Nostalgia y multiversos en lo nuevo de Tarantino En su novena (¿y penúltima?) película, el director de "Perros de la Calle" y "Pulp Fiction" apela a la lealtad de sus seguidores con actores y fórmulas de amplia eficacia Si de algo se puede estar seguro a la hora de ver una película de Quentin Tarantino es que se trata de una suerte de olla cinematográfica que se cocina durante dos horas a fuego lento y se deja hervir los últimos 30 minutos. En ese recipiente, el guionista y director coloca los ingredientes de siempre: situaciones límite, diálogos como los que ya no hay en casi ninguna película, un reparto de intérpretes de primer nivel, otro tanto de actores “fetiche” y un evento que lo cambia todo. La receta es siempre la misma pero el sabor de este guiso es casi siempre diferente. Sin embargo, después de Los Ocho Más Odiados (The Hateful Eight, 2015), los seguidores de Taranta comenzaron a percibir una suerte de “deja vu” en lo que muchos consideraron una remake con cowboys de Perros de la Calle (Reservoir Dogs, 1992), su ópera prima. Por eso, cuando Tarantino anunció su novena película, supuestamente la anteúltima de su filmografía, las miradas de recelo no tardaron en llegar. Pasaron los meses y el resultado ya es una realidad: Había una vez... en Hollywood (Once Upon a Time… in Hollywood, 2019) llegó a los cines y con un aliciente más que atractivo: Brad Pitt, Leonardo DiCaprio y Margot Robbie en el mejor momento de sus carreras.
La secuela del film de 2016 equilibra la falta de una idea original con cientos de gags, mucha ternura y una animación increíble Es realmente una alegría que, tras la compra de Fox por parte de Disney, todavía queden estudios de animación capaces de darle batalla al gigante del entretenimiento y uno de ellos es Illumination Studios, que en la última década ha dado algunos de los mejores exponentes del género. Con ejemplos tan latentes como Mi Villano Favorito (Despicable Me, 2010) y los Minions (2015), la otra gran historia que ha presentado el productor y director Chris Renaud es la de La Vida Secreta de tus Mascotas (The Secret Life of Pets, 2016), que en su momento fue calificada como una “Toy Story con perros” pero fue mucho más allá en el desarrollo de sus personajes, y dejó muchos personajes que los chicos todavía recuerdan. En este caso, y como era cantado, Renaud retoma las andanzas de Max, Duke y el intrépido conejo Snowball para contar una historia bastante coral, en la que hay tres hilos narrativos. Por un lado, Max y Duke viajan al campo junto a su ama Katie, su esposo (sí, se casó) y su hijo, por el que el “perro enano” ha desarrollado un inmenso afecto, al punto de que sufre del estrés de tener que cuidarlo de todo lo que lo rodea. En la granja donde van a parar, conocen a Gallardo, un perro que les enseñará que la vida sigue su curso a pesar de las preocupaciones. Por su viaje, Max le deja a cargo su juguete a su querida Gidget, que pierde y debe recatarlo de un departamento lleno de gatos, en tanto que Snowball –que fue adoptado al final de la primera entrega- encara el rescate de un cachorro de tigre blanco llamado Hu, a instancias de una pequinesa llamada Daisy. El hombre que lo tiene cautivo es el dueño de un circo que lo trata con crueldad y que, como no podía ser de otra manera, es ruso (dicho esto con sarcasmo, claro está).
