El pintoresco e inspirador barrio londinense Notting Hill, es el escenario ideal para narrar una historia de amor, superación y reencuentros en torno a una pastelería dirigida por tres mujeres unidas tras la pérdida de Sarah. Una pastelería en Notting Hill, ópera prima de la cineasta londinense Eliza Schroeder, comienza presetando a Sarah mientras se dirige en bicicleta por las calles de Londres hasta el local que abrirá con su mejor amiga, la chef Isabella (Shelley Conn); paralelamente vemos a su hija Carissa (Shannon Tarbet) bailando en su ensayo de danza contemporánea y a su abuela Mimí (Celia Imrie), quien vive del recuerdo de su etapa circense, escribiendo una carta de reconciliación a su hija Sarah. Sin embargo, aquella mañana apacible se transformará en tragedia con la muerte sorpresiva de Sarah. Su pérdida impulsará a las tres generaciones de mujeres a cumplir con su deseo: abrir una pastelería. Si el comienzo tiñe de nostalgia las primeras escenas, el devenir del relato se encauza hacia zonas más luminosas, donde el aprendizaje y la transformación ante la ausencia impulsan la acción de las protagonistas en su vida personal como en la estética que darán a su negocio. Con cierta similitud a películas del género como Mi panadería en Brooklin (Gustavo Ron, 2015) o Una buena receta (John Wells, 2015), el guion recurre a situaciones predecibles y al romanticismo que se impregna en cada receta. Bajo un formato clásico, donde la ausencia de Sarah la vuelve más presente, la historia intenta alimentarse de subtramas que nada le aportan a la trama principal ni al lugar donde transcurre. Una pastelería en Notting Hill combina las buenas interpretaciones de sus protagonistas, con el gusto en la ambientación y el mensaje bien intencionado que intenta endulzar la sensibilidad del espectador entreteniéndolo con las maravillosas delicias y colores que ofrece en pantalla. UNA PASTELERÍA EN NOTTING HILL Love Sarah. Reino Unido, 2020. Dirección: Eliza Schroeder. Guion: Jake Brunger. Intérpretes: Celia Imrie, Shelley Conn, Shannon Tarbet, Rupert Penry-Jones, Bill Paterson, Candice Brown. Producción: Tonio Kellner, Eliza Schroeder, Rajita Shah, Jakob Zapf. Fotografía: Aaron Reid. Música: Enis Rotthoff. Duración: 97 minutos.
La nueva película del actor, guionista y director polaco Jack Borcuch (Aquello que amamos; Kallafiorr) posa su mirada ante la xenofobia e intolerancia creciente en el continente europeo, y cómo ese miedo al otro afecta sus vínculos afectivos. Rodada en la Toscana italiana, las imágenes nos adentran en la casona de la poeta judía polaca, María Linde (Krystyna Janda), quien se refugió en esa tierra luego de la ley marcial en Polonia. Galardonada con el premio Nobel de literatura, María vive junto a su marido y disfruta de su reciente cumpleaños junto a su hija (Kasia Smutniak), nietos, intelectuales y hasta el comisario del lugar. La armonía que se respira en medio de ese paisaje idílico, refleja el espíritu libre y desprejuiciado de María, una mujer madura que se permite gozar del romance con Nazeer (Lorenzo de Moor), un joven egipcio que fue en busca de un porvenir. Allí abrió una taberna junto al mar, donde enfrenta hostigamientos raciales de algunos lugareños. Esa tensión desencadenada por la presencia de refugiados en el viejo continente, se incrementa tras el atentado terrorista islámico en pleno Roma. Pero María, que ha vivido la experiencia del holocausto de sus padres y sintió el odio antisemita al ser judía, aprovecha la entrega de un premio otorgado por el alcalde para ofrecer un discurso polémico que desata el rechazo local y familiar. Ese antes y después en su vida, será el precio que deberá pagar por defender su postura moral y su pensamiento frente a la realidad. Desde el inicio, la llegada de inmigrantes en un barco; la figura de su amante egipcio, que es sospechado de ocultar al nieto de María, como la fuga de refugiados hacia las costa italiana, exponen la rispidez, el rechazo y el miedo que genera el proceso multicultural en la sociedad europea, ante lo cual la intelectualidad y permeabilidad de su protagonista, quien estuvo del otro lado y ya dijo todo lo que pudo a través de su poesía, revela frente a la hipocresía local su costado más rebelde y contradictorio. Con sutileza y elegancia, la puesta en escena fluye con armonía, a pesar de algunos tropiezos o cuestiones irresueltas, para combinar el costo de sentirse libre frente a una sociedad que reprime con el encierro a quienes piensan distinto. Así lo simboliza esa jaula de hierro en medio de la plaza donde todos circulan indiferentes. Interpretada magníficamente por Krystyna Janda, la actriz preferida de Kieslowski, y premiada por su papel en el Festival de Sundace, en su rol de escritora nos ofrece el valor de la poesía y la palabra frente a la irrupción de tanta violencia. Dolce Fine Gionarnata intenta ser el reflejo de los nuevos tiempos, sobre los cuales Borcuch no intenta dar respuestas ni soluciones, tampoco juzga a sus protagonistas, más bien los expone a una necesaria autocrítica. DOLCE FINE GIORNATA Dolce Fine Giornata. Polonia, 2019. Dirección: Jacek Borcuk. Guion: Jacek Borcuk, Marcin Cecko, Szczepan Twardoch. Intérpretes: Krystyna Janda, Kasia Smutniak, Lorenzo de Moor, Antonio Catania, Vincent Riotta, Mila Borcuch. Fotografía: Michal Dymek. Edición: Przemyslaw Chruscielewski. Duración: 96 minutos.
