Sebastián Wanraich y Carla Peterson protagonizan Una Noche de Amor. Una comedia romántica diferente, dirigida por Hernán Guerschuny. Antes del amanecer En Argentina, la comedia romántica es un género relativamente reciente y podría considerarse en formación si uno observa la cantidad de producciones de este estilo que se estrenan por año. Durante mucho tiempo, estos films contaron con cierta reticencia tanto de cineastas como de la crítica vernácula y fueron caracterizados como mero subterfugio estandarizado del cine mainstream para conseguir dinero. Lentamente este espacio dejó de estar únicamente reservado para las películas símil Polka de Suar y se fue abriendo a otras propuestas como Medianeras de Gustavo Taretto o Mi Primera Boda de Ariel Winograd. Películas que pueden gustar más o menos, pero marcan una distancia de las típicas fórmulas del género. Hernán Guershuny, director de este film, ya se había encolumnado con estos realizadores con su opera prima El Crítico; un ejercicio metatextual que intentaba reacomodar de una manera más que estimable el lenguaje de las comedias románticas yankees a estos pagos. A diferencia de aquél film, que contenía un fuerte sustrato personal del director, aquí Guershuny es más un vehículo para el guión escrito por Sebastián Wanraich, que deja un ratito el mundo de la radio para completar su experiencia más importante en el mundo del cine Una Noche de Amor es la historia de un matrimonio con dos hijos que tiene la inusual oportunidad de salir solos por una noche. Durante esta travesía deberán lidiar con diversos contratiempos y el propio desgaste de su relación. A pesar de que el foco parece ser la pareja, la perspectiva que se nos muestra es la de Leonel (Wanraich), un guionista neurótico y adinerado (no, no es Woody Allen), por momentos agradecido y por momentos arrepentido de ser el esposo de Paola (Carla Peterson), su cónyuge psicóloga. Los conflictos del verdadero protagonista del film se encuentran atravesados por una aparente dicotomía entre la aburrida paternidad rutinaria y la hipotética excitante vida de soltero con la que fantasea en sus momentos de soledad. Esta idea se subraya con cada interacción del dúo protagónico con los personajes secundarios, algunos de ellos muy bien escritos y actuados (Rafael Spregelburd y Soledad Sylveira) pero algo exagerados en función a su lugar en el guión. Así y todo, siguen siendo la mejor parte de una película donde la dinámica de los actores principales no está del todo aceitada. Larry David en Argentina La trama no está construída a partir de la clásica estructura de tres actos (Planteamiento – Confrontación – Resolución) donde no hay grandes eventos y vueltas de tuerca sino que está dispuesta en una manera más naturalista cercana a la trilogía de Linklater (Antes de….) donde todo – o más bien nada – sucede en una noche. Las otra gran referencia es Seinfeld, serie citada explícitamente en la película y de la cuál Wanraich toma el principal concepto dramático de George Constanza/Larry David: “THE SHOW IS ABOUT NOTHING” o “El show es sobre nada”. Y aunque es interesante observar como se desarrolla esta veta en un espacio tan diferente de su contexto original, la iniciativa no se termina de articular, logrando así una irregularidad en el ritmo y especialmente en los chistes. En otras palabras, no se puede sostener esta estructura sin ritmo fluido en los diálogos y una química especial en la pareja. Esto último es quizás el mayor desacierto del film, hay cierta rigidez actoral en Sebastián Wanraich (queda en evidencia cuando se escucha el doblaje en las escenas) que impide el funcionamiento del engranaje narrativo, tal vez se deba a que el comediante se desenvuelve mejor en espacios donde se permite la improvisación como en la radio o en el teatro. Conclusión Una Noche de Amor es una propuesta original pero con desaciertos que la alejan de su verdadero potencial. Una comedia romántica que empieza bien y se desinfla conforme pasa el tiempo.
