A sus suegras les encantará. La luz entre los océanosLas películas del director Derek Cianfrance no se han destacado especialmente por ser clásicas y convencionales. Guste o no, este cineasta ha realizado films caracterizados por premisas que cuestionan y reformulan los géneros tradiciones de Hollywood. En su opera prima, Blue Valentine, supo reconvertir el melodrama en una destructiva pieza de ciencia ficción romántica y ya para su segundo largometraje, la episódica The Place Beyond The Pines, se aproximó al thriller de manera fresca y reflexiva. Siguiendo la lógica podríamos esperar que su tercer trabajo continuara con esta línea disidente, por eso cuando uno ve La luz entre los océanos no puede evitar quedar perplejo ante tanta memez reaccionaria. Sin ir más lejos, la película parece una producto para TV con mucho presupuesto destinado a estrenarse en el ya desaparecido canal Hallmark Channel. Desde el vamos, el argumento es un sueño húmedo para suegras en busca de emociones fuertes. Un perturbado veterano de la Primera Guerra Mundial (Fassbender) se casa con una bella y joven maestra (Alicia Vikander) e inicia una nueva vida en un alejado Faro de Nueva Zelanda. Todo va de perlas, hasta que la señorita descubre su imposibilidad de tener hijos y se hunde en lo más profundo de la depresión. En medio de esta terrible situación, las plegarias de la frustrada madre son respondidas y un bebe recién nacido llega en un botecito a su solitaria isla, teniendo así que decidir entre adoptarlo o devolverlo a las autoridades. Como se podrán imaginar las cosas se van a complicar gracias a una serie de hechos fortuitos y acciones impulsivas de los protagonistas. Llamen a Thalia: El último trabajo de Cianfrance es un culebrón tan cuidado como artificial. A lo largo de los interminables 133 minutos de duración el espectador es expuesto a montaje tras montaje de los protagonistas leyendo en voice over cartas románticas con planos directamente robados de una portada de Danielle Steele. Es tan fría la relación entre Fassbender y Vikander que parece que se necesitan 60 minutos para establecer su romance, y no basta con escenas innecesarias de su vida idealizada vida cotidiana, sino que también deben subrayarlo en sus diálogos cada cinco minutos. Tanto la dupla de ascendencia germánica como la talentosa Rachel Weisz no ayudan demasiado al tedioso guión y lo único que hacen es saturar de emoción cada diálogo y gesto. Por otro lado, Cianfrance se toma una infinidad de tiempo en presentar los conflictos de la trama y cuando éstos por fin llegan, se resuelven al instante y no alcanzan a tener un desarrollo de algún interés; eso sí, en el medio hay tanto relleno y plano pseudopoético que uno no puede hacer otra que esperar el fin de la película o en su defecto la caída de un asteroide en nuestra sala y la exterminación absoluta de toda vida en el Planeta Tierra. Conclusión: La luz entre los océanos es un melodrama tedioso, trillado e interminable disfrazado de arte contemplativo y bienpensante. Un bodrio con todas las letras.
En un futuro cercano donde el WiFi y el 4G funcionan a la perfección, Emma “la sobrina de Julia” Roberts y Dave “el hermano de James” Franco se ven involucrados en un peligroso juego on-line de “realidad aumentada” llamado Nerve. Una especie de red social donde los jugadores deben aceptar y completar desafíos establecidos por el resto los usuarios para poder ganar fama y dinero. Obviamente a medida que los jugadores van superando las retos de los demás, el nivel de dificultad aumenta y por consiguiente también el riesgo que conllevan las apuestas. Al contrario de lo que nos indica el título, el juego SI tiene reglas y romperlas puede significar una ominosa consecuencia para quien haya efectuado dicha violación, que en este caso como podrán adivinar, serán nuestros protagonistas. Hay ciertas películas que son recordadas como un producto característico de su tiempo y cada década tiene su ejemplo particular. No podemos ver Tron o Ciencia Loca sin pensar en los ochentas como no podemos ver Hackers o Generacion X sin pensar en los noventas. Bueno, en mi opinión, a Nerve le depara el mismo destino. Si alguien en veinte años le agarra la nostalgia y desempolva su Blu-ray (?) de este film no podrá evitar exclamar “pero que peli más millenial, pordió!”