Ariel Bloch es un empresario exitoso, que logró todo lo que se propuso y hoy se reencuentra con la que fuera su novia hace veinte años. Pero lo que él pensó que era un encuentro pasatista, seguro que grato porque fue una buena época, le cambia la vida. Porque ella le dice que cuando cortaron la relación estaba embarazada y como él no quería hijos no se lo dijo. Bloch no tiene tiempo para asombrarse cuando viene la segunda parte de la confesión. Ella se lo dice ahora porque él joven acaba de morir en un accidente. El filme del israelí Savi Gabizón dispara todo esto en menos de los quince minutos iniciales y los ochenta y cinco minutos que siguen son los que ocupa este hombre extrañado y que no manifiesta emociones en tratar de conocer a ese desconocido casi adolescente que llevaba su sangre. Pequeñas secuencias con su novia, con el amor de su vida, Yael, una bella profesora de francés; con el director de la escuela a la que asistía, y un compañero y amigo de su edad. Lo que llama la atención en la narración es la constante modificación de la imagen de Adam, que permite con el cambio de imagen un ritmo cambiante que evita cualquier estancamiento. VUELTA DE TUERCA La elección de los personajes y el tratamiento lejos de lo dramático, impide que todo se transforme en un convencional melodrama y se logre un relato con cierta frescura y la sorprendente incorporación de la fantasía en curiosas y sucesivas vueltas de tuerca. Sin embargo, el poder de síntesis, la potencia de las imágenes y la concisión de los diálogos de la primera media hora no se repite en el resto del relato, y la aparición de un juego fantástico del que todos parecen participan no es la mejor elección. Se trata de una propuesta interesante, con excelentes actores, especialmente Ella Armony, Asi Levy y Shai Avivi. Otro modo de vivir la muerte de un ser querido y de alguna manera intervenir su imposible futuro.
En 1999, una expedición arqueológica organizada por el antropólogo estadounidense Johan Reinhardt (codirigida por la antropóloga y arqueóloga salteña Constanza Ceruti) subió al volcán Llullaillaco y logró extraer los famosos Niños, sacrificados a los dioses en ceremonias religiosas por el Imperio Inca. El increíble estado de conservación de las momias luego de quinientos años convirtió el hecho en uno de los más importantes hallazgos arqueológicos mundiales, conocido desde ese momento como Los Niños de Llullaillaco. En este documental de Fernando Krapp, uno de los convocados para aquella expedición para formar parte de las tareas de excavación, el antropólogo salteño Christian Vitry, es el eje de la historia, junto con el volcán. Con él asistimos a un mundo desconocido y rico como es ese Tolar Grande, suerte de planicie que recuerda las superficies marcianas y que rodea al volcán sagrado integrante de la cordillera andina en el Altiplano. También con él conocemos las inquietudes de la comunidad kolla que reclama acciones luego de que fueron sacadas ofrendas (las momias de Llullaillaco) destinadas al volcán sagrado y llevadas al Museo Arqueológico de Alta Montaña, en el centro de Salta. OTRO MUNDO Lo que más impresiona en este filme que roza lo etnográfico es ese mundo desconocido, lunar, asombro de biólogos de todo el mundo, en el que viven los estromatolitos, habitantes a 4.000 metros de altura con ambientes semejantes a los que originaron los primeros seres vivos; ese ambiente que el investigador Vitry en su expedición se propone rastrear. Un sugerente acompañamiento musical y la estupenda fotografía de paisajes increíbles son características de este documental. Impacta la imagen de una de las momias niñas cuando es sacada de su "cuna de cristal" por estudiosos que, vestidos con trajes que parecen salidos de la NASA, cuidan la conservación de esos series centenarios. Tanto el Llullaillaco como los tres niños convertidos en momias han logrado la calificación de Lugar y Bien Histórico Nacional, un valioso reconocimiento, luego de más de 140 años de expediciones de aventureros de la ciencia.
