Relato humano narrado con sencillez y sensibilidad Sofía Yussem cumple 100 años, y los festeja contando su vida. Podría ser la buena noticia de la semana en cualquier diario de provincia o en cualquier país chico. Sin embargo Hernán Belón realizó una película, y logró estrenarla en los cines. Sofía es una señora a la que quieren todos. Tiene una hermana, de 95 años, con la que se pelea por minucias; tiene hijos que la miman, nietos y una gran familia donde no faltan los sobrinos y las amigas. También tiene dolores, como la desaparición de su hijo en los ‘70, la muerte de su esposo, el terremoto de San Juan del 44, donde perdió la vida uno de sus familiares más querido, etc, etc. Todos esos dolores, angustias y los momentos felices con las que Sofía carga como todo ser humano que ha vivido mucho, están muy bien plasmadas en esta peli que es un canto a la vida. Tampoco faltan sus achaques de salud, como se aprecia cuando está internada porque se rompió la cadera, apenas unas semanas antes de su cumpleaños. Sofía es una niña grande muy mimada y querida que festeja su cumpleaños en compañía de una familia unida y hermosa. Como los Campanelli de ficción en nuestro pasado televisivo, pero en la vida real en el 2010. Una hermosa historia de vida que es ejemplo de lucha y coraje para todos los que defendemos los derechos humanos, narrada con sencillez, casi de entrecasa, con buen criterio fílmico, sin alardes, pero con sensibilidad.
Conmovedor homenaje a los estudiantes víctimas del proceso militar Una vez más el cine argentino se ocupa de los estudiantes secundarios y de la represión ejercida hacia ellos en los años ‘70. “Flores de septiembre” es la historia de esos alumnos, muchos desaparecidos y evocados por los sobrevivientes. El documental hace pie en lo que le pasó a los alumnos del Colegio Nacional Carlos Pellegrini. Vidas de apenas 16 ó 19 años mutiladas o silenciadas por dictadores y torturadores. Esta realización es un ejemplo de lo que nos pasó y una enseñanza para las nuevas generaciones las que, gracias a Dios, siguen luchando. Ver los nombres de los estudiantes desaparecidos en la placa que hay en el patio del colegio es una evocación de esas víctimas de la dictadura, y de muchas otras anónimas sucedidas en la Argentina entre 1976 y 1982. La bella poesía de Luis Alberto Spinetta y las imágenes nos hacen llorar cada vez que recordamos aquellas vidas segadas en siete años de totalitarismo. La realización, más allá de todas las observaciones que se le pueda formular en cuanto a su tratamiento cinematográfico, sacude el recuerdo de la generación que afrontó aquellos años amargos, a la vez que sirve para llamar a la reflexión a cuantos tuvieron la fortuna de haber nacido con posterioridad a los años de plomo. “Flores de septiembre” se integra a los títulos de una temática que duele a los argentinos, que hasta puede hacernos mal el verlos, pero que en el fondo debiéramos ver para no olvidar esa parte de nuestra historia reciente. Imprescindible verla, sobre todo por la juventud inquieta, que en su natural rebeldía aspira generar un mundo más justo, más honesto y más humano.
Increíble comedia que se estrena en el mayor de los silencios, sin prensa y sin privadas, al menos este año. “Campo Cerezo” es un delirio que se origina cuando la condesa rusa Ivana Malova hace su aparición en un pueblo de la Provincia de Buenos Aires, acompañada por un famoso modisto. Esta aparición se debe a una vidente. Y es a partir de aquí donde la narración entra en una historia bizarra. donde uno se pregunta cómo aceptaron trabajar y quedar en el celuloide para la posteridad actrices y actores como Marta Bianchi, Ana Yovino, Ana María Castel, Mónica Galán, Roly Serrano, Jorge Román, Jorge Nolasco y Nicolás Mateo, por citar a algunos. Para olvidar.
