impactante escena inicial de “El lobo de Wall Street” (como Mark Hanna) y ya se cruzó hace cinco años con Jennifer Garner en la olvidable “Los fantasmas de mi ex”. Es muy probable que gane el Oscar a la mejor interpretación masculina y que otro tanto ocurra con Pared Leto (“Réquiem para un sueño” como mejor actor de reparto. Ambos debieron bajar fuertemente su peso para dar más verosimilitud a sus respectivos personajes, pero es la convicción con que los interpretan lo que debería justificar sus probables chances el próximo domingo 2 de febrero.
Fuerte candidata al Oscar como mejor película La clásica advertencia “basada en un hecho real”, que suele aparecer al inicio de muchas películas no sólo norteamericanas, está ampliamente justificada en el caso de “12 años de esclavitud” (“12 Years a Slave”). Efectivamente, Solomon Northup, su personaje central, existió y escribió un libro sobre su experiencia como esclavo a mediados del siglo XIX. El director Steve McQueen no es estadounidense como lo fuera su célebre homónimo, sino inglés. Su filmografía no es muy extensa ya que está conformada por apenas tres largometrajes aunque todos han tenido cierta trascendencia. “Hunger”, el primero y único no estrenado localmente relata la famosa huelga de hambre del irlandés Bobby Sands. Quien lo interpretara era el hasta entonces poco conocido Michael Fassbender, nacido en Heidelberg y que pasó parte de su juventud justamente en Irlanda, en el pequeño pueblo de Killarney, al oeste de Dublín. Fassbender se ha transformado en el actor fetiche de McQueen al haber sido también el actor principal en “Shame: sin reservas”, la siguiente producción del realizador. Ahora ha resignado el rol protagónico pero su relevante interpretación como Edwin Epps, un despiadado terrateniente le ha valido una nominación al Oscar como mejor actor de reparto. En el papel de Solomon Northup el director ha optado por el inglés, de origen nigeriano, Chiwetel Ejiofor. Pese a su juventud, poco más de 35 años, se lo ha visto en varias producciones importantes como “Amistad” sobre un tema afín, “Negocios entrañables” junto a Audrey Tautou con la batuta de Stephen Frears y más recientemente en “El plan perfecto” y “Niños del hombre” ambas junto a Clive Owen. Ejiofor está nominado como actor principal mientras que la joven Lupita Nyongo en el rol de la esclava Patsey lo está en el rubro mejor actriz de reparto. Estas son apenas tres de las nueve nominaciones que incluyen además la de mejor director y película y con buenas chances de ganar en estas dos últimas categorías. Es probable que uno de los mayores atractivos del film sea su tema central: la esclavitud imperante en el sur de los Estados Unidos hacia 1840, que es cuando comienza la acción. Hasta ese momento Solomon era un violinista, hombre libre que vivía felizmente con su familia en Saratoga Springs (estado de Nueva York). Engañado por dos truhanes se dirigió a Washington para trabajar en un supuesto circo por algunas semanas y de pronto lo vemos despertar con grillos en las manos y piernas para ser luego conducido a un estado sudista (Louisiana), donde lo obligarán a trabajar juntos a otros esclavos. Luego de algunos intentos infructuosos para escapar y sometido a duras torturas no le quedará más remedio que intentar pasar lo más desapercibido posible, como le aconsejan algunos de sus miserables compañeros. Va pasando de mano en mano hasta que lo compra el cruel Epps. Este lo increpará y le propinará tremendo castigos al no soportar, según afirma, la “mirada de odio e insolencia”, justificándose al afirmar que no es un pecado su proceder ya que “al ser de su propiedad tiene derecho a hacer lo que quiere con él”. La película tiene escenas muy fuertes sobre todo aquélla en que la joven Patsey, abusada repetidamente por el terrateniente, será torturada a instancias de la celosa esposa (Sarah Paulson). Lo que quizás se extrañe en esta producción es un crescendo dramático que la historia necesitaba. Por momentos se parece más a una acumulación de viñetas, en general bien resueltas, pero a la que les falta cierta unidad. Hay varios intérpretes importantes como Paul Giamatti, Benedict Cumberbatch, Alfre Woodard y Paul Dano que aparecen algo desaprovechados en cortas intervenciones. Brad Pitt lo hará hacia el final aunque su personaje tendrá gran importancia en el desenlace. De todos modos “12 años de esclavitud” no dejará indiferente al espectador, siendo además como ya se señalara una fuerte candidata al Oscar como mejor película.
