Disney nuevamente apuesta por ir más allá del clásico «felices por siempre» y otorga una secuela de Frozen (2013) para ver que es lo que ofrecen las vidas de Elsa (Idina Menzel) y Anna (Kristen Bell) en las tierras de Arendelle. Dirigida por Chris Buck y Jennifer Lee (directores de la primera Frozen) esta secuela se enfoca en expandir las vidas de las hermanas al igual que las tierras fantásticas. De todas formas en ese intento de conseguir una expansión de mitos y pasados, utilizando relatos folclóricos de época, la magnitud del proyecto no encaja para deslumbrar a los espectadores. Estamos viendo un capítulo dos y supuestamente el enfoque de una nueva aventura es deslumbrar aún más, aumentar la vara de espectacularidad, pero Frozen II no lo logra a pesar de presentar un nuevo territorio fantástico llamado El Bosque Encantado… muy original ¿no?. Lo que sí logra Frozen II es ampliar el espectro de desarrollo de personajes. La relación entre Anna y Elsa sufre una constante convulsión al mostrar lo que es vivir una vida normal de gobernadoras; los cruces, las dudas, la amistad y la prueba de lazos familiares se ponen en juego en una película rápida y directa, todo esto con infaltables números musicales que buscan llenar y cumplir el objetivo de terminar los 103 minutos. ¿Aprueban? sólo un par y lo hacen con mucha gracia (Lost in The Wood es una reminiscencia gloriosa de las baladas ochenteras al estilo de Chicago, Queen o REO Speedwagon) no obstante se puede agradecer que no vamos a tener un constante bombardeo de tonadas fronzeanas quemadisimas en esta temporada. Un proyecto manoseado por cinco pares de manos – guionistas – que tiene grandes problemas para concluir situaciones. Frozen 2 tampoco innova y las situaciones genéricas se presentan a los manotazos, ¿qué gracia tiene seguir insistiendo con la historia de aquel sector olvidado mágico una y otra vez si las situaciones se resuelven de la misma forma una y otra vez? en Frozen 2 se vuelve a esta tediosa circunstancia y Disney no cambia caminos a pesar de tener todo el poder y el acceso para que esto suceda. Cinco pares de manos para terminar en la misma aburrida y conocida situación de siempre: el refrito. Frozen II es una película ideal para la temporada si se pretende una diversión rápida y accesible con un enfoque a todas las edades. Queda relegada de ampliar la magnitud o la impresión mayor que se busca habitualmente en este tipo de secuelas; es un espectáculo «barrial», algo local, e intenta dar un lugar especial a sus personajes y en eso cumple, ahora bien… ¿eso realmente importa a esta altura? Valoración: Buena.
J.J. Abrams (Lost, Super 8, Cloverfield) encuentra la tarea de remendar los restos de una saga herida por las decisiones corporativas y el accionar un director enclenque – Rian Johnson – para lo que se necesitaba; Abrams demuestra correspondencia entre la pasión del fandom y realizar un trabajo sin traicionar las bases ni a él mismo no obstante, si bien The Rise of Skywalker es un paso adelante de lo que fue The Last Jedi en el 2017, los errores están a simple vista y ese poderoso final que tanto se esperaba queda en un tono bajo. Daisy Ridley, John Boyega y Oscar Isaac regresan como el trío principal de la nueva trilogía; cada uno de ellos tienen su momento a destacar (en especial Ridley, que por obvias razones el nuevo capítulo de la saga cae en sus pies), sin embargo, la química entre estos actores se ve distante en todo momento a pesar de que compartan pantalla. Este fin de trilogía muestra realmente que no se trata de encontrar amistad o un lugar en el mundo, sino de descubrimiento personal. Richard E. Grant, Keri Russell, Naomi Ackie son nuevos nombres – de reconocidos talentos – que se añaden a este universo de forma correcta. De todas formas el encargado de elevar la situación es Adam Driver interpretando nuevamente a Kylo Ren/Ben Solo. Driver se distancia de aquel «malcriado» que vimos en The Force Awakens (2015) y deja ver un lado maduro puro cuyo desarrollo en esta trilogía es digno de mención. Driver es el que más se benefició tras la explosión de esta nueva trilogía y lo demuestra en cada oportunidad; como Kylo, atrae el conflicto