Sueños de robot Isaac Asimov (Petróvichi, Rusia, enero de 1920 – Nueva York, Estados Unidos, abril de 1992), padre fundador de la robótica en la ciencia ficción moderna, en 1976 y con motivo de la celebración del bicentenario de la independencia de los Estados Unidos, escribió por encargo The Bicentennial Man, relato acerca de un robot que poco a poco va asimilando el mundo de los humanos hasta llegar a ser reconocido como uno de ellos. Este concepto de la humanización de las maquinas fue germinando a través de sus cuentos y novelas de robots (1950), alcanzando su punto máximo con Los Limites de la Fundación (1982) y Fundación y Tierra (1987), revelando en ellas a los robots como ocultos benefactores de la humanidad. Gracias a la inmensidad de su obra, años más tarde, pudimos disfrutar películas como Blade Runner (1982), The Terminator (1984) o A.I. Artificial Intelligence (2001). Todas relacionadas con la misma temática, la evolución de las maquinas en pos de nuestro beneficio o destrucción. Hago hincapié en el origen de estas producciones porque Terminator Génesis (Alan Taylor) hace gala de este y muchos otros elementos de la más pura ciencia ficción. Si hablamos de evolución, tenemos que entender que las propuestas como Terminator Génesis son realizadas lejos de sus concepciones originales, y a esto no está para nada mal. Es una realidad que desde hace varias décadas estamos transitando un cambio tecnológico con respecto a los medios de comunicación, que asimismo transformó las producciones cinematográficas. El proceso creativo está orientado a un planeamiento más visual, entrando a una época de cine espectáculo como jamás se ha visto antes. Por eso, esta tendencia a lo espectacular, a la falta de contenido, nos hace disfrutar las vueltas de tuerca de los guionistas trabajando bajo la sombra de operas primas gigantes, en busca de cierto aire renovador (fallidos en su mayoría) en los últimos reboots que Hollywood nos trajo. Volviendo a Terminator Génesis, el cambio de paradoja en el viaje temporal es más que bienvenido, alejándonos de la concepción del futuro inalterable y acercándose a la creación de nuevos futuros, en el que no hay líneas temporales absolutas que deban cumplirse, donde a partir del momento en el que se logar viajar en el tiempo no se altera el pasado, sino el futuro del universo. Otro puro elemento de ciencia ficción desaprovechado por sus entregas anteriores. El cambio de paradoja en el viaje temporal de Terminator Génesis es más que bienvenido. En lo que concerniente a los aspectos técnicos si bien no sale del promedio habitual esta excelentemente realizada, en especial al principio cuando recrean parte de la original de 1984. Cabe resaltar que aunque sigue siendo una película de acción la trama es lo suficientemente sólida para sostener sus 126 minutos de duración. No obstante el abuso constante de puntos en común o emotivos con el espectador resulta reiterativo y hasta cansador. Otro punto sensible, por no decir flojo, es la elección de los protagónicos. Arnold Schwarzenegger, inoxidable, nos brinda los momentos de mayor comicidad y las secuencias más emotivas y espectaculares del film. Emilia Clarke cumple sin complicaciones su rol de Sarah Connor, aunque todavía está lejos de la soberbia interpretación de Linda Hamilton. El problema son Jai Courtney y Jason Clarke. Patéticos y deleznables en su roles de Kyle Resse y John Connor. En resumen, esta franquicia inagotable seguirá funcionando a medida que sus creativos y Arnold Schwarzenegger sigan involucrándose en futuras producciones.
