Frozen 2 no logra recuperar la magia de la original Disney quiere repetir su más grande suceso animado con una secuela que se esfuerza poco y nuca llega a estar a la altura de la original. Tras su estreno en 2013, “Frozen: Una Aventura Congelada” (Frozen, 2013) se convirtió en la película animada más taquillera de todos los tiempos a nivel mundial, con más de mil doscientos millones de dólares recaudados, dos Oscar en su haber, y un tema musical principal que todavía taladra los oídos de los adultos alrededor del globo. No podemos culpar a Disney por querer repetir esta hazaña, expandiendo el universo de sus princesas empoderadas y una historia basada muy libremente en “La Reina de las Nieves” de Hans Christian Andersen. Más allá de la espectacularidad de los paisajes escandinavos y las pegadizas canciones de Kristen Anderson-Lopez y Robert Lopez, Elsa y Anna de Arendelle llegaron para romper varios de esos preconceptos y arquetipos impuestos por el propio estudio a lo largo de décadas y décadas de aventuras animadas protagonizadas por simpáticas jovencitas en busca de un príncipe azul. La historia de las hermanas que se ‘salvan a sí mismas’, sin necesidad de intervención patriarcal, resonó en cientos, miles de niñitas que todavía siguen entonando “Libre Soy” como himno de los tiempos de cambio de los que el cine infantil tampoco puede (ni debe) escapar. “Frozen” terminó de allanar el camino principesco que arrancó con “Mulan” (1998) y siguió con “Enredados” (Tangled, 2010), “Valiente” (Brave, 2012) -sirve de ejemplo, aunque sea de Pixar) y “Moana: Un Mar de Aventuras” (Moana, 2016), protagonistas que anteponen sus sueños y objetivos por encima de las tradiciones y los mandatos sociales. “Frozen II” (2019) tenía la dura tarea de superar (o igualar) a la original, cosa que hizo en las taquillas, pero no cuando se trata de una narración con ganas de romper fórmulas y alejarse de esas secuelas ‘berretas’ directo a DVD. Chris Buck y Jennifer Lee se vuelven a hacer cargo de esta historia, años después de los sucesos de la primera película, donde vemos a todos muy contentos en el reino. Las cosas se complican cuando Elsa (voz de Idina Menzel) despierta a los viejos espíritus del bosque encantado, obligando a los habitantes de Arendelle a abandonar el lugar. En busca de respuestas sobre su pasado, su futuro y el origen de sus poderes, la reina, su hermana (Kristen Bell), Kristoff (Jonathan Groff), Olaf (Josh Gad) y Sven se internan en la espesura, sin saber que esta nueva odisea va a revelar unos cuantos secretos familiares. Elsa debe ir "Mucho Más Allá" “Frozen II”, lamentablemente, cae en los lugares comunes más gastados, repitiendo muchos de los recursos que funcionaron en la primera entrega y volviendo a esos mismos esquemas que quiso romper seis años atrás. La historia de Buck y Lee es demasiado previsible (incluso para el público más menudo) y reiterativa, prefiriendo algunos golpes bajos y resoluciones de manual antes que el riesgo narrativo. Ni siquiera la banda sonora logra conquistarnos y reemplazar el hit de Menzel con “Into the Unknown”, el nuevo momento de lucimiento para Elsa. Es más, ninguna de las canciones llega a destacarse, haciendo que este musical pierda un poco de su encanto. La verdadera virtud de esta secuela congelada se encuentra en su aspecto visual. Todo está recargado de detalles y paisajes abrumadores imposibles de dejar pasar, pero también apuntan a un estilo más marketinero donde todo, en la pantalla, puede convertirse en un producto a explotar; si no, no se entienden los constantes cambios de atuendos de sus protagonistas. La estética y el nivel de animación que consiguió el estudio del ratón (siempre a la vanguardia) no alcanzan para que “Frozen II” se destaque por sí misma, y a pesar de los miles de millones en la boletería, estamos ante una nueva continuación que no va a dejar su huella en la historia cinematográfica. Nada como cruzarse con un bosque encantado. Suponemos que esto último no le quita el sueño a Bob Iger (presidente del estudio), aunque parece ser un síntoma para Disney dentro de un año muy taquillero, pero recargado de historias (remakes, live actions, desenlaces de franquicias) que no terminaron de satisfacer las expectativas del público. Un ‘reclamo’ a tener en cuenta para esta nueva etapa donde el ratón también se va a hacer cargo de las producciones de 20th Century Fox, inundando un poco más el mercado con sus fórmulas y métodos de producción. Volviendo a “Frozen II”, la historia suma algunos personajes nuevos -Evan Rachel Wood como la mamá de las nenas en los flashbacks del relato, y Sterling K. Brown como el teniente Matthias, un hombre leal a la corona- y se sigue apartando de la estructura del clásico villano, pero ahí también residen muchos de los problemas del film que nunca encuentra un verdadero hilo conductor. En cambio, salta desenfrenadamente de situación en situación y de número musical en número musical. Contrariamente a lo que hubiéramos esperado, Olaf se transforma en el MVP de esta aventura, mucho más que el comic relief de la primera entrega que, acá, agrega humor y ternura a una historia que no siempre sabe de dónde sacarlos.
