La botera: Al otro lado del río. Esta ópera prima de una mujer protagonizada por otra mujer, ambientada en la Isla Maciel, muestra con emotividad, una realidad distinta: la de una adolescente que, a pesar de vivir todas las dificultades de su edad (y otras más), quiere lograr el sueño de ser botera en el Riachuelo. El cine argentino acostumbra, lamentablemente, a narrar las historias de gente de bajos recursos de una forma cruel y siempre centrándose en los mismos estereotipos y tópicos. Esta vez, lo marginal se muestra distinto en los gestos y actitudes de una nena que está aprendiendo a ser adulta sola, ya que ni su padre, ni la escuela, ni el barrio la ayudan en el proceso. En contraposición con los cánones establecidos para exponer la marginalidad, la directora Sabrina Blanco capta con ternura y simpleza la vida de la protagonista, quien no es actriz profesional y deslumbra con su naturalidad. La botera (2019) narra la vida de Tati (Nicole Rivadero), una nena de 13 años, que vive en la Isla Maciel con su padre (Sergio Prina). Suele colaborar con un comedor infantil y le va muy mal en el colegio. Su único anhelo es ser botera y trasladar a la gente de un lado al otro del río, aunque hay ciertos impedimentos, pero ella no renunciará a su sueño. Tati quiere tomar las riendas de su vida y luchar por sus deseos, aunque la búsqueda de la identidad adulta, en este Coming Of Age, es una tarea nefasta, sobre todo, debido al entorno hostil y la ausencia del modelo femenino familiar. Si algo resalta en la película es la fuerza que tienen las mujeres, sobre todo Tati que quiere cumplir su anhelo, contra viento y marea, además de los personajes femeninos que la rodean como su profesora o la encargada del comedor donde colabora. Por otro lado, los hombres se muestran débiles y casi sinsentido, como el propio papá de la nena, su amigo al que ella defiende y el chico que le gusta. Nicole Rivadero supera con creces el desafío de ponerse la película al hombro, más teniendo en cuenta que es su 1° vez frente a la cámara. Su intensa mirada y la naturalidad de sus movimientos hacen de ella una joven promesa. Acompañan de manera correcta Sergio Prina y Alan Gómez. La directora Sabrina Blanco sigue cámara en mano a la protagonista, sin juzgar sus decisiones ni remarcas sus falencias y sin remarcar los duros golpes que le suceden a Tati. El relato es sólido, llevado a cabo con un impecable guion y con interpretaciones que permiten adentrarse en el mundo de la pequeña botera. Cada uno de los diálogos y miradas de la protagonista, seguida con cámara en mano, le da esa naturalidad necesaria para que el espectador se sienta parte de lo que se vive en la Isla Maciel. El mensaje es claro: el bote es metáfora del transitar el camino a la madurez, un Coming of Age distinto, que muestra el deseo de superación de una chica abandonada por su familia, sus cercanos y el Estado. El deseo también es sexual, es de contención, de independencia, de ser adulto y tener con qué. Aprender a manejar el bote en las aguas turbias del Riachuelo. La botera (2019) es una ópera prima admirable, de esas que hacen que uno se anote el nombre de Sabrina Blanco para seguir de cerca. Interesante propuesta del cine nacional sobre las vicisitudes del crecer en un entorno marginal.
