Luego de salvar el destino de la Tierra en Días del futuro pasado, los mutantes deben enfrentarse ante un villano con un poder de destrucción sin precedentes. Bienvenido a los 80’s Estamos en los albores de los años ochenta, la existencia de los mutantes es de público conocimiento debido a los eventos ocurridos diez años atrás y la humanidad mantiene una endeble relación pacífica con ellos. En este contexto, el Profesor Charles Xavier (James McAvoy) y su Escuela para Jóvenes con Talentos Especiales sigue siendo el símbolo de la comunión entre las dos especies mientras que otros referentes como Mystique (Jennifer Lawrence) y Magneto (Michael Fassbender) han optado por operar en la clandestinidad o directamente relegarse al exilio. El impacto de estos seres superpoderosos en la sociedad ha traído como consecuencias la creación de un culto religioso que ha despertado a su olvidado mesías: En Sabbah Nur (Oscar Isaac), el primer mutante de la historia y la personificación misma del Apocalpisis Una amenaza que sólo los X-men podrán confrontar. A ver, cuando uno mira una película basada en una fuente literaria que conoce previamente, puede optar por brindar un análisis en su funcionamiento como adaptación de la obra original o como un producto cinematográfico que se vale del lenguaje del cine para generar su propia autonomía. Quien aquí escribe considera que la segunda opción es la más viable en un primer acercamiento a un film y que se posiciona en contra del típico argumento “pero en el comic…“. Hay que tomar en cuenta siempre que el cine tiene un lenguaje propio y diferente al comic, sería mejor tomar estas películas como “elseworlds” o universos alternativos que plantean una esencia propia. Y de alguna manera, eso es lo que ha pasado con los X-men desde que Bryan Singer los trajo a la pantalla grande allá en el inicio del milenio. Singer, junto al guionista Simon Kinberg, supieron darle a personajes imaginativamente extravagantes – no es que tenga nada de malo – el realismo necesario para que puedan funcionar en un universo autocontenido y han demostrado numerosas veces que pueden brindar dosis equilibradas de espectáculo y desarrollo argumental. No obstante, las películas que han creado para esta franquicia anteriormente no carecen de desaciertos y X-Men: Apocalipsis es el mayor exponente de ello. Al ser el cuarto trabajo de esta dupla (tercer parte de la nueva trilogía) es cada vez más notorio el desgaste de sus artilugios y los errores obtienen mayor exposición Una de adamantium y una de arena.. Lo primero que resalta cuando uno ve este film, es que la trama no tiene un protagonista claro. Ya no está Wolverine – por suerte – para ser el motor narrativo, y la historia se subdivide irregularmente entre el Profesor X, Mystique, Magneto, Cíclope y Jean Grey. Los últimos dos vuelven a la saga encarnizados por los postadolescentes Tye Sheridan, que otorga una labor satisfactoria y Sophie Turner, que vuelve a interpretar a Sansa Stark pero con poderes psíquicos y acento norteamericano. Del trío restante sólo se destacan James McAvoy y Michael Fassbender, actores con oficio y que brillan…cuando el guión se los permite. Con respecto a Jennifer Lawrence, hay que decir que hizo esta película sólo por compromiso, porque es llamativo el desgano de su actuación. Quitando de lado su pésima predisposición para llevar el maquillaje correspondiente a su personaje (por el cual le pagan millones) y su nula participación en las escenas de acción, la joven actriz se limita a balbucear diálogos horribles y a pararse inexpresivamente en un costado sin transmitir en ningún momento su supuesto rol de lider en los X-Men. Por lo tanto, en un metraje de 2 horas y media, tenemos cinco arcos principales que cierran apresuradamente en los últimos cinco minutos. Es una verdadera lástima, porque muchas de las ideas alrededor de estos protagonistas son muy buenas, sobre todo las que atañen a Magneto, Charles y a Cíclope. Mención aparte para el antagonista del film. El tan polémico y discutido diseño símil Wishmaster/Power Ranger es el menor de sus problemas. Con un apodo como “Apocalipsis” se espera mínimo importantes niveles de vehemencia e intimidación pero hay muy poco de eso. Este ancestral mutante nunca termina de demostrar su aparente inconmesurable poder e incluso parece necesitar urgentemente las habilidades de otro personaje cuando al guión le parece conveniente. El desaprovechado En Sabbah Nur que interpreta el talentoso Oscar Isaac posee motivaciones incomprensibles y un plan maléfico completamente incoherente con sus acciones a lo largo del film. La única manera por la que sabemos que Apocalipsis es verdaderamente ominoso es porque el guión lo trata de recordar en los diálogos en cada aparición. Pero este problema no es exclusivo del villano, durante toda la cinta encontramos diálogos expositivos y redundantes que subestiman al espectador, o frases antojadizas para esconder información obvia que podría dinamitar la trama. Sin embargo, el principal problema de este film no es la inmensa cantidad de subtramas irresolutos y la obviedad de las frases que vomitan los protagonistas, sino más bien la repetición de los mismos conflictos, situaciones, conceptos y resoluciones que pudimos observar una y otra vez en las primeras entradas de la saga. La tensión en la amistad Xavier – Magneto, la inseguridad de Mystique, los poderes de Jean, el rol de William Stryke. En fin, parece como si Singer y Kinberg trataran de hacer una remake de aquellas historias que trataron de borrar de la continuidad con Días del futuro pasado. Y no es que les salga mal, de hecho, las redimen bastante bien y son escenas espectaculares – especialmente en una pequeña aparición – pero hace ocho películas que venimos viendo lo mismo y ya no está la frescura que parecía asomar en esta nueva línea alternativa. Hasta Quicksilver, que se había destacado con una fabulosa escena en la última entrega, vuelve a hacer exactamente lo mismo, igual de divertido…pero idéntico. Ni siquiera se animan a curtir a los personajes nuevos, que con ya con tres películas y treinta años siguen sin explotar su potencial -siguen con el aspecto veinteañero -, es decir, ¡es una trilogía de precuelas!, ¿Cuánto tiempo vamos a esperar para ver a los X-Men convertidos en guerreros experimentados?. No es que sean todas pálidas, es un largometraje que divierte y posee una gran cantidad de escenas de acción, algunas más logradas que otras (sobre todo en el aspecto referente al CGI, que por momentos es muy flojo) pero bien orquestadas en su mayoría. Si hay algo que destacarle algo a Singer en esta oportunidad, es que se la jugó con secuencias abstractas, surreales, menos “realistas” y más comiqueras, sobre todo aquellas que incluyen los talentos psíquicos de Jean y el Profesor. Conclusión X-Men: Apocalipsis es un film fallido en varios aspectos y que no engrosa el universo de mutantes que Singer supo construir y reformular. Pero que aún así se las ingenia para otorgar el suficiente espectáculo para redondear un buen entretenimiento digno de ver en el cine.