Cuando era niño, íbamos a una cala bajo los acantilados, llamada Hope Gap (…)”, narra en off el joven Jamie (Josh O`Connor) mientras las imágenes traducen la felicidad de aquellos años junto a su padre Edwdard (Bill Nighy) y su madre, Grace (Annette Bening) unidos en familia. Han pasado décadas de aquel recuerdo intacto que en se enfrenta a un presente doloroso tras la separación de sus padres, luego de 29 años de matrimonio. El afamado guionista inglés William Nicholson (Tierra de sombras, Los miserables y Gladiador), escribió esta historia autobiográfica en 1999 como una obra de teatro que, finalmente decidió trasponer al cine, tras años de su primer largometraje Firelight (1997). La película conjuga el drama y el romance bajo un tono poético e intimista para hablar de las consecuencias del desamor, el matrimonio, el abandono, los vínculos entre padres e hijos y los roles que se van modificando con el paso del tiempo. Desde el inicio, las secuencias dan testimonio del quiebre y la tensión que se respira en el interior de la casa en la que vive Edward, un callado y paciente profesor de historia, junto a su esposa Grace, una mujer dominante, de carácter y amante de la poesía. Con pequeños indicios se expone el desgaste cotidiano de una relación madura a punto de romperse. El espacio cobra un nuevo significado en relación al clima de opresión y hastío que se respira en ese hogar, donde cada uno se dispone distanciado del otro. La frialdad de los gestos se vuelve un síntoma naturalizado, hasta que Edward toma la decisión de separarse y el mundo de Grace se cae a pedazos en medio de la visita de su único hijo, Jamie. Presenciar esa ruptura, significó un quiebre emocional, el duelo ante los años felices y un cambio de rol frente a sus padres. Del peso intimista que se libra entre las paredes de esa casona al sur de Inglaterra. El paisaje costero de Hope Gap- que da título original a la película- define a sus protagonistas y los dota de una pertenencia familiar, que ya no les pertenece. ¿Cómo quitarle el significado emocional a un lugar que simbolizó la felicidad? ¿Cómo enfrentar el desconcierto de la soledad? Con un buen elenco y sólidas interpretaciones del trío Bening-Nighy -O`Connor, Las cosas que no te conté brinda al espectador un relato clásico y refinado, de tono nostálgico y poético, desde la mirada de un hijo que observó su mundo desmoronarse. Con un fuerte peso en el guión, la densidad madura de los diálogos de Nicholson reflexionan sobre los ciclos del amor, los vínculos que nos unen y el poder reparador que se revela ante los cambios. LAS COSAS QUE NO TE CONTÉ Hope Gap. Reino Unido, 2019. Dirección y guion: William Nicholson. Intérpretes: Annette Bening, Bill Nighy, Aiysha Hart, Josh O’Connor, Nicholas Burns, Rose Keegan, Sally Rogers, Steven Pacey y Nicholas Blane. Edición: Pia Di Ciaula. Fotografía: Anna Valdez-Hanks. Música: Alex Heffes. Duración: 100 minutos.
