Tenía mucho miedo de que The Fault in Our Stars fuese golpe tras golpe emotivo, de esas películas al estilo My Sister's Keeper que no te dejan respirar del llanto de tan melodramáticas y prefrabricadas que resultan ser. El director Josh Boone debería haberme dejado tranquilo, porque su anterior proeza fílmica -Stuck in Love que se estrenó a fines de año en salas argentinas- tenía personajes bien delineados y un tratamiento romanticón ideal. Una vez terminada la función, y sin haber leído el libro en el que se basa, puedo admitir que The Fault in Our Stars es una deliciosa combinación entre personajes definidos y con personalidad de sobra, y una historia que no se sostiene en los golpes bajos constantes. Desde el monólogo inicial de presentación de Hazel podemos ver que no estamos frente a otra comedia melodramática. Sí, tiene una banda de sonido que hila un tema pop tras otro y sí, en una historia con protagonistas con diferentes tipos de cáncer no van a escasear los momentos lacrimógenos, pero el tratamiento de la trama en general elige construir a sus personajes, darles dimensión, antes de hacerlos transitar por arduos caminos de autodescubrimiento, duras verdades y el más puro romance. De no ser por el guión de expertos en el tema como Scott Neustadter y Michael H. Weber -la dupla de 500 Days of Summer y la soberbia The Spectacular Now- Hazel y Augustus serían dos jóvenes con el tiempo contado, quejándose de la vida y sin generar una chispa de empatía con el espectador. Ejemplos tan simples como el cigarrillo en la boca de Gus sería un detalle demasiado hipster y rebuscado, pero en las manos de los guionistas y del director, estos pequeños juegos adquieren un sentido específico, y los personajes de papel y tinta cobran vida en la piel de una pareja tan llena de química como lo son Shailene Woodley y la estrella en ascenso de Ansel Elgort. Ambos compartieron escenas como hermanos en Divergent y en esta ocasión les toca acercarse aún más y entregar sus propios miedos y esperanzas el uno al otro, en una combinación de química casi explosiva, que irradia ternura y candor durante toda la película. Shailene nació para hacer papeles de chica común y corriente y en verdad vende esa fragilidad escondida por un panel de picardía con creces, pero Ansel es la verdadera revelación, con una facilidad increíble para comprar al espectador desde el momento inicial. No puedo dejar de mencionar a Nat Wolff como el amigo casi ciego de la pareja, actor fetiche del director a estas alturas, y a la dupla parental de Laura Dern y Sam Tramell como los padres de ella, que si bien son secundarios de peso, nunca opacan a la pareja protagónica ni tampoco se terminan mimetizando con el empapelado. No quería que me gustase The Fault in Our Stars. La histeria colectiva que generaba el libro y la parva de adolescentes hormonadas que me quitaban el libro de las manos mientras lo hojeaba en la Feria del Libro me generaba un rechazo insostenible. El trailer me daba risa. Pero me encanta cuando el cine me sorprende y me hace girar el timón de mis prejuicios, y por eso le agradezco a Josh Boone, por hacerme caer de nuevo en las redes de sus historias, y también por demostrar que en un argumento donde el cáncer parece ser el eje, simplemente sea una excusa para retratar el primer amor de dos personas únicas. Un aplauso Boone, tu próxima adaptación de The Stand del tío Stephen va a ser esperada con ansias.