Star Wars: Episodio IX cierra la historia de los Skywalker La saga más famosa de todos los tiempos llega a su fin y es probable que la galaxia vuelva a convulsionarse con las opiniones divididas. or más que nos pongamos el traje de ‘crítico profesional’ y nos comprometamos a enarbolar la bandera de la objetividad a toda costa, el trabajo en sí se hace difícil cuando nos llega el momento de pararnos ante un producto que nos toca de cerca en las pasiones. Así y todo, hacemos el esfuerzo para mantener el entusiasmo a raya y la integridad a tope, en beneficio de la obra, del espectador y de nuestra propia credibilidad como comunicadores. Ahora, ¿qué pasa cuando las expectativas se interponen en el camino? (Porque las expectativas SIEMPRE lo hacen). También hay que dejarlas de lado, pero mantener el contexto. La saga de los Skywalker comenzó hace 42 años en esa galaxia muy, muy lejana pergeñada por un joven y entusiasta George Lucas. Un realizador del ‘Nuevo Hollywood’ que quiso amalgamar todas SUS pasiones en una sola epopeya espacial, mezclando el camino del héroe con samuráis intergalácticos, entre muchas otras cosas. La historia del hijo (Luke) se transformó en la del padre (Anakin) para completar un relato de redención que conquistó a varias generaciones. Pero Star Wars no quería quedarse con su trilogía original y sus precuelas, por eso, en 2015, el plan inicial de Lucas -el de los nueve episodios- empezó a concretarse y con él, el final de este recorrido que arrancó en 1977. Ningún desenlace, sobre todo el de una franquicia tan amada, puede dejar a todos contentos, pero hay cierta expectativa (por parte de los críticos y de los espectadores) por cumplir algunos ‘requisitos’. Lamentablemente, “Star Wars: El Ascenso de Skywalker” (Star Wars: Episode IX - The Rise of Skywalker, 2019) cae en los mismos vicios (y errores) que el final de “Game of Thrones” (2011-2019), donde sus responsables decidieron actuar en beneficio del ¿fandom? y no de las necesidades de su propia narrativa. El resultado es una historia desprolija y apresurada que cree que debe enmendar los deslices de su antecesora, y en ese choque de visiones, los que más sufren son los protagonistas y sus propósitos. A J.J. Abrams -creador de “Lost” (2004-2010)- le tocó dar ese puntapié inicial con “Star Wars: El Despertar de la Fuerza” (Star Wars: Episode VII - The Force Awakens, 2015) cuando Disney adquirió los derechos de Lucasfilm y se encaminó hacia el final de la saga. Rian Johnson tomó el testigo con “Star Wars: Los Últimos Jedi” (Star Wars: Episode VIII - The Last Jedi, 2017), construyendo sobre la historia de Abrams, Lawrence Kasdan (guionista legendario de la franquicia) y Michael Arndt, y otorgándoles muchísimos más matices a esos mismos personajes y sus motivaciones. Los ‘cambios’ implementados por el realizador no cayeron tan bien entre los fans de la vieja escuela y dividieron las aguas. La partida forzosa de Colin Trevorrow -realizador original de Episodio IX- tampoco ayudó al convulsionado futuro de la trilogía, por eso el regreso de J.J. se lee como la jugada salvadora (y segura) para la compañía del ratón. Abrams y el guionista Chris Terrio -ganador del Oscar por “Argo” (2012) y responsable de “Liga de la Justicia” (Justice League, 2017)- tomaron la decisión consciente de descartar casi todas las ideas de Trevorrow, y mucho (mucho) de lo planteado por Johnson, para retomar el camino de Episodio VII, una senda menos agitada y más recargada de esa nostalgia que conecta mejor con el fandom. A todos nos gustan los guiños y las referencias que entrelazan aquel pasado con este presente, pero los realizadores se empachan a tal punto que la historia en sí ya no importa, sino rellenar todas esas casillas antes de llegar al cierre. La primera hora de “El Ascenso de Skywalker” es un compendio de escenarios que recorren nuestros héroes y villanos en busca de pistas o soluciones para esa batalla final que se avecina y es inevitable. El relato arranca ahí donde nos dejó Johnson, con una Resistencia diezmada y necesitada de ayuda, Rey (Daisy Ridley) intentando terminar su entrenamiento ¿jedi? bajo la atenta mirada de Leia (una Carrie Fisher que vuelve con imágenes que no se utilizaron en la entrega anterior) y Kylo Ren (Adam Driver), ahora autoproclamado Líder Supremo, queriendo eliminar cualquier amenaza que se interponga en su ascenso total al poder. Uf, justo en el corazón Apenas unas horas nos separan de una destrucción segura, ya que la Primera Orden tiene una nueva flota capaz de eliminar cualquier planeta que no se arrodille a sus pies. La misión de Poe (Oscar Isaac), Finn (John Boyega), Chewbacca y Rey es encontrar la ubicación de este ejército (bien escondido en un lugar recóndito e inaccesible de la galaxia), una tarea plagada de aventuras, reencuentros y peligros porque Kylo y sus Caballeros de Ren (Knights of Ren)-básicamente, un grupo de mercenarios a sus órdenes- les siguen los pasos. El joven Solo insiste en convencer a la aspirante a Jedi para pasarse al Lado Oscuro, un tire y afloje que los conecta más allá de su relación con la Fuerza. No podemos entrar en muchos detalles si queremos mantener los spoilers en cero, pero este lineamiento, así de básico como parece, también suma sus vueltas de tuerca (no todas satisfactorias), sus momentos emotivos, sus batallas épicas con navecitas a montones, sus duelos de sables de luz y todos los condimentos que uno quisiera esperar de semejante desenlace (porque esto es Star Wars). Pero la construcción de Abrams y Terrio es torpe y demasiado confiada en esa nostalgia que se empecinan en rescatar escena tras escena. Ya no caben dudas de que resolvieron saltear los conflictos (internos y externos) de “Los Últimos Jedi” y seguir adelante como si esta fuera una continuación directa de “El Despertar de la Fuerza” con sus blancos y negros bien determinados, sus héroes y villanos sin tantos problemas y esa redención inevitable que no puede faltar a lo largo de la epopeya. Abrams, como un rebelde sin esperanza, se rindió a los pies de los fans más tóxicos y cumplió sus caprichos sin entender que esta no es la solución para ‘agradar’ a todos. En el proceso, menospreció a grandes personajes (los que esos mismos fanáticos odiaron en la entrega anterior) y los mandó al rincón de la vergüenza, rellenando su historia con momentos bien propios de un fan fiction. El duelo de las Fuerzas Escribo esto con pesar porque no hay nada más triste que tener que criticar (negativamente) algo que nos gusta y nos acompaña desde siempre. Admitir que este no es el final más satisfactorio y es solamente un final, no malo, pero tampoco bueno. La magia no se pierde, cada secuencia esta abarrotada de épica y algún golpecito bajo para sacudirnos del letargo, pero la falta de riesgo y originalidad es lo que más termina afectando a este relato. La ‘comodidad’ estaba bien para Episodio VII después de las tumultuosas precuelas, pero J.J. no se animó a correrse de su zona de confort y ahí perdió la última oportunidad para brillar dentro de la franquicia. Ahora, a la distancia, podemos seguir reprochándole a Lucas muchas de sus decisiones (¡esos midiclorianos!), pero al menos intentó algo diferente en el camino de Anakin. “El Ascenso de Skywalker” no es “El Regreso del Jedi” (Return of the Jedi, 1983), pero las similitudes tampoco pueden dejarse a un costado, ni tampoco las posibilidades que se perdieron. Igual, Abrams nos deja un par de momentos para la foto y nuevos personajes como Zorii Bliss (Keri Russell), los cuales queremos volver a ver en el futuro. A él también le debemos esta nueva camada de protagonistas que supieron agarrar el testigo de Luke, Leia y Han, aunque no lleguen al estatus de ‘leyendas’ después de tanto manoseo narrativo. J.J. sumó diversidad, aunque por momentos se sienta forzada, y supo reescribir ciertos convencionalismos apolillados dentro de la franquicia. Su aporte no deja de formar parte del legado, pero (seguramente) será recordado como el director que se rindió ante el Lado Oscuro del fandom.
