Una clásica mezcla de terror, suspenso y policial Con el malayo James Wan en la producción y conducción del guión, algo bueno tenía que salir de La casa del demonio. El director devenido en ícono del terror norteamericano después de la saga El juego del miedo, y nuevo referente de acción con Rápido y furioso 7, algo conoce de las preferencias de su público. Por supuesto, los resultados no responden siempre a las expectativas, en especial, cuando los proyectos se acumulan y los esfuerzos se concentran en unos títulos más que en otros. Entonces, algunos trabajos se hacen “de taquito”, tomando un poco de aquí y allá y aplicando oficio. Parece ser el caso de este filme, que da cuenta del ingenio de sus hacedores en la estructura narrativa y en la mezcla de géneros, entre el terror, el suspenso, el policial y el thriller, pero no sorprende a cinéfilos acostumbrados. Como salido de un molde, el relato cuenta sobre cuatro jóvenes que son masacrados en el interior de una casona abandonada, el mismo sitio donde hace 20 años, una estudiante asesinó, sin razón, a sus amigos. El detective Mark Lewis y la psicóloga Elizabeth Klein centran su investigación en el testimonio de John Ascot, un muchacho que dice tener premoniciones acerca de aquella vieja historia, único sobreviviente de este nuevo episodio, posible víctima aunque también sospechoso. Se abocan, asimismo, a descubrir el paradero de la novia de Ascot, embarazada ella, quien ha logrado escapar de la escena. Entre los resultados del interrogatorio y la recuperación de registros digitales se reconstruyen los misteriosos sucesos, que concluirán de manera inesperada.
En una versión llena de sutilezas Mark Osborne invita a adoptar una mirada de niño y convertirse en testigo de una historia preciosa. Cuenta la historia, que cuando el escritor y piloto militar francés Antoine de Saint-Exupéry escribió El Principito atravesaba una crisis existencial profunda y que nunca llegó a ver publicados esos escritos que terminaron por influir a generaciones de lectores y, a cada quien, algún regalo le deparó. Saint-Exupéry tiene una historia en común con Bahía Blanca y la Patagonia argentina. Hay quienes, incluso, indican que "El Zorro" es un personaje inspirado en la fauna de nuestro país. Quizás por esto, el estreno de El Principito trae para la platea local un plus de apego. La versión animada de Mark Osborne contribuye a la sensación de cercanía presentando a un viejo piloto que la protagoniza --un homenaje al posible Saint-Exupéry anciano--, narrador del encuentro con el niño del Asteroide B 612 en el desierto del Sahara, y de las aventuras y enseñanzas que esa maravillosa criatura le contó. Para la adaptación, se incorporó al entramado a una chiquita que llega al vecindario con una madre que le tiene la vida programada hora por hora, por día, por año y por el resto de su vida, para convertirla en un "maravilloso adulto". Alter ego del espectador, es elegida por el anciano como la primera lectora de sus manuscritos y "espía" de lo esencial en un mundo "demasiado adulto". Como el libro que la inspira, El Principito es una película llena de sutilezas y belleza. Como a La Rosa, vale dedicarle un tiempo.
Para quien quiera creer en el amor Con un elenco de estrellas, otra historia sobre los descreídos que terminan flechados por Cupido. En enero de 2011, Natalie Portman y Ashton Kutcher estrenaron Amigos con derecho (No strings attached), de Ivan Reitman; mientras que Mila Kunis y Justin Timberlake hicieron lo propio pocos meses después en Amigos con beneficios (Friends with Benefits), de Will Gluck. Fueron dos versiones de la misma historia -una mujer y un hombre, amigos de antaño o eventuales-, que terminan enamorándose a pesar de las circunstancias personales, históricas y/o psicológicas que, en teoría, impedían una relación sentimental. Sobre bases similares, Con derecho a roce, que se estrenó el año pasado y recién ahora llega nuestros cines, pone a Michelle Monaghan y Chris Evans dirigidos por el debutante Justin Reardon, una película para románticos incurables, porque no tiene mucho nuevo que aportar. Ella está en pareja. No se la ve enamorada, ni siquiera, divertida con su pareja, aunque está convencida de la conveniencia de la estabilidad de la relación, mientras despunta su espíritu "aventurero" con sus amistades. Él pasa y sigue de largo de todo compromiso. Traumas de infancia que le impiden concretar un vínculo sentimental y está seguro de que 99 de 100 parejas fallan. Pero este muchacho, guionista de cine, tiene por delante el desafío de escribir una comedia romántica. En el camino, se cruza con ella, y allí van, replanteándose amor y amistad y haciendo cómplice a amigos -casi todos intérpretes de superhéroes de Marvel- y espectadores.
