La gran batalla, en un mundo pequeño-pequeño Una propuesta animada, distinta y posible candidata a los premios Oscar de la Academia de Hollywood, pasa en estos días por los cines locales. Conviene una aclaración, antes de abordar cualquier otro comentario: Minúsculos es una película que viene publicitada como un relato "sin diálogos". Y en verdad no los tiene, si se considera como único código exitente al lenguaje humano. No obstante, los tiene y en cantidad, en los códigos de zumbidos y vibraciones que utilizan los insectos para comunicarse, acompañados por una labor de animación que vuelve absolutamente inteligible y universal. El cuento que se ubicó entre las 20 precandidatas al Oscar a la mejor cinta animada, cuenta que, en un tranquilo bosque, una cesta de picnic abandonada desencadena una guerra sin descanso entre dos bandas rivales de hormigas que codician el mismo botín de dulces. En este torbellino, una vaquita de San Antonio se hace amiga de una hormiga negra y ayuda a salvar a su pueblo de las terribles hormigas rojas. Minúsculos, llegó a las pantallas de nuestra ciudad en versiones 2D y 3D. Los directores Hélène Giraud y Thomas Szabo se basaron para su guionado en una serie de cortos que ellos mismos habían realizado para televisión. En largo, esta producción logró este año una nominación a los Premios del Cine Europeo como Mejor largometraje de animación, y el ingreso en concurso en el Festival Annecy, mientras que el año pasado ya había obtenido su pasaje por la sección oficial del Festival de San Sebastián. Una producción de arte, que realizó una labor de ensamble entre tomas reales y figuras computarizadas detallada, merece los avales. La historia de esta -muy graciosa- heroína roja de pintas negras, habla de la valentía, el compañerismo y un sentido de justicia claro y necesarios como mensaje a rescatar por las familias. El efecto visual se vuelve un espectáculo aparte, con fondos y perspectivas definidos, y el conjunto es una película que pueden disfrutar públicos de distintas edades, dispuestos a asistir atentos y dejarse llevar por las imágenes, sin necesidad aturdirse con diálogos y sonidos rimbombantes.
Cuando la ley cae en desgracia Liam Neeson, en un nuevo policial que eriza la piel y cuenta con crudeza la revancha de su antihéroe. ¿Qué sucede cuándo el ejercicio de la ley cae en manos equivocadas por no encontrar su aplicación justa por los canales oficiales y debidos? Tema de innumerables títulos, es la raíz de Caminando entre las tumbas, estreno que protagoniza Liam Neeson, en el papel de Matthew Scudder, un ex policía alcohólico que después de perder su empleo, trabaja como investigador privado sin licencia, haciendo favores, sobre todo, a sus amigos. El asunto en cuestión surge cuando Kenan Khoury contrata al detective para vengar la muerte de su mujer, secuestrada y asesinada a manos de un grupo de traficantes de drogas, conocidos por torturar a sus víctimas. Matt se larga a la búsqueda de los criminales en los bajos fondos de Brooklyn, contando con la ayuda de dos genios informáticos, un joven callejero y Elaine Mardell, una amiga prostituta. El camino de la investigación depara algunos giros interesantes al planteo liso y llano de la historia. Scott Frank, escribió los guiones de Minority Report, El vuelo de Fénix y dirigió y escribió The Lookout. En Caminando entre las tumbas, vuelve a dar con la tensión justa entre la acción y el suspenso que condimentan el transcurso de un relato que erizar la piel con las implicancias que plantea y cuenta con crudeza la revancha de este anti-héroe. Cuenta, para su favor con un actor de altura física e interpretativa que salva cualquier bache narrativo, y se plante en un personaje derivado de un best-seller que puede y dará lugar a títulos sucesivos. Neeson tiene un vínculo fluido con la cámara, y la cámara, con un entorno que el equipo técnico supo aprovechar para transmitir un ambiente corrupto y corrompido, donde la ley que impera es la propia.