pero como Ben las situaciones se elevan llevando al espectador a disfrutar de las mejores escenas que The Rise of Skywalker. Pero las fallas en The Rise of Skywalker se presentan en cantidades alarmantes. Un guión pobre y el uso extremo de deus ex machina imposibilitan que este «último» capítulo sea una experiencia a la altura de las circunstancias. Además «La Fuerza» se adapta a la conveniencia, todo llega por un fin, y la inserción de un cierto «teletransporte de materia» destruye misticismos y arruina la capacidad de demostrar innovación en las bases, sacado por la pura idea de una «galera intergalactica». El inminente retorno de Palpatine (Ian McDiarmid) sucede de modo directo y sin vueltas. La satisfacción por el regreso del personaje de McDiarmid se consigue aunque la autoridad se pierda por la busqueda de «la salida fácil» que tanto Terrio y Abrams, en guión, dan. Con tantas opciones al alcance el evitar lo arriesgado seduce más y en Star Wars es un error fatal. 141 minutos que buscaban concluir de manera monumental consiguen un final tibio y pasajero; la llamada de hordas de fanáticos es fuerte y clara, pero hay que reconocer cuando el viaje llega a su fin y a Star Wars le llegó el turno. Hay un futuro claro y optimista en la saga y el mismo gira en torno a las spin-off, las pequeñas historias de galaxias, los héroes anónimos que merodean por el espacio pueden lograr conseguir nuevamente las viejas glorias… sólo es cuestión de buscar en el universo. Valoración: Buena.
Rian Johnson se reivindica – parcialmente – dirigiendo una película que indaga sobre el whodunit – género policial del ¿quién lo hizo? – de una forma original, innovadora y graciosa. ¿Quién mató a Harlan Thrombley? El elenco de Knives Out funciona como un terremoto. Daniel Craig, Ana de Armas, Tony Collette, Chris Evans, Don Johnson, Michaell Shannon, Jamie Lee Curtis, LaKeith Stanfield, Jaeden Martell y en el rol de patriarca, Christopher Plummer, logran que la película no se detenga un segundo al brindar grandes actuaciones con escenas claves para cada uno de ellos. Knives Out es una película coral absoluta. De todas formas sólo reinan tres nombres en este asunto y esos son: Daniel Craig, Ana de Armas y Christopher Plummer. Craig demuestra que el rol de James Bond no le queda encasillado, en varias ocasiones pasadas logró dar maravillosas interpretaciones en papeles que no se asemejan en nada con el espía inglés, es más, su talento de largo rango muestra una disposición a futuro para volver a interpretar a Benoit Blanc – el ingenioso detective detrás del misterio de los Thrombleys -; por otro lado Ana de Armas acude a la desesperación como una víctima de las circunstancias, y a la vez, ofrece otra faceta desconocida en su corta pero prestigiosa carrera; por último se encuentra Plummer que no desaprovecha su limitado rol y logra ser lo suficientemente relevante para que el espectador note sutiles sorpresas hasta el rumbo final. El misterio está a la orden y Rian Johnson mueve las piezas adecuadas para que todo se resuelva poco a poco. Se buscan resultados pero también se descubren otras sorpresas y con la ayuda de Bob Ducsay en montaje, la amenaza de la persecución lleva a todo participante a un juego de múltiples gatos y un solo ratón. El humor abunda sin embargo, no domina al misterio. Los 130 minutos de duración consiguen una base solida, no obstante se podrían perder algunos minutos para agilizar la marcha; estamos hablando de una película que trae a mención Clue (1985) – dirigida por Johnathan Lynn – pero Knives Out accede a la crítica social para que se incluya en el motivo del crimen. Al parecer Johnson no puede contener su lado partidario y aprovecha a tirar piedras al gobierno de turno de los Estados Unidos. Esto es una lástima porque los comentarios políticos distraen y no llegan a nada, todo queda en: ah, claro, palito al gobierno!. Knives Out es una divertida película de misterio y es una gran opción para disfrutar en pantalla grande en este cierre de año. Las respuestas se hacen esperar, pero gracias a su elenco es una dulce espera llena de sorpresas. Todo está a la vista, sólo hay que prestar atención. Valoración: Muy Buena.