Ricchi di fantasia: Yo no quiero trabajar. Del director Francesco Miccichè, llega a los cines una comedia All’italiana donde, a partir de una road movie, se suceden chistes fáciles, enredos y aventuras desopilantes. Pasada de moda y hasta fallida. Ricos de fantasía (2019), según su título en Argentina, se trata de una comedia desopilante y grotesca, con toques de drama. Todo es excesivo en la ópera prima de este director que estereotipa al obrero italiano de clase media baja como el frustrado por el deseo de conseguir dinero, tan de posguerra. El disparador para toda esta comedia es una broma que los compañeros le hacen a Sergio (Sergio Castellito), un maestro mayor de obra. Convencerlo de haberse ganado el gran premio de la lotería provocará una serie de hechos de dimensiones inconmensurables. El protagonista vive con su malhumorada mujer, sus hijos, su nieto y su anciana madre, pero todo lo ve color de rosa ya que está muy enamorado de Sabrina (Sabrina Ferilli), su amante, una ex cantante que está casada con un hombre que mantiene a sus dos hijos. Bajo la ilusión de ser millonarios y comenzar una vida juntos, es que se escapan en una aventura que será el motor de la película. A pesar de todo, el amor perdurará para lograr la felicidad. Ricchi Di Fantasía parece pasada de moda con personajes estereotipados que se comunican a los gritos. Se trata de la típica película en la que 2 familias que no se llevan bien entre sí terminan aceptándose a partir de un viaje en el que se conocen y cambian. Sin embargo, la evolución de los personajes no resulta tan significante ni profunda. Por más que tenga algunos instantes graciosos, el guion busca retratar el costumbrismo de la típica familia italiana a través de los estereotipos y momentos grotescos. Buen trabajo de ambientación, como también una lograda banda sonora. En síntesis, es una comedia que cumple con la promesa de entretener, ya que brinda una historia dinámica, pero no termina aportando ninguna novedad y se termina notando demasiado trillada y grotesca, hasta algo tediosa
Hogar: Hermanas y madres. La exitosa directora italiana de documentales, radicada en Argentina, Maura Delpero, ingresa al cine de ficción por la puerta grande, con una historia sobre la relación entre unas jovencitas desamparadas embarazadas (o ya con hijos pequeños) y las monjas que viven en un hogar religioso. Estrenada en la Competencia Argentina del 34° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, Hogar (2019) es un drama intimista sobre la historia de las jóvenes madres, y la relación con las monjas que las ayudan. Pero también es un retrato sobre el deseo y la ambigüedad de pensamiento en un ambiente religioso. Se plantean 2 realidades bien opuestas, entre quienes pueden elegir y quiénes no. Hogar (2019), la ópera prima de ficción de Delpero, narra la dinámica dentro de un instituto italiano religioso para madres adolescentes ubicado en algún lugar de la Provincia de Buenos Aires, manejado por septuagenarias y rígidas monjas. Las ganas de vivir una vida aniñada chocan de frente con tener un hijo – o varios – a cargo y no poseer trabajo ni casa. Todas bajo el mismo techo, estas adolescentes se pelean constantemente entre ellas, lo cual hace casi imposible la convivencia. Las protagonistas son 2 amigas, Luciana y Fátima (las debutantes no profesionales Agustina Malale y Denise Carrizo), sumamente opuestas en sus personalidades, pero igual de necesitadas de afecto. Mientras que Luciana se la pasa molestando a las monjas, se escapa por las noches y sueña con irse a vivir con su nuevo novio, Fátima espera su 2° hijo y prefiere acatar las normas de las monjas. Luego, con la llegada de la italiana Sor Paola (Lidiya Liberman), la única monja joven entre ancianas que casi no habla español, todo cambia. Ella entabla una fraternal relación con Fátima y se enamora de la ternura de la pequeña Nina, la hija de Luciana, quien no se ocupa de la chiquita por estar más interesada en vivir su adolescencia sin la responsabilidad de ser madre. Ahí descubre un instinto maternal que la aleja de la vida religiosa, pero ella sí puede elegir. Mención aparte para las intérpretes debutantes y, a la vez, protagonistas: Agustina Malale y Denise Carrizo, que hacen un excelente trabajo frente a cámara. Ellas sobresalen notablemente del resto de las madres de la película. A Agustina Malale; Delpero la conoció en un hogar real. Esta decisión de la directora de combinar actrices profesionales y no actrices fue un gran logro. Además, la pequeña hija de Luciana, demuestra un talento natural que se roba las escenas transmitiendo tanta ternura. Maternal (su título original) da cuenta de un flagelo actual en torno a las dificultades que atraviesan estas chicas que quemaron etapas y no están preparadas para asumir tal responsabilidad. El film establece un contrapunto constante, exquisito y hasta cómico: el estilo de vida de estas jóvenes -con todo lo que eso implica -y estas monjas rígidas abocadas a su profesión. Hilarante la escena en la que las chicas se arman una fiesta propia dentro del hogar con música a todo volumen mientras las monjas aguardan dormidas afuera. Todo lo que se muestra carece de golpes bajos y de juicio a las chicas por sus carencias o excesos que les dificultan el camino. Se ve mucha naturalidad, como si de un documental se tratara, con diálogos y situaciones de la vida cotidiana. Con respeto y simpleza, Hogar (2019) emociona de comienzo a fin; habla de maternidad y de profundo amor, mezclando la historia de ficción con un entramado casi documental sobre la psicología de la identidad femenina y el volverse adulto a la fuerza, que refleja austeridad y pone el foco en la condición en la que viven y sufren estas pequeñas madres.
