NUEVO PLANTEO, EL MISMO DRAMA DE SIEMPRE Internet, en su revolución incansable, no sólo conecta a personas de todas partes del mundo –con los beneficios y riesgos que eso pueda implicar- sino que permite lo que antes no hubiera pasado de locura optimista: la realización de una película con los pequeños fondos de muchas personas. De esta manera, a través del micromecenazgo –más conocido en inglés como crowdfunding-, la directora Anna Bofarull (Hammada) logró debutar en la ficción abordando la fibromialgia, una enfermedad que la toca muy de cerca porque la padece su madre. Julia (Montse Germán) es una exitosa violonchelista que dedica cuerpo y alma a la música a la vez que deja de lado sus vínculos sociales y sentimentales. Sin embargo, su cuerpo deja de responderle, los dolores hasta ahora esporádicos se transforman en crónicos y amenazan su carrera, ya que le impiden tocar con normalidad. Los médicos la diagnosticaron con fibromialgia, enfermedad sin causas conocidas ni cura. Sólo le queda intentar aliviar el dolor y reformular sus relaciones afectivas. Lo mejor de la película no es la historia –que tiene algunos tintes borgeanos- sino el marco en el que se desarrolla. La banda sonora funciona como columna vertebral y la fotografía, con sus colores apagados y suaves, transmite mejor las emociones de los personajes que los propios actores. El guión, por otro lado, se hace innecesariamente extenso a través de repeticiones y el ritmo lento. No explora prácticamente nada nuevo fuera del planteo específico de la enfermedad y los giros dramáticos se vuelven previsibles –además de agregar, a veces, más drama del que hace falta-. La orgullosa protagonista pertenece a un grupo selecto y sus motivaciones llevan a que la empatía sólo pueda alcanzarse a través de su dolor. Posiblemente no sea la película más entretenida de la semana, ni la más interesante. Pero, más que mi opinión –o la de cualquier crítico-, queda ver qué opinan los que pusieron sus esperanzas y su dinero en la producción. Si ellos se sienten satisfechos, todo habrá valido la pena. SONATA PARA VIOLONCHELO Sonata per a violoncel. España. 2015. Dirección y guión: Anna Bofarull. Intérpretes: Montse Germán, Juanjo Puigcorbé, Jan Cornet, Marina Salas, Josep Maria Blanco, Fermí Reixach, Harris Gordon, Christian Stamm, Maite Buenafuente, Joan Negrié, Mapi Galán, Paula Kortis, Xavi Siles, Ivana Miño. Música: Gerard Pastor. Director de fotografía: Àlex Font. Dirección de arte: Sebastian Vogler. Montaje: Diana Toucedo. Sonido: Lars Helmert y Dani Zacarías. Violonchelo: Lluís Claret. Orquesta: Furius Music Orchestra. Duración: 107 minutos.
NO ES OTRA INVASIÓN ALIENÍGENA La peor forma de contar qué pasa en La Llegada sería empezar por “los extraterrestres invaden Estados Unidos”. La mitad de los lectores abandonarían inmediatamente la crítica esperando otro cliché barato donde la potencia militar norteamericana de repente se justifica por la aparición de un enemigo externo y mucho más poderoso. Sin embargo, en La llegada no explotan monumentos de Washington D.C. ni un militar retirado se reivindica como héroe. Doce naves aterrizan en distintos lugares del globo sin conexión aparente, a lo largo de los cinco continentes. La lingüista Louise Banks (Amy Adams) es convocada junto a otros expertos para investigar y enfrentarse al lenguaje extraterrestre. Entender y hacerse entender puede ser la clave para prevenir un conflicto bélico mundial o prepararse para una invasión masiva. Parece ser la semana de las heroínas: al igual que en Rogue One, la protagonista está muy lejos de ser una damisela en apuros y sólo se apoya en su contraparte masculina como en un partenaire que acompaña sin opacar. Amy Adams hace una interpretación brillante, más destacable que en la recientemente estrenada Animales Nocturnos. Tal vez sea por la empatía, ya que la doctora Banks experimenta un cóctel de sensaciones con las que es muy fácil identificarse: siente miedo, asombro, tristeza, frustración. La adaptación de “La historia de tu vida”, de Ted Chiang, explora algunos terrenos que recuerdan a El juego de Ender –de Orson Scott Card- y Crónicas Marcianas –un clásico de Ray Bradbury-, donde el encuentro con razas alienígenas no implica exclusivamente un conflicto bélico sino también un choque de culturas con muchas dificultades para entenderse. La película de Denis Villeneuve (Sicario, Prisioneros) canaliza a través de la doctora Banks mucho del miedo, curiosidad y obsesión por descubrir