Guionista de más de un éxito en la taquilla local de la última década (¿Quién dice que es facil?, Un novio para mi mujer, Me casé con un boludo) y director de la no tan popular Juntos para siempre (2010), Pablo Solarz se aparta de la liviandad de aquellas comedias románticas para aventurarse en una búsqueda mucho más compleja (aunque sin abandonar el humor) y con mayor disponibilidad de recursos (filmó en cuatro países y contó con seis compañías productoras). El resultado final, sin embargo, no es del todo convincente.
La premisa debería aplicarse a cuaquier película que se precie, pero en particular las que tienen a Aaron Sorkin como guionista exigen plena concentración desde el primer fotograma. Films como La red social (2010) y Steve Jobs (2015) desplegaban una ametralladora de información que, a fuerza de estética de videoclip, esgrima verbal y veloces saltos temporales, no daban lugar a la distracción ocasional. En Apuesta maestra, su debut detrás de cámara, las armas de Sorkin serán las mismas.
Llega a las salas un nuevo capítulo de esta suerte de alianza entre Jaume Collet-Serra y Liam Neeson, que ya lleva cuatro entregas (Sin Identidad, 2011; Sin escalas, 2014; Una noche para sobrevivir, 2015; y ahora es el turno de El pasajero) combinando cuidadas dosis de suspenso y acción, trepidantes persecusiones, estallidos varios y siempre con el protagonista de La lista de Schindler al frente del elenco. Una fórmula efectista pero que presenta signos de agotamiento.
María Victoria Menis estuvo a punto de dejar el cine. O, mejor dicho, el cine estuvo a punto de dejarla a ella. Aunque ya tiene seis películas sobre sus espaldas y un nombre en el panorama local, la directora no es ajena a las vicisitudes padecidas por todo cineasta que no orbita la masividad: dificultades para conseguir fondos, tiempo y esfuerzo para filmar, incertidumbre sobre cuándo estrenar, buscar condiciones dignas para cada nuevo film, etc.
Luego de varias películas con roles secundarios, Richard Gere no sólo regresa al centro de la escena, sino que además logra correrse de ese perfil de galán maduro en el que fue encorsetado hace años. Otro retorno es el del norteamericano-israelí Joseph Cedar, quien vuelve a filmar seis años después de su exitosa Pie de página (premio al mejor guión en el Festival de Cannes de 2011).
Aurore tiene 50 años y tres preocupaciones: encontrar un trabajo (renunció a su puesto de encargada de la barra en un restaurante), asumir que va a convertirse en abuela (su hija mayor está embarazada) y reconquistar a un amor de su juventud (Totoche, a quien Aurore dejó luego de que éste ingrese al ejército). En esos términos se planta 50 primaveras, segundo largometraje de la francesa Blandine Lenoir, que ya desde su título original (Aurore) sugiere un unipersonal de su protagonista. Y realmente lo es.
Correrse del epicentro del poder militar y abordar la dictadura desde sus actores laterales (la complicidad de la sociedad civil, el rol de la Iglesia, el arrepentimiento de los mandos medios) es el hilo conductor de los tres documentales de la chilena Marcela Said. Ahora, en su segunda película de ficción, la directora arriesga una hipótesis que coloca a los militares como meros títeres del poder económico durante el periodo pinochetista (y cómo los representantes de esta burguesía tienen la facilidad de desentenderse de su pasado).
El debut de la argentina Silvina Schnicer y el español radicado aquí Ulises Porra Guardiola se inscribe en la tradición del cine local de retratar al Delta del Tigre desde su costado menos amable. Al igual que películas como Todos tenemos un plan (Ana Piterbarg) o Marea baja (Paulo Pécora), la genérica Tigre se interna en las islas del río Paraná y exhibe un microuniverso intrigante, oscuro, sórdido, impregnado de peligros y códigos propios.
La primera imagen de La novia del desierto es un plano cenital de una peregrinación de gente al costado de una ruta. Marchan hacia el santuario de la Difunta Correa, en San Juan, pero no por fervor religioso sino por otro motivo más terrenal: se rompió un micro con destino a la capital provincial y a los pasajeros no les queda otra que llegar a pie hasta allí para tomar otro colectivo que los lleve a destino. El aura de la popular beata será una presencia constante en la ópera prima en conjunto de Cecilia Atan y Valeria Pivato, también autoras del guión.
A juzgar por sus últimas tres películas queda claro que Diego Lerman no anda con rodeos a la hora de indagar en temas espinosos, poniendo el foco en la vulnerabilidad femenina frente entornos hostiles. El machismo en una sociedad dictatorial (La mirada invisible, de 2010) y la violencia de género (Refugiado, de 2014) ya habían sido tratados por el director, que ahora redobla la apuesta entregando un audaz y consternador relato sobre el deseo de ser madre contra todo y contra todos.