. El film es un compendió de modas y tecnologías actuales: smartphones, redes sociales, realidad aumentada, dark web, luces de neón, música pseudo rock/pop, vestimenta hipster (si es que no pasaron de moda todavía) y lo más paradójico: nostalgia noventera (!). Sí, la gente de marketing hizo muy bien su trabajo y al menos tienen en claro cual es la franja etarea a la que tienen que vender este producto. Emociones baratas. A ver, la idea de un juego de apuestas que se va de las manos ya se había visto anteriormente y de manera mucho más lograda y divertida en la genial Cheap Thrills. En aquella oportunidad los guionistas tuvieron la creatividad (y la mala leche) suficiente para generar desafíos que rebasan cualquier tipo de limite moral. Aquí, al tener la restricción de un estudio hollywoodense y su lógico rating para mayores de 13, las consignas del juego nunca llegan a ser un verdadero peligro para los participantes, sobre todo porque tienen la opción clara de no hacerlo. Es decir, ellos deciden si llevar acabo los retos predispuestos, no están en un callejón sin salida donde inevitablemente deben poner en riesgo sus vidas (o la de los demás). Básicamente, los participantes son unos estúpidos. Por otro lado, el film quiere subrayar todo el tiempo una moraleja sobre el voyeurismo y la irresponsabilidad actual en las redes sociales pero se queda en una superficie tan obvia y simplista que hubiera sido mejor que directamente dejarán afuera esa intención. El resultado es un versión vacía y más berreta de Black Mirror, un capítulo largo de la serie con personajes idiotas y un final feliz. Pero bueno, al igual que el Candy Crush o el Harlem Shake, el film pasa lo suficientemente rápido para que no tengamos que volverlo a recordarla hasta por lo menos veinte años cuando nos pongamos románticos con esta década. Conclusión. Nerve: un juego sin reglas es un conglomerado de ideas desperdiciadas y de dudosa ejecución para el deleite del youtuber contemporáneo. Only for millenials.
Franquicia con aroma francés. El fenómeno taquillero del film galo Amigos Intocables, ha convertido rápidamente lo que era una pequeña comedia dramática en una extremadamente redituable franquicia con infinitas réplicas alrededor del mundo. El argumento, que se centra en la amistad entablada entre un tetraplégico millonario y un improvisado acompañante terapéutico de “barrios bajos”, no sólo pasó a ser un formato de venta internacional sino que actualmente puede encontrarse en diferentes películas (Yo Antes de Ti, The Fundamentals of Caring) que ni siquiera poseen los derechos intelectuales de la cinta francesa. En Argentina somos gente con valores, así que fuimos por el camino de la legalidad y hoy tenemos una remake oficial a cargo de Marcos Carnevale (Elsa & Fred, Anita, Corazón de León). En primer lugar hay que decir que en términos de fidelidad a la obra original, esta versión es indiscutible. De hecho, la estructura del guión e incluso vario de los planos son idénticos a la película en la que se basa. Carnevale respeta a rajatabla la esencia conceptual y hasta el casting es irreprochable. Oscar Martinez y Rodrigo de la Serna son dos de los mejores actores de la escena nacional y no es la primera vez que trabajan juntos, así que la química está asegurada. Pero este respeto y lealtad al material inicial, que bien pudo haber sido el mayor acierto de la película, termina siendo contraproducente cuando el film lo usa para subrayar el constante paternalismo clasista y golpe bajo emocional. Carnevale otorga una visión hiperpasteurizada e inconsistente de la pobreza en Argentina y despliega sin número de clichés típicos – crédito de parcial del guión francés – de un drama sentimentalista. Driving Miss Martinez: En el mundo de Inseparables el pobre es un ser sin ningún tipo de valor salvo el de servir con su simpatía barrial al patrón de turno. El pobre es un ser inculto, machista, homofóbico, ladrón y salvaje pero con la capacidad de ser domesticado si es educado como corresponde por el mundo civilizado. Obviamente no sea cosa que se vaya a mostrar la “fealdad” de la miseria, en el Lugano 1 y 2 de Inseparables todos se visten con remeras de diseñador, pero ¡ojo! de los Stones y Bob Marley, que son de gusto tan popular como las juntadas en las turbias esquinas del cuasi conurbano. El pobre suele tener apodos como Tito, habla con mucho lunfardo, y se parece a Rodrigo de la Serna; como en Okupas y El Puntero. Tampoco para tanto igual, no sea cosa de que el pobre sea desagradable, porque Tito es simpático y algo carismático, hace divertidas impresiones de El Conde de Montecristo y a veces se tira unos divertidos pasos de cumbia; también cuenta chistes (no sabemos muy bien si son graciosos pero al resto de los personajes de la película les hace gracia así debe ser todo un plato) y tiene la escuela de la calle – papá! -. En este