Silvia Maturana y Pablo Navarro Espejo retratan la vida de un pueblo expulsado de su tierra en el documental Palestinos Go Home. Volveremos, volveremos… Quien aquí escribe no es ni sociólogo ni politólogo ni mucho menos experto en historia geopolítica, es por eso que al análisis que un servidor puede brindar parte de la correlación entre los objetivos conceptuales y las competencias cinematográficas del film. El tópico es complejo de por sí y pese a tener una posición tomada al respecto – cada uno tendrá su perspectiva ideológica – ésta no es una crítica a los argumentos que expresan los realizadores sino más bien a la manera de incluirlo en un marco audiovisual. Si, abrimos el paraguas sin ningún tipo de disimulo. Maia Gattás Vargas es una joven argentina que descubre sus orígenes palestinos y decide investigar sus raíces a través de la interacción con la comunidad palestina radicada principalmente en Chile y Argentina. Durante su viaje, Maia tendrá el acompañamiento de Tilda Rabi, presidenta de la Federación de las Entidades Argentino – Palestinas (FEAP), quien cumplirá el rol de interlocutora en varias de las entrevistas que componen el film. Ideologicamente, la cinta parte de la afirmación de que el pueblo palestino ha sido expulsado violentamente de las tierras que actualmente ocupa ilegitimamente el Estado de Israel. La palabra es afirmación porque esa premisa se instala desde el primer minuto y nunca se le da suficiente información al espectador para que la pueda comprender. Es decir, absolutamente todos los individuos que participan del film expresan la idea pero pocos dan una explicación al sustrato de su denuncia. Se nos muestra las paupérrimas condiciones de vida en Gaza y material archivo pero no hay demasiada argumentación histórica y política al respecto. Tampoco se opta por una contraargumentación ya que no hay testimonios del lado sionista. Por lo tanto, el espectador debe asumir el posicionamiento de los participantes de manera unidireccional y al mismo tiempo no tiene la oportunidad de entender el por qué de su pensamiento. El reclamo y el sentimiento Podríamos desglosar el film en dos objetivos entrelazados. Por un lado, tenemos una reivindicación de la causa palestina y por otro un extenso retrato del sentir de un pueblo despojado de su hogar. Como se mencionó previamente, el primer punto es el más flojo ya que se alega a través de relatos de terceros (siempre estamos escuchando de algún viaje o alguna anécdota lejana de alguien que estuvo en Palestina), de algunos pocos militantes activos o simplemente por medio de actores periféricos a la problemática como puede ser un jugador de fútbol de Palestino de Chile. No hay una presentación de la causa en profundidad y se espera que el receptor tenga un conocimiento previo de la misma. En otras palabras, si uno fuera completa o parcialmente ignorante de la problemática no terminaría de asimilar del todo como fue pergeñada la ocupación y el rol del derecho internacional en este evento. El segundo punto, aquél que busca dar un panorama de la situación de la comunidad en América Latina es el mayor acierto de los realizadores, ya que logra expresar la cotidianidad, los sentimientos y el anhelo de la comunidad en su lucha. Lamentablemente en las entrevistas es posible notar bruscos movimientos en la cámara (desconozco si son intencionales) que pueden perturbar la atención y algunos problemas de edición que le quitan dinamismo a las entrevistas. Conclusión Palestinos Go Home explora el legado cultural de una comunidad históricamente invisibilizada en la agenda política vernácula e internacional, pero que carece de un mayor sustento cuando quiere hacer hincapié en su reclamo
Carlos Portaluppi y Ana Katz protagonizan Hijos Nuestros, una película sobre la única religión de la cuál todos los argentinos son adeptos: el fútbol. El hombre suburbano Hugo Pelosi (Carlos Portaluppi) es el estereotipo del tachero porteño: bilardista, piropeador, cabrón y adepto a las anécdotas de Guillote Coppola. Lo único más importante que su auto es San Lorenzo de Almagro, cuadro del cual es hincha fanático y en donde ha sabido desarrollar una breve carrera como futbolista profesional. Su frustración por la abrupta interrupción de su trayectoria futbolística es tan grande como el tamaño de su abdomen y transita el pavimento bonaerense con resignación. En uno de sus rutinarios viajes por la ciudad conoce a Silvia (Ana Katz, Mi Amiga del Parque) y a su hijo Julián (Valentín Greco), un preadolescente que es figura en su equipo barrial de baby fútbol. Y Hugo, impulsado por sus fracasos personales, intentará promover a Julián en las inferiores del club de sus amores. La trama funciona gracias a la verosimilitud de las situaciones que presenta el guión y a la gran labor de un reparto que entiende los manierismos de la clase media pero no los exagera en ningún momento. También es destacable la desviación de los arcos argumentales típicos en los que suelen recaer los films que incluyen un interés romántico. No hay pretensión de idealizar a los personajes o redimirlos, cada uno de ellos se maneja por un código y actúa conforme a las causalidades de su comportamiento. Este detalle junto a sutiles toques humorísticos engrosan el realismo de la cinta, algo esencial para el tono que quieren plantear los directores. La proximidad con la que se configuran las características de los protagonistas les otorga tridimensionalidad y el suficiente nivel de carisma para que el espectador pueda conectarse con una historia que no depende de giros y eventos extraordinarios. La clave del relato es simplemente el magnetismo de