Las siglas R.J.W. corresponden a las iniciales de Rodolfo Jorge Walsh (1923- desaparecido desde 1977), escritor y periodista argentino, que supo hacer de la palabra un instrumento de lucha política, de comunicación y denuncia, como de buena literatura a través de sus cuentos, ensayos y novelas policiales. El documental del docente y cineasta Fermín Rivera (Huellas y Memoria de Jorge Prelorán; Apuntes sobre Clara), ofrece un recorrido por su historia de vida en una suerte de biografía que combina la ficción con el documental, enfatizando sus orígenes, sus cualidades literarias, la obra escrita que dejó, además de destacar otros aspectos de su vida, no tan conocidos, los cuales culminaron con el proceso de transformación que tuvo al escribir “Operación Masacre” en 1957. R.J.W., el título del documental, hace mención (además de la afición por las claves de Rodolfo) a Walsh antes de ser Walsh, dice su realizador. El Walsh no tan transitado, que no nació héroe ni escritor, sino que se fue construyendo en un lento proceso de transformación. Un Walsh que puede resultar incómodo con sus artículos a los aviadores. Un Walsh ecléctico que nos da la pauta de su metamorfosis. El Walsh que dice que su historia es la historia de la Argentina”. Desde lo formal, la construcción del documental está cargado de miradas y voces que los entrevistados ofrecen frente a cámara sobre el tema en cuestión. Entre ellos se destaca la participación de Patricia Walsh, Juan José Delaney, Juan Form, Jorge Lafforgue y Silvia Adoue, entre otros. Asimismo, la mirada del propio realizador orienta su discurso en base al material reunido, al que falta, a las ideas preexistentes sobre lo que decide abordar, junto a recreación de los hechos del pasado a fin de armar las piezas que definen a su protagonista. A lo largo del documental, que se nutre de imágenes de archivo, fotos y voz en off, la orientación de Rivera opta, principalmente, en destacar el aspecto literario, su rol de traductor y el vínculo de transformación ideológica que tuvo Walsh en relación a querer ingresar al Liceo Naval, pasando por los artículos que escribió sobre los aviadores que lucharon para derrocar a Perón en septiembre de 1955 -a pedido de su hermano, un capitán de navío-, hasta su compromiso con los fusilamientos en el basural de José León Suarez, del que dará testimonio y formará el cuerpo del gran libro de la literatura política Argentina que fue y será “Operación Masacre”. Esa fusión entre el decir propio y el del otro, el eludir, imaginar y reconstruir el proceso que llevó a Walsh a hacer el hombre que fue, va en sintonía con cierta incógnita sobre su figura, sumada al poco material que hay sobre él, además del saqueo de su archivo personal (que se mencionada en la película) que incluía cuentos inéditos, memorias y material periodístico tomados de su casa de San Vicente y que no se han recuperado. Si algo se destaca en el proceso de realización de toda película, es el rol de la mirada que guía el cómo se traduce la representación de la realidad y desde qué lugar se elige mostrarla; y el documental juega fuerte en ese punto. Por eso mismo, el estreno de la película que, coincide con el 24 de marzo: Día Nacional de la Memoria, por la verdad y la justicia, deja paradójicamente sin mencionar un hecho trascendental, si de Walsh se trata y disculpen el spoiler, como fue la valiente y jugada “Carta Abierta a la junta militar”, tras lo cual, Rodolfo Walsh fue baleado en la esquina de Entre Ríos y San Juan esa misma tarde por un grupo de tareas de la ESMA y forma parte de los 30.000 desaparecidos. R.J.W. R.J.W. Un documental sobre Rodolfo Walsh. Argentina, 2022. Guion, Dirección y Producción: Fermín Rivera. Montaje: Emiliano Serra. Fotografía: Emiliano Penelas (ADF).Cámara: Emiliano Penelas, Fermín Rivera. Dirección de Sonido: Gino Gelsi, Lucho Corti. Música: Alejo Vintrob. Duración: 67 minutos.