Notable elenco en lograda adaptación de una célebre obra teatral “Agosto” fue un gran éxito teatral en el mundo y también en nuestro país. Tracy Letts, su autor ganó el Pulitzer y la puesta en escena en Broadway obtuvo además el Tony. Claudio Tolcachir fue el responsable de la versión teatral local con una duración de unas tres horas y un elenco liderado por Norma Aleandro, secundada por Mercedes Morán, Andrea Pietra y Juan Manuel Tenuta entre otros. Es justamente el personaje de Beverly Weston, que Tenuta interpretaba (con otro nombre), quien aparece en la primera escena en la corta pero sobresaliente actuación de Sam Shepard. Y su primera frase “Life is very Long” de T.S.Eliot aparece como una ironía y resultará premonitoria de lo que ocurrirá poco después. No se comete mayor infidencia al señalar que Beverly se suicidará, lo que provoca el traslado de sus hijas y otros parientes cercanos a Osage County (Oklahoma) en el medioeste americano. A partir de allí el personaje de Violet, su viuda, tendrá un protagonismo central, lo que ya ocurría con Norma Aleandro en la versión teatral vista en Argentina. Pero sin desmerecer a nuestra gran actriz, lo que Meryl Streep logra aquí resulta un hito difícil de superar. No sorprende que por 18º vez haya sido nominada la tres veces ganadora del Oscar y menos debería hacerlo el hecho de que muy probablemente se lo lleve Cate Blanchett, su principal rival, por “Blue Jasmine”. Pero la película tiene aún una segunda y última nominación para Julia Roberts como mejor actriz de reparto y si bien la competencia también es feroz, una característica que se viene repitiendo año tras año en lo roles femeninos, sus chances parecen algo mayores que las de Meryl Streep. Digamos de paso que en la versión local la actuación de Mercedes Morán no tiene mucho que envidiar a la de la “mujer bonita” lo que no hace más que destacar a ambas caracterizaciones de Barbara Weston. Justamente la neurótica relación entre Violet y Barbara, madre e hija, es uno de los nudos centrales de “Agosto” aunque no el único ya que los Weston son un ejemplo de una típica familia disfuncional a la que son tan afectas las tramas de muchas películas norteamericanas. El matrimonio entre Barbara y Bill (Ewan Mcgregor, quizás lo más flojo del extenso reparto) está en plena crisis lo que será revelado durante el almuerzo familiar y que mostrará a Jean (Abigail Breslin), la hija de ambos, como una víctima ya a sus escasos catorce años. Incluso será acosada por Steve (Dermot Mulroney) la nueva pareja de su tía Karen (Juliette Lewis). Ivy (Julianne Nicholson), a tercera de las hijas de Violet tendrá también una relación particular aunque aquí si se prefiere no develar nada mayormente. Hay otros personajes relevantes como el de la hermana de Violet, Mattie Fae (Margo Martindale) que esconde varios secretos que se irán revelando a lo largo de la historia y que involucran a su marido Charles (Chris Cooper) y a su hijo Little Charles (Benedict Cumberbatch). Hay aún otro personaje que pese a no pertenecer a la familia Weston tiene cierta trascendencia. Se trata de Johnna, la joven criada de origen indio en una buena interpretación de Misty Upham y que en Argentina hacía (y muy bien) Mónica Lairana. El director John Wells cuyo único antecedente era “The Company Men”, donde ya actuaba Chris Cooper, tiene una larga experiencia como productor televisivo y su mérito es haber logrado condensar en apenas dos horas una obra teatral bastante más extensa. Pero además consigue superar el desafío que significa “darle aire” a una composición dramática no pensada para el cine. Claro que tuvo a su favor el conseguir un notable elenco donde las actuaciones de Meryl Streep y Julia Roberts, justamente nominadas, son el punto más alto de esta lograda adaptación teatral.
