Los dinosaurios creados genéticamente están de regreso en esta cuarta entrega de la franquicia (ignoremos la segunda y tercera) que toma lugar 22 años después del inicio de la historia desarrollada en el film de 1993 dirigido por Seteven Spielberg, basado en la novela de Michael Crichton. En esta producción dirigida por Colin Trevorrow (“Seguridad No Garantizada”), el realizador de “E.T.” aquí funge como productor ejecutivo y asesor. Tal y como lo había soñado el presidente de la corporación InGen, el Dr. John Hammond (personaje interpretado en los dos primeros films por el fallecido actor británico Richard Attenborough), la Isla Nublar, ubicada en Costa Rica, ahora cuenta con un parque temático de dinosaurios en pleno funcionamiento, “Jurassic World”, al que asisten turistas de todo el mundo. Con el número de visitantes en declive, se crea -con el fin de cumplir con un mandato corporativo- una nueva “atracción” para volver a despertar el interés de los turistas. El encargado del proceso genético de estas criaturas es una cara familiar para los espectadores, el científico Henry Wu (BD Wong retoma el papel que interpretó en la primera película). Claro que ésto resulta horriblemente contraproducente. La atracción en cuestión es una nueva clase de dinosaurio carnívoro totalmente híbrido (una mezcla de ADN del Tiranosaurio Rex con el de un Velociraptor, una serpiente y una sepia) que se llama Indominus Rex. Es extremadamente inteligente y más peligroso que mata y devora a todo lo que se mueva. No pasa mucho tiempo para que el nuevo especímen aterrorice al público del parque dirigido por Simon Masrani (Irrfan Khan) y Claire Dearing (Bryce Dallas Howard), ya que escapa de su contenedor. Para peor, el desastre que se origina es justo el fin de semana que los dos sobrinos del personaje encarnado por la hija de Ron Howard, Gray (Ty Simpkins) y Zach (Nick Robinson), visitan Nublar. Claro, ella los tiene que cuidar pero está más preocupada por el negocio que por sus parientes. Aquí entra en acción el chico con el que tuvo una sóla cita, Owen Grady (Chris Pratt, el actor del momento), un ex-militar que -al mejor estilo “encantador de perros”- entrena velociraptors nacidos en cautiverio. Él no sólo debe enfrentarse al Indominus para rescatar a los chicos sino también a los propios intereses de Vic Hoskins (Vincent D’Onofrio), el Jefe de Seguridad de Privada que trabaja para InGen. Si bien hay guiños a la primera película, no hay dudas que ésta es una reinvención de la franquicia y es difícil innovar en pos del entretenimiento. Haciendo un paralelismo con el propio argumento del film, si bien se respetan algunos detalles, aquí se busca darle una vuelta de tuerca a la premisa de la saga (en este caso, una acorde a los tiempos biotecnológicos que vivimos, además de encarar una domesticación a los dinosarurios, aunque el instinto de estas especies es difícil de ignorar) para seguir generando películas pochocleras que formen una nueva franquicia. Por supuesto, son muy bienvenidas.