Lauren Cohen protagoniza El Niño, film que continua el legado de los muñecos malditos en el cine de terror. Juguete Rabioso Jovencita naive con pasado turbulento encuentra trabajo de niñera en una ominosa mansión victoriana, ah y el infante que debe cuidar es un inquietante muñeco símil Chirolita. En la superficie no parece ser el argumento más original para una película de terror, pero este film dirigido por William Brent Well cuenta con los suficientes recursos para diferenciarse de otros productos más estandarizados - y de peor calidad- como Annabelle. Stacey Menear, responsable del guión, es bien consciente de los clichés del género y opta burlarse sutilmente de ellos en la primera -refrescante- media hora del film. Por otro lado, si bien la trama puede llegar a rozar los elementos sobrenaturales que suelen conformar las historias de muñecos malditos, el enfoque otorgado por Menear se acerca mucho más al thriller psicológico y a las consecuencias traumáticas de un hecho tan terrible como la perdida de un hijo. Y quizás ésto sea el mayor acierto del film, evitar de manera inteligente caer en el terreno del camp y la clase B (una salida fácil cada vez más frecuente hoy en día). Esta evasión dista de la pedantería artística y es justificada en una narración utilizada como vehículo de intenciones ideológicas. Ser como el niño Pese a su espírítu irreverente, El Niño no es reluctante al género y cumple algunas de sus requisitos con una buena dosis de sustos - los llamados jump scares - y advertencias fantasmagóricas. La dirección de Brent Bell es correcta aunque bastante limitada y no termina de materializar un guión con muchas posibilidades. Lo mismo se puede decir de las interpretaciones de Lauren Cohen (The Walking Dead) y Rupert Evans (Hellboy, The Man in the High Castle), dúo protagonista que tiene su inevitable e innecesario momento romántico pero que no pasa de un acartonado estereotipo. De todas maneras, es en Cohen donde se traslucen las deficiencias actorales más importantes ya que el verdadero peso del film recae en su personaje, la víctima principal de los tormentos sobrenaturales y psicológicos producidos por el "pequeño niño" llamado Brahms. Y sí, no es el nombre más escalofriante y honestamente hay un vasto mundo juguetes mucho más perturbadores en el mundo del cine; así que si andaban buscando una película que les infunda horror indescriptible tal vez no sea ésta. Conclusión Con sus aciertos y errores, El Niño es una más que digna alternativa dentro del cine de terror y una buena opción si buscan sorpresas y originalidad.
Un detective y una doctora del FBI escéptica acuden a un psíquico para detener a un asesino serial. No, no es un mal episodio de “X-Files”, ni una parodia de “South Park”, es la trama de “En la mente del asesino”, un thriller policial con tintes paranormles protagonizado por Anthony Hopkins, Jeffrey Dean Morgan y Abbie Cornish Asesinos de Interés El policial ha sido ampliamente abarcado tanto por la literatura y el cine, su vigencia hoy en día se debe en buena parte a la inventiva de diversos autores que han sabido renovar el género a través de las décadas. Existen todo tipo de policiales, pero hay dos películas que particularmente han moldeado este tipo de producciones en el contexto de la cinematografía actual y sobre todo, en el film del que hoy nos toca hablar. La primera, es Se7en (1995) de David Fincher, de la cuál toma su estética y estructura narrativa; y la segunda es El Silencio de los Inocentes (1991) de Jonathan Demme, de la cuál no sólo toma al personaje sabio y excéntrico sino que también toma al actor que se encarga de interpretar a este arquetipo dramático. Sin embargo, la burda imitación de estas dos joyas es el menor de los problemas de En la Mente del Asesino. Desde el vamos, el director brasileño, Afonso Prayet arranca descartando cualquier tipo de elemento sorpresa en el relato ya que con sólo ver en los créditos iniciales el nombre de un reconocido actor podemos saber que ese será el asesino – algo que Fincher supo reservar en Se7en quitando el nombre de Kevin Spacey -, por lo tanto ya sabemos que el descubrimiento del homicida no tendrá ningún tipo de peso en la trama, así que lo importante -supongo- va a ser el proceso o el desafío que propondrá el antagonista hacia los protagonistas. Por otro lado, la principal motivación del asesino además de trillada, es incluso bastante razonable – y hasta justa- si uno se lo pone a pensar; es decir, no es lo suficientemente retorcida y sádica para que genere en el espectador una sed de “justicia”. Da igual que lo atrapen o no, ya que a) sabemos quien es b) el misterio de su modus operandi no es interesante. El Mentalista El supuesto valor agregado del argumento es el tono pseudo-sobrenatural de los poderes psíquicos de Anthony Hopkins, excusa para recurrir a un montón de efectos de montaje con aspiraciones simbólicas que nunca terminan de deslumbrar. Quizás el peor pecado sea ver a Hopkins desaprovechado y estancado en su papel de Hannibal Lecter multiuso; otro indicio de un guión carente del cualquier tipo de poder creativo. El resto del reparto sufre la misma deficiencia convirtiéndose en cúmulo de lugares comunes, Jeffrey Dean Morgan como el detective optimista y amante de la familia; y Abbie Cornish como la agente neófita pero con carácter. Y no voy a spoilear, pero el asesino tampoco salva al espectador de clavarse una hora y media viendo esta película Conclusión En la Mente del Asesino anula cualquier posibilidad de entretenimiento gracias a su abundancia de clichés y total desperdicio de talento actoral. Una producción olvidable y apenas disfrutable.