Secretos de Estado es un sólido drama de espionaje Keira Knightley quiere hacer el bien y termina acusada de traición en este thriller político basado en hechos reales. Estamos acostumbrados a ver thrillers políticos que dejan al descubierto los chanchullos del país del Note durante períodos históricos conflictivos, ya sean basados en hechos reales o no. Gavin Hood, responsable de obras tan dispares como la ganadora del Oscar “Mi Nombre es Tsotsi” (Tsotsi, 2005) y “X-Men Orígenes - Wolverine” (X-Men Origins: Wolverine, 2009), es el encargado de adaptar las experiencias de Katharine Gun, empleada del GCHQ -Government Communications Headquarters (Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno)-, uno de los tres servicios de inteligencia del Reino Unido, quien decidió filtrar un memo durante los preparativos de la invasión a Irak en 2003. Recordemos que estamos en el primer mandato de George W. Bush, con las repercusiones de los atentados del 9 de septiembre todavía resonando fuerte en las cabezas de los norteamericanos y el resto del mundo. La guerra contra el terrorismo está en marcha: Osama es el hombre más buscado, pero Irak parece tener escondidas esas escurridizas armas de destrucción masiva. A Saddam Hussein se la tenían jurada desde hace rato (la Guerra del Golfo), pero sabemos que los intereses pasaban por otro lado (pueden ver “El Vicepresidente” para entender las intenciones/negociados que manejaban Dick Cheney, Donald Rumsfeld y Paul Wolfowitz, entre otros). La invasión a Irak debía ser aprobada por la ONU, y ahí es donde entra el famoso memorándum y Gun (Keira Knightley), quien descubre una operación ilegal entre Estados Unidos y su país, Reino Unido, para tergiversar un poco las cosas. La tarea diaria de Katharine (traducir comunicaciones sensibles obtenidas por medios no tan éticos) no deja de ser espionaje desde un escritorio, pero entender las verdaderas repercusiones de lo que está pasando, la posibilidad de que Gran Bretaña se sume a la guerra para ayudar a su aliado yanqui, y pensando en todas las víctimas inocentes que pueda acarrear, la obligan moralmente a filtrar la información de la manera más anónima posible. Gun recurre a una amiga ligada a grupos antibélicos que están haciendo fuerza desde varios frentes para evitar la intromisión británica, y desde ahí llega a ojos y oídos de Martin Bright (Matt Smith), un inquisitivo periodista de The Observer, periódico que suele apoyar las decisiones del gobierno. Así, “Secretos de Estado” (Official Secrets, 2019) se nos presenta, primero, como un drama periodístico muy en la vena de “Todos los Hombres del Presidente” (All the President's Men, 1976) o “The Post: Los Oscuros Secretos del Pentágono” (The Post, 2017), mostrando todos los obstáculos que atraviesan los cronistas para hacer escuchar su voz y conseguir las pruebas suficientes para respaldar el artículo antes de que llegue a imprenta. Las decisiones de Gun afectan su matrimonio La publicación, obviamente, tiene repercusiones y es ahí donde la vida de Katharine se vuelve un infierno. A la larga, debe revelar su identidad y hacerse responsable de la filtración ante sus superiores. Para muchos es una heroína que ama a su país, para otros, una traidora a su gobierno. Al drama periodístico pronto se suma el drama legal y un montón de trabas que deben sortear los litigantes que van a intentar defenderla cuando los cargos en su contra finalmente se pongan sobre la mesa. Gregory Bernstein, Sara Bernstein y el mismo Hood se encargan de adaptar “The Spy Who Tried to Stop a War: Katharine Gun and the Secret Plot to Sanction the Iraq Invasion” de Marcia Mitchell y Thomas Mitchell; y gracias a un grandísimo elenco conformado por Knightley, Smith, Matthew Goode, Rhys Ifans, Adam Bakri, Ralph Fiennes y Conleth Hill, entre otros, consiguen un relato muy bien articulado y cargado de intrigas, con sus buenas cuotas de dramatismo y mensajes directos sobre la política local y la extrajera que afecta al Reino Unido, justo en épocas de Brexit y elecciones. Acá, buscando armas de destrucción masiva “Secretos de Estado” es un thriller correcto que se rige por todos los convencionalismos del género. Tal vez se embarulla demasiado al querer abarcar y explicar todos los aspectos de la historia y no centrarse tanto en su protagonista, quien termina siendo un peón narrativo para el lucimiento de la prensa y de los abogados. Hood arranca su relato prometiendo ese despliegue legal que trae consigo cualquier película de juicios, pero logra sorprender con algunos giros, corriéndose de esos lugares comunes, que rellena con las constantes disyuntivas de Katharine, no siempre lo mejor del conjunto, incluyendo la actuación de Knightley.