Hay algo muy preocupante en Transcendence y esa es la evidente falta de ganas que hubo al producir un vehículo de lucimiento para el debut como director de Wally Pfister, colaborador de Christopher Nolan y hasta ganador de un Oscar por su labor en fotografía en Inception. Con un equipo técnico al tope de su juego y una idea nada novedosa pero interesante, el film proponía un futuro distópico no muy distante, pero en verdad el resultado es una historia trillada y aburrida, que se deja caer una y otra vez al suelo y nunca levanta vuelo. Partiendo de un pálido guión que con su prólogo nos transporta a un mundo devastado por motivos que conoceremos en las tortuosas dos horas de película, la trama escrita por Jack Paglen -en su primer trabajo- no hace muchos esfuerzos porque el espectador se compre la idílica vida de los científicos Will y Evelyn Caster. Absolutamente faltos de carisma y chispa matrimonial para una pareja que lleva junta muchos años, preocupa el nivel de no-actuación de Johnny Depp abandonado a su suerte y engullido por un personaje que no es más que una extensión de su propia persona, totalmente carente de inspiración y, por demás, aburrido. El otro extremo es una joven talentosa como Rebecca Hall que se cree demasiado su papel como abnegada esposa que hará lo imposible para mantener vivo a su esposo a toda costa, incluso cuando su relación parece más fraternal que otra cosa. Algo simplemente no encaja en la pareja, le falta alma, y para una película que tiene como uno de sus ejes principales el amor que se profesan un personaje al otro, es un error garrafal que se paga con creces. El peligro de los avances tecnológicos es el otro pilar fundamental de Transcendence, pero las causas y consecuencias del uso y abuso de dichos avances va perdiendo su tono moral conforme pasa el tiempo y los giros del guión se vayan acumulando. Llega un momento en el cual la credibilidad del espectador simplemente abandona la sala, donde la película entra al cenagoso terreno del cine clase B, hecho que Pfister nunca elige adoptar con los brazos abiertos. El tono solemne con el que empieza y termina el film no le permite reírse de sí mismo cuando todavía hay tiempo de al menos salvar la experiencia cinematográfica. Ni la experiencia y presencia de Morgan Freeman, ni la solvencia de un buen secundario como Paul Bettany, hacen a la producción menos soporífera. Al menos en el campo técnico no se le puede reprochar nada a Pfister, porque su armatoste se deja ver, y la banda sonora de otro oscarizado, Mychael Danna, acompaña las imágenes y la acción con buen ritmo. La expectativa por el debut de Wally era demasiado alta y es por eso que quizás duela demasiado ver el resultado en Transcendence, donde la historia y el guión debieron haber tenido un golpe de horno más fuerte, y en la que la idea resulta interesante -aunque recuerde demasiado a Terminator y otras similares- pero la ejecución es atroz. Johnny, anda buscando otro agente porque acá se acabó el amor por vos.
No recuerdo con buenos ojos la anterior película de Drake Doremus. Sí, tocaba un tema tan sencillo como una relación de dos jóvenes desde una óptica realista, pero algo en su trama no me dejaba compartir plenamente la historia de amor trunco. Lo sorprendente de Breathe In es que Doremus sigue en la misma senda realista, pero esta vez con una historia tan trillada y mañida que cuesta horrores terminar sus escasos 97 minutos de duración. La historia de amor prohibida de un hombre mayor y con familia con una adolescente no es, en estos tiempos, para saltar de alegría cada vez que se adapta a la pantalla grande o a la pequeña. Podemos decir que con elementos que le aporten frescura a la trama, un director puede enfocar sus artimañas y realizar un film a menor escala pero con muchos rasgos intimistas. El problema principal de Doremus y su amigo guionista Ben York Jones es que dentro de su análisis intimista de una familia que recibe a una estudiante de intercambio durante un semestre escolar, toda la construcción de personajes se cae abajo con una veta constante de subrayado. Todo es obvio, desde el patriarca cuyo pasado musical no le permite comprometerse con sus tareas cotidianas y se siente como un pájaro enjaulado, con una esposa que no lo comprende y todo lo que hace dentro del ámbito hogareño le molesta sobremanera, y una hija adolescente que, dentro del cuarteto principal, es la que más sobresale por la naturalidad de sus acciones. La extranjera, Sophie, es un personaje inacabado que llega