“Amante fiel”, de Louis Garrel Por Hugo F. Sanchez Luego de su primera película Los dos amigos (2015), Luis Garrel vuelve a instalar en el centro del relato a un curioso trío amoroso, en una comedia agridulce con bastante de humor negro que funciona de maravilla. En el comienzo Abel (el propio Garrel) convive con Marianne (Laetitia Marie Casta), que una mañana y sin preámbulos, le informa que está embarazada, que él no es el padre y que se va a casar con Paul, su mejor amigo. Por cierto, tiene la delicadeza de invitarlo a la boda. Ocho años después, Paul muere, Abel asiste al entierro y vuelve a entablar relación con Marianne, con quien vuelve a convivir junto a su hijo Joseph, que está convencido de que su mamá mató a su padre. Las cosas se complican un poco más porque la hermana de Paul (Lily-Rose Depp, hija de Johnny, claro), está enamorada desde que era chica de Abel. Así que los enredos amorosos están en el primer plano, la liviandad (notable guión de Jean-Claude Carriére y Garrel) se agradece porque funciona perfectamente y es elegante, ágil y disfrutable hasta el último minuto. Esta reseña (ahora con agregados) corresponde a la presentación de Amante fiel en la Competencia Argentina del 21º Bafici. AMANTE FIEL L’homme Fidèle.Francia, 2018. Dirección: Louis Garrel. Guion: Jean-Claude Carriére, Louis Garrel. Intérpretes: Louis Garrel, Laetitia Casta, Lily-Rose Depp, Joseph Engel. Producción: Pascal Caucheteux, Gregóire Sorlat. Duración: 75 minutos.
“Rocketman”, de Dexter Fletcher Por Hugo F. Sanchez Ustedes son muy chiquitos pero hubo una época en que Elton John no era solo es un señor mayor con peluquines imposibles y un título de la realeza de Sir, que desde hace años los medios muestran como asiduo invitado a cada rancio casamiento de la realeza europea. No, antes Reginald Kenneth Dwight tuvo que recorrer un largo camino para superar una infancia sin amor, rebautizarse como Elton Jhon y conquistar al mundo con su talento para la música y el olfato para el espectáculo pop, con sus extraordinarios outfitys y excentricidades varias. Así que llegó Rocketman de la mano de Detxter Fletcher, un director sin demasiada experiencia aunque con una larga carrera como actor -fue sargento John Martin en la serie Band of Brothers y el recordado Soap de Juegos, trampas y dos armas humeantes, entre otros innumerables trabajos-, previo paso por el festival de Cannes en donde fue bien recibida. Como toda biopic, se trata de contar los mojones de la existencia del protagonista, así que el camino elegido en Rocketman es una sesión de terapia grupal a donde acude el el bueno de Elton a tratar sus innumerables adicciones y traumas varios de la niñez. Desde allí el músico ya convertido en una estrella global va desgranando su vida, sobre todo sus primeros años conviviendo con unos padres monstruosos. El tópico de infancia horrible que habilita una vida de excesos, caprichos y desenfreno se cumple a rajatabla y sin pudor, pero el clisé no clausura el vuelo de Rocketman, porque es así, Rocketman se eleva y vuela sobre el género. En ese sentido y hablando de alturas vs. relatos definitivamente pedestres, es inevitable comparar la película de Detxter Fletcher con la reciente Bohemian Rhapsody de Bryan Singer -curiosamente Fletcher también estuvo involucrado en el film sobre Queen-, así, mientras Bohemian… iba por el lado del relato clásico y esquivaba sin culpa el lado oscuro de Freddie Mercury, en Rocketman abunda sobre toooodas las drogas que consumió el músico, tooodos sus excesos y toooodos los conflictos que atravesó por su elección sexual. Y siguiendo con las comparaciones, si bien es cierto que el Freddie de Rami Malek (por el que ganó un Oscar al mejor actor) y el Elton John de Taron Egerton son igual de destacables, Egerton sí canta las canciones del soundtrack de la película, un dato no menor teniendo en cuenta que se trata de un musical. Así que la exuberante Rocketman vuela -hay una gran escena en que efectivamente lo muestra levitando junto a su público en el debut en Estados Unidos-, entusiasma, atrapa, convence, es superficial, pop y hasta boba. Probablemente que por esos mismos elementos sea tan disfrutable. ROCKETMAN Rocketman. Reino Unido/Estados Unidos, 2019. Dirección: Dexter Fletcher. Guión: Lee Hall. Intérpretes: Taron Egerton, Jamie Bell, Richard Madden, Bryce Dallas Howard, Gemma Jones, Steven Mackintosh, Tom Bennett, Matthew Illesley, Kit Connor, Charlie Rowe. Producción: Matthew Vaughn, David Reid, David Furnish y Adam Bohling. Distribuidora: UIP. Duración: 121 minutos.