Ira Sachs explora en 100 minutos la celebración de despedida que organiza Françoise Crémont aka Frankie (Isabelle Huppert), una actriz con cancer terminal, para sus seres queridos. Frankie se da el lujo de ser pasajera, no es una película que recurre al lamento sobre la muerte. Sachs busca continuidad de vida buscando resoluciones que pueden o no ser efectivas en un futuro sin la actriz titular; pero esas mismas resoluciones posiblemente no terminen siendo del agrado personal de la actriz. En Frankie la vida sigue su paso. Brendan Gleeson, Marisa Tomei, Jerémie Renier, Greg Kinnear y Vinette Robinson acompañan a Huppert en su día de despedida correctamente. Tomei y Gleeson dan un plus al asunto, marcan presencia y funcionan en cuanto a química con Huppert en pantalla; Renier se destaca como la amenaza, personificando al hijo de Frankie de manera insolente y caprichosa, el actor Belga da lo necesario para desarrollar el conflicto y pone el film donde corresponde con escenas críticas de situaciones pactadas. Eso si, Greg Kinnear pasa sin pena ni gloria como un mero medio de nombrar a Star Wars. Huppert, inmensa, es una protagonista total indudable. La película lleva el nombre de su personaje y Isabelle hace honores a ello; cada escena gira en torno a Frankie y ella misma es el centro de atención en todo, directa o indirectamente. Los manerismos son naturales y los diálogos conectan exitosamente gracias a la dirección de Sachs, acompañado en labores de guión por Mauricio Zacharias; todo este film es un simple día de descubrimiento, inspiración, tragedia y celebración. Puede que sus puntos principales se sientan distantes, pero por más lejos que estén, se ven claramente. Frankie es una muestra de como las personas tendrían que disfrutar momentos y no preocuparse demasiado por el futuro, ya que muchas cosas no dependen de nosotros y como todo… la vida va y viene. Valoración: Buena.
Elizabeth Banks dirige la tercera parte de una saga que reconoce sus inicios en televisión. Protagonizada por Kristen Stewart, Ella Balinska, Naomi Scott, Patrick Stewart y la propia Banks, la nueva generación de ángeles merece ser enterrada y olvidada. Kate Jackson, Jaclyn Smith y Farrah Fawcett iniciaron un camino exitoso ofreciendo la cara y la forma en un programa que promovía «linduras» setenteras buscando destacarse en un mundo lleno de amas de casa. ABC lo consiguió y el show fue un éxito – por lo menos en su primera temporada -; Años más tarde nuevo un reboot para tv fracasó y exitosamente una entrada dual en cines, en la llegada del nuevo milenio, protagonizadas por Cameron Diaz, Lucy Liu y Drew Barrymore puso de nuevo a los ángeles en el cielo – y no por calidad, sino por taquilla -… todo muy lindo y muy bello. Ahora llega un insulto de casi 120 minutos que no logra sorprender en ningún momento por falta de química y malas actuaciones (Ella Balinska es la clara ganadora del «llanto falso del año»), casi todo el elenco falla estrepitosamente. Varios personajes son una revisión de lo que vimos en el año 2000; Jonathan Tucker caracteriza el mismo personaje que interpretó Crispin Glover minus la simpatía, Patrick Stewart es el mismo Bosley de Bill Murray (esta película es un insulto para los dos actores). Lo único que se destaca en la nueva Charlie’s Angels es Kristen Stewar – la rema como puede, pero es un bote con demasiadas personas encima -. Un guión cutre (a cargo también de su directora) que recurre al clásico «arma de destrucción masiva de peligro inminente» trata de imponer un mensaje de empoderamiento femenino desde los primeros segundos de la película – no es una mala idea para estos tiempos y esta saga en general -, el problema es que resulta forzado, no es creíble, y su constante bombardeo de chistes errados fastidian de forma ingrata. La bajada de linea es abismal y no consigue sostener su idea por mucho que intente; Banks posiciona a todo personaje masculino como idiota o traidor, no hay excepción y toda construcción – que se encuentra mal encarada desde un principio – se cae a pedazos por un final abrupto que insulta al espectador. Charlie’s Angels tristemente desaprovecha una gran oportunidad al demostrar que el egocentrismo es su verdadero mensaje. Elizabeth Banks debe concentrarse en estar frente a la cámara y no detrás de ella. Charlie’s Angels se acomoda como la peor película del año. Aburrida, sin gracia y con un mensaje mal abordado no cumple en nada y ofrece mucho ¿qué es lo que ofrece? todo lo que la gente no busca en una sala de cine. Valoración: Mala.