Agatha Christie para el Siglo XXI Los 'murder mysteries' vuelven a estar de moda gracias a esta genial historia pergeñada por Rian Johnson. Después de su incursión en esa galaxia muy, muy lejana con “Star Wars: Los Últimos Jedi” (Star Wars: Episode VIII - The Last Jedi, 2017), Rian Johnson decide alejarse de las franquicias multimillonarias, pero no bajar el perfil. Canalizando su mejor versión de Agatha Christie nos trae “Entre Navajas y Secretos” (Knives Out, 2019), un ‘murder mystery’ o whodunit (novela policíaca) que juega, rompe y moderniza las reglas de este género. Johnson escribe, dirige y se rodea de un elenco increíble -Daniel Craig, Chris Evans, Ana de Armas, Jamie Lee Curtis, Michael Shannon, Don Johnson, Toni Collette, Lakeith Stanfield, Katherine Langford, Jaeden Martell y Christopher Plummer- para sumergirnos en el supuesto asesinato de Harlan Thrombey (Plummer), exitoso y muy adinerado novelista de misterio que acaba de celebrar su 85° cumpleaños junto a su familia. A la mañana siguiente, su ama de llaves (Edi Patterson) lo encuentra sin vida, aparentemente, habiéndose cortado a sí mismo la garganta. Mientras los Thrombey esperan por la lectura del testamento, el detective privado Benoit Blanc (Craig) -contratado por una figura anónima- entra en escena para investigar a los miembros de esta dinastía que, al parecer, tienen muchos secretos escondidos en cuanto a su relación con el patriarca se refiere. Uno a uno se entrevistan con Blanc y nos vamos enterando de sus trapitos sucios: un yerno infiel, una nuera estafadora y un nieto mujeriego y despilfarrador que quedó afuera de cualquier herencia. Todos tenían un motivo para deshacerse de Harlan, pero las circunstancias cobran un giro inesperado cuando Marta Cabrera (De Armas), enfermera del escritor, se convierte en la figura principal de este enigma. “Entre Navajas y Secretos” se rige por las convenciones y tropos más puros del género, pero en manos de Johnson y sus personajes -con su mezcla de absurdo y humanidad-, la historia se nos presenta como algo fresco y novedoso, cuyas vueltas de tuerca nunca dejan de ser entretenidas y desafiantes para el espectador. El realizador de “Looper: Asesinos del Futuro” (Looper, 2012) y algunos de los mejores episodios de “Breaking Bad” (2008-2013) -bueh, tal vez, del mejor- nos convierte en testigos del misterio, aunque también en cómplices de lo que ocurre en la pantalla. El gran Benoit Blanc en acción Dentro de este reparto coral, donde todos tienen su momento para brillar, incluso los que apenas expresan palabra; Craig, De Armas y Evans dan un pasito al frente y se corren de sus papeles habituales para interpretar a tres piezas claves de este rompecabezas cinematográfico. La mansión de Thrombey, y cada uno de sus recovecos, también juega un rol importante como si Johnson nos moviera cual fichas sobre un tablero de CLUE, pero un poquito más siniestro. Acá, el humor se desprende de las situaciones más irracionales y de los personajes, sin necesidad de forzar ningún chiste. Es más, “Entre Navajas y Secretos” carga con una sensibilidad no tan propia de estas historias que, muchas veces, se regodean en sus arquetipos. Por su parte, el director los abraza y los reconfigura siempre en beneficio de la historia y en el placer que nos da ver a estos actores lucirse en la pantalla. Cuando llega el momento, Johnson deja que cada uno muestre la hilacha y saque a relucir lo mejor y lo peor de sus alter egos, honrando esa tradición criminal que nos dejó los mejores exponentes fílmicos en la década del setenta, como el inalterable “Crimen en el Expreso Oriente” (Murder on the Orient Express, 1974). Todos son sospechosos hasta que se demuestre lo contrario Queda claro que Rian Johnson quiere divertirse y divertirnos creando un complejo y entretenido entramado que juguetea con la perspectiva, las pistas falsas y las complicadas relaciones familiares que se esconden a plena vista en este crimen por resolver. Claro, suponiendo que dicho crimen exista. Un interrogante que se mantiene casi hasta el último minuto, porque así de impecable es la construcción narrativa del realizador, que nunca se toma nada demasiado en serio (salvo su trabajo).
MENTIRAS VERDADERAS El Buen Mentiroso es un thriller lleno de sorpresas Helen Mirren e Ian McKellen son pura química en este thriller des supenso con demasiadas vueltas de tuerca. Bill Condon es un realizador multifacético con una extraña y variopinta trayectoria. En su haber tiene cosas como “Candyman 2” (Candyman: Farewell to the Flesh, 1995), joyitas independientes como “Dioses y Monstruos” (Gods and Monsters, 1998), musicales como “Soñadoras - Dreamgirls” (Dreamgirls, 2006) y el desenlace de la saga “Crepúsculo” (Twilight). Su último paso por los cines fue con el mega éxito del live action de “La Bella y la Bestia” (Beauty and the Beast, 2017), una película que deja en claro su buenas intenciones, pero no sus destrezas tras las cámaras. Con “El Buen Mentiroso” (The Good Liar, 2019) vuelve a juntarse con Ian McKellen de la mano de la adaptación de la novela homónima de Nicholas Searle, un thriller de misterio que nos lleva a la Londres de 2009, donde Roy Courtnay (McKellen) y Betty McLeish (Helen Mirren), dos viudos con ganas de sociabilizar, concretan su primer encuentro vía un sitio de citas en Internet. De entrada queda claro que Roy es un hombre tosco y que Betty todavía no está preparada para intimar, pero ambos van encontrando sus puntos en común y, tal vez, las claves para un futuro juntos. Lo que Betty no sabe es que Courtnay es un estafador de profesión. Junto a su compañero de fechorías, Vincent (Jim Carter), se encargan de buscar a los aspirantes más incautos y sacarles su dinero, muchas veces, con un poco de violencia de por medio. Tras descubrir que McLeish tiene una pequeña fortuna ahorrada, esta ex profesora de Oxford se convierte en su próxima víctima, más allá de que su nieto Stephen (Russell Tovey) tiene unas cuantas reservas sobre este hombre reservado que, de repente, se muda a la casa de su ingenua abuela. Condon y el guionista Jeffrey Hatcher (“Mr. Holmes”) se apoyan en estos dos monstruos de la actuación para plantear un primer acto muy llevadero que logra atraparnos (y conquistarnos) con los encantos de este delincuente, sus misterios y lo que pueda pasar. De a poco, se va develando que Courtnay esconde algo mucho más grave que su prontuario criminal y es ahí donde la trama se empieza a descarrilar. De repente, “El Buen Mentiroso” suma revelación sobre revelación, vuelta de tuerca sobre otra vuelta de tuerca, y un pasado enmarañado que la convierte en otra película. Así, ambas historias intentan convivir dentro de la narración sin mucho éxito, porque lo que arrancó de una manera más ‘inocente’, se transforma es un drama con otros condimentos, medio sacado de la galera. Estos encuentros no son nada fortuitos Imposible entrar en detalles sin revelar puntos importantes de la historia, pero sólo nos podemos conformar con esa primera mitad, mejor estructurada por los realizadores. La atmósfera de engaños y suspenso que se crea, siguiendo los detallados tropos del género, choca con lo anticlimático de un desenlace apresurado que sólo busca lograr un impacto en el espectador. Lamentablemente, no lo consigue, desaprovechando buenas ideas y las actuaciones de sus dos protagonistas. En Mirren y McKellen, un poco más en este último, residen las verdaderas virtudes del film que se sostiene gracias a sus carismas y actuaciones. No estamos tan acostumbrados a ver a Sir Ian Murray en un papel tan oscuro (bah, mentira) y se agradece que Hollywood todavía tenga tiempo y ganas para sus estrellas más maduras. La química que se establece entre ambos intérpretes es tan sincera como palpable; así también como las locaciones reales elegidas por el director, tan identificables de Gran Bretaña y Alemania. Siempre hay que desconfiar El resultado final de “El Buen Mentiroso” se hubiera beneficiado de la clásica máxima ‘menos es más’. Entendemos que Hatcher sigue los lineamientos de la novela, pero ahí reside el arte de la adaptación, puliendo y dejando lo que mejor favorece a la trama en sus diferentes formatos. La falta de simplicidad y la abundancia de giros narrativos es el obstáculo más grande para esta historia, que hubiera sido más apreciada con muchos menos elementos. Probablemente, también hubiera sido OTRA historia, pero eso no podemos saberlo.