universo diegético, a Felipe/Oscar Martinez (que se parece bastante a un rico como en Relatos Salvajes y La Patota), al millonario tullido le encantan los pobres, porque ellos no demuestran compasión hacia los enfermos: los maltratan y los chorean por igual. Los pobres la tienen clara con el chamuyo, te pueden enseñar a engatusar a una cualquier minita, sea Carla Peterson o Flavia Palmiero, lesbiana o heterosexual, sea consensuado o no. Aparte, los pobres te proporcionan porro y prostitutas (algo que no se consigue en los círculos de alta alcurnia), y lo más lindo de todo: no hay nada más satisfactorio y humanitario que brindar al pobre con arte y poesía, ellos te lo van a agradecer. Así que ya saben, si quieren hacer una película con un mensaje pseudo existencial y con cierta crítica social no hace falta que piensen, ni siquiera hace falta que utilicen la narrativa cinematográfica. Por unos mangos pueden comprar la trama en el exterior, copiar el 80 % de los planos (el resto son descartes de Pol-ka o Caballos Salvajes) y agregar todo el patetismo que quieran. Total, con la correcta promoción alguien la tiene que ver. Conclusión: Inseparables es un compendio interminable de sentimentalismo barato, clasismo de manual y pretenciosidad televisiva. Un producto que apela al bolsillo del espectador con grandes nombres actorales y humanismo de ONG.
Vamos a necesitar un montaje! Veloz como el viento 2El drama del underdog, también llamada “cenicienta” dentro del ambiente deportivo, es una de las estructuras narrativas más recurrentes y efectivas en la historia del cine. Desde Rocky hasta la fecha, la fórmula del perdedor con un contexto adverso que la pega en las grandes ligas luego de un montaje de entrenamiento se ha repetido numerosas veces y casi siempre con un éxito rotundo en criticas y taquilla. Veloz como el viento, otro film italiano de los tantos que está recibiendo la cartelera argentina, es otro clásico ejemplo de que la receta del underdog no parece tener fecha de vencimiento. Giuilia De Martino (Francesca Manieri), una adolescente piloto de GT, recibe la noticia de la muerte de su padre/entrenador durante plena carrera – pasado trágico a lo Rocky – y de repente se encuentra con la responsabilidad de mantener a flote ecónomicamente a su familia – Rocky II, Rocky V, El Luchador, Talladega Nights, Dodgeball -. De su padre no solo ha heredado la pasión por el automovilismo y un Porsche customizado sino también importantes deudas contraídas para sustentar dicho vehículo. Por lo tanto, Giulia debe ganar el campeonato si no quiere perder su casa. A todo esto, la protagonista tiene un hermano mayor llamado Loris (Steffano Accorsi), ex piloto, casi homeless y con serios problemas con drogas duras – The Fighter, The Wrestler -. Para no perder la oportunidad de dormir bajo un techo, aportará a la causa siendo entrenador de su hermana con extraños y excéntricos métodos – Karate Kid, Rocky -. Si les suena familiar es porque es exactamente lo mismo de siempre pero en Italia y con autos. Rápidos y no tan furiosos: El film cuenta con dos grandes ventajas: en primer lugar hay una gran construcción de los personajes y en segundo lugar, las secuencias de las carreras están muy bien filmadas y editadas. Desde ya no es una película que quiera ser revolucionaria ni mucho menos pero es perfecta en su convencionalismo, es decir, cada aspecto está más que correctamente elaborado, Desde las satisfactorias y carismáticas actuaciones (aquí se destaca Steffano Acorsi) hasta un desarrollo argumental impecable. El director Matteo Rovere se las ingenia para balancear el ritmo del film con escenas apelan al núcleo emocional pero nunca descuidando la adrenalina y la tensión del desenlace final. Y si bien es en cierto punto esperable el resultado de cada competencia, la gran labor concretada en estas secuencias hace olvidar al espectador de la naturaleza predecible del género. No soy amante de los fierros, pero los que lo sean no van a tardar en deleitarse con las bellas maquinas con las que cuenta el diseño de producción: Ferrari, Porsche, Laborginhi, todos los grandes nombres están allí. Y cuando los autos lujosos no están aparecen, Rovere aprovecha la economía de recursos proveniente de fierros menos lujosos y destartalados, logrando así un aprecio sentimental por frías latas de aluminio con ruedas, como si fueran una extensión de los personajes. Conclusión: Veloz como el viento es un clásico film deportivo con una realización impecable y un aprecio especial por el automovilismo. Una gran propuesta que si quieren pasar un buen rato en el cine.