Porque murió por nosotros y resucitó para salvarnos… TE AMAMOS GOKU Ya en Sintonía de Amor (Nora Ephron, 1993) hay una escena genial donde el personaje de Tom Hanks y el de Rita Wilson hablan sobre el melodrama Algo Para Recordar (Leo McCarey, 1957, leit motiv en ese film). Ella, entre lágrimas al relatar una escena clave de aquella película, los acusa de la incapacidad masculina para entender el romance. A lo que ellos retrucan “los hombres también nos emocionamos con las películas”, para acto seguido fingir llanto hablando del final de Doce del Patíbulo (Robert Aldrich, 1967), terminando conmovidos en serio, muy a su pesar. Dragon Ball: La Resurrección de Freezer (Tadayoshi Yamamuro) es un poco esas lágrimas. Existen momentos, que a todos los amantes del anime japonés, nos quedaron grabados en el subconsciente emocional. Ejemplos tenemos miles, La última batalla de Asuka (Evangelion), Battusai Himura vs Hiko Seijuro (Rurouni Kenshin), Spike vs Vicius (Cowboy Bebop), Rock Lee vs Gara (Naruto) y por supuesto Goku vs Frezzer (Dragon Ball Z), siendo esta última una de las de más larga duración en la historia de la animación oriental. En este épico combate somos testigos de cómo los guerreros Z hacen lo impensable al derrotar al emperador del universo Lord Freezer y es también donde, por primera vez, nuestro amado Goku-San alcanza el grado de Super Sayayin (shit got real madafaka!!). Dejando de lado la historia de cómo llegó a emitirse en américa latina, que no es poca por cierto, esta serie marcó un antes y un después en la vida de incontables niños/adolescentes, transformando así la rustica concepción de aquel entonces del bien y el mal, la amistad, la redención, la esperanza y el crecimiento personal. Regalándonos un universo donde la maldad puede convertirse en bondad. Nada más representativo que la frase de Goku poco antes de derrotar a Majin Boo: “Eres un ser increíble, diste lo mejor de ti y por eso te admiro. Pasaste por varias transformaciones, fuiste tan poderoso que todos nosotros te odiamos [...] te estaré esperando para pelear, yo también entrenaré, entrenaré mucho para volverme más fuerte. Adiós Majin Boo”. El mensaje de DBZ siempre fue el de la auto superación y el de enfrentarse a los problemas en vez de huir de ellos. El mensaje de Dragon Ball Z siempre fue el de la auto superación y el de enfrentarse a los problemas en vez de huir de ellos. Por este, y por muchísimos otros motivos, esta última producción de Goku y cia. (decimonovena de la franquicia) tiene un no sé qué espectacular. Honestamente si vamos a los aspectos técnicos es considerablemente inferior a su predecesora Dragon Ball Z: La Batalla de los Dioses en la que la pelea entre Goku y Bliss se asemeja más a los tenkaichi budokai de las consolas domésticas. El estilo de animación es bastante tradicional al respecto, quizás con la intención de crear algún feedback nostálgico con aquella mítica primera batalla entre los protagonistas. Mismo para el espectador atento, hay escenas calcadas donde Goku y Vegeta simplemente intercambian posiciones. A nivel argumental, sí es mucho más sólida. Omitiendo ciertas incongruencias en los niveles de pelea, la historia decanta por sí sola, alcanzando el climax con el inicio de hostilidades entre Goku y Freezer. De ahí en adelante, podes estar de acuerdo o no de cómo se plantea la situación. Ahora bien, a diferencia de Naruto, La Película, DBZ tiene una espalda muy ancha para bancarse todas las críticas las cuales no serán pocas. Es probable que los otakus (fans acérrimos de la franquicia) no salgan contentos de las salas de cine, pero saldrán con una media sonrisa en la boca pues es evidente que estas últimas dos producciones sirven de base para lo que se viene, Dragon Ball Super, historia que se sitúa seis meses después de los incidentes con Majin Boo y que contará con, al menos, cien episodios. Por consecuencia, está no será la última oportunidad en la que veremos a Son Goku, Vegeta, Bliss y cia. en la pantalla grande. Concluyendo, si bien se esperaba mayor espectacularidad, Dragon Ball Z: La Resurrección de Freezer es un digno comienzo para lo que se vendrá de aquí a poco tanto en fílmico como en papel. DATO LOCO: Se dice que la canción del grupo musical Maximum The Hormone fue la que inspiró a Akira Toriyama para dar el ok en el desarrollo de esta última película.
