Después de trabajar mayormente en televisión, Jeff Tomsic debuta en el cine con esta comedia escrita por Rob McKittrick y Mark Steilen, adaptada de un artículo de Russell Adams en el Wall Street Journal, basada en un hecho real. Cinco compañeros de secundaria se la pasan durante años jugando al Tag, un juego acá conocido quizás por el nombre de la Mancha (en su variante más simple, ya que de aquel derivaban otras tantas). Al principio es un entretenimiento pero a medida que van creciendo se dan cuenta de que es la mejor manera de mantenerse en contacto. Así, durante todos los meses de mayo, los amigos vuelven a juntarse de las maneras más inesperadas y disparatadas para ir pasando de uno a otro. Sin embargo, hay uno de ellos que mantiene un récord invicto, y es el que nunca fue atrapado. Ese personaje está interpretado por Jeremy “Hawkeye” Renner, que aquí utiliza parte de lo que aprendió en The Avengers con escenas cuasi salidas de películas de acción. Todo para seguir siendo él, Jerry, gran ganador del juego. Como todos los años, el plan es derrotarlo. Pero esta vez, uno de ellos, Hoagie (interpretado por Ed Helms) está más empecinado que nunca, ya que podría ser el último de estos juegos porque alega que el flamante victorioso pretende retirarse. No es un mayo cualquiera. Jerry está por casarse pero al planear su casamiento para aquel mes decidió no invitarlos. Claro que ellos se enteran y asisten de todos modos lo que hace que, para no arruinarles el casamiento (porque además la novia, Leslie Bibb, se muestra muy copada sólo que quiere tener el casamiento que soñó) firman una enmienda que sólo les permite jugar en los momentos no relacionados al casamiento. A grandes rasgos, "Te atrapé" es el retrato de unos adultos bastante inmaduros que cada uno en su orgullo va desatando las situaciones más imprevisibles. Y en el medio, está la periodista, la que entrevistando al personaje de Jon Hamm sobre la diabetes es testigo del juego cuando aparece Ed Helms y entonces llega a la conclusión de que la historia no está en nada relacionado a la diabetes, sino en este juego que estos hombres llevan a cabo desde hace añares. Así, la periodista los sigue en cada uno de los días siguientes que anteceden a la boda, pero es un personaje casi invisible, del cual se podría haber prescindido en su totalidad. No nos olvidamos, estamos ante una historia real y por eso junto a los créditos veremos imágenes de los verdaderos protagonistas y comprobaremos que sí, efectivamente eran igual de bobos e inmaduros. Más allá de algunos momentos divertidos, en general el humor de "Te atrapé" no termina de funcionar. Hay algo lindo en la idea de que madurar es para las frutas, o, como citan de manera incorrecta a Benjamin Franklin: “No dejamos de jugar porque envejecemos. Envejecemos porque dejamos de jugar”. No obstante, actores carismáticos como Jon Hamm, Jeremy Renner y Jake Johnson terminan sintiéndose desperdiciados. Y el protagónico de Ed Helms parece equivocado. Por allí pululan algunas actrices como la mencionada Leslie Bibb y Rashida Jones aunque la que mejor se destaca es Isla Fisher, aun interpretando ese tipo de personaje al que ya nos tiene acostumbrados. Pero estamos, obviamente, ante una película que no se molesta en desarrollar personajes femeninos. "Te atrapé" es una comedia apenas pasatista. Al final elige apelar más a lo emotivo, con una amistad que nunca podrá ser basada solamente en un juego, sino que necesita de otro tipo de presencia para mantenerse.
