Un mundo de sensaciones Hay películas que son como sus protagonistas. Por ejemplo, en Margaret, el film "maldito" de Kenneth Lonergan (no estrenado en Argentina como en muchas otras partes del mundo -si pueden, véanlo-), ocurre esto. Lisa -una despreocupada joven- provoca, sin querer, un accidente en el que muere una mujer. A partir de este traumático hecho, verá como su vida da un vuelco, transformándose en un ser inestable, que no puede responder los llamados lógicos del mundo que la rodea. Lisa puede pasar de la risa al llanto, de la pasión a la frialdad, del amor al odio. Es una madera que flota en el agua, sin rumbo. El film de Lonergan adquiere esta inestabilidad y, por lo tanto, su puesta en escena se adhiere a los cambios internos de su personaje principal. El resultado es una obra maestra de la confusión, de la paranoia, de la bipolaridad. Por los mismos carriles se encuentra El Lado Luminoso de la Vida, quien comparte con Margaret un mismo modo de conectar la mente del protagonista con la película misma...
Reirse más ¡Que envidia no haber podido participar en esta película! Eliminando toda seriedad y depositando un alto grado de autoconsciencia, Hansel y Gretel: Cazadores de Brujas le hace honor a su gracioso título. Es un film que desde los primeros minutos le avisa al espectador, a través de detalles cómicos excelentes, que lo que se verá a continuación será una fiesta. No es casual entonces que el film esté producido por, nada más ni nada menos, Will Ferrell y Adam McKay (director de Anchorman, Policías de Repuesto), creadores de los mejores exponentes de la llamada "Nueva comedia americana". Algunos de los elementos más representativos de esta ola se encuentran en el universo absurdo y totalmente querible que propone Hansel y Gretel..., entre ellos excelentes situaciones cómicas que bien podrían estar en las películas con Ferrell y de McKay...
Donde viven los monstruos Sería divertido pensar que, cual virus, los elementos pertenecientes al cine de terror de Zombieland quedaron impregnados en Ruben Fleischer. Dos evidencias del contagio: una secuela en camino y Fuerza Antigángster. Este film, haciéndole honor al género, se regocija en la sangre y las tripas ya en los primeros minutos mostrando como dos autos estiran a una persona hasta partirla, literalmente, al medio. A continuación, aparece otro componente, esta vez, representado en las figuras de los lobos que devoran el cadáver. Pero también en la escena se halla la presencia clásica del terror en múltiples disciplinas artísticas -desde la pintura y la literatura hasta el cine mismo-: el monstruo, que en este caso es un mafioso llamado Mickey Cohen. En realidad, aquí el monstruo es humano aunque sus facciones y detalles físicos lo acercan a una deformidad cercana a lo sobrenatural. Es la materia orgánica unificada con el instinto salvaje de quien desconoce las barreras morales...
Publicada en la edición digital Nº 4 de la revista.
Publicada en la edición digital Nº 4 de la revista.
Gloria y loor No es casual que Celina Murga encuentre en Frederick Wiseman su principal fuente de inspiración para Escuela Normal. Al igual que en High School, la directora coloca su cámara casi en la totalidad de esta película en un colegio. Pero esta no es cualquier escuela: es la primera institución educativa fundada por Domingo Faustino Sarmiento en 1870. Pero además es el lugar donde estudió Murga durante su adolescencia en Paraná. El objetivo de este documental resulta más complejo de lo que parece porque se introduce no solo en el ciclo lectivo, sino en la forma en que ciertos alumnos desarrollan su potencial participación ciudadana...
Problemas básicos Este film empieza muy bien. Un matrimonio con sus tres hijos viajan a Indonesia para pasar la Navidad un día antes del terrible tsunami que arrasó las costas del sudeste de Asia en 2004. Luego del impacto, todos quedarán por separado, por lo que cada uno de los integrantes de la familia deberá buscar al resto. La escena de la catástrofe está tan bien editada que transmite la creación de un verdadero infierno en el medio ese paraíso –en apariencia- intocable...