Vamos por partes, dijo Jack Muchos se preguntarán “¿Qué o quién es Uzumaki Naruto?” y la respuesta es un ninja adolescente, impredecible y bastante hincha pelotas que debido a su ardiente deseo de superación logrará cambiar la visión del mundo. Se caracteriza por ser alguien que aprende a través de su cuerpo y que requiere frecuentemente un embrutecimiento hacia abajo, una analogía ya simplificada, con el fin de entender lo que se le explicó. Si bien el poder en bruto es uno de sus puntos fuertes, su verdadera fortaleza reside en la capacidad de generar esperanza de un futuro mejor, equitativo y justo en amigos y enemigos por igual. Hete aquí nuestro héroe. Siempre es una inmensa alegría la llegada de cualquier película de anime (estilo de animación surgido en Japón) a la pantalla grande, ya sean clásicos como las Dragon Ball o las mágicas historias del maestro Miyazaki. Lamentablemente, este estreno tiene todas las de perder y paso a detallar el porqué. Para aquellos que desconozcan la franquicia, Naruto, fue una serie de manga (comic), escrita e ilustrada por Masashi Kisimoto, publicada a partir de 1999 por la editorial Shueisha que llegó a recopilar desde entonces sesenta volúmenes, concluyendo así en noviembre del 2014. Debido a su enorme éxito tuvo una rápida adaptación al anime, él cual hasta el momento lleva más de 600 episodios en su haber. Otro dato interesante y a tener en cuenta es que, en realidad, este estreno es el décimo largometraje de sus aventuras. Por lo que si vas al cine desconociendo la totalidad de la obra es más probable que no entiendas un carajo y salgas re caliente por haber pagado una entrada de una copia trucha de Dragon Ball. Primer punto en contra, desconocimiento del producto. Fue tan impresionante el éxito de la franquicia que se llegaron a hacer dos novelas ligeras, varios juegos de cartas, artbooks y guías, los cuales engrosaron cuantitativamente el universo de Kisimoto. Incluso cuenta con cinco títulos en el mercado de las consolas domesticas, siendo Naruto: Ultimate Ninja Storm el más destacado entre todos los existentes. No obstante, a pesar de la masividad del producto, en Argentina es poco conocido y si tenemos en cuenta la profundidad inherente de cualquier animación japonesa, repleta de dualidades y sufrimiento, no apuntaría al público infantil al que se supone va dirigido. Segundo punto en contra, falta de popularidad. Hubiese sido interesante que Tsuneo Kobayashi utilizara nuevas tecnologías para lograr algo impactante. Vayamos a la trama del film. La historia está situada entre los capítulos 699 y 700 del manga, y a decir verdad, se justifica sólo (spoiler alert) para enterarnos de como Naruto y Hinata llegaron al altar. Dejando de lado el paupérrimo nivel narrativo de la extensa filmografía Narutiana, el fanático podrá sentirse traicionado por el simple hecho que en vez de encontrar acción y secuencias espectaculares (como la pelea de Blizz y Goku en la última DB) será testigo de una de las historias más pajeras y mariquitas jamás vista. Todo bien, pero Naruto es piña va, piña viene -Rock Lee vs Gara, Naruto vs Pain, Kakashi vs Obito-. Un shonen (google pls) con todas las letras y no una de romance y besitos, que utiliza a diestra y siniestra todos los clichés existentes del shojo (again, google). Inclusive hasta las peleas parecen un chiste de mal gusto, como si a los personajes les diese paja utilizar las técnicas aprendidas a lo largo de la serie. Tercer punto en contra, gato por liebre. Hubiese sido interesante que tanto los productores y como el director (Tsuneo Kobayashi) utilizaran nuevas tecnologías para lograr algo impactante. Con los avances en animación de la actualidad, se podría haber hecho algo mejor o al menos contar una historia con mayor espectacularidad y no llena de vacío y vacuidad. Lo único destacable es ese poquito de interludio adquirido entre el final de la cuarta gran guerra mundial shinobi y el Naruto Hokage de la aldea oculta de la hoja, y algunas situaciones realmente graciosas entre la dupla estelar Naru-Hina.
