Apenas el talento de Helen Mirren en anodina producción Lasse Hallstrom tiene una larga y muy irregular carrera como director cinematográfico con veintidós largometrajes hasta el presente. A la década del ’90 pertenecen algunos de sus mayores aciertos (“Mi querido intruso”, “¿Quién ama a Gilbert Grape?”, “Las reglas de la vida”). En los últimos años sólo se destaca “Un amor imposible” (“Salmon Fishing in the Yemen”) en el medio de producciones mediocres (“Querido John”, “Un lugar donde refugiarse”, la no estrenada “Hypnotisoren”). “Un viaje de diez metros” (“The Hundred-Foot Journey”) guarda algunos puntos de contacto con “Chocolate” (año 2000) con la que comparte más de una coincidencia. Así su personaje central vuelve a ser una mujer mayor inglesa (Helen Mirren), que al igual que Judi Dench en “Chocolate” habita en un pequeño pueblo francés. En ambas propuestas la comida tiene un rol central y a la postre (valga el juego de palabras) resultan algo empalagosas y edulcoradas. En esta oportunidad el tema culinario refiere a la instalación de un restaurant de comida india enfrente del único y muy cotizado restaurant de Madame Mallory (Mirren). Quienes allí se establecen son la familia Kadam, llegada de Mumbai y cuyo padre de familia (el veterano Om Puri) descubre en su hijo Hassan (Manis Dayal) un gran potencial como chef. La primera mitad del film muestra la rivalidad entre Kadam y Mallory al que ella califica de “terco como una mula”. En algún momento cierta violencia xenofoba con graffitis del tenor de “Francia a los franceses” y un incendio provocado se desatará sobre la familia india. También habrá espacio para el romance entre la joven chef Marguerite (intrascendente Charlotte Le Bon) y su rival Hassan. Pero ya en la segunda mitad, Mme Mallory le ofrecerá a Hassan trabajar con ella, siendo su objetivo obtener una segunda estrella de la famosa Guía Michelin. El padre del joven se resistirá al principio para luego expresar la frase: “para ganar al enemigo, si no puedes únete” y acceder al pedido de Madame. Lo que la película nos ofrece en la media hora final de las dos que dura será una serie de convencionalismos que arruinarán el hasta ahí liviano pero al menos auténtico conflicto planteado. Es casi una regla de oro, entre distribuidores de cine, que las películas donde la comida tiene un rol preponderante serán éxito de boletería. Títulos tan célebres como “La fiesta de Babette”, “Como agua para chocolate” y en cierta medida la reciente “Amor a la carta” (también sobre comida india) lo certifican. En el caso de “Un viaje de diez metros” sólo el talento de la ganadora del Oscar por “La reina” logrará salvar en parte esta anodina producción.
El notable actor de “La grande bellezza” vuelve a lucirse en doble papel El cine italiano ha frecuentado con cierta asiduidad algunos géneros cinematográficos, destacándose entre ellos la comedia y el film político. “Viva la liberta” resulta de la feliz simbiosis entre ambos géneros, potenciada por la presencia de un actor polifacético largamente consagrado en su país natal. Toni Servillo recién se hizo famoso en nuestro país este año cuando “La grande bellezza” de Paolo Sorrentino ganó el Oscar extranjero, apenas tres días después de su estreno en Argentina. Pero lo que muchos ignoran es que la dupla Servillo-Sorrentino nació a principios de este siglo cuando se encontraron por primera vez en 2001 con “L’uomo in piú”, opera prima del realizador napolitano. Volverían a hacerlo tres años más tarde con “Le consequenze dell’amore” y por tercera vez con “Il divo”, ninguna de ellas estrenadas localmente. Esta última ya tocaba un tema político como lo revela su título alternativo: “la spettacolare vita di Giulio Andreotti” en alusión al ex primer ministro recientemente fallecido y personificado por su actor fetiche. El personaje de “Viva la liberta” es Enrico Oliveri, un político de ficción de la izquierda italiana que está pasando por un grave estado depresivo y que lo lleva a titubear a la hora de pronunciar discursos y arengas partidarias. De golpe desaparece ante la desesperación de su joven secretario Andrea (Valerio Mastandrea) y del equipo que lo acompaña. Enrico se va a Paris abandonando a su esposa y escondiéndose en la casa de Danielle (Valeria Bruni Tedeschi), una antigua pareja, ahora casada con Mung (Eric Nguyen) que es director de cine. Y es entonces que Andrea descubre a Giovanni Ernani, profesor de filosofía recién salido de un sanatorio mental y gemelo de Enrico, a quien no ve desde hace 25 años. De allí en más el espectador puede imaginar que será pergeñada la sustitución del político por su bipolar hermano. Dirigió el siciliano Roberto Andó (también autor de la novela) su quinto largometraje y primero estrenado localmente, nacido el mismo año (1959) que su actor principal. Y ya que se menciona a éste conviene señalar que el público argentino ha visto a Servillo en algunas otras producciones (“Gomorra”, “Bella addormentata”), aunque en roles menores. En contraste, aquí su presencia es determinante en la eficacia del relato al “multiplicarse” en dos personajes casi antagónicos. A destacar el sutil final, que no revelaremos, así como un breve extracto de un reportaje a Federico Fellini donde el director de “La dolce vita” reflexiona sobre política y cine, ejes de la trama de esta interesante película.