Tómalo o déjalo... es el mismo Ted Igual de malhablado, machista, racista y bizarro, el oso de peluche enfrenta conflictos con la ley. Ted,el oso de peluche vuelto a la vida (voz de Seth MacFarlane) lleva un año de matrimonio con Tamy-Lynn (Jessica Barth). La rutina está ganando peligrosamente a la pareja, así que el consejo de buscar un bebé no tarda en llegar. El problema es que, para lograr la concepción se precisa un donante. Pero esto no es lo único: para ser padre, Ted debe ser reconocido primero como persona y ciudadano. Así que, acompañado por su dueño y mejor amigo John Bennett (Mark Wahlberg), recurre a la abogada Samantha Jackson (Amanda Seyfried) que deberá defender su demanda en tribunales. Para tomar con ganas o dejar en el absoluto olvido, sin términos medios. Así es el humor de Seth McFarlane, conocido por su incursión televisiva, entre otras, con la serie Padre de familia, y en el cine con Ted (2012) y Un millón de maneras de morir en el Oeste (2014). Con diálogos malhablados en situaciones escatológicas, con machistas y racistas, este creador ha logrado un público adepto que es el convocado a su propuesta. De hecho, actores de talla se suman a sus proyectos y parecen disfrutar de la actuación en esta secuela que, en términos generales, sigue explotando el culto al sarcasmo llevado a niveles de antipatía insoportables. De esto se trata Ted 2, que no quita ni agrega nada a la idea inicial del oso de peluche que ama la cultura pop y comparte sesiones narcóticas con el protagonista de la película Flash Gordon.
Historia de una familia con “un toque” de locura La siniestra historia del “clan Puccio” es presentada en cine por la mano magistral de Pablo Trapero y con un elenco que se juega entero. Todo comenzó en 1982, terminaba la guerra de Malvinas y estaba próximo el advenimiento de la democracia. Arquímedes Puccio, contador público, miembro de la SIDE y ex diplomático vinculado al reciente gobierno militar, vio en un plan siniestro el medio para hacerse del dinero que le permitiría mantener en adelante su nivel de vida acomodado. El secuestro extorsivo y la muerte de empresarios cercanos a su entorno se convirtió en la base de la economía de su familia, partícipe necesaria en diversos grados de estos crímenes perpetrados entre el 82 y el 85, puesto que las víctimas fueron retenidas en el seno del hogar de los Puccio, hasta la mismísima noche del 23 de agosto de 1985, cuando la empresaria automotriz Nélida Bollini de Prado fue rescatada con vida del sótano de la casa que habitaban en San Isidro, con la consiguiente detención de los responsables de éste y otros tres hechos, los responsables y sus cómplices. El vínculo de Arquímedes con su hijo mayor, Alejandro, y la cotidianeidad de ese núcleo completado por la esposa, Epifanía, y los restantes herederos, Maguila, Silvia y los menores, Guillermo y Adriana, es el punto de abordaje que Pablo Trapero realiza de esta historia que no tiene desperdicio como ficción. La locura de Arquímedes, pero también la enfermedad grupal, indispensable para que este macabro modo de vida se sostuviera, es reflejada de manera escalofriante por el director y un dedicado trabajo del reparto. Al frente se coloca a un Guillermo Francella indispensable y a un Peter Lanzani que impresiona para bien. Pero nobleza obliga a destacar a Lili Popovich, en el rol de una esposa y madre manipuladora; y también de Giselle Motta y Gastón Cocchiarale, como otros hijos insertos en la patología criminal. Los climas creados, la música y la composición de época son muestra del cuidado del equipo de producción.
¿Descanso familiar o locura total? Spin-off de la serie iniciada en los 80, surte efecto aunque mantiene la misma, probada fórmula. En el cine de los tempranos 80, Chevy Chase era el cómico estaodunidense del momento y, entre los múltiples títulos que lo contaban en la cabeza de su reparto, estuvo la serie de Vacaciones. La saga comenzó en el '83, dirigida por Harold Ramis, con coprotagónico de Beverly D'Angelo, Randy Quaid, Dana Barron y Anthony Michael Hall. El guion fue escrito por John Hughes, basado en su historia corta Vacation '58, y le ayudó a avanzar en su carrera con secuelas que se extendieron a una experiencia europea, otra navideña y una más en Las Vegas, hasta 1997. De aquel matrimonio que se embarcó en viajes de locura con sus dos hijos adolescentes -a la fecha y GPS mediante-, se tienen nuevas noticias en el legado: al igual que su padre hace 30 años, Rusty Griswold (Ed Helms), le propone a su esposa e hijos preadolescentes la realización de un viaje de varios días atravesando el territorio norteamericano. "Ni siquiera oí de las vacaciones originales", le recrimina uno de los chicos. "No importa. Éstas vacaciones se sostendrán por sí solas", asegura Rusty. Enunciación aparte, esta road movie mantienen el espíritu de la original, con algún "refresh" para la actual generación de cinéfilos. Chevy Chase y Beverly D´Angelo, reciben su merecido homenaje con una breve visita y, para quienes vieron la película del '83, hay una reversión imperdible de la escena de la Ferrari roja... Lástima que la adelantaron en el trailer.