Pese al desnivel entre las dos historias el conjunto sale a flote Dos historias separadas por más de cincuenta años conforman “El sueño de Walt” (“Saving Mr.Banks”) de John Lee Hancock, más conocido como guionista de Clint Eastwood (“Medianoche en el jardín del bien y el mal”, “Un mundo perfecto”) que como director (“Un sueño posible”). La más antigua transcurre en 1906 en un pueblo de Australia y está enfocada básicamente en Ginty (Annie Rose Buckley), una niña cuyo padre Travers Goff (Colin Farell) trabaja en el banco local. El mayor problema del progenitor es su adicción al alcohol aunque en sus momentos de sobriedad logre, en sus propias palabras, transmitirle que “nunca deje de soñar ya que de esa manera podrá ser la persona que ella desee”. La otra trama transcurre en Los Angeles a principios de la década del ’60 y tiene a Walt Disney (un Tom Hanks estupendo) y su lucha para convencer a la escritora P.L. Travers (Emma Thompson) para que le ceda los derechos para la filmación de su novela “Mary Poppins”. Este conflicto duró veinte años y había empezado cuando las dos hijas de Walt eran pequeñas. La película va y viene en el tiempo aunque la primera hora dedica más tiempo a la historia más antigua, que es por otra parte la menos interesante. Por un momento este cronista temió que su insatisfacción, ante cierta morosidad del relato, duraría las algo más de dos horas del film. Pero por suerte, cuando el mayor protagonismo lo tuvieron los personajes encarnados por Thompson y Hanks su humor cambió. Aparecen además en escena otras figuras reales como el chofer (Paul Giamatti) de la supuestamente inglesa Travers o el dúo de hermanos Sherman (Jason Schwartzman y B.J.Novak), los músicos de “Mary Poppins”, y también el guionista Don DaGradi (Bradley Whitford). Hay un momento brillante de la película cuando los músicos y el guionista logran “quebrar” por primera vez a la hasta entonces renuente escritora con la famosa composición “Let’s Go Fly a Kite”. Otra escena destacable es la visita inesperada a Magic Kingdom (Disneyland), ambientado tal cual lucía hace cincuenta años. Pese a su resistencia, Walt convencerá a la rígida escritora para que suba en la calesita y monte a “Jingles”, al que califica su caballo favorito. Claro que antes el creador de Mickey debió soportar días enteros en que ella se quejaba de que el guión era horrible o caprichos como el oponerse a que en la película el color rojo estuviera presente. Pero peor aún fue cuando la producción pretendió que los pingüinos de la historia fueran animados y ella le respondió con un neto: “cartoons, not an inch”. Quien haya visto la película de 1964 de Robert Stevenson, con la debutante Julie Andrews y un joven Dick Van Dyke, recordará cual fue el desenlace de dicha disputa. Y para quien no la haya visto pero sí en cambio asista a una función de “El sueño de Walt” provocará seguramente el interés de hacerlo. En algún momento habrá una ruptura y la acción se trasladará a Londres. En su partida desde el aeropuerto de L.A. la escritora le dirá a su chofer que “es el único estadounidense que le ha caído bien”. Esa frase sintetiza un poco la animadversión generalizada que ella experimentaba hacia la sociedad norteamericana y explicará la presencia de Walt al día siguiente en la capital inglesa. Será ese un momento donde él le dirá que no es un “rey Midas de Hollywood” y le contará acerca de su niñez y la dureza con que su padre Elias Disney los trataba a su hermano mayor Roy y a él. Pero además la reconfortará a ella diciéndole que “todos tenemos una historia triste”. El espectador encontrará entonces una mayor justificación a los dos relatos paralelos y alguna revelación adicional que por respeto preferimos no develar. Agreguemos la escena final del estreno de “Mary Poppins” en un esfuerzo de producción (y costo) significativo y que hacen que en el conjunto “El sueño de Walt” logre salir a flote pese a cierta lentitud y escaso interés del inicio. A destacar además la música de Thomas Newman, único nominado al Oscar. Quizás Emma Thompson hubiese merecido integrar la terna. En cuanto a Hanks también, aunque en su caso la nominación está por su buena actuación en “Capitán Phillips”.