Interesante debut de Hernán Rosselli en el largometraje “Mauro”, primero de los tres largometrajes argentinos en la Competición Internacional del BAFICI, tiene más de un aspecto rescatable. Quizás el mayor atributo del film del debutante Hernán Rosselli sea el saber contar una historia verosímil evitando regodeos formales, muy habituales en otras producciones nacionales recientes. Ambientado en la periferia sur de Buenos Aires (Lanús, Temperley) presenta a Mauro, un joven que se gana la vida como “pasador” de billetes falsos y que decide dar un paso más adelante instalando con un socio un taller clandestino de falsificación de dinero. Dos mujeres muy disímiles completan el núcleo de personajes centrales de la historia. Una de ellas es la pareja de su colega, cuya frialdad contrasta con Paula a quien Mauro conoce en un bar nocturno. Proveniente esta última de una zona vecina (Llavallol), será la víctima por desconocimiento de la actividad ilegal que realiza el personaje que da nombre al film. La película refleja muy bien el medio lumpen y violento en que se desenvuelven los personajes donde son comunes los ajustes de cuentas, traiciones y delaciones que tendrán incidencia en la progresión del relato. Habrá también algunas referencias cinéfilas como las que se desprenden de los comentarios de la abuela de Mauro sobre películas como “La princesa que quería vivir”, que califica de “comedia con final triste”. O también, cuando sin dar el nombre del film, se refiere a las tres versiones de “Motín a bordo”. Nombra al actor de cada una de ellas: Marlon Brando, Mel Gibson (“El motín del Bounty”) y la más antigua con Clark Gable, pero aquí la abuela (o acaso Rosselli) se equivoca y señala a Errol Flynn en su lugar. Entre los méritos de “Mauro” otro punto alto son las actuaciones con artistas de nombres desconocidos, al menos para este cronista, sobresaliendo la joven que interpreta el personaje de Paula sin desmerecer a Mauro Martínez en el rol central. Es probable que “Mauro” no gane ni seguramente merezca el premio a la mejor película, pero tampoco sería justo que se vaya con las manos vacías.