Otra de "Rocky", ya convertido en familia dentro del mundo del cine popular, que sigue atrayendo por razones afectivas y de admiración por las escenas de pugilato; por no hablar del tema del "padre", si hacemos un recorte profundo en el plano de los contenidos. Todo empezó hace más de cuarenta años cuando la película "Rocky" narraba la historia de Rocky Balboa, un chico italo-estadounidense de clase baja con sueños de triunfar en el mundo del box. El resultado incluyó varios Oscars, un mundo de secuelas cinematográficas y el estrellato de Stallone, hasta entonces reducido a intervenciones en series televisivas o alguna película porno, a pesar de sus estudios de cine en la Universidad de Nueva York. "Creed II" regresa con un nuevo y joven director que sigue las mismas líneas de la franquicia con entusiasmo, música efectista y algunas delicadezas formales. La historia se repite. Ahora es Adonis Creed (el hijo de Apollo) el que se convirtió en campeón de los pesos pesado y, fiel a su nombre mitológico, en vez de enamorarse de Afrodita lo hace del boxeo ("si no hacemos lo que nos apasiona, no existiríamos"). En tanto, los Drago se mantienen karmáticamente a lo largo del tiempo como enemigos de los Creed (el padre de Adonis, Apollo, murió como consecuencia del combate con Iván Drago) y del que fuera entrenador de Adonis, Rocky. Como Iván cifra sus esperanzas de derrota más allá del tiempo en su hijo Viktor como boxeador, desafiante de Adonis, Rocky (un Sylvester Stallone renovado), desconfiando de la carga de odio, advierte a su pupilo para que no acepte el desafío y, ante la voluntad del muchacho de enfrentarlo, deja de ser su entrenador. Así, Adonis parte a Los Angeles, se casa, sigue entrenando y se prepara para la pelea final. INTERROGANTE FINAL Sin tantos excesos en la confrontación de naciones (Rusia-Estados Unidos) como exhibía en "Rocky IV", el antagonismo sobrevuela en la pelea final, filmada con brillo. Pero fiel a la tradición, el concepto de familia prima; no por nada Tessa Thompson se mantiene en su condición de esposa y se incorpora una pequeña y nueva integrante a la familia del que fuera pupilo de Rocky. Quién sabe si en ella, como una heredera de aquella aspirante a boxeadora Maggie Fitzgerald de "A Million Dollar Baby", no pueda continuar la saga tan querida por el púbico.
Nuevamente, como en la angustiante "Las horas", de Stephen Daldry, Nicole Kidman transforma su rostro como odiándolo en largas secciones de maquillaje y se entrega con intensidad a su personaje. En "Las horas" era una gran escritora, Virginia Woolf, debatiéndose en el caos de la vida. En "Destrucción" se introduce en el viaje interior de Erin Bell, ese que puede permitirle al fin enfrentarse con su realidad. "Destrucción" es el drama policial en el que una detective no puede escapar a un pasado que la marcó, cuando como policía encubierta integraba una banda delictiva para lograr desenmascarar a un criminal de nombre Silas (Tobin Kebbell). Su va y viene entre el pasado conflictivo y el presente intenta convertirse en catarsis de una situación que no puede superar. Si las drogas le provocaron traspiés en el pasado, el alcohol lo está haciendo ahora y a esto se suman los problemas afectivos que no puede resolver como madre de una adolescente. Por eso, volcada nuevamente a su trabajo policial, se mete a fondo en su oficio para intentar develar la muerte de un hombre y de alguna manera compensar tanto cúmulo de fracasos personales. Con una aceitada mecánica narrativa, objetivos claros en un guión bien construído, mano dura para el diseño de caracteres y el control de la acción y del suspenso, esta realizadora independiente es una presencia valiosa en el nuevo cine yanqui. Crítica del "sistema de estudios" americano, amante del "corte final" y -según dicen- "dueña de una constancia oriental", como sus orígenes lo revelan, Karyn Kusama ("El cuerpo de Jennifer") promete más de una sorpresa. En este caso, su unión artística con la camaleónica Kidman, en notable trabajo, potencia el drama policial.
