“El Sinsajo Vive”. La primera de las dos partes que componen la adaptación cinematográfica del tercer y último libro de la trilogía literaria escrita por Suzanne Collins, y cuyo estreno en la Argentina es un día antes que en los Estados Unidos, llega finalmente a nuestra cartelera cinematográfica para que podamos ser testigos de la rebelión que estaba comenzando a gestarse contra el Capitolio en la segunda entrega “Los Juegos del Hambre: En Llamas” (2013) cuando Katniss y Peeta realizaban el “Tour de la Victoria” por los distintos distritos de Panem. “Los Juegos del Hambre: Sinsajo – Parte 1? se inicia inmediatamente en los momentos siguientes donde finalizó su predecesora, en la que Katniss Everdeen (Jennifer Lawrence sigue brindándonos una convincente labor actoral), fue rescatada del arena del Vasallaje de los Veinticinco, lo cual no fue casual, como tampoco lo fue que llevara tiempo formando parte de la revolución sin saberlo. Tras destrozar los Juegos para siempre, la protagonista se encuentra, junto a su madre (Paula Malcomson), su hermana Primrose (Willow Shields) y su mejor amigo Gale (Liam Hemsworth) a salvo en el Distrito 13 (el cual sí existe), dado que el 12 -de donde proviene ella- no es nada más que montañas de escombros debido a los recientes bombardeos. El 13 es un bunker subterráneo (¡algo que provoca claustrofobia!) que aloja a la población rebelde de Panem y que se ha convertido en el centro de operaciones comandado por la presidente Alma Coin (Julianne Moore) y su asesor Plutarch Heavensbee (el fallecido Philip Seymour Hoffman en su último trabajo; de hecho, el film está dedicado a él), personaje que conocimos en la segunda entrega. Allí, ambos intentan convencer a “la chica en llamas” de convertirse en el símbolo de la rebelión (el Sinsajo), ya que ella es capaz de incitar a los ciudadanos de los distritos restantes a enfrentarse al totalitario presidente Snow (como siempre un imponente Donald Sutherland). Mientras ella extiende sus alas, lucha por salvar a Peeta Mellark (Josh Hutcherson), quien fue secuestrado por el Capitolio, junto con Johanna (Jena Malone) y Annie (Stef Dawson), la novia de Finnick (Sam Claflin). La trama, por momentos un poquito lenta (salvo cuando se encamina hacia el abrupto final debido a la división en dos partes con fines comerciales), deja de lado la famosa competición desarrollada en los primeros dos filmes, en la que “tributos” se mataban unos a otros para sobrevivir para avanzar en un concepto más profundo de la revolución. La misma, avanza fundamentada en la propaganda política/mediática, tanto de un lado como del otro. Mientras Katniss (furiosa y al mismo tiempo quebrada por lo que ven sus ojos), acompañada por un equipo de custodia y filmación compuesto por Gale, Boggs (Mahershala Ali), Cressida (Natalie Dormer), Messalla (Evan Ross), Pollux (Elden Henson) y Castor (Wes Chatham), es enviada a zonas de guerra a grabar videos de propaganda (llamados propos) con el propósito de encender la llama de la revolución, a Peeta (muy cambiado y flaco) se lo ve en una serie de entrevistas a cargo de Caesar Flickerman (Stanley Tucci) “sugiriendo” por el cese de fuego. Al momento, esta película dirigida espléndidamente por Francis Lawrence, que comienza a adentrarse en un contexto más oscuro, sobre todo político, no es la mejor de las tres en el aspecto general. Eso no significa que no sea buena ni que no estemos esperando ansiosamente qué es lo que sigue en la próxima entrega de la franquicia programada para fines de 2015. Como siempre, el elenco liderado por la talentosa J-Law realiza un destacado trabajo, al igual que el resto de sus compañeros; en algunos de ellos es en donde recaen los dos o tres toques de humor que “Sinsajo 1? incluye para descontracturar un poco la matanza (obvio que me refiero a Elizabeth Banks como Effie, ahora despojada de toda su ropa, maquillaje y pelucas, y Woody Harrelson como Haymitch).