Cuando la fe de un niño logra mover montañas “El gran pequeño” es la clase de películas que alimentan el alma con buenos valores y mucha fantasía. Para quien disfrutó El gran pez (Tim Burton, 2003) o Cinco chicos y esto (John Stephenson, 2004), encontrará en El gran pequeño (Little Boy), de Alejandro Monteverde, la oportunidad de sumergirse en otro relato costumbrista europeo, con una fuerte base de realismo mágico, la clase de fantasía que convoca al espectador a apelar a su inocencia infantil y convertirse en cómplice de los protagonistas. Este drama familiar se desarrolla a comienzos de la Segunda Guerra Mundial en un pueblo de los Estados Unidos y es narrado en primera persona por "Little Boy", un niño de ocho años con problemas de desarrollo, constantemente agredido por sus congéneres y maltratado por muchos de sus vecinos. Su único amigo es su padre. Pero cuando el hombre es llamado al frente, queda solo con su madre y su hermano, y a expensas de su suerte. Pase mágico, milagro o simple salto de fe, este pequeño se aferra a la idea de reencontrarse con su padre cuando descubre que, con su pureza de corazón, es capaz de mover montañas. Jakob Salvati, Emily Watson, Kevin James, Cary-Hiroyuki Tagawa, Michael Rapaport, David Henrie, Eduardo Verástegui, Tom Wilkinson, Abraham Benrubi, Ben Chaplin, Ted Levine, integran un elenco lujoso y bien llevado por el director mexicano, también autor de la conmovedora Bella (2006). Fotografía y música integran la narración con un dejo del clásico Cinema Paradiso, aquella gran creación de Giuseppe Tornatore. Vale advertir que el relato viaja por un constante vaivén de emociones y se aboca a los mensajes superadores. Por ende, aunque es apto para mayores de 13 años, no lo es para insensibles.
Una de esas que provocan a saltar de la butaca Con actores y directores debutantes, La horca es otra película cámara en mano y orientación juvenil. El 29 de octubre de 1993, a las 8.49 de la noche, se desarrollaba una obra de teatro colegial, cuando actor protagonista, Charlie Grimball se convirtió en víctima de un accidente fatal. Veinte años más tarde, la misma obra se vuelve a representar en el colegio, después de superar el tabú de la muerte de aquel estudiante que ni siquiera había elegido su papel. Adolescentes, curiosos, los nuevos intérpretes de la obra deciden visitar a escondidas , durante la noche y cámara, el teatro donde se produjo aquel suceso. Es entonces cuando les llega el turno de vivir una tragedia propia. "En toda escuela habita un espíritu, un secreto... ¡un drama!", vinieron advirtiendo las promociones de la película La Horca, que llegó entre los recientes estrenos de la cartelera bahiense, con sello de Warner Bros. Latinoamérica y de los productores de La noche del demonio y Actividad paranormal y, con toda seguridad, arrastrada a los cines comerciales en el convoy de alguno de los grandes tanques a la temporada. De estilo narrativo reiterativo -cámara digital en mano- está claramente dirigida al público adolescente a juvenil, con ganas de compartir baldes de pochoclos, sustos para el salto y gritos en la sala de cine. El programa no es reprochable, aunque poco se puede aportar a favor de una película que parece salida de una cadena de producción en serie desde que Proyecto Blair Witch enfocó la cámara desde el espectador. Efecto, produce. Claro, hay que ir dispuestos a la tensión por la tensión pura, sin ánimo de llevarse un título para coleccionar en los anaqueles de los grandes clásicos.