los personajes y su necesidad por sobrepasar sus problemas internos. Los goles que no se hacen en un arco… La opera prima de Juan Fernandez Gerbauer y Nicolás Suárez intenta decodificar los lineamientos sociales del llamado “folklore del fútbol” a través de las cosmovisión cotidiana de Hugo. A diferencia de otras películas que buscan edulcorar la “pasión” o la “cultura del aguante”, los directores tratan de encontrar los defectos y virtudes dentro del modus operandi del personaje. Asimismo se trazan paralelismos entra esta lógica con otras devociones populares que estructuran el estilo de vida de la población argentina. Hugo es un acólito de la pelota como Silvia una feligresa de la Iglesia Católica y otras yerbas esotéricas como el horóscopo chino. Los realizadores resaltan las similitudes existentes entre las reglas con que las que se rige el fanatismo, incluso en la idea de paternidad que se desprende del fútbol y que es posible palpar en los vínculos familiares de la sociedad argentina. Conclusión Hijos Nuestros es un formidable estudio de personajes con un argumento mucho más profundo de lo que aparenta en la superficie. Un film bien escrito y con mucho corazón.
Una constelación de estrellas a las ordenes de los Hermanos Coen. Un hombre serio Joel y Ethan Coen probablemente sean dos de los más geniales y prolíficos artistas que ha visto el cine americano en las últimas tres décadas. La dupla ha sabido construir un estilo distinguible a partir de una deconstrucción cinéfila y filosófica de los géneros cinematográficos. Si uno se detiene a revisar la filmografía de los Coen por un momento, podrá observar una notoria variedad de películas: thrillers, film noir, comedias negras, comedias románticas, ciencia ficción, westerns y musicales. Todas ellas funcionan a la perfección ya que están magistralmente elaboradas por realizadores con experto conocimiento del lenguaje que las define estética y narrativamente. Es tal el entendimiento de los directores, que son capaces de doblegar las reglas del género para esconder sus abstractos conceptos en una capa de aparente entretenimiento estandarizado. Salve César!, el nuevo trabajo de los cineastas oriundos de Minnesota es un gran exponente de este procedimiento. El film nos introduce en la denominada “edad de oro” de Hollywood, un periodo previo a la Segunda Guerra Mundial y con un sistema de estudios fundamentado en la exclusividad de sus “estrellas”. Buena parte de nuestro imaginario clásico sobre la industria del cine proviene de este momento histórico y no es la primera vez que los Coen deciden revisitarlo (es el contexto de la excelente Barton Fink). Es en esta “fabrica de sueños” que existía un hombre llamado Eddie Mannix, un productor encargado de arreglar cualquier inconveniente que pueda imposibilitar la realización de las producciones del estudio; una especie de detective privado a lo Humphrey Bogart dedicado a arreglar cualquier cabo suelto con devoción casi religiosa. Los Coen tomaron a esta figura como su protagonista y lo involucraron en una compleja trama de crímenes y malentendidos. Eddie (Josh Brolin) puede convencer directores prestigiosos, arreglar problemas de casting, casar actrices, disuadir a la prensa e incluso negociar secuestros de actores imprescindibles como lo es Baird Whitlock (George Clooney). Este último, un actor exagerado y con manierismos ridículos, es la atracción principal de una epopeya bíblica sobre el poder transformador de Jesucristo hasta que se ve abducido por una excéntrica agrupación política. Pan y Circo Los Coen despliegan una historia dentro de un estudio hollywoodense para desarrollar su ejercicio metalinguistico e intertextual a múltiples niveles. Así es como vemos largas secuencias de musicales, dramas de época, rodajes de westerns; todo dentro de un relato noir. Al mismo tiempo, el guión expone pequeños guiños casi imperceptibles a otros films (nombres de personajes de Hitchcock) y estilos que florecieron durante este tiempo. No obstante, la película no es un homenaje nostálgico a una magia perdida, es más bien un análisis del propósito del cine en la sociedad capitalista y una analogía de éste con las historias que otorga la Biblia. Es decir, tanto la religión como el cine funcionan a través de la Fe, en la creencia de que aquello que estamos viendo/leyendo/escuchando es real, es factible, es verosímil; sin la voluntad de la Fe no existe el espectador ni el feligrés. La Biblia esta contada a partir de los Santos Evangelios y las películas a través de los guionistas; ambas historias serán contadas infinitamente porque su creador lo dispuso así. Mannix y Jeff “The Dude” Lebowski son esencialmente lo mismo que Moises y Jesucristo. Aún con esta densa capa teológica y filosófica, los hermanos se las ingenian para crear una cinta extremadamente entretenida, con todos los recursos que podría ofrecer una película clásica como pueden ser un reparto estelar, humor naive, slapstick, música, crímen, acción, romance, misterio y hasta una trama de conspiraciones. Y como siempre, todo sustentado por un brillante uso del sonido, una puesta excepcional y la bella fotografía de Roger Deakins. Es la gran contradicción del cine la que Joel y Ethan exponen con su guión, donde la misma fantasía escapista del capitalismo es la que manifiesta la verdad que quiere esconder. Allí en esa tensión paradojal reside el motor mismo de todas las historias, en nosotros está elección de creerlas o no. Conclusión Salve César! es una película entretenida, inteligente y corrosiva. Un film brillante que demuestra una vez más el genio y la agudeza de los hermanos Joel y Ethan Coen.