Estreno en el Complejo Gaumont. En el Tratado de Derecho Penal, el juez y ex Ministro de la Corte Suprema de Justicia, Eugenio Zaffaroni, se refiere a la pena con un análisis muy distinto a las doctrinas conservadoras y republicanas sobre el tema. Él parte del funcionamiento de nuestros sistemas penales y encuentra, en esa realidad, un sistema violento, discriminatorio, que castiga sin razones, seleccionando a sus víctimas, de forma tal de terminar utilizando la fuerza, fundamentalmente, contra los grupos más débiles o vulnerables de la sociedad. El estreno de Otra condena, tercer documental del realizador Juan Manuel Repetto (Fausto también y El panelista) expone otros modos aplicados al tratamiento de la pena, a la que alude Zaffaroni, que resultan posibles y más productivos en relación a la recuperación psicofísica del detenido como a su reinserción social y laboral. Rodada en el 2018, dentro del Centro de Contención de Moreno, establecimiento gubernamental que aloja a diez jóvenes que cumplen su condena por delitos graves cometidos entre los 16 y 18 años; a diferencia de las cárceles comunes, el lugar no tiene rejas, ni armas, ni celdas. Tampoco hay penitenciarios, sólo docentes, psicólogos y asistentes sociales que trabajan sobre las problemáticas de la niñez y la adolescencia. Como dice Rodolfo Gómez, el director del centro: “Nosotros aplicamos una lógica de trabajo distinta donde potenciamos lo bueno de cada uno de ellos y sus sueños postergados”. La película se inscribe en el documental de observación, donde no hay intervención del realizador sobre los hechos, porque busca invisibilizar la presencia de la cámara que apela a captar y transmitir el mayor verismo y naturalidad, posible. Como un testigo silencioso de los métodos empleados sobre los internos, que distan mucho del estereotipo violento y represor del sistema penitenciario, las imágenes invitan al espectador a sumarse a mirar, escuchar y presenciar el modo de vida que funciona en el interior. La inmovilidad de los planos y la distancia, que varía según el momento y la intimidad que transitan tanto los jóvenes como los profesionales que trabajan allí, reconstruyen el proceso global e integrador que va desde el momento del ingreso, pasando por la adaptación, las responsabilidades asignadas, los roles y los lazos afectivos que forman hasta, finalmente, alcanzar la libertad. En palabras del director: “Esta película no busca poner al Centro de Contención de Moreno como un ejemplo de nada. Sólo retrata un modo de trabajo que se implementó durante el tiempo en que filmamos. Nos interesa mostrar ese abordaje y que el documental sirva para debatir sobre los diferentes sistemas carcelarios, en un país como la Argentina, donde 6 de cada 10 chicos que nacen habitan en hogares pobres, y donde estos jóvenes crecen sin expectativas de futuro. “ Luego de un gran recorrido por festivales en China, India, Estados Unidos, Rumania y Portugal, Otra condena se consagró ganadora dentro de la Competencia Documental del Festival Internacional de Derechos Humanos Noma Azores de Portugal, y obtuvo una Mención Honorífica del jurado en el Festival Internacional de Cine Austral de Córdoba. Al igual que en sus películas anteriores, Repetto vuelve a explorar temas relacionados a la inclusión, los prejuicios, la discriminación y los obstáculos, aportando una mirada realista y esperanzadora a través de las organizaciones y los actores sociales que intervienen y ayudan, de la mejor manera, en la superación personal de quienes más lo necesitan. OTRA CONDENA Otra condena. Argentina, 2021. Dirección y Guion: Juan Manuel Repetto. Intérpretes: Sebastián, Iván, Luis, Alejandro, Rodolfo Gomez Humana, María Marta Bunge. Director de Fotografía: Pablo Parra y Ariel Contini. Montaje: Carla María Gratti y Juan Manuel Repetto. Post y Mezcla de Sonido: Miguelius Fernández. Sonido directo: Hernán Higa, Mariana Delgado y Alan Fridman. Duración: 84 minutos.