Dirigida por el italiano Arnaldo Valsecchi y escrita junto a Valeria Vargas, Calzones rotos, revancha de mujeres, coproducción entre Chile y Argentina, gira en torno a una casona y las mujeres que viven en ella. Una muerte que se aproxima y otras tantas ocultas que, de a poco, se van revelando. En una época cercana pero imposible de definir en alguna parte de Chile que tampoco está especificada, una casona habitada por mujeres se ve revolucionada cuando Matilde, la madre, la que está a cargo, siente que está por morir. La mujer vive con sus hijas (una adoptada por la familia cuando era bebé) que nunca se casaron y reciben la visita de sus dos nietos, uno acompañado por su pareja, una actriz norteamericana de personalidad extrovertida y llamativa. Cuando la mujer, sintiendo que está en las últimas, se confiesa con el sacerdote le revela un secreto que guardó durante todos estos años: ella mató a su marido, no obstante, cuando fue a esconder el cadáver se encontró con que había otro, del que no tenía idea. El film va y viene entonces entre tiempos, entre varias historias de los muchos personajes, y las tramas se van delineando. A medida que se sucede el relato uno va siendo testigo de los secretos oscuros que guarda la familia. A la larga, quedan expuestas situaciones donde la mujer desafía mandatos patriarcales y al final no tiene quizás otra alternativa que recurrir a la violencia. Sin embargo el tono de comedia hace que, más allá de lo oscuro, el relato se sienta ligero. Se puede percibir además la sangre italiana del director en algunas de esas escenas familiares que giran en torno a la comida. Cuando se reúnen alrededor de la mesa, al aire libre, comen los calzones rotos que dan título al film, y debaten lo que está pasando, algo de lo que pasó y lo que va o puede pasar. Hay una construcción de época muy remarcada que se termina sintiendo artificial, especialmente en los acentos exagerados. A veces se siente un poco como ver una obra de teatro mal actuada. La coralidad del relato le juega en contra sobre todo en la primera parte donde comienza a construirse, porque hay demasiado personajes en diferentes tiempos y esto genera un poco de confusión. Una vez ya desarrollados y perfilados, el film se torna más ameno y entretenido. De todos modos así como no hay un actor o actriz que se destaque más que el resto, pasa un poco lo mismo con los personajes.
Dirigido y escrito por Luciano Zito, El señor de los dinosaurios es un documental que gira en torno a Jorge “Cacho” Fortunsky, el artista que, entre otras obras, diseña los imponentes dinosaurios del parque temático de Castex, en La Pampa. “Nací artista, no ladrón”, se define Fortunsky. No obstante no es fácil vivir de eso y mucho menos habiendo nacido en un pequeño pueblo. Por eso no lo hace considerándolo una salida laboral, pero es un artista porque es algo que lleva dentro y nunca es fácil vivir escapándole a lo que somos, a lo que nos corre por las venas. Nacido y criado en Castex, de joven siente que no encuentra otra opción que la delincuencia. Hasta que va preso y es encerrado muchos años. Una condena que considera injusta teniendo en cuenta que se trata de delitos menores. No obstante lo que podemos predecir desde aquel momento no sucede, porque a lo largo del relato vamos descubriendo que no estamos ante la típica historia de redención o de salvación a través del arte. En El señor de los dinosaurios Jorge va reconstruyendo su historia y el largo camino que lo llevó hasta donde está hoy. Un pasado de constante reincidencia en la delincuencia porque no obtiene un apoyo ni económico ni social. Esta reconstrucción es ejercida por la propia voz del artista y con las imágenes animadas que narran las escenas que él cuenta, pero también con las imágenes de aquellos lugares hoy, como el campo donde se refugió como prófugo de la Justicia y de un impulso talló un Cristo que luego se convertiría en una especie de ícono sobre todo para él mismo, justo antes de que la policía lo atrapara otra vez. Es que lo vamos a ver a Jorge (aunque sea a través de una secuencia animada) reincidir constantemente en la delincuencia al no encontrar la solvencia económica que necesita pero también como una especie de protesta. Dos vidas paralelas: el artesano y el delincuente, porque una sola no es suficiente. La animación es uno de los puntos más fuertes que tiene el film. A nivel estético le impregna un estilo propio. Fuera de eso, nos estaríamos encontrando más bien un documental convencional. En cuanto a estructura, es el propio Jorge el que va buscando reconstruirse, el que recorre e interroga. Así vuelve a ciertos lugares, a ciertas personas. Por eso no es la única voz que narra, está su madre, están sus hijos, está el ex juez de Santa Rosa que explica que las cosas en aquel momento eran muy distintas, o el sacerdote que quedó con el pedazo de tronco con el Cristo tallado para la Capilla San Cayetano. Es un camino largo el que recorre y recorremos junto a Jorge. De idas y venidas donde queda clara la idea del director de contar esta historia, la de reflejar una compleja cuestión social, la de las oportunidades que no se dan en igualdad de condiciones. Si bien, como dijimos, no estamos ante una típica historia de salvación a través del arte, éste sí está ahí y sí resulta imprescindible. Porque es a través de él que Jorge encuentra las ganas de trabajar, las ganas de hacer y, finalmente, el reconocimiento. Y se ve plasmado en el Parque de la Prehistoria de Eduardo Castex, aquel en el que descansan sus obras más ambiciosas y enormes. Jorge nunca va a ser rico viviendo de esto pero no es eso nunca lo que busca. Es poder vivir de una manera digna.