Una adrenalínica propuesta para los amantes de la acción Ready Player One Vivimos en una época muy especial. Luego de muchas décadas de subestimación, los videojuegos por fin son tratados legítimamente como obras de arte. Hoy en día, nombres como Hideo Kojima (Metal Gear Solid) o Keiichiro Toyama (Silent Hill) pueden recibir la veneración que nunca han gozado cineastas como Spielberg o William Friedkin. Existe toda una generación que prefiere ver a un sueco reírse del DukeNukem en YouTube antes que soportar un nuevo bodrio explosivo de Gerard Butler; La industria del cine ha tardado mucho en darse cuenta de las posibilidades del “fichin”; no entienden la esencia de los juegos ni a sus jugadores (que hace tiempo han dejado de ser niños). Algo ha cambiado, hay un nuevo público, se necesita una nueva aproximación a los géneros y Hardcore: Misión Extrema entiende ésto a la perfección. La concepción del film mismo parte de las herramientas que nos ofrece la coyuntura de la Web 2.0.. El director, Illya Naishuller, obtuvo la oportunidad de realizar su largometraje gracias a YouTube. Su videoclip Bad Motherfucker de Biting Elbows, una salvajada filmada exclusivamente en un plano subjetivo con la popular GoPro (accesible a todo el público que pueda comprarla), impresionó al cineasta ruso Timur Bekmbambetov (Wanted) al punto de ofrecerse como productor ejecutivo. El mecenazgo de Bekmbambetov no fue suficiente y Naishuller optó por utilizar el crowdfunding (financiamiento de usuarios online a cambio de beneficios especiales) para terminar su obra. Es decir, por más que apele a un éxito masivo, la película no le va a agradar a todos ya que se hizo por y para sus fans. Don’t Stop Me Now La técnica de la cámara subjetiva no es nueva; desde hace años el porno – como siempre vanguardista – viene perfeccionando este arte y hasta ha establecido el género de P.O.V. (Point Of View – Punto de vista). En el cine “no pornográfico” tenemos algunos ejemplos como Enter The Void de Gaspar Noé y también podríamos incluir toda la secuencia inicial de Halloween de John Carpenter. La diferencia con los últimos dos ejemplos es que no hay ninguna construcción ni desarrollo del protagonista, porque la idea – al igual que el porno – es que el personaje principal, Henry, sea un envase vacío que el espectador pueda llenar. El objetivo es la identificación absoluta, la única distinción con un videojuego es que alguien más lo está jugando. La trama de la cinta es bastante genérica y una excusa para ver acción: luego de un evento mortal, un hombre es restaurado con partes cibernéticas (a lo Robocop) que le otorgan habilidades especiales, pero cuando su esposa es secuestrada por un villano extravagante, el protagonista debe rescatarla cueste lo que cueste. Sí, la historia no es lo que importa, la idea no es presenciar un relato deslumbrante sino atravesar una experiencia frenética, en otras palabras ponerlos en la piel de un súper John McClane. Cada punto y giro del guión está escrito con una semblanza a los “niveles” de los videojuegos; algo desacertado ya que el bienestar de Henry no parecer peligrar nunca por ser un experto que supera dificultades imposibles sistemáticamente. De todas maneras, se pueden hallar varios conceptos interesantes en el guión, sobre todo en el divertido rol de Sharlto Copley, “nuestro” mentor durante todo el metraje. Las secuencias de acción son espectaculares y exageradas hasta un punto casi satírico que funciona de manera similar a Shoot Em Up con Clive Owen. Una violencia explícita acompañada por una mala leche sólo comparable a los mejores momentos de Doom (el juego, no la película). El problema es que la inmensa cantidad de explosiones y peleas acompañada por el movimiento constante de la cámara puede culminar en una experiencia agotadora para el receptor. Una cosa son cinco minutos de este estilo y otra son noventa, ya para el último tramo se hace casi imposible no distraerse en el caos propuesto por Naishuller. Es más probable que la película se guste más al público gamer acostumbrado a ver tutoriales y reviews de juegos en Internet que al visitante ocasional de salas cinematográficas. Conclusión Hardcore: Misión Extrema ofrece espectáculo y diversión para gamers y fanáticos de las aventuras extremas pero bien puede desgastar la visión a más de un espectador desprevenido.