LA FAMILIA DE MI NOVIO Boda Sangrienta, gran mezcla de terror y sátira social El terror se pone nupcial de la mano de esta comedia negra sobre una familia y sus particulares rituales durante la noche de bodas. El horror, como género, puede ser un gran vehículo de crítica social (gracias George A. Romero), de un análisis profundo sobre la naturaleza humana (gracias también a ustedes Jordan Peele y Ari Aster) o simple divertimento cinematográfico. Su relación con el humor no es azarosa, ya que cuanto más opuestos son estos géneros, mayor es el impacto de la historia. “Boda Sangrienta” (Ready or Not, 2019) encaja orgullosamente en esta última combinación, llevando las relaciones familiares a extremos insospechados, tan sangrientos como hilarantes porque, ¿quién no ha tenido un desacuerdo con sus suegros/yernos/nueras y pensamientos excesivos de por medio? Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, quienes ya pasaron por la antológica “Las Crónicas del Miedo” (V/H/S, 2012), nos meten de lleno en la familia Le Domas, quienes lograron amasar una enorme fortuna en base a la creación de juegos de mesa y otras inversiones. La parentela está a punto de darle la bienvenida a una nueva integrante, Grace (Samara Weaving), jovencita que creció en casas de adopción y ahora sólo quiere pertenecer. El origen humilde de la chica no es tan bien recibido, pero sí el hecho de que este matrimonio trajo de vuelta a casa a su futuro marido Alex (Mark O'Brien), quien durante años se mantuvo alejado de sus padres, Tony (Henry Czerny) y Becky (Andie MacDowell), y de sus hermanos Emilie (Melanie Scrofano) y Daniel (Adam Brody). ¿Los motivos? Las extrañas tradiciones familiares, las mismas que ahora debe honrar para sumar a Grace a su vida. ¿Acuerdos prenupciales? No, como parte del ‘ritual’, Grace está obligada a jugar un juego que se determina al azar sacando una carta de una pintoresca cajita. Alex trata de impedirlo, pero los lazos de los Le Domas tiran un poco más. ¿Qué tiene de malo una partida de Estanciero o Pictionary con tus suegros durante la noche de bodas? Bueno, además de lo extraño que puede sonar y la falta de intimidad marital, poco y nada, pero la novia no tiene peor suerte que elegir “Las Escondidas”, aunque con un giro bastante retorcido. Sin saberlo, Grace se convierte en objeto de una cacería familiar dentro de la mansión, un sacrificio que debe llevarse a acabo antes del amanecer porque así lo determina este rito que arrancó con Victor le Domas -bisabuelo de Alex-, quien hizo un trato con un tal Le Bail, un hombre misterioso que le ayudó a crear este pequeño imperio. Antes de que pueda procesarlo y darse cuenta de que es la presa, Grace tiene que buscar un escondite y lograr sobrevivir lo más que se pueda. La vida no la preparó para convertirse en víctima, así que decide dejar sus miedos atrás y, al menos, no facilitarles las cosas a sus suegros y compañía. Lo primero es la familia “Boda Sangrienta” mantiene esta premisa sencilla y se sostiene gracias a sus extravagantes personajes, una protagonista que da pelea y nos obliga a mantenernos de su lado minuto a minuto, y mucho humor negro recargado de gore, porque ese es el objetivo de sus directores y de los guionistas, Guy Busick y R. Christopher Murphy. Acá, el entretenimiento lleva la delantera, pero también un misterio que se extiende hasta el final porque no sabemos si esta gente sigue un ritual sobrenatural inevitable, o sólo son una manga de ricos con caprichos mortales. A Grace no le interesa descubrirlo, y en parte a nosotros tampoco, porque sólo queremos que la chica llegue lo más intacta posible al comienzo del día. En el medio, cada uno de los Le Domas deja entrever su lado más oscuro, sus dudas ante la lealtad familiar y su sed de sangre. La clave del éxito de este relato es Samara Weaving, quien la viene remando desde hace rato, pero acá tiene todas las oportunidades para lucirse. También, la acción que nunca se detiene y las violentas (y bizarras) situaciones que deben atravesar los protagonistas, no siempre aptas para estómagos delicados. Lamentablemente, la película falla cuando intenta ponerse seria y explotar sus momentos más dramáticos. A veces funcionan, a veces no, pero la mayoría resultan anticlimáticos. Blanca y radiante va la novia Bettinelli-Olpin y Gillett se guardan algunas sorpresas para el final y no se contienen, lo que suma un poquito de aire fresco después de una estructura que se vuelve un tanto repetitiva por momentos -¿hay forma de evitarlo en medio de esta cacería?-. Lo mejor, sigue siendo su irreverencia y su humor, su pequeña crítica a las clases más acomodadas y sus pequeños (no tan pequeños) caprichos, así como a la institución del matrimonio, no siempre tan ‘sagrada’. Lo bueno es que “Boda Sangrienta” sabe lo que es y lo que pretende. No intenta ser “¡Huye!” (Get Out, 2017) ni un episodio de “El Juego del Miedo” (Saw); desde su lugar de film independiente quiere entretener con una propuesta diferente, demostrando que el terror y el humor hacen tan buena pareja como un choripán con chimichurri.