Lo nuevo de Che Sandoval tiene a Antonella Costa como la gran protagonista. Una mujer que supo ser una cantante famosa como su madre, una ídola de adolescentes, aunque hoy apenas se la recuerda. No obstante, el problema principal que tiene en este momento es que desde una de sus rupturas amorosas no pudo volver a mojarse por ningún otro hombre, perdió todo tipo de excitación y eso se ve reflejado también en su carrera de cantante. En la película que escribe y dirige Che Sandoval, el sexo funciona como motor de su protagonista. Una noche, después de que Martina se escapara de un show antes de terminar, recibe la visita de una joven que dice ser una gran fan suya, Francisca, pero además le dice que la está buscando porque cree que son hermanas. Martina no le cree en absoluto y la termina echando y todo quedaría ahí si no fuese porque entonces aparece su novio que la viene a buscar. Un muchacho joven y atractivo que despierta en ella todo eso que creía haber perdido. Lo que siente Martina, lo que siente ahí en su entrepierna, no es cualquier cosa, no puede dejarlo pasar. Entonces, Martina viaja a Chile a buscarlo y se arma una especie de triángulo amoroso, porque la relación entre César y Francisca va y viene. Cuando se encuentra cara a cara con Francisca, Martina termina, de manera inconsciente, haciéndole creer que viajó para poder hacerse el preciado ADN y comprobar si son o no hermanas. Con mucho ritmo de screwball comedy, Sandoval presenta una comedia verborrágica que sigue a su protagonista y su caótica vida y forma de ser en medio de un viaje que resulta algo más que literal. Con Francisca, esa joven a la que en primera instancia no soporta y con quien luego irá creando una intimidad, y lo que la rodea, el padre interpretado por Patricio Contreras, y un curioso migo extranjero. La protagonista de "Dry Martina" es una mujer desprejuiciada, que utiliza el sexo como liberación y cuya insatisfacción la deja trabada. Su vida se encuentra como en una especie de limbo actualmente. Su madre no está, su padre está en coma; y aparecen Francisca y su novio y le revolucionan todo el interior. Hay en esta película también mucho de choque entre culturas. Así como los protagonistas se mueven entre Argentina y Chile, esto da pie a chistes o comentarios que no funcionan igual en un lugar que en otro. Y acá es donde el título funciona a la perfección. Antonella Costa es el eje y alma de la película. Seductora, manipuladora pero también a veces frágil aunque lo disimule y lo niegue. Por momentos es como una de las adolescentes que fueron sus grandes admiradoras. Y además canta y resulta hipnótica hasta el final de los créditos. Estamos entonces ante una película divertida y entretenida, pero también algo amarga por momentos. Un film que expone la necesidad de armar vínculos, de formar parte de una familia sin que familia implique necesariamente lazos sanguíneos.