a generar tensión tanto en el grupo como en los alrededores. Ella ,tal parece, es una incomprendida, pero el registro actoral de Felicity Jones y el mismo guión la dejan como una típica mosca muerta, incapaz de generar empatía para con la audiencia. El cúmulo de clichés es impensado, y si al menos sirviese al elenco como lineamientos para trabajar desde la improvisación, vaya y pase, pero la química entre Guy Pearce y Jones es inexistente, no se les cree en absoluto ese romance prohibido. El seno familiar Reynolds al menos resulta entretenido y natural de ver, y hasta en ciertos momentos la angustia de Pearce es notable en el papel de un alma bohemia atrapada en una vida suburbana. Un par de revelaciones, un accidente muy evidente, un recital clásico y un par de notas furiosas en el piano son lo que nos deja Breathe In, una película tan sosa que quiere hacerse pasar por naturalista y no puede. Pasión Inocua hubiese sido un título más apropiado
Hipo, Chimuelo, Astrid y la pandilla están de vuelta, en un regreso muy esperado que le costó a DreamWorks cuatro años desde la salida de la celebrada primera entrega, y que valió la pena esperarla con tantas ansias. Si bien la compañía no es Disney y el prospecto de secuelas de sus productos está mejor visto que la baja calidad de ciertas segundas partes en la casa del ratón, lo cierto es que How to Train your Dragon 2 es una sólida continuación de las aventuras de los habitantes de Berk, donde otra vez el estudio hace gala de sus mejores efectos visuales al servicio de una historia sugerente y ambiciosa. Cinco años han pasado desde que la ingenuidad y el temor a lo desconocido quedaran atrás dentro de la comunidad vikinga, pasando de ser férreos cazadores de dragones a compartir la vida cotidiana pacíficamente. La primera escena bien demuestra esta amalgama, donde la caza ha sido desplazada por un nuevo y excitante deporte -donde también queda demostrado el buen uso de un 3D superior y bien empleado-. La relación de Hipo y Chimuelo ahora los lleva a explorar nuevos territorios, expandiendo el mundo en el que viven, así como también la mitología y la aparición de originales y poderosas criaturas escupefuego. El conflicto del pasado -el ser diferente de Hipo dentro de los estándares de su rudo padre Estoico- ha florecido en una amigable relación padre-hijo, pero que traerá aparejado uno de los ejes morales de esta entrega: ¿está listo Hipo para comandar a su pueblo? La introducción de nuevos personajes y la aparición de un temible villano serán los retos a superar en esta secuela que expande su registro en todo sentido pero que, por un motivo u otro, se queda en vuelo raso en comparación con su predecesora. Teniendo en cuenta que es una película para un sector demográfico no mayor a los 12 años, es raro que con los tiempos que corren, un malo como Drago tenga un trazo de personalidad muy vacío, como si fuese que su presencia, recia y llena de cicatrices, fuese a bastar. Durante todo el film, se dice que Drago es un villano temible, que ha chocado con ciertos personajes en el pasado, pero ese choque eventualmente llega y no obtenemos nada a cambio. Lo mismo con el seno familiar de Hipo, donde las emociones giran en torno al regreso de un integrante y su pico emotivo es esa canción en la cueva. Son lugares comunes del género y están bien desarrollados, pero el golpe que le sucede es demasiado cotidiano para una saga que en el pasado supo conmover hasta la médula con interacciones emotivas superiores. Da la sensación que desde el guión se quiso hablar de las relaciones familiares, de la paz, de la guerra y también del compañerismo, pero se quedaron bastante cortos manejando el tiempo en pantalla de cada uno. Todo eso, y ciertos ajustes en la resolución del conflicto que parecen forzadas. Siento que le estoy mirando demasiado los dientes al caballo de Dreamworks, porque la verdad que el regreso de Chimuelo rebasa calidad por cada costado. Ya con la anterior propuesta del estudio -The Croods- había quedado fascinado por la labor descomunal que logran en materia de animación, y acá vuelven a dejarme pasmado con el puntilloso trabajo de construcción de cada personaje y cada diminuto detalle, pensado y trabajado hasta lograr un realismo impactante. Aún no pudiendo recapturar la maravillosa sensación de frescura de la anterior entrega, How to Train your Dragon 2 expande el mundo mitológico hacia los cuatro costados, dejando una encantadora sensación al abandonar la sala. Una aventura familiar imperdible.
