QUE SE VAYAN TODOS DEL CINE El Estudiante como mercadería artística es estrategia pura. La maximización de sus recursos es guacha, precisa y astuta. Narrativamente absorbente. Sus personajes, carismáticos todos. Sus giros, desconcertantes y coherentes. Suspenso, ironía, gracia; todo combinado por un químico meticuloso. Pero esta perfección no se debe a la reproducción de una fórmula estándar; El Estudiante se estructura con exactitud porque Santiago Mitre permanece alerta manipulando al espectador. Su agudeza narrativa asusta. Entiende tiempos, elipsis y su puesta en escena es clara. Santiago Mitre goza teniéndote al borde de la butaca. Otro factor que completa a El Estudiante como producto irresistible es su tópico: la política. Jamás una política de cartulina para armar un thriller de secretos, dólares y mentiras. La política, en lugar de ser un marco contenedor o un encasillamiento genérico, se convierte en objeto obsesivo de estudio. Santiago Mitre se pregunta qué es la política, cómo se ejerce, para qué, por qué y bajo qué consecuencias. Por eso El Estudiante es tan acertada: interpela con violencia al espectador, sobre todo al espectador joven, ese que se narcotizó con la militancia de los últimos años. El Estudiante no te obliga a tomar una postura maniquea, te obliga a algo peor: pensar y retorcer lo que viste. Cuando terminó la proyección en el Hugo del Carril, el director habló con el público. Una jubilada con alzheimer quiso saber a qué partido pertenecía Santiago Mitre, y Santiago Mitre, que tiene una neurosis hermosa, se precipitó explicando que su pasión es hacer cine, no política. Entonces me pregunté cómo funcionaba la dupla cine-política acá. Bueno, para mí el asunto es éste: El Estudiante es una película antipolítica. Explico porqué. Roque, el protagonista, es un boludo que va de carrera en carrera sin terminar ninguna. De pronto se mete en una agrupación estudiantil para garcharse una mina. En esta agrupación surge un entramado shakespereano y todo avanza por dinámica humana: celos, traiciones, simpatías, ambiciones y venganzas. Las convicciones ideológicas jamás están presentes y ganar una elección es una patología narcisista. Además, Roque descubre su talento manipulador y ante cada buena jugada su gratificación y confianza aumenta. Existe una silenciosa caricaturización del sujeto político; o es un descerebrado que escupe frases de Galeano o es un ajedrecista sombrío. Y esta ironía del sujeto político pone en jaque la práctica política en general. Pero la clave está sin dudas en el final. ¿Qué significa?, ¿dos formas de hacer política? No; Roque jamás podrá escapar de un andamiaje instaurado. Su última estrategia no tiene nada innovador y es guiada una vez más por su descontrol humano. Lo que se escucha en la toma final es un verdadero acto performático del habla: implica la clausura del ser político. Gesto de anarquía y renuncia. En ese final, El Estudiante corta sus lazos con la política para quedarse con la grandeza del relato. ¿Quién tiene el poder, quién gana, qué hacer? ¡No importa! Suprimiendo la manía del discurso político nos llevamos una película contundente y perfecta.