Una buena versión que carece de la gran “China” Remake de la coproducción argentino-española que dirigió Marcos Carnevale, este filme norteamericano tiene lo suyo, aunque le falte carisma. Supone una prueba a la objetividad ver Elsa y Fred en versión norteamericana, cuando se es argentino y se ha visto en cine y revisto en cada pasada televisiva la emotiva producción argentino-española que en 2005 dirigió Marcos Carnevale y protagonizaron maravillosamente "China" Zorrilla y Manuel Alexandre. Algo similar sucedió cuando Nueve reinas (2000, Fabián Bielinsky), tuvo su sucedánea yanki cuatro años más tarde y los de por aquí nos encontramos comparando a John C. Reilly con Ricardo Darín y a Diego Luna con Gastón Pauls. Para bien de Elsa y Fred, la edición 2014 corre mejor suerte que el otro, citado, intento, y contruye un cuento con altura, que recrea -ahora en Nueva Orleáns-. el romance tardío entre Elsa Hayes y Fred Barcroft. Ella es una señora de la tercera edad con una jovialidad envidiable, que sueña con emular a la protagonista de La dolce vita y bañarse en las aguas de la Fontana di Trevi, y él, unos años menor, es un viudo recientemente mudado al edificio, demasiado cascarrabias para emparejar con ella. Pero la magia sucede porque Elsa no pierde su tiempo: sabe lo que quiere y adonde dirigirse para conseguirlo. Nadie, sino la espectacular Shirley McLaine, hubiera podido interpretar a la alocada Elsa,aunque para el corazoncito rioplatense, ni siquiera la protagonista de La fuerza del cariño puede con ese `toque´único que le dio la querida "China". Ante la pantalla, el mohín de la comparación traiciona. No obstante, la comedia funciona con sus momentos de humor y drama, y se gana el pase a ese grupo de inevitables que, conforme pasen los años, seguirá tentando al control remoto a detener el zapping, cuando realice su obligado paso a la televisión.
Cuando Wallace conoció a Chantry, amistad vs. amor Una nueva comedia romántica sobre los delicados límites del vínculo femenino-masculino coloca a una fresca Zoe Kasan frente al "mago" Daniel Radcliffe. Vale, a modo de prólogo, hacer el siguiente apunte: desde que ...Harry conoció a Sally, allá por 1989, resulta muy complejo para los cinéfilos --testigos de aquel romance antológico-- despegar de él cualquier historia de amistad hombre-mujer devenida en amor de pareja. Sucede que --más allá de las circunstancias tempo-espaciales-- el director Rob Reiner paseó a Harry (Billy Crystal) y Sally (Meg Ryan), por todos los estadios posibles de una relación de esta naturaleza, desde el rechazo absoluto, a la amistad incondicional, la confusión de sentimientos y la definitiva declaración de amor romántico. Películas más recientes, como Amigos con beneficios, de Ivan Reitman (Natalie Portman y Ashton Kutcher) y Con derecho a roce, de Will Gluck (con Mila Kunis y Justin Timberlake), ambas de 2011, redoblaron la apuesta colocando al sexo en medio, como si el sexo por sí solo y con los sentimientos rondando, o la amistad entre opuestos que invariablemente se atraerán, no fuesen cuestiones complejas de por sí. ¿Sólo amigos? no llega tan lejos. Prefiere quedarse en las emociones más "puras" y contarnos la historia de como Wallace (Daniel Radcliffe) --desertor de la escuela de Medicina por razones absolutamente sentimentales-- conoció a Chantry (Zoe Kasan), una jovencísima diseñadora gráfica y animadora de carrera brillante, que prefiere rechazar un ascenso para mantener el statu quo de una vida profesional y personal satisfactoria. El encuentro sucede en casa de un amigo-primo, en común, cuando Chantry asiste sola a la fiesta porque su novio Ben tenía otros planes. Aunque ambos se sienten atraídos la idea de conocer al otro un poco más, Chantry se encarga de poner diplomáticamente el límite, y Wallace lo acepta: "sólo amigos" es la consigna. Ahora, "¿qué pasaría si..?" es la pregunta del título original. Y las variables que tuercen la ecuación, necesariamente y para bien del cuento, aparecen. El guión que dirige Michael Dowse coloca a sus personajes en algunas alternativas que aquellos Harry y Sally conocieron muy bien, como los paseos, almuerzos y hasta compras de ropa compartidos y amenizados con conversaciones que van desde encrucijadas personales hasta la reencarnación del cangrejo, porque lo que importa marcar es la manera, imperceptible al menos para una de las partes, en que el universo se confabula para unir destinos. Para favor de la historia, los personajes, más o menos maduros, tienen que hacer un camino de superación individual antes de encontrarse. En el tránsito, Zoe Kasan, fresca y encantadora, peca de homenajear a la Meg Ryan de los '80. Daniel Radcliffe, en cambio, hace su magia y se despega de personajes similares. La experiencia de acompañarlos resulta agradable, y la sorpresa de un "hada protectora" que la sobrevuela la enfatiza aún más.