¿Cuál es el origen de la identidad del fútbol en Argentina, y qué elementos socioculturales la definen? Con estos interrogantes su realizador Juan Pablo Roubió supo plasmar este documental en dónde se demuestra por qué el fútbol es una pasión. Lo dice cualquier hincha, uno se puede mudar, cambiar de auto, de mujer, pero de club de fútbol no. Y es verdad. Aquí hay personajes muy interesantes, como un estadista fana de River que lleva la cuenta no sólo de los goles o partidos, también toma cuenta de cuántos aviones pasaron mientras se jugaba el partido, o datos del tiempo y cambios de temperatura durante el desarrollo del encuentro.. Las presencias de Martín Palermo, Diego Buonannote, Alejandro Fabbri, Víctor Hugo Morales, entre otros, jerarquiza esta propuesta que presenta también testimonios pintorescos como la de la Iglesia Maradoniana y los hinchas anónimos. Escucharlos hablar de su equipo y mostrar cuáles son sus cábalas es uno de los platos fuertes de esta peli. Algunos testimonios parecen dignos de Ripley, pero aunque usted no lo crea suceden. Como muestra se puede citar el de ese hincha que muestra como recorta los jugadores y los mete en el freezer para que tengan un mal partido. Creer o reventar esa es la cuestión. “Argentina Fútbol Club” habla de la pasión que tienen los argentinos por ese amigo de todos llamado pelota.
Cámara en mano recorre pueblitos revindicando con amor el cine artesanal Esta es la historia de un hombre bohemio que llega en su auto desvencijado a un pequeño pueblo con el propósito de filmar una película con los lugareños. Lo único que le pide al intendente es que le de alojamiento y comida. Del resto se ocupa él, para lo cual realiza trabajos de plomero, albañil, escultor y afinador de piano. De esta manera, una vez que obtiene alojamiento y comida, él mismo se encarga de buscar a los actores y rodarla. Todo lo hace de una manera artesanal. Sus películas son ficciones y el objetivo es terminarlas rápido, estrenarlas en el pueblo, cobrar 5 pesos la entrada y partir en busca de otro pueblo y otra película. Se puede decir que este director de 67 años hace cine artesanal, y en ese estilo amateur aplica el Dogma 95. Siempre con la cámara al hombro y con la precariedad de los lugares en que filma hace feliz a los lugareños que por un día son actores. “El ambulante” es una realización muy interesante que muestra que cuando hay ganas se pueden hacer las cosas. Aquí no nos vamos a poner a juzgar si es buen director o malo, lo que importa es que gracias a estas inquietudes este buen amigo hace feliz a mucha gente que se ve en pantalla grande como si fuese Darín.
En los años ‘70 cuando la televisión era en blanco y negro y las series invadían los horarios centrales “Las calles de San Francisco”, (serie iniciada en 1970 que cubrió cinco temporadas), que se emitía por Canal 13, era un programa muy visto. Esa serie fue la que catapultó a la fama a un joven muy buen mozo llamado Michael Douglas. Las mujeres de entonces decían que era el hijo de Kirk Douglas. Y así fue nomás. El mozo fue creciendo y ganando popularidad en series televisivas y en la pantalla grande. En pleno esplendor ochentoso Michael protagonizó películas como “Atracción fatal” (1987), “Wall Street” (1987), “La guerra de los Rose” (1989) y “Bajos instintos” (1992), por citar sólo algunas. En ambas el thriller sicológico (“Atracción....) y “Bajos...) era la vedette, y él se la pasaba seduciendo y enamorando. Pero los años han pasado y quizás el bueno de Michael Douglas no se dio cuenta que ya está en los 60 años y este hombre solitario puede ser algo premonitorio. En la producción que nos ocupa pasa lo mismo que está viviendo Michael Douglas: envejece, está enfermo, le gusta el sexo y desea a todas. Todos esos aditamentos se le terminan viniendo en contra y se logra aburrir y cansar al espectador. Es más, hasta la película parece filmada en los años ‘80. “El hombre solitario” sirve para ver a éste veterano actor que sigue filmando mucho. En unos días se lo podrá ver en la segunda parte de “Wall Street”. Mientras tanto como diría Ripley créase o no, lo que plantea el filme lo está viviendo en carne propia el buenazo y carilindo Michel. Casualidades o impacto de prensa.