El buen mentiroso: El plato que se sabe mejor frío. Un thriller de misterio de elegancia inglesa, con 2 potencias actorales como Ian McKellen y Helen Mirren, que atrapa de principio a fin. Como una película de antaño, donde el placer estaba en el misterio del cine clásico, con personajes bien marcados y sutilezas por doquier, la convierten en una distinguida obra entre tanto cine marketinero. El buen mentiroso (2019) es un film dirigido por Bill Condon, con guion de Jeffrey Hatcher y basado en la novela homónima de Nicholas Searle, que resultó un éxito en 2015. El personaje del enorme Ian McKellen actúa como eje de la historia que mezcla drama, suspenso, policial y toques de comedia. La trama tiene algunos puntos flojos, pero se disfruta durante las casi 2 horas, aun cuando algunos giros en la última parte se encuentren un poco forzados. Roy Courtnay (McKellen) y Betty McLeish (Helen Mirren) son 2 viudos que se conocen en una página de citas online. Rápidamente inician una relación de compañerismo y simpatía, a pesar de la reticencia del nieto de ella, Stephen (Russell Tovey). Lo que ellos no saben es que Roy está lleno de mentiras, como por ejemplo, que es un estafador profesional que vive de eso junto a su socio Vincent (Jim Carter). Betty, una adinerada viuda que sólo desea compartir sus días con un buen hombre. Pero esta película muestra lo fácil que resulta ocultar las verdaderas identidades en Internet. A medida que ella le abre su corazón, Roy se sorprende a sí mismo al darse cuenta de que alberga sentimientos hacia ella, convirtiendo lo que debería ser una estafa sencilla en una de las situaciones más complejas de su vida. Con muchísimos giros inesperados, el espectador se va sorprendiendo a medida que va descubriendo verdades sobre los personajes y sus propósitos. Si algo encandila a la historia en sí son las magníficas actuaciones de sus protagonistas. Los renombrados McKellen y Mirren forman una dupla fantástica, cómplices y enemigos, depende lo que el momento del guion demande. Todo el tiempo parece ser un duelo actoral y se define por empate. El director Bill Condon, ese que nos supo dar Gods and Monsters (1998), The Twilight Saga: Breaking Dawn (2011 y 2012), The Fifth Estate (2013) y la adaptación live action de Beauty and the Beast (2017), hace un trabajo correcto de impronta clásica pero que no va más allá de hacer brillar aun más a los actores, que ya lo hacen por sí solos, y mostrar hábilmente Londres y Berlín. Como sucede siempre con las traducciones, el título en inglés, The Good Liar, no admite género, lo cual en español se traduce en masculino y da por sentado que es Roy el que miente. Lo que se disfruta es que sea una película con muchas capas que se va desenmarañando de a poco. La historia es ágil, sin permitir reflexionar sobre algunos tópicos que toca por arriba, pero que va mucho más allá de un estafador y ya, es un entramado de complejos de personalidades. Es un buen thriller con extraordinarias actuaciones y una trama apasionante que sorprende con cada revelación, y además con una excelente fotografía por Londres y Berlín. La música de Carter Burwell agrega el suspenso necesario. El guion puede pecar de previsible, no obstante, las interpretaciones del inmejorable dúo de actores, sobrepasan la pantalla, consiguiendo credibilidad y empatía. El buen mentiroso (2019) atrapa al espectador en una intrincada red de engaños, en los que todos tienen una acertada justificación. Es una película que muestra la vulnerabilidad de las personas por más fuertes que parezcan, las heridas que subyacen a pesar del paso del tiempo, la responsabilidad de las acciones cometidas, y que nadie es quien parece. Muy entretenida.