SI CREES EN LA NAVIDAD, APLAUDE Last Christmas y una vuelta de tuerca a estas historias festivas La Navidad llega antes de tiempo con esta dramedia romántica protagonizada por la khaleesi. No es Navidad hasta que se estrena una nueva comedia romántica ambientada en este escenario festivo, o hasta que empiezan a pasar en loop “Realmente Amor” (Love Actually, 2003) y “Mi Pobre Angelito” (Home Alone, 1990). Mientras esperamos las repeticiones televisivas, Paul Feig se asegura de cumplir con este primer mandato y nos trae “Last Christmas: Otra Oportunidad para Amar” (Last Christmas, 2019), una historia que quiere apartarse un poco de los convencionalismos, pero no puede escaparle los clichés más edulcorados. El creador de “Freaks and Geeks”, responsable de comedias como “Damas en Guerra” (Bridesmaids, 2011) y “Cazafantasmas” (Ghostbusters, 2016), se empapa del espíritu de las fiestas de la mano del guión de la debutante Bryony Kimmings y Emma Thompson, centrado en Katarina ‘Kate’ (Emilia Clarke), una treintañera oriunda de la ex Yugoslavia, fanática de George Michael y la música, que ahora pasa sus días vestida de elfo, vendiendo los adornos navideños más estrafalarios en la tienda de Santa (Michelle Yeoh). Su vida es un desastre literal: no tiene donde vivir y se lo pasa crasheando en casa de amigos con mucha paciencia, se lleva mal con su criticona mamá Petra (Thompson) y con su hermana Marta (Lydia Leonard), una abogada exitosa; y no es de tomar muchas responsabilidades después de recuperarse de una grave enfermedad. Entre audiciones fallidas y ambiciones mediocres conoce a Tom (Henry Golding), un mensajero que ve la vida y la ciudad de Londres con otros ojos, además de ayudar en un refugio de indigentes por las noches. Sí, es el partido ideal y todo un caballero, que parece querer ayudar a Kate a despertarse de su letargo. Resulta que Katarina no siempre fue tan amargada e insensata pero, poco a poco, y tras pasar tiempo con Tom disfrutando de las pequeñas maravillas que tiene para ofrecer la ciudad, sus modos y relaciones empiezan a cambiar, aunque tenga que volver a la casa de sus padres y lidiar con las paranoias y depresión de su mamá, o se vea ‘forzada’ a colaborar en el refugio. Todo tiene un por qué y una extraña vuelta de tuerca que un poco se intuye, pero lo importante es que Feig toma nota de clásicos como “Qué Bello es Vivir” (It's a Wonderful Life, 1946) para darle una segunda oportunidad a su protagonista y, a través de ella, a muchos de esos personajes que la rodean. Con todo el espíritu navideño encima ¿Qué tiene qué ver George Michael en todo esto? Lamentablemente, nada, más allá que el tema que da título a la película -y otros tantos del músico inglés- forma parte de una banda sonora imposible de resistir como las desventuras de Emilia, mucho más confortable en estas comedias livianas que en su papel de Daenerys Targaryen. “Last Christmas” se beneficia de estos elementos (y los encantos de Golding, y la presencia de Yeoh), y casi que nos convence en su primera mitad cuando creemos estar ante otra clásica historia romántica navideña. Feig, Thompson y Kimmings terminan imponiendo un giro narrativo que intenta ser dramático y original, pero incluso dentro de los parámetros de la ficción, no termina de cuadrar, al igual que el exagerado (¿y ofensivo?) acento de mamá Petra. ‘Forzada’ es la palabra clave para una historia que, después del primer acto, no encuentra la forma de volver a encauzarse y se dirige derechito a la previsibilidad. Una lástima, porque tiene buenos elementos para destacar y talento (delante y detrás de las cámaras) para explotar. Last Christmas, I gave you my heart En medio de romances de manual, algunos golpes bajos, dramas familiares y muchos hits musicales, los realizadores deslizan varios comentarios sociopolíticos, sin dejar de lado su opinión sobre Brexit, la situación de los inmigrantes en el Reino Unido y otras cuestiones que no terminan de encajar en este conjunto demasiado pasatista. Feig sabe cómo hacernos reír y Emma tiene mejores incursiones amorosas, pero esta combinación no funciona cuando intentan este nuevo acercamiento más fantasioso. Por suerte, tenemos a Clarke que salva la mayoría de las escenas en que aparece, con esa espontaneidad que atraviesa cualquier personaje y pantalla. Y los pegadizos temas de Michael (Heal The Pain, Too Funky, Wake Me Up Before You Go-Go, Everything She Wants, Praying For Time), claro, un atractivo extra que, no tendrán el peso narrativo que uno quisiera, pero quién se le puede resistir a semejantes melodías. Posiblemente, “Last Christmas” no colme ninguna expectativa, pero no queremos ser el Grinch que venga a aguarles estas fiestas.
I BELIEVE IN ANGELS Ángeles de Charlie no tiene un gramo de originalidad La serie de los setenta vuelve a la pantalla con este reboot que abraza el pasado y nos presenta a las chicas de la agencia Townsend con otra mirada. No podemos culpar a Elizabeth Banks por querer aggiornar y darle una mirada femenina a la creación de Ivan Goff y Ben Roberts. La serie original de ABC se extendió por cinco temporadas (1976-1981) y fue un desfile de chicas lindas jugando a ser detectives, siguiendo las órdenes de un señor llamado Charlie (voz de John Forsythe) a través de un comunicador. Se tenía que decir, y se dijo, pero nada de esto le quita mérito cultural al programa y sus protagonistas, un verdadero emblema de “girl power” en época donde los íconos de acción femenina eran bastante escasos. Drew Barrymore, en su papel de productora, quiso lavarles un poco la cara a las películas de McG -exitosas hasta ahí nomás-, aunque seguían repitiendo los mismos arquetipos en la pantalla grande, incluso con menos gracias que Jaclyn Smith, Cheryl Ladd y Kate Jackson, entre otras. La idea de Banks no implica borrar el pasado, sino abrazarlo y mostrar que la agencia Townsend se expande y se diversifica. Acá, Bosley no es una persona, sino un cargo, que se repite a través de las décadas y las diferentes ‘sucursales’ a lo largo y ancho del mundo. La de Los Ángeles está a cargo del Bosley original, Patrick Stewart, quien supo llevar la agencia a otros niveles, entrenar a un montón de discípulas, y ahora está a punto de comenzar su retiro. En medio de esta transición, Elena Houghlin (Naomi Scott) se convierte en una nueva clienta de la división europea, una ingeniera y programadora que quiere exponer a sus superiores, quienes decidieron ignorar sus advertencias sobre el mal funcionamiento de un revolucionario dispositivo llamado Calisto. El aparatito en cuestión puede cambiar el mercado de conservación de energía, pero mal usado es capaz de generar convulsiones fatales. De repente, Calisto puede ser utilizado como un arma y vendido al mejor postor, y Elena queda en la mira de su superior, Peter Fleming (Nat Faxon), y el asesino a sueldo (Jonathan Tucker) encargado de silenciarla. Ahí es cuando entran en escena los Ángeles: Jane Kano (Ella Balinska), retirada agente del MI-6; Sabina Wilson (Kristen Stewart), la rebelde y temeraria del grupo; y Rebekah ‘Bosley’ (Banks), ex agente devenida en asistente de Charlie. Su misión: proteger a Elena, recuperar cualquier prototipo de Calisto de las mismísimas empresas Brock y desenmascarar a Fleming, una tarea