que sentiría cualquiera y le suma sus propios demonios internos, haciendo que el relato no sea lineal sino mucho más profundo. La película no sólo no está basada en Estados Unidos: aunque transcurre en el país del norte, la acción también involucra a las demás naciones visitadas. Por otro lado, los militares sin llegar a ser puestos en ridículo –como en Los 4 Fantásticos y Silver Surfer- sí se ven superados por los civiles y demuestran cierta incompetencia. Por otro lado, también funciona como crítica a cómo los medios de comunicación abordan muy a la ligera cuestiones que escapan de su conocimiento o incluso de su comprensión básica. El film es mucho más reflexivo que la película de ciencia ficción promedio, con un toque existencialista que queda rebotando las horas y días siguientes en la cabeza del espectador. Increíblemente, “¿Cómo reaccionaríamos ante el choque con una cultura con la cual no sabemos comunicarnos?” está muy lejos de ser la cuestión más importante. LA LLEGADA Arrival. Estados Unidos. 2016. Dirección: Denis Villeneuve. Intérpretes: Amy Adams, Jeremy Renner, Forest Whitaker, Michael Stuhlbarg, Mark O’Brien, Tzi Ma, Nathaly Thibault, Pat Kiely, Joe Cobden, Julian Casey, Larry Day, Russell Yuen, Abigail Phiowsky, Philippe Hartmann, Andrew Shaver. Música: Johann Jóhannsson. Fotografía: Bradford Young. Duración: 116 minutos.
A LA ALTURA DE LAS CIRCUNSTANCIAS Algunas franquicias no hacen más que generar expectativas que luego no pueden sostener –como el chasco que se llevó más de uno este año con Escuadrón Suicida- y, como quien se quema con leche, uno va a veces esperando lo peor. Rogue One planta bandera en una de las sagas que más fans cosecha en todo el mundo y muestra que todavía hay mucho por contar. La historia transcurre entre los episodios III -La venganza de los sith- y IV -Una nueva esperanza-, aunque más cercana a esta última. Explica cómo el grupo de rebeldes consigue los planos de la Estrella de la Muerte –una estación espacial del tamaño de una luna que puede destruir planetas- construida por el Imperio Galáctico para destruir definitivamente a la Alianza Rebelde. Si bien ya se sabe que el equipo tiene éxito –ups, perdón por el spoiler de una película de hace 39 años-, el cómo es lo que da sentido a la película junto con la explicación de algunos detalles de la saga que más inquietan a los fanáticos. Primero lo importante: es completamente apta para quienes no hayan visto ni siquiera una película de la saga, aunque por supuesto que un mayor conocimiento del universo de Star Wars la hará mucho más disfrutable por poder encontrar detalles y cameos incomprensibles de otra forma. El planteo es sólido y la historia, aunque compleja, es bien llevada por Gareth Edwards (Monsters, Godzilla) y muy entretenida. Peca con algunos clichés, pero es perdonable por lo bien llevado adelante. El relato rebosa heroísmo por los poros, con personajes dispuestos a llegar a las últimas consecuencias por sus ideales. La más clara es Jyn Erso (Felicity Jones), que es una heroína con motivaciones bien marcadas y con la profundidad necesaria. Cabe agregar, en este sentido, un acierto en afianzar los roles femeninos en la saga como su antecesora El despertar de la fuerza. Los acompañantes de Jyn no se quedan atrás, con el capitán Cassian Andor (Diego Luna) con la firmeza de un soldado convencido de su lucha y un robot K-2SO que es a la vez asistente y alivio cómico no forzado. También se destacan los rivales, donde el Teniente Comandante Orson Krenninc (Ben Mendelsohn) es una extremidad terrorífica del mismísimo Darth Vader que tiene sus propios conflictos dentro del orden militar. Rogue One explora con mayor profundidad los horrores de la guerra y de la Estrella de la Muerte, los estragos quedan a la vista y también el dolor de los personajes que se enfrentan a un nivel de destrucción antes impensable. Es necesario hacer notar el esfuerzo artístico que, sin dejar atrás el estilo con el que comenzó la saga hace ya casi cuatro décadas, logra impresionar con su belleza. Que no queden dudas: la Fuerza sigue viva y tiene cuerda para rato. ROGUE ONE: UNA HISTORIA DE STAR WARS Rogue One: A Star Wars Story. Estados Unidos. 2016. Dirección: Gareth Edwards. Intérpretes: Felicity Jones, Mads Mikkelsen, Diego Luna, Ben Mendelsohn, Donnie Yen, Jiang Wen, Forest Whitaker, Alan Tudyk, Riz Ahmed, Jonathan Aris. Guión: Chris Weitz y Tony Gilroy. Música: Michael Giacchino. Fotografía: Greig Fraser. Duración: 133 minutos.