“John Wick 3: Parabellum”, de Chad Stahelski Por Hugo F. Sanchez Para los que son ajenos a la saga de John Wick, es conveniente contextualizar mínimamente. El protagonista es un killer tremendo, acaso el mejor de su generación. Milagrosamente pudo apartarse del círculo de hierro de la rígida organización criminal a la que pertenecía gracias a que había encontrado el amor. Su mujer murió y le dejó un perro, en donde John depositó todo su amor huérfano, hasta que un canalla (miembro también de la organización) mató a su mascota, desatando toda la ira del asesino, dispuesto a apilar tantos cadáveres como fuera necesario para saciar su sed de venganza. Así que la ya legendaria frase “Has matado a mi perro, prepárate a morir”, tan absurda como ilógica, dentro del universo que asomaba hace apenas cinco años tenía una coherencia perfecta e iniciaba algo que probablemente nadie pensara que se iba a convertir en saga, pero el asunto funcionó tan bien que acaso esté siguiendo la lógica de por caso, Duro de matar, que fue un clásico casi instantáneo. Ahora la historia suma tres capítulos, pero si con la energía cinética desatada en la primera bastaba, el impulso sigue teniendo la fuerza y la absoluta convicción de que basta con agregarle unos pocos elementos para completar la historia del protagonista, sostener y ampliar el mundo en que se mueve y sumar más humor y situaciones absurdas para que el goce se prolongue. Así que en las sucesivas entregas se fue completando el perfil de la todopoderosa organización, diseñada a partir de una serie de intricadas reglas que se resumen a la lealtad y membresías que se actualizan al ritmo de las traiciones y la ambición de los participantes. Así que el hotel Continental, diseñado para la pausa y la reflexión de sus huéspedes y regido por un férreo código de honor, continúa siendo un factor importante dentro de la historia, pero es apenas una arista del complejo mundo criminal, que actúa como juez y parte de la ley no escrita que marca la vida de los personajes. Es cierto, si la primera (Sin control) era pura adrenalina, la segunda (Un nuevo día para matar) sumaba humor e ironía, la tercera pretende complejizar los códigos de honor, además de sumarle estrellas como Anjelica Huston y Halle Berry, que no aportan demasiado por un guion endeble que las olvida rápidamente para concentrase en la hiperviolencia y sí, el disfrute de los dos tiros en la cabeza con los que siempre el letal John Wick asegura su trabajo contra los innumerables asesinos con los que debe lidiar. Hay grandes percusiones, extraordinarias peleas, algún momento western con Keanu Reeves en traje de diseño cabalgando por Nueva York y disparando desde abajo de la panza del caballo y hasta un pequeño homenaje a La dama de Shanghai, con varios duelos en una habitación de espejos. Parabellum no es la mejor de las tres, pero en el panorama adocenado de estrenos -y ni hablar del recorte de las películas de acción copadas por superhéroes-, es un modico milagro de estos días. JOHN WICK 3: PARABELLUM John Wick: Chapter 3 – Parabellum. Estados Unidos, 2019. Dirección: Chad Stahelski. Intérpretes: Keanu Reeves, Halle Berry, Ian McShane, Anjelica Huston, Laurence Fishburne, Lance Reddick, Asia Kate Dillon, Jason Mantzoukas, Mark Dacascos y Yayan Ruhian. Guion: Derek Kolstad, Shay Hatten, Chris Collins y Marc Abrams. Música: Tyler Bates y Joel J. Richard. Fotografía: Dan Laustsen. Distribuidora: BF París. Duración: 130 minutos.