Por tercera vez, el director Paul Feig vuelve a formar equipo con Melissa McCarthy (“Damas en Guerra” y la no tan divertida “Chicas Armadas y Peligrosas”), y por segunda con la australiana Rose Byrne, quien también había participado del éxito del año 2011 junto a Kristen Wiig, Maya Rudolph, Wendi McLendon-Covey y Ellie Kemper. En esta ocasión se trata de una desopilante comedia de espionaje (con una estética y musicalización muy a lo James Bond, aunque no es 100 % una parodia) en la que la nueva reina de la comedia -la ácida, zarpada y física- encarna a Susan Cooper, una modesta y aburrida analista de la C.I.A. que está confinada a su escritorio (ubicado en una oficina debajo de un sótano de Langley infestado por ratas) para guiar a los espías más sobresalientes en las misiones más peligrosas de la agencia. Uno de ellos es Bradley Fine (Jude Law), la versión americana de 007 de la que la protagonista está un poquito enamorada. Todo está a punto de cambiar para ella (o sea, entrar finalmente a la acción en el campo) cuando algo sucede con él en el contexto de una misión para acabar con un traficante de armas búlgaro (Raad Rawi), cuya hija, llamada Rayna Boyanov (papel a cargo de Rose Byrne) no sólo sabe las identidades de todos los agentes comprometidos sino también la ubicación de una bomba nuclear que está a punto de ser vendida al mejor postor. Aunque no esté “preparada”, si hay alguien que puede pasar desapercibida (o al menos eso es lo que intenta durante todo el film) es ella; así que se ofrece como voluntaria para infiltrarse de lleno en el mundo del tráfico de armas y así evitar un desastre mundial. Bajo las identidades secretas más patéticas que le puedan asignar, su misión transcurre en ciudades europeas como París, Roma y Budapest, donde se suceden las situaciones más alocadas y extremadamente divertidas de las que también forma parte otro agente, el creído y exagerado Rick Ford, interpretado por Jason Statham. Un papel distinto al héroe de acción al que estamos acostumbrados a ver, ya que también se expone al ridículo, pero de una manera que aporta a la historia. Tras la inesperadamente aburrida “Chicas Armadas y Peligrosas”, definitivamente la dupla Feig-McCarthy (en este caso con licencia para matar de risa) logra repuntar con esta divertida propuesta que cuenta con un guión que marca un muy buen timing (por suerte no abusa del grotesco y del humor escatológico) gracias al cual se luce la actriz que rompe con los estereotipos y que día a día es más reconocida dentro de la industria de Hollywood. Atención para los que no se quedan a ver los créditos finales. Entre medio, hay una escena extra que no tiene desperdicio.
Una nueva película del cine catástrofe ocupa un lugar en nuestra cartelera. Se trata de “Terremoto: La Falla de San Andrés”, producción que reúne al actor Dwayne Johnson con el director Brad Peyton y el productor Beau Flynn luego de su trabajo juntos en “Viaje 2: La Isla Misteriosa” (2012). Y no sólo eso, sino que “La Roca” también vuelve a coincidir con Carla Gugino, con quien compartió protagonismo en “La Montaña Embrujada” y “Venganza Letal”. Como bien nos anticipa el título de esta película, plagada de espectaculares efectos visuales (la misma será proyectada tanto en 2D como 3D), el límite entre la placa tectónica del Pacífico y la placa de Norteamérica, conocido por ser el responsable de producir grandes y devastadores terremotos, cede. Este hecho no desencadena un terremoto sino un megaterremoto de 9 puntos de magnitud en el Sur del estado de California. Pero ahí no queda el asunto. Éste es seguido por otro de 9,6 en el área norte, más precisamente en la ciudad de San Francisco. Como es habitual en estas películas, los rascacielos se desmoronan, hay incendios, caos en las calles con gente desesperada y una represa que se quiebra. El terreno se agrieta originando enormes abismos y hasta un tsunami. En medio de este contexto, un piloto de helicóptero de búsqueda y rescate llamado Ray (Johnson) y su ex-esposa Emma (Gugino) viajan juntos desde Los Ángeles hasta San Francisco para rescatar a su única hija, Blake (Alexandra Daddario, conocida por sus participaciones en la saga “Percy Jackson”, “La Masacre de Texas: Herencia Maldita” y la serie “True Detective”), quien en medio de la situación encuentra el amor en un chico que cruza su camino con ella, encarnado por Hugo Johnstone-Burt. A pesar de los hechos que se presentan en la película, no podemos olvidarnos que, si bien la Madre Naturaleza es cada vez más feroz cuando se producen desastres naturales, estamos ante una historia de ficción. Tan de ficción, que el protagonista se adueña del helicóptero para uso propio (es entendible… ¿quién no lo haría para salvar a sus seres queridos?), dejando de lado su labor hacia la comunidad. Por ésto y