Peter Parker regresa recargado a la pantalla grande con una aventura que tendrá consecuencias en el Universo Marvel A esta altura del año, y después del bombazo que significó Avengers Endgame, que todavía se proyectas en algunos cines y regresa con una versión extendida la semana próxima, Marvel Studios todavía tiene ganas de sorprender a los fans; y lo hace con su personaje más emblemático: Spider-Man. Porque a pesar de que el hombre araña recién ingresó hace tres años al Universo Cinematográfico de Marvel (UCM o MCU, según el idioma), su importancia se ha tornado imperiosa para el estudio dado que es quizá el personaje más importante de los comics de la editorial del mismo nombre. Por eso, en Spider-Man - Lejos de Casa, el guión hace énfasis constantemente en subrayar la condición de genio de Peter Parker, al punto de considerarlo como “el sucesor de Tony Stark” (Robert Downey Jr.), que lo acompañó en su anterior aventura como mentor. Esta secuela transcurre cinco años después de Spider-Man De Regreso a Casa (Spider-Man Homecoming, 2017) y algunos meses después de Avengers Endgame, por lo que se puede ver cómo ha quedado el mundo tras los hechos de esta última película. En este marco, Peter (Tom Holland) y sus compañeros de clase vuelan a Europa en un viaje educativo y allí el joven es contactado por Nick Fury (Samuel L. Jackson) que le pide ayuda para combatir a unos seres elementales que pueden destruir el mundo. Ante la ausencia de los Avengers, Fury le pide a Peter que arme equipo con Quentin Beck (Jake Gyllenhaal) al que la prensa apoda Mysterio, y que dice venir de una tierra paralela donde esos seres destruyeron su mundo. Pero, como es habitual en la vida del superhéroe, no todo es acción y aventura sino que el joven debe lidiar con una situación que, a pesar de sus poderes, lo tiene intrigado: ¿podrá declararle su amor a MJ (Zendaya) y ser correspondido? La película adopta en este perfil, un ritmo de comedia veraniega adolescente que por momentos crea contrapuntos comiquísimos, con excepciones. El film cuenta nuevamente con la dirección de Jon Watts presenta un ritmo frenético desde la narrativa, aunque quizá la primera mitad se torne un poco reiterativo, quizá en el afán de introducir al espectador en el mundo en el que vive la humanidad después de Endgame, con una pleitesía universal hacia la figura de Stark, y con miedo a una nueva invasión alienígena.
Grandes éxitos volumen 8 El octavo episodio de esta interminable odisea galáctica lleva a los personajes a límites nunca explorados y con una maestría visual encomiable. Pero olvida algunos detalles fundamentales... Desde que compró Lucasfilm, Disney se ha esforzado por hacer un borrón y cuenta nueva en todos los productos de Star Wars que se encontraban fuera del “canon” de las películas. Decenas de comics, novelas e inclusive algunas series animadas fueron borradas de un plumazo. Pero a medida que avanza la realización de nuevos productos, más se afirma la idea de que la compañía del ratoncito Mickey vive “remasterizando” esas ideas, cambiando sólo algunos detalles del mismo. En este caso le tocó el turno a Star Wars Los Últimos Jedi (Star Wars The Last Jedi, 2017), que en esencia no parece otra cosa que una remasterización de El Imperio Contraataca (The Empire StrIkes Back, 1980) y algunos comics como Imperio Oscuro, que fueron adaptados la historia que dejó colgando J.J. Abrams en el Episodio VII. Y esto viene en base a que la película presenta una serie de escenas que se asemejan demasiado a ese film aunque realizados con un presupuesto a infraestructuras