La revolución que no fue A partir de un material familiar encontrado, el brasileño João Moreira Salles (Santiago, 2007), indaga sobre los diferentes movimientos que originaron el mayo del 68 y sus consecuencias para provocar una reflexión sociopolítica sobre la fugacidad de las revoluciones que querían cambiar el mundo y terminaron siendo fagocitadas por él. Documental de montaje, En el intenso ahora (No Intenso Agora, 2017) es un elocuente ensayo cinematográfico -sobre aquellos días de mayo del 68- que se origina a partir de un material que el realizador encontró de casualidad y que fue filmado por su madre de manera amateur en un viaje a China cuando corría 1966 y la Revolución Cultural se encontraba en su faceta más radical. Esas imágenes dialogan con otras correspondientes a los movimientos del 68 surgidos en Francia, Checoslovaquia y en menor medida Brasil provocando una reflexión sobre la fugacidad que tienen los momentos más intensos de la historia mundial, estableciendo un diálogo con aquellas consecuencias y revoluciones que podrían haber acontecido después, pero que sin embargo nunca se vieron. Salles construye un mapa sociopolítico sobre aquellos años a través de imágenes de archivo, escenas de películas de la época y material familiar para, a través de su propia voz, interpelar al espectador sobre lo macro y micro de los movimientos sociales, como también sobre los límites entre lo privado y público. Todas esas imágenes rescatan utopías (tal vez perdidas, tal vez no) que dialogan con el hoy. Una escena de suma potencia es cuando Salles muestra como los muertos son utilizados políticamente. El foco es 1968 y vemos imágenes de Praga, Paris y Rio de Janeiro, cada una con su propio mártir. Cincuenta años después nada ha cambiado y la realidad así lo prueba. El mayor logro formal de En el intenso ahora es un montaje artesanal en donde se justifica el porqué de cada imagen utilizada con su deconstrucción posterior. Ensayo personal pero también público, tan poético con político, con una fuerte carga de nostalgia histórica pero con la mirada puesta en el presente, En el intenso ahora es un documento único en donde Salles además de retratar el pasado indaga implícitamente con la misma intensidad sobre todo aquello que podría haber sido y no fue.
La ciudad duplicada Falso documental con toques de policial negro en el que se mezclan elementos de la realidad con otros inventados es la propuesta de Luis Bernárdez en Los Corroboradores (2017), una ¿disparatada? investigación sobre una logia que pretendía convertir Buenos Aires en Paris. Tomando como base una construcción edilicia que se asemeja a la de algunos emblemas franceses, Bernardez propone una historia que matiza la realidad con la ficción. Construida con los mecanismos del documental, la trama nos presenta a una periodista francesa que viaja a Buenos Aires tras una pista que le dará las claves para descubrir la verdad sobre Los corroboradores, una logia fundada por Carlos Pellegrini cuya meta era la de anexar Buenos Aires a Francia. Como primera parte de ese plan se comienza con la construcción de una serie de edificios que copian en exactitud a los originales franceses. Bernardez nos conduce así por diferentes emblemas de la arquitectura porteña para develar el misterio de la denominada “La Paris del Plata” (como se la conocía a Buenos Aires) y como Los corroboradores idearon una serie de planes para formar parte de una sociedad a la que deseaban permanecer. Incluso al punto de querer instalar una monarquía. Para ello se nutre de sociólogos, historiadores y un sinfín de personajes reales -y de renombre- que dan su parecer sobre una logia de la que nadie pueda dar por sentado que haya existido. La investigación que tomará ribetes policiacos también virará hacia lo fantástico al punto de sostener la versión de que en Buenos Aires se encuentran los edificios originales que fueron reemplazados en Francia por copias idénticas y que ahora son los chinos quienes vienen por todas esas reliquias. Lo atrapante de esta historia es no solo como Bernardez construye un guion en donde lo inverosímil se vuelve verosímil, poniendo en duda sobre que si lo que cuenta es realidad o fantasía. Por más insólito que parezca todo, los cabos sueltos se atan y la trama no hace otra cosa que al menos hacernos pensar de que todo podría estar sucediendo, por más extraño que parezca. Si un presidente hace 25 años nos vendió la idea de que podíamos llegar a la estratósfera no es inverosímil pensar que lo que se cuenta en Los Corroboradores pueda ser real.