Camila y Mateo son jóvenes, adinerados, profesionalmente exitosos y aparentemente se aman mucho…como Rachel y Ross en Friends. Una noche, en una tertulia junto a una pareja amiga, surge el tópico de los “permitidos” y cada uno conjetura las posibilidades de estar con un famosa/o inalcanzable….como Rachel y Ross en Friends. Sin embargo, lo que al principio era pura fantasía, se convierte en realidad luego de que en un evento fortuito Mateo conoce a Zoe Del Río (Liz Solari), su actriz “permitida”…como Ross e Isabella Rosellini en Friends. Insisto con esta comparación no porque crea que esta película sea un vil plagio de la famosa sitcom, sino porque estamos ante un cambio de paradigma en la comedia argentina, cada vez más lejano de su inspiración italiana y muchos más cercano a la nueva comedia americana de las últimas décadas. Ariel Winograd es uno de los principales,o sin ir más lejos el principal exponente de este tipo de humor en el cine argentino, y lo ha intentado plasmar con mayor o menor éxito en sus trabajos previos (Cara de Queso, Mi Primera Boda, Vino para Robar, Sin Hijos). Permitidos es sin lugar ha dudas un paso más en esa dirección y posiblemente una de las mejores películas en adoptar el ritmo y la impronta yankee para la comedia. Si el film funciona, es en buena parte gracias a la química de sus protagonistas. Contra todos los pronósticos Esposito y Piroyanksy conforman una pareja verosímil y con buen timing para los diálogos y los gags. El tandem protagónico conforma una pareja con la que es fácil simpatizar -a pesar de sus amplios privilegios económicos- y son un buen contraste ante las personalidades extravagantes de sus “permitidos”. En este sentido, Winograd, Julian Loyola y Jonathan Kleiman (guionistas) se encargan de resaltar las figuras de Liz Solari y Benjamín Vicuña como seres frívolos y muy alejados de una realidad cotidiana. Esto es clave ya que de lo contrario el concepto del film no funcionaria, sólo estaríamos viendo un montón de gente famosa teniendo sexo con otro montón de gente famosa. Salvo, claro, el caso de Piroyansky, el personaje pseudo nerd/hipster del cuál el film adscribe y juega con la imposibilidad de que esté en una relación con Liz Solari. Sin mensaje por favor: El guión a cargo de Loyola y Jonathan Kleiman no busca anquilosarse en el comedia romántica clásica sino que apela a un humor menos apologético y más absurdo que se adecua muy bien al tono y a los personajes construidos. Es así que tenemos chistes sobre zoofilia o sexo anal en la tercera edad bien integrados a la trama sin una búsqueda de impactar solo porque es “zarpado”. Estos momentos, bien escritos y dirigidos, junto a un argumento simple y fácil de seguir generan un ritmo ligero en los dos primeros actos. Para el acto final hay demasiado hincapié en el absurdo y el desenlace termina siendo un divague que poco tiene que ver con el argumento anticipado en la primera hora. No obstante, éste no es el peor desacierto de la cinta sino la insistencia innecesaria de subrayar una especie de moraleja sobre la utilización de la imagen y el cuerpo para fines comerciales. No porque no haya un punto válido sobre esa temática, sino porque es tremendamente contradictorio con una película donde solo vemos gente linda frecuentando y utilizando los productos que financiaron la producción. Es realmente llamativo la cantidad de chivos que metieron (comparable a una producción de Michael Bay), y uno entiende las dificultades económicas para financiar un proyecto de este calibre pero es intolerable si el mensaje es “anti-publicidad” o “anti-objetualización de la mujer”. Y no se queda ahí, sino que los “antagonistas” son pobres, cantan cumbia o tienen sobrepeso. Una lástima siendo que estos soliloquios y mensajes políticamente correctos solo ocupan un breve fragmento del metraje y no parecen ir de la mano con el espiritu y el humor de la película. Conclusión: Pese a algunos desaciertos y una dosis innecesaria de moralina, Permitidos es una comedia entretenida con buenas perfomances y algunos muy buenos chistes.