Los bomberos salvan corazones y hogares Es imposible evitar comparaciones cuando hablamos de cine catástrofe. Si cada vez que llega cualquier desastre natural a la pantalla grande lo hace multiplicado por dos (Armagedon vs Impacto Profundo, Volcano vs Dante’s Peak, Twister vs Tornado) es comprensible que surja esta suerte de cotejo. Sin embargo el motivo principal de esta dicotomía, creo, es la falta de empatía del espectador con el factor humano -familia disfuncional, héroe devenido a menos, patrioterismo berreta, etc.- donde la espectacularidad de los efectos especiales son el motivo real por el cual se paga la entrada. Este es el caso de Terremoto: La Falla de San Andrés (San Andreas). Ahora bien, si continuamos con las comparaciones Terremoto… (Brad Peyton) tiene bastantes puntos en común con 2012 (Roland Emmerich, 2009). Sin lugar a dudas el más importante es la vorágine destructiva que ambas películas desatan sobre nuestro querido planeta tierra. Es impresionante ver como avanzó la tecnología en pos de recrear escenarios apocalípticos a ese nivel de realismo. Empero, la gran diferencia es que en una se nota que es joda (John Cusack sobrevive al fin del mundo y jamás se saca la corbata, ídolo!) y en otra existe cierta solemnidad reprochable, aún más teniendo en cuenta los hechos catastróficos que se suceden a lo largo del film (yo también me hubiera ido a la mierda del estacionamiento, chupala nena). No obstante, Terremoto: La Falla de San Andrés funciona. ¿Por qué?… Por Dwayne Johnson. La Roca te rema cualquier cosa. Es mundialmente conocido por sus apinochados dotes actoriles, pero el tipo exhala carisma. Como acertadamente dijo Hugo Zapata “con cualquier otro la película hubiese sido un bodrio insufrible”. Lo extraordinario es que uno realmente cree que él puede salvar a su familia, en extremos opuestos de San Francisco, en el intervalo de una tarde, durante el peor terremoto de la historia registrada!! Esto no pasaba desde los años dorados de Stallone o Schwarzenegger. Todo merito personal. La trama en general es bastante absurda, vista infinidad de veces, y el elenco no cobra mayor importancia más allá de ser relleno. Dwayne Johnson exhala carisma. Debo admitir que antes de comenzar a ver la película, me cayó demasiado bien el homenaje y agradecimientos que dedican a los bomberos de Argentina por la labor voluntaria que hacen a diario, remarcando en todo momento que son ellos realmente los héroes. Me predispuso de forma positiva y eso también es un acierto del equipo de marketing de Warner. Finalizando, Terremoto: La Falla de San Andrés no será recordada exceptuando alguna antología de género en Wikipedia pero si ya viste Mad Max (película inflada que me pareció mala) es una opción súper entretenida para tener en cuenta.
Sin códigos «No todos los problemas son sexo, drugs & rock and roll» pero en el caso de Vóley (dirigida y protagonizada por Martín Piroyansky) el abuso continuo de estos elementos anulan paulatinamente el vínculo que uno puede llegar a crear con sus personajes. Realmente una pena, pues si bien Pirovansky no se enmaraña demasiado en desarrollar las personalidades de sus protagonistas intenta introducir cierta complejidad emocional a medida que pasan los días de este último fin de semana de año nuevo. Dosificando un poco el “todos contra todos” y dándole algo de espacio al argumento, hubiese sido una propuesta infinitamente superior. Porque el problema ni siquiera es la liviandad de como todos garchan entre todos sino como este hecho impacta en la vida y relaciones de sus personajes. No obstante, este loco fin de semana entre amigos tiene momentos graciosos y emotivos. Honestidad de por medio ¿Quién no tuvo un enamoramiento fugaz, poco feliz e inoportuno con la chica equivocada? A no ser que tu religión no lo permita creo que todos terminamos mandándonos una cagada, dados vuelta y resacosos por lo menos una vez en nuestras vidas. Más allá de las limitaciones que marcó el exagerado estereotipo de sus personajes quisiera destacar las actuaciones de Violeta Urtizberea (captó a la perfección la esencia de la novia insoportable e hinchapelotas) y Vera Spinetta quienes aportaron los momentos más cómicos de la película. Completan el reparto el Chino Darín, Inés Efron y Justina Bustos (aplausos por la escena en bikini). En resumen, una película ni tan cómica, ni tan loca como te quiere vender el tráiler, entretenida de a ratos, vacía de a otros, que se queda en el umbral por no saber explotar su potencial en los momentos que lo necesitaba.
