Una chica en manos del demonio Formalmente impecable, con una interesante intervención de la música que condensa lo sobrenatural, "Posesión satánica" es una variante en el "cine de miedo", que los adictos recibirán con los brazos abiertos. Seria interesante ahondar en la historia del "dybbuk", del folclore judío, algo así como un espíritu maligno que se aloja en el cuerpo de alguien para encarnarse, así que no tiene mejor idea que ir devorándolo y cambiándole la personalidad. Otros dicen que es alguien que todavía no llegó a un estadio de espiritualidad, o sea que es algo así como un híbrido y quiere el cuerpo de una persona para volver y mejorar. Ahora, por lo que vemos en esta película, bueno no es. Lo que ignorábamos es que había exorcistas judíos y esto lo muestra esta película. La historia es sobre una chica, conocida como Em (Natasha Calis), que se deslumbra con una linda caja de madera con inscripciones en hebreo. En una venta de garage, su padre se la compra y adiós, hay argumento para toda una tragedia. A la pobre Em le pasa de todo, ya estaba nerviosa por la separación de sus padres, pero eso no es motivo para clavarle un tenedor en la mano a su padre en medio de un almuerzo familiar, o aferrarse de tal manera a la caja amada, que parece que se obnubila con ella y separada de su "pseudo ama" mata a quien la retiene, la pobre maestra. Bueno, el asunto empeora y en el filme se ven todos los pasos de la posesión y luego el ritual exorcista de un rabino. RABINO EXPERTO Pudo haber sido una película gore, mucha sangre y mucho drama; pudo ser una película más de espíritus malos. Pero un director para tener en cuenta, el danés Ole Bornedal, la transforma en un episodio de la vida real, con chicos y padres como los que cada uno de nosotros tenemos y con los intereses cotidianos de un señor en tren de separación con una hija en problemas. El horror aparece como accidente y se desarrolla con interés y verosimilitud. Mínimos efectos especiales, pero justos y necesarios, un grupo de actores de muy buen nivel, un exorcismo rabínico porque el espíritu es judío (novedad en el cine de horror) y una locación sobria, sólo intervenida por alguna manifestación lejos de lo normal. Formalmente impecable, con una interesante intervención de la música que condensa lo sobrenatural, "Posesión satánica" es una variante en el "cine de miedo", que los adictos recibirán con los brazos abiertos. Por algo el querido Sam Raimi, pope del cine de horror, custodió la producción. Entre las actuaciones se destacan Kyra Sedgwick (Stephanie), la madre y la joven Natasha Calis (Em).
Con la impronta de Mel Gibson El filme comienza con una persecución loca, que termina mal para alguien que acompañado por un compañero herido, lleva un botín de más de dos millones de dólares. La persecución acaba con el auto estrellado en la frontera mexicana y con unos policías que cambiarán de actitud cuando vean lo que contiene el auto. El caso es que Driver (Mel Gibson), así se llama el dueño del botín, es llevado a una cárcel muy particular llamada "El pueblito". Una suerte de ciudad dentro de la cárcel en la que conviven ladrones y asesinos con sus familias, y en la que los pequeños negocios se dan la mano con un casino modesto y todo tipo de garitos. La droga circula sin control. Dicen que "El pueblito" existió en México pero no se sabe si en la misma Veracruz, donde sucede la acción. UN NIÑO AYUDANTE En la cárcel Driver (Gibson), llamado por los mexicanos "El gringo", trata de sobrevivir con un sorpresivo ayudante, conocido como "el chico" (Kevin Hernandez), de nueve años y muy apreciado por la "elite" de los malandras, por razones que se saben al final del filme. Se trata de una típica película de acción muy a la manera de Gibson ("Arma mortal", "Corazón valiente"), en la que "El gringo" es el clásico violento de corazón justiciero, enfrentado a otros malos, muy malos, que sólo piensan en delinquir. La película tiene un atractivo, la descripción de "El pueblito", una cárcel a la mexicana, con señores amigos de los enfrentamientos, en la que hay que pagar derecho de piso y la vida siempre está en peligro. Espacio de maleantes muy pobres y maleantes muy poderosos, que conviven sólo separados por casuchas de chapa en el llano y viviendas de cierto lujo en el alto. Con mucha acción en el comienzo y en la presentación de la cárcel y su gente, la película se estereotipa, carga las tintas, exagera y termina con poca verosimilitud y mucha desmesura. Mel Gibson es Mel Gibson y hay un chico de familia mexicana que se roba las escenas en que interviene y se llama Kevin Hernández. Es buena y divertida la música de Los Cadillacs.
