Un magro intento de Shyamalan por recuperar sus sentidos Firma de títulos tan irregulares como “Señales”, “La aldea”, “La dama del agua” o “El protegido”, el indio nominado al Oscar procura ser el creador que reveló en “Sexto Sentido”. No hay lugar como la casa de los abuelos. Nietos como Becca y Tyler lo saben. Estos hermanos están ansiosos por visitar a su "Nana" y su "Pop Pop" en su granja ubicada en la zona rural de Pensilvania, en Filadelfia. Hace muchos años que no van por allí y saben que los espera una semana de mimos especiales, paseos por la nieve, comida casera y las galletas especiales horneadas por la abuela. "Hace años que no veía a tu abuela así de feliz", comenta el abuelo. Y cuando los chicos le cuentan a su madre las vacaciones transcurren en orden y mejor de lo esperado, llegan las primeras advertencias, el ambiente se tensa y todo indica que los abuelos no están bien, que lo aparente engaña y, de un momento a otro, algo extraño sucederá. M. Night Shyamalan volvió al circuito independiente, con Los huéspedes, un filme producido de bolsillo propio, que busca resarcir al director indio de los fracasos más recientes, tan bien financiados como estruendosos. En este filme, donde el elenco se presenta sólido, con más actores que estrellas, con una fotografía e iluminación que logran los climas de bienestar e inquietud precisos para las demandas del guión, lo que lo pone en duda es, precisamente, el desempeño del director. El hombre que comenzó en las alturas con su primera película, Sexto Sentido (1999), declinó a medida que fue ascendiendo en popularidad y recursos a disposición de la concreción en pantalla de sus guiones. Hoy, cuando intenta recuperar su identidad como nuevo maestro del suspenso, da la impresión de verse superado por su propia tormenta de ideas. Entonces, no la historia que cuenta, sino articulación de los climas que introduce en su narración la vuelven bipolar. Se ríe, se asusta, llora; rapea y se aterra, todo en un mismo combo que presta a confusión. Sí -vale subrayarlo- que el hombre no ha perdido la habilidad de crear suspenso, motivo para esperanzarse en el renacimiento del Fénix de entre sus propias cenizas.
Para compartir con los adolescentes de la casa “Escalofríos”, de Rob Letterman y con Jack Black al frente, da un espectáculo con chispa propia. Adolescente y neoyorquino, Zach Cooper se muda con su familia al pequeño pueblo de Greendale. No está muy contento, claro, hasta que ve a su vecina y se hace de un nuevo amigo. El asunto es que algo misterioso sucede en la casa de Hannah y tiene que ver con el padre de la chica, R. L. Stine autor de una conocida serie de libros de terror. En la biblioteca de Stine, los originales de sus famosos títulos permanecen cerrados con candado por alguna razón que nadie quiere averiguar. Pero los accidentes ocurren, y en este caso es para desatar una serie de aventuras al mejor estilo Yumangi/Sakura; la saga Una noche en el Museo y tantas más donde las criaturas fantásticas cobran vida para complicarle la existencia a los protagonistas. Con el terror como excusa, se construye una comedia donde Jack Black lleva la voz cantante y, como en Escuela de Rock -un clásico de su filmografía- se pone al frente de una banda de adolescentes con quienes comparte correrías de un autor en busca de recomponer la situación que el mismo provocó con su prolífica imaginación. Mucho más serio que el vago rockanrolero de la película de Richard Linklater, aquí es un hombre compuesto y súper responsable, una personalidad que no le impide al actor desplegarse en un material armado a medida. Dylan Minnette como Zach Cooper, Odeya Rush como Hannah, y Ryan Lee como Champ, componen un coro hábil en el espectáculo que ofrece este filme que aunque transita sobre caminos conocidos, tiene gancho -cosa que rara vez ocurre- para el público familiar y adolescente a la vez. El juego de autor-protagonista Escalofríos (originalmente Goosebumps) es una película estadounidense dirigida por Rob Letterman y escrita por Darren Lemke. Es protagonizada por Jack Black, Dylan Minnette, Odeya Rush, Ryan Lee, Amy Ryan, Jillian Bell y Halston Sage, y está basada en la serie de libros de terror para niños, Goosebumps creados por R. L. Stine. Para el relato creado por Darren Lemke (Shrek, felices para siempre, Turbo) el autor pasa a ser protagonista (interpretado por Black), como creador del escenario y lo personajes que cobran vida.