poco sencilla que pronto se tiñe de traiciones, complots e intentos de asesinato. Armadas y peligrosas Banks, directora, guionista y productora convierte a “Ángeles de Charlie” (Charlie's Angels, 2019) en una aventura cosmopolita no muy diferente a las de James Bond, Misión Imposible o semejantes. Su único ‘pecado’ es caer en los mismos tropos gastados y querer reflotar una franquicia que nadie pidió, pero su punto de vista es muy bienvenido, demostrando que las chicas están en igual de condiciones que sus camaradas masculinos quienes, año a año, inundan las pantallas con este mismo tipo de historias sin recibir el backlash que deben soportar las angels, “Cazafantasmas” (Ghostbusters, 2016) o cualquier otro exponente que se atreva a romper las normas. Por lo demás, “Ángeles de Charlie” es disfrutable y entretenida -como debe ser cualquier película pochoclera-, se apoya en su elenco diverso (en todos sus aspectos) y más que nada en sus características, que puede sonar arquetípico -la chica seria y profesional, la alocada, la cerebrito-, pero también las utiliza para crear conexiones y mucha empatía entre las protagonistas, y entre las protagonistas y un púbico que, a veces, necesita de estos referentes aunque se corran de lo verosímil. Banks también suma a grandes actores en papeles secundarios como Djimon Hounsou, Sam Claflin, Noah Centineo, Stewart, y cameos que no vamos a revelar, porque se pierde la gracia. Las chicas sólo quieren divertirse El humor funciona, la acción también, y con eso le alcanza a pesar de la previsibilidad de la trama, pero Banks quiere dejar en claro varios mensajes poco sutiles y es ahí donde logra enojar al patriarcado. No es casual que la película arranque con un montaje de nenas que crecerán para convertirse en lo que quieran porque lo que sigue a continuación les demuestra que sí pueden, a pesar de las trabas que otros les impongan. También celebra la sororidad y el trabajo en equipo, demostrando que, cuando las papas queman, los únicos que se ponen de tu lado son aquellos que comparten los mismos ideales y la misma lucha. Esta, tal vez, es una lectura demasiado profunda para una película que no lo es, pero nunca esconde estas intenciones. Intenciones que se sienten más sinceras y espontáneas porque vienen de una mujer que la pelea dentro la industria (mayoritariamente masculina), y no de un realizador (masculino) que quiere quedar bien y seguir una agenda, colando escenas de hermandad agarradas de los pelos.
ME ESTÁN SIGUIENDO DETECTIVES Huérfanos de Brooklyn es larga, compleja, y desordenada Edward Norton escribe, dirige, actúa y produce la adaptación de este policial negro que se enreda sobre sí mismo. Edward Norton irrumpió en la escena actoral a mediados de la década del noventa con “La Verdad Desnuda” (Primal Fear, 1996) y, enseguida, se llevó una nominación al Oscar como Mejor Actor de Reparto. Apenas unos años después, debutaba tras las cámaras con “Divinas Tentaciones” (Keeping the Faith, 2000), una comedia muy bien recordada. Las ganas de volver a sentarse en la silla del director no se hicieron esperar, pero Hollywood ya no estaba tan predispuesto, sobre todo porque Norton tiene fama de ‘tipo problemático’. Si no, pregúntenle a Tony Kaye, director de “América X” (American History X, 1998) o a Marvel, que decidió no volver a llamarlo para interpretar a Bruce Banner. Será por eso, tal vez, que a Edward le llevó casi veinte años concretar este proyecto, una obsesión desde la publicación de la novela homónima de Jonathan Lethem en 1999. La gran diferencia entre el libro y “Huérfanos de Brooklyn” (Motherless Brooklyn, 2019), es que el autor sitúa su historia en épocas modernas, mientras que Norton nos lleva a la década del cincuenta, un escenario más acorde (según él) para este drama criminal neo noir ambientado en la ciudad de Nueva York. Este aspecto -la estética, la narración en off y todos esos elementos vinculados a lo más clásico del género-, termina siendo lo más atrayente de una película que quiere contar demasiado y se tropieza sobre sí misma en vez de simplificar sus temas y su trama, una cargada de misterios y crítica social que viene muy bien para esta época, pero que falla en el conjunto de Norton. El año, 1957. Lionel Essrog (Norton) trabaja para la agencia de detectives de Frank Minna (Bruce Willis), junto a Gilbert Coney (Ethan Suplee), Danny Fantl (Dallas Roberts) y Tony Vermonte (Bobby Cannavale), todos niños abusados, rescatados de un orfanato por su mentor. Lionel tiene una memoria privilegiada, pero también un montón de tics (no se menciona, pero es síndrome de Tourette) que, muchas veces, espantan a aquellos que no están familiarizados. Pero no a Frank, que confía en él ciegamente, mucho más cuando el caso que está investigando se complica. Muchas pistas, pero pocos resultados Las cosas no salen bien, a Minna le disparan, pero la investigación inconclusa y la muerte de su amigo, obligan a Essrog a seguir las pocas pistas que quedaron, indicios que pronto lo acercan al dueño de un bar de jazz en Harlem, su hija Laura Rose (Gugu Mbatha-Raw) y un proyecto municipal que empuja a los habitantes de los barrios más pobres (en su mayoría, minorías) a dejar sus hogares en medio de tratos bastante fraudulentos. Detrás de todo esto están los poderosos funcionarios públicos como Moses Randolph (Alec Baldwin) -basado en la figura de Robert Moses, famoso constructor de Nueva York-, que no se detendrán ante nada para seguir adelante con sus grandilocuentes planes de desarrollo. Como en toda buena novela de misterio, nada es lo que parece en “Huérfanos de Brooklyn”, pero el guión de Norton (que no puede dejar sus egos de lado) se regodea en las vueltas de tuerca, un desfile interminable de personajes, subtramas que intentan desviar nuestra atención y un Lionel que, por momentos, parece una caricatura… o un actor que suma todos los clichés con ganas de ganarse un Oscar. El resultado es una película desordenada que tarda en arrancar y pocas veces encuentra su ritmo a lo largo de dos horas y media de metraje. A Lionel le va muy bien con las mujeres Lo bueno es que Norton se rodea de grandes actores como Mbatha-Raw, Cherry Jones (siempre en plan combativa), Willem Dafoe y un gran Baldwin, pero no sabe cómo sintetizar el trabajo de Lethem para adaptarlo al formato cinematográfico. El resultado es una historia demasiado larga y compleja que no aprovecha el potencial de sus temas más interesantes y prefiere explotar los lugares más comunes del policial negro y cierto melodrama. Nos gustaría decir que esta es una película entretenida y llevadera, pero no lo logra. En cambio, requiere de toda nuestra atención (eso no está mal) para unir las piezas de un rompecabezas que, de entrada, está mal delineado. En nuestras cabezas tratamos de hilar pistas, nombres y situaciones, pero el desenlace nos llega como truco sacado de una galera que poco y nada tiene que ver con los temas de base que explora. La discriminación, el racismo, el fin que justifica los medios se pierden en un final melodramático que, incluso, pretende forzar el romance. Ojo, las intenciones de Norton son buenas y destacables, el trabajo de los intérpretes y la puesta en escena es impecable, pero el todo es incongruente y frustrante.