Actuando en Moscú Una ficción narrada como si se tratara de un documental es la propuesta de Charly Braun en Vermelho Russo (2016), el diario de viaje de dos actrices en busca de nuevas experiencias. Marta y Manú, dos actrices brasileñas, viajan a Moscú para profundizar sobre las técnicas del gran maestro de la actuación Konstantin Stanislavski. La adrenalina que les significa ir a estudiar a un lugar desconocido, con un idioma complicado y un invierno atroz, se apaga a medida que pasan los días y las expectativas previas no se cumplen. La armonía de una amistad de años deja paso a una serie de conflictos que borran los frágiles límites entre la vida y el teatro. Vermelho Russo es un hibrido que juega todo el tiempo con la ficción y la realidad. Tanto en su forma como en lo que cuenta. Estructuralmente está planteada como una ficción pero desde lo formal apela a todos los elementos del documental. Y eso es lo que termina volviendo mucho más interesante la propuesta de lo que podría haber sido. Braun filma la historia (basada en los diarios de la coguionista y actriz Martha Nowill) como si se tratara de un documental cuando en realidad estamos frente a una ficción, pero también documenta situaciones reales que se incorporan a la ficción sin la necesidad de forcejeos, haciendo que el relato fluya de manera libre y desacartonado, aunque por momentos caótico. La combinación de ficción y documental no solo aparece en lo formal sino también dentro de la historia. Ambas actrices corren los límites que separan las realidades en las que están inmersas y son absorbidas por los personajes de la obra que están ensayando. La ficción se come a la realidad generando tensión tanto en la trama ficcional como en lo formal. Vermelho Russo es una road movie, un diario de viaje, una aventura en un mundo desconocido, una ficción y un documental, un drama y una comedia, pero por sobre todo es una película que le escapa a todo y habla con su propia voz.
El padre, la hija y la amante En su largo número 26, Amantes por un día (L’Amant d’un jour,2017), Philippe Garrel, vuelve a trabajar cuestiones estéticas que lo definen como la atemporalidad, el blanco y negro, y la narración a través de la voz en off. Una sutil y delicada aproximación a los laberintos del amor. Gilles (Eric Caravaca), es profesor de filosofía, y esta es evidentemente una de las ironías de la trama, puesto que no por ello es menos hombre (“la filosofía no está divorciada de la vida”), y la cinta comienza con una sesión de sexo en los baños de la universidad entre él y Ariane (Louise Chevillotte), una de sus alumnas, con quien mantiene un romance secreto desde hace varios meses. Pero este amante también es un padre, y una noche su hija Jeanne (Esther Garrel) aparece en su casa, llorando, con una valija, tras ser abandonada por su novio. Jeanne, sin tener donde ir, cae en casa de padre e irrumpe en la vida de los dos amantes, Jeanne inunda la casa con su profundo y obsesivo sufrimiento. Ariane, que al principio trata de consolarla y escuchar sus penas, va experimentando cada vez más celos por el afecto paternal de Gilles por su hija, y comparte además grandes secretos con Jeanne, que empieza a entretejer —conscientes o inconscientes— para seguir siendo el centro de atención. Porque si ambas comparten aparantemente la cercanía y complicidad de estar en un momento de la vida en el que el deseo las domina, las dos jóvenes protagonizan en realidad una guerra subterránea, pues el enemigo sigue siendo “el enemigo, aunque uno sepa que está ocupando indebidamente su territorio”. Garrel abre un abánico narrativo sobre tópicos de la vida amorosa —la libertad, la diferencia de edad, las relaciones físicas, la intelectualidad, etc.— sin emitir juicio en ningún momento, limitándose a erigirse en espejo de las sutiles inflexiones de la vida y del ciclo sempiterno del deseo y el amor. Y esta novelación de la vida es envuelta por el cineasta en una forma visual que demuestra un dominio y una depuración excepcionales. Un estilo que hace de Amantes por un día una obra que va completamente contra la corriente predominante de un cine moderno lleno de efectismos y espejitos de colores.