Vin Diesel, de nuevo en acción El actor de “Rápido y furioso”, vuelve al combate, esta vez como un soldado ancestral irrompible, en la fábula ”El último cazador de brujas”. A ver, por partes: ¿qué quiere encontrar el espectador cuando paga una entrada al cine para ver al musculoso Vin Diesel, protagonista de películas como de ultracción como Rápido y furioso, Riddick o XXX? ¿Quiere corridas eternas, luchas coreografiadas y con el rótulo de "por favor, no intentarlo en casa"? ¿Mucho efecto, una banda de sonido potente y una cámara de que vértigo? ¿Busca una chica bella, inteligente e intrépida y a quien eventualmente el hombre pueda seducir, y la promesa de que, si todo va bien en las boleterías, esto continuará..? El último cazador de brujas tiene, de esto, en cantidad. Ahora bien, si en el reparto aparecen nombres como los de Michael Caine, Elijah Wood (El señor de los anillos, El hobbit, Crímenes de Oxford), o Marck Addy (Robet Baratheon en la serie televisiva Juego de Tronos), quizás esperaría encontrar una historia de buena profundidad y contada con cierta, digna, altura. Bien, de esto, ofrece poco y nada. El filme plantea una batalla pero de carácter sobrehumano, ya que los hombres deben enfrentar a las brujas, que viven camufladas entre los habitantes de Nueva York y que están dispuestas a labrar un largo camino de sangre y muerte. En este marco aparece Kaulder (Diesel), un valiente cazador de brujas que consigue matar a la todopoderosa Reina Bruja. Pero antes de morir, la villana condena a Kauldera la inmortalidad. Y bien dice Dolan 36avo, el siempre bien plantado Caine, cuando las brujas más malvadas de este mundo y el siguiente avanzan: "empieza el espectáculo". ¿Quien lo quiera, lo tendrá? Pochoclos, gaseosas y show.
Un relato no apto para impresionables Derivada de El conjuro (2013), repite, bajo otra dirección, la fórmula de terror clásico con base real y un manejo de la tensión muy efectivo. Acada Halloween le cabe su película. Del mismo modo, a cada éxito de taquilla, su spin-off. En tren de cumplir --y con ganas-- con esta (pseudo) máxima llegó Annabelle, un derivado de El conjuro que en 2013 recaudó fortunas y produjo más de una controversia que derivó en la suspensión de su exhibición. En aquella, se relataban sucesos paranormales ocurridos en los años '70 a la familia Perron en una granja de Conneticut, debidamente documentados por el matrimonio Warren, demonólogos e investigadores que presenciaron éste y varios casos más. Entre ellos se encuentra el de Annabelle --la muñecaque no existía en la historia de los Perron, pero que el director James Wan introdujo a la trama--, y que ahora tiene su propio relato, llevado al cine por John R. Leonetti. Con un extracto del testimonio de Donna y Angie (ver desglose) introduce este nuevo filme que, a manera de racconto, repasa el tránsito de la muñeca, un año antes, por la vida de John Form y Mia, un joven matrimonio que transcurre el final de lagestación y primeros meses de vida de su hija, acechados por los demonios que se expresan a través de Annabelle, una presencia tan pasiva como espeluznante.Almas impresionables, abstenerse.