Guillermo del Toro vuelve a impactar El cineasta mexicano cierra con esta cinta una trilogía que traza sus líneas entre la poesía y el horror. La poesía y el horror; el romance y la locura; la ternura, el enamoramiento absoluto y el espanto. Entre los extremos pendula el relato que el mexicano Guillermo del Toro ofrece en La Cumbre Escarlata, la película que, según propias palabras, viene a completar una trilogía estética y estilística con sus títulos de 2001, El espinazo del Diablo, y 2006, El laberinto del Fauno. Ubicadas durante la guerra civil española -éstas previas-; durante la cúspide de la revolución industrial inglesa -la nueva producción-, tienen en común la obsesión del director por los fantasmas -o los monstruos míticos en el caso del Fauno- como metáforas de un pasado irresuelto que ata a las almas a un espacio sin tiempos o a pesar de los tiempos, pero también de las pasiones humanas más vestiales y profundas. El amor o la violencia como motor se conjugan en las tres historias. En el caso de este estreno, a través del contraste entre Edith Cushing, una joven escritoria, de pensamientos independientes, como sus pares Mary Shelley, las hermanas Brönte o tantas anónimas de la época victoriana y su entorno. Hija de un burgués norteamericano, pretendida y admirada por jóvenes profesionales de clase media, ella revoluciona todo a su paso, con sus ideas y nuevas costumbres importadas. Pero en su alma anida una inquietud por los fantasmas, en especial, el de su madre, quien a temprana edad le advirtió sobre los peligros de "la Cumbre Escarlata", a donde irá a parar junto con su marido, Sir Thomas Sharpe, un aristócrata inglés venido a menos, y su extraña hermana. Aunque el guión resulta en gran parte previsible, a Del Toro cabe reconocerle sus dotes como narrador cinematográfico; un director que desmenuza y aprovecha del primero al último contraste de escenarios, colores, luces, sonidos, gestos, y gamas de las que dispone para darle al espectador una experiencia recomendable.
Cuando la diferencia es la fortaleza Producto de animación alemana, “Uyyy. ¿Dónde está el arca?” ofrece un espectáculo tierno y familiar. Hollywood nos tiene acostumbrados a los héroes gradilocuentes. De carne y hueso o dibujados; de caracteres retraídos o extrovertidos; exitosos o la vida les viene devolviendo fracasos; ellos son siempre, invariablemente, ruidosos. Por eso se agradece que, de tanto en tanto, un producto de otro origen y estilo venga a darnos descanso de ese rum-rum taladrante y nos ofrezca protagonistas que, sin ser aburridos ni caminar contra la fantasía y la creatividad visual y narrativa, tiren cables a tierra y nos den diversión sin histeria. Uyyy. ¿Dónde está el arca? avanza por esas aguas -y las del bíblico diluvio- para contarnos acerca de un par de nestrianos -padre e hijo- y otro de grimpas -madre e hija-, especies por nosotros desconocidas, pero que en tiempos de Noé, según nos cuenta la película, existían. Los nestrianos tampoco eran muy conocidos entonces, al punto de que cuando una muestra de cada especie sobre la Tierra es convocada a la salvación en el nuevo mundo a crear tras el diluvio, ellos no pasaron el check-in y debieron entrar como polizones. Cuando los niños, siempre traviesos, terminan abandonados en plena tormenta, los padres harán lo indecible para regresar a por ellos, mientras los chicos sobreviven y encuentran su identidad y lugar en el mundo y logran torcer su destino a través de nuevos vínculos entablados con otros marginales olvidados. Con mensajes bienvenidos, esta historia vale para la familia y los más chicos.
Joel Edgerton estremece al público desde su triple rol Guionista, director y actor, se presenta como uno de los grandes creativos del momento. Joel Edgerton se lució como coprotagonista de Johnny Depp en Pacto criminal, película que entró en catelera la semana pasada, con una cola de aplausos y grandes augurios. El hombre que interpretó al agente del FBI John Connolly en ese filme de Scott Cooper, vuelve a plantarse en El regalo, un relato que escribió, dirigió y cuya escena comparte con Jason Bateman y RebeccaHall. Cuenta la historia que Robyn y Simon se mudan a una casa preciosa, moderna, y que están "felices y comiendo perdices" hasta que aparece en sus vidas Gordon "el Gordo" Mosley, un ex compañero de secundaria de Simon. Entre visitas inapropiadas y regalos especiales, Gordon se encarga de marcar una opinión que a Simon le suena a advertencia: "creo que las cosas malas de la vida pueden ser un regalo", asegura el recién llegado. Comienza entonces un andar de suspenso que no es nuevo -Buenos vecinos (2013), Vecinos en la mira (2008), Intriga en la calle Arlington (1999) tienen algo de esto- pero está, muy bien tratado y reserva un giro interesante cuando las sospechas revierten. La casa -de ventanales enormes que dejan al habitante expuesto a la mirada externa-, la iluminación, la música y los silencios hacen al ambiente, pero la interpretación de Edgerton produce escalofríos. Edgerton no es un debutante en las lides de actuar lo que escribe -y/o produce-. Ya lo hizo en Criminal (2013) y en La cosa (2011), además de algunos cortos. En verdadvale hacer una recorrida por la carrera de este prolífico australiano, incluyendo El regalo. Otro acierto de Blumhouse El regalo ha causado sensación entre la crítica de Estados Unidos, con un 92 por ciento de valoraciones positivas según Rottentomatoes. El público también está bastante entusiasmado, a juzgar por el 7,7 de media que le otorgan en IMDB. En su primer fin de semana de exhibición en su país de origen recaudó 12 millones de dólares, recuperando con creces la inversión de 5 millones realizada para su producción por Blumhouse, respaldo de sagas de terror como Actividad Paranormal, La noche del demonio o La Purga.