La magia de Roald Dahl (Matilda, Charlie y la Fábrica de Chocolates) regresa a la pantalla grande de la mano de Steven Spielberg con El buen amigo gigante. Aventura y fantasía para toda la familia. Terreno familiar Luego de un largo período abocado exclusivamente a dramas históricos (War Horse, Lincoln, Puente de Espías), Steven Spielberg vuelve al terruño cinematográfico donde ha sabido proclamarse como amo y señor: el cine de aventuras. Films como Cazadores del Arca Perdida, E.T. y Encuentros Cercanos del Tercer Tipo son demostraciones indiscutibles del genio de este director y le han otorgado el merecido apodo de “Rey Midas”. Durante mucho tiempo el estilo spiebergiano ha estado sujeto a intentos de plagios fallidos, como si Hollywood entendiera que Spielberg había dejado una fórmula para que cualquier cineasta pudiera utilizar para generar un éxito de taquilla. Obviamente, no tardaron en darse cuenta que el único capaz de reproducir este estilo (con algunas poquísimos excepciones) era su creador y esta tendencia del mainstream se esfumó para dar lugar al michaelbayismo – pero esa es otra historia -. Sin embargo, hoy parece que hasta el propio Midas se ha olvidado como convertir sus propios proyectos en oro narrativo y su última película es un ejemplo de ello. El buen amigo gigante cuenta la historia de una niña llamada Sophie, una huerfana (Ruby Barnhill) quien repentinamente tendrá un encuentro cercano con un amigable gigante (Mark Rylance) en medio de la fría noche londinense. De esta manera, Ruby será la primera humana en conocer el “País de los Gigantes” y al resto de sus temibles residentes. En primer lugar, hay que tener en cuenta que se trata de un cuento de Roald Dahl, por lo tanto estamos hablando de un código que responde a las fábulas de la literatura infantil. Aquí no hay cinismo ni ninguna intención de anclarse en el realismo; la magia y la fantasía son el combustible de la trama. Incluso el aspecto oscuro que suelen tener las historias de Dahl está rebajado y es casi imperceptible. En términos generales no hay un gran conflicto (piensen en el segundo acto de E.T.) que pueda angustiar a los niños ni tampoco un marcado antagonista por el cual el espectador deba preocuparse demasiado. El director parece oponerse a la moda actual de convertir cualquier tipo de cuento infantil en una violenta y cruda alegoría para el consumo directo de los preadolescentes. Narración clásica y nuevas tecnologías El buen amigo gigante contiene todos los ingredientes que suelen destacarse en la narración spielbergiana: el casting perfecto, la música de John Williams, la bella fotografía de Janusz Kaminski, los efectos especiales, el personaje excéntrico y adorable, la amistad impensada, el toque sentimental. Las piezas están todas allí a simple vista pero no terminan de encajar adecuadamente. Pese a su impecable primer acto, con una tradicional exposición de los personajes y el universo que los contiene, el relato nunca termina de despegar y languidece cuando busca expandir sin demasiado éxito el mundo en el que viven los gigantes. Esto repercute en un último tramo apresurado y que apenas puede recuperar algo del encanto inicial del film. Es decir, el conflicto es simple y no lo suficientemente interesante como para extenderlo tanto tiempo, por ende cuando este se resuelve conforme al código infantil (con mucha buena voluntad y coincidencias) sucede demasiado rápido Sin embargo, el gran problema de la película no radica en su ritmo irregular, sino en la interacción entre los personajes “reales” – de carne y hueso – y los personajes animados por captura de movimiento. Esta técnica es efectiva en los segmentos compuestos únicamente por CGI, de hecho, pudo haberse tratado de una película completamente animada sino fuera por la decisión de incluir a Ruby Barnhill como protagonista. Y a pesar de que la pequeña actriz brinda una buena performance llena de carisma y gracia, su aparición como uno de los pocos personajes reales resalta la artificialidad de la técnica para dar vida a los gigantes. Cuando el BAG (o el BFG en inglés) y la niña están juntos en el mismo plano (algo que por otro lado, no sucede en demasía) la película no funciona y peor aún, cuando vemos a la infante sola en un cuadro dialogando hacia la nada, es inevitable pensar que está hablándole a una pantalla verde. Lo mismo podría decirse de Mark Rylance, indiscutiblemente un gran actor atrapado en los límites de las imágenes generadas por computadoras. Conclusión El buen amigo gigante es ciertamente un film disfrutable y bien logrado en la mayoría de sus aspectos. Sin embargo, una película menor para la filmografía de un verdadero gigante del cine como lo es Steven Spielberg.