Christian Bale, Ryan Gosling, Steve Carrel y Brad Pitt esclarecen el absurdo universo de Wall Street a través del absurdo prisma de Adam McKey. Todo lo que siempre quiso saber sobre la crisis económica de 2008 y no se animó a pregunta Hace ocho años una compañía financiera llamada Lehmann Brothers quebraba y la economía mundial se iba al tacho. Nadie lo vio venir…salvo por unos tipos bastante extraños que lo advirtieron y se aprovecharon de la situación. La Gran Apuesta toma como excusa la historia de éstos cuatro “visionarios” para explicar de una forma directa y visceral las razones por la cuál el mundo se vino abajo. Adam McKey es probablemente uno de los mayores responsables del nacimiento de la así llamada “nueva comedia americana”. El nombre del cineasta suele estar asociado a las producciones más delirantes de Will Ferrell (incluida la fenomenal gema de culto Anchorman: La Leyenda de Ron Burgundy),y quizás cuando pensamos en su estilo (una buena mezcla entre improvisación y humor desquiciado) la primera opción no sea asociarlo a complejos entramados macroeconómicos. Sin embargo, la crisis de 2008 no es un tema ajeno al director, quien incluso había tenido un primer acercamiento en el final de su último film, The Other Guys. Y por otro lado, no hay nada más disparatado e irracional que el capital financiero, por lo tanto nada mejor que la impronta de McKey para contarnos como funciona este supuesto sistema. Explicame que me gusta Generalmente, cuando un film explícita información a través de diálogo o voice over es porque carece de la inventiva para utilizar un dispositivo audiovisual como medio narrativo. Son muy pocos los cineastas que hacen un arte de la exposición, Sorkin y Scorsese son parte de este selecto grupo; McKey lo sabe y toma los mejores elementos de los dos para estructurar su relato. El director apela a un diálogo furioso y acelerado pero a su vez se detiene – literalmente – a elucidarlo rompiendo la cuarta pared de una manera muy graciosa.En este sentido, el montaje funciona de gran manera y es uno de los mejores aspectos del film ya que no sólo tiene la función de hacer estas pausas de manera orgánica sino también interconectar cuatro focos narrativos diferentes. La Gran Apuesta comparte varias aristas (algunas directas) con El Lobo de Wall Street, pero con la diferencia que intenta explicar el “Fugazi” (básicamente el humo) de la Mano Invisible del Mercado. Algo así como el documental “Inside Job” pero ficcionalizado. Si bien hay a un tratamiento bastante equilibrado de los personajes, es Steve Carrell el que se lleva la mayor parte del metraje. Su papel es el único que tiene un verdadero costado emocional desarrollado por fuera de las necesidades del guión; y más allá de su horrible peluca, es un punto de empatía dentro de un nido de ratas y especuladores. Le siguen por debajo Gosling, de buena interpretación pero bastante acotado ya que cumple el rol de narrador, y un excéntrico Christian Bale -no, no hace de Patrick Bateman – que siempre resalta en este tipo de personajes. Lo peor realmente es Brad Pitt (productor de la cinta) que como en 12 años de Esclavitud se limita a ser una vez más el prodigioso salvador moral de la humanidad. Conclusión Con un guión revulsivo, buenas actuaciones y gran trabajo de montaje, La Gran Apuesta es una mirada fresca y singular sobre uno de los hechos mayor impacto mundial de los últimos tiempos.