Con el director boliviano Ariel Soto conocemos el pequeño circo ambulante de Nigua. Nigua es un muchacho que quiso tener uno y al que encontramos trece años después siguiendo su breve aventura latinoamericana. No vemos cómo comenzó todo, pero la historia empieza cuando ya se excavan los pozos para sentar las bases de una modesta carpa que necesita arreglos pero se va irguiendo a pesar de los vientos y la aridez del suelo de cualquier pueblo rural de los alrededores de Cochabamba. Todo ocurre antes de una función. Mientras transcurre la vida de los cirqueros se escuchan las conversaciones de los que integran el que alguna vez fue el sueño de Nigua, ese chico que se escapó de una casa violenta, que no conoció a sus padres y que en este momento rueda con el campamento integrado por un grupo tan particular como él. Son testimonios breves, reales, que hablan de gente que quiso salirse de un mundo chato. Que quiso "subir a lo grande, que aplaudan por lo que uno hace", como dice Eunice, una de las escasas mujeres del grupo. Todo, mientras repiten abdominales en medio de la nada y otro cirquero recuerda a payasos venidos de Cochabamba que suponemos hicieron mejor papel que el de los que tiene el Circo Niguita. Palabras que cuentan el pasado de este sueño que, como dicen, los acerca a los gitanos, los convierte al decir de familias, ya lejanas, en gente ligada al diablo, aunque ellos sólo traten de mejorar sus rutinas de malabares. UNA HISTORIA REAL Ruedas al aire libre en que se proyectan pequeños cuadros con el pomposo título de "La pasada del sombrero" y donde el humor popular se salpica con los pasos que las "chicas de la compañía" (hijas de los trashumantes, pequeñitas y vivarachas) aprendieron en un viejo televisor que viaja con ellos. Charlas en las que se exige la autocrítica para lo que se hace, en que se reconoce la necesidad de la perseverancia como condición para mejorar en saltos en altura, juegos de malabares, intercambios con el público. "Días de circo" cuenta el porqué de la elección de esa utopía que llega a lugares pobrísimos, muestra cómo una desvencijada camioneta desde la que se oye la voz de Nigua promociona la estadía del circo, mientras es seguida por perros pulgosos y chiquilines alborotadores. Después vendrá la representación (en un fuera de campo) y quedará en el olvido lo que dijo Nigua a su gente: "Quiero comprar una carpa bien bonita". El final (que no contamos) nivelará otra vez a los que quisieron cumplir un sueño diferente. Un filme mínimo, real, que intenta contar la posibilidad de vivir un sueño sin lograrlo totalmente, pero aproximando al espectador a una querible utopía.
Estamos ante una nueva manifestación cinematográfica de la popular historieta Dragon Ball, creada por el dibujante y escritor japonés Akira Toriyama, gestor de una verdadera ola de novelas, sagas, videojuegos y merchandising, derivados del manga oriental. Con un éxito netamente popular, fue aceptado por todo el mundo en la década de los "80 y "90 teniendo como antecedente histórico el Astroboy de Osama Tezuka. Con dos partes bien definidas, la primera desde el pasado remoza la destrucción del planeta por Vegeta, de la dinastía sayajin, retoma la figura real que impone al bebé Friza o Freezer, que vemos en una incubadora como heredero, mientras el sayajin Paragus centra su ambición en su hijo, al que también se observa en una incubadora y que lleva por nombre Broly. El rey envía al niño al espacio presumiendo su poder y su padre lo descubre y viaja para acompañarlo hasta un planeta de escarabajos gigantes (símil vaquitas de San Antonio). El tiempo hace que Friza (o Freezer) destruya el planeta, pero Goku (también llamado Kakaroto) se salva y así continúa la saga. Años después, cuando reaparece Broly convertido en un niño poderoso pero conflictivo de gran fuerza física que sólo su padre puede dominar, se llevará a cabo el enfrentamiento. Habrá complicidades porque las famosas esferas del Dragon, algo así como el "Vellocino de Oro" de toda historia, aparecen como nuevo motivo de pelea con intervención de un dragon real que protege a Broly. HISTORIA VIOLENTA En síntesis, la clásica saga de superhéroes que enfrenta el Bien y el Mal en una lucha mortal, que dura varios minutos en el filme. Filme en el que aparecen nuevos personajes como Chelye, Kókono y Lemo. Los fanáticos del género se regodean con la feroz pelea de la historia; los que no lo somos la vemos como una clásica saga mitológica de raíz oriental, con dibujos bien logrados, efectos especiales asombrosos, enfrentamientos de poderes universales por la conquista de objetivos variados y un despliegue de violencia inusual.