El cuidado del medio ambiente enfrenta dilemas que ponen en juego las diferentes formas y propósitos que implica la explotación del suelo y del agua, no sólo en relación a la economía sustentable y a las fuentes laborales que genera, sino también en virtud de la contaminación provocada por el mal uso de los recursos naturales que afectarán nuestro planeta. Lograr un equilibrio que beneficie a muchos y aprender de la cultura de los pueblos milenarios, forma parte del objetivo de Axiomas. La verdad escrita en el agua, opera prima de la psicóloga y cineasta, Marcela Luchetta. Abrazando las causas del cine ambientalista y etnográfico, la película parte del trabajo de una ONG llamada Axiomas que envía a su aguerrida abogada Isabela (Luz Cipriota) al sur de la Argentina, para investigar a una empresa minera a cielo abierto que se encuentra en dicho territorio, y es defendida por su padre, el gobernador Ribero (Jorge Marrale), con quien deberá enfrentarse. Su reencuentro abrirá deudas pendientes del pasado familiar que se mezclarán a los intereses que ambos defienden. El viaje para Isabela también significó la oportunidad de conocer el lenguaje de la naturaleza de la mano de Eulogio (César Bordón), un integrante de la comunidad indígena y vocero de la cultura ancestral, quien la guiará hacia la verdad que busca. Apelando al uso del conflicto y a la polaridad entre sus protagonistas, el relato rápidamente pone sobre la mesa dilemas en torno a los binomios opuestos: ética y corrupción; naturaleza y civilización; hombres blancos vs. indígenas; trabajo o salud; sin mediar, tal vez, un desarrollo más progresivo ante una historia que sumará varios temas a medida que avanza la investigación sobre las probabilidades de contaminación de los habitantes y animales de la zona. “Axiomas nos muestra en problemas sociales, expresiones de conflictos personales, expresa su realizadora. Y nos propone encarar desde la singularidad soluciones en claves milenarias”. Apelando a indagar el rol que ejercemos en la sociedad, Luchetta pone en cuestión la palabra axioma, que da título a la película, y que remite a las verdades irrefutables sobre las que se construye el pensamiento y las ideas. Sin embargo, hay algo alrededor de lo que se considera absoluto e incuestionable, que se pondrá en duda a través de la indagación, el simbolismo y el ritual proveniente de las leyendas narradas por Eulogio, como del vuelo de un cóndor dirigido hacia Isabela en pleno paisaje patagónico. Si bien la ficción dramática y el ecologismo se fusionan desde lo formal y de manera clásica, la puesta en escena, el subrayado musical y la estética de algunas escenas, como cuando Isabela se inserta para convivir en la comunidad indígena, apelan al formato de la publicidad documental orientado a enfatizar la estilización visual en post de la concientización del espectador. Con un destacado trabajo fotográfico a cargo de Bill Nieto (La luz incidente; Nacido y Criado, Familia Rodante, entre otras), Axiomas. La verdad escrita en el agua reúne a un buen elenco de actores y actrices que dan luz a problemáticas contemporáneas, frente a las cuales, se invita a reflexionar sobre nuestras raíces y actuar sobre la calidad de vida que nos espera, si no actuamos a tiempo. AXIOMA- LA VERDAD ESCRITA EN EL AGUA Axioma- La verdad escrita en el agua. Argentina, 2019. Dirección: Marcela Luchetta. Intérpretes: Jorge Marrale, Luz Cipriota, César Bordón, Paula Cancio, Esteban Meloni, Eugenia Lencinas y Susana Varela. Guion: Marcela Luchetta, Damián Barrera, Pipol; Guillermo Fernández Morán, Ana Berad, Julia Bastazo. Inspirada en la obra de José Luis Parise. Montaje: Lucas Di Primio. Fotografía: Bill Nieto. Sonido: Martín Grignaschi. Música: Neword Music. Arte: Marilina Álvarez. Duración: 93 minutos.
En las páginas del libro “Feminismo y Arte Latinoamericano” de Andrea Giunta se hace referencia a “las artistas que emanciparon el cuerpo”, una frase que funciona como disparador para hablar sobre La vida dormida, opera prima de Natalia Labaké, quien se atreve desde el cuerpo a rever su historia familiar a través del lenguaje cinematográfico para cuestionar el discurso androcéntrico dominante, el cual se vió, aún más, reflejado durante la frivolidad del período menemista. A partir de las filmaciones caseras realizadas por su abuela Haydée, quien registró diversos momentos de la carrera política de su esposo Juan Gabriel Labaké durante la campaña de Memen en 1989, el documental presenta al abuelo de la realizadora, un peronista de derecha, defensor legal de Isabel Perón, y que mantenía su hogar bajo el yugo machista. A través del registro de sus actividades junto a las escenas familiares, la mirada se orienta hacia los roles de los hombres y las mujeres de esa familia. Aquellos registros, se intercalan y contrastan con las imágenes actuales de esas mujeres y niñas, ya mayores, inmersas en las costumbres y los hábitos impuestos que sembraron desigualdad y silencio. Ese paso del tiempo que une el pasado y el presente intenta dar luz a las consecuencias provocadas por tanta invisibilidad y sumisión. La