notablemente mayores. Y la historia plasmada en el guion no deja lugar a dudas: hay una evacuación, una persecución a través del espacio, el entrenamiento de un posible futuro jedi, y una confrontación con ribetes familiares de la que no es sensato adelantar mucho. La historia, como dije, continúa justo donde quedó la película anterior: la Resistencia (conocida antes como la Rebelión) se anotó una importante victoria pero ya sin la República (que fue destruida) de su lado y financiando sus operaciones se ve obligada a enfrentarse a la Primera Orden (antes el Imperio Galáctico, se van reconvirtiendo las instituciones espaciales) en inferioridad de condiciones. Es por eso que, al mando de la generala (ex princesa) Leia (Carrie Fisher), el siempre reducido grupo de combatientes de la libertad emprenden una huida a través de la galaxia mientras son perseguidos por los soldados blancos, al mando del general Hux (Domhnall Gleeson) y del lord sith Kylo Ren (Adam Driver), que de puro malo que es mató a su padre, Han Solo (Harrison Ford) en la anterior entrega. Por su parte, la joven Rey logra dar con el maestro Jedi Luke Skywalker en un lejano planeta, donde viaja a entregarle su viejo sable de luz y a pedirle que la entrene en el uso de la Fuerza. Con todos estos elementos a tener en cuenta, Los Últimos Jedi es una película más que interesante, que se ve madura, como que ha crecido junto a su público y que se muestra moderna y divertida a las nuevas generaciones. Quizá en este punto, se le pueda achacar el uso del “humor Marvel”, una fórmula que Disney (dueña de ambas franquicias) viene utilizando con éxito en sus películas de superhéroes pero que en la solemnidad de la “space opera” de Star Wars queda un tanto descolgada. Sin embargo, el despliegue que lleva a cabo el director Rian Johnson es inmenso. La película se ve enorme, y no es por el tamaño de la pantalla, sino porque el director es un experto en transformar pequeñas historias en algo épico, como se pudo ver en Looper Asesinos del Futuro (Looper, 2012) y en algunos episodios de la serie Breaking Bad. En paralelo, la película también representa un crisol perfecto en el que se unen e interactúan de manera creíble los miembros del reparto original -Mark Hammil y la desaparecida Carrie Fisher- con los nuevos actores, alternando momentos de gran angustia por el destino de alguno de ellos con otros de gran emoción y, en ocasiones, de sorpresa infinita como el espacio. En definitiva, Star Wars Episodio VIII es una película que, a pesar de las fallas que pueda tener, genera sentimientos y reacciones (juro por la Fuerza que había una crítica llorando detrás de mi asiento), a la vez se convierte en un gran homenaje a la figura de Fisher, que murió en diciembre del año pasado luego de filmar sus escenas. En la valoración global, Star Wars Los Últimos Jedi se convierte en una de las mejores películas de Star Wars, de esas que a la salida del cine se la puede ubicar “allá arriba” (siempre por debajo de El Imperio Contraataca, por supuesto) aunque con el correr del tiempo nos vamos dando cuenta de que el espectáculo visual no fue sino un vil truco de Johnson –que con este trabajo se ganó una trilogía propia a desarrollar en los años venideros- para distraernos de ciertas cuestiones de fondo que, al final, continúan sin ser resueltas. “Esto lo empezó J.J. Abrams ahora que lo termine él”, debe de haber pensado Johnson mientras escribía, filmaba y llenaba de efectos increíbles esta nueva aventura que cuenta con un mensaje final por demás emotivo, al estilo de una fábula. ¡Que la Fuerza la acompañe!