Desde que tengo recuerdos, siempre quise ser un gangster – Henry Hill Con esas palabras y la fanfarria de Tony Bennett «Rags to Richies» comenzaba Goodfellas (1990) y lo que pronto sería el inicio de la trilogía Clásica Gangster de Martin Scorsese. En Boxcar Bertha (1972) y, aún más definido en Mean Streets (1973), Scorsese da sus comienzos sobre las relaciones en el crimen y de aquellos lazos sobre amistad pero tentando la suerte con el negocio y la traición. En alta gamma de violencia pero solo en su necesidad, mostrando cuando tiene que mostrar y ocultando hasta el momento preciso del disparo cuando tiene que catalizar, el muchacho de Queens deja en The Irishman todo lo que tiene: su proyecto más personal, con sus actores favoritos por excelencia (Robert De Niro, Joe Pesci, Harvey Keitel y sumándose a sus tropas Al Pacino, entre otras caras conocidas de su filmografía) y acompañado por – su amiga y ejecutiva montajista – Thelma Schoonmaker; plus, Rodrigo Prieto, un gran director de fotografía – afiliado a su pasado The Wolf of Wall Street –, que disfruta de su trabajo y no de sus galardones. The Irishman tiene lo mejor de lo mejor. The Irishman presenta la excepción de la regla en la filmografía de Scorsese ya que hay un narrador protagonista que no se contenta con contar la mitad de su vida ordinaria – al menos a simple vista – sino que va todo el camino, all the way. Frank Sheeran vive las consecuencias directas e indirectas de su vida y todo esto es puesto en marcha en primer plano con De Niro – gastado, quebrado y anciano – rememorando, desde un cuestionado pero concreto punto de vista, su vida como matón del clan Bufalino y su amistad con Jimmy Hoffa (Pacino). Sheeran es único, es un sobreviviente, un hombre que vivió en su ley y no por un sueño de niñez, sino por la costumbre del deber. Como veterano de guerra – Frank fue soldado en la Segunda Guerra Mundial – Sheeran sigue las reglas al pie de la letra; cumpliendo objetivos y respetando ese poder supremo – que va cambiando de forma tras las diferentes decadas -. Para debatir: Si vemos detrás de las lineas de este sobreviviente, plagado de recuerdos y rodeado de nostalgia, observamos a un hombre que nunca pudo superar el arte de la guerra. Más allá de todo por fin vemos un relato que pertenece únicamente a De Niro. Anteriormente en Goodfellas el mando pertenecía a Ray Liotta (personificando un carismatico Henry Hill); En Casino (1995) el show era compartido con Pesci; en The Irishman el mando es de Bob. Scorsese se encarga que la mirada quede sólo en el personaje de De Niro, se encuentra un desliz de observación (un vuelto extra de Pesci como Bufalino) pero no se pierde el enfoque. Es una película que muestra costumbres – respeta ese fuego sagrado del código mafioso – y se adapta para entrelazar la mirada sobre las vivencias sindicales de la época. Pacino ruge como Jimmy Hoffa y es un deleite verlo a la orden de Scorsese; entre una década de puntos bajos Pacino muestra un Hoffa que por más que falle en parecido, deslumbra por su interpretación – concretamente Scorsese ofreció un semi-campo libre para que Pacino improvisara lineas -. Al da cátedra como un diablo-santo en un infierno sagrado; un grandioso actor que sabe poner punto y aparte en sus errores e inicia un nuevo y revitalizado párrafo cómo nunca antes. Después está Pesci, que en esta ocasión es un instrumento de mediación entre bandos. Acostumbrado a roles de «mafiosos dinamita» Pesci recurre al silencio en un rol que ordena con miradas claras y las palabras están de sobra; un rol que va con su edad y es un cambio radical para lo que estamos acostumbrados a ver en este actor que resurgió de su retiro auto impuesto. Además da placer que Joe haya vuelto para un proyecto de esta magnitud, a la orden y codo a codo de sus amigos. Una de las mejores escenas de la película es sin dudas cuando tenemos a De Niro, Pascino, Pesci, Keitel, Graham y Lombardozzi en plena fiesta y lo que menos importa, es la fiesta en sí – las miradas matan -; pero claro, Pacino y Anna Paquin se ofrecen al valls y con eso está todo dicho. Los manerismos cambian al mismo tiempo que las décadas y se observa como estas leyendas del cine se adaptan a ese cambio; sutiles modificaciones se van dando tras el avance del tiempo. El letargo se hace presente pero justamente esto posibilita analizar como poco a poco las situaciones y decisiones de los protagonistas van afectando sus destinos. De Niro, Pacino y Pesci excepcionalmente funcionan como un motor conjunto que al dañarse – por el destino – sigue pero con secuelas irreparables; los tres actores merecen mención pero Pacino entra y sale de la película como un