Denis Villeneuve es una máquina imparable de buen cine. Sin ir más lejos, vean lo muy bien recibida que fue su anterior película, Prisoners, que mereció la más alta calificación en el sitio por su servidor aquí presente. Si no la vieron corran a verla, porque es una demostración más que sólida de los poderes cinematográficos del canadiense. Ahora, resulta bastante encomiable que en el pasado Festival Internacional de Cine de Toronto -el TIFF para los amigos- Villeneuve presentó al mismo tiempo Prisoners y Enemy, película que nos compete en esta ocasión. Si presentar dos films de calidad al mismo tiempo en el mismo festival no lo hacen un director para seguir de cerca, no sé que más lo hará. Por lo pronto, diremos que Enemy está basada en la novela El Hombre Duplicado, del autor portugués José Saramago, y que gira en torno al descubrimiento de un profesor de historia -Adam, interpretado por Jake Gyllenhaal- de un actor terciario más que secundario en una película que ve por recomendación de un colega. No sé hasta qué punto las historias de la novela y su adaptación están relacionadas, pero lo que sigue es un descenso hacia los recovecos oscuros de la mente humana, en una historia tan aterradora como adictiva. La fantasía de encontrar a un doble exactamente igual a nosotros es un pensamiento que muchos hemos tenido a lo largo de nuestras vidas. La serie canadiense Orphan Black está tocando ese mismo precepto pero lo impulsó hacia un número más alto que dos, pero el resultado en Enemy recorre aristas más profundas que la del show televisivo. La obsesión y la curiosidad llevan a un simple profesor de historia a querer conocer más de ese extraño que posee sus mismos rasgos y en la senda del descubrimiento hay puertas que no deberían haber sido abiertas. Ayudado por una suntuosa fotografía en sepia y varias tonalidades de amarillo -no, esta vez no fue la mano de Roger A. Deakins sino la del joven Nicolas Bolduc- y una electrificante banda sonora, el guión del español Javier Gullón no peca de excesivo, y la mano de Villeneuve va conduciendo al espectador a este doble festival de Gyllenhaal, que cumple la tarea de crear dos personajes parecidos físicamente pero muy diferentes en personalidad. La intensidad en las miradas de Adam y Anthony ya revelan todo sobre los hombres, y es un gran trabajo de caracterización creado por un excelente actor, que prácticamente está en todas las escenas. Ahora bien, mucho se ha hablado de lo extravagante que resulta la incorporación de elementos fantásticos, oníricos o como quiera llamárselos, y con esto hablo del uso de las arañas dentro de la trama. Por contrato, no se les permitió al elenco revelar nada del simbolismo de los arácnidos en la trama, así que queda a plena disposición del espectador quitarle el velo a sobre qué se refiere tanto el guión como la dirección con respecto a este particular uso, pero gracias a esta incorporación es que la escena final resulta tan especial, única, explosiva y atemorizante al mismo tiempo. Con una duración escueta -90 minutos, casi la mitad de Prisoners- Enemy genera una atracción magnética impresionante, aunque definitivamente no es para todos los gustos. Con una trama altamante indescifrable, es una muestra bastante experimental de parte de un director que desafía las categorías, generando inquietudes en cada historia que presenta.
Para crear una buena historia sobrenatural no hace falta ir muy lejos. Todos los elementos ya están trabajados y, mientras que algunas películas suelen forzar dichos elementos y no producir ninguna inquietud en el espectador más allá de unos cuantos sustos manufacturados, lo que destaca a El Pacto por sobre otras compañera de rubro es un buen guión y una sólida dirección. Trabajando en base a su propio corto, Nicholas McCarthy entrega en su primer largometraje un cuento fantasmagórico mechado con un soberbio thriller, que sobresale por la creación de un ambiente sofocante y malintencionado. A través de los ojos de la protagonista, una tragedia familiar acerca a las hermanas Barlow, separadas hace muchos años. No hará falta mucho para que las cosas empiecen a andar mal, y Annie deberá volver a la casa donde pasó su infancia para resolver la desaparición de su hermana. Ah, y también descifrar los terribles sueños -más bien pesadillas- que la aquejan desde que puso un pie en su antiguo hogar. Buena parte del metraje es una seguidilla de pistas y momentos escalofriantes para revelar el misterio que encierra el film, con personajes tan sensatos -el detective que encarna Casper Van Dien- como escabrosos -esa medium adolescente ciega-, pero toda la construcción tiene su resultado final, un desenlace trepidante que toma al espectador por sorpresa y lo termina de empujar a un estado de histeria intenso. No voy a mentir, El Pacto tiene su buena cuota de sustos, no todo es una meseta de asfixiante ambiente, pero esos momentos están demasiado bien logrados, y llegan en el punto justo del film para insuflarle un poco más de ritmo a un marco narrativo lento, pero no aburrido. McCarthy sabe jugar con los elementos a disposición y poco a poco va creando su caso mientras seguimos a la heroína, una agradable Caity Lotz -que algunos reconocerán ahora como una secundaria en la serie Arrow-. Para cuando llega el final, muchas respuestas no han sido contestadas. ¿Qué es el pacto al que se refiere el título? No lo sabemos fehacientemente, pero McCarthy ha dejado sembradas las semillas para contestar dicha pregunta a lo largo del film. Es un movimiento cuestionable, junto con la última imagen que nos deja la historia, pero una movida inteligente al fin y al cabo, que fuerza al espectador a volver en sus pasos y encontrar dichas respuestas. Una de fantasmas que asuste y que además te obligue a pensar, no es algo que abunde en la cartelera local, por eso es que El Pacto llega en un momento preciso, y eso es algo para festejar -y dormir con un ojo abierto además-.