por una u otra afirmación científica, algunas situaciones se tornan creíbles y otras no. Que ni siquiera podrían ocurrir en la realidad; por ejemplo, cuando un sismólogo del Instituto de Tecnología de California, interpretado por Paul Giamatti, toma en cuenta una serie de pulsos magnéticos para dar aviso de la inminente llegada de este terremoto de proporciones épicas. Este género siempre tiene algo para cuestionarle. Más allá de estos detalles técnicos (por ejemplo en Caltech nunca se corta la luz y la computadoras siguen funcionando por más que tengan un buen generador); de momentos que provocan risa más que asombro, lo que el guión elaborado por Carlton Cuse (escritor de la serie “Lost”) quiere mostrar es el drama personal, aunque no muy profundo, con el que carga el personaje de Dwayne Johnson, quien se vio obligado a alejarse de su fragmentada familia, con la que obviamente, después de todo lo que atraviesan, volverá a unirse. ¿Entretenimiento? Sí, 100 por ciento una película para pasar un buen rato, de eso no hay duda. Vale mencionar que esta película se comenzó a promocionar justo cuando ocurrió el terremoto en Nepal, por lo que la campaña de marketing se orientó a donar dinero y concientizar sobre cómo actuar ante este tipo de desastres.
No es habitual ver a George Clooney protagonizar este tipo de películas y menos de la factoría Disney… pero siempre hay una primera vez. Bajo la dirección de Brad Bird (“Los Increíbles”, “Ratatouille”, “Misión Imposible: Protocolo Fantasma”), el actor lidera el elenco de esta película inspirada en la atracción del parque temático Disneyland creada en 1955 por el propio Walt. En aquella época, los norteamericanos tenían una visión optimista del futuro. Pero con los años, esa visión del público comenzó a ensombrecerse. Ésta es precisamente la premisa que lo llevó a Damon Lindelof a desarrollar la idea y el argumento de “Tomorrowland” junto a Bird y el guionista Jeff Jensen. El film, si bien contiene un mensaje optimista, se nota una marcada posición pesimista sobre el futuro y sobre los seres humanos, que no nos damos cuenta del daño que nos hacemos entre nosotros y al planeta en el que vivimos; y que de seguir con esta actitud, el final está muy cerca. Y eso es pura verdad. En el centro de esta historia que combina aventura y ciencia ficción, nos encontramos con Frank Walker (Clooney), un hombre desilusionado y bastante gruñón, que solía ser un niño soñador y prodigio de la ciencia. La película inicia con una escena suya contando que cuando él era pequeño, el futuro era diferente. Así es que nos trasladamos al año 1964 para enterarnos cómo conoció esa idílica “Tierra del Mañana”. Vemos al pequeño Frank (encarnado por Thomas Robinson) acudiendo a una Feria Mundial de Inventos para presentar su jetpack (mochila propulsora). Allí, capta la atención de una niña británica llamada Athena (qué talentosa que es Raffey Cassidy), quien le entrega un pin muy particular que funciona como una “llave” que lo transporta a otra dimensión, a ese lugar fantástico y futurista. El chico cree que este lugar, construído por visionarios con tecnologías de avanzada, es el mejor del universo y que el mundo será mucho mejor gracias a éste, debido a que no hay cuestionamientos ni trabas burocráticas ni maldad… sólo buenas intenciones. Pero, a medida que va creciendo, se desilusiona, y tras haber sido desterrado para volver a nuestra realidad, se transforma en un ermitaño, cínico, viviendo solo en su granja rodeado de sus invenciones tecnológicas. Ya en la actualidad, conocemos la historia de la otra protagonista de la película, una determinada joven llamada Casey (oh! casualidad, Newton), interpretada por Britt Robertson, conocida por su papel en “Under the Dome” y la reciente “El Viaje Más Largo”. Ella es la hija de un ex-ingeniero de la NASA (Tim McGraw) que está obsesionada con impedir que una estación de lanzamiento de cohetes en Cabo Cañaveral, donde su padre solía trabajar, sea demolida. Y lo hace llevando a cabo varios actos de hackeo y sabotaje, pero no hay nada que hacer; el programa espacial ha sido prácticamente cancelado. Esta entretenida producción de dos horas de duración que se nos pasan como si nada, desarrolla -justamente cual atracción de Parque de Diversiones- cómo es que la adolescente es reclutada por Athena (las escenas de Casey interactuando con el pin y con la niña son muy graciosas) y cómo cruza su camino con el personaje de Clooney, con quien la muchacha se embarca en una misión para salvar al planeta. No sin antes enfrentar a Nix (Hugh Laurie), el villano (no tan villano) de turno. Montaje, fotografía, efectos visuales, guión y actuaciones muy bien logradas hacen de ésta una aventura para que los que la veamos (seamos niños o no) sigamos soñando, como ellos, con un mundo mejor.