Castillos de arena La ópera prima de Carla Simón, Verano 1993 (Estiu 1993, 2017), es un film netamente autobiográfico basado en los recuerdos de la propia cineasta. Cuando sus padres habían muerto, ella, con apenas seis años, tuvo que integrarse a una familia adoptiva al tiempo que iba asumiendo la pérdida de la biológica. Un hecho trágico narrado con sutileza y detalles en un viaje de retorno a la infancia, con sus angustias y laberintos, donde no todo es felicidad, risa y juego. Verano 1993, escrita por la propia directora a partir de sus recuerdos y sensaciones, está protagonizada por una excepcional Laia Artigas, que encarna a Frida, junto a Bruna Cusí y David Verdaguer en el rol de los tíos. Esta pareja, a su vez, tiene una hija más pequeña que Frida, que acepta a la nueva incorporación, mientras que la recién llegada no termina de encajar en el nuevo hogar. La historia narra, desde el punto de vista de Frida, el proceso de adaptación a una nueva vida junto a sus tíos, tras la muerte de su madre, enferma de SIDA, causal también de la muerte de su padre, tres años antes. Simón, dotada de un talento excepcional para dirigir niños, pone la cámara a su altura y, a través de la mirada del personaje de Frida, transmite el malestar, el ahogo de ese primer verano que vive con sus tíos convertidos en padres. Pero lo hace con silencios, con pequeñas anécdotas, con miradas escurridizas, con algún abrazo robado y travesuras contaminadas de incomprensión hacia lo que ocurre. Auténtica y con una delicadeza atípica, Simón nos conduce por la intimidad de esa familia, con sus tareas hogareñas y ese callado temor a que la construcción del nuevo hogar no termine por derrumbar el viejo como un castillo de arena. El desequilibrio que produce la llegada de Frida en el matrimonio de Esteve y Marga, e incluso el contexto social de la época, también se nos presentan a través de la mirada de Frida. En Verano 1993 se habla de duelo, de dolor y de aceptación, de aprender a controlar las emociones tal vez mucho antes de lo previsto. Pero también de una forma tangencial, ya que nunca se menciona, del SIDA, que a principio de la década de los noventa aún era un miedo extendido y estigmatizado. Y ahí los silencios encuentran una explicación.
¿Por la Patria? ¿Qué lleva a un joven argentino a querer formar parte del ejército? Esta es la pregunta que se formula Manuel Abramovich en Soldado (2017), un documental que se mete en las entrañas del Regimiento de Infantería 1 de Patricios, ubicado en el porteño barrio de Palermo, para observar la rutina del entrenamiento militar y así encontrar una respuesta a tal enigma. Juan José González es un muchacho correntino de 20 años que tomó la decisión de ingresar al ejército. Pero, ¿para qué existe un ejército en un país sin guerras? y ¿por qué un muchacho quiere ser parte de eso? Respuestas que busca Abramovich en Soldado. El director de Solar (2016) y el multipremiado corto La Reina (2014) entremezcla el registro observacional documental con una puesta en escena ficcional para retratar los días de González que, lejos de su familia y amigos, pasan entre el entrenamiento físico, los desfiles y su incorporación a la banda musical tocando el tambor. La puesta se nutre de cierta teatralidad con planos fijos y una cámara que toma distancia del objeto retratado. Ese modo de mostrar tiene que ver con el artificio de ser soldado, donde para Abramovich da la sensación de ser una representación, un juego, un ensayo teatral. Ser soldado y actor estarían equiparados en un mismo rango. Ser soldado es un personaje impostado que cuando se quita el uniforme pasa a ser una persona real. Como en sus anteriores trabajos Abramovich utiliza el registro documental para encontrar respuestas a un tema que lo obsesiona como parecieran ser los mandatos familiares y hasta qué punto uno es capaz de elegir libremente por sobre lo que los padres deciden para sus hijos. En el caso del protagonista de Soldado vuelve a primar sobre la decisión final la influencia paternal pero también la económica. Para alguien que no tiene las mismas posibilidades que otros la elección militar parece ser una de las pocas alternativas en busca de un futuro ¿mejor?. Abramovich se consolida con su nueva película como uno de los cineastas que mejor saben conjugar las técnicas y las formas a la hora de narrar una historia documental muchas veces insignificante que bajo su lente se convierte en grandilocuente y necesaria. Donde se generan preguntas que siempre encuentran respuestas.