La más griega de las tragedias Shakespeareanas vuelve a la pantalla grande en una más que interesante adaptación de Justin Kurzel. Estilizada, épica y original, la obra del literato inglés más vigente que nunca. Lo hermoso es feo y lo feo es hermoso En más de un siglo de cinematografía, la obra de Shakespeare ha tenido todo tipo de adaptaciones; algunas extremadamente fieles al material original y otras que directamente pueden llegar ha dar vuelta todo el relato original. Tanto de un lado como otro se pueden encontrar films excepcionales y tan diferentes como pueden ser Hamlet de Laurence Olivier o Ran de Akira Kurosawa (Adaptando Rey Lear). Lo llamativo de este film es como su realizador, Justin Kurtzel, ha logrado sublimar estas dos tendencias e incluso incorporarle elementos de géneros impensados como escenas de acción y batallas en slow motion. De alguna forma, todo funciona y se complementa a la perfección (es como si Zack Snyder fuera buen director). En ningún momento el director opta por otorgar una versión naturalista pero tampoco termina siendo inaccesible para el espectador. Por un lado, los diálogos están directamente extrapolados de la prosa original, no dándole otra alternativa al espectador más que sentarse y prestar atención. Sin embargo, la puesta y la fotografía construyen una rara mezcla de-algo-así como un minimalismo ampuloso; austero y recargado, historicista y contemporáneo al mismo tiempo. Esta particularidad desestima la distancia que puede darse entre la película y el receptor. En un momento puede haber un soliloquio y en otro violencia visceral salida de una de Ridley Scott. En las montañas de la locura Con Macbeth podríamos dedicar un buen tiempo a elogiar la extraordinaria belleza de sus imágenes, pero la verdad es que nada funcionaría sin la labor de los actores encargados de interpretar los complejos roles principales que la obra demanda. MIchael Fassbender es la clave para que todo funcione, se pone al hombro la película con sus expresiones, su dicción, su cadencia, básicamente impone el ritmo y teje todo las redes argumentales que engrosan la trama. Si hay un flanco por el cuál se le puede entrar a este largometraje es por el lado del personaje de Lady Macbeth interpretado por Marion Cotillard, un punto clave (oh, you damned spot!) en la historia y catalizador de la ambición desmedida de su marido. En un contexto plenamente escocés, es notorio el acento extranjero de la francesa; desde otro angulo su malicia nunca llega a ser igualmente proporcionada a su arrepentimiento. Pero ésto no parece ser casualidad ya que se hace hincapié en su resentimiento ante su frustración maternal, otorgando fundamento a su conspiración. Lo cual no quiere decir que se tenga que convertir en una villana maquiavélica, sino que por la impronta de Cotillard las escenas más oscuras no funcionan tan bien como aquellas en las que muestra su fragilidad. Conclusión Macbeth no sólo captura la esencia de uno de los escritos más importantes de Shakespeare, sino que también aporta innovación y originalidad con su particular enfoque y prodigiosa dirección. El próximo proyecto de Kurzel es Assasin’s Creed, quizás pueda vencer a la profecía y por fin alguien sea capaz de otorgar una buena película basada en un videojuego.