ganador. La presencia invisible de Thelma Schoonmaker se presenta en cada escena, cada corte y cada efecto emotivo; la película dura 209 minutos y es lo que es gracias a esta aliada legendaria de Martin Scorsese. Probablemente The Irishman es la película más impactante – emocionalmente hablando y quitando las controversias pasadas – que Scorsese tiene en su haber. Con estilo absoluto y en un trabajo en conjunto de Thelma y Martin The Irishman se siente como un legado fantástico que quita el aliento, una película hermosa que está hecha por amor al cine, a las historias ocultas de tiempos pasados, la amistad y los sacrificios. Todo en 209 minutos… 209 minutos que exploran aspectos de una vida repleta de lamentos ocultos, y la verdad, su duración… ¿a quién le importa?; las mejores películas nos demuestran como uno puede disfrutar y adentrarse en una experiencia maravillosa y perderse en ese mundo artificial nuevo, un mundo tan real que formamos parte de él desde el primer minuto que tomamos asiento y The Irishman logra eso, algo que contadas veces vamos a poder ser testigos y que al pasar los años lamentamos no poder descubrirlo como si fuera la primera vez, con ojos nuevos. Hay que agradecer a Martin Scorsese por esto. Una epopeya épica que abarca décadas con enormes talentos, tecnología de punta (que sin estos mencionados talentos no serviría de nada), simplemente hay que ver para creer. Dos semanas en cines – un pecado – y ya disponible en Netlix, la última película de Martin Scorsese es imperdible y llega en el trazo final del año. Se roba todo, deja una huella profunda y invita a ser descubierta una y otra vez por cada detalle asombroso – nuevamente, el amor al cine – que tiene. La mejor película del año y para destacar entre lo mejor que nos dio esta década, además, sólo se trata de algo simple: un hombre que «pinta casas». Valoración: Excelente.
James Mangold se encuentra recargado en Contra lo Imposible (Ford v Ferrari), una película que pone la pasión en primer lugar y la victoria en segundo puesto. Protagonizada por Christian Bale, Matt Damon, Jon Bernthal y Josh Lucas, las vueltas de la pista y las vueltas de la vida se fusionan y dan algo único a puro entretenimiento con un ritmo marcado en el motor de un coche. Todos los caminos de Ford v Ferrari llevan al Le Mans del año 66′; aquel año que dejó una huella enorme en la historia de la industria automotriz. Matt Damon encara a un Caroll Shelby post Le Mans 59′. Shelby es un ex-campeón y como todo ex-campeón tiene hambre de – en este caso – una vuelta más hacia la victoria. A todo esto sumamos a Ken Miles (Christian Bale) como un piloto/mecanico rebelde pero brillante detrás del volante. Bale y Damon son una combinación ganadora en química sobre la pantalla grande. Las escenas fluyen, los motores rugen y estos dos actores dejan nuevamente en claro que las cosas son lo que son gracias a ellos; Damon es la chispa que inicia la película y Bale es el fuego que consume todo y no deja nada tras su paso. Dos señores actores que se complementan y simplemente se nota que la pasan de maravilla en esta película. Pero Mangold dirige y entrega astutamente las piezas necesarias para que la película triunfe como el espectáculo que és, lo logra cómodamente gracias a la ayuda del lente de Phedon Papamichael y el guión de Jez Butterworth, John-Henry Butterworth y Jason Keller. Todo el apartado técnico se luce de impecable forma – hay que observar detenidamente como la sombra de un avión recorre el rostro de Miles mientras él siente un deseo de venganza tras un injusto fallo – y sin dudas Ford v Ferrari es una de esas películas que necesita ser vista en pantalla grande; La experiencia no es la misma en una televisión, pulgada que sea, hay que repetirlo… ¡la película de Mangold es para pantalla grande!. Contra lo Imposible puede pecar en su sobredosis de simpatía, no obstante no resulta molesta en sus bases y lejos de ser una Le Mans (1971) de Steve Mcqueen encontramos 152 minutos de puro entretenimiento con un buen desarrollo de personajes concluido por una excelente química de todo el elenco. Una de las mejores películas del año para los amantes de los autos y para los que no entienden nada sobre los mismos; entretenimiento absoluto. Valoración: Muy Buena