Todos los extremos son malos Como acertadamente señala Ulises Picoli en su crítica de El Hobbit: La Batalla de los Cinco Ejercitos, la abundancia no es sinónimo de calidad pero en el caso de El Séptimo Hijo (Seventh Son) la falta de ella termina dejándonos con sabor a poco. Con esto no quiero decir que la ambientación haya sido mala o que el lookeo estilo Assassin’s Creed haya sido desacertado, sino que el marcado mito del héroe, el escaso de desarrollo los personajes, lo trillado de la trama, la falta batallas, ciudades, humanos, sangre; en fin, de épica, contribuyó a transformar una producción con mucho potencial a una película más del montón. Totalmente olvidable. El film está basado en la obra literaria de Joseph Delaney. The Wardstone Chronicles, algo así como Las Crónicas de la Piedra Vidente, es una serie de libros (13 para ser exactos) que narran los sucesos de la vida de Tom Ward, joven destinado a salvar al mundo o destruirlo. Es evidente que con tamaña cantidad de libros, el universo creado por Delaney sea de una amplitud considerable y eso se nota en la representación cinematográfica. Vamos a encontrar espectros, apariciones, cambia pieles, bogarts, dragones, brujas y un variado y largo etc. El problema es que los vamos a encontrar de a uno, en solitario, condensados en los 103 minutos de duración. En comparación con la sextologia de P. Jackson, es una obra excesivamente modesta para lo que estamos acostumbrados. El universo creado por Joseph Delaney es de una amplitud considerable y eso se nota en la traslación cinematográfica. La dirección corrió por cuenta de Serguéi Bodrov, famoso por su película El Prisionero de las Montañas (1996), basado en un relato de Leon Tolstoi. El protagónico recae en Jeff Bridges, Ben Barnes, Alicia Vikander, Julianne Moore y en un fugaz cameo de Kit Harington (Jon Nieve para los amigos). Me gustaría destacar la interpretación de Jeff, muy física y repleta de magia que solo puede brindar un actor de su calibre. Barnes me gusto bastante, lejos del amanerado Príncipe Caspian. Julianne Moore, horrible. En resumen, aunque floja y trillada, El Séptimo Hijo es una película que se deja ver. Si se la ve con un ojo excesivamente crítico puede llegar a ser una bazofia repugnante, pero si dejamos de lado ese crítico (a veces muy frustrado) que todos llevamos dentro e intentamos disfrutar la magia y fantasía de un género todavía en su adolescencia, estoy seguro que podremos apreciar lo llevadero y ameno del film, y esos momentos graciosos. Al fin de cuentas, su punto más fuerte.