Marvel continúa expandiendo su universo cinematográfico (MCU o Marvel Cinematic Universe), ese que comenzó en el año 2008 con “Iron Man” (que tuvo 2 películas más en solitario en 2012 y 2013); seguido por “El Increíble Hulk” (contando sólo la de Edward Norton de 2008); Thor (con 2, 2011 y 2013); el Capitán América (también con 2, 2011 y 2014), “Los Vengadores” (2012) y los “Guardianes de la Galaxia” (2014), y cuya fase dos concluirá con “Ant-Man: El Hombre Hormiga” en Julio de este año para dar comienzo a una tercera fase que se extenderá hasta 2019. En este caso se trata de una de las secuelas más esperadas por los fans de los comics; aunque en la actualidad, ya no hay que esperar demasiado para reencontrarse con nuestros superhéroes favoritos en la pantalla grande, esa que es como un gran televisor que todos los años nos presenta un nuevo capítulo en esta especie de serie de televisión que se puede ver en una sala de cine. En “Era de Ultrón”, la segunda entrega del film que vuelve a reunir a Iron Man (Robert Downey Jr.), el Capitán América (Chris Evans), Thor (Chris Hemsworth), Hulk (Mark Ruffalo), la Viuda Negra (Scarlett Johansson) y Hawkeye (Jeremy Renner), la historia se inicia donde concluyó precisamente “Capitán América y el Soldado del Invierno” (Captain America: The Winter Soldier, 2014). De una manera abrupta, la película -nuevamente escrita y dirigida por Joss Whedon (creador de las series “Buffy, La Cazavampiros”, “Angel”, “Firefly”, “Dollhouse”), basada en el comic creado por Stan Lee y Jack Kirby- se inicia con estos personajes en plena misión en un país llamado Sokovia, donde éstos, con el objetivo de recuperar el cetro de Loki (Tom Hiddleston), atacan la base de operaciones del barón von Strucker (Thomas Kretschmann), un ex-oficial nazi que se desempeña como líder de HYDRA, la organización enemiga de S.H.I.E.L.D. Allí es donde aparecen los gemelos Pietro (Aaron Taylor-Johnson) y Wanda Maximoff (Elizabeth Olsen), más conocidos como Quicksilver y la Bruja Escarlata. Uno es super rapídisimo y la otra tiene el poder de la telequinesis e invadir mentes. Si bien este film encaja perfectamente con la línea argumental principal de todas las instancias previas del MCU, el tema central en “Avengers 2? está dado por el hecho desafortunado, aunque con buenas intenciones, que originan Tony Stark y Bruce Banner. Ambos se empeñan crear a Ultrón, un programa de inteligencia artificial para mantener la paz en la Tierra y ser la primera línea de defensa en contra de una posible invasión de otros mundos, tal y como sucedió en la famosa “Batalla de Nueva York” en la que se enfrentaron contra alienígenas en “Los Vengadores”. La paz y la seguridad se consigue de forma global en pocos días, pero el temible villano tecnológico Ultrón (imponente voz de James Spader) junto a su ejército de robots, está empecinado en extinguir la raza humana. Una vez más, los Vengadores deben juntarse ponerse de acuerdo y para hacerle frente a esta amenaza. Este nuevo episodio en la franquicia de Marvel Studios es muy entretenido (las dos horas y veinte minutos que dura se pasan volando) y tiene, además de la acción y la aventura, muchos momentos de humor a los que ya estamos acostumbrados. Las líneas más irónicas recaen en Iron Man, Thor (la escena con el martillo Mjolnir es muy graciosa) y Hawkeye, personaje del que se muestran aspectos de su vida personal como así también de la juventud de Natasha Romanoff. El elenco cuenta con las participaciones de Don Cheadle como James Rhodes/Máquina de Guerra; Cobie Smulders como la agente Maria Hill, Stellan Skarsgård en el rol del científico Erik Selvig, Samuel L. Jackson como Nick Fury y Paul Bettany (la voz de Jarvis) se convierte en Visión.