Dirigida por Kay Cannon y escrita por los hermanos Brian y Jim Keohe, No me las toquen es una comedia norteamericana que gira en torno a adolescentes que en su fiesta de graduación buscan perder la virginidad, sólo que esta vez son tres chicas. Julie, Kayla y Sam son mejores amigas desde el primer día de escuela. Ese primer día de escuela que las vio a las tres niñas asustadas hasta que se encontraron y decidieron entrar tomadas de la mano, también vio a tres de sus padres compartir la emoción de aquel momento tan especial. No obstante, si bien prometen y creen que se van a convertir en amigos indefectiblemente gracias a la amistad de sus hijas, el tiempo los encuentra bastante distanciados. Hasta la noche de graduación de las ahora adolescentes. Una madre y dos padres. Ella (Leslie Mann), soltera, que joven y sola tuvo a su hija y siente que es todo lo que tiene y la atemoriza su cercana partida a la universidad. Un padre divorciado (Ike Barinholtz) que al alejarse de su matrimonio también lo hizo de su hija e intenta recomponer, en este día especial, un poquito de esa relación. Y un padre y marido sensible (John Cena) que se encarga siempre de llevar a su hija a la escuela, de entrenarla y de que sea la mejor. Las adolescentes son… adolescentes. Y por lo tanto quieren terminar esa etapa de la mejor manera, divirtiéndose, pasándola bien. Drogas, alcohol y, por supuesto, sexo. Pero son vírgenes y si bien cada una tiene su pareja con la cual asistir al baile, cuando la que está en una relación decide que esa es la noche en que va a “suceder”, las otras dos se suman y realizan una especie de pacto. No me las toquen apunta a dos tipos de comedia. Por un lado, esta película producida por Evan Goldberg y Seth Rogen, apuesta a la típica comedia norteamericana que gira en torno a fiestas con dosis ilimitadas de droga y alcohol donde todo puede pasar. Por el otro, hay una idea de retratar la paternidad y maternidad desde esa etapa en la cual no queda otra que aceptar que los hijos ya no son niños y que hay que dejarlos que vuelen ellos solos, pero lo hace desde la espantosa idea de que sus hijas son sagradas y de su propiedad. Quizás por eso también el cambio a último momento de guion le resultó favorable, ya que en una primera instancia iba a ser protagonizado por tres hombres adultos. Acá, el hecho de aceptar que sus hijas ya están crecidas es algo que les va a costar entender, especialmente a Lisa que teme que su hija cometa los mismos errores que cometió ella de joven. Mientras que estos adultos sufren porque sus niñas, sus preciadas hijas, terminen perdiendo su virginidad (y por lo tanto inocencia, y por lo tanto se conviertan en adultas y ya no precisen de ellos) de manera impulsiva y descontrolada, la película se encarga de hacerlos encontrarse con diferentes situaciones que pretenden hacerles ver, por un lado que el hecho de ser mujeres no las convierte en débiles o princesas necesitadas de alguien que las rescate, y por el otro que son ellas las que van a decir qué, cuándo y cómo hacerlo: el sexo y todo lo que quieran hacer con sus vidas. Muchas de las escenas entre las amigas las muestran como a una especie de Damas en guerra (Bridesmaids, Paul Feig) adolescentes. Al igual que aquella, con escena escatológica incluida. Las mujeres se pueden divertir del mismo modo en que siempre los vemos a ellos. En cuanto a la dirección en sí, el film cumple de una manera convencional y efectista, desaprovechando algunas escenas que podrían haberle permitido a la realizadora jugar un poco más. Con respecto a las actuaciones, las jóvenes se lucen un poco más que los adultos. Si bien No me las toquen a grandes rasgos funciona, también se pierde por momentos en esa comedia sinsentido en la que a veces se apunta a lo grotesco para generar gracia. Las escenas más graciosas no resultan ésas, sino en las que se percibe algo genuino y simpatía, ciertas salidas inesperadas de sus personajes.
