Terror latino de alta calidad El cineasta Alejandro Hidalgo ofrece en La casa del fin de los tiempos un interesante cuento en capas. Alejandro Hidalgo es un joven cineasta venezolano, que debutó en largometraje con La casa del fin de los tiempos, un libro de propia autoría y el primero de terror realizado en su país. En 1981, Dulce, una madre de familia que habita en una casa tan señorial como derruida, es condenada a prisión perpetua por el homicidio de su marido Juan José, y del mayor de sus hijos, Leopoldo. El hecho sucede durante el duelo por la muerte de Rodrigo, su hijo menor. Treinta años más tarde, cuando es beneficiada por la prisión domiciliaria, ella sigue sosteniendo su inocencia y la presencia de extraños que acechan en las habitaciones. La película fue estrenada en junio de 2013 con más de 623.500 mil espectadores y una recaudación que supera los 4.5 millones de dólares. La sexta más taquillera de ese año y más vista de todos los tiempos -ambas en su país de origen-, fue premiada en algunos de los festivales de cine fantástico más reconocidos, como el de en Buenos Aires, Los Ángeles, Puebla y Mérida. Tanto fue el interés que despertó, que fue vendida a unos 30 países y que próximamente tendrá una versión hollywoodense, bajo las órdenes del mismo director. No es para menos, dado que Hidalgo se reveló como un excelente narrador de cuentos de suspenso, a partir de un suceso que transcurre en un espacio fragmentado en distintos tiempos. Desde el prólogo previo a los títulos iniciales, el escritor introduce a su receptor en un mundo en suspenso que lo mantiene expectante, ante un cuento construido en capas superpuestas que sólo en conjunto y sobre el final le dan un sentido total. La labor actoral es destacable, en especial las de la Ruddy Rodríguez y la del niño Rosmel Bustamante, como Leopoldo.
Un western que demanda mucho interés y tiempo La favorita de la próxima edición de los Oscar está en los cines bahienses. Un desafío para valientes. Las dos horas y casi cuarenta minutos de metraje imponen el primer desafío para el espectador de El renacido. El siguiente, llega con la crudeza con que se describe la experiencia de un cazador de pieles del 1800 en territorio salvaje norteamericano, herido gravemente, bestialmente despojado de su hijo mestizo, y abandonado a su suerte por un compañero de grupo a quien no le simpatizaba. Leonardo Di Caprio, excelentemente secundado por Tom Hardy, lleva a las órdenes de Alejandro González Iñárritu la bandera de un western inequívoco, una película donde el escenario es el protagonista inmanente, que se opone al hombre sin intención pero con una fuerza mucho mayor que la de su peor enemigo. El objetivo de Hugh Glass es superarla para llegar a un fin ulterior, el de vengar, más allá del abandono, la muerte de su hijo. La labor de fotografía y edición de sonido representa buena parte de esta producción, porque le da entidad propia a ese paisaje agreste, nevado e inmenso hasta el agobio. Los extensos lapsos sin diálogos, dedicados a la descripción visual de la travesía de Glass, transmiten una necesidad de autosuperación que trasciende a la pantalla. Will Poulter (Las Crónicas de Narnia) y Domhnall Gleeson (Ex-Machina, Star Wars: el despertar de la fuerza) se destancan en el reparto. El 28 de febrero Al Oscar, con sus 12 opciones El Renacido, pisó fuerte en la elección de los miembros de la Academia de cine de Hollywood. Con 12 nominaciones, la propuesta de Alejandro González Iñárritu y Mark L. Smith es sin duda la favorita, con la posibilidad de darle a Leonardo DiCaprio su primera estuilla, luego de tres amagues y de haber conseguido otros premios. Por otro lado, González Iñárritu podría llevarse por segundo año consecutivo la estatuilla a mejor director y su filme consagrarse como la mejor película como sucedió en 2015 con Birdman. La producción, que incluyó escenas de rodaje en la Argentina, recibió las candidaturas también a mejor actor de reparto (Tom Hardy), fotografía, edición, vestuario, maquillaje y peluquería, edición de sonido, mezcla de sonidos, efectos visuales. La noche del 28 de febrero será el momento de la verdad.
