Con excepción de la comentada influencia de La invención de Morel en la serie Lost, los intentos de llevar a las pantallas la obra de Adolfo Bioy Casares no se apartaron demasiado de la literalidad de sus textos. Esto quedó demostrado en las adaptaciones de Sergio Renán (El sueño de los héroes, de 1997) y de Alejandro Chomsky (Dormir al sol, de 2012). Para la transposición de Los que aman, odian -novela escrita entre Bioy y su esposa Silvina Ocampo-, Alejandro Maci se toma algunas libertades respecto al original, pero esas búsquedas no llegan a buen puerto.
A treinta y cinco años de su inevitable desenlace, la Guerra de Malvinas le ha proporcionado al cine local un corpus con apenas unos pocos resultados aceptables y mayoría de los otros. Si bien aun no apareció "la" película sobre Malvinas, el film de Alex Tossenberger -que el año pasado pasó integró la sección Panorama del Festival de Mar del Plata- está un escalón más arriba que muchos otros intentos de abordar desde la ficción el conflicto armado que sacudió nuestra historia contemporánea.
La profesora Maria Drazdechova es una figura de peso dentro del colegio donde enseña, no tanto por su rol como docente sino por su poder político. Ocurre que en la Checoslovaquia de mediados de los 80 rige el comunismo y Drazdechova mantiene aceitados vínculos con del PC (es viuda de un importante dirigente), influencia que le permitirá ser temida no sólo por sus alumnos, sino también por sus padres.
¿Cuánto hay en común entre aquel Santiago Mitre que, valiéndose de actores del off y prescindiendo de subsidios estatales, pateó el tablero con El estudiante y este director que puede disponer de múltiples recursos formales, contar con un elenco de ensueño y despertar el interés de abundantes productoras, amén de ser considerado por el Festival de Cannes? Mucho. Muchísimo para ser más exactos. Con menos de cuarenta años y cuatro películas en su haber, Mitre es un caso infrecuente en el cine local. Presupuestos al margen, es un director bien seguro de lo que quiere, con una potencia narrativa arrolladora y un olfato notable para tratar la política desde su trastienda (y sus consiguientes miserias). La cordillera, la película local más esperada (y cotizada: costó cerca de seis millones de dólares) del año, no hace más que consolidar todos estos atributos.
Tras un elogiada ópera prima (Ciencias naturales, de 2015, que obtuvo premios en los festivales de Berlín, San Sebastián y Guadalajara) el cordobés Matías Lucchesi vuelve a focalizarse en aquellos vínculos que no une el amor sino la soledad.
Ganadora de dos premios en la Competencia Argentina del último Festival de Mar del Plata (mejores película y actor), la ópera prima de Tomás De Leone describe la gris cotidianeidad de Pablo (Nahuel Viale), un veinteañero que vive en la localidad portuaria de Quequén. El título del film se debe su trabajo como ayudante de cocina en un hotel, pero Pablo también debe aprender a lidiar con una madre alcohólica (Mónica Lairana) y un padre poco presente que formó una nueva familia (Germán de Silva).
Son pocas, casi contadas, pero afortunadamente aún existen películas capaces de ratificar al cine como una experiencia movilizadora. El auge del humano es uno de esos films que, una vez finalizado, provoca un irrefrenable deseo de cotejar inmediatamente las impresiones que deja, sea intercambiando opiniones con algún espectador ocasional, recurriendo a críticas previas o relevando testimonios de su director y/o protagonistas. El debut de Eduardo Williams, un experimentado (y experimental) cortometrajista, es una inclasificable propuesta que se estrena luego de un extenso recorrido por diversos festivales, entre ellos Mar del Plata, donde obtuvo el Premio Especial del Jurado, y Locarno, donde fue premiada como Mejor Película en la competencia Cineastas.
Casualidad o no, en la semana que se instaló el frío en serio en Buenos Aires llega a la cartelera local un título más que alegórico: El invierno llega después del otoño, debut en conjunto de Nicolás Zukerfeld y Melana Solarz, ambos formados en la Universidad del Cine. La película pasó por la edición de 2016 del Bafici (integró la Competencia Argentina) y, como buen exponente de la FUC, no resulta llamativo el aura intelectual que la impregna.
"¿Es ficción? ¿Es documental? No lo sé, yo creo que simplemente es", dijo Baltazar Tokman, director de Casa Coraggio, en una entrevista durante el último BAFICI (la película participó de la competencia local). Esa misma ambiguedad podrá asaltar al espectador, ya que todo el tiempo sobrevuela la duda sobre cuánto hay de cierto y cuánto de inventado hay en esta suerte de híbrido centrado en el quehacer de una cochería fúnebre (la Casa Coraggio del título).
Mariano González escribió, dirigió y protagonizó (además de colaborar con el sonido y la edición) esta breve (65 minutos) y dura película que llega a las salas comerciales tras un elogiado paso por el Festival de Mar del Plata el año pasado, donde obtuvo el Premio FIPRESCI. Austera en su puesta y narrativa, el film plantea los temores y las dudas de un padre inestable -económica y emocionalmente- ante el reencuentro con su pequeño hijo.