Los recuerdos (se los lleva el viento) Con un registro observacional entre lúdico y melancólico, Andrés Perugini ofrece un documental intimista sobre la perdida a través de un ritual que, como dice una de las protagonistas, todos estamos condenados a realizar. Y que no es otro que el de deshacerse de los objetos materiales que pertenecieron a un ser querido que acaba de morir. Irene tiene casi 100 años y está en su casa de Germania, un pueblo del noroeste bonaerense que limita con Santa Fe. En las primeras escenas la vemos tomar mate, cuidar de su jardín y sentarse en el umbral de su casa para conversar con algún que otro vecino que de casualidad pasa por la puerta. Tras esa suerte de prologo introductorio Irene ya no está y en su reemplazo vemos a tres mujeres abriendo roperos, cajones, bahiuts y muebles atiborrados de objetos que le pertenecieron. Recuerdos de los que deben deshacerse de la misma manera que lo harán con la casa en la que habitó la mayor parte de su vida y que guarda millones de momentos. La intimidad (2017) es el retrato de ese instante posterior a la muerte en el que solo quedan los recuerdos de lo que fue y donde uno debe elegir cual perdurará y cuales se escaparán. Perugini trabaja su ópera prima documental con una cámara voyeur invisible en la que va registrando cada instante de esa intimidad, con la impunidad que le da ser miembro de la familia, con personajes que se mueven libremente por los diversos espacios de la casona como si no notasen su presencia física. Una puesta en escena con un aire de frescura e imprevisibilidad que siempre es bienvenida en este tipo de registros en donde muchas veces el artificio los hace naufragar. Si hay una virtud en La intimidad es el realismo y la honestidad de lo que se muestra y cómo lo decide mostrar. Despreocupado por la perfección visual, en donde los desencuadres o los movimientos bruscos de la cámara en mano resultan más importantes que un plano estilizado, La intimidad ahonda en el pasado y en el presente para preguntarse si en el futuro los recuerdos perdurarán o si se evaporarán de la misma manera que lo hace la vida.
Espejitos de cristales rotos En tiempos en donde la agenda periodística está marcada por una red de prostitución que captaba adolescentes menores de edad en las categorías inferiores de diferentes clubes de fútbol de la Argentina, se estrena la película uruguaya Mi mundial (2017), que si bien no versa de manera específica sobre el tema de la pedofilia y la prostitución, si lo hace sobre la explotación deportiva. Basada en la novela homónima del escritor, entrenador y exjugador de fútbol Daniel Baldi, Mi mundial cuenta la vida de Tito (Facundo Campelo), un adolescente de 13 años, hijo mayor de una familia con pocos recursos económicos, virtuoso para el fútbol, al que un representante brasileño le ofrece un contrato que podría sacar a toda la prole de la pobreza. Convertido en el sustento de su familia, Tito, abandona el colegio y comienza un camino errático ante la falta de autoridad de sus padres que viven de las ganancias de la joven promesa. Hasta que un día algo inesperado hace que su sueño se rompa. Y Tito deberá enfrentar un nuevo desafío si quiere seguir adelante. La ópera prima de Carlos Andrés Morelli hace foco sobre todos esos lugares comunes que rodean al fútbol, pero poniendo el eje en el tema de la explotación infantil y de cómo el sueño de uno puede pasar a ser un negocio millonario para otros. Tito quiere jugar al fútbol pero, ¿hasta cuándo puede soportar la presión que hay sobre él?. Si bien por momentos es previsible y el director apela más de una vez a la utilización de algún que otro golpe efectista, sin evitar dejar adrede muy en claro el mensaje, Mi mundial es una película familiar, que recurre al clasicismo para narrar -de manera solvente- una historia de vida, muy bien actuada y técnicamente impecable.