El humor Con los productores ejecutivos Tim Miller y Phil Lord, la garantía del "show del chiste" es todo un hecho y por eso NinjaGo no tiene nada que envidiarle a Lluvia de Hamburguesas, La Gran Aventura LEGO o Batman LEGO. Una catarata de chistes irreverentes y parodias a los clásicos del animé y películas de Kung Fu inunda la pantalla desde el minuto uno y atrapa a grandes y chicos por igual. Jackie Chan El legendario actor de decenas de películas del género de las artes marciales interpreta al dueño de una tienda de antigüedades que le narra la historia principal y también le presta la voz a uno de los personajes del film. Chan demuestra que los años no han hecho más que volverlo una leyenda y no se priva de mostrar su clásico “detrás de las escena” durante los títulos finales de la película. La Animación Más allá de las excelentes técnicas que imperan en la industria con estudios como Pixar y Dreamworks, las películas de Warner / LEGO no se quedan atrás y por eso además de una fluida animación se le agrega el hecho de que cada escena está producida con un nivel de imaginación que sorprende. La forma en la que todo está construido con los clásico cubos de plástico se convierte también en un detalle que le agrega mucho a la película. Supera cualquier expectativa NinjaGo es un film basado en una serie de Disney que por cuestiones contractuales está producida por Warner Bros., por lo que cualquiera podría predecir que harían cualquier cosa con ese material. Pero lo cierto es que el estudio de animación del conejo ha puesto todo de sí y no hay manera de no engancharse por la película ya sea a través de las divertidas escenas de acción o bien del humor desplegado a lo largo del metraje. Nadie puede permanecer imperterrito ante el mismo. Homenajes por doquier Desde un equipo multicolor que lucha a bordo de naves al estilo de Power Rangers hasta el mismísimo Bruce Lee. Desde un villano vestido de negro con un hijo que ha dedicado su vida al bien hasta un gato gigante que destruye una ciudad llamado Miau-tra (en referencia a Mothra, la polilla asesina), todos son "homenajes" (quiere decirle "robo"? Adelante, Tarantino lo hace todo el tiempo y gana premios por doquier) a clásicos del cine de todos los tiempos pero lo cierto es que no hay manera de no caer con alguna de las cientos de propuestas que NinjaGo despliega en una hora y media.
Stephen King en todo su esplendor Con algunos cambios drásticos con respecto a la novela original, el director Andrés Muschietti logra plasmar un relato perturbador en varios niveles. La magnitud de la obra de Stephen King y su influencia en el género del terror se evidencia con creces en esta nueva versión de “It” (Eso) que llega a los cines de la Argentina este jueves, amparada por los récords de taquilla que ha tenido en los Estados Unidos. En una primera mirada, y sin tener en cuenta la existencia de la novela, el espectador se puede dar cuenta de la enorme cantidad de argumentos y lugares comunes en los que ha caído el terror estadounidense en los últimos años, por el simple hecho de que parece una película en la que se condensan al menos una decena de exponentes del género. La criatura que acecha a los niños de un pueblo (como en las Pesadillas de Freddy Krueger), el monstruo que regresa del letargo tras varios años (Jeeper Creepers) y los amigos “perdedores” que se unen para enfrentar un mal en común (Cuenta Conmigo, también de King) son algunos de los tópicos sobre los que gira esta historia de 135 minutos de duración. El director argentino Andrés Muschietti (Mamá) desdobla la novela original y la trae de los años ´50 a una tiempo más cercano (1988) para relatar la infancia de los protagonistas. El pequeño Georgie (Jackson Robert Scott) sale de su casa a jugar con un barco de papel y desaparece en la calle tras encontrarse con una entidad siniestra. Su hermano Bill (Jaeden Lieberher), que no pudo jugar con el pequeño debido a una enfermedad, se propone averiguar qué pasó con él o al menos encontrar su cuerpo y dedica gran parte de su tiempo a explorar rincones alejados del pequeño pueblo de Derry con sus amigos, todos ellos marginados por “nerds”. Pero en Derry se empiezan a multiplicar los casos como el de Georgie y muy pronto los protagonistas no tardarán en asociarlo a una extraña presencia que se les aparece en los lugares más inesperados: la de “It”, encarnado como el siniestro payaso Pennywise. Si bien la película no adapta la totalidad de la historia, sí logra contar una historia muy sólida basada en los flashbacks (recuerdos) que los protagonistas rememoran en el texto original condimentado con escenas que sin llegar al nivel del “gore” logran causar sustos varios en base a una sutileza exquisita a la hora de crear escenografías que van preparando el terreno para el impacto. Pero además, el director y el guionista también evitan convertir al malo en el depositario de todas las maldades y por eso la responsabilidad de los males del mundo están repartidos entre éste y los adultos del film, que no parecen acusar recibo de todo lo que ocurre alrededor mientras maltratan a sus hijos de una u otra forma. Además de una dirección de arte impecable, bien de fábula norteamericana clásica, el otro aspecto que resalta del film es la dirección de actores. Bill Skarsgard compone a un villano realmente escalofriante pero son los niños los que se llevan las palmas ya que componen a un grupo muy unido que parecen realmente ser amigos desde hace muchos años. “It” no sólo se merece el increíble éxito que está teniendo en todo el mundo sino que deja las expectativas por el cielo con respecto a la seguna entrega, en la que el director ya se encuentra trabajando.