Angelina Jolie dirige y co-protagoniza junto a su marido Brad Pitt, Frente al Mar. Un drama marital inspirado en el cine francés de los años 60. Monsieur et Madame Smith Aparentemente Jolie, digo, Jolie Pitt (es mujer casada, más respeto), se cansó de la frivolidad de Hollywood. Años brindado grandes interpretaciones como en…en.. El Sustituto de Clint Eastwood y…¿Tomb Raider?… no pudieron saciar sus aspiraciones humanas y artísticas, la vorágine del show business fue demasiado para ella y se dio cuenta que estaba para cosas más serias. La respuesta estaba en ir detrás de las cámaras y por fin otorgar al pueblo su visión de un mundo en permanente conflicto. Primero con un film sobre la Guerra de Bosnia, porque la guerra es mala. Después sobre un atleta y héroe americano de la Segunda Guerra Mundial, porque la guerra es mala pero puede ser buena si es contra los malos malos. Y ahora ya fue lo bélico, todos sabemos que si es francés es de calidad y más si es un drama marital. Adios a la gilada, de ahora en más Rohmer, Resnais y Truffaut serán sus únicos referentes. El sacastómetro debe estar por las nubes Frente al Mar debe ser una de las películas más pedantes, aburridas y pretenciosas que se hayan hecho en los últimos tiempos. Es de ese tipo de producciones que en la jerga cinéfila (?) suelen denominarse como “vanity project”, es decir proyectos vanidosos donde una actriz o actor se encarga de todos los aspectos de un film para poder validar su supuesto prestigio artístico (Battlefield Earth el caso de Travolta, y todas lo que hizo alguna vez Kevin Costner). El ego y la autoindulgencia están a la orden del día y son el principal motivo de falencia en este tipo de films. ¿De qué la va entonces? Los Pitt interpretan a un matrimonio en decadencia – como la vida real pero sin hijos tercermundistas – cuya estadía en la campiña francesa no hará más que hundirlos en su propia oscuridad. Ah, y a veces aparece Melanie Laurent desnuda, pero tampoco es demasiado interesante. Que profundo…aburrimiento Voy a ser directo, de alguna manera Jolie quiso homologar un film francés de la Nouvelle Vague sin entender el sustrato o los procedimientos de este movimiento. Frente al Mar es una imitación vacua, superficial y extremadamente redundante en sus objetivos. Jolie confunde lentitud con falta de rítmo, su trabajo se basa de un montón de planos inconexos, imágenes que parecen partir de una narrativa lineal pero sin ningún tipo de fluidez en un montaje extremadamente rudimentario. Este problema puede extenderse al resto de los elementos del film, desde los diálogos absurdos y subrayados hasta las paupérrimas “actuaciones” de la dupla protagonista. Conclusión Frente al Mar es un vano intento por parecer avant garde de la manera más forzada posible. Técnicamente incompetente y conceptualmente obvia, un producto que se asemeja más a una parodia que a una verdadera obra de autor.
Porque no todo en la vida es Star Wars, llega una inusual y muy estimable comedia dramática de la mano de J.J.Abrams. Directo de Sundance El Festival de Sundance es el evento más importante del “cine independiente” norteamericano y representa una de las pocas oportunidades de exposición para cineastas incipientes. Desde su inicio en 1983, esta celebración ha crecido al nivel de convertirse en un espacio de validación artística para muchos actores y actrices que no obtienen suficiente respeto gracias a su participación en el mainstream. Sentimientos que curan -hicieron lo que pudieron los traductores con Infinitely Polar Bear– es uno de estos casos; una propuesta que incluye la participación estelar de Mark Ruffalo y Zoe Saldana, la producción de J.J.Abrams (Bad Robot) y una directora debutante como Maya Forbes. Una película que funciona a beneficio de todos los integrantes, incluido el espectador. Amor bipolar Ruffalo interpreta a Cameron, un padre de familia maníaco-depresivo -no, no se transforma en Hulk- . que debe cuidar a sus dos hijas tras la decisión de su esposa, Zoe Saldana, de estudiar 18 meses en Nueva York para ulteriormente encontrar un trabajo que pueda sustentar el pobre estado económico de su familia. La trama se inserta temporalmente dentro de la década de los 70s pero a diferencia de muchos films sobre este período, la puesta en escena apenas lo hace notar sin exagerar nunca con peinados estrambóticos ni vestuario a lo Travolta – cof cof, American Hustle, cof cof -. Para ésto, Forbes recurre a una textura visual cercana al Super 8 sumado a algún que otro detalle tecnológico de la época. Luego de años escribiendo por encargo películas infantiles (Monsters vs.Aliens y El Diario de Craig 3, entre alguna de ellas), Maya Forbes obtiene la chance de firmar – y dirigir por primera vez- su guión más adulto y personal hasta la fecha; que si bien ahonda en temas serios, prioriza el humor y la fluidez del relato ante todo. Sin embargo, es la performance de todo el reparto lo que le da verdaderamente