El cine directo de Andrew Dominik Mátalos suavemente (Killing Them Softly) es inusual por un sólo motivo: está construida a base de clichés. Estos lugares comunes son, por un lado, las convenciones del género de las películas en las que se basa. En este caso, los relatos de mafiosos. Pero, por otro lado, propone un discurso trillado, usado con anterioridad fuera y dentro del arte cinematográfico. A partir de estas consideraciones, el resultado debería ser desastroso. Sin embargo, no lo es por otro motivo inusual. Lo que nos interesa realmente no es tanto su simple argumento, sino hasta que punto Andrew Dominik (Chopper, El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford) puede llegar a utilizar estos clichés sin ningún tipo de culpa. Es un cine directo. Pero no en un sentido documental, sino porque es un cine bruto, remarcado, sin delicadezas. Esta película muestra una extrema confianza en lo que propone, a pesar de su carencia de originalidad. Dominik se basa en Tarantino, Scorsese y en los policiales de los hermanos Coen de un modo insólito, como si el espectador nunca hubiese visto algún film de estos directores. Ante esto, el público debería juzgar si abandona la soberbia posición del realizador o si lo acompaña en su absoluto descaro. La historia es más que sencilla: Jackie Cogan (Brad Pitt), un asesino a sueldo, es contratado por unos mafiosos luego de que tres ladrones les hayan robado todo su dinero. No hay mucho más para contar, ni siquiera hay sorpresivas vueltas de tuerca ni cambios determinantes en las actitudes de los personajes. Al cine directo de Dominik parece no importarle demasiado el argumento. Es, simplemente, una excusa, un trasfondo para que surjan cuestiones relacionadas con la política americana de los últimos años. En realidad, el libro en el que se basa el film es “Cogan’s trade“, de George V. Higgins, de 1974, por lo cual se puede entender que el mensaje propuesto es aplicable a cualquier momento de la historia de Estados Unidos -esto es, sin dudas, lo más sutil que presenta la película-. El planteo frontal de Dominik puede ofender a quienes estén en contra del subrayado innecesario y hecho a los gritos. Por ejemplo, allí se encuentran los discursos presidenciales que aparecen en un televisor mientras transcurren las acciones. En este sentido, lo que dicen y hacen los personajes muchas veces opera en sentido contrario con lo que Bush u Obama establecen en sus parlamentos. Tanto el momento del robo como los últimos minutos del film están tan sobrecargados de explicación que pierden el impacto deseado. Son cosas que se dicen en la cara de la forma más explícita posible. Habría que analizar hasta qué punto este cine directo atenta contra la inteligencia del espectador. Si hay algo que rescatar sobre el uso de la palabra es que esta adquiere un carácter casi físico. La utilización es tan exagerada, tan grosera, que el registro oral termina siendo tangible como los objetos y personajes que se ven en pantalla. Esto no deja de ser interesante ya que el protagonista usa estas palabras como si fuese otra de sus armas. Sobre el final, el discurso de Jackie Cogan impacta sobre una de sus víctimas. Detrás de lo que se dice -repito, bastante convencional pero no por eso cargado de fuerza y verdad- hay un asesino que dispara a las creencias de un pueblo -falsamente- unido.
Life’s a gas Sorin vuelve al sur. Aquellos lugares retratados a comienzos de la década pasada con Historias Mínimas, El Perro y El Camino de San Diego, regresan en Días de Pesca. La historia se centra en Marco, un viajante de comercio de 52 años, que desea cambiar su vida luego de haber sido internado por su adicción al alcohol. Parte de esta nueva vida consiste en encontrar un hobbie, una distracción. Por eso viaja a la Patagonia con el objetivo de introducirse en el mundo de la pesca de tiburón. Pero además, pretende buscar a su hija, a quien no ve hace muchos años. Para él, es la oportunidad para remediar los errores del pasado y obtener, finalmente, la tranquilidad definitiva...
Fair Play En una entrevista, Barry Sonnenfeld (director de Los Locos Adams, Hombres de negro) dijo que el fracaso de Wild Wild West se debió al hecho de haber juntado a dos cómicos (Will Smith y Kevin Kline) en los roles protagónicos. Para él, la unión de estos actores provocaba una especie de rechazo casi químico entre ellos (y por ende en el espectador con la película) ya que provenían de un mismo género. En este sentido, el realizador aclaraba que, por el contario, Hombres de Negro era más efectiva porque fusionaba a un actor de comedia como Smith con otro acostumbrado a un registro dramático como Tommy Lee Jones. Es decir, era una buddy movie que respetaba las diferencias que surgen entre los opuestos. Wild Wild West (además de ser mala en casi todos sus aspectos) no lograba generar una conexión con el público porque había más competencia que unión, más rivalidad que afecto...