EL QUE NO ARRIESGA NO GANA El generar un impacto por el simple hecho de provocar es similar a la rebeldía sin causa: su falta de contenido hace que el esfuerzo quede dando vueltas sobre su propia autocomplacencia. El director y diseñador Tom Ford (Sólo un hombre) hace apuestas fuertes a lo largo de su segundo largometraje con distintos resultados. Susan Sorrow (Amy Adams) vive al mejor estilo burgués frío y con más envoltorios que contenido: abrió su propia galería de arte y su marido (Armie Hammer) no asistió a la inauguración por dedicarle parte de su vida a su trabajo y otra parte a su amante. El sacudón llega con un paquete que pone el pasado sobre el tablero. Su ex Edward (Jake Gyllehaal), escritor al que no ve hace dos décadas, le envía el boceto de su primera novela a punto de publicarse y dedicada a ella. A partir de ahí, la historia transcurre en tres frentes: la decadente vida de Susan hoy mientras lee la historia, la sórdida novela que avanza y se espesa a cada momento, y el pasado romántico truncado que vivieron el escritor y la artista. La adaptación de Tres Noches, la novela de Austin Wright, puede parecer compleja y hasta confusa, pero Ford acertó en las diferencias narrativas y estéticas, logrando que los tres relatos transcurran en paralelo sin confundirse. Otro punto a favor fue el desarrollo de Edward, que si bien pasa poco tiempo en pantalla –el escritor, no su alter ego que protagoniza la novela- se construye a través de su narración y de Susan, incluso alcanzando más complejidad que ella, que por momentos parece un poco estereotipada. Lo más fuerte es la novela de Edward, que explora facetas como la venganza y la redención y se sumerge en las zonas más oscuras y repugnantes de los seres humanos. El mayor problema es también eso mismo: al explotar la trama en el final, no queda energía para la conclusión del último relato, Susan después de leer. El concepto de historia dentro de otra está bien llevado adelante y, aunque hay tropiezos, el balance sin dudas es positivo. Tom Ford demuestra que no necesita de Gucci e Yves Saint Laurent para sobresalir y sólo se puede esperar que sus próximas obras sean cada vez mejores. ANIMALES NOCTURNOS Nocturnal Animals. Estados Unidos. 2016. Dirección: Tom Ford. Intérpretes: Amy Adams, Jake Gyllenhaal, Armie Hammer, Aaron Taylor-Johnson, Michael Shannon, Isla Fisher, Kristin Bauer van Straten, Karl Glusman, Ellie Bamber, Toni French, Amanda Fields, Karli Karissa, Carson Nicely, Lee Benton, Impogen Waterhouse. Guión: Tom Ford. Fotografía: Seamus McGarvey. Música: Abel Korzeniowski. Duración: 115 minutos.