Una nueva película de terror llega a las carteleras, porque la oferta nunca termina. En este caso, estamos ante una película británica dirigida por David Bruckner y escrita por Joe Barton, de una adaptación de la novela de Adam Nevill. “El ritual” empieza con un grupo de amigos treintañeros que planean un próximo viaje en conjunto ya que la adultez y las responsabilidades comienzan a alejarlos. La idea es hacer algo diferente y se les ocurre hacer hiking por una zona montañosa y verde de Suecia. No obstante, aquella noche que los encuentra reunidos también marca, tras una situación de esas imprevistas e inesperadas, el fallecimiento de uno de ellos. Una muerte que se sucede dejando a su protagonista Luke (Rafe Spall) en un estado de culpa y confusión, ya que es el único testigo y porque se esconde, se mantiene oculto y en silencio. Tras ese prólogo, los encontramos a los cuatro amigos restantes acampando, llevando a cabo en homenaje a este amigo ese mismo viaje que habían empezado a planear todos juntos. Pero además de un clima hostil (hace mucho frío y les agarra la lluvia), uno de ellos se lastima la pierna y eso entorpece lo que queda del recorrido. Es por eso que llegan a la conclusión de que adentrarse en el bosque es cortar camino. “Si fuese un atajo, estaría en el mapa”, llegará a la conclusión uno de ellos prontamente. Desde que se introducen en ese bosque las cosas no van a pintar bien. Un cuerpo animal colgado desde muy alto y con las tripas en el suelo, extraños símbolos tallados en los árboles y una casa abandonada que utilizan como refugio una noche de lluvia. Una casa donde pretenden descansar y dormir y sin embargo cada uno se encuentra con pesadillas en carne viva. Y claro, Luke se encontrará con todo eso que le viene dando vueltas en la cabeza desde que perdió a su amigo. Después de pasar una noche así de tenebrosa, la idea es clara: irse de allí lo antes posible. Pero nada nunca en estas películas va a ser rápido ni sencillo y a medida que intentan irse de allí se van encontrando con cosas peores. Ese bosque guarda algo muy oscuro y terrible. “El ritual” apela a varios clichés del género y sin embargo hace aprovechamiento del terror ya bastante empezada. Antes, opta por un clima algo más relajado para desarrollar mejor esta amistad colectiva y cada una de las personalidades, aunque a excepción de su protagonista el resto terminan quedando algo desdibujados, difícil de distinguir entre uno y otro. Ya en la segunda mitad estamos ante la película de terror buscada, con imágenes y climas muy bien creados. No conviene adelantar mucho de lo que se va a ver pero se puede decir que está bien trabajado el género y que Rafe Spall logra destacarse. A la larga, acá no nos encontramos ante un grupito de adolescentes bobos como tantas películas de terror, al contrario, son hombres adultos, cada uno con su vida armada. Lamentablemente, si bien el terror se va construyendo con éxito durante gran parte del relato, la resolución resulta tan rápida y fácil que desaprovecha todo lo generado con anterioridad. Aun así, “El ritual” es una propuesta interesante dentro del cine de género, con mejores intenciones que resultados pero que funciona.
La nueva película escrita y dirigida por Carlos Sorín está enmarcada en un pueblo de Tierra del Fuego donde una pareja de treintañeros esperan que los trámites de adopción puedan por fin brindarles un hijo. Cuando se les da la oportunidad, primero se encuentran ante algo que no esperaban: un niño más grande de edad de lo que tenían pensado, unos nueve años. Mientras las estadísticas demuestran que un porcentaje notablemente mayor no aceptaría un niño de esa edad, Diego y Cecilia aceptan y deciden darle un hogar y una familia a este niño que no tiene padres pero sí un tío preso, por lo tanto un pasado acercado a situaciones complicadas. El film va transitando por diferentes emociones y cuestiones. Primero la incertidumbre ante la nueva familia, desde el niño pero también para ellos que de un día para el otro se convierten en padres de un nene, un nene al que además no pueden criar desde cero, sino que carga un pasado en el cual no influyeron; y además todo lo relacionado a ser padres primerizos, cómo tratarlo, cómo retarlo si hay que retarlo. Pero después de comenzar a amoldarse y que las cosas parezcan bastante resueltas, llega el momento de anotarlo en la escuela, y la cuestión pasará por otros costados fuera de la adopción propiamente dicha. Y ahí entra en juego la discriminación y los prejuicios, porque los otros padres no quieren que sus hijos se junten, ni compartan clase, con este “villero”, un nene que en su afán de jugar y divertirse hace mención a supuestas relaciones con la droga o la delincuencia. El gran acierto de esta película radica quizás en el punto de vista que elige tomar, el de Cecilia (interpretada por Victoria Almeida), esta mujer que se convierte en madre y se va encontrando con situaciones mucho más complicadas de las que esperaba. Enfrentándose a directivos de la escuela o a los otros padres, algunos más amables y otros tantos muy hostiles. Después está ahí a su lado también Diego (Diego Gentile), su marido, que si bien siempre se muestra dispuesto no terminará de comprender y pasar por todo lo que transita ella. Sorín retrata la temática de la maternidad de una manera simple y genuina, aunque gran parte del mérito también lo tiene Almeida con su actuación. Cecilia se encuentra en ese terreno, ese pueblo que luce frío y desolado y se le va tornando cada vez más hostil. “Joel” es una película pequeña y simple y al mismo tiempo arriesgada a la hora de plantear una temática quizá sí tratada varias veces (la adopción) pero desde una perspectiva distinta (la adopción tardía). Y lo hace desde la perspectiva femenina, desde el personaje de la mujer ahora madre y su compromiso. A nivel técnico, estamos ante un Sorín pulido y maduro.