Esperábamos con ansias este estreno, no sólo por ver la nueva película de Will Smith conformando la dupla protagónica con la australiana Margot Robbie sino debido a que hay un elemento extra y es la ciudad de Buenos Aires, donde transcurre más de la mitad (toda la segunda parte) de esta historia que fue rodada durante el mes de Noviembre de 2013 en las locaciones de Ezeiza (el aeropuerto), el Centro Porteño, Recoleta, Puerto Madero (un reconocido hotel), La Boca (Caminito) y el San Telmo (el mercado). En “Focus: Maestros de la Estafa”, escrita y dirigida por Glenn Ficarra y John Requa, los mismos realizadores de “Loco y Estúpido Amor”, Nicky (Smith), es un experimentado estafador y maestro del engaño que se involucra sentimentalmente con una novata e “ingenua” carterista muy bonita llamada Jess (Margot Robbie). A medida que le va enseñando los secretos del oficio y la incorpora a su equipo de estafadores, ella se acerca demasiado. Él, incómodo, corta la relación abruptamente y se aleja. Tres años más tarde, su vida se desestabiliza cuando su ex-novia -ahora convertida en una femme fatale- aparece en la capital de la Argentina. Para enredar aún más las cosas, ella está saliendo con un multimillonario propietario de una escudería de autos de carreras, Garriga (el brasileño Rodrigo Santoro), quien justamente contrata a Niky para realizar un trabajo fraudulento que tiene que ver con un algoritmo de combustión en medio de la realización del Gran Premio de Buenos Aires. La trama de esta muy entretenida producción que combina un poco de comedia con suspenso y romance, se inicia en Nueva York, pasa por Nueva Orleáns y concluye en Buenos Aires. Párrafo aparte merece la muy cuidada filmación llevada a cabo en nuestra ciudad, la cual es mostrada como realmente se lo merece; ese estilo hollywoodense que sabe cómo resaltar la belleza de una metrópoli. Giros y vueltas de tuerca inesperadas captan la atención del espectador que disfrutará de muy buenas situaciones (el duelo de apuestas con un millonario chino en medio de un partido de fútbol americano es genial) en las que resalta la química entre Will Smith (por momentos deja salir ese payasito que tiene adentro) y la ascendente Margot Robbie, la revelación de “El Lobo de Wall Street” que nos vuelve a demostrar que no es sólo una cara bonita. Gerald McRaney y Adrian Martinez, con sus personajes secundarios, también aportan lo suyo. Por su parte, el actor argentino Juan Minujin participa brevemente como como el barman de un hotel.