“Guardianes de la galaxia” (“Guardians of the Galaxy”), de James Gunn, inició su exitosa carrera comercial hace una semana. Un imprevisto viaje impidió a este cronista hacer la crítica el jueves de su estreno. Ya conocidas las primeras cifras de taquilla y las críticas locales y del exterior (sobre todo norteamericanas), sorprende la generosidad de las mismas frente a lo visto en una sala cinematográfica local. Lo primero que puede decirse es que el “tanque norteamericano de esta semana” no deslumbra por su originalidad ni por el interés de la trama. Una fórmula repetida en este tipo de películas es la de reunir a un conjunto de personajes, en este caso cinco, algunos humanos y otros seres fantásticos. Entre los primeros está Peter Quill, el poco carismático actor Chris Pratt, a quien se ve en la primera escena junto al lecho de su moribunda madre. Ese día será transportado hacia la galaxia del título y se reunirá muchos años después con Gamora (Zoe Saldana), una mujer humanoide de tono verdoso y con Drax (Dave Bautista), un gigante tatuado que desea vengar la muerte de su esposa e hija. Para completar el quinteto se agrega Groot, una especie de árbol con movilidad (voz de Vin Diesel) y un muy poco gracioso mapache o lobo, vaya a saber qué es, quien en los subtítulos es mencionado como hampster (voz de Bradley Cooper) La historia es muy convencional con “buenos” (los guardianes) y diversos grados de “malos”. Obviamente los primeros vencerán y para colmo de la mala suerte al final se nos anuncia que pronto volverán. Entre los muy malos está Ronan (Lee Pace) mientras que Michael Rooker compone a Yondu, que no es tan malvado. En otros roles da pena ver a Glenn Close e incluso a John C.Reilly y Benicio del Toro desaprovechados. Lo único que salva a la película de una debacle total son los efectos especiales y quizás la música rockera que sirve para que Peter Quill, alias Star Lord, ensaye algunos pases de baile de música de los ochenta que le salían mucho mejor a Travolta hace varias décadas. El problema es que Chris Pratt no resulta muy gracioso como tampoco lo es el repetido “yo soy Groot” que expresa dicho personaje homónimo y que recién al final cambiará por el poco original “todos somos Groot”. Es probable que muchos adolescentes disfruten de esta poco imaginativa película de Marvel, que ya ha dado productos mejores como “Hulk” o “Iron Man” y algunas de sus secuelas. En todo caso en esta oportunidad faltó creatividad, imaginación y humor por lo que “Guardianes de la galaxia” quedará como un producto comercialmente exitoso pero artísticamente pobre y decepcionante.
Humanos y simios se parecen mucho más en esta lograda secuela Más de un dubitativo aunque potencial espectador se preguntará si la interminable serie, iniciada en 1968 e interpretada por Charlton Heston, tendría hoy razón de seguir existiendo. Para aquéllos que hace casi exactamente tres años vieron el “El planeta de los simios: (R)evolución” la disposición debería ser más favorable, al menos en base a los méritos que la misma presentaba. Y efectivamente “Planeta de los simios: confrontación” (“Dawn of the Planet of the Apes”), no defrauda ni tampoco repite exactamente la temática de la reciente secuela que fuera dirigida por Rupert Wyatt, al que se calificara en “Leedor” como ignoto pero acertado realizador. Y uno podría preguntarse por qué no se lo contrató nuevamente, aunque es sabido que el cine como negocio se mueve sobre todo por lo que pergeñan los productores. Quien ahora dirige es Matt Reeves, que a diferencia de su debutante predecesor ya había mostrado cierta garra en “Cloverfield – Monstruo”, su tercer largometraje y que ya está anunciado como quien hará en el 2016 un nuevo capítulo de los “simios”. El personaje clave en esta oportunidad no es el científico (y humano) que interpretara James Franco en la anterior y que aquí ya no aparece salvo en una foto. Quien en ella lo acompaña es Cesar (Andy Serkis), que era un bebé y ahora, diez años después, es el jefe de los simios. La acción se desarrolla nuevamente en San Francisco, pero una década después la población humana se ha reducido considerablemente por culpa de un retrovirus transmitido por los monos. Sólo uno de cada quinientos pobladores de la ciudad californiana ha sobrevivido y esos pocos habitantes son al menos inmunes a la gripe y pandemia mundial. Mientras que los simios viven en las afueras arboladas de San Francisco, los humanos lo hacen en lo que queda de la misma. Ambos extrañan la falta de energía eléctrica y un acercamiento entre Cesar y el joven Malcolm (Jason Clarke) permitirá llegar a un acuerdo entre las partes para poner en funcionamiento una vieja represa hidráulica. Durante la primera hora de las algo más de dos que dura el film todo parece relativamente armonioso y llega a su apogeo cuando alguien escucha música y las luces de la ciudad se encienden nuevamente. Pero lo que ocurrirá de allí en más mostrará que la euforia colectiva será de corta duración. Casi como un espejo entre humanos y simios empezarán a tener protagonismo otros dos personajes con actitudes belicistas. Por el lado de los primeros estará Dreyfus (Gary Oldman) quien custodia las armas, mientras que del lado de los primates será el chimpancé Koba, quien montado a caballo encabezará el ataque. Pero antes atentará contra la vida de Cesar para asumir el liderazgo. Y éste aún llegará a decir (los monos hablan en esta secuela): “siempre pensé que los simios somos mejores que los humanos, pero ahora veo cuánto nos parecemos”. Nuevamente se destaca la calidad técnica de la película y la notable caracterización de los simios por la conocida técnica de captura de movimiento (“motion capture”). Pero quizás sea aún más impactante la expresividad que se logra, sobre todo en los primeros planos de Cesar. Ya no está Frieda Pinto en el principal rol femenino pero Keri Russell, como esposa de Malcolm, no desentona. Y en esta oportunidad quien más se luce es Andy Serkis, recordado como Gollum en “El señor de los anillos. Hay una frase (“Ape does not kill ape”) que se repetirá en más de una oportunidad a lo largo del film. Su veracidad o falacia será central en el mensaje que transmite esta lograda secuela.