LO PEOR DE DANIEL HENDLER Bardear películas argentinas es de mala leche. Iair Said, un chico piola que en esta película hace de DJ, es amigo mío en Facebook. El bardo tiene consecuencias éticas y más si uno está involucrado en el medio. El estreno de Mi Primera Boda fue hace varias semanas, juntaron bastante plata y la crítica tiró arroz. Así que Ariel Winograd va a filmar otra vez y le deseo lo mejor. Mi silencio se debía principalmente a Daniel Hendler, que considero el actor argentino más maravilloso de todos los tiempos. Maravilloso por carisma, no por destreza actoral. Uno pensaría en Darín, Chávez, Dumont o Cacho Castaña, pero la versatilidad para mí no es tan importante como la hipnosis. Daniel Hendler me produce un magnetismo irresistible; es imposible no amarlo. Sus actuaciones son egoístas porque fagocitan el relato. No es un actor amoldándose a una película, las películas no pueden esquivar su presencia. Daniel Hendler usa a los directores, impone su personaje de porteño neurótico como un Woody Allen autóctono y lindo. Y al igual que Woody Allen, esta neurosis no se representa; se controla para su puesta en escena. Tartamudeo, mirada angustiada, verborragia, acto fallido, ira contenida, despiste, cinismo y respiración misteriosa son rasgos consustanciales de Daniel Hendler; su habilidad está en cómo plasmarlos sobre cualquier relato. Contaminación que lo convierte más en un realizador oculto que en una pieza actoral. Los Paranoicos fue el máximo exponente de Daniel Hendler interpretándose a sí mismo. Tiranizó la película y su baile catártico con la música de Farmacia ya es parte de la historia del cine. El Fondo del Mar, 25 Watts, Esperando al Mesías, El Abrazo Partido, Fase 7: todas se inyectan la patología de Daniel Hendler y gracias a esta infección son películas enormes. Bueno, resulta que Mi Primera Boda lucha por dos horas contra Daniel Hendler. Ahí está el chico, exponiendo lo mejor de su neurosis y de su humor mórbido, pero Ariel Winograd filma una comedia estupidísima en donde hay que reírse de Soledad Silveyra borracha, de una lesbiana pajera o de Pepe Soriano buscando faso. Todo en esta película está mal. Todo. Si el público la encuentra divertida debemos repensarnos como sociedad y proponer medidas de fuerza para salvar al cine de esta grasa saturada en sus arterias. De todos modos, no voy a permitir que Mi Primera Boda opaque mi felicidad ante la inminente llegada de Norberto Apenas Tarde, una película que dirigió el año pasado Daniel Hendler. Confío que cada fotograma reflejará sus muecas y eso la convierte de antemano en una obra maestra.
FINAL DESTINATION VS. SAW... FIGHT! Yo sé quién gana por knock out. Al conectar una trama en siete películas, El Juego del Miedo elige caminar descalzo sobre un alambre de púas. Resultado tambaleante: sus guiones tienen la desesperación de una porno, esa justificación ridícula para que el personaje coja rápido. En la 6 el asesino que muere en la 3 dejó desde la 1 fotos para que un policía mate a los de la 5 y se alíe con el asesino de la 7. Este capricho narrativo es genial pero los realizadores, interesados por figurar en las 100 mejores películas de terror, no querían que se note tanta estupidez. Detalle que pudrió el conjunto. Cuando iba a ver El Juego del Miedo quería excitarme con sangre. Nada más. Qué importaba que un agente del fbi se divorcie o que una yonki se rescate. Quería que al fbi y a la yonki se le partan los huesos y los intestinos se les escurran por la boca. Destino Final como saga es libre y sincera. Cada entrega se deshace de un elenco de actores baratos y comienza de cero. La estructura de sus guiones es idéntica y los realizadores la tienen clara. El crítico que demanda un giro narrativo no entiende nada y ojalá se le caiga un ventilador en la cabeza. Destino Final es modesta y efectiva: por una premonición, un grupo sobrevive a una catástrofe. Después la muerte los liquida individualmente. Esta premisa trabaja con lo previsible e inevitable. Es inteligente que las películas lo internalicen y se amolden a la no-innovación. Revolucionar la sencillez de esta idea sería traicionarla. Entonces vamos a lo importante: ¿desde qué lugar puede exigirse calidad? Desde su Poesía Mórbida. El asesino siempre es el director. Mata decidiendo encuadres y tiempos atmosféricos. Son los objetos inanimados por los cuales se interesa y su imaginación para retorcer la causa-efecto. La sangre y el descuartizamiento son accesorios. El ingenio de una situación trágica y absurda es lo único válido; un rebuscamiento fantástico que funciona como contrapunto de la secuencia inicial, seca y contundente. Acá Steven Quale dirigió y se nota su entusiasmo. Ganas de divertirse contagiosas. Su cámara busca formas y texturas para revestir de peligro hasta a un tornillo. El Lujo del Plano Detalle, esa magia microscópica que sólo permite el cine. Pero con el plano detalle Steven Quale se la pasa cargándonos, porque los desenlaces llegan desde lugares insólitos. Este coqueteo no se había visto ni en la tercera ni en la cuarta, donde cada muerte era rápida, desabrida y con el hincapié puesto en un cuerpo destrozándose. Si terminan la saga, me parece perfecto. Si deciden encarar una sexta, voy a subir dos puntitos porque confío en la evolución de la pareja. Mi nota es secreta chicos pero la sabrán muy pronto.