UN DIGNO CIERRE La quinta –y dicen que la última, pero permítanme dudar- película de la saga Inframundo llega para volver a enfrentar a los vampiros con los licántropos –en criollo, aunque no exactamente, hombres lobo- en una batalla que podría ser la definitiva. Por supuesto que en el medio quedan atrapados los seres humanos normales, que para ambas razas no pasan de ser enormes bolsas de sangre. Selene (Kate Beckinsale), atacada por licántropos y vampiros traidores, sigue aniquilando a todos los que se atreven a enfrentarla. Sin embargo, ella podría ser la clave para terminar la guerra con el apoyo de David (Theo James) y su padre Thomas (Charles Dance). Para lograr su objetivo y mantener a salvo a su hija deberá llegar más lejos que nunca. La mitología alrededor del universo de Inframundo es complicada para quien no vio toda la saga y Guerras de Sangre no ayuda demasiado. Si bien es la película es digerible para cualquier espectador, si no vio las ediciones previas probablemente salga con muchos interrogantes que calan profundo en las motivaciones de los personajes. Además, la compleja red de relaciones y traiciones de enmaraña más y más a lo largo que avanzan los minutos. La más desarrollada en historia es, por supuesto, Selene, que descubre nuevas perspectivas a partir de sus propios errores. David la acompañará e intentará protegerla con éxito y de forma convincente, pero también debe enfrentarse a su destino. También están bien resueltas las motivaciones de los villanos, que aunque un poco megalómanos muestran tener razones para sus actos. Se agradece enormemente que mantengan la misma actriz como protagonista desde 2003, ya que da mayor sensación de continuidad. Las escenas de acción son vistosas y bien producidas. Llama la atención que algunas batallas se definen más abrupta que otras, incluso a veces rozando el absurdo que lleva a preguntarse “¿de verdad, tan fácil el enemigo que hasta recién era terrible?”. No obstante, la apuesta de Anna Foerster (conocida por dirigir episodios de Outlander) para debutar en cine no pierde solidez y, aunque con tropezones, sabe defenderse –aunque está claro que disfrutrá más un seguidor de la saga-. INFRAMUNDO: GUERRAS DE SANGRE Underworld: Blood Wars. Estados Unidos. 2016. Dirección: Anna Fouerster. Intérpretes: Kate Beckinsale, Theo James, Lara Pulver, Tobias Menzies, Bradley James, James Faulkner, Charles Dance. Guión: Cory Goodman. Diseño de producción: Ondiej Nekvasil. Música: Michael Wandmacher. Fotografía: Karl Walter Lindenlaub. Montaje: Peter Amundson. Duración: 131 minutos.
MARVEL APUESTA POR LA MAGIA Strange no tiene superfuerza, no corre muy rápido, no tiene armas indestructibles y no vuela. No en el sentido convencional, al menos: la capa lo lleva a él y no al revés. La mayoría de los mortales que no son cercanos al universo del cómic probablemente no conocían al que es, sin duda, uno de los héroes más poderosos de Marvel. Stephen Strange (Benedict Cumberbatch) es un neurocirujano con tanta habilidad como narcicismo. Un accidente automovilístico lo deja con las manos incapacitadas y la moral por el suelo. La medicina tradicional, a la que dedicó su vida, flaquea y apenas le permite algo de movimiento. Se entera de un lugar al otro lado del mundo donde podría encontrar una cura: Kamar-Taj. Sin embargo, al llegar no encuentra un centro de recuperación, sino un santuario donde descubre la magia y a criaturas de otros planos que quieren perturbar el nuestro. Scott Derrickson (Sinister, Líbranos del mal) se alejó del cine de terror para adaptar el cómic del Hechicero supremo. La historia está muy bien llevada por sus protagonistas, que adquieren en la mayoría de los casos la profundidad necesaria. Cumberbatch se destaca, como no podría ser de otra forma: su interpretación es similar a la de Holmes, aunque menos estructurada y más divertida. Tilda Swinton como El ancestral fue una apuesta irreprochable habiendo visto el producto final, a pesar de la polémica que levantaron su género y sus raíces celtas por no corresponderse con el personaje de la historieta. Algunas historias que relatan el origen del héroe pueden volverse tediosas, sobre todo porque el esquema tiende a repetirse. Sin embargo, la temática fuera de lo común y los toques de humor acertados hacen que la trama avance sin problemas. Apenas hay algún punto donde el guión no cierra del todo, pero queda opacado por los excelentes efectos que hubieran hecho imposible una película live-action de Strange de este calibre apenas unos años antes. Las imágenes creadas por computadora son extremadamente vistosas y