Con la máscara del superhéroe "El legado de Bourne" sin Bourne, entretiene, habrá que ver si este Aaron Cross, personificado por el californiano Jeremy Renner, puede ponerse a la altura de los superhéroes de un escritor como Robert Ludlum, el verdadero creador de Bourne. Que nadie se confunda. Hasta la anterior "Bourne: el ultimátum" (2007), todas las historias giraban en torno al agente de la memoria perdida llamado así, Bourne. Ahora en este "legado" hay un tal Aaron Cross (Jeremy Renner), del mismo tipo físico del anterior (papel que hacía Matt Damon), quizás un poco más sonriente, también "intervenido" para ser algo así como un Superman, sin dolores, sin cansancio (eso sí, sin poder volar), ideal para las misiones locas que le encomienda el Departamento de Defensa norteamericano. Justamente la historia se centra en los "chems", drogas de diseño que pueden modificar el comportamiento del hombre y que en manos de enemigos puede ser un arma letal. Va a haber de todo, para impedir que esos peligrosos instrumentos de programas, diseñados para modificaciones humanas, caiga en manos de gente "incorrecta". La película de Tony Gilroy tiene buen ritmo, que tarda en despegar. Recién a los cuarenta y cinco minutos el filme se transforma en lo que uno espera de una producción que lleva el nombre de Bourne. LAS PERSECUCIONES Destrozos a mil, fiesta de efectos especiales, aviones que estallan, persecuciones locas (la vedette es una de motos, imperdible, casi en el final, capaz de sacar al espectador de su butaca en algún giro brusco) y una matanza en la mejor tradición del cine negro, con un científico sumido en la locura haciendo blanco en colegas médicos, en ambiente aséptico. Esta es una de las producciones estadounidenses que vienen como derivadas de éxitos seguros, caso "El hombre araña", "X Men". Ellos la llaman sofisticadamente "reboot", nosotros ya conocíamos la técnica como "refrito", la misma con otra envoltura. En este caso son similares situaciones de efecto, enloquecidas corridas, espionaje y contraespionaje, pastillas mágicas cuyo efecto se puede parar buscando virus vivos que, por supuesto van a estar en algún lugar de Oriente, en este caso Manila y un superhéroe: Aaron Cross (Jeremy Renner), que en esta historia tiene al lado a una linda compañera médica, de nombre Marta Shearing (Rachel Weisz). "El legado de Bourne" sin Bourne, entretiene, habrá que ver si este Aaron Cross, personificado por el californiano Jeremy Renner, puede ponerse a la altura de los superhéroes de un escritor como Robert Ludlum, el verdadero creador de Bourne.