Una nueva reina malvada amenaza con destruir el Reino de Blancanieves y sólo Chris Hemsworth puede impedirlo. Y no vivieron felices para siempre Si imaginan un collage de todo lo que estaba de moda en 2012, el resultado probablemente se asemeje mucho a Blancanieves y el Cazador. En aquél tiempo lejano Kristen Stewart protagonizaba franquicias, Chris Hemsworth parecía ser un actor redituable por fuera de Marvel, Los Juegos del Hambre sorprendían a todos, Game of Thrones estrenaba su segunda temporada y El Hobbit de Jackson todavía no había convertido a la Tierra Media en un videojuego. Pese a recibir críticas mixtas, aquél film – o apuesta corporativa – gozó un buen rendimiento en la taquilla, y gracias a esos números Universal decidió avanzar con una continuación sin pensar demasiado en las consecuencias. Cuatro años después tenemos El Cazador y la Reina del Hielo, una desabrida precuela/secuela/spin-off (?) que lucha mantenerse a flote en un mar de desidia. Las adolescentes crecieron, ya no les interesa ver a Bella Swan cabalgando como Arwen y luchando en combates medievales. Esta quizás sea – junto a un supuesto affair de la actriz con el director – la principal razón por la cuál no se haya optado por continuar la historia de Blancanieves y remplazar a Kristen Stewart por dos interpretes infinitamente superiores como Jessica Chastein y Emily Blunt. Sin embargo, ninguna de las dos serán protagonistas de la cinta ya que tiene que haber un hilo conductor con la primera entrega y ese es Chris “Thor” Hemsworth. El foco de la trama está en la lucha del Cazador y su fiel patiño/esposa Sara (Jessica Chastein) contra la reina Freya (Emily Blunt), algo así como Elsa de Frozen – porque bueno, si pegó en Disney acá también – y que ahora nos enteramos es la hermana de Ravenna (Charlize Theron) a pesar de que ésto jamás se había mencionado antes y que de hecho en la primera parte aparece un hermano que ésta película ignora totalmente. En fin, tampoco se termina de saber si es una precuela porque nos narra los inicios del Cazador o una secuela porque nos cuenta las aventuras del mismo luego de ayudar a Blancanieves; pero bueno, si el estudio no lo sabe nosotros tampoco tenemos la responsabilidad de saberlo. Las franquicias no mueren de pie Aparentemente los guionistas no tenían muy en claro que tipo de historia querían contar, si una épica medieval con tintes fantásticos a lo Game of Throne (el título original es Winter’s War), un cuento de hadas a lo Kenneth Branagh o una película de acción a lo Hansel & Gretel: Cazadores de Brujas. Es así, por ejemplo, que en medio del voice over de Liam Neeson observamos a un bebe incinerado o en otra escena a una princesa preguntadole a su “espejito” quien es la más bella mientras Hemsworth trepa paredes con su martillo mágico hacha como un héroe de acción. A su vez, el guión pretende que el espectador acepte hechos de la trama con simples menciones en los diálogos. Se supone que debemos tener miedo de un gran ejército destructor o enamorarnos de la adorable pareja protagonista pero nunca se nos muestra ninguna de las dos cosas. El desarrollo de los personajes brilla por su ausencia y los actores hacen lo que pueden con el material que le otorgan, el único personaje con algo de profundidad y rango emocional es el de Emily Blunt (que tiene que dejar de elegir estos proyectos). El resto sólo se limita a pelear con pésimas animaciones CGI y hacer chistes de enanos. Conclusión El Cazador y la Reina del Hielo es el horrible resultado de una extraña mezcla de modas pasajeras. Un estudio de mercado sin disimulo, sin historia consistente y malos efectos especiales.