El espectador incauto podrá pensar que ha llegado a las salas una nueva parodia a la saga Paranormal Activity pero no, no se dejen engañar. La distribuidora, sabiendo que tiene entre manos algo que tiene que vender a como de lugar, ha retitulado la secuela A Haunted House 2 como In-actividad paranormal, aún cuando la primera parte acá se estrenó como 'Y dónde está el fantasma?. ¿Les habrá gustado más el título nuevo? No lo creo, simplemente quieren venderla como otra producción, cuando bien las tramas de ambas están conectadas -por un diminuto hilo conductor-, y cuando saben que si la gente quiere ver una comedia misógina, vulgar y xenófoba e incluso ver su secuela, sabrán enseguida qué elegir. No hay nada nuevo bajo el sol en A Haunted House 2. El mismo equipo técnico vuelve a hacer de las suyas filmando una película que asombra por haber costado el doble que la original -estamos hablando de 4 millones, tampoco es tanto en la industria- pero que sigue teniendo la misma o peor calidad. En esta ocasión, además de seguir los lineamientos de la saga paranormal cámara en mano, los golpes vienen de la mano de parodias a The Conjuring y Sinister como principales sospechosas, además de The Possession y otras más. Haciéndole honor a su propio estilo de comedia, Marlon Wayans vuelve a componer su veta humorística con un nivel de gritos aún más exasperante que en la anterior y con mucha más piel también. Wayans debe estar orgulloso de su cuerpo y por eso el espectador debe sufrir una repetición constante de escenas en donde el actor se frota y tiene sexo con diferente objetos inanimados como una versión depravada de la muñeca Annabelle o hasta un oso Ted. Nadie está a salvo de la perversión de Wayans. Admito que ciertos chistes tienen su sentido del humor, pero repetirlos hasta el cansancio hacen que se gaste su cuota; básicamente, el mismo error cometido en la primera parte es perpetrado en esta continuación. Es curioso también en cierto momento que Marlon se ría de que siguen haciendo entradas de Scary Movie sin el apoyo de los hermanos Wayans, y que dichas películas apesten -si tenemos en cuenta la deplorable Scary Movie V, está en lo cierto- pero el muerto se ríe del degollado, cuando ese pequeño golpe no refleja en absoluto la calidad de la presente secuela, que es tan miserablemente estúpida como la última entrega de la otra saga. También es triste el hecho de que actrices del calibre de Jaime Pressly y Missi Pyle hayan caído en este hoyo, así como los que regresan Essence Atkins y Cedric the Entertainer, desperdiciando sus talentos en mediocres proyectos como éste. Un año después y acá estamos de nuevo. A Haunted House 2 no ofrece nada novedoso y es un pequeño gran milagro que no le haya ido tan bien en taquilla. Con suerte, la saga de las casas embrujadas y los chistes sobre negros terminarán acá. Pero nada nos hace pensar que no va a haber una A Haunted House 3. Esperemos con los dedos cruzados.