SIMIO, DEMASIADO SIMIO Es única. No compite con otras versiones de El Planeta de los Simios por una razón simple: sólo puede existir en este momento tecnológico. Su propuesta requiere la perfección del CGI como piedra angular. Sin tanta meticulosidad se caería a pedazos. Rise of The Planet of Apes es un tratado de pasiones humanas, tragedia isabelina interpretada por monos truchos. ¿Si notáramos torpeza técnica en el brillo de una mirada, en las rugosidades de un ceño fruncido, en la comisura de una sonrisa? Las peripecias del mono César darían risa. Pero no; este personaje tiene una complejidad abrumadora. Rick Jaffa y Amanda Silver, los guionistas, hicieron algo jugado: nuclearon la historia del ser humano en la tragedia del mono. Semejante aspiración podría derivar en algo retardado y solemne, pero tanto Rupert Wyatt como el director de FX le tienden su mano al guión, pidiéndole permiso. Respetan la narración clásica, la división de actos y la construcción de secundarios funcionales. La metáfora peligrosa del monhumano se magnifica y deslumbra por su correspondencia narrativa. En la parábola del mono César tenemos todo lo que haría potente a un mito: identidad desdoblada, hybris, anagnórisis (busquen en Wikipedia, primates), traición, ascenso, caída y redención. Humanismo a ultranza. Por eso es tan importante el trabajo de FXs. Pensemos que un ser hecho digitalmente carece de alma, no tiene ese soplo irrepetible de un actor en su fragmento de rodaje. Los personajes de la última Star Wars chorrean píxel; al maestro Yoda no le creo cuando baja las orejitas y se pone triste. Es como una mala actuación. O consideremos las pelotudeces que hace Zemeckis digitalizando a los actores. Está mal, muy mal, Zemeckis denigra el cuerpo del actor. Habría que digitalizarle a la familia, a ver si le gusta. El mono César es un nuevo hombre rasgando los velos del ser. Y esa premisa no se desconcentra. Por eso Rise of The Planet of Apes vive en armonía con la saga; es especial. Sabe hasta dónde contar y cuáles son sus coordenadas. Como si fuera poco, cuando uno ama el espíritu del mono César más que a Andrew Garfield, en la segunda mitad la película se toma algunas licencias, mutando a cuasi-parodia: los monos se hacen comunistas, desarrollan una moral antihomicida, se sacrifican por ideales y eligen el camino de la diplomacia. Quizá haya que bajarle un punto por las líneas que le dieron a la novia de James Franco, toscas y obvias, desintonizadas de la sutileza general, pero como estoy contento por el último videoclip que filmé para Bosques de Groenlandia, esta película se lleva un 10.