Melodrama basado en personaje real con mayoría de buenos intérpretes ingleses El norteamericano David Frankel adquirió cierta notoriedad con “El diablo viste a la moda”, su segundo film, al contar con un trío de actrices brillantes. Volvió a dirigir a Meryl Streep en “¿Qué voy a hacer con mi marido?”, junto a Tommy Lee Jones y Steve Carell en una comedia algo menor pero aún entretenida. Ahora sorprende en su sexto largometraje al ambientarlo por primera vez fuera de su país, en Inglaterra, en un relato basado en un personaje real. Paul Potts, interpretado por el desconocido James Corden, adquirió cierta notoriedad con su voz de tenor e interpretación de arias italianas al ganar el show televisivo “Britain’s Got Talent” en el año 2007. “Mi gran oportunidad” (“One Chance”), sigue paso a paso los diversos contratiempos por los que pasó Potts, algunos relacionados con su salud y otros con su timidez y no muy feliz relación con su padre (Col Meaney). Apoyado por la madre (Julie Walters) y por Braddon (Mackenzie Crook,), amigo y también jefe en un negocio de ventas de teléfonos móviles fue sorteando diversos obstáculos hasta alcanzar cierta fama. Decisiva sin embargo fue su relación con Julz, a la que tardó en conocer dado que su contacto inicial se estableció por Internet. La interpreta Alexandra Roach, que hizo de la joven Thatcher en “La dama de hierro”, un nombre a tener en cuenta en el futuro. El primer encuentro se producirá en una fugaz pasada de ella por el pueblo donde vive el joven, durante el cual éste le comentará sobre su proyecto de viajar a Venecia. Su objetivo central será ensayar nada menos que frente a Luciano Pavarotti (Stanley Townsend), lo que logrará aunque no con los resultados esperados. Habrá más idas y vueltas y en algún momento hasta ello podrá provocar alguna caída en el interés del espectador. Pero por suerte hacia el final la película levanta vuelo y logra emocionar. Y aunque se le pueda reprochar a la trama cierta tendencia al melodrama las muy buenas interpretaciones de los actores casi todos ingleses (salvo la bella e italiana Valeria Bilello) justifican ver “Mi gran oportunidad”. Más aún teniendo en cuenta que se acercan las vacaciones de invierno y que la próxima oferta cinematográfica apuntará sobre todo al público infantil y juvenil.
Extraordinaria reconstrucción de la carrera musical de uno de los máximos íconos del rock de los Estados Unidos Clint Eastwood tiene 84 años y acaba de dirigir su largometraje número 33. “Jersey Boys” fue estrenado en Estados Unidos hace apenas una semana, con críticas muy diversas y en general poco elogiosas. La asistencia de público durante su primer fin de semana fue discreta. Por todo ello las expectativas de este cronista no eran a priori demasiado grandes. Sin embargo, aparte de la admiración por el “viejo” Clint, había otro factor que lo motivaba a ver con cierta esperanza la película: Frankie Valli and The Four Seasons. Es probable que muchos jóvenes no hayan disfrutado de su música por lo que ésta es su oportunidad de descubrir un talento, que surgió en el este de los Estados Unidos meses antes apenas de la aparición de los Beatles en Inglaterra. Y también de comprobar que a veces los críticos (de los Estados Unidos, en este caso) se equivocan. La película está basada en un musical del mismo nombre que ya lleva casi diez años en Broadway. El primero que aparece es Tommy DeVito (Vincent Piazza), dirigiéndose a nosotros (el público) para afirmar con razón que fue él quien empezó todo. DeVito tenía un grupo musical (Variatone Trio) a mediados de la década del ’50 y necesitaba una voz hasta que el azar lo cruzó con el joven peluquero Francis Castelluccio (John Lloyd Young). El impacto de su voz (en falsetto) llevó a su incorporación y con el tiempo al cambio de nombre del grupo que hacia fines de los ’50 se llamaba Four Lovers y ya era un cuarteto. Hubo nuevos cambios con la incorporación del tecladista y compositor Bob Gaudio (Erich Bergen) y finalmente de Nick Massi (Michael Lomenda). Hay todavía otro personaje central de la trama, Gyp DeCarlo, a quien da vida el extraordinario Christopher Walken. Especie de jefe mafioso que es capaz de conmoverse hasta las lágrimas cuando Francis (ahora Frankie) canta la canción preferida de su madre, fue quien los protegió en momentos en que los jóvenes actuaban fuera de la ley. El año del despegue del cuarteto fue 1962 cuando cambiaron su nombre a The Four Seasons, ignorando incluso que existía una obra