El director Antoine Fuqua vuelve a dirigir a Denzel Washington luego de su trabajo juntos en “Día de Entrenamiento” (2001). En este caso en el violento thriller de acción basado en la serie creada por Richard Lindheim, Michael Sloan, que tuvo cuatro temporadas al aire (1985-1989) y que planteaba la historia de un ex-agente de inteligencia que utilizaba sus habilidades como tal para ayudar a los necesitados. Obviamente que aquí, demás está decir que Denzel Washington ha sido la perfecta elección para el papel de McCall (no, Denzel nunca nos defradua), un ex-comando de operaciones especiales que fingió su muerte para tener una vida tranquila en la ciudad de Boston. Tranquila significa respetar su rutina diaria: cumplir su turno en una mega cadena de artículos para la construcción tipo Home Depot y por las noches leer un libro mientras come y toma su té en una cafetería. Allí es donde conoce y se hace amiga de una joven llamada Alina (breve participación de Chloë Grace Moretz), una prostituta sometida al control de unos gángsters rusos extremadamente violentos, que desea cambiar su vida y ser lo que realmente quiera, pero que le es difícil librarse de estos mafiosos que un día la dejan brutálmente golpeada en el hospital. Claro que McCall no duda en ayudarla, por lo que debe dejar su retiro, autoimpuesto, para entrar en acción. Así como Charles Bronson lo hacía en la saga “El Vengador Anónimo” (Death Wish), en diferentes circunstancias claro, aquí el protagonista comienza a vengarse no sólo de los rusos comandados por el villano de turno, Teddy (Marton Csokas), que en realidad es el enviado del verdadero líder, sino también de todos aquellos que brutalizan a los indefensos; ya sean policías corruptos o ladrones de poca monta. El deseo de justicia del protagonista, que calcula todos sus movimientos con su reloj digital, vuelve a despertar. A partir del momento en que el personaje de Washington, se deshace del proxeneta de la joven Alina, Slavi (David Meunier), comienza a darse una sucesión de violentísimos enfrentamientos que derivarán un gran último duelo que no tiene desperdicio. Ya sabemos, si alguien tiene un problema, si las posibilidades están en su contra y no tiene a quién recurrir, McCall lo ayudará. Él es “El Justiciero”.
En la vida a veces tomamos decisiones y a veces las decisiones te definen, en tan sólo un instante que lo cambia todo. Ésta es justamente la premisa de la adaptación cinematográfica de la exitosa novela homónima escrita por la autora Gayle Forman, un libro que -al igual que “Bajo la Misma Estrella de John Green- ha atrapado a lectores jóvenes (y también adultos) con una historia de amor dentro de un contexto que desarrolla el significado de la vida y la muerte. Este primer largometraje del realizador R.J. Cutler (director de varios documentales, episodios de series y productor ejecutivo de la exitosa “Nashville”) es, por supuesto, un drama melodramático que nos cuenta la historia de una tímida adolescente de 17 años llamada Mia Hall (interpretada por Chloë Grace Moretz), una chelista prodigio que dedica todo su tiempo a este instrumento, algo que la retrae de otras actividades. Ella misma se autodescribe como un “pez fuera del agua”, tanto en su familia como a la hora de relacionarse con gente de su misma edad, producto de su forma de ser y sus gustos musicales (es fan de la música clásica). La trama toma lugar en Portland (Oregon), donde la protagonista vive junto a su padre Denny (Joshua Leonard), ex baterista de una banda punk, su madre Kat (Mireille Enos de la serie “The Killing”) y su hermano menor Teddy (Jakob Davies). Ni bien se inicia el film, vemos a una Mia ansiosa por la llegada de la carta de aceptación del prestigioso conservatorio Julliard para saber si ingresa o no, lo cual la obligará más adelante a elegir entre el perseguir su carrera musical o seguir un camino diferente y quedarse con el amor de su vida, Adam (papel a cargo de Jamie Blackley), un muchacho guitarrista que conoce en la escuela secundaria. Ésta es -hasta el momento- su decisión más difícil hasta que lo terrible que también forma parte de la vida la lleva a enfrentar una elección mucho más crucial cuando sufre un accidente de auto en el que toda su familia muere menos ella, que queda en coma. Debe elegir si vivir huérfana en un futuro incierto o dejarlo todo -incluso el amor que siente por Adam- y morir, por lo que a lo largo de la película la vemos deambulando por el hospital en el que está internada. Al tiempo que experimenta lo que se conoce como una “experiencia extracorporal”, y es testigo de todo lo que sucede a su alrededor con sus abuelos (Stacy Keach y Gabrielle Rose) y su mejor amiga Kim (Liana Liberato), quienes desean su recuperación, Mía contempla los eventos de su pasado (lo cual vemos mediante flashbacks) para encontrar razones para decidir si quedarse o irse. Es así que la película comienza mostrarnos cómo llegó a este mundo con padres bohemios, cómo fue que