CINCO ÍES GRIEGAS Cuando salimos de ver Los Pitufos 3D, Lucas me preguntó qué puntaje le poníamos del 1 al 10. No dudé en darle un autosuficiente 3. Pero cuando me obligó a escribir la reseña en su lugar, tuve que reconsiderarlo. Hay muchas cosas en juego, entre ellas: 1. Soy ex maestra de segundo grado, es decir, estoy acostumbrada a regalar nota. 2. Soy groupie por naturaleza, es decir, estoy acostumbrada a bancar a mis ídolos a muerte (A MUERTE). Ok, todas estas explicaciones dan lugar a que pueda introducir el puntaje real que tiene Los Pitufos 3D: 5 yalangozianes. No es un puntaje unánime. Es un puntaje dividido y voy a explicarlo detalladamente. Los puntos uno y dos se justifican con el combo maestra (+1) y groupie (+1), así que dos puntos ya tienen su buen sustento. Pasemos a los siguientes tres. Punto tres específicamente: Neil Patrick Harris (+1). Una de las ventajas de tener Twitter es que una puede seguir a sus ídolos y leerlos diariamente y, gracias a esto, sé fehacientemente en qué anda Neil Patrick Harris a cada minuto de su vida. Por eso sé que se merece un punto extra. Porque mientras luchaba por el matrimonio igualitario en Nueva York, dejando a la intemperie su relación con David Burtka y sus ganas de casarse con él, promocionaba la película de los Pitufos. Hay que tener huevos para hacer eso, eh. El cuarto punto se lo lleva Hank Azaria (+1). Hank Azaria es la voz de Apu y de Moe en Los Simpsons. Es el paseador de perros en Mad About You. Es el científico que se va a Minsk y la deja a Phoebe en Friends. Fue el marido de Helen Hunt en la vida real. Es el francés con el que se acuesta Grace de Will & Grace en Mi Novia Polly. Quinto punto, y tal vez el más importante: el VóRtiCe (+2). Sí, en esta película hay un VóRtiCe que chupa pitufos y los escupe en el Central Park. Que haya un VóRtiCe en una película para niños habilita dos puntos más. Pero el puntaje final no es 6, sino 5. Esto se debe a que el punto doble ganado por el VóRtiCe es restado por un mal uso del 3D (-1). Porque si tenemos un VóRtiCe que chupa pitufos, lo tenemos que usar bien. Nos deberíamos atragantar con los pochoclos, querer extender la mano hacia el VóRtiCe para tirarle el bonete a la pitufina, pero nada de eso pasa. El VóRtiCe es chato, sin profundidad, como si Lucas lo hubiera diseñado con su Sony Vegas Pro 10.0. No es que Lucas carezca de talento porque sabemos lo buen montajista que es. El problema es que este VóRtiCe no justifica una industria detrás. Simple: el VóRtiCe está pero Hollywood no. Los Pitufos 3D: una película para ver con Lucas en DVD.
ESTO QUE REPRESENTO El Sabor de la Cereza fue insoportable. Tenía 14 años y el cine iraní estaba de moda. Quería ser inteligente, entonces iba a funciones de salas independientes los domingos a la siesta. Dormir en una butaca hubiese sido lo más lúcido, pero desinteresarse por la obra maestra delataba al impostor. Entonces me acreditaba dos horas de cine iraní y trataba de imbécil a cualquiera que deje pasar la película. El falso interés se interpretaba tan bien que no dudaba de mi coeficiente cinéfilo. El snob monstruoso masticaba al adolescente triste. ¿Qué pasó durante estos años para que Copia Certificada me parezca impactante y perfecta? ¿Completé la metamorfosis? No. Detesto lo existencialmente aparatoso y al cine rumano ni lo tengo en cuenta. Copia Certificada se olvidó de ser una obra maestra porque es una película superdotada. Película que piensa de verdad; desde sus formas estéticas y poderes narrativos. Suponer que una película pensante es existencialista porque “uh, mirá vos, se pone en jaque”, es un error grave. Pensar es violento: estruja la realidad y hace de la percepción una guadaña loca. Kiarostami piensa al cine desde su propio cine, convirtiéndose en un metafísico fílmico. Lo hace sin grandilocuencia y se lo agradezco, pero también reconozco que sus películas me aburren mucho. Copia Certificada marca de entrada una diferencia: pone en escena a Occidente. Los protagonistas son intelectuales histéricos y desdichados cerebrales. No vemos nenes pobres o mujeres reprimidas por sociedades antipáticas. Que esté Occidente en la mira te aproxima la película, haciéndotela auténtica. Además, la primera mitad dispara una polémica contundente: en el arte la originalidad no sirve. El genio creador se eclipsa ante una copia mejorada de lo mismo. No está mal: los guiños western de Tarantino son mejores que los westerns y Súper 8 es técnicamente superior a cualquier cine ochentoso. Con estas ideas salpicando, Binoche y Shimell discuten y expanden el problema. La antinomia original/reproducción se vuelca sobre relaciones humanas y prefijos culturales. El asunto va poniéndose áspero, Binoche y Shimell sobrevuelan el conflicto realidad/ficción y Copia Certificada alcanza un límite siniestro de complejidad. Ahí Kiarostami aplica al máximo la violencia del pensamiento; no se conforma con el devaneo de la pareja, obliga a que el espectador haga su ajuste perceptivo. Decidir qué película se está viendo o qué personajes se acompaña es difícil. Gracias a este estímulo Copia Certificada es inteligencia pura, rechazando ser una obra maestra obesa masturbada por cinéfilos. Copia Certificada necesita a sus espectadores como partes activas del relato. Necesita ser reproducida constantemente para drenar su genio. Imbécil cualquiera que la deje pasar.