homónima de Vivaldi, y lograron un enorme éxito con “Sherry”, su primer hit. En poco tiempo otras dos canciones: “Big Girls Don’t Cry” y “Walk Like a Man” los consagraron como la mayor banda norteamericana de principios de la década del ’60. A lo largo de más de dos horas se irá revelando como con el correr de los años se profundizaban los conflictos entre los cuatro. Tommy será la “oveja negra” al endeudarse con préstamos y el no pago de impuestos que lo irán alejando de sus tres compañeros. Nick será el primero que abandone la banda, mientras que Gaudio y Valli afirmarán su amistad y seguirán juntos por varios años más. A destacar que el notable actor John Lloyd Young ya había ganado el Tony en el musical que dio origen a esta versión fílmica. Ya en la década del ’70, Frankie Valli se afirmará en su carrera solista con nuevos músicos de su renovada “Four Seasons”. Aparte de las canciones ya nombradas hay otras tres canciones que quizás sean las más extraordinarias en la carrera de Valli. La primera y más famosa, “Can`t Take My Eyes Off You” data aún del sesenta (1967) y debe ser una de las que más interpretes (Frank Sinatra, Andy Williams, Gloria Gaynor, etc, etc.) ha tenido a nivel mundial. Fue compuesta por Bob Gaudio y Bob Crewe, este último productor de los Four Seasons por muchos años y aquí personificado por el actor Mike Doyle. Para quien esto escribe la preferencia es “December 1963 (Oh, What a Night)” aunque no muy lejos queda la tercera “My Eyes Adored You”, que en la obra teatral y película es escuchada en uno de los momentos más dramáticos de la vida familiar de Frankie Valli. Frankie Valli y Bob Gaudio aparecen como productores de “Jersey Boys – Persiguiendo la música”, tal el título con que se estrena localmente la última y extraordinaria película de Clint Eastwood. Es una reconfortante noticia saber que ellos continúan activos, pese a que han transcurrido 25 años desde que fueron incluidos en el Salón de la Fama del Rock.
Notables interpretaciones en film que rescata lo mejor del cine polaco de antaño Son escasas las producciones de países de Europa Oriental que se estrenan en nuestro país últimamente. Hubo una época algo lejana en que nuestras pantallas exhibían con cierta frecuencia films de Polonia, la ex Checoslovaquia, Rusia y Hungría. Eran también tiempos distintos cuando estos países tenían regímenes políticos similares, todos impuestos por el comunismo soviético. Con la caída del muro de Berlín los tiempos cambiaron y la producción cinematográfica de dichos países se resintió un poco. Quizás Rumania sea la excepción al surgir varios directores exitosos cuyas películas ganan festivales y encuentran distribuidores ansiosos de estrenarlas. Pawel Pawlikowski nació en Varsovia en 1957, pero gran parte de su no tan prolífica carrera se desarrolló en Gran Bretaña. “Ida”, su quinto largometraje es el primero que filma en su país natal. En Argentina sólo se estrenó “Mi verano de amor”, su tercera y muy inglesa película que permitió conocer a la prácticamente debutante Emily Blunt y le sirvió de trampolín para poco después protagonizar grandes éxitos como “El diablo viste a la moda”, “La joven Victoria” y la actualmente en cartel “Al filo del mañana”. En “Ida” hay otra actriz en su primer rol artístico: Agata Trzebuchowska y es posible que Pawlikowski haya descubierto una nueva figura con futuro escénico aunque quizás limitado por su idioma eslavo. El tiempo lo dirá pero lo suyo es admirable al componer a una joven novicia a punto de tomar los votos. Algo sin embargo retrasa dicho proceso cuando la madre superiora la insta a tomar antes contacto con Wanda, una tía que la joven no conocía. Ésta le hará descubrir quienes eran en realidad sus padres y que les sucedió durante la Segunda Guerra Mundial. Y también que su verdadero nombre no es Anna sino Ida y que fue depositada cuando niña en el convento para salvar su vida. Filmada en blanco y negro, en un formato cuadrado no muy habitual (1,33:1) y con economía de recursos, “Ida” trasciende por la gravedad de su temática, subrayando la diferencia generacional entre Wanda y su sobrina. Mientras que la primera cede con facilidad a los placeres mundanos, la joven parece inmune a los mismos y decidida a llevar una vida casta dentro de la religión. Ello pese a que su tía le expresa textualmente un: “no dejaré que desperdicies tu vida” Un tercer personaje, joven músico de una banda de jazz, se les agregará haciendo autostop y se sorprenderá “con la pareja muy graciosa” que forman ambas mujeres. Un guión extremadamente ajustado y preciso irá develando secretos que incidirán en el destino de ambas mujeres. Inevitablemente el espectador cinéfilo asociará el cine de Pawlikowski al de otros realizadores de su país como Wajda o Polanski y también al de Bresson (“Los ángeles del pecado”, “Diario de un cura rural”). Para quien añore el cine polaco de antaño ésta es la oportunidad de disfrutar de un film con notables interpretaciones y un guión inteligente cuyas revelaciones están sabiamente dosificadas.