Las buenas intenciones: Ser responsable en los ’90s. El ser adulto conlleva decisiones y responsabilidades que, muchas veces, son difíciles de sobrellevar. Estrenada en el 34° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, esta comedia dramática, ópera prima de Ana García Blaya, sorprende con su ternura y mucho rock del bueno. Podría decirse que se trata de una película más dentro del subgénero padres separados + hijos en discordia, pero no. Esta historia tiene un corazón propio que late entre la ficción y la realidad de la directora. Acá el convertirse en adulto está dado tanto por el padre (que es un adulto inmaduro) y por la hija mayor, una niña que no puede serlo debido a sus precoces responsabilidades. Una comedia emotiva, hecha con mucho cariño y buenas intenciones. Años ´90. Gustavo (Javier Drolas) es un hombre divorciado que vive de una manera particular: yendo a la cancha sin importar el clima, fumando marihuana, viviendo de noche, con una casa maltrecha, dueño de una disquería que va a pérdida, pero que es divertido tenerla con su mejor amigo Néstor (Sebastián Arzeno), manejar su Torino con el rock a todo volumen, siendo impuntual, despistado en cuanto a sus responsabilidades y emocionalmente inmaduro. Lo que cabe aclarar es que es padre de 3 chiquitos que lo necesitan. Su ex esposa, Cecilia (Jazmín Stuart), tiene nueva pareja, Guille (Juan Minujín). Cuando ella le informa a Gustavo que piensa radicarse con su novio y los 3 chicos en Paraguay, él lo acepta pero con una mezcla de sensaciones. La historia gira en torno a Amanda (Amanda Minujín), la mayor de los hermanos que, cuando están con su padre, se encarga de cuidar a Lala (Carmela Minujín) y Ezequiel (Ezequiel Fontenla) como si fuesen sus hijos. Ella se hace cargo de todo, siendo muchísimo más atenta y responsable que Gustavo. Así, cuando los planes son ir a vivir a Paraguay, Amanda está decidida a quedarse con él. Gustavo no se quiere separar de su hija porque sabe que la va a extrañar, pero también sabe que no es capaz de propinarle los cuidados que merece. Esa es la relación padre – hija da muchas vueltas entre adultos – niña/adulta precoz – niño tardío. La directora Ana García Blaya se basó en su propia niñez, junto a sus hermanos y a su padre desaparecido, Javier (integrante de la banda Sorry). Se mezcla la ficción con fragmentos de recuerdos familiares de García Blaya en VHS. Esto le agrega un detalle sumamente emotivo que, al principio no se entiende a qué refiere, pero a medida que pasan los minutos, nos da ternura la manera en que se entrelazan las imágenes, con total sencillez. Javier Drolas como el padre protagonista de la película, ese rockero que aún no superó la adolescencia, lo hace fantástico, uno lo aborrece en un principio porque es un inmaduro e irresponsable, pero después va generando empatía a partir de sus buenas intenciones y su incapacidad como padre. Jazmín Stuart y Juan Minujín aportan lo necesario, desde el nivel de sus interpretaciones a las que nos tienen acostumbrados. La revelación actoral es Amanda Minujín, aunque también actúa su padre y su hermanita. Ella logra un papel de una envidiable espontaneidad y ternura, cargando todo el peso de la historia en sus pequeños hombros. Sus diálogos emotivos y sus gestos tan naturales le dan una abrumadora profesionalidad a esta preadolescente que tiene un camino prometedor delante de las cámaras. Las buenas intenciones es un homenaje a los padres que, a pesar de su incondicional amor, no logran hacerse cargo de las responsabilidades de tener hijos. Y, por qué no, un homenaje a la década del ´90. Es una película pequeña en cuanto a su estructura, pero de un carácter gigante. Una ópera prima con gran corazón, de esas que hacen querer ver pronto lo siguiente de la directora. Sólidas actuaciones y un guion noble, con mucho rock nostálgico e imágenes en VHS de recursos verdaderos, todo lo que hace que esta película no sólo sean buenas intenciones, sino excelentes resultados.
En buenas manos: El hijo que adoptan no es lo mismo que un hijo biológico. La directora y actriz francesa Jeanne Herry ofrece una visión empática y diferente sobre el proceso de adopción. Una película conmovedora y respetuosa acerca de la adopción que invita a reflexionar sobre las dificultades burocráticas y los dilemas de la vida misma asociados al deseo de ser padres. En casi 2 horas de duración En buenas manos (Pupille, 2018), registra con amor y sensibilidad el complejo proceso de adopción, el cual se ve efectivamente explicado en un mensaje que da una trabajadora del centro: “Mi trabajo no es encontrar hijos para padres que sufren, mi trabajo es encontrar a los mejores padres posibles para niños en riesgo”, dejando claro que el deseo, el amor y el dinero no son suficientes para que el Estado te dé un niño, sino que hace falta estabilidad emocional. Esta vez, se plantea el tema desde un lugar nuevo, siguiendo lo que sucede con Theo, el bebé protagonista, a Jean (Gilles Lellouche), que trabaja cuidando transitoriamente a los niños, a Karine (Sandrine Kiberlain), una asistente Social y a Alice (Elodie Bouchez), que la madre adoptiva a Theo. La historia atrae desde su premisa si se considera que las condiciones de adopción que se retratan en la película no son una ficción. En Francia, las mujeres pueden sólo llegar al hospital, dar a luz y dejar a su bebé en manos del Estado, bajo el completo anonimato. Herry homenajea la labor de los profesionales que son esenciales