Pequeñas batallas La librería (The Bookshop, 2017), nueva incursión en inglés de la directora catalana Isabel Coixet, protagonizada por los británicos Emily Mortimer y Bill Nighy, y la norteamericana Patricia Clarkson, es la transposición en imágenes del espíritu literario de la escritora Penelope Fitzgerald. En un pequeño pueblo de la Inglaterra de 1959, una mujer decide, en contra de la educada pero implacable oposición vecinal, abrir la primera librería que haya habido nunca en esa zona. Luego de la inédita en nuestro país Nadie quiere la noche (2015) ambienta La librería en pueblo inglés que, como en la anterior, retrata a una mujer con ideales y un inquebrantable valor ante la adversidad. Florence Green (Emily Blunt), sin salir de un microcosmos aparentemente apacible y civilizado, tiene que enfrentarse a la hipocresía de la intransigencia local y a esa maldita realidad que se impone a los sueños, en este caso el de expandir la cultura, la sensibilidad y las emociones provocadas por las páginas impresas de un libro. En este viacrucis de una mujer en busca de un ideal, la realizadora apela al clasicismo con conversaciones incesantes entre sus personajes, diálogos sutiles y una puesta en escena que incide en el sosiego que describe un tiempo y un espacio que invitan a la paz, pero donde se gestan pequeñas batallas declaradas para que no varíe un ápice el “orden” establecido. Si los libros representan la evolución, la sociedad se encarga de frenar esa fuerza, demasiado poderosa para dejarla crecer. Eso es lo que transmite La librería que, a través de un pequeño acto heroico, retrata un tiempo (finales de los años cincuenta del siglo pasado) de emociones reprimidas, clasismo social y miedo al extraño, donde el chusmerío era un arma de doble filo: algo que, quizás, no esté tan lejano de nuestro presente.
La ley de Talión El cineasta Nelson Carlo de los Santos Arias, cuyo debut fue un tributo al escritor Roberto Bolaño con Santa Teresa & otras historias (2015), premiada en el 30 Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, trabaja ahora sobre las diferencias religiosas de su país para ofrecer un estudio antropológico de la violencia civil en la comunidad dominicana. Cocote (2017) se centra en Alberto (Vicente Santos), hombre evangélico, que abandona temporalmente su trabajo de jardinero en casa de una familia adinerada de Santo Domingo para asistir al funeral de su progenitor en un pueblo costero. Pero al regresar a su viejo hogar descubre haber sido víctima de un engaño orquestado por las nuevas matriarcas de la familia. Así, las mujeres no sólo lo forzarán a presenciar los rituales sincretistas del entierro del padre que entran en conflicto con su religión; también le obligarán a vengar su muerte, asesinado por un policía corrupto. Nelson Carlo de los Santos Arias narra disruptivamente la historia durante los cinco días que duran los funerales por el alma del padre en una suerte de documental inducido que mezcla ficción con realidad, mostrando un país diferente al que puede verse en cualquier catálogo turístico y utilizando todo tipo de recursos cinematográficos. Desde un montaje alternado a encuadres imposibles pasando por el cambio de blanco y negro a color o la utilización de distintos formatos, todo sin una aparenre explicación, Nelson Carlo de los Santos Arias toma una serie de decisiones formales dando la sensación de que también son decisiones políticas acerca del tipo de cine que le interesa hacer. Un cine que se corre de todo sistema y donde el riesgo es el denominador común.