Grandes Heroes (Big Hero 6) aprovecha el envión de la década más prolífica de superhéroes y villanos que se pueda recordar, y se sube a la ola para traernos una animación con más errores que aciertos. Desde la saga Marvel, en la que se entrecruzan argumentos y personajes de un mismo universo ficticio, hasta las series Arrow, Flash y Gotham, que intentan recuperar terreno perdido, año tras año aparecen nuevas producciones. Era de esperarse, en la actualidad las mejoras en los efectos especiales que trajo la tecnología digital, facilita enormemente las adaptaciones cinematográficas y/o televisivas de nuestros queridos súperpoderosos justicieros. Big Hero 6 nace en formato comic book, allá por septiembre de 1998. Steven T. Seagle y Duncan Rouleau (creadores) por aquel entonces no podían hacerse cargo del proyecto y solo a partir del 2008 saldría una miniserie de 5 tomos lanzados por Marvel Comics. Sin embargo, en agosto y septiembre de este mismo año, irrumpieron en el mercado Japonés un manga (Baymax) y una línea de juguetes, en apoyo a la película a estrenarse en octubre en el 27° Festival de Cine Internacional de Tokyo. Se nota la influencia Disney en Grandes Héroes. La historia no presenta muchas similitudes con el comic del 98?. Un gran acierto dado que es la costumbre de grandes editoriales, como Marvel y DC Comics, presentar tramas enmarañadas y grandilocuencias, sin sentido, hoy un cliché en industria americana. La historia bastante simple. Se nota la influencia Disney en la que indefectiblemente tiene que morir un familiar (viejo Disney) y el villano, por algún trágico acontecimiento, justifica sus felonías en busca de venganza (nuevo Disney). A decir verdad, la trama es pobre. Repite formulas en pos de generar empatía a través del sufrimiento de los protagonistas. Pero, como dije al principio, alabado sea el Señor y las nuevas tecnologías! Es impresionante la fluidez y naturalidad que muestran las personas que componen el escenario de fondo. La ciudad está animada de forma soberbia. Las secuencias de acción están a la altura del género y, particularmente, llegué a la conclusión que si no hay un cameo de Stan Lee, no es una película Marvel. No defrauda, atento a los créditos. La parte del robot sacado y asesino está realmente muy bien. Mete miedo de verdad. En conclusión, los grandes van a salir alucinados por la espectacularidad de la animación y los chicos contentos por haber visto una peli copada de superhéroes japomericanos.
Jon Favreau (n. 19 de octubre de 1966, Queens, NY) es uno de esos pocos comediantes que no necesita recurrir a un humor grosero o escatológico para arrancarte una grata sonrisa, de esas tan valoradas y cada vez menos frecuentes en la industria cinematográfica. En esta oportunidad, como actor y director, nos trae una comedia simple y sencilla para disfrutar en familia. Chef nos abre las puertas a la vida de Carl (Favreau), una vieja promesa de la cocina americana que tras años de frustraciones, familia disfuncional de por medio, y por las vueltas de la vida decide montar un puesto de comida ambulante en busca de recuperar su pasión por la cocina. En este viaje de liberación y de nuevas esperanzas contará con la ayuda de su hijo Percy (Emjay Anthony) y su amigo y ayudante Martin (John Leguizamo). Completa el reparto Sofía Vergara como Inez, exitosa empresaria y ex mujer de Carl. Nobleza obliga, empecemos por lo bueno. Pocas películas pueden hacer gala de actores secundarios del calibre de Dustin Hoffman, Scarlett Johansson, Oliver Pratt y un cameo genial y desopilante del eterno Robert Downey Jr. Utiliza muy bien lo importante que pueden llegar a ser las redes sociales, no solo como medio masivo de comunicación, sino también como herramienta para acercar a las personas. En este caso a Carl y a su hijo Percy. Pocas películas pueden hacer gala de grandes actores secundarios como Chef. Está impecablemente filmada, se nota el buen laburo que hicieron en la puesta en escena. Lamentablemente, creo que los aspectos negativos superan con creces a los positivos. Es una película lenta, intrascendente, con un nudo narrativo soso que no logra establecer la menor empatía con el público en general. La sensación de estafa que te dejan las fugaces y poco aprovechadas interpretaciones de actores consagrados como Hoffman, Downey Jr. y Johansson te llena de decepción y se torna difícil continuar con el viaje, demasiado fácil, demasiado perfecto, de Carl y cia. Chef es una película que promete un festín de mil texturas y sabores pero solo deja un gusto amargo por no haber elegido alguna película pochoclera, con el consuelo de saber al menos qué es lo que entraste a ver al cine.