para que un bebé abandonado por sus padres crezca de una forma sana. La directora entrelaza las historias personales con la vida del recién nacido, lo que vuelve más sensible el relato. Clara (Leïla Muse) tiene la libertad de compartir lo que ella desee sobre su embarazo y una educadora de la agencia de adopción se acerca a ella para orientarla, sin juzgarla. Su incapacidad para ser madre en ese entonces se ve reflejada con ciertas actitudes como negarse a cargar al bebé y a darle pecho Por otro lado, están Jean (Gilles Lellouche), un hombre que es padre de acogida, y Karine (Sandrine Kiberlain), una trabajadora del centro muy implicada en el bienestar de los menores. Además, retrata cómo los potenciales padres se enfrentan a miedos, incertidumbres y un sinfín de preguntas que no siempre son fáciles de responder. Todos los que acompañan a Théo, hasta que encuentre un hogar definitivo, se muestran respetuosos y amorosos. El elenco que rodea al bebé es de una calidad extraordinaria, lo cual permite muchas veces emocionarse sin el uso de palabras, sólo a partir de las miradas de los protagonistas. Sin regodearse en el drama – y hasta con algunos toques de humor – la historia muestra también el punto de vista de Alice, una mujer que lleva más de 10 años deseando ser madre, hasta el momento sin conseguirlo. Asimismo se observan los requisitos para que un niño pueda ser adoptado y que la negativa puede venir motivo de no ser idóneo, no tener una buena posición económica, no tener estabilidad emocional, no tener pareja, etc. Cualquier cambio en la situación laboral o sentimental es determinante en estos casos. El guion de Herry es inteligente, sensible y claro, contando una historia con amor e informando sobre un tema importante en todo el mundo. La construcción de los personajes es inmejorable, generando empatía en el espectador. La película tiene buenas intenciones, eso es indudable, y hace que el público transite por diferentes sensaciones durante todo el metraje. La historia no abusa de la tragedia, por el contrario, está repleta de ternura. En buenas manos (Pupille, 2019) es una película sensible y comprometida con una difícil realidad, aunque en Francia es notablemente mejor. Quizás peca de ser amable y edulcorada, pero tiene un buen mensaje y uno lo recibe con una sonrisa.
El cuidado de los otros: Un descuido inofensivo. Sofía Gala protagoniza la nueva película de Mariano González, un drama intimista sobre el miedo, el remordimiento, la culpa y el trabajo. Mariano González vuelve con su segundo largometraje, luego de su ópera prima, Los globos (2016). Estrenada en el 34° Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, otra vez se centra en el mundo laboral como contexto para este drama profundo e íntimo, donde se mezclan las relaciones laborales y personales, ante un descuido doméstico, que aunque pareciera inofensivo, desata una tragedia. Luisa (Sofía Gala Castiglione) es una joven que tiene dos trabajos: uno en una fábrica de adornos y otro como niñera en una casa acomodada. Un día, teniendo a su cuidado a Felipe, uno de los chiquitos de la familia para la que trabaja, tiene un descuido que parece inofensivo pero, sumado a otros hechos como una negligencia del novio de Luisa que va a esa casa a ayudarla con el primer imprevisto, termina ocasionando un accidente en el niño (no se conoce si está bien utilizado el vocablo puesto que, según se muestra, podría haber sido evitable prestando más atención). Luego de que el menor quede internado por unos días en terapia intensiva, la familia vuelve a su casa y se sume en un hermetismo del que ya no se sale. La situación extrema vuelve comprensible el silencio de los padres, pero no su prolongación en el tiempo, incluso cuando la emergencia ha pasado y el niño ha retornado a su hogar. Resulta doloroso la negativa a dialogar con Luisa sobre lo que sucedió, pensando en que le podría haber ocurrido a cualquiera. Así, la necesidad de identificación de un culpable muestra la dificultad de asumir que, al ser humanos, los errores suceden. Luisa, confundida y angustiada, quiere saber cómo está Felipe y, además, se aleja de su novio, quien parece ser culpable de lo sucedido. Sofía Gala Castiglione hace brillar la película; se luce de principio a fin mostrando la contención de los sentimientos a punto de explotar. Luisa tiene una sensibilidad especial, no solo hacía el niño, sino también hacia los padres. Los demás acompañan bien y aportan lo justo y necesario. Así, con esta historia pequeña, se narra cómo vive todo el proceso Luisa, principalmente su sentimiento de culpa y angustia que la atormentan constantemente, sumado a dualidad entre el amor que siente por el pequeño y la relación laboral que puede terminar a raíz de lo sucedido. Se remarca constantemente el límite existente entre la relación laboral y la relación sentimental a la que se enfrenta la protagonista. En la película también se remarca cómo ambas partes ven la relación laboral, el miedo de los padres ante el hecho trágico y la confusión de Luisa con su especial sensibilidad por esa familia. El cuidado de los otros (2019) logra incomodar al espectador por la cercanía y verosimilitud del relato. Sin utilizar golpes bajos ni giros violentos, duele verla y genera esa tensión típica del thriller, donde el público se refleja en los pasos de Luisa. Mariano González logra construir una película inquietante, que se sostiene muy bien a partir de la interpretación de Sofía Gala.