Cuando la realidad se mezcla con la ficción En El amor y otras historias, un guionista en crisis debe escribir un relato, donde los protagonistas sufren las vicisitudes emocionales de su creador. Entre Madrid y Buenos Aires sucede El amor y otras historias. También la historia dentro de la historia. Una es la de un guionista con problemas de creatividad quien, por encargo, escribe la otra, una que él mismo protagoniza estando en una crisis de pareja. El hombre se llama Pablo Diuk (Ernesto Alterio), y no imagina --el espectador sí-- lo que le espera cuando su vida comience a transcurrir entre su realidad y la ficción que escribe, y todo al burdo dictado de una voz en off que le indica las características de la "comedia romántica tradicional, sin barroquismos ni experimentos, algo que sea capaz de capturar al gran público", que debe construir. Algo de títulos clásicos --y no tanto-- del género en su versión norteamericana se encuentra entre los pasajes de esta cinta. Tiene también rasgos similares a los de El crítico, la película de 2013, escrita y dirigida por Hernán Guerschuny, y protagonizada con efectividad por Rafael Spregelburd y Dolores Fonzi, donde un crítico de cine se veía preso de los mismos lugares comunes de los romances cinematográficos obvios que tanto denostaba. La diferencia --de la idea general a los hechos-- la establecen el despliegue de producción y el paralelismo realidad-ficción que genera enredos y las actuaciones de un elenco bien engranado, que cuenta en su sección argentina con Julieta Cardinali, Luis Luque y Mónica Antonópulos, y en la española a Quim Gutiérrez, Marta Etura, Luis Luque, Carlos Areces, Bárbara Santa-Cruz y María Alché. Flah --guionista del policial Séptimo, y de la serie hispanoargentina Vientos de agua, con Alterio y Etura en el reparto-- expresó en sus notas de promoción que "en el género, lo jugado es renunciar al cinismo, al camino del intelectual que no se involucra. Mi expectativa era generar emoción". Lo buscado está. Se logra el objetivo.
Cuando el mundo se pone patas para arriba En Alexander..., una familia atraviesa un mal día cuando uno de sus hijos pide su deseo de cumpleaños. Alexander es un niño de 11 años que atraviesa el día más terrible de su joven vida. Es más, en el último año, todos los días han resultado similares. Pero este parece el peor porque se trata de la víspera de su cumpleaños número 12 y nada bueno asoma en el horizonte. Para colmo, su padre, aunque desempleado, es un hombre naturalmente positivo, y su madre, sus dos hermanos mayores y hasta el bebé son continuos generadores de buenas noticias. Por eso, cuando Alexander habla de sí mismo, todo le empeora. Harto de su soledad existencial, el niño sólo desea que los demás experimenten por un día su sensación, y así lo expresa ante una vela encendida sobre una tortita improvisada en la madrugada de su cumpleaños. A partir de entonces, la situación gira en 180 grados, el mundo se pone patas para arriba y cada uno a su alrededor es puesto a prueba de supervivencia y padece la más terrible, horrible, mala y muy mala de sus pesadillas. Situaciones disparatadas, corridas, apuros, actos fallidos y toda una serie de infortunios se cruzan en el camino hacia los logros alcanzados hasta el día anterior. Pero siempre es cuestión de ver el valor del vaso vacío. Obediente al estilo Disney la película irradia mensajes positivos aún en circunstancias extremas y ejemplifica para estos típicos habitantes de los suburbios norteamericanos, cuando todo tira para abajo, es mejor estar atado a los afectos que, en la disyuntiva, siempre serán la primera elección. La historia y su narración juegan con recursos seguros, y allí donde se pudo haber introducido un poco de misterio, una escena inicial revela más de lo preciso. No obstante se disfruta de la actuación de un Steve Carrell infalible y de Ed Oxenbould, un niño que no teme al ridículo en el rol del infortunado Alexander.