pregunta que subyace a lo largo de la película es ¿Cómo se puede intervenir en la realidad escapando de ciertas estructuras y patrones socioculturales que unidireccionan la mirada y delimitan el accionar de las mujeres?. ¿Cómo inciden estos condicionamientos en la sociedad? Teniendo en cuenta que el material de archivo filmado por su abuela claramente retroalimenta el discurso dominante y se contrapone a un registro actual que se orienta a desnaturalizar la imagen y el concepto machista. Un concepto que la directora subraya en las consecuencias emocionales que sufrieron su hermana Agustina y su tía Bibiana Labaké, sobre las cuales no profundiza ni explica demasiado. En La vida dormida, la observación y la ausencia de voces femeninas parecen mostrarse como denominadores comunes de las mujeres en general, ya sea en virtud de sus comportamientos como de una gestualidad contenida frente a cámara que resulta difícil de disimular. Ellas observan, están, pero “no hacen ni dicen” en el sentido del activismo y compromiso político sino más bien juegan un rol pasivo, de acompañantes. “Hablar, tener que decir, dar una opinión, es algo que valoramos por encima de muchas otras formas de intervención en nuestra cultura”, expresa la realizadora. “Nosotras, las mujeres de esta familia, hablamos poco. Un poco por educación, otro poco por miedo o comodidad. Y cuando lo hacemos, dudamos. (…) Me pregunto cómo hablar cuando la realidad está hecha por varones, efusivos y bienpensantes, de derecha y no tanto, ocupando el centro de la escena.” Partir de lo biográfico para reflejar lo colectivo pone en tensión desde dónde se muestra la realidad teniendo en cuenta la carga afectiva que pesa sobre el relato. Entre la subjetividad y el distanciamiento, la propuesta del documental busca romper con ciertos paradigmas frente a una sociedad adormecida, tal vez con demasiado uso de la sutileza en el decir como en el revelar discreto de sus imágenes. LA VIDA DORMIDA La vida dormida. Argentina, 2020. Dirección: Natalia Labaké. Guion: Natalia Labaké y Paulina Bettendorff. Intérpretes:Juan Gabriel Labaké, Haydée Alberto, Bibiana Labaké, Agustina Labaké, Virginia Loussinian.Fotografía: Haydée Alberto y Natalia Labaké. Montaje: Anita Remón. Diseño sonoro: Sofía Straface. Duración: 74 minutos.
La cartelera se renueva con un estreno poco habitual en los cines argentinos que combina su origen ruso con el cine de género. Boda negra del director Svyatoslav Podgaevskiy, luego de La novia (2017), La Sirena (2018) y Baba Yaga (2020), tiene la particularidad de fusionar los relatos provenientes de los mitos y supersticiones de la cultura europea con el estilo de algunas producciones de terror hollywoodense. El costo del amor eterno o forzado tiene un alto precio para su protagonista, la joven Zhenya, quien acude a una hechicera gitana para que realice el llamado ritual “boda negra” tras ser abandonada por Cyril, su novio, junto a Polina, la pequeña hija que tuvieron juntos. Si bien el joven regresa, su amor se vuelve obsesivo y amenazante si alguien interfiere entre ellos. Zhenya no puede volver hacia atrás, y el peligro se incrementa hasta la fatalidad. Sin embargo, nada puede separar a los amantes unidos por el maleficio. ¿El amor vence al odio? Rodada en los suburbios de Moscú y San Petersburgo, e innecesariamente doblada al idioma inglés, el hechizo oscuro al que hace referencia el título, existe y se lo conoce bajo ese mismo nombre al que la película reconstruye como un ritual de iniciación tomando elementos utilizados en la magia negra. A medida que comienzan las alucinaciones, los malos presagios, la reiteración de un sueño donde la protagonista se casa con un velo negro, y la transformación de la personalidad de su novio, la variedad de indicios nos alertan de que algo no anda nada bien para la joven pareja. Hacia la misma dirección se encauza una historia que, al poco tiempo, comienza a mostrar sus fisuras, con situaciones precipitadas y mal resueltas a nivel narrativo, interpretaciones mediocres y pocos sobresaltos en relación al género, bajo una estética moderna y romantizada que intenta aportar visualmente más realismo a lo sobrenatural, pero no mucho más que eso. A pesar de las expectativas sobre el estreno de una película rusa en un género sin mucha historicidad como el terror, salvo algunas producciones del mismísimo Svyatoslav Podgaevskiy, quien integra la nueva generación de cineastas que lo abordan junto a Ivan Minin en La leyenda de la viuda (The Widow, 2020) o Evgeniy Abyzov en Guests (2019), entre otros; Boda negra no logra atrapar al espectador ni generar la tensión constante sobre la pesadilla en la que puede transformarse la imposición del amor. BODA NEGRA Privorot. Chernoe venchanie. Rusia, 2020. Dirección: Svyatoslav Podgaevskiy. Guion: Natalya Dubovaya, Ivan Kapitonov, Svyatoslav Podgaevskiy Intérpretes: Yana Yenzhayeva; Konstantin Beloshapka; Ilya Yermolov; Varvara Borodina; Igor Khripunov; Sabina Akhmedova. Dirección de Fotografía: Anton Zenkovich/ Música: Nick Skachkov. Diseño de Producción: Olga Yurasova. Duración: 92 minutos.