Con un talento extraordinario, vuelve Martin Scorsese acompañado por Robert De Niro, Al Pacino y Joe Pesci en una película sobre el crimen mafioso en los Estados Unidos. 3 horas y media, actores de primerísima línea y estreno sólo en pocas pantallas para ganarse un lugar en los Oscar. El director de clásicos como “Taxi Driver” (1976), “Buenos muchachos” (1990), “Casino” (1995) y “El lobo de Wall Street” (2013), llega a Netflix – y a algunas selectas salas de cine- con su broche de oro a una extraordinaria carrera. Una magistral clase de cine con destellos de obra definitiva. El cineasta y sus protagonistas son la clara muestra de lo mejor del cine estadounidense. En más de 3 horas y con una avasallante narrativa, una excelente obra de arte llega a la famosa plataforma de streaming, con derroche de humor y violencia. Basado en el libro “I Hear You Paint Houses”, de Charles Brandt, con guión adaptado por Steven Zaillian (“La lista de Schindler”), “El irlandés” cuenta la historia de Frank Sheeran, un veterano de la Segunda Guerra Mundial que trabajó como camionero y se relacionó con personajes del crimen organizado como Russell Bufalino (Joe Pesci). Sheeran se involucra con la Hermandad Internacional de Camioneros y las actividades ilegales de su líder Jimmy Hoffa (Al Pacino). No es una simple película de mafiosos, sino que la historia está basada en hechos reales. El manejo de la cronología de los hechos (la película va y viene en el tiempo mediante flashbacks), los diálogos, los conflictos y los personajes tienen un máximo cuidado en sus construcciones. El humor colabora para que sea entretenida a pesar de la larga duración de la película. El poderoso tridente de actores es un valor agregado de por sí, un regalo para cualquier cinéfilo que se emociona al ver a estos 3 “señores intérpretes” juntos en la pantalla. Robert DeNiro (protagonista de varios de los clásicos de Scorsese) brinda una de sus mejores interpretaciones de su carrera. Su progresivo ascenso a los cielos de la mafia y la violencia y su posterior arrepentimiento al llegar a viejo concurren en un perfecto arco del personaje. Joe Pesci brilla reluciente cuando se lo creía olvidado por la industria, y Al Pacino, otra leyenda, vuelve a mostrar su enorme talento. Como un plus de enorme tamaño, la oportunidad de ver al mismo tiempo en pantalla a la dupla DeNiro y Pacino, algo que se vuelve sumamente hipnótico. Los 3 tienen escenas dónde son rejuvenecidos digitalmente con fines narrativos. Este efecto no molesta en ningún momento del film, sólo se admira mejor la historia que cuentan, que costó más de 150 millones de dólares. Completan el elenco: Anna Paquin, Harvey Keitel, Bobby Cannavale, Ray Romano, Jesse Plemmons, entre otros. Scorsese habla de la vejez. Como una introspección al paso del tiempo y el camino recorrido, con sus habituales recursos estilísticos y narrativos, como los travelling descriptivos, las imágenes congeladas para enfatizar una situación y la violencia que sorprende en cualquier momento. Además, la construcción estética de la época es brillante. Por el lado de los aspectos técnicos, podemos destacar la reproducción de época maravillosamente reflejada en el excelso montaje de la oscarizada Thelma Schoonmaker, una hermosa fotografía del mexicano Rodrigo Prieto y una banda sonora impresionante. Todo esto, claro está, lo podrán apreciar mejor quienes tengan la posibilidad de verla en pantalla grande, ya que en el living de casa no se valoran tanto todos estos esfuerzos, lo cual es triste, pero son las nuevas reglas del juego. “El irlandés” (2019) habla de la amistad, de los valores, la familia, las concesiones, los secretos, el poder, la lealtad y la vejez. En un relato que atrapa de principio a fin, se construye una historia llena de drama, humor y violencia. La dirección, puesta en escena y actuaciones son brillantes, no hay nada que objetar. ¿Se podría haber hecho de menos duración? Si, claro, pero Scorsese puede hacer lo que quiera a esta altura de su vida y su carrera, y eso se disfruta. ¿Es la mejor película de Martin Scorsese? Seguramente no, pero estamos ante una obra de arte maravillosa, de esas que ya se sabe, será un clásico de la historia del cine, así que, si no es la mejor, está peleando el podio. Es la frutilla del postre de la carrera del cineasta y, pareciera, de todo el cine de mafia y gángsters, ya que no queda mucho por agregar. Así que a aprovechar quien la pueda ver en las pocas salas de cine que la proyectan y, sino, verla a partir de hoy en Netflix.