Modesta, sencilla, pero sincera mirada a una realidad que no se puede ocultar Las paredes, algunas revocadas, otras con el ladrillo pelado, dan marco al llanto de una mujer gorda sentada en una esquina. Otra, una canosa, espera sola y angustiada en otro rincón. Un mudo hiperactivo pasa cargando cajas de leche que se reparten entre niños y madres. Todos aferran la leche a su cuerpo como un tesoro preciado. El Chino atiende a un enfermo terminal en la cocina; luego, se pone la bata de médico, come un sándwich de milanesa, le regala un libro sobre la maternidad a un drogadicto-delincuente en recuperación y se dispone a la entrega de diplomas del curso de salud que él mismo inventó. Las mujeres del barrio reciben llorando de alegría sus diplomas de Agentes de Salud. El Chino -así se lo menciona durante toda la película (nunca sabremos su nombre verdadero)- es uno de esos héroes anónimos de la Argentina profunda y desconocida. Es, sí, un médico, pero ante todo un luchador, un revolucionario, un "loco lindo", un idealista... En este documental que Pepe Salvia, que rodó entre el 2000 y 2006, vemos cómo El Chino va ampliando una sala de primeros auxilios en Villa Elena, un barrio muy pobre de La Matanza. Con alguna ayuda privada, y un casi nulo aporte oficial, fue montando una red de contención social en un contexto dominado por la drogadicción, los robos, el desempleo o la desnutrición. Allí donde el Estado está ausente, se dedica a atender a decenas de pacientes por día, a alimentar al barrio, a trabajar en la rehabilitación de los adictos y hasta a formar cientos de agentes sanitarios que recorren la zona para tratar de mitigar los efectos de la progresiva degradación de los vecinos. Es un interesante documental, modesto, sencillo, bien estructurado, más allá de sus deficiencias, que nos recuerda cómo es la vida hoy por hoy para un gran segmento de los argentinos. Como la vida misma Pepe Salvia es el mejor cronista de este tiempo en una realización que merecemos ver los argentinos para saber –o recordar- dónde estamos parados, y despertar –o reactivar- conciencia auténticamente humanitaria y social. Lamentablemente no se encontrará entre los diez títulos más vistos el fin de semana, por su muy modesto lanzamiento, la reducida cantidad de salas en las cuales se exhibe, y los espectadores muy poco afectos a mirar, ver y reconocer una realidad que está a la vuelta de la esquina. Pepe Salvia cumple en reflejarla, ¡ojalá! adultos y adolescentes se sientan movidos a mirar y reflexionar sobre la realidad reflejada.
A Diego Lerman, realizador de “La mirada invisible”, lo hemos conocido por “Tan de repente” (2003), su ópera prima,y un poco más para aquí, en el 2006, con “Mientras tanto”. En sendas películas la mirada política no estaba tan presente como en este filme estrenado en el 2010. “La mirada invisible” tiene muchos elementos que enganchan al espectador, pero que terminan diluyéndose a medida que transcurre el metraje. Es una lástima porque las imágenes y la reconstrucción de marzo de 1982 está muy bien ambientada, excepto en algún pasaje musical en donde suena “Lunes por la madrugada”, un tema de Los abuelos de la nada que se conoció un par de años después. En fin, un error histórico que para algunos no tendrá importancia pero para quien escribe sí. En el elenco sobresale Julieta Zylberberg, la celadora, y Osmar Nuñez, muy buena actuación para un personaje siniestro y deplorable. Contar qué pasaba entre el 30 de marzo del 82 y los primeros días de abril, comienzo de la guerra de Malvinas, es un poco la premisa de este producción que navega entre lo grotesco y lo bizarro a partir de la última media hora. Y volvemos a decir que es una lástima. Las intenciones eran buenas, pero la historia previsible (a partir del acoso sexual en el baño) y la puñalada del dolor y la muerte no hacen más que esbozar una mueca de sonrisa a los que hemos vivido esos años de terror, lucha y represión.