Son historias de sobrevivientes en la ciudad de Buenos Aires. Distintas edades, sexos, condición social. Una actriz ya en la madurez haciendo esfuerzos por mantener un nivel que la realidad económica dificulta, un muchacho dominado por la droga y una chica que soñó con ser bailarina clásica y ahora se debate entre la prostitución en ambientes de buen nivel económico y una relación tóxica que se resiste a terminar. Lola, Lucio y Lola protagonizan relatos de seres solitarios que intentan no dejarse llevar hacia el caos. Como puentes que intentan aferrarlos a la orilla, las figuras de un taxista (Arturo Bonín) y un vendedor de café (Germán Da Silva). Con temas vinculados a la violencia de género, las adicciones y el paso del tiempo, la directora Victoria Chaya Miranda intenta desarrollar, con resultados desparejos, un guión débil y con desniveles. Con un comienzo promisorio a cargo de dos actores talentosos como Guadalupe Docampo y Alberto Ajaka, y buen desarrollo de ciertos conflictos, que chocan con la endeblez de otros, el filme no puede alcanzar una línea de equilibrio a pesar de mantener el interés con un buen ritmo narrativo. Tradicional en la forma y muy sostenido por un buen equipo de profesionales como Esther Goris ("Eva Perón"), Arturo Bonín y Germán de Souza ("Las acacias"), "A oscuras" es una aproximación a temas de interés y actualidad que se entroncan especialmente con la realidad urbana.
Creado por Stan Lee y Steve Ditko en 1962, "El Hombre Araña", a pesar de ser un personaje prácticamente nuevo en la factoría Marvel, tiene seguidores que parecen conocerlo desde siempre por las incontables plataformas que narraron sus aventuras. Pocos pudieron imaginar, sin embargo, que el que luego sería un superhéroe se trasmutaría, como en este filme, en un chico moreno, que con el nombre de Miles Morales (Shameik Moore) sería atacado por la famosa araña radiactiva. Aparecería en su mundo un tío Aaron, que lo alienta en la creación de grafitis, un padre sobreprotector y el veterano Spider Man, un tal Peter Parker, malhumorado integrante de un mundo paralelo gestado por el villano Kingpin. La telaraña donde juega el jovencito que conocimos alguna vez es ahora un nuevo universo quimérico e insólito. En ella, Peter Parker hará de instructor para intentar volver a su mundo real, y aparecerán otros "raptados de la realidad" como Gwen Stacey (Hailee Steinfeld) o Peny Parker (Kimiko Glenn) en su versión animé. Así, como en un gigantesco videojuego que conjuga virtualidad y la esencia de la historieta, "Spider man. Un nuevo Universo" integra distintas técnicas de animación, variedad de encuadres y códigos que caracterizan el cómic, como los globos de los diálogos, los sonidos no verbales que expresan ruidos y los tonos acaramelados. El filme de Rothman, Ramsey y Persichetti amalgama al monocromático Spider Man Noir de Nicolas Cage y la famosa tía de Peter, mentora de Miles, que atesora la voz de la recordada Lily Tomlin ("Nashville", "Grace y Frankie"). Como "Isla de perros", el animado de Wes Anderson, "Spider man. Un nuevo Universo" muestra una creatividad que destaca la puesta en escena y los bienvenidos destellos de humor.