Luego del polémico estreno de No miren arriba de Adam McKey, sobre la inminente extinción de la humanidad a causa del impacto de un meteorito; la impronta preapocalíptica vuelve a ser el tema principal de la ópera prima La última noche, de la directora y guionista inglesa Camila Griffin. A diferencia de la película norteamericana, en Silent Night los ciudadanos enfrentan un virus que se expande por el aire a través de nubes tóxicas como consecuencia del desastre ambiental en el planeta. A través de los medios y el gobierno los habitantes saben que esa será su última noche, con lo cual un grupo de amigos se reúnen para celebrar la Navidad en la casa de campo del matrimonio de Nell (Keira Knightley) y Simon (Matthew Goode) junto a sus hijos. Durante ese encuentro-despedida al que asistirán tres parejas más interpretadas por Annabelle Wallis, Sope Dirisu, Lily-Rose Depp, Lucy Punch y Kirby Howell-Baptiste; cada uno de ellos tendrá la posibilidad de enfrentar su destino como sólo un buen british puede hacer. En tono de comedia negra familiar, donde las disputas y los sarcasmos hacen de la cena navideña un encuentro dinámico de roles y estereotipos bien diferenciados; el dilema existencial que enfrentan los personajes ante su posible desaparición, genera el clímax que impulsa la película a ir más allá de la catástrofe ambiental para virar sobre cuestiones socio-políticas. La realizadora hace énfasis en la dominación que ejercen los medios y el sistema monárquico– al que se critica tímidamente- sobre la clase privilegiada a la que pertenecen sus protagonistas, al imponerles cómo deben vivir y morir dignamente a causa del virus que se aproxima. Lo contrario de esa situación reside en los excluidos sociales, que a nadie le importa si sufren al morir, porque en definitiva están fuera del sistema. En virtud de ese trasfondo desigual y mezquino del mundo adulto, el relato hará foco en el punto de vista del joven Art (Roman Griffin, hijo de la directora y protagonista en Jojo Rabbit), a quien se le otorga una mirada crítica e idealista sobre las posturas de sus padres, Nell y Simon, cuestionando los mandatos sociales y familiares que lo rodean. “Con Silent Night, quería crear una exploración metafórica de la moral y de los valores emocionales de la clase alta británica, expresa su directora. Puesto que heredamos los pecados de nuestros mayores, serán nuestros hijos quienes hereden nuestros errores y, dado que a los niños casi siempre se les niega la voz (…)” Presentada en la 54º Edición del Festival de Sitges donde obtuvo el premio a Mejor guion, La última noche es un buen inicio en la carrera de Camille Griffin, quien parece tener mucho que decir antes que el mundo colapse. LA ÚLTIMA NOCHE Silent Night. Reino Unido, 2021. Dirección y guion: Camille Griffin. Intérpretes: Keira Knightley, Matthew Goode, Lily-Rose Depp; Roman Griffin Davis; Annabelle Wallis; Lucy Punch; Sope Dirisu y Kirby Howell-Baptiste. Productores: Celine Rattray, Trudie Styler, Matthew Vaughn. Montaje: Pia Di Ciaula, Martin Walsh. Fotografía: Sam Renton. Música: Lorne Balfe. Duración: 90 minutos.