Ese profundo amor al fútbol José (Carlos Issa) hizo un sueño del fútbol. Soño con ser campeón. La vida dijo no y se convirtió en un cuarentón decepcionado, con un empleo rutinario, una esposa, Andrea (Natalia Lobo) que le exige un hijo, compromiso que él se niega a asumir, porque, quién sabe si de esa manera se siente libre, más joven y eternamente irresponsable. Eso sí, sigue como fiel integrante del Juventud Unida Fútbol Club, al que va desde que era un niño. Pero lo que nota es que el tiempo pasa y hasta su técnico lo deja en el banco. El filme comienza cuando a José le diagnostican un problema pulmonar y le aconsejan no jugar más al fútbol. Entonces decide arriesgarlo todo por el todo. Irá a esa final con el equipo a trescientos kilómetros de Buenos Aires. Y se empecinará en salir del banco y meter un gol. El viaje con los amigos de toda la vida, entre ellos Fede (Fernando Pandolfi) y Andrea, su mujer, será un recorrido por cada uno de los momentos de la adolescencia común. El final. Una incógnita. VERDADERA PASION "La despedida" es una atractiva película que concentra los gustos del argentino medio, y ¿por qué no? del rioplatense. Es el gusto por la amistad y la pasión por el fútbol. Y lo hace con una historia creíble, emocional, con toques de humor y ese replanteo de los objetivos del principio que uno pensó se iban a cumplir en algún momento. Porque "La despedida" es una película de definiciones y replanteos. De asunciones y responsabilidades. Donde la amistad se pone en juego y la decisión es todo un tema. Excelentes actuaciones de todo el grupo con un nivel homogéneo y una muy buena intervención de Natalia Lobo, en el papel de Andrea y de Fernando Pandolfi, como Fede, el amigo de la infancia. Un director para seguir porque conjuga el interés de una historia nuestra, con lenguaje propio y buena mano para los actores.
En un Macondo a la brasileña Un pueblo perdido en el tiempo. Donde Madalena (Sonia Guedes), olvidada de cumplir años amasa bollitos, tan escasos como sus vecinos que van a misa casi todos los días. Donde don Antonio (Luiz Serra) no puede evitar rezongar ante las mañas de Madalena, tan tozuda para ubicar los pancitos en su despensa de la manera en que él no quiere. Macondo brasileño sin generales, pero con un sacerdote llamado Josías y mujeres que como Madalena todavía leen y escriben cartas. Con la selva cercana, con caminos que nadie transita y cementerios cerrados con llave. Rutinas de eternidad a la que llega Rita (Lisa Favero), una joven con su cámara fotográfica, la que como esos vecinos, detiene el tiempo en sus placas, los embellece y de alguna manera les exhibe el alma, creando un lazo por el que transita el pasado y el futuro. REALISMO MAGICO Quien ve la película de Julia Murat, puede evocar lo que se conoció como realismo mágico y que García Márquez, o Juan Rulfo lograron llevar a la literatura. Relato poético, mínimo, austero, casi sin palabras, pero con conceptos bellos, como ese que susurra Madalena a la joven que mira los retratos en las paredes: "ellos se fueron y quedaron las fotos". Fotos que recuerdan un hijo muerto, el de esa mujer que amasa el pan. Con exquisita fotografía, encuadres pictóricos, sonido directo y algunos toques musicales tan sutiles como el filme, Murat maneja una cámara creadora de atmósferas, de movimientos lentos, casi morosos. Su guión es un modelo de precisión y sus personajes, casi evangélicos (Madalena invitando a la forastera a "sentir el pan" y lamentando no ver el alma de su esposo amado). Personajes casi emblemáticos, exactos en su composición y una Sonia Guedes, en el papel de Madalena, que alcanza su tope actoral en la fotografía final, donde vuelve a la juventud en un instante, cristalizado en la placa de la visitante.