La épica batalla que sostuvieron Björn Borg y Joe McEnroe en el torneo de tenis de Wimbledon en 1980 ha llegado al cine. Filmada muy en el estilo de la genial Rush –que retrataba la rivalidad entre los automovilistas James Hunt y Niki Lauda-, este film se centra en los pormenores de ese certamen en el que los dos contendientes repasan su vida y las circunstancias que los llevaron a convertirse en archirrivales y “mejores enemigos”. El danés Janus Metz Pedersen, que ha desarrollado gran parte de su carrera en Sudáfrica y luego consiguió atención con sus documentales Love on Delivery y Ticket to Paradise, que retratan el envío de “novias por correo” de países como Vietnam y Tailandia a países como Dinamarca. Después de entrar en contacto con Hollywood gracias a su trabajo en segunda temporada de la serie True Detective. Metz Pedersen logró obtener la dirección de este proyecto, que llevó a cabo de manera adecuada y dinámica, si caer en el drama excesivo. Además, las escenas de juego están filmadas de manera tal que pareciera que se está viendo un encuentro de tenis a través de la TV y los gestos de los protagonistas están calcados de los que realizaron en la vida real. No sólo es sueco como el verdadero Björn Borg, Gudnason es también un calco del legendario tenista y tan buen actor que, con 39 años, compone a un personaje que tiene 15 años menos y lo logra tan bien que parece que el tipo va a estallar de un momento al otro. Conocido por su personaje de Pontus Höijer en la serie Wallander, Gudnason se convierte en esa “maquinita” de efectividad que causó sensación en los ´70 a pesar de la frialdad cn la que se manejaba tanto adentro como afuera de la cancha. Como detalle extra, el joven Björn está personificado por su propio hijo, Leo Borg que en estos días debutó en el tenis con apenas 14 años. El actor que supo “explotar” hace diez años en Paranoia y Transformers (y dos de sus secuelas) emprendió el típico camino hacia la autodestrucción pero con éste trabajo se redime y obtiene un gran retrato del, por entonces, número 2 del tenis mundial. Desquiciado, atrevido y rebelde, el McEnroe de 1980 se ganaba los abucheos del público por sus actitudes antideportivas y era la personificación del fuego que el público creía que podía acabar con la era de “Ice Borg”. No vas a entender porqué tantos directores eligieron durante años a LaBeouf hasta que veas este film. La primera mitad de la película transcurre enfocada en las experiencias acumuladas por lo protagonistas en su camino a la fama y su preparación –estricta y rutinaria en el caso de Borg, caótica e indisciplinada para McEnroe- mientras que el último tramo de la narración está dedicado al tremendo duelo que llegó a tener un set de 34 games. El director se cuidó de retratar este momento cumbre en la historia de tenis de manera tal que el juego se vive como un eterno duelo en la historia del tenis, en la que los jugadores empuñan sus raquetas como pistolas y se baten a duelo una y otra vez. A pesar de que no hubo ningún argentino involucrado en est vento histórico, el guionista (y el director) decidieron que una periodista argentina (Silvana Ruíz de Argentina Televisora Color o ATC como se la conocía por entonces) interpretada por Annika Ryberg entreviste a Borg en un momento de crisis. A modo de anécdota personal, recuerdo que tan grande era la figura de Bjorn Borg en los ´80 que en cuando debíamos ingresar la clave de un videojuego de tenis de Commodore Amiga (el Pro Tennis Tour, creo), el sistema pedía el apellido de un jugador que hubiera ganado determinado torneo y que estaba en un manual que nadie tenía. La forma de destrabarlo era presionar “ENTER” hasta que pidiera el ganador de un torneo jugad entre 1975 y 1979 y colocando “Borg” se podía jugar con tranquilidad.
