Hay algo en lo azaroso de los acontecimientos de la vida cotidiana que es atractivo y hasta cinematográfico. Quizás tenga que ver con zonas de confort que se deshabitan y habitan según estados de ánimo, o con temporadas cargadas de intención de luchar contra el hartazgo y la inconformidad. Cetáceos, la ópera prima de Florencia Percia, tiene bastante de esa mirada, haciendo que cada escena forme parte de esta especie de retrato de la inercia.
Mala Vida, película dirigida a cuatro manos por Mad Crampi y Fernando Díaz, es una especie de comedia coral, donde varias tramas conviven en paralelo deviniendo en una serie de encuentros y desencuentros entre los personajes que la componen: dealers, cantantes desaparecidas, ladrones y barrabravas forman parte de un cóctel que se hace difícil de disfrutar.
Si esta reseña llevara un subtítulo sería: “Tenemos que hablar de Yorgos Lanthimos“. Es que con seis largometrajes, entre ellos Dogtooth, Alps y The Lobster, el realizador griego construyó una de las filmografías más coherentes y personales de la década. Él elige hablar sobre el ser humano desde la incomodidad; allí se para él y cementa su idiosincrasia cinematográfica. La sordidez del mundo existe, nos rodea y espera a que alguien se encargue de sacarle polvo de vez en cuando, y se anime a retratarla en el lienzo de una pantalla.
La cuarta película de Juan Pablo Martínez explora los parajes de una Patagonia invernal, que parece acoplarse al estado emocional de sus habitantes. En este caso los protagonistas son Juan (Germán Palacios) y Anna (Sofía Rangone), un trabajador minero de la zona y una polaca que coinciden en medio de lo gélido de Río Turbio. Él parece sobrevivir a una rutina que lo lleva a erosionar su salud, mientras que ella intenta seguir con su vida después de perder a su marido.
Lo único bueno de El Pájaro Loco está en sus últimos cinco minutos, después de los créditos. Tristemente ni siquiera eso es logro de la película, porque se trata de un episodio del dibujo animado creado por Walter Lantz. Y, paradójicamente, eso expone por contraste lo impresentable de esta versión del 2018.
Recuerdo haber visto The Maze Runner sin mucha información encima. La figura del laberinto me era -y es- atractiva, quizás por lo borgeano, por lo griego, lo misterioso. La primera entrega es puro disfrute, una mistery box digna del mejor J.J. Abrams, que construye, cuida bien de sus personajes y los conduce hasta ese final que lo sacude todo. La segunda entrega, Maze Runner: The Scorch Trials, estandarizaba las cosas. Ya sin el misterio de la anterior, el mundo se abre, las cartas se ponen sobre la mesa y cumplía, a pesar de perder claridad narrativa lograba tocar ciertas teclas sin que le sobre nada.
Hay algo en Three Billboards Outside Ebbing, Missouri que es digno de destacar: el peso de los números, sobretodo los impares. Un pueblo, un crimen. Tres avisos en reclamo de justicia, tres personajes atravesados –de manera diferente– por ellos.
No crecí contemporáneo a la trilogía original creada por George Lucas. Vi de costado, y no tan conscientemente, la aparición de esas criaturas de laboratorio que son las precuelas y fui uno de los que se resignó a que todo tiempo pasado fue mejor. Desde el 2015, con la aparición de The Force Awakens y después con Rogue One, fuimos testigos del renacer de la saga y, por sobre todas las cosas, del sentido de pertenencia que genera Star Wars, así como también de un cambio de paradigma en el universo estrictamente canónico de la franquicia.
Diez años tuvieron que pasar desde el intento fallido que supuso Justice League Mortal -la película que iba a marcar la primera adaptación para la pantalla grande de la Liga de la Justicia, a manos de George Miller– hasta Justice League, el film de Zack Snyder que al fin presenta al team up de héroes de DC Cómics. Esta reseña no va a detenerse en el circo mediático que acompañó a la película, sino que es acerca de ella.
El trailer de Murder on the Orient Express nos tiraba letras de neón en la cara y estaba musicalizado por Imagine Dragons, quizás como señal de que esta versión iba a ser una revisión moderna de la clásica historia de Agatha Christie. Incluso los títulos azules del comienzo parecerían sostenerlo, pero no.