Multipremiada en festivales alrededor del mundo, llega desde China el último film de Jia Zhangke. Tres historias sobre amor en tiempos de neocolonialismo. Con ánimo de aburrir A veces sospecho que se debería inventar un género para aquellas películas exhibidas únicamente para el deleite de críticos y organizadores que asisten a festivales internacionales gratuitamente. Incluso, si no fuera tan feo adjetivo, podríamos llamarlas “festivaleras” o “acreditadas”. En fin, si yo viajara gratis por el mundo para ver películas ya tendría vista toda la filmografía de Jia Zhangke y diría algo pseudo-snob sobre lo IMPRESCINDIBLE que se ha convertido este cineasta para el panorama del cine actual. Pero no, para mi desgracia no viajo gratis por el mundo y no tengo vista la obra de este director, y estoy bastante seguro de que tampoco voy a empezar a verla en un futuro próximo. ¿Por qué? porque Lejos de ella es un ejercicio de poesía impostada para el mismo público de siempre. Go West El film cuenta tres historias en espacios temporales diferentes pero emparentadas por el linaje de los personajes. La primera de ellas se ubica temporalmente en 1999, el siglo XXI está ahí nomás y China paulatinamente empieza a abrir las puertas al capitalismo. En este contexto tenemos un triángulo amoroso entre Tao, una simpática cantante; Liangzi, un minero y Zhang, empleador del anterior y pequeño burgués entusiasmado con los nuevos beneficios de la Mano Invisible. Este segmento de 45 minutos – recién en ese minuto aparecen los créditos iniciales – equilibra humor, romance, drama y hasta un musical dentro de una narración clásica donde nunca se pierde el eje conceptual de lo que se quiere contar. No es sólo Tao la que se encuentra atrapada entre los dos mundos que representan sus amigos y amantes, sino que todos los personajes están de alguna u otra manera permeados por fenómenos sociopolíticos que no pueden controlar. El segundo relato se sitúa 15 años después, allí nos encontramos con una Tao madura y el conflicto emocional se traslada a su relación con su hijo pre-adolescente – spoiler (?) -. Aquí la cinta empieza a desbarrancar y no crea suficiente sustento argumental ni para establecer un segmento autónomo, ni para atar los cabos de la historia previa. Lo mismo sucede exponencialmente en un tercer segmento futurista donde el contexto cambia y estamos en la Australia del año 2025. Dollar, el hijo de Tao, estudia en dicho país y ha perdido su idioma natal así como buena parte de su herencia cultural. Sus primeros pasos en la adultez lo llevan a replantearse su frío vínculo con su madre mientras comienza una relación con una mujer mayor. Durante estos minutos se hace mayor hincapié en las consecuencias del poscolonialismo y el director aventura una teoría no tan descabellada sobre un futuro cercano. Aunque interesante en algunos aspectos, este último tramo falla en desarrollar ciertas ideas que sólo atina a vislumbrar tímidamente. Zhangke se toma su tiempo para narrar, demasiado tiempo diría. La elección del encuadre, las transiciones, la música, todo parece estratégicamente planeado para decir “que lindo”, “que poético”, “que profundo”; pero es una estética vacía pensada puramente para una contemplación independiente a los acontecimientos de la trama. Incluso el humor con el que inicia el film es enterrado bajo un halo de solemnidad exagerado. Todo esto termina por fulminar un argumento con algunas propuestas interesantes. Es decir: me aburrió, queda mal decirlo pero no los voy a engañar, y no me vengan con que no es la acepción occidental del cine: hasta la película deja en claro que no existen culturas impolutas de occidente. Conclusión Lejos de ella es un cúmulo de conceptos superficiales con aires de superación artística. Un envase estilizado sin coherencia y con demasiados cabos sueltos.
Cate Blanchett y Robert Redford investigan a George W.Bush y de paso cuestionan al cuarto poder. Todos los medios del presidente Apenas dos meses atrás Spotlight era galardonada como la mejor en película de 2015 y complacía a los amantes de la corrección política cinematográfica. Aquél film buscaba redimir la vapuleada figura del periodista como paladín de la verdad con la poca imaginación del plano-contraplano y algunas buenas actuaciones de un numeroso ensamble de actores prestigiosos. Exactamente lo mismo podríamos decir de Sólo la verdad, la única diferencia es que el tema de investigación de esta película no es lo suficiente interesante para 120 minutos de metraje. No hay red de pedofilia, ni espionaje presidencial, ni el asesinato encubierto de un presidente, no: aquí se investiga si George W.Bush gozó de beneficios durante su servicio en la fuerza aérea estadounidense. No será mi campo de especialización y quizás sea un ignaro, pero a mi me parece que hay cosas más terribles para investigar sobre el predecesor de Obama. Ok, ustedes me dirán – y con razón – que el cine no es el “qué” sino el “cómo”; bueno, lamento decirles que las escasas loas audiovisuales de la cinta tampoco ayudan demasiado a la tediosa trama. Lo curioso de todo ésto, es el que director del film es el guionista de la excelente Zodiac, una drama periodístico de esos que muchos podrían decir que no pasa nada, pero que funciona en todos los aspectos en los que Sólo la verdad fracasa espectacularmente. Los mártires millonarios 60′ Minutes es el programa de investigación periodística más importante y respetado de la televisión norteamericana. Durante el cuestionado primer mandato de George W. Bush, un equipo de investigadores liderado por Mary Mapes (Cate Blanchett) elucubró un informe sobre el fraudulento pasaje en el servicio militar que luego fue presentado por Dan Rather (Robert Redford) en el programa mencionado previamente. El informe ocupó el centro de la agenda mediática y causo una importante controversia en un año previo a las elecciones de 2005. Rápidamente, los republicanos empezaron a cuestionar la documentación y la pericia utilizada para darle credibilidad a la investigación, algo que puso en aprietos a CBS, la cadena encargada de la transmitirla. Así será como Mapes y cía. intentarán develar el complejo entramado de influencias que entorpecen el alcance a la verdad. El principal problema del argumento es que en su hincapié por demostrar la culpabilidad de Bush, se convierte paulatinamente un panfleto Demócrata. La hipótesis del informe es el eje central de la trama y no se usa el caso como crítica a los conglomerados mediáticos y la ética periodística, apenas hay dos o tres líneas al respecto y en ellas la protagonista expresa que “la noticia es más importante que los detalles”, es decir, lo que importa es inventar la noticia, no las pruebas. Entonces tenemos 20 minutos de debates sobre fuentes del Microsoft Word y acrónimos de instituciones militares que no van a ningún lado y hasta por momentos tenemos que sentir empatía por millonarios periodistas que toman whisky en su costosa propiedad en Park Avenue. Digo “tenemos” porque el director siente que es una obligación agregar dramatismo con música estupideces mundanas como un diálogo sobre la Times New Roman. Lo peor es que estamos forzados a identificarnos con personajes que son contrariados con razonamiento sensatos y completamente lógicos, o sea, es un panfleto que no sirve porque pone al espectador del lado de los Republicanos!. La inventiva visual y narrativa brilla por su ausencia en la gastada formula de plano general-medio-closeup. Lo único que se salva es la interacción entre Blanchett y Redford, dos interpretes con mucho oficio y que siempre es un placer verlos actuar. Conclusión Sólo la verdad es un panfleto de compromiso artificial y con una clara intención por autopoclamarse seria y necesaria. Un entretenimiento pasable para los amantes de la temática.