hacen valer la pena ir al cine; tal vez trabajos así sean el verdadero remedio contra la piratería. No obstante, llega a ser un arma de doble filo, cuando a veces no se sabe a dónde mirar porque todo llama la atención y la vista se pierde entre todo lo que pasa al mismo tiempo. El punto débil, como tantas otras veces, es el antagonista y sus motivaciones. Tampoco es tan grave, Kaecilius (Mads Mikkelsen) las tiene, tiene un por qué hace lo que hace, pero el no haberle dedicado casi nada a su origen personal lleva a la sensación de que falta algo. Por otro lado, el maquillaje que tuvieron que usar él y sus súbditos es, cuanto menos, discutible. Parecen más el cisne negro que invadidos por un poder oscuro y terrible. Por último, lo infaltable de la mano de Marvel: el cameo necesario de Stan Lee, bastante más evidente que en otras películas y las escenas post-créditos. Por supuesto, no hay que adelantar nada, pero está bueno aclarar que son el punto justo para introducir a Strange de lleno en el universo ya construido. DOCTOR STRANGE: HECHICERO SUPREMO Doctor Strange. Estados Unidos. 2016. Dirección: Scott Derrickson. Intérpretes: Benedict Cumberbatch, Tilda Swinton, Chiwetel Ejiofor, Rachel McAdams, Mads Mikkelsen, Amy Landecker, Scott Adkins, Michael Stuhlbarg, Benedict Wong. Guión: C. Robert Cargill, Joshua Oppenheimer, Thomas Dean Donnelly. Dirección de fotografía: Ben Davis. Diseño de producción: Charles Wood. Diseño de vestuario: Alexandra Byrne. Montaje: Wyatt Smith. Producción: Kevin Feige. Producción ejecutiva: Alan Fine, Charles Newirth, Louis D’Esposito, Stan Lee, Stephen Broussard, Victoria Alonso. Duración: 115 minutos.
UN COMBO DE EXCESOS Mar del Plata tal vez no sea la mejor ciudad adonde mandar a un ludópata que lucha contra su adicción. Menos con una importante suma de dinero. Sin embargo, Alejandro Reynoso (Alejandro Awada) es fiel, no le robaría un vuelto a su jefe. Ni siquiera cuando la plata termine en las manos de dos nietos con más excesos que responsabilidades. Se supone que Sergio (Pablo Rago) y Paulina (Lali González) manejen y expandan el negocio familiar de la carne, con el que el abuelo (Oscar Alegre) hizo su fortuna. Sin embargo, ninguno está dispuesto a seguir esos pasos, uno quiere formar su “propia empresa” y la otra quiere viajar por el mundo, alejarse lo más posible de su hermano y sus negocios. Las cosas empiezan a torcerse cuando la hermosa Paulina convence a Alejandro de que la ayude. Dan Gueller –Fino límite, Un último robo– debuta en la pantalla grande con una adaptación de la obra homónima de Fiódor Dostoievski. El guión, que abunda en giros y vínculos que se forman y corrompen muy rápido, comienza con poca energía y hasta llega a tocar el ridículo en algunas partes. Aunque se supone que la agresividad de Pablo Rago sea el shock de adrenalina que necesita la cinta para rodar, no logra hacerse pasar por violencia más que por una pataleta de niño mimado. Sin embargo, no todo está perdido. El film cobra fuerza con la excelente actuación del recién fallecido Oscar Alegre, que llega a Mar del Plata y a la película para poner todo en su lugar. A través de él gana también potencia Alejandro, que hipnotizado por Paulina no llega a demostrar toda su profundidad. Por último, es el que da los toques de humor más tangibles y claros. Es una pena que también decaiga hacia el final, cuando se resuelve. Si bien el desenlace es bueno, hay algo que no termina de convencer y todo se precipita un poco. Lo peor, en ese sentido, es la escena final que llega a contar lo que se hacía obvio en la escena anterior, lo que es a la vista tan frustrante el que explica un chiste que ya todos entendieron. Innecesario. El mayor problema es el amague. Las primeras veces que se espera algo terrible y no pasa nada ya preparan al espectador para la decepción constante. Nada tiene las consecuencias que merece. La escena de tortura se desarrolla, crece y resuelve de forma insultante en una cena que hace naufragar definitivamente el verosímil. Para colmo, la empatía con los personajes se torna de difícil a imposible. La historia es, en general, una mala apuesta. EL JUGADOR El Jugador. Argentina. 2016. Dirección y guión: Dan Gueller. Intérpretes: Alejandro Awada, Pablo Rago, Guadalupe Docampo, Lali González, Esteban Bigliardi, Oscar Alegre, Andrés Zurita, Walter Donado, Florencia Viterbo. Dirección de fotografía: Julián Apezteguía. Dirección de arte: Micaela Saiegh. Dirección de sonido: Víctor Tendler. Edición: Leandro Aste. Asistente de dirección: Federico D’Auria. Jefe de producción: Martín Rago. Duración: 104 minutos.