Reporte Clasificado, película Scott Z. Burns (productor de Contagio y Side Effects) deja en claro que los Estados Unidos se fue al demonio tras los atentados del 9/11. Protagonizada por Adam Driver, Annette Bening, Jon Hamm y Ted Levine esta película nos muestra como las decisiones drásticas tomadas por sed de venganza y revancha ponen en juego el nombre y honor de una nación para conseguir a los responsables de los atentados. Pero hay que ser sinceros Reporte Clasificado se divierte tirando abajo a varias películas – Zero Dark Thirty de Kathryn Bigelow – o hechos glorificados por los medios sensacionalistas; es más la película de Burns se toma con tranquilidad todos sus actos para demostrar el estrés de los que están buscando la verdad, cueste lo que cueste y Adam Driver es brillante como el protagonista, el hilo conductor, de toda esta investigación. Además de Driver, Annette Bening se hace notar – con portación de nombre – interpretando a Dianne Feinstein, senadora del partido Demócrata. Bening sabe con certeza lo que tiene que poner para que su papel sea creíble sin salir de las lineas de la sobreactuación; Camaleónica, es un lujo ver a esta actriz haciendo de las suyas. Reporte Clasificado exhibe violencia justificada, los actos que presenciamos se dan en conjunto con sus lecturas y no se glorifican bajo ningún tipo de acción; peca de ser demasiado explicita en su postura partidaria – tal vez demasiado – y su mensaje constante recuerda una y otra vez las cosas hasta llegar al punto de que el espectador diga: Ok ya sabemos quienes son los «malos» de esta historia. Para ser un drama político la película se defiende bien y tenemos una historia solida que se presenta en base de largos años en investigación gracias al guión que escribe su director; Reporte Clasificado no es para cualquiera, requiere tener interés por este tipo de género, además relata un asunto delicado cuyos detractores tienden a saltar hacia la yugular sin perdón alguno. Si se la aprecia por lo que es sin pedir de más, es una buena película para destacar. Valoración: Buena.
Proyecto Géminis es la nueva película de Ang Lee (Brokeback Mountain, Life of Pi) y pone a Will Smith en contra de Will Smith utilizando tecnología revolucionaria para la pantalla grande. Producida por Skydance media, una productora que la viene rompiendo en el límite de lo visual, Gemini Man (nombre en su idioma original) es un interesante experimento que mezcla acción, drama y un nuevo sistema para apreciar las películas. Henry Brogan (Will Smith) es un asesino del gobierno cruzando el límite del retiro. En su último trabajo es traicionado – ya entramos en los clichés – por su propio empleador y comienza a huir junto a una colega arrastrada como daño colateral (Mary Elizabeth Winstead, siempre correcta) para encontrar pruebas de quién lo traicionó, el problema de todo esto: Henry es perseguido por un joven asesino llamado Junior, su clon (también interpretado por Will Smith). Hay que conceder que Gemini Man es un proyecto que revoluciona la forma de realizar películas; Ang Lee viene intentando dominar la técnica de los frames extras -120 para ser exactos – desde Billy Lynn’s Long Halftime Walk (2016) no obstante Gemini Man es un paso más, un paso para seguir intentando y conseguir la maestría no obstante Lee no logra su objetivo y esta nueva película se queda como otro intento más; hay tecnología de sobra pero no ayuda a mantener el proyecto total de pié. También, por más que la película se encuentre bancada por la majestuosa Skydance, Lee no se siente cómodo con el género de acción y lo que alguna vez logró positivamente con Crouching Tiger, Hidden Dragon (2000) y en el western Ride With The Devil (1999) aquí se torna algo pasajero que sólo es aceptable gracias al talento y la entrega de Smith. Gemini Man no sería nada sin Smith. Mary Elizabeth Winstead acompaña a Smith correctamente como co-protagonista, pero el talón de Aquiles de Gemini Man es Clive Owen. El actor inglés desaprovecha su rol – el cual tiene un motivo sólido para manifestar sus acciones – y no consigue salir de lo básico ofreciendo una actuación blanda, pasatista y aburrida. Owen no logra escapar de su burbuja aburrida desde hace más de 8 años y ayuda más a empapar de clichés al proyecto. Gemini Man se vende como una experiencia absoluta para ser vivida en cines por su tecnología y visión, pero es dañada considerablemente por un flojísimo guión a cargo de David Benioff, Billy Ray, Darren Lemke. Toda acción es predecible y no consigue sorprender, además, Lee tiene un extraño fetiche al incluir en todas sus películas a extras que parecen perdidos en su propio mundo y no formando parte del proyecto en el que trabajan, esto es bizarro y digno a destacar. Gemini Man es revolucionaria, ya lo dije, pero en su totalidad resulta una película que va a encontrar su verdadero nicho en plataformas de streaming. Se agradece la acción pero no importa la belleza de lo visual y la tecnología empleada si no se puede tener una historia digna a recordar. Bien por Will, mal por Lee. Valoración: Buena.