Dirigido y escrito a cuatro manos por Catherine Gund y Daresha Kyi, se estrena este documental que retrata vida y obra de la cantante Chavela Vargas. No importa de dónde se viene, sino a dónde se va, dice en el comienzo de este documental la propia Chavela Vargas. Mejor interesarse por el futuro que por el pasado. No obstante, la idea de este documental es abarcar todo lo posible sobre Chavela, así que se irá al pasado para de allí partir hacia sus momentos de gloria, de caída y nuevamente de gloria hasta su final en el 2012. Chavela, que nació en Costa Rica pero se mudó a México donde se enamoró de ese país y desarrolló allí su carrera, brinda su voz por medio de una entrevista realizada a principio de los ’90 y, sobre todo, a través de sus canciones, que se van colando a lo largo de las secuencias y entrevistas del documental. Chavela le brinda entidad a su protagonista mostrándola desde varios aspectos: como mujer transgresora, como cantante, como una seductora incansable y, también, con sus problemas con el alcohol. Amigos y cercanos, artistas y no, ceden sus testimonios para contar cómo fue cada una de esas relaciones. También hay mención a otros personajes ilustres, como Frida Kahlo o el supuesto amorío fugaz con Ava Gardner. Realidad y mito se entremezclan constantemente. Una Chavela orgullosa de ser mujer que, sin embargo, llevaba una vida que mucho consideraban era de hombres, vistiendo pantalones y llevando adelante muchas relaciones casuales. A la larga, Chavela fue una mujer que más allá de su personalidad fuerte e innegable carisma sufrió mucho y la soledad y el alcohol fueron dos de sus grandes amores. Y por lo tanto, como todo gran amor, trágicos. Llevándola a alejarse durante largo tiempo de los escenarios, época en la que muchas personas la daban por muerta. Hasta que renace como el Ave Fénix y disfruta de la gloria de los últimos años. Así, esta alma herida con sus canciones que funcionan como una especie de bello canto desesperado consigue erguirse como leyenda, con una vida difícil pero que lo tuvo todo. “Mi nombre es Chavela Vargas, que no se les olvide” y cómo hacerlo con aquella presencia arrolladora.
Eran Kolirin escribe y dirige El enemigo interior, la película israelí que se presentó en Un Certain Regard en Cannes, un drama que gira en torno a los integrantes de una familia que van pasando diferentes situaciones que los llevan a tomar decisiones drásticas y cuestionables. Cuando David se ve forzado a dejar las Fuerzas Armadas a las que le dedicó toda su vida, le cuesta encontrarse a sí mismo. Intenta sin mucho éxito armar un nuevo proyecto de marketing pero lo cierto es que no se halla. En su familia parece sentirse un poco más a gusto, sin embargo cada uno de los los integrantes de la misma tiene sus secretos y se aíslan entre ellos para reencontrarse después, quizás en momentos más complicados. Mientras David asiste a charlas motivadoras e intenta armar su propio emprendimiento, su hija asiste a marchas y comienza a juntarse con gente “sospechosa”. Su mujer es una maestra apasionada que generará pasiones también en otros ámbitos, uno donde sentirse nuevamente atractiva y deseada. Hay un cuarto personaje que es el hijo, aquel que ignora a la madre todo el tiempo y apenas aparece en escena hasta cerca del último tercio. David intenta relacionarse con su hija pero ella, adolescente y con sus propias ideas y cosas en la cabeza, no siempre se muestra demasiado afectiva. Una noche en la que él se siente frustrado por sus proyectos que no funcionan, se detiene en medio de la ruta y dispara aleatoriamente hacia las colinas. Sin saberlo en el momento, hiere a un conocido de su hija: un árabe. Esta muerte hace que ella se acerque a estas personas, con un genuino interés. Y así se van desencadenando otras acciones que también relacionarán a padre e hija sin que ésta última esté del todo al tanto. El enemigo interior narra estas historias que se van entrecruzando en una Israel marcada por el miedo al Otro y la incomunicación. Es una historia de personajes que cometen errores y toman malas decisiones e intentan salirse con las suyas a veces a costa de alguien más. Escrita y dirigida por Eran Kolirin, el film deambula entre las diferentes líneas narrativas pero de manera despareja. Con tiempos lentos y escenas aletargadas, a veces se pierde el eje y lo que parecía tornarse interesante termina quedando relegado a lugares secundarios. Además está lo que sucede con el personaje del hijo que, inexplicablemente, apenas aparece en escena haciendo que nos olvidemos de que existe para que, cerca del final, sea otro de los que toma una drástica decisión consecuencia de lo que fue sucediendo.