desde pequeña se enamoró del violonchelo a primera vista, pasando por vivencias junto a su familia que le dio todo y que la impulsó a continuar con su amor por la música, hasta el inicio de su relación con su novio, miembro de una banda de rock en ascenso y los problemas que ésto conlleva en términos de conciertos, fans, giras, etc, etc. Si bien al comienzo la trama filosófica parece interesante, luego decae para centrarse únicamente en la historia de amor. Y la elección de Mía pareciera que sólo depende de esta situación; si ella y Adam podrán continuar juntos si despierta, ya que ambos desean perseguir sus respectivas carreras. La elección de Cutler fue definitivamente atraer a un público demasiado teen y ajustarse a eso a la hora de estructurar el desarrollo de “Si Decido Quedarme”, una propuesta cuyo objetivo -dada su puesta en escena- es hacernos lagrimear (y conmigo lo logró únicamente en la escena del gran Stacy Keach que te parte el alma). Aclaremos que la película no es del todo mala, pero creo que se pasa de metafórica y melosa. Lo rescatable aquí, además de la fotografía y la banda de sonido, es todo el elenco (cuya química traspasa la pantalla) y por supuesto la protagonista absoluta de esta historia. La carismática Chloë Grace Moretz, quien con sus 17 años, aquí afronta su primer papel un poco más maduro. Esta gran actriz que demostró sus habilidades actorales en la serie “Dirty Sexy Money” y las películas “El Ojo del Mal”, “Kick-Ass 1 y 2”, “Déjame Entrar”, “La Invención de Hugo Cabret”, “Sombras tenebrosas” y “Carrie” (cada uno dentro del contexto interpretativo que le tocaba), es quien lo da todo en las escenas románticas y dramáticas (aunque en una haya sobreactuado, la perdonamos) y hace llevadero este dramón.
Tras una primera entrega pasable, la cual nos sorprendió con su premisa (la reunión de grandes estrellas de acción de los años ’80); una segunda que superó ampliamente a ésta (fue perfecta en todo sentido); esta tercera película de la exitosa franquicia cinematográfica ideada por David Callaham y Sylvester Stallone, sobre un grupo de mercenarios llamados “Los Indestructibles” (Los Precindibles como indica su título en inglés), es la más floja de todas. Al igual que sus antecesoras, los elementos de acción (algunos ridículos pero no nos importa porque precisamente en ésto recae lo llamativo de estas películas) y chistes autorreferenciales de los clásicos de aquella década (“Rocky”, “Rambo”, “Terminator”, “Duro de Matar”, “Arma Mortal”), están incorporados pero en menor medida, ya que parece que “Sly” quiso darle un toque de seriedad a la historia de estos personajes que conforman un grupo con mucho código y que viajan por el mundo cumpliendo misiones a cambio de una buena paga. El film, al igual que en los dos primeros, da inicio con una espectacular secuencia de acción que aquí incluye un helicóptero y un tren en movimiento. Es así que Barney Ross (Stallone), Lee Christmas (Jason Statham) y el resto del equipo conformado por Toll (Randy Couture), Gunner (Dolph Lundgren), Caesar (Terry Crews) y Yin Yang (Jet Li) entran en escena para rescatar a un antiguo miembro del equipo llamado Doc (Wesley Snipes), un experto en cuchillos y equipo médico que estaba preso y a quien necesitan para llevar a cabo una misión que los lleva a enfrentarse al malvado traficante de armas Conrad Stonebanks (papel a cargo de Mel Gibson), antiguo camarada y co-fundador de “Los Indestructibles”, quien se creía muerto. Un hecho hace el líder de estos indestructibles decida inyectarle un poco de sangre nueva a la sangre vieja (de hecho así se siente Barney), por lo que decide reemplazar a sus antiguos y amados camaradas por nuevos reclutas para renovar energías. Con la ayuda de un contacto llamado Bonaparte (Kelsey Grammer), comienza una búsqueda de jóvenes más rápidos y con más conocimientos técnicos (interpretados por Kellan Lutz, Glen Powell, Víctor Ortíz, Antonio Banderas -cuyo personaje es un poco cansador- y la campeona de Artes Marciales Mixtas Ronda Rousey). El nuevo equipo opera bajo las órdenes del agente de la CIA Max Drummer (Harrison Ford), quien ocupa el lugar de Church (Bruce Willis acá no aparece a diferencia de Arnold Schwarzenegger que repite su divertido papel de Trench Mauser). Buena parte del metraje se dedica a mostrarnos el proceso de reclutamiento y se torna un poco aburrido, ya que aquí la batalla es más personal para el protagonista principal de esta producción que ahora cayó en manos del director novato Patrick Hughes. Mientras que en las otras dos cada uno de los integrantes del elenco, como de las estrellas invitadas que realizaban pequeños cameos, tenían dosis justa de protagonismo… en ésta… no es así. Si bien no deja de entretener y, por momentos, divierte, el argumento se va diluyendo con el objetivo de darle protagonismo a “figuras” más jóvenes que toman el lugar del elenco original y que no aportan absolutamente nada al verdadero sentido de esta saga.