dimensionalidad al argumento. Ruffalo compone a un protagonista luminoso con pasajes oscuros sin caer nunca en el cliche del patetismo forzado. Saldana se limita a acompañar correctamente y tiene buena química pero queda opacada por las brillantes actuaciones de las jóvenes Ashely Aufderheide y Imogene Wolodarsky como las hijas del matrimonio. Si la película funciona es en gran parte por ellas dos. Pese a todas sus virtudes, es inevitable encuadrar a Sentimientos que curan dentro de géneros del “indie” – ¿indie de qué?, no sabemos- como el mumblecore o el coming-to-age. En esta gama de largometrajes, es común encontrar una pareja heterodoxa con aspiraciones peculiares, niños confundidos y música folk optimista con ukelele. No tengo nada en contra de los géneros…siempre y cuando se reconozcan como tal y no como una obra de arte de completa originalidad. Bueno, quizás estoy siendo demasiado quisquilloso, lo admito. Conclusiones Con un buen guión y grandes actuaciones, Sentimientos que curan es un film que le escapa a la grandilocuencia para contar una historia tan sencilla como disfrutable. A seguir esperando más de Sundance.
La muerte a un solo un click de distancia. Los drones y la contradicción de la tecnología al servicio de la guerra. La llamada del deber La psíquis del soldado americano ha sido ampliamente explorada en el cine moderno. Películas como The Hurt Locker o la muy reciente American Sniper son ejemplos que han profundizado en esta temática siempre tomando como contexto el mundo post 11/9/2001. Máxima Precisión continúa esta línea de largometrajes pero con la particularidad de nunca adentrarse en el campo de batalla. El último film de Andrew Niccol – guionista de Truman Show y director de Gattaca – narra la historia de Thomas Egan (Ethan Hawke), integrante de la fuerza aérea, cuya responsabilidad es manejar los U.A.V.s (Unmaned Aerial Vehicles), es decir, los comúnmente denominados Drones. Armas de destrucción controladas a distancia por un software emparentado con la lógica gamer. La vida del “piloto” que maneja estos bombarderos inteligentes es relativamente simple: se levanta a la mañana, desayuna unos cereales junto a su esposa (January Jones), maneja su Mustang a través de Las Vegas, mata a algunos musulmanes (algunos niños si es necesario) desde una base militar y retorna a su confortable refugio suburbano para descansar. Todo muy lindo si dejamos a las víctimas inocentes de lado, algo que el personaje de Ethan Hawke no parece tomar muy a la ligera. El cuestionamiento a las políticas internacionales de Estados Unidos está muy claro en el guión; explícito en cada diálogo, en cada escena, en cada cliché. Desde la tensa operación antiterrorista donde un niño aparece súbitamente en un descampado, hasta las trilladas escenas de alcoholismo y autodestrucción con heavy metal de fondo. La culpa, la guerra injusta (si es que alguna vez una guerra fue justa), la amoralidad de las órdenes militares y la falta de comprensión humana atormentan a nuestro frágil protagonista y lo llevan por un camino de crisis cuasi existencial. Esa es la trama, y no mucho más, un panfleto bastante obvio de algunos flagelos hartamente conocidos. Todos los personajes son unidimensionales y resumidos en un montón de frases acartonadas sin ningún tipo de dimensión emocional. El coronel malhablado, la novata frágil y liberal, el marine retirado que quiere volver a ruedo; el marine derechoso que habla como cowboy y la esposa relegada a la soledad doméstica. La oportunidad de innovación en el relato es desperdiciada ya que el director se queda con la simplicidad de estos estereotipos en vez de ahondar en algunas problemáticas que apenas supo vislumbrar sobre la ficción y la tecnología en una sociedad violenta. Paradójicamente, el mayor error de este film es el mayor acierto. Niccol, cineasta que supo brindar buenas dosis de originalidad en la narrativa, aquí no encuentra los recursos necesarios para sustentar el conflicto interno de los personajes y recurre a una aliteración de secuencias que se basan en momentos de suspenso relativamente entretenidos. Es decir, la guerra como entretenimiento cinematográfico, como si fuera un videojuego de estrategia militar. Dichas escenas, principalmente compuestas por un plano picado (hecho por computadora), dos actores y una explosión (también hecha por computadora) funcionan bastante bien y son prácticas para el moderado presupuesto con el que se tuvo que manejar la producción. Entonces, lo que se supone es un crítica se convierte justamente en aquello que intenta criticar. Justamente si la vida humana no debe ser tratada como si fuera un divertimento pixelado en una pantalla, por qué vanagloriarse sobre este mismo punto. Conclusión Máxima Precisión es un film que intenta ser revulsivo sin conseguirlo en ningún momento. Un cúmulo de lugares comunes sin mayor atractivo que unas pocas escenas de tensión tan correctas como su aspiración política.