La crudeza narrada sin morbosidad Lenny Abrahamson cuenta una historia dolorosa con una seriedad y respeto pocas veces encontrados. No hay rastro de morbosidad ni atisbo de ataque efectista en La habitación. El director irlandés Lenny Abrahamson (físico, filósofo y realizador de los filmes Frank, de 2014, y What Richard Did, de 2012) cuenta en ella aberrante historia de Joy, una joven mujer secuestrada desde hace siete años en un pequeño galpón, donde dio a luz a Jack, de 5 años. Aferrada a lograr el bienestar del pequeño, esta mujer crea para su hijo un mundo enorme en un contexto donde apenas tiene derecho a recibir lo elemental para su subsistencia, y donde el único contacto con el exterior es un tragaluz en el techo. Pero el niño ha crecido y es momento de enfrentarlo a la realidad y tomar una decisión que de un vuelco a su circunstancia. El asunto es si ese mundo añorado por Joy y completaemente desconocido para Jack, les resultará tan asequible si, acaso, en algún momento, logran traspasar los límites de esa habitación. El filme que viene de recibir varios premios y nominaciones en los festivales de cine del mundo, incluido el Globo de Oro para Brie Larson como mejor Actriz de Drama, está postulado para los Oscar de Hollywood como mejor Película, Director, Actriz y Guión Adaptado. Y en cualquiera de esas categorías. Jacob Tremblay obtuvo a su vez nominaciones y premios de varias asociaciones de críticos, como revelación o actor joven. Entre ambos, y con la guía de Abrahamson, esta pareja lleva adelante un relato abordado con una madurez, seriedad y respeto pocas veces disfrutado en las pantallas comerciales, que la convierten en una propuesta esencial por y pese a la dureza del tema.
Sobre un tema actual Mark Wahlberg y Will Ferrell, en un diálogo sobre las relaciones parentales abordadas por la comedia que coprotagonizan. El codirector de Guerra de papás, Sean Anders (comparte su rol con John Morris), descartó que la comedia reflejara demasiados estereotipos para ser, por contra, un largometraje "cálido" que puede ser disfrutado por toda la familia. "Habitualmente, las comedias se centran en el papel de un solo hombre. En esta ocasión quisimos demostrar el amor de los padres y madres por sus hijos y la unidad familiar", explicó Anders. "Buddy movie" familiar A Mark Wahlberg se lo ha visto tanto en acción como en comedia y en ambos géneros, el hombre se mueve como pez en el agua, más allá de los resultados de calidad final de las producciones en que participe. La saga Ted, Transformers: edad de la extinción, Los infiltrados, El luchador, Boogie Nights, son unas pocas de las 45 que reunió hasta la fecha en una carrera que el norteamericano de ascendencia multinacional comenzó desde muy jovencito. A Will Ferrell, en cambio, rara vez se lo ha visto en un título que no lleve el dominante "comedia" en la calificación, y es uno de esos humoristas norteamericanos para aferrar con fuerza o dejar de lado con absoluta convicción. Pero sus 50 títulos en el haber más unos cuantos guiones para actuación propia y ajena lo ubican como uno de los comediantes contemporáneos más importantes, que se ha dado el gusto de trabajar con figuras de primerísima línea, como John C. Reilly, Nicole Kidman, Eva Méndez, Dwayne Johnson, Sacha Baron Cohen, Adam McKay, Maggie Gyllenhaal, Emma Thompson, Dustin Hoffman, Queen Latifah, Mel Brooks, Matthew Broderick, Nathan Lane, Ben Stiller, Owen Wilson, Uma Thurman -la lista sigue in crescendo- y con todas ha logrado un feeling que muchas procuran repetir. Las pruebas al tanto: en Guerra de papás se reúne con Wahlberg, con quien ya había compartido cartel en Los otros dos (2010). En la película Will Ferrel es un apacible ejecutivo de radio que lucha por convertirse en un buen padrastro para los dos hijos de su esposa, pero las cosas se complican cuando llega el padre (Mark Wahlberg), obligándolo a competir por el cariño de los chicos. Para colmo, la imagen ganadora de su adversario intimida a este hombre oficina y lo coloca en clara desventaja , independientemente de una manifiesta vocación de padre de familia y de sus buenas intenciones respecto del bienestar de su nueva familia, con ex-incluido. Con experiencia compartida y un vínculo indiscutíblemente fluido en la escena, Wahlberg y Ferrell hacen de esta buddy movie (película de parejas desparejas) familiar una comedia con muy buenos momentos, a pesar de la escasa originalidad de la historia. Pero si aquí los importante que es el qué y el cómo, el efecto se logra y, en el trabajo, al dúo en danza lo secundan con gracia un par de chicos, Scarlett Estevez y Owen Vaccaro. Se agradecen, además, las participaciones de Thomas Haden Church, Bobby Cannavale, Vince Vaughn; esas apariciones ocurrentes que condimentan el espectáculo y le dan una cuota de disfrute extra al cinéfilo.