Donatello, Rafael, Leonardo y Miguel Ángel, estos personajes que surgieron en el cómic creado por los historietistas Peter Laird y Kevin Eastman, publicado por primera vez en 1984 por Mirage Studios, vuelven a la pantalla grande en esta nueva adaptación cinematográfica de la mano del productor Michael Bay y dirigida por Jonathan Liebesman (“La Masacre de Texas: El Inicio”, “Invasión del Mundo – Batalla: Los Angeles” y “Furia de Titanes 2?). Aunque hay pequeños detalles que sí son diferentes, la historia sobre el origen del cuarteto de tortugas ninja adolescentes mutantes que alcanzó la popularidad con la serie de dibujos animados estrenada en la pequeña pantalla en 1987, y la trilogía de películas estrenadas en los años 1990, 1991 y 1993 (en 2007 hubo una animada), no dista mucho de la premisa conocida por todos los que alguna vez vimos algunas de las producciones televisivas o cinematográficas basadas en estos cuatro hermanos amantes de la pizza y nombradas como artistas famosos del Renacimiento italiano. Los papeles de Leonardo (por Leonardo da Vinci), Raphael (por Rafael Sanzio), Michelangelo (por Miguel Ángel Buonarroti) y Donatello (por Donato di Niccolò di Betto Bardi), aquí están a cargo de los actores Pete Ploszek (la voz es de Johnny Knoxville), Alan Ritchson, Noel Fisher y Jeremy Howard, respectivamente, quienes utilizaron trajes especiales para capturar todos sus movimientos para luego completar el proceso por CGI. El elenco está liderado por Megan Fox (en su vuelta al trabajo junto a Bay, tras el entredicho que se conoció mientras rodaban la secuela de “Transformers”), quien interpreta a la reportera Abril O’Neil. Ella trata de alejarse de la cobertura de noticias sin importancia para encarar investigaciones más serias. Siguiendo una pista sobre el “Clan del Pie”, la banda de karatecas criminales que azota a la ciudad de Nueva York, liderada por “Destructor” (Tohoru Masamune), es que se topa con el cuarteto tortugo que lucha contra el mal, cuya existencia se ha mantenido oculta durante años, y con la noticia de que algo la une a ellos y al maestro Splinter (encarnado por Danny Woodburn y con voz de Tony Shalhoub). Juntos, sin olvidarnos del compañero camarógrafo de Abril, Vern Fenwick (Will Arnet), tratarán de derrotarlos, y al mismo tiempo impedir los planes ocultos del multimillonario Eric Sacks (William Fichtner). La película, que a una semana de su estreno en los Estados Unidos ya tiene anunciada una segunda entrega para el 13 de Junio de 2016, resulta ser un buen entretenimiento -del tipo light- con momentos divertidos y dos secuencias de acción muy bien logradas (eso sí, el 3D casi ni se nota). La trama (que incluye breves cameos de Whoopi Goldberg como la editora de noticias Bernadette Thompson, la “ex SNL” Abby Elliott como la hermana de Abril y el actual “SNL” Taran Killam como un reportero) no tiene un gran gran desarrollo, pero… ¿qué más podemos pedirles a las Tortugas Ninja sino más que entretener con su esencia picarezca?