Llega a la cartelera La vida sin brillos, el documental escrito y dirigido por Nicolás Teté y Guillermo Félix sobre “Extinguidas”, aquellas mujeres que el teatro de revista hizo popular durante los ochenta y regresaron al teatro con José María Muscari. Con cámara en mano, los jóvenes directores Nicolás Teté y Guillermo Félix siguen a estas mujeres detrás de escena de la obra de teatro que volvió a poner su nombre en las carteleras: Extinguidas. Son ni más ni menos que diez mujeres, diez figuras, diez íconos de una época pasada: Beatriz Salomón, Adriana Aguirre, Noemí Alan, Mimí Pons, Luisa Albinoni, Silvia Peyrou, Pata Villanueva, Patricia Dal, Sandra Smith y Naanim Timoyko. Mujeres que hoy llevan vidas muy distintas entre sí y que tienen en común el haber disfrutado de la fama y la popularidad, tan efímeras. Lo que nos permiten los directores es acceder al detrás de escena, a los preparativos de la obra que las vuelve a poner en el escenario, pero también a sus vidas personales. Cada una se abre ante la cámara inquieta, quizás con un poco de actuación de por medio porque, a la larga, son actrices y viven así aunque no hayan logrado dedicarse a eso durante toda su vida (y hacen casting y son rechazadas o relegadas a papeles menores). Con trabajos paralelos como el de revendedora de productos de cosmética o dando talleres de actuación a jubilados, entregándose a la actividad física como modo de vida, o a una maternidad tardía, o a regodearse en el pasado que les regaló decenas de portadas de revistas que se lucen en una pared, haciendo yoga, sorteando enfermedades, conduciendo un programa de radio o bailando tango no sólo como actividad recreativa sino como modo de sociabilizar y conocer gente. La vida sin brillos se pasea entre las diferentes historias de estas mujeres y las muestra de una manera genuina. A veces sin maquillaje, a veces de entrecasa. Así como son, mucho más que una figura creada por y para el público. No es un mero trabajo de observación, los directores están ahí, en el medio, recibiendo llamadas que podemos escuchar sobre las cosas que les ocurren o las complicaciones de sus agendas para poder colaborar con ellos, o hasta ayudando a alguna a cargarle crédito al celular. Como son diez mujeres, diez personalidades fuertes, una película de casi hora y media parece poco para todo lo que suponemos que hay para mostrar. Los directores les permiten a cada una pasearse y presentarse como son, o como ellas se ven, y ninguna termina tomando un protagonismo mayor. Al menos no en cuanto a estructura, seguramente al público le parecerá más interesante seguir a una que a otra, o se quedará en algún momento con ganas de un poco más. La estructura es simple. Se presenta el proyecto, a sus protagonistas cada una a su tiempo y momento, intercalando apariciones, y por último se accede al fenómeno. Se es testigo de que todavía estas mujeres pueden llenar teatros y fascinar a su audiencia. Y es un acercamiento respetuoso y amoroso. Por eso, más allá de ser figuras que provienen de un mundo que (en la actualidad) apuesta a los chismes y los escándalos, acá aparecen temas difíciles y dolorosos pero sin nunca caer en golpes bajos. Ante todo, el documental apela a la nostalgia porque es inherente en la vida de estas mujeres, cuya purpurina y cuyo glamour parecen haber quedado tan lejos. Porque ellas guardan y atesoran cientos de fotos y anécdotas sobre una vida pasada que lucía mucho mejor que este presente. Un presente que las vuelve a conectar con el pasado gracias a la iniciativa de José María Muscari, gracias a la idea de juntarlas en el escenario.