El tanque “norteamericano” de cada semana Hace dos semanas fue “Godzilla” y la pasada un nuevo capítulo de “X-Men”. Ahora es el turno de “Al filo del mañana” (“Edge of Tomorrow”), o si se quiere la nueva de Tom Cruise. Las distribuidoras norteamericanas, conocidas en la jerga cinematográfica como “majors” (Buena Vista, Fox, Warner, Universal, Paramount, Columbia/Sony), están muy bien organizadas a nivel de sus estrenos. No sólo en los Estados Unidos sino también aquí programan sus novedades de manera de evitar excesivas superposiciones en un mismo jueves. Últimamente se viene dando un fenómeno que hace algunos años no ocurría consistente en el estreno casi simultáneo en USA y Argentina. Lo de “casi” responde a dos causas principales. La primera es que en nuestro país el día de estreno es el jueves y allá los viernes. De manera que muy a menudo se conocen un día antes en Argentina los tanques (grandes producciones) norteamericanas. La segunda es que a veces, sobre todo hacia fin de año y a menudo por exigencias del Oscar, llegan más temprano en el hemisferio norte. “Al filo del mañana” curiosamente llega ocho días antes a la Argentina, pues su estreno en Estados Unidos está previsto recién el viernes 6 de junio. Fue dirigida por Doug Liman cuya irregular carrera incluye a la fallida “Sr. y Sra. Smith”, la discreta “Identidad desconocida” y la algo mejor “Poder que mata”, inmediatamente anterior a la que acaba de estrenarse. Basada en “All You Need is Kill” del japonés Hiroshi Sakurazaka, que empezó siendo una novela y luego fue adaptada al comic, remite inevitablemente a “Hechizo del tiempo”. Tanto Bill Murray en la película de Harold Ramis como Cruise aquí viven repitiendo un mismo día un gran número de veces en extraño fenómeno temporal. Pero el parecido termina aquí pues el género de ambos films es muy diferente y éste es de ciencia ficción. Nuestro héroe, el mayor William Cage, en verdad es un cobarde publicista que obtiene un rango militar pese a que no soporta la sangre. Incluso es arrestado en Londres por orden del general Brigham (Brendan Gleeson), al negarse a viajar a Francia donde tropas alienígenas (los Mimics) están invadiendo dicho país. De golpe despierta y tras rápido entrenamiento se ve embarcado arriba de uno de numerosos helicópteros militares que se dirigen a la costa francesa. La explosión en la nave lo obliga a tirarse de la misma y lo que le espera abajo es una verdadera masacre, con extraterrestres que parecen gigantescos arácnidos en situación victoriosa. En pleno combate se cruza con Rita Vrataski (Emily Blunt), una valiente mujer soldado a la que se conoce como el “Ángel de Verdún” por su valentía. Cuando Cage está a punto de morir despierta y todo comienza de vuelta (entrenamiento, helicóptero que explota, encuentro con Rita, etc). Pero lo que va cambiando es su forma de actuar en el campo de batalla. Experimenta una verdadera “curva de aprendizaje” (como en los videojuegos) que le permite al ex cobarde ir modificando su estrategia. La acción inicial del film se repite más de cinco veces, con variaciones que en algún momento producen una sensación de monotonía o cansancio en el espectador. Por suerte hacia el final tanto Cage como Rita llegan a superar el día que se ha venido repitiendo tantas veces. Es el momento en que él afirma “no he vivido este nuevo día” a lo que ella agrega “si nos quedamos aquí moriremos”. Emily Blunt sobresale en el rol central femenino y en roles secundarios se destacan Bill Paxton (Sargento Farell) y Noah Taylor (Dr. Carter). La sonrisa de Cruise con que se cierra “Al filo del mañana” es como un guiño al espectador alejándolo de un final convencional. Los efectos especiales están bien utilizados y si bien hay algo de “déja vu” de otros films de ciencia ficción, los amantes del género saldrán satisfechos. El mayor mérito del film es el intento, parcialmente logrado, de ser original evitando repetir argumentos trillados.