Unos aprendices de swingers Es una comedia, nada pretenciosa, con un poco de picardía y correctas actuaciones de un atractivo cuarteto protagónico, en el que se destaca especialmente Julieta Díaz. Alfredo Casero hace reír con su espontaneidad y simpatía. Emilia (Julieta Díaz) tiene un buen marido, un trabajo atractivo y un hijo de catorce años. Vive bien, pero parece que se aburre un poco. Se le ve en la mirada y sin embargo observa con curiosidad a sus amigos Betina (Carla Peterson) y Richard (Juan Minujin), que parecen recién casados y se hacen arrumacos. La sorpresa llega cuando Betina le cuenta a Emilia, que son swingers y disfrutan del intercambio sexual hace años. Diego (Adrián Suar), médico como Richard, socios los dos en una clínica, no puede creer lo que le cuenta su mujer. Como puede ser que su amigo de tantos años nunca le contó semejante cosa!. Pero lo que más le asombra es la ligereza de Emilia al aceptar eso que no puede aceptar. El caso es que Emilia piensa que como le dice su amiga, "esa situación" puede ser un incentivo para refrescar un matrimonio rutinario y probar fantasías sexuales. LA COMUNIDAD Una fiesta para conocer una "comunidad" de adictos los va a lanzar a una aventura inesperada. Esto de las insatisfacciones, la existencia de los swingers, ya las registraba la época hippie, donde droga y sexo grupal era una posibilidad más o menos escandalosa. El cine mismo la recordaba con "Bob y Carol, Ted y Alice", que dirigió Paul Mazursky, en la que hablaba de la crisis moral norteamericana. En este caso Diego Kaplan, el director, toma la historia con buena dosis de humor. Es un entretenimiento liviano, que no ahonda demasiado y se centra en diálogos sencillos, algunos equívocos y especialmente la actitud de un tipo muy prejuicioso como Diego. LOS JUGADORES La película tiene una vuelta de tuerca cuando la nueva situación ya es costumbre y uno de los "jugadores" se arrepiente. Sí, es verdad que el matrimonio se revitalizó, pero parece que eso de jugar con fuego, a veces quema y hay que elegir entre la ampolla, o el alejamiento del fuego. "Dos más dos" es una comedia, nada pretenciosa, con un poco de picardía y correctas actuaciones de un atractivo cuarteto protagónico, en el que se destaca especialmente Julieta Díaz. Alfredo Casero hace reír con su espontaneidad y simpatía. Correcto el guión, muy buen nivel técnico y la sensación de que hasta el humor tiene su cuota de amargura. Las escenas "fuertes", no son para asustar a nadie, están bien resueltas y son bastante recatadas.
La acción no excluye el humor Parece ser el momento de recordar a tantos héroes, como, Rambo, Terminator y compañía. Un poco más cálidos, más sabios y como saben quiénes son después de tantos años, capaces de burlarse de ellos mismos y conservar la picardía y los físicos trabajados en la era del gimnasio. Nuevamente "Los indestructibles" embarcados en sus arriesgadas aventuras. Allí están Barney Ross, el inexpugnable Sylvester Stallone y su grupo de mercenarios superpoderosos. El objetivo, un señor chino con muchos millones, raptados en un ignoto lugar. Pero el asunto se complica y en algún momento deberán negociar con el misterioso Church (Bruce Willis), algo así como Charlie (el de la vieja serie "Los Angeles de Charlie"), del que no se sabe bien de dónde viene, pero sí qué es lo que quiere que hagan. Esta vez está asociado con Trench (Arnold Schwarzenegger) Cuando todo parece ir bien encaminado en la misión asignada, aparece el malo muy malo de turno, de nombre Vilain (Jean-Claude Van Damme) y borra al más buenazo de los nuevos "indestructibles" de un plumazo. Es el más joven, el que quería volver con la noviecita buena y soñaba con que ella tuviera una mejor vida. Ante el desastre, los veteranos "indestructibles", que tienen su corazón, se ponen las pilas y deciden vengarlo. De paso tendrán que beneficiar a la humanidad, porque el malo está