ÚLTIMA “Escuchar a Morricone mientras ejecutan a un nazi con un bate de béisbol es glorioso. Escuchar a Morricone mientras dos tipos cabalgan por el oeste es absurdo”. L.M. Django sin Cadenas pide a gritos dos enfoques. 1. Obra merecedora de latigazos elogiosos como Jamie Foxx castigando a su antiguo dueño. 2. Séptimo largometraje de Tarantino. El enfoque 2 obliga a pensar una filmografía. El enfoque 2 es odioso y necesario. A Tarantino la genialidad le calza tan bien como ese traje desaliñado al recibir el oscar de guionista. Supo imponer caprichos en grandes productoras, gastando millones para filmar lo que sea. Un genio enamorado del cine y eso debe ser bueno.
SEGÚN FREUD, LA CACA Y EL ORO SON LO MISMO A long time ago, cuando Peter Jackson adaptaba El Señor de los Anillos, narraba y re-creaba en simultáneo. El poder de la trilogía no se sostenía por la pericia de una narración épica; las aventuras de Tierra Media valían doble: por el relato y por la coherencia audiovisual con la que Peter Jackson se apropiaba de Tolkien. El Señor de los Anillos fue absorbido por la esencia del cine. Libros que trascendieron como la mejor metamorfosis de las letras a la pantalla. Semejante hito se obtuvo porque Tolkien fue un demiurgo que no dejó nada librado al azar y porque Peter Jackson quiso igualarlo en obsesión sin superarlo en creatividad.
Martin McDonagh filmó poco y le bastó para demostrar que tiene algo así como un estilo, resumido en humor negro, climas oníricos, violencia explícita y una cámara lenta usufructuada de Tarantino. El corto Six Shooter y su primer largo, In Bruges, estaban bien. Siete Psicópatas casi siempre no lo está. Lo frustrante es que uno detecta certeramente dónde la película es mala y le gustaría mandarle un e-mail al McDonagh del pasado para que se corrija.
DÉJALO IR, TIM Frankenweenie, el largo, es una película carismática, narrada por un relojero, visualmente encantadora. Frankenweenie, el corto, es una película auténtica con esas imperfecciones que la hacen irrepetible.
SOBRE LA POÉTICA DE WES ANDERSON Que Moonrise Kingdom asombrosa por su perfección compositiva es un pensamiento ingenuo. Muchas películas asquean por un virtuosismo bonito pero narrativamente imbécil, como Alicia, Tron y El Origen. Wes Anderson, en cambio, espiritualiza la geometría y el cromatismo. Cada personaje es un psicótico camuflado en la epifanía estética; este mundo irreal los contiene para no convertirlos en simples outsiders. Wes Anderson no es un cineasta de contracultura. Su genio está en inventar un mundo artificial donde la maldad, la melancolía, la violencia y el cariño son amorales.
LOS COBARDES DE MEDINA Más estresante que una ópera prima es la película posterior. Sobre todo si esa ópera prima fue una bendición audiovisual. La Araña Vampiro inyecta dos sentidos. El inmediato es que Gabriel Medina se animó a filmar algo diferente, desde lo temático hasta lo formal. En Los Paranoicos la cámara se asienta en un trípode y reivindica el poder del travelling. Acá el camarógrafo corre sobre piedras y yuyos, con paneos y reencuadres salvajes como los de un falso documental. En Los Paranoicos todo se impregna de maldad tragicómica, amplitud de personajes y enmarañamiento estructural. La Araña Vampiro expone una línea argumental simple y árida. Mientras Los Paranoicos estimula una risa amarga, La Araña Vampiro inspira temor. No es un espectáculo terrorífico. Nada sale de un freezer genérico. Los Paranoicos tampoco es una comedia; el cine auténtico crea normas curiosas y únicas.
ME DICEN ERNESTO, ME LLAMO JUAN Y ME RECORDARÁN COMO OSCAR Infancia Clandestina es un caso clínico perfecto para reflexionar sobre la dictadura del cine de dictadura. Temática sagrada. La ambición cultural de Benjamín Ávila revela una inteligencia maligna: la década del 70 sufrida por un hijo de guerrilleros, que encima es él mismo. ¿Quién se atreve a cuestionar esto? Perspectiva tan valiosa que se exportó a Hollywood. En absoluto es una película suprema. Su cajón estético es la mediocridad, aunque sin resaltar la amargura del término. Al contrario, Infancia Clandestina propone reivindicar lo mediocre como parche armonioso.
THE STUPIDITY RISES Para entender qué pasó acá debe olvidarse que una gran película es una película efectiva. Desestimar el calvario gimnástico de Bale o el trastorno obsesivo del editor no ayuda. En una inversión mainstream se le garantiza al fanático su erección. Así como quedaron bonitos esos copos de nieve entre tantas explosiones, también hay que reconocer que The Dark Knight Rises es la mayor estafa fílmica de la década.
EL DIRECTOR QUE PROBÓ LAS CEREZAS DE LA MUERTE Existe una película japonesa llamada Battle Royale donde unos estudiantes se matan en una isla con el aval del estado. La experiencia se resume al estupor sanguinario porque Japón conquistó el imperio del morbo. Nadie reincide en la esperanza después de ver pornografía japonesa. Años más tarde, llega una película berreta titulada La Muerte en Vivo. Usaba el reality como materia prima y los participantes jugaban a la ruleta rusa. El suspenso de su megaobviedad explotaba con su tono culposo de denuncia. Mucho antes, The Truman Show se catapultaba como la película más festiva sobre realitys show, mientras que El Señor de las Moscas ya era un ícono de nenes locos.
FUGAZ TRATADO SOBRE MICHAEL GIACCHINO Cuando mi irritación llegaba al límite, imaginaba el set de filmación de John Carter antes de disparar toma. Me resultaba fácil visualizar 50 técnicos estresados para convertir a Taylor Kitsch en el hombre más sexy del mundo. Peluqueros insistiendo en el brushing. Depiladores contando cada bello pectoral y resolviendo cuántos extraer para lograr la síntesis perfecta entre lo agreste y lo gay friendly. Maquilladores recortando la barba mediante ecuaciones faciales y acomodando manchas de tierra sobre el rostro como si estuvieran ante un lienzo impresionista. Entrenadores caminando cejijuntos en círculos alrededor del cuerpo desnudo de este chico para concluir, tras breve asamblea, que necesitan reforzar urgente el abdominal inferior izquierdo.