HEDONISMO POSMODERNO La fantasía de vivir sin trabajar sin dudas está entre los sueños de muchos. Otros tantos (obviamente pocos) tienen la capacidad de hacerlo por contar con algún ingreso pasivo y prefieren mantener un estilo de vida confortable o hasta lujoso. Roque Waterfall (Martín Piroyansky) no. Está tan fuera del sistema como puede, no tiene celular ni redes sociales y sus deseos oscilan apenas entre atesorar en VHS todas las victorias de Atlanta, el club de sus amores e irse “de vacaciones”, si cabe el término en un ocioso, a la playa. La vida de Waterfall es simple, repetitiva e improductiva. Esas son exactamente las características que convencen al intelectual cineasta austríaco Hans Hofer (Rafael Spregelburd) de filmar un documental sobre su vida. Lo apasiona el modo de vivir de Waterfall, su “taoísmo” por no interferir con “el orden natural de las cosas”, su absoluta falta de motivación. Al mismo tiempo que Hofer, aparece en la vida de Waterfall, una mujer (Juana Schindler) que altera un poco su existencia y su sedentarismo. Alejandro Chomsky –Hoy y mañana, Dormir al sol– adaptó la obra “Maldito seas Roque Waterfall” de Jorge Parrondo en una película irreverente y divertida. Parodia el género documental –en el cual incurre también en Existir sin vos, una noche con Charly García que se estrena también esta semana– y el misticismo que lo rodea. Se burla de los intelectuales a través del personaje de Piroyansky, que encarna el hedonismo y otras tantas ideas sin siquiera saberlo. La película ahonda en los aspectos tragicómicos de la vida, a veces hasta rozando el ridículo. Sin embargo, no pierde verosimilitud. Es recurrente el pensamiento de “esto es demasiado”, pero pensándolo mejor, el espectador puede darse cuenta –o bien recordar- que realmente existen personajes con esas características. Y si bien el ritmo del relato está marcado por el personaje principal, es decir, pausado y con pocos sobresaltos, en ningún momento pierde el interés y su indudable atractivo. MALDITO SEAS WATERFALL Maldito seas Waterfall.Argentina. 2016. Dirección y guión: Alejandro Chomski. Intérpretes: Martín Piroyansky, Rafael Spregelburd, Juana Schindler, Walter Jakob, Javier Lombardo, Germán Antonio De Silva, Mariana Chaud, Victoria Alsua, Daniela Pal. Participación especial: Luis Machín, Mauricio Dayub, Gabriela Radice, Matías Alé. Producción: Manuel Faillace y Juan Pablo Colombo. Fotografía: Lucio Bonelli. Edición: Andrés Tambornino. Sonido: Martín Grignaschi. Duración: 71 minutos.