Relato convencional con algunas buenas interpretaciones El título original “Out of the Furnace” alude a los hornos de las acerías, en franca decadencia, ubicadas en las cercanías de Pittsburgh (Pennsylvania). “La ley del más fuerte”, poco imaginativo nombre local, es sobre todo un film con multiplicidad de actores y algunas interpretaciones destacables Quien más se luce es Woody Harrelson, que no casualmente protagoniza la violenta escena inicial en que golpea gratuitamente a una prostituta que lo acompaña en un drive-in. De esa manera ya queda caracterizado Harlan DeGroet, un ser despreciable que organiza combates que bien podrían calificarse como riñas de gallos entre humanos y maneja una red de venta de drogas. Pero el personaje central es Russell (Christian Bale) que trabaja en una acería en las cercanías de Pittsburg, cuyo cierre es inminente ante la competencia de productos importados de China. Está en feliz pareja con la bella Lena (Zoe Saldana de “Avatar”) pero su cuadro familiar es patético con un padre muy enfermo y un hermano menor, Rodney (Casey Affleck), que arrastra los traumas de su paso por Irak. Para colmo, en un accidente carretero nocturno Russell atropella a otro auto donde muere un menor y va a parar, probablemente en forma injustificada, a la cárcel. Los cinco años que pasa allí ocupan escasos minutos de la trama y cuando sale, corre el año 2013, se entera que Lena es ahora pareja del policía local (Forest Whitaker) y que espera un hijo de éste. Pero su mayor preocupación es Rodney, desconociendo que éste al igual que un personaje de “El francotirador” pone en peligro su vida al participar por dinero en los mortales combates que organiza Harlan. Su joven hermano, endeudado y desesperado, ha logrado finalmente convencer a John Petty (Willem Dafoe) pese a su resistencia inicial para que lo vincule con el siniestro rufián. Hay una escena clave a mitad del film que muestra en paralelo a ambos hemanos. Russell acompaña a su tío (Sam Shepard) en la caza de ciervos mientras que Rodney disputa una pelea de la que sale malherido. Ante la falta de noticias sobre su hermano, Russell decide investigar por su cuenta pese a las recomendaciones en contrario de Lena y su actual pareja, adentrándose en el territorio de DeGroet con la excusa de comprar drogas. La facilidad con que logra infiltrarse resulta por momentos poco creíble y anticipa un final violento y previsible. “La ley del más fuerte” es un relato bastante convencional cuya mayor fortaleza son algunas buenas interpretaciones: Harrelson, Bale y en menor medida Casey Affleck. Otros actores aparecen desaprovechados: Dafoe, Shepard y sobre todo Whitaker, cuya relación con Saldana parece forzada. Este es el segundo largometraje de Scott Cooper, cuyo debut le valió a Jeff Bridges el postergado Oscar a mejor actor en “Loco corazón”. Sobresale la fotografía, que aprovecha bien los bellos paisajes montañosos de los Appalachians, y la música. El tema que se escucha al inicio y cierre es el famoso “Release” de Pearl Jam, en la inconfundible voz de Eddie Vedder.