La espera terminó, luego de muchísima expectativa se estrena el tanque comíquero del año. DC/Warner pone toda la carne al asador con Batman vs Superman: El Origen de la Justicia y abre el juego para un nuevo universo compartido. ¿Estará a la altura? Enterate a continuación en esta review libre de spoilers. ¿Qué le pasó al hombre del mañana? Hace mas o menos tres años se estrenaba El Hombre de Acero, con dicho film DC/Warner buscaba renovar el interés por Superman y así eclipsar la imparable maquinaría de Marvel tras la primera reunión de Avengers. Dado el éxito de la trilogía de Nolan, el estudio entendió que la fórmula del director británico era decisivamente el camino a tomar para reiniciar la mitología del superhéroe kryptoniano. Una apuesta segura que les terminó saliendo muy caro ya que la película se hundió en la intrascendencia en tanto críticas y taquilla. ¡Sorpresa! Superman no es Batman y Snyder no es Nolan; el tratamiento cínico, oscuro, realista y violento no es para todos, y menos para el personaje creado por Schuster y Siegel. El plan inicial de una nueva trilogía "nolaniana" había fracasado y los ejecutivos de Warner tenían que capitalizar urgentemente lo que en un momento parecío ser su franquicia de mayor potencial. No sabían que hacer, un reboot era demasiado pronto y una secuela era arriesgar demasiado por un producto en el cual no confiaban. La respuesta estaba en sus narices y provenía de la competencia: un universo compartido. Marvel/Disney había comprobado que los crossovers son redituables y no había ninguna razón para que DC/Warner no se subiera al mismo tren. Por eso, en 2013 y sin ningún tipo de anticipación se anuncia (con la lectura de un pasaje de The Dark Knight Returns de Miller) en la Comic-Con de San Diego que ahora El Hombre de Acero 2 es Batman vs Superman. Bomba, explota el hype, se escucha el orgasmo del fandom mundial....y Ben Affleck es Batman. - "¿LO QUÉ?" -. Sí y Jesse Eisenberg es Luthor - "¿Es joda?"-, sí y va a estar Wonder Woman y hacen La Liga de Justicia "ah, van a hacer en una película lo que Marvel tardó en cinco, no importa, tengo fe", se atrasa el rodaje, el presupuesto se duplica, los trailers muestran demasiado - "que sea lo que Dios quiera". El regocijo del principio se había convertido en un agrio cúmulo de dudas y sospechas, la pregunta impensada finalmente apareció, ¿Puede Batman v Superman no sólo no estar a la altura, sino ser simple y llanamente una pésima película?. Bueno, vengo a decirles que no, no es pésima, ni mala, ni regular, Batman vs Superman: El Origen de la Justicia es una buena película. I'm Battleck Queda claro, el fracaso de esta película no sólo representa el fracaso de todos los proyectos superheroícos de WB hasta 2020. Y aunque puedan aparentar confianza en Snyder y Goyer con su continuidad en esta cinta, se nota que el ingreso de Ben Affleck y Chris Terrio (puestos en valor como narradores después de Argo) es para poner a raya a los dos primeros. La trama tiene tres objetivos, el primero es enmendar y redimir los errores del film predecesor, es decir, establecer que a nadie le gusta cuando un musculoso en capa destruye media ciudad para matar un villano que él mismo trajo a la tierra. Entonces, claro, ahora sabemos que Bruce Wayne estuvo en la destrucción de Metropolis y ya tiene razones para cuestionar a un alienígena con delirio místico que le rompe el cuello a sus enémigos. Por otro lado, tenemos a Lex "Zuckerberg" Luthor (un sorprendentemente satisfactorio Eisenberg) que tomará este evento para darle rienda suelta a su complejo de Prometeo y fomentar la enemistad de los dos super gladadiores de este mundo. Básicamente es darle un giro a la polémica y convertirla en catalizador del argumento. El segundo objetivo era consolidar a un nuevo Batman y dejar atrás el aroma a "realismo" que había dejado las últimas películas del murciélago, sí, ahora es un tipo mucho más maduro, un detective violento y perturbado, mucho más cercano al Caballero Oscuro de Miller en cuerpo y mente, con habilidades más cercanas a la lógica del comic. Ésto le otorga mucho protagonismo al cruzado encapuchado dejando la idea de "secuela de Superman" detrás; no obstante, es de lo más destacable, el Battfleck es de los puntos que más se disfrutan del metraje. El tercer objetivo se sabía de antemano: preparar el terreno para La Liga de la Justicia. La clave para lograr ésto es Wonder Woman, una adición bien integrada aunque su presentación haya sido arruinada por el trailer (si no lo vieron, no lo vean), la amazona tendrá mayor desarrollo cuando se estrene su película el año que viene, pero por el momento su participación funciona y podemos quedarnos tranquilos que Gal Gadot ha hecho un buen trabajo; sobre el resto de los metahumanos, no voy a adelantar nada pero si se pasaron un tiempo leyendo las aventuras de la JLA es imposible que les disguste, eso sí, por momentos parecen mini teaser introducidos sin demasiada coherencia con el argumento, pero definitivamente son mucho más que easter eggs. El fanservice y los guiños están más que garantizados. Sí se puede! Con tanto por contar y anticipar era muy factible que Batman