“Jamás llegarán a viejos”, de Peter Jackson Por Hugo F. Sanchez Es bastante usual ver documentales de la Segunda Guerra Mundial, pero son bastante menos frecuentes los de la Gran Guerra (1914-1918), principalmente porque el cine tenía unos pocos años y además, era silente. Peter Jackson (El Hobbit, Criaturas celestiales, El señor de los anillos) tuvo acceso a más de 600 horas de filmación del Museo Imperial de la Guerra de Gran Bretaña, que primero restauró, para luego intervenir lo materiales de manera audaz y polémica: pasó las cintas de 13 a 24 cuadros por segundo, las coloreó, con ayuda de lectores de labios le puso sonido a las palabras mudas de los soldados registrados por las cámaras de la época, agregó el estruendo de los obuses, insertó fotos, dibujos y también recurrió a los testimonios de veteranos. Jamás llegarán a viejos es un documental diseñado desde el found footage -combinar distintos materiales encontrados para darles nuevos sentidos- con una clara manipulación para lograr una mirada posible sobre los jóvenes que fueron a la Primera Guerra Mundial, “la guerra que iba a terminar con todas las guerras”. La película es profundamente humanista porque está centrada en esos muchachos, muchos de ellos de 14, 15, 16 años, que mentían y eran alentados a mentir sobre su edad para lograr ser admitidos en los centros de reclutamiento. Se ven las largas colas sonrientes de hombres, el entrenamiento, la alegría de la poróxima aventura, los testimonios de la época que resaltaban que muchos de los reclutas provenían de lugares miserables y que por primera vez en su vida estaban bien alimentados y tenían acceso a la atención médica. Y después la muerte, el hedor de los cadáveres de hombres y animales, el barro, el pié de trinchera -el frío y la humedad hacían que las extremidades se infectaran y en algunas casos debían ser amputadas- y el sonido, (agregado, claro) de los obuses, el terror de los soldados, los rostros desencajados. Jamás llegarán a viejos muestra el verde de los uniformes, las caras sonrosadas y mugrientas de los chicos, el rojo de la sangre. Imágenes sonidos, edición, son los elementos de la puesta para traer al presente a una generación, toda una época que toma su dimensión específica ahora, para que con la percepción del presente sea posible asomarse al heroísmo, el candor, la miseria y la inutilidad de la guerra. JAMÁS LLEGARÁN A VIEJOS They Shall Not Grow Old. Reino Unido/Nueva Zelanda, 2018. Dirección: Peter Jackson. Edición: Jabez Olssen. Distribuidora: Warner Bros. Duración: 99 minutos.
“El vicepresidente: Más allá del poder”, de Adam McKay Por Hugo F. Sanchez El vicepresidente forma parte de ese creciente grupo de películas que podrían catalogarse como cancheras, con un alto componente irónico, llenas de guiños a los espectadores que están en el tema, alguna audacia visual y en general, un protagonista desconcertante -puede ser una figura de la televisión, un cómico- acompañado por gente con oficio, un buen elenco. El vicepresidente cumple con casi todas estas características pero eso no quiere decir que está mal, aun cuando la lista expuesta tenga una cuota de malicia tendiente a demostrar que la formula es bastante miserable. Aqui no es así o al menos no del todo. Adam McKay que ya en La gran apuesta demostró que puede ser cool pero también desnudar las trapisondas del mundillo de Wall Street, vuelve a internarse en un universo poco conocido, esta vez el de la política estadounidense y en particular en un personaje fascinante como Dick Cheney, vicepresidente de George W. Bush entre 2001 y 2009, un burócrata oscuro como un agujero negro que sabía las miserias de Washington porque durante buena parte de su vida había transitado las distintas administraciones como un funcionario confiable, tan hierático como despiadado. Vinculado a las petroleras y la industria armamentista de su país, en 2000 el Partido Republicano le rogó que volviera al ruedo luego de renunciar como secretario de Defensa de George H. W. Bush siete años antes. El partido del elefante necesitaba apuntalar al tarambana de Bush hijo con alguien que supiera de la administración pública y vaya que Cheney sabía. Así que el operador, lobbista y siniestro de Dick aceptó pero antes encontrólas grietas necesarias en la Constitución, en los reglamentos del funcionamiento del poder ejecutivo y el legislativo para poder gobernar en las sombras y no ser una mera figura decorativa, el papel reservado desde siempre al vicepresidente. Y sí, la caracterización de Christian Bale como Dick Cheney es deslumbrante, por las toneladas de maquillaje pero también porque abajo de eso hay un buen actor, sin duda la otra interpretación a destacar es la de Amy Adams como su esposa Lynne, cerebro y férreo sostén de la pareja -parecido al