Un homenaje al catch argentino Performances de alto vuelo La lucha libre o catch – como le solemos llamar en este país – no está atravesando actualmente su momento de mayor popularidad, pero con cien años en sus espaldas ha sabido construir un mythos que bien vale la pena revisitar. Agarrase como pueda. Que dicen los cuerpos al volar” hace justamente eso e intenta resaltar el aspecto artístico mucha veces subestimado en este tipo de espectáculo/deporte. El documental, pergeñado por Claudio Celada, Javier Romero y Nicolás Bratosevich, cuenta con una estructura de cinco actos y en cada uno de ellos se explora una faceta diferente del catch. Así es como el film nos transporta desde los inicios arrabaleros en los años veinte hasta el submundo casi anónimo de los campeonatos contemporáneos. Sin embargo, el trío autoral no se queda únicamente con un relato historicista sino que aporta un retrato del sentir y la cotidianidad de muchos de los luchadores que supieron estar en el centro (o en la periferia) del ring. Héroes anónimos La aproximación del film hacia su objeto de estudio es mitológica, casi romántica. Como si la génesis del espectáculo estuviera basado en la idea del arte por el arte. Los autores no disimulan en ningún momento su amor por el catch e intentan reivindicarlo con citas de Roland Barthes y largos fragmentos poéticos a cargo de un dramaturgo. Estas partes son demasiado apologéticas y parecen demostrar una falta de convicción en sus propios argumentos. Es decir, como si nos quisieran subrayar la belleza del catch por medio de la prosa. Algo que realmente no hace falta ya que esa belleza es palpable en las imágenes de las peleas que nos muestra el documental y en las increíbles anécdotas que podemos escuchar en cada entrevista. El mayor acierto del film es su capacidad para narrar la historia y genealogía de la lucha libre en Argentina. La utilización de las entrevistas y el material de archivo es realmente impecable, ambos recursos nos presentan un mundo desconocido para muchos e incluso da la sensación de que se podría realizar un documental de cada década y acontecimiento. Uno dedicado a “Titanes en el Ring”, otro a la muerta del Beatle Francés, otro a la pelea de Gatica vs Karadaghian, otro a las excéntricas vidas de los luchadores amateurs. Hay tanto material que al tratar de crear un paneo general del tópico, el impacto de estas historias puede perderse por la cantidad de eventos excepcionales que narra la película. En este sentido, la cinta contiene un sentido lacónico inverso, se extiende en momentos donde es necesario y se contrae donde debe expandirse. Conclusión Agarrese como pueda. Que dicen los cuerpos al volar es un documental altamente recomendable tanto para neófitos así como para expertos del catch. Una película realizada con honestidad y total devoción por un arte que sigue vigente en el colectivo imaginario argentino
François Cluzet protagoniza En algún lugar de Francia, un drama con buenas dosis de humor y ternura. Médicos del corazón Jean Pierre (François Cluzet) es una médico rural con una vida solitaria. Divorciado y con un hijo ya mayor, dedica sus días a la atención de los necesitados pacientes de la campiña francesa. Sin embargo, el diagnostico de una terrible enfermedad y la llegada de una asistente, Nathalie (Marianne Denicourt) le dará una nueva perspectiva a su existencia. Al igual que Amigos Intocables, donde Cluzet también interpretaba a un enfermo terminal, el film esquiva el típico golpe bajo al que recurren este tipo de historias y por suerte no se convierte en las ya genéricas e inmirables “Cancer Movies”. Y más allá de que el malestar del protagonista sea catalizador del argumento, el director y guionista Thomas Linti decide no enfatizar en el padecimiento físico ni en las inevitables perdidas familiares. La trama gira principalmente en torno a los vínculos afectivos y como éstos nos permiten delegar nuestras cargas emocionales. Asimismo, Linti, quien ejerció la medicina antes dededicarse al cine, manifiesta un panorama de la profesión más allegado a comprender la humanidad de los pacientes por sobre los estudios, las drogas paliativas y los resultados técnicos. El encanto no es eterno Si Linti logra desplegar una narración amena y sostenida es gracias al encanto del dúo protagónico. Es un placer observar el oficio de Cluzet y Marianne Denicourt, ambos se desenvuelven con naturalidad y crean una química que es de lo más destacado del film. Cabe destacar que ésta relación no parte de la novela rosa sino a partir de la verosimilitud, Jean Pierre y Nathalie establecen una amistad a partir de la admiración y el respeto mutuo. Lo cual tampoco quiere decir que el ingrediente emotivo y pseudo melodramático no este presente en buena parte del largometraje. Lamentablemente, el ritmo y la