entre realidad y ficción, la libre historia de un mito Drácula narra la trágica vida de Vlad, qué dilemas tuvo que afrontar y cómo se convirtió en un vampiro. "Mi padre era un gran hombre; un héroe, según dicen. Pero a veces el mundo no necesita otro héroe. A veces, lo que necesita, es un monstruo". Con esta introducción comienza Drácula, la leyenda jamás contada, película que engrosa una cartelera local con cinco estrenos. El debutante en las lides Gary Shore dirige la propuesta sobre un guión que se anuncia adaptado a partir del clásico de Bram Stoker, y al parecer también en la adaptación realizada por Francis Ford Coppola, dado que remite a los orígenes históricos del personaje de ficción. La leyenda jamás contada explica cómo Vlad Tepes, príncipe de Rumania, llegó convertirse en Vlad "El Empalador". En 1400, en pleno dominio otomano sobre Europa, Vlad fue entregado a muy temprana edad y en nombre del honor real a las exigencias del sultán para engrosar su ejército conquistador. Castigado como un esclavo hasta desear la muerte ajena sin razón, Vlad se convirtió en uno de los soldados más sanguinarios y selló su fama empalando a los habitantes de todo un pueblo, "para salvar a otros diez", según argumentaría más tarde. Entonces, se retiró de los campos de batalla para gobernar a los suyos en paz. Pero una década más tarde, una nueva avanzada de los turcos lo devuelve a los tiempos de crueldad y devastación. Hasta allí lo atractivo de este relato que desbarranca en un vacío entre la realidad y la ficción, transformándose en un híbrido que dista mucho de los actractivos de las musas que cita. Sus esfuerzos argumentales, similares a los de la lograda Maléfica, caen en similitudes más cercanas a las de la ya lejana Van Helsing, o las más recientes Abraham Lincoln, cazador de vampiros o Yo, Frankenstein. La fotografía que de tan oscura torna en indescifrable, y los efectos especiales y pantallas verdes demasiado obvias opacan el naturalismo romántico necesario para darle pátina a la transformación del ser monstruoso en un héroe mitológico, ejemplificador y hasta deseable. Una vez más, la tecnología aplicada al lenguaje cinematográfico arrasa con las buenas intenciones del cuento, como lo haría un tornado de furiosos murciélagos con las huestes del ejército más poderoso del mundo occidental y oriental.
Una comedia absurda que hace honor a su título El Delirium de Carlos Kaimakamián Carrau tuvo el acierto de contar con la actuación y buen humor de Ricardo Darín, riéndose de sí mismo. Ricardo Darín conoció de chico al director de Delirium, Carlos Kaimakamián Carrau. "Cuando él tenía 10 años, le pregunté qué iba a hacer de grande y me respondió que iba a ser director de cine. Y parece ser que le dije que cuando se convirtiera en director de cine, que me diera trabajo", dijo el actor en alguna entrevista sobre el tema. A partir de ese episodio de la realidad se construyó la ficción del primer largometraje de Carrau --hasta ahora autor de cortos--. Una comedia que desemboca en el delirio citado por su título, con una trama que parodia al actor y al mismísimo director, y a postulados emblemáticos. Proposiciones como "el actor argentino más taquillero del momento" con que el periodismo bautiza a Darín; "el Nuevo Cine Argentino" como una categoría donde cabe cualquier cosa grabada, o "el apoyo del INCAA a todas las producciones de los últimos años", eufemismo para un crédito con su debido costo, son puestas a consideración del público entre situaciones que parecen surgidas de la improvisación, otras de un spot publicitario, y las que le deducen de una comedia bien pensada. La historia cuenta que tres amigos, cansados de "rebuscársela", deciden hacerse ricos con una cámara y la colaboración de Darín, obtenida a través de contactos improbables, que se dan tanto por apuro como por confusión. En el rodaje están, cuando un accidente deriva en la desaparición del actor, un episodio que acarrea consecuencias desmedidas y a escalas internacionales. Delirium es una locura que logra arrancar carcajadas, pero queda claro que la película "es" Darín, más allá de los efectivos Emiliano Carrazzone, Ramiro Archain y Miguel Dileme en los papeles principales. La complicidad de varios famosos intérpretándose a sí mismos, y de Susana Giménez, en el rol de la presidenta de la Nación, suma y mucho.