rol que cumplió en The Master de Paul Thomas Anderson- y Steve Carell como el secretario de Defensa Donald Rumsfeld, mentor de Chaney en sus inicios, tan despreciable como él. El vicepresidente cumple con la maravilla de ubicar al espectador festejando al muchacho bueno para nada en su ascenso al poder, en cada una de sus manipulaciones, en las decisiones que significaron la muerte para miles de personas- como la intervención en Irak justificada en la mentira de que Sadam poseía armas de destrucciónmasiva-, en el regodeo de sus trastadas en los pasillos de la Casa Blanca, el Pentágono y el Congreso. Algo así como una excursión con un guía competente por la cocina de las decisiones. No está mal, la película es entretenida, el timing es preciso, los actores hacen lo suyo con solvencia y el mal triunfa en toda la línea. Después de todo El vicepresidente se trata de asomarse a ese mundillo y lo logra satisfactoriamente. EL VICEPRESIDENTE Vice. Estados Unidos, 2018. Dirección y Guión: Adam McKay. Intépretes: Christian Bale, Amy Adams, Steve Carell, Sam Rockwell, Alison Pill, Eddie Marsan, Justin Kirk, LisaGay Hamilton, Jesse Plemons, Bill Camp. Producción: Adam McKay, Brad Pitt, Will Ferrell, Kevin J. Messick, Jeremy Kleiner, Dede Gardner y Megan Ellison. Distribuidora: Digicine. Duración: 132 minutos.
“Creed II: Defendiendo el legado”, de Steven Caple Por Hugo F. Sanchez Con el estreno de Rocky Balboa en 2006, todo parecía indicar que la historia del Semental Italiano llegaba a su fin, con un recorrido de seis películas en 20 años que abarcaban el fenómeno de aceptación popular en el comienzo, el rechazo de la crítica, más adelante el consumo irónico y finalmente una especie de meseta en donde incluso los detractores reconocían algunos logros de la saga. Pero no, hace apenas dos años apareció Creed, en donde ya no se trataba solamente de Rocky sino que se ampliaba la historia con Adonis (Michael B. Jordan), hijo del gran Apollo Creed -el rival y amigo de Rocky-, con la convicción absoluta que debía probarse para ser digno de su glorioso apellido, una gran película de Ryan Coogler que logró despertar el interés a pesar del escepticismo inicial y sentó las bases de un nuevo comienzo para todo el conjunto de títulos del universo Rocky. Creed ll entonces sigue la lógica de ese sistema creado por Stallone en donde honor, respeto y legado son clisés que tiene el mismo valor de antaño, así que ahí está Adonis Creed, un campeón en todo su esplendor que sin embargo en su interior sabe que tiene que seguir probando que es digno. Y cómo no, el reto llega, es ahora y en Filadelfia pero se fue gestando en Rusia hace muchos años, cuando luego de matar en el ring a su padre Ivan Drago (Dolph Lundgren) peleó y perdió en su propia tierra con Rocky, que quería y logró vengar a su amigo (Rocky lV). Así que el olvidado Drago crió y entrenó a su hijo Vicktor (Florian Munteanu) para que cumpla y humille al protegido Rocky y así ganar el respeto de su país, que lo olvidó por completo. Y claro Vicktor es casi un máquina -su padre también lo fue-, está criado en el odio y en el resentimiento, una máquina de matar que destroza a sus rivales, así que el combate será épico, los entrenamientos de ambos también -un clásico de la saga- y las peleas tendrán todo lo que se espera y un poco más. Y ese más es el boxeo, filmado como los dioses, pero también la inclusión de personajes laterales pero que son guiños para los fans, una actriz en especial que tuvo mucho que ver con la historia personal de Stallone. (Y acá paro aunque las ganas de contar de quién se trata son enormes). Por ahí, principalmente en las redes y foros, se afirma que el director Steven Caple no alcanza la intensidad de su predecesor, que con Creed había combinado emoción, buen timming para las peleas y respeto por los títulos anteriores. Pero no es así, Caple logra enraizar aun más la historia de Creed en el gran árbol de Rocky, los cruces generacionales parecen inagotables, cada uno de los personajes tiene una historia detrás y por eso se ganan el derecho de estar en pantalla, el peso emotivo es abrumador, la capacidad de aprender y cambiar es una oportunidad que se le brinda a todos los personajes y sí, se trata de muchas cosas pero por siempre el centro de la cuestión sigue siendo Rocky Balboa. O Sylvester Stallone. CREED II Creed II. Estados Unidos, 2018. Dirección: Steven Caple. Guión: Sylvester Stallone y Juel Taylor. Elenco: Michael B. Jordan, Sylvester Stallone, Tessa Thompson, Phylicia Rashad, Dolph Lundgren, Florian Munteanu, Russell Hornsby, Wood Harris, Milo Ventimiglia, Brigitte Nielsen. Producción: Sylvester Stallone, Kevin King Templeton, Charles Winkler, David Winkler, Irwin Winkler y William Chartoff. Distribuidora: Warner Bros. Duración: 130 minutos.