Downton Abbey: Un bello capítulo más. Cuatro años después del final de la serie homónima, Michael Engler (director de algunos episodios) se pone tras las cámaras de esta película que vuelve a reunir a nobles y criados en la mansión de la campiña inglesa. Cualquiera que fuera admirador de la serie británica se dará cuenta que la película sirve como continuación de todo lo que sucedía en la abadía: desde los arrebatos de Daisy (Sophie McShera) a la estirada presencia de Lady Mary (Michelle Dockery), el tradicionalismo de Carson (Jim Carter), los comentarios ácidos de la Condesa Viuda (Maggie Smith), la atractiva rebeldía domesticada de Branson (Allen Leech), la amistad interclasista que ofrece Anna (Joanne Froggatt) o el mal carácter de la señora Patmore (Lesley Nicol) entre muchos otros personajes que se pasean por el castillo que ofrece un análisis de la situación socio-política de principios del siglo XX. Esta vez, el creador Julian Fellowes, guionista de la serie y la película, centra toda la acción en los preparativos que deben hacer en el Highclere Castle (Hugh Bonneville y Elizabeth McGovern) para recibir a la Familia Real, que tiene previsto hospedarse en la casa. Probablemente, incluso los más neófitos en el universo de la serie puedan acercarse sin problema a esta nueva entrega, ya que la historia es sumamente sencilla. La visita de los reyes Jorge V y María de Inglaterra al imponente castillo de los Crawley y cómo eso afecta tanto a los nobles como al personal de servicio. En la película hay drama y mucha comedia. Lo más divertido, como siempre, es protagonizado por el mayordomo Carlson, ya jubilado pero excepcionalmente recuperado para ocasión, y su enfrentamiento con el mayordomo enviado por la Casa Real. La aparición de Lady Bagshaw (Imelda Stauton), un nuevo personaje, encarnará una graciosa relación amor-odio, con Violet Crawley (Maggie Smith). Todo el reparto es ostentación pura, aunque sobresalen Imelda Stauton y Maggie Smith. El espectador sólo desea que la cámara las enfoque ya que la combinación es sencillamente explosiva. Volvamos ahora sobre la aclamada serie: 6 temporadas emitidas entre 2010 y 2015, con una de las mejores ambientaciones, 52 episodios, despedida triunfal con un especial de Navidad del 25 de diciembre de 2015. Terminó debido a que la legendaria actriz Maggie Smith deseaba dejar descansar a su papel y pasar página. Sin embargo, los fanáticos se quedaron con ganas de más, lo que ha hecho posible su retorno. Los protagonistas son la familia Grantham y sus sirvientes. Todos viven en una gran mansión y forman parte de la aristocracia rural inglesa que vio cómo su forma de vida empezaba a decaer después de la Primera Guerra Mundial. Para cuando llega la época en la que se ambienta la película, esos nobles de la campiña están muy cerca de desaparecer tal y como eran conocidos entre los siglos XVIII y XX. Los personajes se dividen entre los de las plantas de arriba (la familia) y los de las plantas de abajo (los criados). En los primeros encontramos a Lord Grantham (Hugh Bonneville) y Lady Grantham (Elizabeth McGovern). Él era un noble con título, pero sin dinero, que se casó con una heredera estadounidense que tenía la fortuna y cuyos padres ansiaban un título. Tuvieron tres hijas: Mary (Michelle Dockery), Edith (Laura Carmichael) y Sybil (Jessica Brown-Findley). La tercera murió en el parto de su hija, y la primera es la heredera de Downton pero, para ello, debía casarse con algún hombre de la familia que pudiera ser el heredero legítimo de Lord Grantham. Además, está la Condesa viuda, la madre de Lord Grantham (Maggie Smith), con un don para las frases ácidas e hirientes, y a Isobel Crawley (Penelope Wilton), madre de Matthew, el primer marido de Mary y padre de su hijo. También hay que contar con Tom Branson (Allen Leech), antiguo chófer de la familia y viudo de Sybil, y con Henry Talbot (Matthew Goode), actual esposo de Mary. Entre el servicio, los principales personales son la señora Hughes (Phyllis Logan), ama de llaves, y el mayordomo Carson (Jim Carter), que fueron desarrollando una tierna historia de amor a lo largo de la serie. Encontramos también