vs Superman: El Origen de la Justicia sufra el sindrome de Avengers: Era de Ultron, en otras palabras, un desequilibro en las subtramas y demasiados cabos inconexos e irresolutos. Por suerte, el guión de Terrio lo evita y dedica un extenso primer acto en presentar ordenadamente los conflictos con la suficiente tensión para la catarata de golpes y explosiones que se vienen en la segunda mitad del film. Otro acierto del guionista es quitarle a Kal-El esa personalidad odiosa y devolverle no sólo la dignidad sino la cuota optimista y esperanzadora que nunca debió perder; eso sí, las analogías con Jesús siguen estando ahí in-your-face. Eso no es lo único que se mantiene, el tono adulto y oscuro (antagónico a Marvel) es una constante y podríamos decir que es la base en la que se erige el DCEU. Por ésta razón es que no recomiendo ir con niños (y aparte dura casi 3 horas, las vejigas infantiles no aguantan tanto). Lamentablemente, el director es Zack Snyder, un cineasta sin demasiada imaginación para las transiciones y muy tosco para los cambios de ritmo, por lo cuál no hay demasiada fluidez de una escena a otra, parecen planos impostados y concatenados sin mucha coherencia. En términos de acción y setpieces, Snyder reduce al mínimo los ralenti y es capaz de brindar intensidad en los momentos claves, no obstante, se puede notar algún que otro desajuste en el CGI (especialmente con un villano) al tratar de representar ciertas secuencias muy cercanas a la impronta de un comic. Asímismo, algunas de la mismas se sienten reciclajes de dos escenas claves de El Caballero Oscuro. Conclusión Batman vs Superman: El Origen de la Justicia es una película que juega con la complicidad del fanático de nicho pero que también brinda el espectáculo suficiente para satisfacer las necesidades del espectador promedio. Un sólido primer paso para un nuevo universo con infinitas posibilidades.
Luego de ser galardonada en la última edición del BAFICI, llega a salas comerciales La Acusación. Un drama político que cuestiona el sistema judicial de la India. Franz Kafkanahapeemapetilon Hace 91 años se publicaba El Proceso de Franz Kafka, la novela del escritor checo relataba el tormento de Josef K, hombre enjuiciado sin motivo aparente y atrapado en una cadena de trámites absurdos para conseguir una justicia (y una respuesta) que nunca llega. Aquél libro mostraba la coerción estatal a partir de un conglomerado de reglas abstractas, la pena no es el castigo, sino el propio proceso que destruye el supuesto libre albedrío de los individuos. Este mismo mecanismo es el que podemos ver en la India contemporánea de La Acusación, opera prima de Chaitanya Tamhane. Sharmila Pawar es un poeta y cantor popular al que se lo acusa de “inducir” el suicido de un obrero. Un cargo tan dudoso e irracional como éste forma parte del encono gubernamental contra opositores y activistas políticos en el país asiático. En este contexto, el abogado Vinay Vora deberá defender a su cliente y luchar contra la imposible e infinita maquinaria de la burocracia. Bueno, esa es la sinopsis y ahora voy a ser sincero: soy un ignorante a todo lo referente a la coyuntura socio-política de la India y aún más filisteo sobre la tensión étnica del país. Así que no se si la película tiene vocación contestaria o si es valiente, o si es una denuncia justa de un gobierno corrupto, no lo sé y no tengo pensado pretender ser un experto leyendo Wikipedia. Lo que si tengo en claro, que este film es una ficción, y una ficción sobre el funcionamiento del aparato institucional en un mundo donde aparentemente los totalitarismos no siguen vigentes. Es una idea interesante, pero más interesante aún es cómo se lleva a cabo la misma. El centro es la periferia La Acusación no es un film que descolle en su aspectos técnicos, hasta podríamos decir que ni siquiera tiene un gran guión. Pero hay algo minúsculo, algo que nadie podría rotular de proeza, un pequeño detalle en el montaje que es vital para el sentido ulterior del film. Tamhane simplemente decide cortar el plano unos segundos después de la finalización de la acción dramática, es decir, vemos como en el mismo espacio las circunstancias exceden a los protagonistas, observamos a los habitantes que accionan, sufren y finalmente aceptan el mundo en el que se encuentran inmersos. Este procedimiento es recurrente durante el metraje y es realmente el valor agregado a esta pesadilla kafkiana: el Estado es un conglomerado de instituciones que afecta a todos directa e indirectamente, no hay hechos aislados. La permanencia en los espacios y la descentralización puede inducir a sentir o pensar que la película es demasiada lenta sin necesidad – lo cuál, es completamente válido, no la vean un viernes a la noche- pero es el núcleo conceptual del largometraje y hasta promueve la humanización de personajes que de otra manera podrían ser vistos como villanos acartonados. Conclusión La Acusación no se queda con la simple denuncia sino que se adentra en tópicos existenciales de manera inteligente y original. Sin dudas es un film que puede dividir tajantemente la opinión del espectador, no es para todos, pero ¿qué película lo es?