“La mula”, de Clint Eastwood Por Hugo F. Sanchez La mula es una película basada en la historia real de un estadounidense de 87 años que fue detenido cuando transportaba casi una tonelada de cocaína para en cartel de Sinaloa dentro del estado de Michigan. La mula también es la película en que Clint Eastwood vuelve a asumir el rol de actor y director después de Gran Torino (2008) y por supuesto, es otro relato que forma parte del grupo de películas que funcionan como su despedida y legado. Pero como parte de ese colectivo, La mula es diferente porque si bien es cierto que Eastwood hace lo que quiere como siempre, le imprime al relato un tono juguetón a la vez que reflexiona sobre la ausencia, el afuera antes que las obligaciones familiares que se aplica a Earl Stone, el protagonista de la película y sin hacer un gran ejercicio de imaginación, se puede especular con el pasado del propio actor y director californiano. La historia ubica a Stone en su trabajo como premiado horticultor especializado en el cultivo de azucenas, con un negocio más o menos próspero pero que no ve venir el cambio de época motorizado por internet. Diez años después el negocio está quebrado, debe despedir a sus empleados mexicanos y sin red, intenta un acercamiento a su familia a través de su nieta que lo adora a pesar de que definitivamente es un abuelo (y padre y esposo) abandónico. Claro, el asunto no resulta pero inesperadamente desde allí surge la posibilidad de hacer unos viajes trasportando paquetes que no son otra cosa que cocaína made in México. Desde ese momento La mula bien podría tratarse de un trhiller sobre el tráfico de drogas, el juego del gato y el ratón entre los narcos y la DEA (Drug Enforcement Administration) y el viejito que sin esfuerzo se les escapa una y otra vez. Y es así, pero de manera oblicua, porque lo que verdaderamente importa es que La mula es casi un ejercicio de reflexión sobre la vejez, segundas oportunidades y el callado heroísmo. Así que el protagonista se dedica a transportar drogas, a escuchar música rutera mientas toma helado, a emparchar sus relaciones familiares, a ponerle humor a todo el disparate de sus tratos con el cartel de Sinaloa y de paso, a pagar prostitutas a la edad que se supone que no se puede. El personaje se hace el gil y es el vehículo ideal para que Eastwood diga y haga lo que quiera, otra de sus películas que desde el clasicismo trafica contenidos, pareceres y visiones del mundo, sin estridencias y con la acostumbrada auteridad de la puesta. LA MULA The Mule. Estados Unidos, 2018. Dirección: Clint Eastwood. Intérpretes: Clint Eastwood, Bradley Cooper, Michael Peña, Taissa Farmiga, Laurence Fishburne, Ignacio Serricchio, Alison Eastwood, Dianne Wiest, Andy García y Clifton Collins Jr. Guión: Nick Schenk y Sam Dolnick. Fotografía: Yves Bélanger. Música: Arturo Sandoval. Distribuidora: Warner Bros. Duración: 116 minutos.