El segundo film del realizador Josh Boone (“Un Lugar para el Amor”) es la adaptación cinematográfica de la novela best-seller teen “Bajo la Misma Estrella”, escrita por John Green y publicada no hace mucho tiempo, en el año 2012. Los encargados de interpretar a los personajes que conforman la destacada dupla protagónica son Shailene Woodley y Ansel Elgort, quienes justamente hicieron de hermanos en la reciente “Divergente”. En esta ocasión, ambos interpretan a Hazel y Augustus, dos adolescentes que se conocen en un grupo de apoyo para pacientes oncológicos; se hacen amigos y obviamente se enamoran profundamente. Ella, padece un cáncer de tiroides que se extendió a los pulmones (motivo por el cual vive conectada a una cánula nasal y lleva a todos lados su tanque de oxígeno), pero ha logrado sobrevivir hasta el momento gracias a que participa de distintas pruebas de una droga experimental que hizo efecto en ella. Él, por su parte, se encuentra en remisión de un Osteosarcoma que lo llevó a perder su pierna derecha. Si bien Hazel se resitía al pedido de sus padres (a cargo de Laura Dern y Sam Trammell) de asistir a este grupo para que pueda expresar lo que realmente siente y salir de la rutina de chequeos, estar en el sofá mirando TV e ingerir pastillas de todo tipo, el conocer a Gus le cambia la vida, esa misma que tiene los días contados. Ambos tienen ideas muy distintas acerca de lo que debe ser una vida bien vivida, así como contrastantes visiones del mundo, pero el amor que se profesan y un libro, el favorito de ella -titulado “Un Dolor Imperial”-, hace que se unan. Charlas, llamadas telefónicas, mensajes de texto, reflexiones profundas, comentarios filosos, bromas (aunque Gus se toma con mucho sentido del humor su pierna ortopédica, le preocupa seriamente el olvido) y un viaje a Ámsterdam para conocer al autor del libro, Peter Van Houten (Willem Dafoe), hacen que todo lo que se cuestiona Hazel sobre esta vida que nunca quiso (y que nadie quiere) pero que le tocó, tengan respuesta en Gus y en el amor que siente por él. Si hay algo que no esperaba de esta producción (debo decir que sólo esperaba un cliché tras otro sobre un tema tan tabú como éste) era un balance tan adecuado entre las situaciones de drama que provocan lágrimas (a llevar pañuelo a la sala) y las otras que incluyen diálogos y comentarios que te hacen reír a lo largo de esta experiencia que viven estos dos jóvenes y que ella la define como “un pequeño infinito; una eternidad dentro de sus días contados”. Aunque la enfermedad la llevan consigo y, como dice la premisa del libro de Hazel -”el dolor debe ser sentido”- ésta no los define ni condiciona y ambos se permiten también sentir la felicidad en su historia de amor adolescente, que está muy lejos de ser inmadura y efímera. “Bajo la Misma Estrella” (excelente química entre Shailene Woodley, una gran actriz que ya nos demostró su talento en “Los Descendientes”, y su compañero Ansel Elgort), nos enseña que todo es pasajero, que nada está garantizado, y que sin importar cuán corta o larga sea tu vida, son los pequeños momentos los que más importan. Es distinta, amena, emotiva, triste, fuerte y a la vez esperanzadora; y aunque sabemos que la muerte llamará a su puerta en cualquier momento, el golpe bajo, que abunda bastante en muchas películas, aquí se deja de lado para volcarse a transmitir una búsqueda profunda del sentido de la vida.
No esperaba que después de “Ted”, el segundo largometraje de Seth MacFarlane como director sea tan flojo. La nueva comedia del creador de las exitosas e irreverentes series animadas “Padre de Familia” y “American Dad” (“The Cleveland Show” no sobrevivió en la pantalla chica) es un western, ambientado en Arizona en el año 1882, que resalta lo terriblemente depresivo y peligroso que es vivir en el Oeste Americano durante aquella época, un lugar en el que “todo lo que no eres tú, te quiere matar”, dice el protagonista. Albert Stark (interpretado por el propio MacFarlane), un granjero cobarde que cría ovejas, se refiere a los borrachos enojados, animales hambrientos (unos coyotes que despedazan el cadáver de la única autoridad representativa, el alcalde, que yace muerto por varios días en la calle), bandidos y hasta el propio médico de la ciudad. Pero no sólo eso, cada año en la feria del pueblo se suceden las muertes más ridículas que podamos imaginar. ¿Acaso no era eso lo que nos “vendía” el film? En medio de este contexto repleto de muertes insólitas (de allí el título que la distribuidora en nuestro país ha decidido mantener, “A Million Ways to Die in the West”, cuya traducción sería algo así como “Un Millón de Maneras de Morir en el Oeste”), la trama de la película se centra en Albert, quien al comienzo de la película es abandonado por su novia Louise (una Amanda Seyfried que pasa sin pena ni gloria) tras echarse atrás en un duelo pistolero. Ella, rápidamente va hacia los brazos de otro hombre, Foy (papel a cargo de Neil Patrick Harris). Sin embargo, una hermosa mujer llamada Anna (Charlize Theron, tan divina como siempre, nos brinda una buena actuación acorde a lo ridículo del film) llega a la ciudad, quien arrastra un marido prófugo que reclama venganza (un Liam Neeson que se toma muy en serio su personaje). Anna y Albert comienzan una amistad que más adelante se convierte en algo más mientras ella lo ayuda a descubrir su coraje (además de enseñarle cómo disparar una pistola), el cual es puesto a prueba cerca de la conclusión de la cinta. Si bien ofrece momentos que provocan risa (claro, se asemejan a los que hemos visto en “Padre de Familia” pero no tan bien logrado como en “Ted”), el resultado final no es lo que uno podría esperar. Se olvida de la premisa para pasar a abusar de lo escatológico y de fluidos corporales, logrando un efecto contrario a lo gracioso, lo cual hace que las participaciones de Sarah Silverman y Giovanni Ribisi no aporten absolutamente nada de nada a la historia. Lo que aquí termina siendo rescatable es la segunda mitad de la película, que cobra un poco más de ritmo, y las escenas entre MacFarlane y Theron… pero nada más.