Oportunidad para el lucimiento de sus actores El comentario del año pasado de “El lado luminoso de la vida”, el film inmediatamente anterior de David O.Russell, enfatizaba ser “el único de los largometrajes nominados que tiene a sus cuatro actores (principal o de reparto) seleccionados además de los cinco rubros considerados mayores (película, director, actor y actriz principal, guión)”. Y este año “Escándalo americano” (“American Hustle”) vuelve a ostentar tal singularidad. Pero hay aún más similitudes ya que dos de esos cuatro intérpretes (ambos ganaron en 2013) vuelven a estar nominados aunque curiosamente en esta oportunidad no como actores principales sino de reparto. La carrera de David O. Russell, dos de cuyos cuatro primeros largometrajes (“Flirting with Disaster”, “I Heart Huckabees”) no se estrenaron localmente, viene en continuo ascenso al punto de que este año sólo otro film (“12 años de esclavitud”) lo iguala en número de nominaciones (diez). Ese dato lo posiciona a priori como un serio candidato a ser consagrado en las categorías de mejor director y película 2013 en la ceremonia de los Oscar del 2 de marzo próximo. Sin embargo, pese a ciertos méritos sobre todo en el casting, pueden señalarse algunas objeciones a ésta de por sí demasiado extensa historia de casi dos horas y media de duración y con algunos altibajos en su desarrollo. El afiche original refleja en cierta medida su mayor mérito al mostrar a los cinco actores principales (cuatro de ellos nominados). Permite calificar a Russell como alguien que generosamente brinda a sus dirigidos la oportunidad de lucimiento individual en forma alternada. En el inicio el favorecido es Christian Bale, quien ya había ganado un Oscar de reparto en “El ganador” y aquí compite en la categoría principal. La primera escena cuando se “calza” con un pegamento pedazos de pelo en su cabeza casi calva es antológica. Luego ingresa en escena el agente del FBI Richie DiMasso, interpretado por Bradley Cooper que ya había ganado el Oscar el año pasado con “El lado luminoso de la vida”. Pero el aporte más importante será el brindado por la sorprendente Amy Adams (“Julie & Julia”, “The Master”) como Sidney, una joven que simula ser inglesa, siendo la amante y compañera en pergeñar estafas de Irving Rosenfeld (Bale). Richie envolverá a Sidney e Irving y los obligará a colaborar en un intento del hombre del FBI para atrapar a algunos peces gordos de la mafia y a congresistas corruptos del gobierno. Uno de los problemas del film es que es muy hablado y tarda un poco en arrancar. Afortunadamente la segunda parte resulta bastante superior a la primera hora. Allí nuevos actores lograrán compensar ese desequilibrio particularmente con la incorporación a la trama de Jennifer Lawrence como la algo vulgar esposa de Irving y Jeremy Renner como un alcalde del estado de Nueva Jersey que se deja envolver algo ingenuamente en el plan del FBI. Quien también tendrá su oportunidad de lucimiento será Robert de Niro como el capo mafia Victor Tellegio, de la banda del famoso Meyer Lansky. De Niro, visto últimamente en actuaciones mediocres, parece revivir cada vez que lo dirige Russell y aquí se lo ve hablando en árabe con un supuesto jeque en una escena desopilante aunque con un remate poco logrado. Otro punto destacable es la banda sonora con temas de la década del ’70, que es cuando transcurre esta historia basada libremente en hechos reales. Además de Neil Young, Elton John, Santana, se escucha a Paul Mc Cartney en “Live and let Die”. Este último tema podía haber sido sin embargo obviado al ya haber sido utilizado en una película de James Bond. “Escándalo americano” se sostiene sobre todo por las interpretaciones de su amplio reparto donde se destaca Amy Adams pero no parece reunir méritos suficientes para que sea considerada como la mejor película del año.