Todos los años Adam Sandler sorprende con unas vacaciones pagas para él y todos sus buenos amigos, teniendo como víctima principal a los espectadores, que caen en el cine incautos a ver una comedia insípida y sin gracia. No voy a negarlo, entre a ver Blended con una idea fija: que iba a ser una completa porquería. Oh, sorpresa, resulta que aún con sus errores, la comedia que reúne a Sandler con Drew Barrymore es una agradable moraleja a la unión familiar, sobre las primeras impresiones, todo con un lujurioso trasfondo africano impresionante. No es curioso tampoco que Sandler deje a un lado al director Dennis Dugan -de las atrocidades de Grown Ups, Jack & Jill, That's My Boy- para volver al trabajo con Frank Coraci, artífice de las recordadas Click y The Wedding Singer. Coraci entiende a la dupla y saca lo mejor de ella. Su tercera colaboración no será su más lograda, pero la chispa de su química sigue intacta. La excusa para viajar es poco elaborada, pero hasta el momento del viaje le permite a la historia sacarle un poco de provecho y conocer las familias de Adam y Drew, el primero con tres hijas mujeres criadas como chicos, la familia de ella con dos chicos totalmente inadaptados que la vuelven loca. Si bien no tiene giros tan pesimistas como Click, Blended tiene mas tino al presentar situaciones cómicas mezcladas con dejos de drama, que ayudan a comprender diferentes acciones de los personajes, casi todas atribuidas al personaje de Sandler. El principal problema de ella no son sus personajes, ni tampoco la mezcla de escenas dramáticas con la comedia pura, sino que desde el guión la repetición constante de chistes que ya funcionaron la primera vez se hace tedioso y disminuyen el valor en general de la propuesta. Eso denota una carencia importante de parte de los guionistas, que deben repetir esquemas para rellenar un metraje de dos horas que se empiezan a sentir una vez que el viaje a Sudáfrica termina. Sin ir más lejos, el cantante africano que encarna Terry Crews puede resultar las primeras veces que aparece, pero cuando se hace de él un gag continuo pierde su gracia por completo. Más allá de sus repeticiones y de sus falencias, destaco la positividad con la que uno sale de la sala después de ver Blended. No es la mejor propuesta del humorista, pero resulta un escalón infinitamente superior por sobre sus anteriores intentos de comedia.
En menos de dos semanas ya tenemos en la cartelera dos películas que se animan a jugar con los viajes en el tiempo en sus tramas. La primera es X-Men: Days of Future Past y la segunda es la que nos compete, el festín de acción futurista que parece un nuevo subgénero en el cual Tom Cruise se siente bastante cómodo -no olvidemos el pequeño traspié en la no muy bien recibida Oblivion del año pasado-. No había manera de escaparle en las salas de cine a la nueva apuesta de Warner, los avances inundaban cada película con imágenes explosivas de un soldado momentos antes de un desembarco estilo Día D en Saving Private Ryan para después saltar a una mezcla de géneros con influencias pesadas a Groundhog Day y pizcas de Starship Troopers. Estamos hablando de originalidad cero, por supuesto. Hollywood ya no se trata de traer frescura en nuevos proyectos, sino saber reciclar con tino y jugar al Doctor Frankenstein, preparando el armatoste pochoclero que gane espectadores cuando se estrene comercialmente. El director Doug Liman no es ajeno al cine de acción y ha entregado productos interesantes -The Bourne Identity-, curiosidades -Mr. and Mrs. Smith- y bodrios infumables -Jumper- pero con Edge of Tomorrow vuelve a todo vapor con una historia por demás entretenida, que regresa una y otra vez en sus pasos pero nunca se tropieza. En un verano boreal apilado con grandes sorpresas, y con un verano siguiente ocupadísimo, hay que dejar algo en claro y es que Cruise es sinónimo de buen cine de acción. Uno podrá no quererlo ni hacerle monumentos a su calidad actoral, pero in Tom we trust podría ser un buen hashtag para definir el buen sabor de boca que nos deja en esta aventura, donde le pone el cuerpo y su ligero sentido del humor a una cruenta invasión alienígena que tiene el poder de jugar a gusto y placer con el tiempo. Repetir el mismo esquema no es un problema de la película, donde el guión de Christopher McQuarrie y Jez y John-Henry Butterworth no cae en vueltas de tuerca facilonas y funciona como una máquina bien aceitada. Tampoco la brutal y acelerada edición