La ópera prima del artista cordobés Eugenio Zanetti, prestigioso pintor, escenógrafo, dramaturgo, y ahora director de cine (ganador de un premio Oscar por el diseño de producción del film “Restauración”, en 1995, y nominado una segunda vez por “Más Allá de los Sueños”, en 1998) nos invita a adentrarnos en un cuento de hadas ambientado en una Buenos Aires que va transitando distintos acontecimientos históricos como la muerte de Eva Perón en 1952, el Golpe de Estado de 1966 y la guerra de Malvinas de 1982. La trama, que reinventa la clásica obra “Sueño de una noche de Verano”, gira en torno a una bella joven llamada Amapola (interpretada por Camilla Belle, conocida por su trabajo en los filmes “La Balada de Jack y Rose”, “Cuando un Extraño Llama” y “10,000 A.C.”), hija de cantantes de ópera retirados (papeles a cargo de Leonor Benedetto y Lito Cruz), quienes regentean el Gran Hotel Amapola a orillas del Río Paraná (en una Isla del Tigre), donde todos los años llegan turistas extranjeros para poder descansar y disfrutar del arte, especialmente de la versión libre que la familia Guerrero y empleados realizan de la mencionada tragedia de William Shakespeare, en versión musical. Ama, cuyo nombre proviene del hotel -como ella misma explica en la introducción cuando era tan sólo una niña-, comparte con su abuela Meme (Geraldine Chaplin) el don de ver el futuro como así también la creencia de mágicas historias que solía contarle de pequeña; una de ellas señalaba que si alguien le ofrenda al río algo que aprecia mucho, éste -en algún momento- le da algo a cambio. La niña, que se desprende de la cosa que más quiere en el mundo – su fonógrafo-, lo hace con la esperanza de encontrar algo que le de tanta felicidad como eso que cedió. En este caso es el verdadero amor. Con casi 25 años, conoce a un muchacho norteamericano llamado Luke (encarnado por el canadiense François Arnaud, visto en la serie “Los Borgia”), quien arriba al establecimiento junto a su novia Sissy (Esmeralda Mitre), tras desertar de la Guerra de Vietnam para dedicarse a viajar por el mundo y a la fotografía. En medio del flechazo, Ama interactúa con todos los habitantes del lugar, su familia, los empleados que la vieron crecer y los huéspedes, mientras se preparan para una nueva representación de “Sueño…”, la cual termina en un caos debido a un posible bombardeo de la fuerza aérea argentina. Es en ese punto que la protagonista es mágicamente transportada al futuro pudiendo ver la decadencia de ella y de su familia. Momento en que las esperanzas de amar se ven frustradas por sus propios errores, y por la interferencia de otros. Cuando vuelve a su presente, ella pone todo de sí para modificar sus actos, mantener la unión de su familia, salvar su felicidad y evitar que los demás cometan esos errores que hicieron que el futuro sea tan trágico y, por supuesto, encontrar su verdadero amor, aquel que traspasa la barrera del tiempo. Enmarcada en el realismo mágico, con “Amapola” Zanetti nos habla de la niñez, la adolescencia y del pasado perdido, pero también de hechos muy significativos que lo han marcado a lo largo de su vida. Si bien al comienzo cuesta digerirla, rápidamente esta historia tan metafórica, que por momentos parece descolgada, va fluyendo, así como también las interpretaciones de algunos integrantes del elenco que también está compuesto, entre otros, por Nicolás Pauls, Luciano Cáceres, Nicolás Scarpino, Liz Solari, Elena Roger y Juan Acosta. Estos últimos dos, de los más naturales junto con Arnaud y Belle (aunque le haya costado, una merecida felicitación de la actriz estadounidense de origen brasileño por su esfuerzo de hablar el castellano argentinizado). En cuanto a lo técnico, hay algunos errores que no deberían haberse cometido, pero no por eso podemos destrozar a esta cinta, que es una auténtica obra de arte, por no haber contado con el presupuesto holgado que se merece el cine argentino. Eso sí, si lo miramos desde el punto de vista visual y estético (fotografía, puesta en escena), es excelente, logrando de manera muy artesanal y con colores cálidos. El encargado de la tarea fue el reconocido director de fotografía suizo Ueli Steiger (“Godzilla”, “El Día Después de Mañana”, “10.000 A.C”).