Una saga bastardeada por secuelas por fin logra una reivindicación. Dirigida por Tim Miller (Deadpool) y protagonizada por Arnold Schwarzenegger, Mackenzie Davis, Gabriel Luna, Natalia Reyes, Diego Boneta y el retorno de Linda Hamilton, Terminator: Dark Fate es una – y por fin – digna secuela y una película que todo fan de la saga Terminator merecía tener. Terminator: Destino Oculto comienza en 1998 – tres años después de los hechos acontecidos en Judgment Day – con una introducción monumental que deja a todo espectador con la boca abierta exclamando: ahora la cosa va en serio. Esto deja en claro que todo lo que pasó entre T2 (1991) y el resto de la saga queda en otra linea temporal y funciona a la perfección por apostar, arriesgar todo y ganar. No hay mucho más que decir al respecto para no entrar en terreno de spoilers. 20 años después una soldado cibernéticamente aumentada y un modelo avanzado de Terminator llamado Rev-9, son enviados del futuro para proteger y aniquilar -respectivamente – a Daniella Ramos por razones desconocidas. Hay que destacar que James Cameron por fin pone de nuevo sus manos en un proyecto de esta saga. Cameron cumple el rol de productor y Terminator: Dark Fate posee un aura omnipotente que exclama el nombre de Cameron sutilmente; esto es algo que revitaliza la saga, deja en claro quien está al mando de la situación – más allá de que Tim Miller sea el director – y pone ese toque extra necesario que le faltaba desde hace decadas a una saga caida por innecesarias secuelas. El elenco cumple con creces y Mackenzie Davis, Natalia Reyes y Gabriel Luna realizan grandes logros presentando nuevos personajes que ponen una vuelta de tuerca a lo que estamos acostumbrados. Luna es un villano frenetico que eleva el nivel de amenaza a un lugar bastante alto – Robert Patrick sigue siendo el rey -; Davis demuestra humanidad en un personaje que perdió todo y se encuentra perdido en una misión suicida y Reyes es la nueva figura de un futuro mejor; todo muy lindo y bello pero la que realmente agita las aguas es nada más y nada menos que Linda Hamilton. Hamilton regresa como Sarah Connor y deja en claro que nadie puede hacer el rol tan bien como ella. Hay que olvidar a esos intentos fallidos previos – imitaciones baratas –, acá tenemos a la Sarah Connor original y la tenemos en toda su gloria. Sarah ahora es un personaje quebrado por el pasado y se encuentra presa en sus propios recuerdos eso sí, un poco más cuerda que antes. Arnold regresa y sin abuso de pantalla, lo justo y necesario para su personaje (que cae como una sorpresa entre todos los t-800 que interpretó). Con el humor exacto y marcado esta vez Arnold disfruta de una dualidad en su interpretación y sus roces con Hamilton son lo mejor de la película. James Cameron, Charles Eglee, Josh Friedman, David Goyer y Justin Rhodes – 5 guionistas! – consiguen una historia correcta con ligeros tirones de pelos. Muchas cosas quedan en el aire por su simpleza y si la gente se pone a pensar sobre el ¿cómo y porqué? las cosas simplemente van a hacer ruido. Terminator: Dark Fate es un espectáculo visual pochoclero con una historia competente, correcta y no se le puede pedir mucho más que eso. Después de numerosos intentos que no convencían del todo y enterraban a la saga más y más en el olvido, Terminator: Dark Fate es un gran resurgir y – esperemos – el final ideal que todo fan necesitaba. Valoración: Muy Buena.