Una historia con borrón y cuenta nueva Con el Terminator original, Arnold Schwarzenegger, el quinto filme de la saga da por tierra con su pasado. Uno de los tanques de 2015 es Terminator Génesis, quinta película del título que dudosamente se puede entender como parte de una serie. Su anterior, Terminator: la salvación (2009), con Christian Bale en el papel de un John Connor crecidito y al mando de la Resistencia, quedó como una suerte de acto fallido o eslabón perdido en la cadena de la saga futurista, mientras que las originales de 1984, 1991 y 2003, quedan apenas como referencia de la nueva edición. Para los neófitos, el tema central de la franquicia es la guerra entre la raza humana y la Inteligencia Artificial Skynet que consiste en un sistema informático de defensa estratégica de Estados Unidos, creada por Cyberdyne Systems, que se vuelve consciente de sí mismo y, al percibir a todos los seres humanos como una amenaza, pretende acabar con la humanidad misma iniciando una guerra nuclear entre potencias. Tras este apocalipsis, Skynet construye su propia milicia, integrada por los Terminator, enviados a matar a todo sobreviviente humano, algunos de los cuales se han organizado militarmente como una Resistencia. En algún momento, Skynet desarrolla la capacidad de viajar en el tiempo, y tanto ella como la Resistencia pretenden utilizarla para ganar la guerra evitando la actual línea de tiempo. A diferencia de la primera serie, en este reseteo la historia parte desde los años posteriores al llamado Día del Juicio, desde donde John Connor envía a su mejor soldado al pasado para proteger a su madre, Sarah Connor. Desde allí, es responsabilidad del interesado en verla saber qué es lo que pasa en cuanto relato. Lo imperdible resulta obviamente la participación de Arnold Schwarzenegger, el Terminator original, por un lado, como el autómata que apareció desnudo en la pantalla de 1984, incluido a fuerza de un cuidado trabajo de edición en una secuencia reciclada y que los memoriosos recordarán no sin asombro. Por otro, como un Terminator reprogramado -–como el de la cinta del ’91-- que llegó a la vida de Sarah Connor para protegerla Con su “cobertura” humana ya ganada por los años, responde al apodo de “el Abuelo” y es un Schwarzenegger que se encarga de los guiños para los antiguos seguidores y que no pierde para nada el sentido del humor cuando se trata de parodiar su propia (in)capacidad expresiva. La historia está bien replanteada y, como es de esperar, deja cabos sueltos a responder en futuras entregas.
El éxito sigue pasando por su gancho mediático José María Listorti y Pedro Alfonso volvieron con "Socios por accidente 2", haciendo lo que saben y pueden. Socios por accidente, con José María Listorti y Pedro Alfonso, se estrenó el año pasado para prologar las vacaciones de invierno y terminar la temporada con 560 mil entradas vendidas, cifra nada despreciable. La secuela entró a la cartelera el pasado jueves, con 15 días de ventaja respecto de la primera. Aunque teniendo a varios tanques como rival, apenas 5 mil personas fueron a verla ese día en 150 salas del país. No obstante, se quedó entre las cinco primeras, detrás de Minions, Intensa mente, Jurassic World y Dragon Ball Z. Buddy movie local, al estilo de Los Superagentes (Tiburón, Delfín y Mojarrita) que en los 70 convocaban a un público masivo, necesitado de risas y sin mucha propuesta familiar foránea, Socios... se sostiene en un decente trabajo de producción, con un guión muy flojo y el protagónico de un par de figuras atractivas secundadas por muy buenos actores que poco pueden hacer por sacar adelante el relato. Cuarenta años atrás, a un Víctor Bo prácticamente de adorno y un Ricardo Bauleo pasable -–aunque no inexperto--, los compensaba un Julio de Grazia enorme, que se ponía el humor de la saga al hombro. Ahora son dos nombres salidos debajo del ala de Marcelo Tinelli los que lideran el reparto, uno de ellos productor (Listorti), ninguno gran actor, con la bella Luz Cipriota como señuelo visual para los hombres, y los secundarios de Anita Martínez y Mario Pasik, nada menos. En los roles de Matías y Rody, un torpe traductor de ruso y un eficaz agente de Interpol, este dúo de opuestos se reencuentra después de los enredos compartidos en la frontera con el Paraguay. Llegan a La Rioja para proteger a un ministro ruso que viene a presentar a un pájaro salvado de la extinción por un trabajo de colaboración entre países. Nunca se sabe por qué al pobre ruso lo quieren matar, pero la policía internacional lo protege, Rody es la cara visible y Matías sigue siendo el distraído que cae en el medio de todos los líos, sin comerla ni beberla. Una narración sin ton ni son hace avanzar a duras penas la historia. Y aunque Listorti y Alfonso parecen afianzar su código interno, el éxito de este título seguirá pasando por su gancho mediático.