“Unidad XV”, de Martín Desalvo Por Hugo F. Sanchez Luego del golpe de 1955 que derrocó a Perón por la llamada Revolución Libertadora, la mayoría de los cuadros y personalidades destacadas del peronismo estaban presos o en el exilio. Precisamente, en la Unidad XV de Rio Gallegos fueron recluidos John William Cooke, Héctor Cámpora, Jorge Antonio y Guillermo Patricio Kelly, figuras importantes de la época que a su pesar, tuvieron que convivir en la penitenciaría. Los cuatro tenían trayectorias bien diferentes y de hecho estaban enfrentados, pero para La Libertadora era suficiente con su filiación política y los encerró a todos juntos en un penal de mediana seguridad. Unidad XV registra el ingreso de los dirigentes, su estadía en el la cárcel y la fuga. Un escape legendario que forma parte de los hitos del peronismo, sobre todo porque uno de los fugados era John William Cooke, apoderado del Movimiento Nacional Justicialista mientras Perón transitaba su exilio. Está claro que la historia merecía ser contada y Martín Desalvo (El padre de mis hijos, El día trajo la oscuridad, Las mantenidas sin sueños) conformó una puesta íntima, con pocas locaciones, donde el acento está puesto en la reconstrucción de época, las condiciones del encierro, la relación con los carceleros y la epopeya del escape. También hay una preocupación por darle el perfil adecuado a cada uno de los personajes: Cooke (Rafael Spregelburd), Héctor Cámpora (Carlos Belloso), Jorge Antonio (Lautaro Delgado) y Guillermo Patricio Kelly (Diego Gentile). Sin embargo las fricciones entre personajes tan disímiles apenas rozan la superficie. Esbozadas en el relato, las diferencias de Cooke, el más comprometido con la resistencia dentro del movimeinto vs. Antonio, el empresario dialoguista cercano al aventurero de la cuasi fascista Alianza Libertadora Nacionalista junto a Kelly -al que luego se lo asoció a la CIA y al Mossad- y Cámpora, enfermo y siempre contemporizador, no están debidamente abordadas y es una lástima porque la propia película las plantea. En la lógica de la fuga los presos necesariamente tuvieron que dejar de lado los enfrentamientos por el objetivo común y sí, cualquier semejanza con el presente no es ninguna casualidad. Nota: El sitio del servicio penitenciario de la actual Unidad 15 tiene una apartado en la historia de la cárcel en donde incluso se menciona una fuga pero no registra el escape de los líderes peronistas. UNIDAD XV Unidad XV. Argentina, 2018. Dirección: Martín Desalvo. Intérpretes: Rafael Spregelburd, Lautaro Delgado, Carlos Belloso, Diego Gentile, Mora Recalde, Germán de Silva, Ignacio Rogers, Adrián Fondari. Guión: Francisco Kosterlitz, Martiniano Cardoso. Fotografía: Nicolás Trovato. Edición: Mariana Quiroga. Música: Jorge Chikiar. Distribuidora: Magma Cine. Duración: 104 minutos.
“El infiltrado del KKKlan”, de Spike Lee Por Hugo F. Sanchez A comienzos de los ’90 Spike Lee estrenó Malcolm X, Fiebre de amor y locura y Haz lo correcto, tres películas que daban cuenta que la agenda política del director, centrada principalmente en retratar el racismo en su país. Si bien la carrera del director estadounidense siguió con otros títulos que no alcanzaron la profundidad de aquellos relatos, aun así siempre fue un cineasta a tener en cuenta y ahora, casi 30 años después, vuelve a validar su trayectoria con un furibundo alegato contra la discriminación que incluye un recorrido histórico para explicitar el estado de las cosas en el presente, encauzado sobre un impecable trhiller con un topo en el corazón del KKK. Es decir Spike Lee demuestra que tiene tanta o más energía que antaño, a la que le suma la experiencia. A partir del libro Black Klansman, escrito por Ron Stallworth que en 1972 fue el primer policía afroamericano en Colorado Springs, en donde contó su experiencia y la curiosa, arriesgada y descabellada misión de infiltrarse en el Ku Klux Klan (¿?), entablando una relación telefónica con los responsables de la organización racista y cuando hizo falta, la presencia de otro agente, Flip Zimmerman (de ascendencia judía, otro disparate), que adoptaba su nombre con el objetivo central de llegar al Gran Maestro. El infiltrado del KKKlan abre con un fragmento de El nacimiento de una nación (1915), de David W. Griffith, película seminal del cine moderno por su extraordinaria calidad y a la vez, un instrumento de propaganda