La pandilla de Los Muppets está de regreso en esta secuela del exitoso film del año 2011 (en la Argentina se exhibió a comienzos de 2012) que marcó el retorno al cine -tras 13 años de ausencia en la gran pantalla- de estas marionetas creadas en el año 1964 por el fallecido titiritero y productor televisivo Jim Henson. Como es usual, estos adorables personajes critican y al mismo tiempo se ríen de todo y de todos, por lo que se encargan, ni bien arranca la película, de hacer un chiste sobre las continuaciones en la industria cinematográfica de Hollywood y del hecho de que ésta no es su primer “segunda parte”. Luego de haberse reunido todos en la anterior (en la primera escena de ésta nos damos cuenta que -en realidad- todo lo sucedido formaba parte del rodaje de la cinta que los traía de regreso), surge una nueva oportunidad de continuar con el show de la banda liderada por Kermit. Es así que se reúnen con Dominc Badguy (interpretado por el británico Ricky Gervais), un supuesto manager de giras internacionales que les propone realizar su propio tour mundial, comenzando por Europa. A pesar de que la rana desconfía, todos sus compañeros (más que eso son una familia) desean salir de gira y presentarse en los grandes teatros de los destinos más fascinantes de ese continente, por lo que parten en un anticuado y destartalado tren hacia Berlín, para luego pasar por Madrid, Dublín y Londres. Es en Berlín, la “capital mundial de la risa” donde las segundas intenciones de su “representante” comienzan a salir a la luz (para nosotros los espectadores, no para Los Muppets). Todo ésto es parte de un plan criminal mucho mayor que involucra a Constantine, la “rana más peligrosa del mundo”, quien escapa de Gulag, una prisión de máxima seguridad ubicada en Siberia. El tema es que este batráceo tiene un gran parecido con Kermit, a quien reemplaza en la gira sin que nadie note su ausencia y, peor, su posterior encarcelamiento en el mencionado establecimiento ruso. De esta manera, Constantine, el número uno, se une a su secuaz Dominic, alias el número dos, para llevar a cabo su plan delictivo. Mientras Kermit -con deseos de escapar y a la espera de que sus amigos vayan a rescatarlo- lidia con una fría carcelera llamada Nadya (una Tina Fey graciosísima, como siempre) y sus compañeros criminales (intepretados por Danny Trejo, Ray Liotta y Til Schweiger), la banda de los Mupptes son los sospechosos de una serie de atracos. La investigación policíaca está a cargo de dos detectives bastante particulares: uno de la INTERPOL, Jean Pierre Napoléon (Ty Burrell y un papel que levemente se semeja al Inspector Clouseau de “La Pantera Rosa”), y el otro de la CIA, el muppet Sam el Aguila. Repleta de gags, humor inteligente y sano, números musicales con gran despliegue coreográfico y los clásicos cameos (apariciones especiales de una gran cantidad de celebridades como Rob Corddry, Tony Bennett, Lady Gaga, Hugh Bonneville, Sean “P. Diddy” Combs”, Céline Dion, Zach Galifianakis, Josh Groban, Salma Hayek, Tom Hiddleston, Toby Jones, Frank Langella, James McAvoy, Chloë Grace Moretz, Usher, Saoirse Ronan, Stanley Tucci y Christoph Waltz, entre muchos otros) la película, nuevamente dirigida por James Bobin y co-escrita junto a Nicholas Stoller (esta vez, Jason Segel no estuvo involucrado), brinda entretenimiento al 100 por ciento y nos introduce, una vez más, en el divertidísimo mundo Muppet, aggiornado pero sin perder la esencia de este clásico grupo que supo ganarse un lugar en los corazones de distintas generaciones. Recomendación: Para el público adulto, el film es mucho más disfrutable en su versión original subtitulada y no doblada, ya que parte de los chistes pueden perderse en la traducción.