abusa de efectismos baratos. No es raro que Liman haya convocado a los hermanos de nuevo -trabajaron juntos en el drama político Fair Game- ni que McQuarrie se lleve muy bien con Cruise -escribió y dirigió Jack Reacher y será el director de Mission: Impossible 5-. Cuando un equipo trabaja bien, se nota, y todos los engranajes se mueven al mismo tiempo, casi con ritmo de coreografía, como lo hacen Tom y una aguerrida y fantástica Emily Blunt, a quien le sienta muy bien el papel de heroína y epítome de la defensa humana frente a la catástrofe. Edge of Tomorrow, por si fuera poco, tiene un diseño de producción que alucina, y basta con ver el primer desembarco para admirar el trabajo que se llevó a cabo en un ataque violento y sin cuartel, como cualquier desembarco en tiempos de guerra debe lucir. Los escenarios son lo suficientemente caóticos para generar estupor y los momentos de calma sirven como perfecto lapsus para reagrupar las ideas. Con una duración de casi dos horas, que la trama fluya con ligereza y se llegue al final con la mente intacta, indica que Liman hizo un trabajo soberbio con las escenas de acción y que el guión fue lo bastante claro para entender la trama y disfrutar dentro de ella, y no fuera. Calladita -bueno, no tanto, la campaña de marketing es sumamente invasiva- y sin muchas ínfulas, Edge of Tomorrow es lo que se considera una excelente ocasión para disfrutar de una ingeniosa y apabullante salida al cine, donde la sala no para de temblar por los disparos y explosiones en pantalla, y donde al finalizar la película uno no puede evitar salir con una leve sonrisa en la boca.
Dentro del misógino y hostil ambiente que le aguarda a la mujer en lugares tan temerosos de Dios como ser Arabia Saudita, los logros de una película como Wadjda relucen, y mucho. Ya suficiente con ser la primera de su clase en ser filmada íntegramente en Arabia Saudita, pero también el primer largometraje de Haifaa Al-Mansour, convirtiéndola en la primera mujer en su país en dirigir. Por si esto no fuese poco, el cuento que nos narra el film es uno lleno de sutiles llamadas de atención a un régimen religioso que empuja a la mujer a ser un mero objeto, a la vez que una pequeña preadolescente se fuerza por cambiar su situación a toda costa. El poderío narrativo de Wadjda, además de su simple pero directa historia, es su protagonista. En su primer papel, Waad Mohammed entrega una deliciosa construcción muy fresca y pícara como la protagonista absoluta del film, una jovencita que no se detiene ante nada ni nadie para conseguir lo que más anhela: una bicicleta verde. Lamentablemente, está muy mal visto que una chica de su edad juegue con una bicicleta, así que a los problemas de reunir el dinero suficiente para comprarla se le suman el de una sociedad que la tiene bajo la mira por ser un poco diferente, sobretodo la mirada adusta de Ms. Hussa, la directora -una correcta y creíble Ahd-. Como si fuese poco, Wadjda debe lidiar y ser testigo ocular de los problemas entre su madre y su padre, él estando en la posición de elegir tener una segunda esposa que le otorgue un heredero varón, ya que su actual mujer no puede concebir más hijos. Con una mirada lo suficientemente ácida para atacar el epicentro de las ridículas costumbres de la sociedad en la que se crió, Al-Mansour dirige Wadjda con sapiencia y aplomo. A partir de un guión de su propia factura, el relato es lo suficientemente cálido frente a situaciones tan severas como humillantes para la mujer, todo desde la visión de nuestra entrañable protagonista. Wadjda es una joven común y corriente, pero simplemente no encaja dentro de los férreos preceptos de su sociedad, lo cual causa un sinfín de reprimendas que la joven soporta con honor y los enfrenta con total dignidad, lo que implica los momentos más deliciosos de la película. La tarea de la directora no fue para nada fácil en su afán de construir un realismo absoluto. Al no poder mezclarse con el género masculino, hubo momentos en el que la directora tuvo que filmar desde el interior de una camioneta, detalles que resultan totalmente significativos y enaltecen el mensaje del film aún más. Wadjda es un gran canto de libertad e igualdad, que no llegó a ser seleccionada oficialmente para los últimos Oscars -quedó en semifinales- pero que vale la pena disfrutar, a pesar de que el tópico y las vicisitudes de Medio Oriente enerven, enojen y enfurezcan. Amamos a Wadjda, ¿ustedes no? Esperen a conocerla.