La historia de “Adopción” es la siguiente: Ricardo, que vive una relación homosexual con su pareja, adopta a Juan, un chico nacido en 1976. Si bien el niño se integra al nuevo hogar, continúa padeciendo los miedos del pasado. Ricardo cree conveniente que su hijo conozca sus raíces e inicia la búsqueda de su identidad descubriendo que la verdadera historia es diferente a la escrita en el legajo de Juan. Ésta irá apareciendo como la punta del iceberg en un mar helado. Hasta acá la sinopsis que se registra en la gacetilla de prensa. Lo cierto es que en “Adopción” no se puede creer en nada. En primer lugar, es un “documental” en el cual abusa el material en súper 8 y se termina dudando hasta que punto es verídico lo que se ve. En muchos momentos parecería que esas imágenes son actuadas y pertenecen a una ficción que reconstruye una historia imaginada. En segundo lugar, los testimonios vertidos a cámara por parte del padre adoptivo y de su hijo parecen parlamentos aprendidos al pie de la letra. Esto hace que las situaciones más que naturales parezcan forzadas. En los 80 minutos de proyección nada queda claro. Uno termina preguntando si la historia es real o es una ficción. Eso nunca queda en claro, sobre todo si en la gacetilla remitida al periodismo se lee lo siguiente: "opté por actores con experiencia teatral, desconocidos en el ambiente", expresado por el realizador. Sin palabras...
Emotiva evocación del Cinema Paradiso criollo “Cine, dioses y billetes” es nuestra Cinema Paradiso del cordón industrial de la ciudad de Buenos Aires. El documental reseña el surgimiento en las décadas del ’30, ‘40 y ’50 del siglo XX de las salas cinematográficas, su apogeo, esplendor y decadencia, hasta desaparecer o transformarse en templos de pastores evangelistas, bingos, supermercados, salones de baile o galerías comerciales El tratamiento de esta realización es muy tierna, impregnada de nostalgias latentes, tanto en la palabra como en la presencia de dos proyectoristas, u operadores cinematográficos, un acomodador, un combinador y un espectador quienes dan su testimonio, como en quienes fuimos testigos de muchos de los acontecimientos narrados, al tiempo de servir para que las nuevas generaciones tengan conocimiento que la Argentina tuvo su época gloriosa en materia de biógrafos, cinematógrafos, salas cinematográficas, o simplemente cines. Los testigos convocados hacen hincapié, desde su ángulo de visión, en que el cine era un lugar de encuentro barrial, donde las familias veían tres películas y cubrían media jornada de un día de sus vidas; recuerdan que ir al cine era una ceremonia; que muchos adolescentes (y los que ya habían superado esa etapa) lo buscaban como un refugio para chapar con su novia (en el sentido que ello tenía por entonces), que frecuentemente terminaba en casorio. Los testimonios de quienes fueron parte de esa época afloran y son reales. Particular significación adquiere la intervención de Damiano Berlingheri (66 años), un “tano” que arribo a la Reina del Plata por los años ’50 para afincarse definitivamente. Operador con 50 años de profesión, muy querido por el ambiente cinematográfico, especialmente por los críticos veteranos. Damiano sigue al pie del proyector actualmente en el microcine de Vigo (Ayacucho al 500), donde semana a semana nos recibe bonachonamente, con su habitual simpatía y cordialidad. A la bonhomía y la pasión con que Damiano narra fluidamente a cámara recuerdos y anécdotas que atesora, suman su aporte, con igual tono y humor, sus colegas veteranos José Olguín (proyectorista, 79 años), Pedro Strelec (acomodador, 88 años), Oscar Usi (combinador*, 64 años) y Nelio Corneli (espectador, 79 años). dan vida a esta historia de pasiones y sentimientos encontrados. “Cine, dioses y billetes” es el humano reflejo de pasiones y sentimientos traducidos en una realización modesta, adecuadamente resuelta, que con fidelidad refleja el pasado de nuestras salas de cine. La historia que refiere, con distintos matices, pero con la misma esencia, se debe repetir en muchos lugares de nuestro planeta, cuyo antecedente lo podemos en “Cinema Paradiso”(1988), la bella e inolvidable evocación del italiano Giuseppe Tornatore, que en 1989 ganó el Oscar a la mejor película en lengua no inglesa.