El Ídolo: Cantando por un sueño La esperanzadora película de Hany Abu-Assad retrata la odisea de más de una década de un joven cantante de la Franja de Gaza que alcanzó el estrellato en un ciclo de talentos. Pese a estar ambientada en la Franja de Gaza, “El ídolo” no es una película que denuncie la insostenible situación a la que han sido sometidos los palestinos por los israelíes en su propia tierra sino una historia de fe y superación de esas que dejan enseñanza. La narración se divide claramente en dos tiempos bien diferenciados: la infancia y la juventud de Mohammad Assaf, un joven palestino que logró ganar a pesar de innumerables obstáculos, el certamen “Arab idol”, la versión de oriente medio de “American Idol”. Pero a pesar de conocer el final –que ya se adelanta desde el título-, el foco está puesto en el camino que debió recorrer el muchacho para llegar a la cima. La historia comienza relatando la historia no sólo de Mohammad sino también de su hermana Nour y sus amigos en las calles de la Franja de Gaza, donde procuran conseguir dinero de las más diversas maneras para comprar los instrumentos con los cuales formar y luego cómo es su vida como músicos en un lugar en el que el arte tiene un lugar supeditado a la violencia y las carencias. El director palestino israelí Hany Abu-Assad (el de El Paraíso Ahora - Paradise Now!, 2005) utiliza la segunda mitad de la película para mostrar a un curtido Mohammad, que ha perdido la fe merced a varios hechos trágicos sucedidos en ese intervalo de tiempo, pero que de todas maneras decide ir por la fama cueste lo que cueste, y a sabiendas de que posee un talento vocal capaz de encandilar al mundo. Mohammad, que ha emprendido el viaje de su vida, sabe que su sueño representa el de todos los habitantes de un pueblo, gracias a su valor y sus ansias de superación. La película está pensada en la línea de ¿Quién quiere ser Millonario? (Slumdog Millonaire, 2008) de Danny Boyle o Million Dollar Baby (2004) de Clint Eastwood, es decir que es de esos films que apelan directamente al corazón del espectador con el foco puesto más en emocionar; y para eso cuentan con un elenco (especialmente los niños) de muy buenos actores. A pesar de todo, lo que se pueda imaginar el lector, “El Ídolo” tiene mucho para dar ya que es una historia que no apela a golpes bajos (a pesar de todas las situaciones por las que atraviesa el protagonista) sino a mostrar lo que la amistad y el amor de una familia pueden inculcar en el espíritu de una persona. Y eso es siempre súper recomendable.