Palacios, Vicuña y Garciarena, en acción El trío de actores protagoniza “Baires” un relato de Páez Cubells que se esmera por mantener el interés. Unas vacaciones románticas de una pareja proveniente de España rápidamente se convierten en una pesadilla, cuando son secuestrados por una banda de narcotraficantes. Estos exigen que Mateo, a quien secuestraron junto a su pareja Trini, les lleve a España un cargamento de cocaína quedándose con la mujer como rehén. Cuando Mateo llega a Ezeiza y está a punto de abordar el avión, decide volver atrás y rescatar a Trini con la ayuda de Nacho, un policía que conoció hace dos días. Es la historia de Baires, de Marcelo Páez Cubells, el mendocino que en 2013 firmó Omisión, otra película del género y con elenco de figuras. Aquí los encargados de asumir los personajes principales son Germán Palacios, Benjamín Vicuña, Sabrina Garciarena y Carlos Belloso como el malo de la película. Habiendo adquirido las series televisivas calidad cinematográfica, resulta muy sencillo subirle la vara al cine y sentir que cintas como Baires equivalen, al día, a un buen episodio de esos programas. Si se toma al filme de manera individual, se encuentra un relato que, a pesar de algunas escenas innecesariamente extendidas, logra recuperar el ritmo, mantener las sospechas necesarias sobre los personajes y ofrecer los giros que la vuelven interesante. ¿De más? Cierta afectación del malo y el personaje de Juana Viale junto con su acento.
La previa de la historia La película de aventuras está inspirada en el relato de James M. Barrie y viene a contarnos una precuela. A diferencia de lo ocurrido en Estados Unidos y Canadá, donde apenas recaudó el 10 por ciento de su inversión en el estreno, en la Argentina Pan: Viaje a Nunca Jamás, se ubicó en el top ten de las películas más vistas del fin de semana, junto con los estrenos Sin escape y En la cuerda floja; Sicario -todavía no ingresada en la cartelera bahiense- y la nacional Baires. Con pie derecho en nuestro país, la película de aventuras inspirada en el relato de James M. Barrie viene a contarnos una precuela en la que se explica cómo huérfano fue a parar al país de otra dimensión y confirma la fragilidad de los vínculos, cuando se encuentra a los futuros enemigos como aliados y hasta amigos. Aquí el villano todavía no es Garfio, sino Barba Negra (Hugh Jackman), un pirata que esclaviza a niños y adultos por igual en las minas de polvo de hadas, en el País de Nunca Jamás. Hasta allí llega Peter (Levi Miller), abandonado por su madre 12 años antes, con una carta donde le promete reunirse "en éste u otro mundo". Ahí, Peter encuentra a Smee (Adeel Akhtar), asistente y capataz de las minas; a Garfio, un prisionero más, a las hadas (Cara Levigne) y a Tigrilla (Garrett Hedlund), la princesa indígena que lo conducirá a la tribu que más tarde lo acompañará en una rebelión contra el opresor, entre otros conocidos personajes. Buena parte de los 150 millones invertidos -se nota-, fueron a parar a la espectacular producción de arte y efectos, para recrear un Nunca Jamás y un desarrollo de situaciones a la altura del más imaginativo. Dentro de ese fascinante envase, el guión se entrama, anda y desanda, pero se encarga de salir adelante para tentar a la dudosa continuidad. ¿Qué podría salir mal? Ya se verá. Por ahora, una inversión difícil de recuperar.