La versátil actriz Reese Whiterspoon (ganadora de un premio Oscar por su interpretación de June Carter en “Johnny y June: Pasión y Locura”) se pone en la piel de Cheryl Strayed, una mujer que en 1995, con 26 años, tomó la impulsiva decisión de emprender, completamente sóla y sin experiencia, una excursión por el Sendero de la Cresta del Pacífico, un sistema de áreas protegidas de los Estados Unidos que salvaguarda los caminos, rutas y paisajes que se extiende longitudinalmente sobre el Oeste norteamericano, desde el Desierto de Mojave en California y Oregon al estado de Washington. Después de años de comportamiento imprudente tras una sucesión de hechos dolorosos (una pérdida irreparable, separarse de su marido, distanciarse de su hermano y acercarse al mundo de las drogas) ella emprende este viaje de autodescubrimiento y sanación que la lleva a caminar 1.800 kilómetros durante 94 días cargando tan sólo una mochila que pesa más que ella misma. A lo largo de su trayecto, esta mujer descarriada, arruinada y que pensaba que lo había perdido todo, trata de alcanzar la madurez al aceptar -a su manera- el llamado de la naturaleza, haciéndole frente a la sed, al calor, al frío, a animales feroces y a sus peores miedos. Pero, especialmente, se enfrentó al cambio: se abrió paso para forjar su propio camino a partir del dolor y de un pasado tormentoso. Esa experiencia fue plasmada en “Salvaje” (actualmente a la venta en la Argentina de la mano de la editorial Penguin Random House), el libro de memorias en primera persona que fue publicado en 2012 que rápidamente se ha convertido en un best-seller. Su título en inglés es “Wild: From Lost to Found on the Pacific Crest Trail”. La adaptación de esta inspiradora historia autobiográfica estuvo a cargo del guionista británico Nick Hornby (“Enseñanza de Vida”) y la dirección del film recayó en el canadiense Jean-Marc Vallée (“Dallas Buyers Club: El Club de los Desahuciados”), quien realiza un estupendo trabajo, no sólo recreando visualmente el relato de la protagonista sino también el propio recorrido, resaltando la belleza de los imponentes paisajes. La estructura de la película es cronológicamente lineal con diversos flashbacks incluídos que conectan las dificultades físicas que Cheryl enfrenta en su camino con las emocionales que quiere dejar atrás (además de mostrarnos al personaje en diferentes etapas de su vida). Es a través de este recurso que se le va revelando al espectador los verdaderos motivos de este viaje. El director maneja los tiempos con el equilibrio justo entre los momentos dramáticos, los de humor, el sentimentalismo y la emotividad. En cuanto al elenco, no hace falta decir que Reese Witherspoon está excelente en su papel, por el cual fue nominada a los distintos premios, incluído el Oscar, durante esta temporada). Ella está acompañada por Laura Dern, quien está muy bien en el rol de esa madre que le enseña a su hija a encontrar “su mejor yo” y aferrarse a él. Sin dudas, una película -sobre el amor, la familia y la pérdida- bien contada y que toca profundo.
Ahora sí. Después de tanta expectativa generada entre las fans, quienes estaban muy ansiosas por la llegada de esta película (desde el inicio de la producción se hicieron oír cuando se eligió a la dupla protagónica), por fin llegó el día en el que “el Señor Grey las recibirá a todas”… en las salas de cine obvio. La esperada adaptación cinematográfica de la primera novela de la trilogía literaria escrita por la británica E.L. James que se ha convertido en un fenómeno mundial, hay que juzgarla por lo que es (una película basada en un libro “exitoso” o “popular”, cuya narrativa es fallida) y no entrar demasiado en las polémicas que han surgido en cuanto a su temática de fuerte contenido sexual (prácticas que involucran esclavitud/disciplina, dominación/sumisión, sadismo/masoquismo) y con justa razón. No se trata de una historia romántica, al menos no una típica (aunque tal vez haya algo de eso entre estos amantes, muy, pero muy en el fondo). Christian Grey (interpretado por el irlandés Jamie Dornan) no cree en eso; cree en ejercer el control en todo, por tanto es dueño de Anastasia Steele (papel a cargo de Dakota Johnson, hija de Melanie Griffith y Don Johnson). Su relación se inicia cuando esta inocente -y aún virgen- joven estudiante de literatura entrevista al guapo, pero enigmático e intimidante millonario como favor a su amiga Kate (Eloise Mumford), para el periódico universitario. Él queda super enganchado y fascinado. Ella también, pero Christian le confiesa sus gustos sexuales muy singulares. De haber una relación, será bajo los propios términos de este hombre retorcido y traumado que carga “50 sombras de locura”. Es así que le propone a Anastasia un acuerdo de confidencialidad y un contrato que especifica su relación, puramente sexual, de dominación/sumisión. El film, va