CHAU, HP Fea la adolescencia. No sabemos quiénes somos y todo se reduce a una búsqueda caótica de personalidad. Uno imita maniquíes sociales para no andar despistado. Eso pasó con la saga de HP: ni una pizca de autenticidad o franqueza apenas empezó su pubertad. Y cuando terminó la adolescencia, terminaron las películas. O sea que nuestro único legado son salchichas cinematográficas teenager procesadas por un estudio de marketing. HP despliega un mundo de cañitas voladoras donde los magos piensan con la misma pelotudez que cualquier muggle. ¿Qué onda? ¡Hacen magia! ¡Rompen las leyes de la física! ¡Ridiculizan la ciencia! ¡Escupen sobre la tradición del pensamiento occidental! ¿Por qué en Hogwarts se preocupan por una carrera para cazar escarabajos? ¿Por qué alumnos y profesores son absorbidos por la lógica de winners and lossers? ¿Por qué esa rigidez moral? ¿Por qué los alumnos son archivados en diferentes escuelas según su espíritu o lo que sea? Hogwarts se parece a una escuela del Opus Dei. ¡Son magos! ¿Por qué no leen a Nietzsche? Si a mí me revelan que la magia existe y puedo reconfigurar el mundo usándola, se trastorna mi sistema de valores. Grave: las películas de HP son malas. Los libros son malos. El proceso de adaptación es malo. Nadie entendió que el cine articula otros focos enuncivos para dar información y entonces diseñaron un método pobre: escena movida seguida de escena dialogada para esclarecer el panorama y pasar a otra escena movida. Ahí tenemos una adaptación fiel… Habría más adrenalina con Maggie Smith delante de cámara leyéndonos el libro. HP es un maleficio para el cine. Cada acción se desarrolla mecánicamente y sin equilibrio dramático. Filman con la misma vagancia escenas de transición y escenas claves. A Helena Bonham Carter la matan en 20 segundos y la cámara pasa a otra cosa, apurada por cumplir compromisos narrativos. ¿Qué les pasa? Construyen un personaje y con el mayor anticlímax lo matan. Situaciones fundamentales como la agonía de Alan Rickman se plantea en un insípido plano y contraplano. Cero poesía, cero ingenio para una puesta de cámara. Ralph Fiennes parece tener 15 años. Hay un momento en donde sus amigotes tienen que hacerle corito como los reidores de una sitcom para que se sienta seguro. También me quedé pasmado ante un plano secuencia en donde Daniel Radcliffe hace, literalmente, un striptease homoerótico junto al gordito pelirrojo. Y ese gran beso que todos esperaban tiene la misma pasión que el saludo a una tía abuela en su cumpleaños 80. Este encastre robótico de acontecimientos demuestra que es una película insegura, incapaz de decidir qué es lo importante para ella como obra artística. Al final-final, testimoniamos a través de un primer plano de Daniel Radcliffe envejecido digitalmente, cómo su hijito es enviado al matadero de Hogwarts para que repita la historia. Funde a negro y una orquesta interpreta a John Williams. La majestuosidad de esta música compuesta en 2001 combinada con la taradez de lo visto en los últimos 5 años te hace pensar en lo que HP pudo haber sido. ¿Por qué no? En su plan de producción era jugado: secuestran niños y los esclavizan durante 10 años, así divierten en tiempo real a una generación. Ficción y reality; “crecer con HP”. Esta idea, sin embargo, se pudrió cuando los ejecutivos olvidaron que habían películas de por medio. Columbus fue coherente tomándose el palo apenas intuyó que la adolescencia llegaba a la Warner. Si esta histeria por la taquilla reactiva la saga, por favor que tome las riendas Gaspar Noé y nos cuente cómo HP se divorcia y combate su adicción a las pócimas mágicas.