metido en la captura de cinco toneladas de plutonio que, si estalla, no preanuncia nada bueno. LOS SUPERHEROES Con abundantes gags humorísticos, inteligentes diálogos relacionados con el pasado de cada superhéroe, el filme es netamente superior al anterior. Quien sigue la trayectoria cinematográfica de Sylvester Stallone, Arnold Schwarzenneger, Chuck Norris y Bruce Willis disfruta el doble, porque, permanentemente, hay actitudes y palabras muestran a los superhéroes reírse de sí mismos y generan guiños en el espectador aficionado al género. Y ése es el gran hallazgo del filme, más allá de la loca acción ininterrumpida, de los autos que vuelan por el aire, de los tanques que destrozan lo que venga, o la moto que de un golpazo derriba un helicóptero en vuelo. ALBANIA Y NEPAL Por supuesto que la acción sucede en lugares de onda, hay algo de Oriente y mucho de Europa del Este (en este caso Albania y Nepal como escenarios). Es obvio que hay una heroína china, Maggie (Nan Yu), que sabe artes marciales, aunque no es demasiado expresiva y también hay lugar para un nórdico circunspecto (se pusieron de moda luego del éxito de "Wallander" en televisión), que impresiona por su cara tallada en piedra y su físico compacto, a cargo del actor sueco Dolph Lundgren, en el papel de Gunner Jensen. En síntesis, para adictos al cine de acción, incluso clase B. Este parece ser el momento de recordar a tantos héroes, como, Rambo, Terminator y compañía, a los que van a encontrar plenos de botox y tatuajes, un poco más cálidos, más sabios y como saben quiénes son después de tantos años, capaces de burlarse de ellos mismos y conservar la picardía y los físicos trabajados en la era del gimnasio. Una secuela recomendable.
Un entretenimiento con sonido El film es un muestreo de atractivas canciones y no tanto, con actores muy jóvenes, como Julianne Hough y el mexicano Diego Boneta. También está Tom Cruise bastante bien en el papel de Stacee Jaxx, una estrella del rock, que tiene su propio grupo llamado Arsenal. Basada en un musical de Broadway muy exitoso, "La era del rock" toma el personaje de Sherrie Christian (Julianne Hough), una jovencita de Oklahoma, que llega a la ciudad de Los Angeles para probar suerte en el mundo de la música. Su primera mala experiencia va a tener su lado bueno, porque al ser víctima de un robo, conoce a Drew Boley (Diego Boneta), un chico que trabaja en uno de los boliches de Sunset Strip, la calle de la música, en el que ella también conseguirá un trabajo de camarera y poco después, nuevamente al lado del muchacho, comenzará su carrera de cantante. Estructurada como un musical, el filme sigue a Sherrie y cuenta sus aventuras y la de su Drew, su novio, también cantante, a través de canciones exitosas de grupos como Jon Bon Jovi, Pat Benatar, Guns N"Roses y otros. VARIADOS HITS La película se desarrolla a partir de una sucesión de hits de distintos momentos del rock, ubica en primer plano el romance de la pareja Sherrie-Drew y muestra a Dennis Dupree (Alec Baldwin), administrador del lugar, él que será el protagonista de aportar un toque gay al filme. A los mencionados, se suma Patricia Whitmore (Catherine Zeta-Jones), la esposa del intendente, obsesionada con la moralidad, que trata de hacer imposible la supervivencia del local de música y baile. "La era del rock" es un muestreo de atractivas canciones y no tanto, con actores muy jóvenes, como Julianne Hough y el mexicano Diego Boneta. También está Tom Cruise bastante bien en el papel de Stacee Jaxx, una estrella del rock, que tiene su propio grupo llamado Arsenal; Alec Baldwin y Paul Giamatti, en un antipático Paul Gill, manager de Stacee Jaxx (Tom Cruise). Catherine Zeta Jones se muestra tan joven y atractiva como en una de las primeras películas de "Indiana Jones", en las que participó. "La era del rock" es un entretenimiento válido que dirigió Adam Shankman, el mismo de "Hairspray".