Andrew Garfield vuelve a calzarse el traje -nuevo por cierto- del superhéroe arácnido en esta genial segunda entrega del éxito taquillero que fue el film antecesor (2012), con el cual se marcó el reinicio de la franquicia basada en el comic de la Marvel creado por San Lee y Steve Ditko, cuya trilogía estuvo dirigida por Sam Raimi. Tal como lo hizo en “El Sorprendente Hombre-Araña”, Marc Webb (“500 Días con Ella”) vuelve a fungir como director en esta secuela que, bajo el nombre “La Amenaza de Electro”, nos presenta no sólo a un Peter Parker que balancea su vida como superhéroe (cosa que le encanta) con su vida “normal” como adolescente recién graduado de la escuela, sino que también a nuevos villanos que tienen una cosa en común: Oscorp. Esta corporación genética más poderosa e importante en nueva York, que alguna vez empleó al padre de Peter, Richard (papel a cargo de Campbell Scott) y desempeñó un papel en la desaparición de éste y su madre (el film ahonda un poco más en esa subtrama), ahora parece estar detrás de los nuevos enemigos que emergen accidentalmente de esa inmensa torre, todos ellos con habilidades tecnológicas avanzadas y enormes poderes. Se trata de Electro, Duende Verde y Rhino (el gánster ruso Aleksei Sytsevich, intepretado por Paul Giamatti). El primero es Max Dillon (Jamie Foxx), un tímido ingeniero electrónico que trabaja en Oscorp y que es ignorado por los demás, por lo que desarrolla una extraña obsesión con El Hombre-Araña cuando éste le salva la vida al inicio de la cinta. Un hecho bastante impresionante hace que se convierta en un azulado monstruo que absorbe y conduce corriente, lo cual causará estragos en la Gran Manzana. El segundo es Harry Osborn (Dane DeHaan), el mejor amigo de la infancia de Peter, hijo de Norman (brevísima aparición de Chris Cooper) regresa a la ciudad y se convierte en el único heredero de la millonaria corporación que queda a su cargo a tras la muerte de su padre. Este joven, no sólo debe lidiar con conspiraciones internas en la compañía sino también con un asunto de vida o muerte que lo hace enemistarse con El Hombre-Araña y lo convierte en el villano que todos conocemos, por supuesto que con algunas libertades de los guionistas Alex en cuanto al abordaje de su origen. En cuanto a Rhino, está ausente en la mayor parte del film para hacer su gran aparición cerca del final. Columpiarse entre los rascacielos, encarnar al superhéroe y pasar tiempo con Gwen (Emma Stone) es importante para un atormentado Peter que, por un lado, debe cumplir con su compromiso de mantener a salvo a sus conciudadanos neoyorquinos (por suerte tiene a la policía de su lado) y, por otro, dejar -por expreso pedido del capitán Stacy (Denis Leary), padre de Gewn- a su novia fuera de todo ésto para no ponerla en peligro. Ser un superhéroe tiene un precio y eso es justamente lo que desarrolla la trama, los conflictos internos y los sentimientos del personaje. Una vez más, Garfield demuestra por qué ha sido una excelente elección para interpretar a “Spidy”, y vuelve a conformar una muy buena dupla junto a su compañera de elenco -y pareja en la vida real- Emma Stone, cuya química, obvio, traspasa la pantalla. La batalla más importante está a punto de comenzar, resume el lema de la pelicula (el protagonista debe enfrentar a un adversario mucho más poderoso que nunca antes, lo cual impactará fuertemente en su vida). Una película de “alto voltaje” en 3D y con dosis justas de acción, romance, comedia (más chistes y situaciones humorísticas que en la primera) y un poquitín de drama. Además, nos deja pistas para lo que viene en la siguiente (una de ellas es la línea argumental de la actriz Felicity Jones, quien encarna a Felicia Hardy, o sea, la Gata Negra). ¿Será la última de Andrew? Por ahora, su contrato está firmado por una trilogía. Ya veremos.