SOBRESALIENTE LO FELICITO Quien crea que Malas Enseñanzas es una comedia pedorra retírese inmediatamente de esta página. Jake Kasdan filmó una apología a la inmoralidad con una estrategia irrefutable: igualar película con personaje. Cualquier adjetivo que describa a Cameron Díaz transparenta Malas Enseñanzas. El creador se pone a imagen y semejanza: Cameron Díaz es el patrón de conducta de Jake Kasdan y esto logra un feedback milagroso: actriz y director se miran, guiñan y comparten el mismo sistema de valores. Frivolidad. Inteligencia. Hartazgo. Cinismo. Carisma. Estupidez. Descontrol. Estafa. Oportunismo. Seducción. Grosería. Provocación. Ridiculez. Individualismo. Mediocridad. Pesimismo. Felicidad. Cliché. Conformismo. Elementos batidos para que el trago te ponga de la nuca y te infle de locura. Malas Enseñanzas grita que la educación es patética, indistintamente de quién la ejerza. Díaz y Kasdan saben que el rejunte enciclopédico no sirve y que la escolaridad construye chicos tarados, numéricos, competitivos y arribistas. Bajo este clima postapocalíptico, mejor testimoniar la estupidez propia y ajena y que todo se vaya al carajo. Entonces tenemos a una profesora nihilista que quiere hacerse las tetas para casarse con algún galán tonto que la mantenga. Esta ambición saca de Cameron Díaz una perra perversa que admiramos porque es más perverso el entorno que combate. Sucede que Kasdan caracteriza a los docentes como residuos sociales, aquellos que terminaron dando clases por descarte. Ahí está la púa lúcida de Malas Enseñanzas: los humillados sociales reciclan su humillación formando nuevas generaciones en clautros escolares. Al buscar Cameron Díaz salir de este círculo vicioso le aplaudimos sus excesos. El desubique de Malas Enseñanzas es un logro; Cameron Díaz parece un personaje de John Waters. Pero la destreza de Kasdan es camuflar su película como una comedia de consumo pasatista, cuando en realidad tira ácido sobre el sistema educativo. Podría decirse que es una película tendenciosa y tramposa, pero exactamente así debe ser para que su filosofía cierre redonda. Nadie aprende nada. Nadie le enseña nada a nadie. La única lección que Cameron Díaz le da a un alumno es contradicha por sus propios actos. Película bardera y silenciosamente inteligente. El mejor mal gusto de una comedia yanqui.