En un género donde prácticamente se han probado todas y cada una de las fórmulas posibles, y el éxito o fracaso depende de la química de sus protagonistas, estamos ante un éxito rotundo. Wallace (Daniel Radcliffe) y Chantry (Zoe Kazan) nos obsequian una encantadora historia romántica que salvando las diferencias puede ocurrirle a cualquiera. ¿Sólo Amigos? (What If) explora lo complejo de las relaciones humanas y lo maravilloso que es enamorarse a pesar de las circunstancias y las dificultades de la vida. Todo comienza en un tejado, en el que Wallace, luego de un año, elimina un mensaje de voz de su ex novia. Inmediatamente, en una fiesta conoce a Chantry, prima de Allan, amigo y anfitrión de Wallace. Después de acompañarla a su casa, conseguir su número telefónico y enterarse que lleva conviviendo un largo tiempo con su novio Ben, Warren decide no llamar y seguir adelante. Pero como no podía ser de otra manera, vuelven a encontrarse en la proyección de La Princesa Prometida (The Princess Bride) y ahora sí, honestidad de por medio, empiezan a formar una amistad… O quizás algo más. En honor a la verdad, no encontraremos elementos novedosos o vueltas de tuerca inesperadas pero la química entre los protagonistas es tan buena que no será necesario. El film se sostiene solo y al contar con un elenco joven se torna dinámico, por sobre todo actual. ¿Sólo Amigos? trata de muy bien la delgada línea que separa la amistad del amor. Particularmente está muy bien como trata la delgada línea que separa la amistad del amor, las charlas de chicas de Wallace y Allan, y como los sentimientos, ingobernables, a veces son injustos para con los demás. Otro gran acierto, es como el director Michael Dowse (Goon, 2011) se toma su tiempo y no apresura los acontecimientos, distanciándolos los unos de los otros considerablemente. En resumen, una hermosa comedia romántica, sin vicios o historias retorcidas, para el público en general.
El Dador de Recuerdos (The Giver) es la adaptación cinematográfica de la novela homónima de Lois Ann Hammersberg (Honolulu, 20 de marzo de 1937). La premisa. Jonas, un muchacho que vive en una comunidad perfectamente diseñada y controlada en donde ha sido eliminado el dolor y las diferencias, es elegido para conservar los recuerdos de toda la humanidad. Profesión imprescindible para el funcionamiento de esta sociedad utópica, dirigida por un grupo colegiado de personas sabias, pues si se encontrase ante un problema sin solución, acudirían al dador y a la sabiduría de sus consejos. Esta producción cuenta con un elenco envidiable, encabezado por Jeff Bridges (el dador) y Meryl Streep (presidente del colegio), Brenton Thwaites (Jonas), Taylor Swift (Rosemary) y Katie Holmes (como la madre de Jonas), entre otros. Nada mal para haber contado con un presupuesto de solo 25 millones de dólares. Ahora bien, empezamos con lo malo. Como toda adaptación, El Dador de Recuerdos, peca por no conseguir reflejar la complejidad de la obra original. A lo largo de sus casi 100 minutos de duración notaremos que tuvieron que retocar la trama para poder contar una historia hecha a medida a la pantalla plateada. Al mismo tiempo, evidenciaremos varios sinsentidos por la velocidad con la que se narran los hechos. Es posible que genere controversias por semejanzas con las creencias que profesan muchas ramas del cristianismo (Testigos de Jehová, Mormones, etc). El desenlace es innecesariamente prolongado, lo que es una lástima porque con un poquitín menos hubiese sido perfecto. El Dador de Recuerdos, peca por no conseguir reflejar la complejidad de la obra original. Nobleza obliga, vamos con lo bueno. Toca temas polémicos. De forma explícita, la eutanasia y el control de población. De forma implícita, hace una fuerte crítica a sociedades totalitarias y represoras (en este caso con dulces y caramelos) que tienen como objetivo dirigir la vida de las personas, basadas en ideales contrarios a la libertad y al libre albedrío. Su comienzo, como diría Morris, es todo gris y sin sentido, pero a medida que avanza el film es un gran acierto sumar de forma gradual colores en representación de la libertad recuperada. Si bien en esta oportunidad, Brenton Thwaites y Meryl Streep no tienen grandes interpretaciones, el bueno de Jeff junto con una angelical Taylor Swift, ponen el pecho y se cargan la película al hombro. En resumen, El Dador de Recuerdos es una propuesta más que interesante, con ideas muy destacables, para ver algo distinto a lo que estamos acostumbrados en el cine. Gustó.