Guillermo Del Toro retorna a su género predilecto con La Cumbre Escarlata. Una carta de amor al terror gótico del siglo XIX. Soy tu fan Antes que cineasta, Guillermo del Toro (Titanes del Pacífico) es un friki. Un entusiasta – casi un enfermo – de todo lo relacionado a criaturas y cuentos fantásticos; un tipo que ha confesado caer en la bancarrota por invertir todos sus ingresos en animatrónics y bichos de goma espuma. Por suerte para él – y para nosotros – es esta afición justamente lo que hace a sus trabajos tan fascinantes y especiales. A diferencia de muchos de sus colegas, este director mexicano cuenta con la ventaja de poder embarcarse en proyectos que realmente ama; es un fan del cine de género, alguien que entiende sus reglas y a sus seguidores a la perfección. Por eso, cuando vemos una de sus películas, sabemos que estamos ante algo diferente, algo que con un toque especial; y su último largometraje no es la excepción. La combinación de relato de época con fantasía ya había sido revisitada por el propio director con El Espinazo del Diablo y El Laberinto del Fauno. En aquellos films, el contexto histórico era el Franquismo en España y los elementos sobrenaturales funcionaban como alegoría política sobre el flagelo social circundante. En La Cumbre Escarlata, la decisión de situar el argumento en la Inglaterra decimonónica es absolutamente necesaria para establecer un tipo de narrativa enquistada en el gótico anglosajón. Y si bien no hay un comentario ideológico tan explícito, la inclusión de fantasmas y criaturas del inframundo no son más que manifestaciones bucólicas de los personajes. En otras palabras, si el conflicto antes era la falta de libertad, ahora es la falta de amor. Otra vuelta de tuerca La trama gira en torno a una joven aristócrata americana (Mia Wasikowska) apellidada Cushing – una clara cita a Peter – , desposada por un extraño barón inglés (Tom Hiddleston) y que ahora deberá experimentar una no tan placentera estadía junto a su nuevo marido y perturbadora cuñada (Jessica Chastein) en la abominable mansión que éstos poséen. El guión trata de instalar con la mayor solvencia posible las directrices del subgénero, ponderando el desarrollo de los personajes y sus tribulaciones existenciales por sobre los giros y las sorpresas tan comunes – y mediocres – a las que estamos acostumbrados dentro del cine de terror actual. Es otro enfoque, uno más cercano a un cuento de hadas retorcido, o más precisamente, a un cuento romántico que expresa el lado oscuro del amor en términos sobrenaturales. De esta manera, el motor que moviliza el argumento depende en buena parte de la actuaciones de sus tres protagonistas. El trinomio Wasikowska – Hiddleston – Chasstein consolida las pretenciones de sus guionistas con muy buenas performances, convirtiéndose así en una de las principales virtudes del film. El único desacierto en este sentido, es que el énfasis en la construcción de los personajes relega la elaboración de la historia, que puede llegar a ser algo predecible y mundana en comparacion con otras narraciones de este estilo.. Párrafo aparte para el diseño de arte, ingrediente que se destaca en todas las producciones de Del Toro y que aquí enmenda cualquier error que se le pueda encontrar a la película. La puesta contiene un grado de detalle impresionante, desde la utileria hasta la arquitectura pasando por la vestimenta. Ni hablar de los efectos especiales prácticos y los agregados por computadora que dan ese toque final para la composición de planos verdaderamente hermosos. Conclusión Si tienen la intención de ir a ver La Cumbre Escarlata con ánimos de encontrar sustos efectistas y violencia a rolete, lamento informarles que deben desistir de tales expectativas porque la última obra del director de Hellboy tiene muy poco o nada de eso. Ahora, si son fanáticos de Vincent Price y de autores como Henry James, Bram Stoker o Edgar Allan Poe; vayan corriendo al cine porque ésta es definitivamente su película.