MATE PUTO. AGUANTE GIACCHINO Cars 1 y 2 son las ruedas pinchadas de Pixar. Me espanta que animadores talentosos se pongan a trabajar en proyectos idiotas como la grúa. Que Pixar es lo más queda comprobado con el corto previo. Pero a Cars le crearon un mundo insoportable donde el ingenio alcanza para mostrar que los autitos son antropomorfos. Encima con personajes hartantes y exitistas. Al guión seguro lo escribió un tiracables mexicano de Dreamworks. Lo más indignante es la austucia de la cámara, sus movimientos y su profundidad de campo. Cars 2 está bien dirijida y los encuadres son un lujo. Sin embargo, para una historia de mierda habría que contratar a los realizadores de Manuelita. Exijo que los directivos de Pixar tengan una reunión de emergencia y mediten este doble crimen. Cars 1 y 2 está a imagen y semejanza del holocausto. Pixar tiene que iniciar una campaña de exterminio para que nadie recuerde Cars. Salvo la música de Michael Giacchino: http://soundtrackzone.blogspot.com/2011/06/cars-2-michael-giacchino-va-2011.html Apartado sobre Michael Giacchino No sé cuántos conocen a este compositor. Algunos lo consideran heredero de John Williams por su prolijidad en la orquestación, pero a los genios no se los compara más que con ellos mismos. Su trabajo popular es la música de Lost. Ahí se lo nota cansado por los problemas psquiátrico de la serie, pero tiene otras bandas sonoras shokeantes; sucesion de obras maestras que incluye la saga Medal Of Honor. Si alguien quiere que la boca se le reseque de excitación, escuche el tercer tema de este disco: http://soundtrackzone.blogspot.com/2011/04/medal-of-honor-michael-giacchino-1999.html Tampoco dejen de bajar Ratatouille: http://www.filestube.com/ff7bb7334cc601b503ea/go.html y Speed Racer: http://www.megaupload.com/?d=BUPVQQWN. Esta última es su composición más copada. El tema Casa Cristo me produce 4 minutos de hemiplejía. ¿A qué va esto? La música de Cars 2 sigue la misma línea de Speed Racer y fue lo único que me retuvo dentro de la sala. Conclusión No le quiten tiempo a Giacchino. Si Pixar se manda una tercera y lo convoca, trago un bidón de aceite y me coso los labios para evitar vomitarlo.
DEFENSA DEL COPY AND PASTE ¿Qué tienen en común Ingmar Bergman con Woody Allen? Ambos conectan cine con filosofía. ¿Qué los diferencia? Bergman filosofa de verdad, usando el lenguaje fílmico como frontera estética a la que el pensamiento abstracto no llega. Con semejantes pretensiones hizo películas enroscadas e interminables. Woody Allen, en cambio, filosofa en joda, con una ligereza ridícula y amable. Supongamos que para filosofar se necesita una mirada más o menos grave. Bueno, Woody Allen no puede sacarse al humorista de encima. Lo tentó la seriedad de joven con Interiores y Septiembre, pero después sus partículas tragicómicas anularon cualquier intención de pensamiento activo. Quedó un Woody Allen que filosofa con vagancia, copiando y pegando. Filosofía fácil, entretenida, de contenido puro, tan pedagógica que insulta. La selección rápida de una tesis para verificarla con una narración manipulada convierte a Woody Allen en un sofista caradura. Sus ideas disparan anécdotas, son películas que funcionan como los relatos mitológicos que transmiten cosmovisiones. Acá, bajo la premisa de que el pasado se idealiza, Owen Wilson viaja en el tiempo y descubre que las cosas no son tan así. Leí que Woody Allen quiso rendirle homenaje a sus ídolos intelectuales. Homenaje ambiguo, perturbado por malas intenciones. Resulta que las celebridades que encuentra Owen Wilson son figuritas graciosas que dicen con solemnidad exactamente lo mismo que escribieron. El caso más gráfico es el de Hemingway, que expone con monólogos lo que publicó en Adiós a las Armas o en París era una Fiesta. Las caracterizaciones son deliberadamente grotescas, para un reconocimiento inmediato y simplista. Estas decisiones logran que Medianoche en París sea enmascaradamente burlona, dando por sentado que lo ídolos del pasado hacen las mismas idioteces que los enemigos del presente. La infidelidad de la novia de Owen Wilson en paralelismo con la infidelidad de Marion Cotillard arroja sospechas y después el desenlace deja todo explícito. La fascinación de Medianoche en París y por extensión la fascinación de Woody Allen recae en su filosofía divertida y tonta; excusas para encontrar líneas de comedia y soltar un humor sutilmente malvado. Dicen que en los horarios de trasnoche esta película se aprecia mejor.