Guardianes de la Galaxia vol. 2: campeones de la risa La secuela del gran éxito de Disney / Marvel llega justo a tiempo para levantar la puntería del estudio que apela a repetir fórmulas continuamente. Marvel Studios y Disney siguen exprimiendo a la gallina de los huevos de oro con el género de los superhéroes espaciales, pero si lo hacen como en Guardianes de la Galaxia vol. 2 no hay problema. La película, dirigida por James Gunn, retoma al grupo más grande de inadaptados espaciales y esta vez los enfrenta con un mal que no sólo amenaza al universo sino a ellos mismos como equipo. La historia lleva a Peter Quill (Chris Pratt) y compañía a huir a través de la galaxia de una raza a la que no le cumplieron un contrato como debieron. En el camino se tropiezan con un extraño (Kurt Russel) que dice ser el padre de Peter y los lleva a conocer su planeta. El grupo se separa ocasionalmente y desde ahí en más la aventura se bifurca para que los personajes –que son muchos- vuelvan a converger en el final. El film sigue el mismo estilo que hizo famosa a la primera parte (¿para qué innovar con algo que no dejó de funcionar?) con un grupo de héroes muy disímiles entre sí que, sin embargo, se complementan de manera fabulosa entre ellos. El ocurrente James Gunn vuelve a escribir diálogos magistrales que los personajes recitan mientras protagonizan asombrosas escenas de acción condimentadas con efectos especiales de primer nivel. En el aspecto visual, Guardianes de la Galaxia vol. 2 es quizá la película más llamativa y completa de todas las estrenadas por Marvel hasta el momento. La imaginería visual del director y su equipo para retratar los diferentes mundos que visitan los personajes no tiene límites, y aunque hay muchos efectos computarizados, los maquillajes de los personajes no se quedan atrás y lucen reales, como si de verdad existieran. La música “ochentosa” vuelve a jugar un papel fundamental en la trama, e incluso le banda sonora influye en el nombre de la película ya que lleva en el título el agregado de “vol 2”, igual al cassette (si, casstte) que escucha el personaje de Chris Pratt una y otra vez. Otra referencia a esa década es la incorporación de los protagonistas de “Tango y Cash”, Sylvester Stallone y Kurt Russel en dos papeles de gran importancia, uno de ellos en esta entrega y otro preparando lo que será la tercera parte. Porque si alguien creía que esta historia se termina aquí, está muy equivocado…
Kristen Stewart para todos (los gustos) La película más abucheada del Festival de Cannes en 2016 llega a las pantallas locales y, después de vista, sólo queda decir: "no es para tanto". Cuando todavía no se acallaron los abucheos que recibió tras su avant premiere en la anteúltima edición del festival de Cannes, ni se disipó la sorpresa por el premio al Mejor director a Olivier Assayas, llega a las pantallas locales “Personal Shopper”. Todavía no se entiende el porqué de los abucheos a este film casi tan extraño como hipnótico, que invita verlo de principio a fin a pesar de que tiene varios entretiempo que conspiran en su contra pero que lo convierte al mismo tiempo en una obra cas única por su diversidad. Y es esta palabra, la que quizá mejor define a “Personal Shopper” debido a la variedad de géneros que convergen en esta película, entre los que se cuentan el drama, el thriller, e inclusive lo sobrenatural. La historia se enfoca en Maureen (la ex Crepúculo Kristen Stewart), una joven que para sobrevivir económicamente en París trabaja como asistente de vestuario de una celebridad local, que raramente recala en su casa de esa ciudad. Sin embargo, Maureen debe recorrer todas las tiendas de Paris arreglando los canjes para su jefa. Pero, en el mientras tanto, Mareen debe lidiar con su interior. Como medium, ella intenta contactar a su hermano gemelo, que murió hace poco tiempo atrás y por eso pasa largas noches en la casa que éste habitó por última vez con la esperanza de despedirse. Todas estas facetas de la historia, se encuentran conjugadas hábilmente en un guión que, sin embargo, va perdiendo fuerza a medida que el realizador fuerza situaciones para que encajen en su rompecabezas. Esto hace que, paradójicamente, la media hora final se convierta en lo más adictivo de la película ya que se reserva sorpresas inimaginables. De todas maneras, el experimento funciona sobre todo gracias a Stewart que puede parecer inexpresiva e insípida pero no por nada se ha convertido en la última musa de Woody Allen en sus films más recientes. La joven se presta a la situación con naturalidad y va llevando ella sola la trama ya que está presente en el 99 por cientos de las escenas. Assayas se animó a ensayar esta mezcolanza de géneros y, sin llegar de meterse de lleno en ninguno de ellos (cada incursión da la sensación de que algo no termina de cerrar) todos ellos están bien representados: hay un condimento paranormal (fantasma incluido), hay un asesinato, hay drama, e inclusive un romance internacional. Se podría decir que por tanto riesgo Assayas merecía el león pero sería injusto con los demás realizadores que compitieron en buenos términos.