En un mundo superpoblado y hostil Esta es una versión de la película del mismo nombre que dirigiera Paul Verhoeven en 1990, tomando como base un relato del británico Philip K. Dick. Aquí también está Douglas Quaid (Colin Farrell), un trabajador que vive en la Tierra, devastada por la guerra química. Sólo quedaron dos sectores, la Colonia y la Federación Unida de Bretaña. Mientras la primera, donde habita Quaid es algo así como el Tercer Mundo, superpoblado y hostil; la segunda, bella y sin excesos de población es para los privilegiados y está gobernada por el canciller Cohaagen (Bryan Cranston), dueño y señor de los super robots, fuerza de choque aparentemente intocable. LA REBELION En este momento, los medios hablan de un conato de rebelión liderado por Matthias (Bill Nighy), guerrillero al que nadie conoce. Es en este momento que Quaid, descontento con su vida personal y con pesadillas que lo atormentan, decide recurrir a Recall, un lugar donde los sueños se convierten en realidad por manipulación tecnológica. Sus peores pesadillas pasan a formar parte de su entorno inmediato y su vida se convierte en una huída permanente. Bastante alejada del espíritu de un maestro de la ciencia ficción como fue Philip Dick, o del estilo Verhoeven, interesante director de la versión que protagonizara Arnold Schwarzzenegger y Sharon Stone en sus comienzos, esta remake se transforma en un filme común de acción permanente. Así Quaid y la misteriosa mujer que ya conociera en el sueño, pasan toda la película en una constante persecución, dejando de lado todo lo que pudiera analizarse desde el punto de vista del pensamiento y reduciendo el universo de la ciencia ficción, a una impecable reconstrucción material con impactantes efectos especiales. PROEZAS MARCIALES El que busca acción y parafernalia tecnológica, o un diseño arquitectónico distinto con autopistas en desnivel, vehículos que trasladan a los obreros a velocidades supersónicas; o los que sobre un colchón de aire saturan la Colonia, no se verán defraudados. La película es bastante ágil, tristemente oscura, abundante en proezas marciales, con recurrencia a elementos orientales en la ornamentación de la Colonia y un claro desinterés por lo temático. El asunto de la implementación de los recuerdos y la complejidad de la memoria se despachan en tres líneas. El resto es ruido, música a todo volumen, una extensión excesiva y poco, muy poco para los actores que tampoco hacen demasiado, salvo correr y luchar a lo loco como Colin Farrell (Douglas Quaid). Poner cara de malo pero astuto, como ocurre con Brian Cranston que hace el papel de Cohaagen, o hacer de Matthias, un guerrillero euroamericano, a cargo del desperdiciado Bill Nighy.
Entre el caos y la violencia Esta pareciera ser la historia de dos jóvenes: Once y la Checu. Y digo pareciera porque todas son aproximaciones, miradas hacia un singular largometraje animado, que ubica a los personajes veinte años después de una guerra nuclear. El caso es que todo quedó bastante parecido a lo que nos rodea, donde con un lenguaje más cercano a la cloaca que al dúplex, se habla mal de todo, desde las clases altas, a los piqueteros y en la que ni se salvan las computadoras, que son destruidas con entusiasmo, haciendo desaparecer la imagen del sol que pretende salir a pesar de todo. LOS MUTANTES Como decíamos, sobreviven los adolescentes que se desplazan por el desierto con la consigna "donde hay internet hay gente". Se encuentran con algo así como monstruos, con caníbales a los que llaman "bonitos" y hasta gente de un Sindicato Nacional de Argentinos Mutantes. Para completar aparecen los de Greenpeace, tan violentos como los demás. Después vendrán las figuras pseudo-religiosas tras las que se van los chicos, la ruta como constante hacia lo imprevisible y la final aparición de algo así como un Espantajo símil Michael Jackson, guía espiritual temporario. Y el sol "que siempre está". Más que comprender quizás uno tenga que prepararse para "sentir" esta película de Ayar Blasco y lo que se siente frente a este "Sol", es una sensación ambigua de frescura, juventud y desconcierto, un golpe de libertad y a la vez de caos, violencia y por sobre todo un humor ácido y escéptico. "El sol" tiene ritmo. Son atractivos los dibujos, las voces de los personajes están bien manejadas por los actores-locutores y es bueno el nivel de sonido. En cuanto al lenguaje es una jerga adolescente dura y reiterativa.