NO TAN BUENOS MUCHACHOS El Irlandés de Martin Scorsese es la mejor síntesis de su obra Entre revuelos, polémicas y estrenos limitados llega la nueva película de Martin Scorsese y ya la vamos sumando a lo mejor de 2019. Mucho se habló de “El Irlandés” (The Irishman, 2019), el último opus de Martin Scorsese, sobre todo después de los dichos del realizador sobre Marvel y su incisivo análisis del estado actual del arte cinematográfico; pero es hora de hablar de la película en sí, una síntesis perfecta de todos esos temas que lo apasionan y lo acompañan a lo largo de su filmografía. ¿Marty se homenajea a sí mismo? No, más bien reflexiona sobre su trabajo y cómo esa visión de joven cineasta del Nuevo Hollywood fue madurando y mutando a través de los años sin perder su esencia. Scorsese vuelve al género gansteril adaptando “I Heard You Paint Houses: Frank ‘The Irishman’ Sheeran and Closing the Case on Jimmy Hoffa” (2004) de Charles Brandt, una obra de no-ficción que se mete en la vida de Sheeran (Robert De Niro), veterano de la Segunda Guerra Mundial devenido en camionero y asesino a sueldo de la mafia, que decidió confesar los crímenes que cometió bajo el mando de la familia Bufalino, incluyendo el del famoso sindicalista Jimmy Hoffa (Al Pacino). El crimen de Hoffa todavía no fue esclarecido del todo (aunque fue declarado muerto en 1982 tras siete años de desaparecido), pero Brandt, Scorsese y el guionista Steven Zaillian -ganador del Oscar por “La Lista de Schindler” (1993)- nos dan mucho en qué pensar sobre Norteamérica y su política durante las décadas del cincuenta, sesenta y setenta. “El Irlandés” arranca en un asilo de ancianos con un frágil y decrepito Frank rememorando sus días como asesino. Sheeran no le habla a nadie en particular, pero sabemos que es a nosotros. En su relato no hay remordimiento porque su consciencia está tranquila. Como lacayo hizo el trabajo que le correspondía sin cuestionar las implicancias morales, incluso cuando le tocó apretar el gatillo contra uno de sus más queridos amigos. Saltamos a la década del cincuenta, en algún lugar del Norte de Pennsylvania, donde el joven Frank cruza caminos con Russell Bufalino (Joe Pesci), sin saber que está ante uno de los hombres más prominentes del crimen organizado local. A la larga, y después de algunas metidas de pata en su labor como transportista de carne, Sheeran comienza a trabajar bajo las órdenes de Russell ‘pintando casas’ a su manera. Frank es un hombre leal y de confianza que hace sus encargos sin chistar, es por eso que se convierte en el indicado para acompañar y resguardar a Hoffa cada vez que lo necesite. Yo soy tu amigo fiel A nadie le sorprende que el líder sindical tenga estrechos lazos con la familia Bufalino, entidad que lo ‘financia económicamente’ y lo respalda ante sus competidores como Anthony ‘Tony Pro’ Provenzano (Stephen Graham) o las presiones del gobierno federal. Con el tiempo, Frank y Jimmy entablan una verdadera amistad, obligando a Sheeran a convertirse en intermediario cuando las ambiciones de Hoffa empiezan a chocar con los negocios de la mafia. La historia es conocida para muchos, intuida para otros y totalmente desconocida para las generaciones más jóvenes que hasta se perdieron las referencias de “Los Simpson”. Claro que siempre se puede googlear al respecto pero, igual, Scorsese logra meternos de lleno en los climas de suspenso que se crean a cada vuelta de la esquina, obligándonos a anticipar eso que sabemos que va a pasar. Acá, la violencia es moderada y nunca se exalta como en muchas de sus obras, porque el punto de vista está puesto en Frank y para él, el ‘pintar casas’ no es tan diferente a pintar casas. A De Niro le toca ser el narrador contenido, el nexo entre los demás personajes. Un trabajo tan delicado como la exuberancia de Pacino, la figura carismática y magnética que a todos les cae bien, incluso a la pequeña hija de Frank. El líder carismático Por su parte, Pesci decidió volver a la actuación (sí, estaba retirado) para darnos uno de sus mejores trabajos, uno que engloba muchas de esas cualidades que ya lo vimos representar, pero desde una óptica y un registro muy diferente. Scorsese habla de la edad (y desde la edad), del paso del tiempo y las responsabilidades. De la experiencia, la lealtad, la amistad, la moral y ese mismo tiempo que viene a cobrar sus deudas. Scorsese da una clase de cine a lo largo de tres horas y media (porque puede y le sale bien), dejando en claro a qué se refiere cuando se mete con Marvel y su falta de visión artística. “El Irlandés” es pura visión y no por ello deja de ser una superproducción de 150 millones de dólares, una que debió buscar el financiamiento y distribución de Netflix cuando los grandes estudios le dieron la espalda. Así, ‘la última película de Scorsese’ apenas se va a pasear por las salas del mundo y terminará muriendo en la grilla del sistema de streaming, pero esta es una obra que la Academia no podrá ignorar así nomás a la hora de los premios por venir de una plataforma no convencional. El trabajo y la familia no se mezclan El ritmo, la crónica, la construcción de la anticipación para llegar a ese clímax inevitable provocan que esas tres horas y media ni se sientan y que esos 150 millones se vean reflejados en la pantalla, ya sea en una maravillosa puesta en escena que apoya el paso del tiempo sin necesidad de cartelitos literales, o los efectos digitales que necesitaron para rejuvenecer y envejecer a los protagonistas, un truco que pasa desapercibido en la mayoría de los casos. ¿Se le puede reprochar a Marty la falta de lucimiento de sus personajes femeninos? Sí se puede y ahí reside el punto más flojo de la película. Se entiende que Frank no tiene palabras cuando trata de relacionarse con sus hijas, pero nos queda gustito a poco en cada una de las escenas donde se cruza con la crecida Peggy interpretada por Anna Paquin. “El Irlandés” es, por lejos, una de las películas más acabadas y sinceras de Scorsese, al menos, en esta última década. ¿Una obra maestra? Eso, el tiempo lo dirá, pero por ahora se merece su buena pasada por el cine donde demuestra qué es esto del arte de las imágenes en movimiento.