desarrollando la negociación de ese contrato mientras ella experimenta con Christian, en el “cuarto de juegos”, lo que estaría a punto de firmar. No le gusta que lo toquen, que lo miren a los ojos. Cosas como “no soy del tipo romántico” y “no duermo en la misma cama con nadie” son algunos de los puntos a tratar, sin mencionar los otros, claro. En cuanto a las escenas puramente de sexo, son cuatro y entre todas suman aproximadamente 15 minutos, de los 125 que dura la película. Sí, hay un poco de todo y están filmadas con cierto cuidado por la realizadora Sam Taylor-Johnson. Hay explícito (pero no como en el libro) y hay sugerencias. Hay cosas que se ven y cosas que no. Podemos decir que la que más se jugó fue Dakota Johnson, quien además de mostrar todo, es la que mejor se desempeñó actoralmente (no me refiero sólo al sexo), mostrándose un poquito superior al de Dornan, quien -además y por contrato- pidió no mostrar su miembro masculino. Hay latigazos, ataduras, esposas, palos, vendaje de ojos, castigos y sometimientos entre el amo y la esclava. Es más lo que se habló que lo que se ve. Creo que no importa qué digamos nosotros y el resto de los críticos sobre este fenómeno literario que le generó mucho dinero a la señora James y que ahora se trasladó a la pantalla grande. La última palabra la tienen los fans, en su mayoría mujeres, que están a la espera de conseguir alguna entrada (el éxito de pre-venta fue impresionante) para ver a estos dos personajes cobrar vida en esta producción bien dirigida por la realizadora de cortos y directora de “Nowhere Boy”, quien hasta incluso corrigió algunas fallas de la novela. No está tan mal. Con la confirmación de las dos respectivas secuelas del film, se espera que la segunda entrega sea muchísimo mejor, ya que “50 Sombras Más Oscuras” es en donde se desarrolla el verdadero “conflicto” de toda la saga.
Bennett Miller (“Capote”, “El Juego de la Fortuna”) dirige este drama basado en hechos reales cuya historia desarrolla la relación entre los hermanos Mark (Channing Tatum) y David (Mark Ruffalo) Schultz, campeones mundiales de lucha libre -y medallistas olímpicos de Los Angeles ‘84-, y el excéntrico e inestable millonario John du Pont (Steve Carrell), la cual tuvo un descenlace trágico. No conocer la historia, ocurrida a finales de los ’80, principios de los ’90, y que fue plasmada en el libro autobiográfico escrito por el propio Mark, influirá en la sorpresa del espectador, aunque con googlearla ya nos podemos enterar qué es lo que pasó y arruinarle a algunos la trama. Todo se inicia cuando ambos hermanos (primero Mark y luego David) son invitados (interesante propuesta monetaria de por medio) por el excéntrico y heredero de la familia más rica de los Estados Unidos a mudarse a la propiedad Foxcatcher para ayudarlo a formar un equipo nacional y entrenarlo para las Olimpiadas de Seúl de 1988, dentro de las modernas instalaciones de su centro de entrenamiento. Shultz aprovecha la oportunidad esperando concentrarse en su entrenamiento y, finalmente, lograr separarse de la sombra de su hermano Dave, también prominente entrenador de este deporte. Por un lado, la película, con una narrativa lenta (dura 2 horas y 15 minutos que no pesan ni aburren) nos muestra las idas y vueltas de la tensionante relación de los hermanos de clase social media/baja y sus respectivos logros personales; pero por el otro también ahonda en algunos aspectos -y al pasar da a entender otros- sobre la verdadera personalidad de Du Pont, un hombre profundamente egocéntrico que se autorepite una y otra vez que es un ornitólogo, filatelista y filantropista (nos queda claro con la escena del helicóptero). Pero el tema es que es un deportista frustrado y reprimido que no logró, en su juventud, pertenecer a la élite de la especialidad por falta de talento. Todo lo que hace este hombre, devenido en jefe de equipo, entrenador y mentor del “Equipo Foxcatcher” y obsesionado con lograr una medalla olímpica, es para obtener el reconocimiento de su madre, interpretada por la gran Vanessa Redgrave, quien nos ofrece dos momentos breves en escena que dejan clara la relación entre ambos y el sentimiento hacia su hijo, afirmando que la lucha es un “deporte bajo”. No importa si no entendemos sobre lucha y menos durante las escenas de competencia de este deporte amateur que a veces accede a propuestas de multimillonarios que sponsorean deportistas individuales o equipos enteros. Aquí el objetivo de la película es retratar un hecho puntual real sin entrar en demasiadas explicaciones ni ofrecer respuestas sobre la inquietante psique de unos y la baja autoestima de otros. Lo central son los personajes. Gran dirección de Miller y estupendas interpretaciones del trío protagónico en el que se destaca Steve Carrell debido a que la composición de su personaje requirió, además, la transformación física.