a la cocinera jefe, la señora Patmore (Lesley Nicol) y a su ayudante, Daisy (Sophie McShera), a la que era la doncella de Mary, Anna (Joanne Frogatt), que está casada con el antiguo asistente de Lord Grantham, Bates. Y luego está Thomas (James Collier), un sirviente que ha tenido algún encontronazo con la ley porque es homosexual, y eso estaba considerado un delito en la Inglaterra de la época. La película, en sí, es intrascendente, aunque gracias a los maravillosos diálogos, interpretaciones y la ambientación, es posible sentirse otra vez en la mansión emblemática. Logra ser un exponente visual poderoso, mientras que en el plano argumental se queda lo anecdótico, pareciendo un episodio de la serie alargado. Vale tener en cuenta que la decisión más inteligente es la inclusión de muchísimo humor, ya que está repleta de golpes propios de la mejor comedia británica, lo que aligera mucho su visionado. Michael Engler, que ya había dirigido 4 capítulos, prueba la calidad de la serie al utilizar los mismos espacios, el mismo vestuario y los mismos recursos estilísticos, y que todo funcione bien en la pantalla grande. El guion de Julian Fellowes es efectivo al generar momentos románticos, dramas y diversión. En líneas generales es una película muy bien filmada, entretenida, agradable y, sobre todo, muy clásica. En suma, los amantes de la serie no pueden perderse esta película, pero es valioso que puede ser disfrutada como película de época por alguien ajeno al fenómeno mundial.
El valor de una mujer: Empoderamiento activado. “El acoso no tiene que ver con la deliciosa guerra de sexos; es toda una cuestión de poder de uno sobre otro; sabes que, si te niegas, puede costarte caro” Marco Tullio Giordana Lo nuevo de Marco Tullio Giordana cuenta con dureza la lucha y rebelión de una mujer acosada en su lugar de trabajo. Concebida hace más de 3 años, la historia se encuentra más vigente que nunca. En días de #NiUnaMenos, #MeToo y #TimesUp, desde Italia llega esta película sobre la emergente concientización del feminismo y la incansable lucha de las mujeres frente a los abusos en sus diferentes formas. No es menor que la protagonista, Cristiana Capotondi, forme parte del colectivo de actrices italianas del documento “Dissenso comune”, en el que denuncian el acoso sistemático que sufren sólo por el hecho de ser mujeres. La película marca la rebelión de una joven empleada contra su déspota y psicópata jefe, en una sádica lucha de poder. Nina Martini (Cristiana Capotondi) es una madre soltera que deja Milán y se muda a un pueblito de Lombardía para comenzar a trabajar como asistente en Baratta, un famoso asilo para ancianos, controlado por 2 hombres, el jefe de personal Roberto Ferrari (Bebo Storti), un clérigo de la Iglesia Católica, y el director Marco Maria Torri (Valerio Binasco), un médico pedante. Ambos, desde la primer entrevista, tienen comentarios desubicados para Nina, lo cual se torna terrible la noche en que Torri la llama al terminar su turno y se abalanza sobre ella. A partir de ahí la lucha de Nina por intentar tolerar estos abusos y no mostrarse vulnerable a pesar de la típica situación desfavorable de poder entre jefe y empleado. Ella busca aliados, genera confianza, crea un plan para llevar a la justicia a estos 2 monstruos, en un proceso lento y doloroso. La película da cuenta de ciertas atrocidades que todos naturalizamos desde siempre, como la falta de solidaridad entre mujeres, el silencio ante el miedo, el oportunismo de la posición imperante de poder, la valentía de una sola contra todos. Aunque en la segunda mitad ingresa el suspenso policial, a partir de abogados, testimonios, procedimientos judiciales, etc. y es aquí donde pierde un poco de fuerza la narración. El valor de una mujer es una obra que vale más por su bajada de línea ideológica, sobre todo en el momento en que vivimos, y no por su nivel artístico. Se ocupa de denunciar álgidamente las injusticias laborales que sufren las mujeres, incluyendo el abuso sexual de parte de los poderosos. Sin llegar a ser una película que milita el feminismo, llega a los cines en una época en la que este tema se encuentra en agenda mundial.