Como en "Gran Torino", uno de sus grandes éxitos populares, Clint Eastwood en su papel de Earl Stone es un jubilado y ex combatiente en Corea. El director californiano, fiel a sus constantes temáticas del paso del tiempo, la soledad y el perdón, retoma su preferencia por la acción sin dejar de lado la reflexión. En la vida real, este Earl Stone de la película se llamó Leo Sharp, el famoso horticultor que culminó su brillante carrera con el comercio de las flores, plantando sus especialidades en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca para el presidente George Bush. Pero su famosa empresa quebró y debió empezar de cero. Entonces apareció un trabajo salvador, llevar y traer encomiendas y la situación mejoró. ¡Cómo no iba a mejorar si la encomienda encubría toneladas de droga y sus patrones eran representantes del cartel mexicano de Sinaloa! El destacado actor y director ("Río Místico", "Cartas desde Iwo Jima", "Gran Torino") parece, en sus últimas películas, reflexionar sobre él mismo y las variantes en el poder de una sociedad capitalista. Tanto el personaje de Earl Stone como Eastwood fueron en la juventud y la madurez adictos al trabajo y bastante amantes de las señoritas. La diferencia es que Eastwood se casó varias veces y tuvo ocho hijos. Incluso una de sus hijas es la "Iris" del filme. Así Eastwood como director emprende con "La mula" un viaje de autoconocimiento, que le hace comprender que no hay suficiente protección en el estado de la Gran Nación Americana a la que adora, que le impida terminar en la pobreza en la vejez ante alguna dramática eventualidad. Y algún buen negocio que permita salvarlo es muy difícil que se presente a un señor de casi 90 años, sin crédito. XENOFOBIA Y MISOGINIA A pesar de su tufillo xenófobo, Stone trabaja con latinoamericanos malos muy malos, cuya conducta coincide con la audacia de sus tatuajes y cierto tónica de disfraz en la vestimenta. El aprovecha sus viajes "de trabajo" para confraternizar con ellos y jugar su juego. Pero la verdadera historia es que esas horas en ruta son su cable a tierra y sirven para evocar sus descontroles, su egoísta individualismo a lo largo del tiempo. Parece haber una diferencia entre el Earl que sacrificaba una familia por muchos dólares y este Earl que sacrifica los principios que siempre ensalzó por esos mismos dólares que le aminoran las deudas o ayudan a amigos y parientes. Con una narración simple y el clásico "tempo narrativo" de Eastwood, unos pocos flashbacks, ramalazos de humor muy bien venido y la presencia del Moriarty del octogenario, Stone, un agente de la DEA llamado Colin Bates (Bradley Cooper), se construye un thriller nada sorprendente, pero artesanalmente bien desarrollado y con puntos fuertes en la actuación. Arrepentimiento, perdón, soledad, mortalidad, pensamientos que rodean la evocación de un pasado conflictivo que involucra una familia perdida y la vaga luminosidad de una nieta que todavía lo admira. Muy buena fotografía la de esta película basada en un artículo del New York Times Magazine (2014) de Sam Dolnick sobre un personaje real, el más eficaz de los vendedores de droga del cartel de Sinaloa. Clint Eastwood en un papel a su medida se mete en el bolsillo a los admiradores de sus cincuenta películas como actor y director, aunque alguna visión más detenida, no vea con tanta simpatía a este amoral y misógino viejito encantador.
Secuela de la inolvidable "Ralph el demoledor" y con parte de su equipo creativo junto a creadores de esa otra maravilla que fue "Zootopia", "Wifi Ralph" retoma el personaje Ralph, el chico del videojuego que no quería ser como era y a su amiga Vanellope, que tanto hizo para integrar al rebelde. Ellos se embarcan en una aventura singular para salvar el juego en que vive Vanellope, "Sugar Rush". Los amigos deben afrontar un mundo para ellos desconocido, el de Internet, cuyas reglas desconocen. Y es justamente allí donde el filme alcanza sus mayores logros. Por el choque con un mundo virtual y sus códigos que los integrantes de los videojuego no comprenden o no manejan. Así confluyen plataformas como YouTube, Google, portales y aplicaciones a las que los visitantes deben adaptarse y justamente en alguno de ellos aparece una de las secuencias más logradas de la película que enfrenta a la pequeña Vanellope con los personajes animados y las Princesas de la plataforma Disney. Así un enfrentamiento entre las Princesas y la misma Blancanieves transformadas en personajes superpoderosos con la buena de Vanellope las embarca en un diálogo que parece sacado de las integrantes de YouToo. Ese "¿Fuiste envenenada?" (de Blancanieves), o el "atrapada o esclavizada quizás?" (de las heroínas más modernas) despiertan reacciones de la pequeña Vanellope. PERFECCION VISUAL Filme de ritmo efervescente, de infinitos detalles que dificultan la apreciación en una sola exhibición, abundante en ironía y humor. La perfección formal como en la primera asombra, la pluralidad de contenidos deslumbra, sólo se hace dificultoso el abarcar todo ese mundo infinito, lo que obliga también a que algunos temas no puedan ser abordados en profundidad. "Wifi Ralph" es una secuela de muy alto nivel y creatividad, juguetona y estéticamente deslumbrante.