La figura del productor cinematográfico ha sido clave en innumerables películas de la mano de David O. Selznick, Dino de Laurentiis, Carlo Ponti y Giuseppe “Peppino” Amato, Kathleen Kennedy y los hermanos Weinstein, entre otros, que llevaron al éxito las carreras de reconocidos directores como Hitchcock, Fellini, Antonioni, De Sica, Spielberg, Tarantino, por nombrar solo algunos. También son conocidas las relaciones, mayormente, polémicas entre directores y productores al combinar sus egos, las finanzas o sus diferencias formales a la hora del rodaje. Si bien el rol y la figura del productor fueron modificándose a lo largo de la historia del cine, es justo rescatar del olvido el trabajo de quienes dedicaron su vida al séptimo arte ayudando al crecimiento de su industria local, y que han quedado a la sombra del director o de la película que llevaron al éxito. Entre esos olvidos figura el caso del actor, director y productor napolitano Giuseppe Amato (1899-1964) quien trabajó con los grandes directores del cine italiano en películas emblemáticas del neorrealismo como Umberto D., Ladrón de bicicletas, ambas de su gran amigo Vittorio de Sica; Francisco, juglar de Dios, de Rosellini; Roma, ciudad abierta, donde elige a la actriz Anna Magnani; y La Dolce Vita, de Fellini, con quien ansiaba trabajar. El estreno de La verdad sobre La Dolce Vita, dirigida por su nieto, el productor Giuseppe Pedersoli e hijo del mítico actor Bud Spencer, es una docuficción realizada a partir de cartas, documentos y contratos de producción conservados por su madre -y nunca antes revelados-, sobre las negociaciones y conflictos detrás de la película más famosa y complicada de la historia del cine italiano. Situada en Roma el 20 de octubre de 1959, la primera escena reconstruye la personalidad y el trabajo de Giuseppe Amato (interpretado por Luigi Petrucci), quien se encuentra en una pequeña sala de proyección mirando el corte preliminar de la película que dura más de cuatro horas. Fellini no quiere cortarla y Angelo Rizzoli, su amigo, financista y distribuidor, no quiere estrenarla de esa manera. Las complicaciones y sus diferencias comienzan a vislumbrarse desde el primer momento en que comienza la resistencia a los cambios, los caprichos y los aumentos en el presupuesto de una película ambiciosa que, si bien para Amato fue un proyecto al que amó hacer, también le costó la vida, tres años después de su estreno. Originalmente, el guión de La Dolce Vita lo tenía el afamado productor Dino de Laurentis quien quería a Paul Newman como actor protagónico, ante la negativa de Fellini, que prefería a Mastroniani. Es entonces cuando Amato toma la decisión de proponerle a de Laurentis el hacerse cargo de la producción de la película a cambio de otorgarle el guion de La Gran Guerra, de Mario Monicelli. De Laurentis acepta y a partir de allí, tanto el sueño como el desvelo de Amato se vuelven realidad. La relación entre ficción y documental se combina a través de la recreación de época, junto a imágenes de archivo, escenas de películas, entrevistas a Marcelo Mastroniani, Federico Fellini, Viitorio De Sica, Bernardo Bertolucci, como del testimonio de Luigi Petrucci, Mario Sesti, Sandra Milo, su hija Maria Amato, y varios críticos de cine, entre otros. A medida que se descubre el detrás de escena de una película que convive dentro de otra, se desdibuja cierta imagen idealizada en torno a la figura de Fellini, al tiempo que se rescata la de su productor. La conflictiva y ególatra personalidad del director italiano quedó plasmada en la documentación que se lee de forma recreada, dando cuenta de los reiterados incumplimientos del contrato ante la desmesura del proyecto. También en las declaraciones de Amato: “La Dolce Vita fue para mí un verdadero infierno”. Orientada hacia un espectador cinéfilo y admirador de la obra de Fellini, La verdad sobre La Dolce Vita, es un homenaje de Pedersoli a su abuelo y a una forma distinta de concebir el arte. Las imágenes dan luz a la trayectoria de un hombre de cine como fue Peppino Amato y a ciertas curiosidades detrás del éxito de una película extraordinaria que cumplió sesenta años de su estreno. Ganadora de la Palma de Oro en Cannes en 1960, La Dolce Vita le otorgó a Fellini un mayor reconocimiento internacional, que invisibilizó el trabajo, el esfuerzo y la visión de un productor que descubrió el potencial de una obra en la que creyó y lo dió todo, sin mucho más a cambio. LA VERDAD SOBRE LA DOLCE VITA La verità su La dolce vita aka. Italia, 2020. Dirección: Giuseppe Pedersoli. Guion: Giuseppe Pedersoli, Giorgio Serafini. Edición: Giuseppe Pedersoli. Fotografía: Giovanni Brescini, Maurizio Calvesi. Música: Marco Marrone. Música original: Marco Marrone Producción: Gaia Gorrini Duración: 83 minutos.