Bajo las órdenes del debutante Andrea Di Stefano, consolidado actor italiano que participó en pocas producciones hollywoodenses como “Nine”, “Comer Rezar Amar” o “Una Aventura Extraordinaria”, Benicio Del Toro vuelve a ponerse en la piel de un controvertido personaje latinoamericano; en 2008 fue Ernesto “Che” Guevara (film en dos partes de Steven Soderbergh) y ahora Pablo Emilio Escobar Gaviria. Vale aclarar que no es una biopic que se centra puramente en la historia del violento y peligroso narcotraficante colombiano sino que es un thriller sobre un joven surfista canadiense llamado Nick (Josh Hutcherson), quien allá por el año 1991 -es en ese año en el que se desarolla la trama-, se encuentra junto a su hermano Dylan (Brady Corbet) y su cuñada Anne (Ana Girardot) en Colombia disfrutando de sus playas y de olas perfectas, y con la intención de montar un negocio del rubro. Allí, el protagonista conoce a María (Claudia Traisac), una muchacha que resulta ser la sobrina de Pablo Escobar. Claro, él, como muchos de los propios habitantes de ese país, y hasta la propia chica, que trabaja para él, ignora la parte oscura del negocio de su tío, quien es admirado por su pueblo debido a que parte del dinero generado de sus actividades criminales, construye casas, hospitales y colegios para los pobres. Muy pocos sospechaban que fuera productor y traficante de cocaína, sobre todo porque, en aquel entonces, esa droga no estaba considerada como algo malo. En Colombia, Perú y Bolivia, la cocaína estaba considerada un medicamento. Sólo había que mascar las hojas para combatir la malaria o el resfriado. Durante la primera hora de las dos que dura esta película muy bien realizada, Nick y María se enamoran perdidamente y todo parece ir muy bien, hasta que Nick entra en el círculo de Pablo y de su “familia”, la literal y la no, y comienza a trabajar con ellos. Ya la segunda parte, las indirectas y las amenazas de sufrir ciertas consecuencias si el personaje de Hutcherson lo traiciona a Escobar (la escena juntos dentro del auto de Bonnie & Clyde lo dice todo) se tornan más realistas cuando el muchacho se enfrenta a un dilema personal sobre si llevar a cabo o no ciertas órdenes de este monstruo que, al mismo tiempo, ya había tomado la decisión de entregarse voluntariamente a prisión. Más allá de que el papel de Del Toro queda en un segundo plano, Hutcherson realiza un gran trabajo; un rol muy convincente en el que despliega su talento como actor. La tensión se mantiene en todo momento (mucho más hacia el final en el que Nick lucha por su vida, huyendo de los sicarios de Escobar y de los policías corruptos) y el desarrollo de la historia de esta co-producción franco-belga-española, guionada por el propio Di Stefano, está muy bien estructurada.