El clásico relato de James Barrie vuelve nuevamente a la pantalla grande pero esta vez en clave de precuela para niños y no tan jóvenes-adultos. La aventura y los efectos especiales están a la orden del día. Huele a espíritu adolescente Una de las actuales modas en Hollywood es tomar cuentos clásicos de la literatura infantil y aggionarlos en un tono moderno para las nuevas generaciones. Es decir, tratar de darle una vuelta de tuerca a una historia que ya conocemos todos y agregar esa cuota de acción y fantasía de la que ya venimos acostumbrados desde Harry Potter. Prueba de ello fueron films como Maléfica y Blancanieves y el Cazador; y ahora Peter Pan, que se suma como un nuevo bastión de esta reciente tendencia. La última película de Joe Wright (Orgullo y Prejuicio, Expiación: Deseo y Pecado) nos narra los inicios de Peter Pan (Levi Miller) en Nunca Jamás; tierra perdida y dominada por el pirata Barbanegra (Hugh Jackman), pintoresco corsario y explotador infantil – rara combinación – en busca del elixir más preciado: el polvo de hadas. Un agregado algo lúgubre a la mitología pero que no es nada comparado con los detalles perturbadores que se pueden leer generalmente en la literatura infantil del siglo XIX -y si no me creen, lean la historia original de Caperucita Roja-. Al ser un film live-action (es decir, con seres humanos de carne y hueso) el primer recuerdo que se nos viene a la cabeza es Hook; sin embargo, a diferencia de ese recordado largometraje de Spielberg, Peter Pan nunca se explicita como un producto específicamente pensado para los más chiquitos. Aquí el límite de edad se estira y apela a un espectador más adolescente con un importante bombardeo de acción y efectos especiales. También resulta curiosa la intromisión de covers de bandas como Nirvana y Ramones, incluso alguno de ellos interpretados por el propio Jackman. El camino del héroe La película mantiene un ritmo fluido y entretenido por el mayor parte del metraje salvo por la inclusión de algunas secuencias explicativas e innecesarias donde se intenta no estancar la trama. Paradójicamente lo que ocurre es todo lo contrario y es aquí donde se encuentran los baches más importantes. El guión no aporta demasiada originalidad al imaginario de Barrie, recayendo en la arquetípica historia de la “profecía del elegido” y convirtiendo al conflicto central en otra pelea de Nativos vs Invasores a lo Avatar (o sea Pocahontas, o sea Danza con Lobos). No obstante no son todas pálidas, la dinámica establecida entre Garfío y Peter Pan sumado a la construcción del villano es realmente de lo más divertido del film, ésto claro, apoyado por las buenas interpretaciones de Garret Hedlund (Tron, Inside Llewyn Davis), Levi Miller y Jackman respectivamente. Si bien hay una notable dedicación al diseño de arte, no hay una línea de coherencia en el mismo, nunca se encuentra un estilo definido en una puesta donde se mezcla la estética de principios de siglo XX con la distopia de Mad Max y elementos de la Superman de Richard Donner – se van a dar cuenta cuando lo vean -. El verdadero acierto en este terreno es darle un carácter original e imaginativo a los nativos del Nunca Jamás, de esta manera se esquiva la polémica y la tremendamente racista representación que Disney había incluido en la película animada. Por otro lado, es indudable la belleza de los paisajes creados por la animación computada, acrecentados por un buen uso del 3D. Conclusión Pese a sus desperfectos de diversa índole, Peter Pan puede resultar una buena opción para ir al cine con la familia y dejarse llevar por sus bellas imágenes y entretenida narrativa. Pudo haber sido mejor, pero a veces sólo con eso alcanza.