narrativa fluída terminan por desmoronarse en la última media hora del metraje. Linti intenta atar los cabos sueltos de varios subtramas innecesarios y por momento la película parece sucumbir al “síndrome Retorno del Rey“ con 53 finales consecutivos. Pareciera que el guionista se quedo sin ideas para contar y tuvo que recurrir a tangentes redundantes y completamente prescindibles. Y peor aún, cede su atención a estas historias secundarias y resuelve de manera forzada y “mágica” el conflicto real. Con respecto al aspecto visual, hay que decir que éste es bastante prolijo y aporta bellas imagenes paisajisticas pero no se destaca en ningún momento y abusa de las secuencias con “montaje musical” para resumir algunos eventos argumentales. Uno no puede evitar preguntarse si tal vez lo mejor no era tomarse ese tiempo para contar con más detalle esos eventos y así evitar torturarnos con las 123 conclusiones que tenemos que ver al final. Conclusión En algún lugar de Francia es un film que por momentos apela al corazón pero que en mayor parte apela al aburrimiento en todo su esplendor. Una película que subraya sus propias ideas y con nua historia pasable gracias al carisma de sus interpretes.
Coming of age en el reaccionario siglo XXI Mundo raro El advenimiento del nuevo milenio ha significado, por lo menos en buena parte del continente americano, el reconocimiento social y una reivindicación legislativa para la comunidad LGBTIQ. Sin embargo, es válido decir que detrás la corrección política y las leyes de matrimonio igualitario se esconde un elemento homofóbico muy grande en la estructura social. Los prejuicios y la intolerancia todavía existen ante las parejas del mismo género que han conformado una familia, ya sea a través de la adopción u otros métodos de fertilización. Rara, la opera prima de la chilena Pepa San Martin, resalta justamente esta hipocresía poniendo el foco en la cotidianidad de una niña preadolescente con dos madres. Sara (Julia Lüberg) está atravesando los típicos cambios de la pubertad. Su cuerpo, sus intereses y sus pensamientos están cambiando; indudablemente la vida empieza a verse diferente para una joven de trece años. Como en la mayoría de estos casos, la búsqueda de contención de esta niña está en su hogar, en sus figuras maternas y/o paternas. La confusión que conlleva esta etapa podría no diferir de las experiencias de miles de jóvenes que comparten su edad, pero cuando su refugio familiar se ve cuestionado y deslegimitizado por la sociedad, su mundo puede convertirse en algo todavía más difuso. Sara y su hermana Cata (Emilia Ossandón) fueron concebidas por el matrimonio de Victor (Daniel Muñoz) y Paula (Mariana Loyola), pero ésta última es lesbiana y decidió separarse de su marido para vivir con sus hijas junto a Lía (Agustina Muñoz), su pareja actual. Esta situación desemboca en un conflicto legal -inspirado en hechos reales- entre Victor y Paula por las custodia de las niñas; aquí la excusa de la “anormalidad” se utiliza como principal alegato en contra de las dos madres. La mirada periférica Rara bien pudo haberse centrado en la batalla judicial disputada entre los adultos, pero inteligentemente decide correrse de la obviedad y se predispone a contarnos una historia a través de un personaje que no termina de comprender realmente que es lo que está sucediendo a su alrededor. Un protagonista esencial en el argumento, ya que es el disparador inicial de la disputa, con una mirada intuitiva y ambivalente sobre las fuerzas que involuntariamente están ejerciendo sobre ella. El guión no recurre a extensos soliloquios ni a un dramatismo exagerado, sino a la sutileza de pequeños eventos diarios: un docente preocupado por su contexto familiar, diálogos y preguntas aparentemente inocentes, prejuicios disfrazados de verdades. Sin embargo, el film de Pepa San Martin no es puro dramatismo ni agenda política; la directora y guionista se las ingenia para crear un atmósfera amena llena de ternura y breves momentos humorísticos. Buena parte de ellos – ahí donde se sobresale el coming of age – gracias a la perfecta química entre las actrices que personifican, en una gran labor, a las madres y a las hijas de esta historia. Si bien el guión es uno de los grandes aciertos de esta película, no podemos dejar de destacar la disposición visual de San Martin. La cineasta busca una perspectiva confusa y hasta asfixiante a través de juegos focales, close ups y planos medios. El espectador puede observar como el mundo en el que está inmerso Sara rebasa las posibilidades de comprensión de la protagonista. Conclusión Rara es una película que denuncia las contradicciones de la sociedad actual sin la necesidad de subrayar un juicio moral en ningún momento. Un film que apela a la inteligencia como principal arma argumentativa y conceptual.