racista que contribuyó de manera decisoria a la estigmatización de la raza negra. Este film sienta las bases del discurso de Spike Lee sobre la lucha por los derechos civiles y el retroceso que advierte en estos últimos años. Pero Spike Lee y actúa con libertad, recurriendo al falso documental, perfila a Stallworth (gran trabajo de John David Washington, hijo de Denzel) como un personaje de las populares blaxploitation (Shaft a la cabeza), utiliza fragmentos de noticieros con el momento donde un supremacista blanco embistió el año pasado a un multitud en una ciudad sureña, ensucia la imagen recreando el cine de los ’70, recuerda que en una conferencia de prensa que el presidente Donald Trump avaló a la derecha racista de su país. Y sin embargo, a pesar de la gravedad de los temas que toca, la película atenúa el maniqueísmo que sobrevuela casi toda la obra de Lee con cierto aire juguetón, sobre todo en la relación de Stallworth con Zimmerman (el siempre eficaz Adam Driver) en plan buddy movie y sobre todo, poniendo en evidencia la ignorancia y estupidez de los integrantes de KKK. Spike Lee nunca dejó de producir, pero sin ninguna duda la potencia, la inteligencia y la madurez de El infiltrado del KKKlan puede considerarse un gran regreso. EL INFILTRADO DEL KKKLAN BlacKkKlansman. Estados Unidos, 2018. Dirección: Spike Lee. Intérpretes: John David Washington, Adam Driver, Topher Grace, Corey Hawkins, Laura Harrier, Ryan Eggold, Jaspar Pääkkönen y Ashlie Atkinson. Guión: Charlie Wachtel, David Rabinowitz, Kevin Willmott y Spike Lee. Fotografía: Chayse Irvin. Música: Terence Blanchard. Edición: Barry Brown. Diseño de producción: Curt Beech. Distribuidora: UIP (Universal). Duración: 135 minutos.
“Pablo Escobar: La traición”, de Fernando León de Aranoa Por Hugo F. Sanchez La ola Escobar Exploitation sigue arrojando nuevos productos a las costas del mercado editorial, de las series y del cine, centrados como es obvio en la figura del célebre Pablo Escobar, amo y señor del narcotráfico allá por la década del ’80. A fuerza de asesinatos, excentricidades y demostraciones de poder e impunidad, Escobar se convirtió en un personaje irresistible para la ficción, primero en su país, luego en el universo latino y de ahí al mundo. Esta lectura abreviada y si se quiere simplista es la misma que parece haber inspirado a Fernando León de Aranoa (Los lunes al sol, Un día perfecto), que a partir del libro “Amando a Pablo, odiando a Escobar”, de la periodista Virginia Vallejo, diseñó una producción internacional con Javier Bardem y Penélope Cruz como protagonistas. La lógica de armado de la película entonces debía tener al inglés como el idioma base -aunque los protagonistas son españoles y hacen de colombianos-, con algunas excursiones a la lengua local. Pero el disparate no termina allí, porque el ejército de sicarios y desarrapados que rodean al narcoraficante sí se expresa en español-colombiano, lo que supone una involuntaria (o no) división de clases a partir del idioma, forzando y finalmente rompiendo el verosímil. La relación entre Escobar y Vallejo se prologó durante los años de esplendor en la trayectoria del narcoterrorista y la periodista, que ocupó el doble rol de amante y biógrafa del jefe del Cartel de Medellín. Barden hace lo suyo y bien como Escobar, con la necesaria cuota de magnetismo, crueldad y seducción del personaje, mientras que Cruz sobreactua su rol hasta límites absurdos. Y curiosamente, teniendo en cuenta que Barden y Cruz son pareja en la vida real, la química entre ellos directamente no existe en la pantalla. Pablo Escobar: La traición ni siquiera intenta ahondar en la vida del célebre colombiano y que cuando el tema es la relación entre el narco y la periodista, los clisés se repiten hasta el infinito en una puesta plana y carente de ideas, pura superficie de un cine adocenado que por caso, le sube el precio a series -que no eran precisamente extraordinarias- como Narcos y El patrón del mal. PABLO ESCOBAR: LA TRAICIÓN Loving Pablo Dirección y Guión: Fernando León de Aranoa. Elenco: Javier Bardem, Penélope Cruz, Peter Sarsgaard, Julieth Restrepo, Óscar Jaenada, Fredy Yate, Ricardo Niño, Pedro Calvo, Joavany Álvarez, David Valencia. Producción: Javier Bardem, Ed Cathell, Kalina Kottas, Miguel Menéndez de Zubillaga, Dean Nichols y John Thompson. Distribuidora: Energía Entusiasta. Duración: 123 minutos.