Ridley Scott desafía los nervios Con “Misión rescate”, el director pone en tensión a la platea. Misión rescate, la nueva aventura espacial de Ridley Scott, recaudó el pasado fin de semana 55 millones de dólares en su estreno en los Estados Unidos y se colocó al borde del récord de Gravedad, del mexicano Alfonso Cuarón, estrenada hace dos años con una ganancia de 55.7 millones de dólares, la mejor marca hasta ahora obtenida por un estreno en el mes de octubre. Y si con aquella película que protagonizarón Sandra Bullock y George Clooney el espectador llegó a niveles impresionantes de tensión, en esta pone a prueba sus nervios frente a la suerte posible de Mark Watney, otro astronauta perdido en el espacio. Durante una misión a Marte, que resulta fallida y luego de una tremenda tormenta, Watney es dado por muerto por su grupo y abandonado en un planeta hostil, sin atmósfera y con muy pocas chances de supervivencia. Decidido a no dejarse vencer, Mark comienza una difícil odisea para mostrarle a sus compañeros que sigue vivo. De Ridley Scott, un director con unos 45 títulos en su haber, se puede afirmar sin temor a fallas que, como cualquier mortal que se precie de tal ha tenido sus altas y bajas, pero se logró sostener como uno de los mejores contadores de historias del cine de las últimas cuatro décadas, de toda variedad y color. En lo que a thrillers espaciales respecta, quién no ha sentido las cervicales entumecidas ante las escenas de Alien: el octavo pasajero, un título que terminó ascendiendo al podio de los clásicos de culto. El hombre tiene dominado el timing del suspenso y sabe mechar con humor cuando de relajar al cinéfilo se trata, amén de llevar una dirección de actores estimulante. ¿Los resultados? A la vista.
Divierte y supera el récord Al actor Adam Sandler no le va muy bien en las comedias que protagoniza en vivo y directo. La animada Hotel Transilvania (2012) y su secuela de 2015, que estrenó en estos días en simultáneo en el mundo-las salas bahienses incluidas- parecen ser la excepción a su trágica regla (ver aparte). En la película que produce Sony Pictures Animation, Sandler le presta su voz a Drac, un vampiro que debió aceptar el casamiento de su única hija con un humano, y ahora tendrá que adaptarse a la chance de que su primer nieto no herede sus colmillos afilados, una probabilidad que comprobará cuando el niño cumpla sus cinco años de edad. Mientras tanto, el Príncipe de la Oscuridad intentará hacer lo posible para que su nieto mantenga el linaje, en especial, porque detrás de tanta estructura dura de roer está la mirada del bisabuelo Vlad, bastante más rehacio a reconocer que, en los tiempos que corren, los monstruos y seres sobrenaturales ya no asustan a nadie. Con color, ritmo y situaciones reideras, la película que compite en cartel con la española Truman -estreno que le valió al argentino Ricardo Darín el premio a Mejor actor en San Sebastián-, se ofrece como una buena alternativa para compartir en familia, eso sí, con los menores de 10 años, porque para la franja más cercana a la adolescencia, la trama y su desarrollo se torna algo carente de sorpresa. Mención aparte merece el carisma de Drac, un personaje que -nobleza obliga a reconocerlo- Sandler supo componer, más allá de prestarle su voz en la versión en idioma original que aquí no tenemos posibilidad de escuchar.
Tensión y emoción de altura en “Everest” La película de Baltasar Kormákur recrea la tragedia de un grupo de excursionistas en mayo de 1996. El monte Everest es la montaña más alta del planeta Tierra. En el Himalaya, a 8.848 metros sobre el nivel del mar entre Nepal y China, es el sueño dorado de todo escalador. ¿Qué lleva a un hombre a querer puntear la última piedra alcanzable del mundo, cuando su sólo intento conlleva un importante riesgo de salud, y hasta de vida? Las motivaciones individuales son tantas como la existencia de hombres dispuestos a enfrentarse a la montaña. Durante la temporada de escalada de 1996, quince personas murieron en el Everest convirtiendo a ese año en el más mortífero de su historia. Ocho de ellas, pertenecientes a tres expediciones distintas, murieron el día 10 de mayo debido a una tormenta. El desastre levantó gran controversia sobre la masificación de las excursiones al monte. El periodista Jon Krakauer de la revista "Outside", era parte de uno de los grupos y publicó el libro Mal de altura, contando su experiencia. Anatoli Bukréyev, un guía que se sintió señalado por Krakauer escribió un libro en respuesta llamado La escalada. Estos y otros, varios, protagonistas de aquel suceso son incluidos en el actual relato en pantalla. Baltasar Kormákur es el encargado de contarnos esta historia conocida y repasada, donde muestra su fuerza como narrador. Contó con 66 millones de de dólares para lograrlo, es cierto. Pero los bien utilizó para darle al espectador una experiencia --en 2D o 3D-- de tensión y emoción constante durante las dos horas de película, acompañando a hombres y mujeres diversos e igualmente fascinados por la idea de conquistar el confín entre la tierra y el cielo, el hielo, la piedra, la presión y el frío extremos. Los créditos finales informan sobre la suerte de las personas involucradas en la tragedia y extreman la sensación vivida en la sala.