El cine de género y la critica social confluyen en El Eslabón Podrido, protagonizada por Luis Ziembrowski y con dirección de Valentin Javier Diment. Manteniendo las buenas costumbres A la remota locación de El Escondido no le falta ninguna de las típicas características de los pueblos del interior argentino: campo, fauna, folklore, pulperias, religión, zoofilia, incesto, infanticidio, etc….Ah, sí, me olvidé de mencionarlo, esta pequeña y pintoresca localidad tiene una pasión particular por las perversiones. Sino como olvidar a tan bellos personajes como Roberta (Paula Brasca), la joven prostituta del pueblo lista para satisfacer cualquiera sea su deseo sexual; o a su hermano Raulo (Luis Ziembrowski), el perturbado leñador del pueblo y su particular afición a las hachas. Claro, que nada sería lo mismo sin Ercilia (Marilú Marini), la senil matriarca de esta hermosa familia que nos bendice con sus desnudos no tan sugerentes y sus escupitajos de ácido. Luego, están los demás personajes secundarios que no por secundarios son menos coloridos. Como la madama de una pulpería abocada al alimento de sus cerditos y algunos otros muchachos interesados en explorar nuevas experiencias con otros mamíferos. Valentin Javier Diment es un cineasta con un interesante bagaje laboral en lo referente al cine de género. De su autoría podemos mencionar el guión adaptado del western Aballay, su participación en el explotation Diablo o el documental sobre una inefable productora argentina: El Sistema Gorevisión – Cine Z, Micropolítica y Rocanrol. Con El Eslabón Podrido, Diment vuelca buena parte de su conocimiento sobre el género de terror – con pequeños guiños al slasher, a Wes Craven y a Tobe Hooper – pero agrega una importante pizca de drama atmosférico, sátira y crítica social. A diferencia de su nombre, “El Escondido” no es un pueblo que se ocupa de esconder sus miserias, las mismas conviven con naturalidad en la misma superficie donde se pueden observar las tradicionales costumbres del argentino medio. El pueblo de los malditos Cuando uno mira El Eslabón Podrido puede pensar por unos breves minutos que se trata de otro solemne film contemplativo del cine independiente nacional. Pero basta con observar los primeros eventos de la trama para asombrarse con su humor retorcido y efectos especiales prácticos. La dualidad entre la perversión y la moralidad de las costumbres no se queda en el guión sino en su fotografía sombreada y sus planos deformantes que resaltan el grotesco de los personajes. Las actuaciones tampoco se quedan atrás con un Ziembrowski perfecto y la destacable actuación de Paula Brasca, acaso la mujer más vulnerable de este pequeño universo. Cada acción que presenta Diment está justificada por un desarrollo impecable y a la vez sutil de la psíquis de los personajes. Cada uno de ellos se encuentra conectado por el espíritu de la colmena y cada acción grupal tiene su consecuencia en lo individual y viceversa. Por más extravagantes que aparenten algunos hechos, ninguno es descabellado y se construyen a partir de una fuerte estructura filosófica. Conclusión El Eslabón Podrido no tiene miedo en ahondar con inteligencia e impacto en la hipocresía de la moral en sociedades conservadores. Cine de género, humor ácido y drama psicosocial que terminan de redondear un pequeño gran film.