MISIÓN Y FAMILIA Cuando papá y mamá se quieren mucho, escriben a París para encargar a su bebé. O eso creíamos. Resulta que las cigüeñas no sólo no están en París –tienen su propia montaña- sino que cambiaron el rubro: forman una enorme empresa global de ventas por Internet. Sin embargo todo puede cambiar, sobre todo si anda una torpe humana –la única en la compañía- llamada Tulip dando vueltas y activa por accidente la Máquina de Hacer Bebés. Junior, que está a punto de ser ascendido, se ve obligado a entregar el adorable “paquete” para no tener problemas. De la mano de Doug Sweetland –animador de joyas de Pixar como Monsters Inc. y Buscando a Nemo– y Nicholas Stoller –director del rubro teen, entre otras de Malditos vecinos 1 y 2- llega la apuesta animada de Warner Bros. que funciona como respiro entre las películas LEGO de la división de animación. Puede que basarse en mitos del imaginario infantil –como ya hizo este año La vida secreta de tus mascotas– no sea lo más original, pero la propuesta es atractiva y los personajes están llenos de carisma. Incluso la paloma Toady, que es exasperante para los protagonistas, tiene el poder de conquistar al público con sus achaques. De hecho, la mayor parte del peso cómico viene dada por los personajes secundarios, como un pollo dispuesto a usar extraños artefactos para poder volar o una manada de lobos increíblemente bien organizada. El trabajo de animación es bastante bueno, lo suficiente para justificar el uso de lentes 3D –experiencia poco recomendable con películas no animadas-. Lo único reprochable al respecto es que parece que los pingüinos no tuvieran ojos, lo que es un poco perturbador. La película es muy entretenida, pensada para los chicos pero también para los adultos que los llevan al cine. Además del viaje epifánico que lleva a pensar a Junior su verdadera misión, los Gardner –la familia del pequeño Nate, que encargó un hermanito- retoman un planteo moderno: ¿está la tecnología alejando a padres e hijos? ¿La próxima vez que levanten la vista del monitor, el nene de la familia va a ser un adolescente a punto de irse a la universidad? Tal vez sea un buen momento para dejar el celular a un costado un rato y llevar a los chicos al cine. CIGUEÑAS: LA HISTORIA QUE NO TE CONTARON Storks. Estados Unidos, 2016. Dirección: Doug Sweetland y Nicholas Stoller. Productora: Warner Animation Group. Guión: Nicholas Stoller. Fotografía: Simon Dunsdon. Música: Jeff Danna y Mychael Danna. Duración: 89 minutos.
BUSCANDO EN LAS RAÍCES Newen muestra el recorrido de Myriam Angueira en busca de una parte de su identidad: la historia de su abuela mapuche. La directora de Malvinas, 25 años de silencio e Incayal, la negación de nuestra identidad, vuelve al Sur para impregnarse de una cultura que también le pertenece. El documental no sólo recorre la belleza de la Patagonia, también recorre la sabiduría de un pueblo a través de las kimches (ancianas sabias). Los minutos se estructuran en capítulos de un diario de viaje, donde cada episodio implica un encuentro con una cultura ancestral transmitida por sus herederas. Entre cada capítulo, aparece un interludio en el que conviven los llamativos paisajes del sur argentino con música originaria. En el encuentro entre el español y el mapuche se percibe algo que trasciende a los interlocutores. Si bien los diálogos en mapuche están debidamente subtitulados, el espectador más perspicaz sabrá que “traductor” viene de “traidor” -ninguna traducción es exacta- y que la cultura que fluye mediante el idioma no puede traducirse. Por eso los lingüistas temen que muera cada idioma, cada dialecto: muere también una cultura, una identidad, como la que Myriam Angueira fue a buscar. La que vive en la sabiduría de las kimches e intentan sembrar en quienes las escuchan. Lo cierto es que el relato se desarrolla de forma solemne, incluso tal vez demasiado para los que no sean asiduos a documentales. Los interludios, aunque visualmente atractivos, no ayudan, sino que empeoran el asunto porque le quitan dinamismo al guión. A pesar de todo, si el espectador se siente interpelado en la propia identidad, el objetivo estará cumplido. NEWEN Dirección: Myriam Angueira. Argentina. 2014. Guión y montaje: Myriam Angueira y Omar Neri. Producción Roberto Benemio y Patricia Lauquen. Fotografía y sonido: Hernán Gerard. Cámara Alejandra Casal y Omar Neri. Colaboración especial: Alejandro Arca y Francisca Cabral Duración: 62 minutos.