El retrato de una mujer que no se rindió Nominada a los Oscar como mejor actriz protagónica, Jennifer Lawrence se luce en esta biopic con moraleja. Jennifer Lawrence ganó el Globo de Oro a mejor actriz de comedia por Joy: el nombre del éxito, y ahora se planta firme en la carrera por el Oscar a mejor actriz protagónica. Y no es de arriba. La chica de Kentucky que a sus 25 años es la actriz más joven con más nominaciones (cuatro) a los premios y, por ahora, una estatuilla ganada por El lado luminoso de la vida (2013), se carga al hombro la biopic, que dirigió y coescribió David Russell, secundada por un elenco multiestelar (ver aparte). La historia está inspirada en Joy Mangano, una mujer que, de madre divorciada, en la quiebra y con una familia complicada a cuestas, logró convertirse en la presidenta de Ingenious Designs, LLC, a partir de inventos de uso cotidiano que vende por telemarketing. El primero fue la Miracle Mop, que patentó en 1990. En la película --perfectamente recortable--, la historia de sus comienzos es relatada en off por su abuela Mimi, la única familiar que la apoya en sus iniciativas junto con su ex marido, su amiga de la infancia y, eventualmente, Neil Walker, ejecutivo de la Home Shopping Network. Con trazos en el límite del grotesco, el director suaviza la imagen de los miembros de una familia disfuncional y poco empática con la protagonista --y el espectador--, en un contexto donde el sueño americano es alcanzado a fuerza de perseverancia individual. "No creas que el mundo te debe algo porque no es así. Lo único que tendrás será lo que tú hagas", es la moraleja. Un reparto de lujo Estelares en segunda línea En la primera línea del elenco que acompaña a Lawrence en Joy aparece Robert De Niro, efectivo hasta la exasperación en el rol del padre de Mangano, un hombre débil de carácter, manejado por su nueva esposa (una Isabella Rossellini que se muestra odiosa) y su ventajera hija mayor Peggy (Elizabeth Röhm), mientras maltrata y descalifica hasta la nulidad a su ex mujer (Virginia Madsen) y a Joy. Bradley Cooper se sumó poco después como el ejecutivo de la Home Shopping Network que da ayuda a Joy con el Miracle Mop, junto con Édgar Ramírez como Tony Miranne, ex compañero de Universidad Pace y ex marido de Joy. Otros secundarios son Diane Ladd, como la abuela Mimi, narradora de la historia y admiradora de Joy; y Dasha Polanco, como Jackie, amiga de Joy desde la infancia y su principal colaboradora hasta el día de hoy.
Con una llegada que vale aprovechar Además de un muy buen filme, La gran apuesta es una clase de macroeconomía que abre los ojos al común de la gente. Christian Bale, Steve Carrell, Ryan Gosling, Brad Pitt. De las mejores actuaciones del momento fueron elegidas para que el director Adam McKay llevase a pantalla el guión que él mismo escribió, basado en el libro The big short, que aquí se estrena como La gran apuesta. Categorizada como comedia dramática, es la historia sobre la crisis financiera del 2007 a 2010 por la acumulación de hipotecas para compra de viviendas y la burbuja económica (ver aparte). “Mientras los bancos se daban la gran vida, unos pocos vieron lo que nadie había visto: la economía mundial iba a desplomarse”, enuncia a cámara Gosling en el rol de Jared Vennet. Y es este personaje el encargado de situar al espectador en el contexto de un mercado inmobiliario inflado a fuerza de ambición y fraude a los consumidores, y de acompañarlo en la descripción de un ambiente áspero como el de las finanzas, en especial y como indica, porque se nutre de un lenguaje complejo, “para que el común de la gente deje de prestarle atención” a circunstancias que van a afectar su vida mucho más que el Superbowl. Y aunque, es cierto, resulta complejo hacer de los vaivenes macroeconómicos y de quienes apuestan a contracorriente un filme ameno. A a fuerza de apuntes a cámara y de conversaciones que llevan los discursos al llano, mete el espectador común en un relato fascinante sobre cuestiones que, al fin de cuentas, hasta la rubia tonta de la tele o una stripper sin formación puede entender. Los intérpretes en danza -–no hay que olvidar a sus secundarios-- se lucen con papeles de peso, un mérito que le cabe al director y por el cual están siendo aplaudidos y premiados. Fuente de inspiración Una dura realidad El relato sigue a personas que creían que la burbuja iba a estallar, como Meredith Whitney, quien predijo la desaparición de Citigroup y Bear Stearns; Steve Eisman, gerente de los fondos de cobertura; Greg Lippmann, un comerciante de Deutsche Bank; Eugene Xu, un analista cuantitativo que creó el primer mercado de CDO, haciendo coincidir los compradores y vendedores; los fundadores de Cornwall Capital, que iniciaron un fondo de cobertura en su garaje con 110 mil dólares y aumentó hasta llegar a los 120 millones cuando el mercado se desplomó; y el Dr. Michael Burry, un ex neurólogo que creó Scion Capital, pese a sufrir ceguera en un ojo y síndrome de Asperger. También destaca el papel de algunas personas involucradas en las mayores pérdidas originadas por la caída del mercado.
Otro intento de llegar al alma tras la genialidad El guionista Aaron Sorkin y el director Danny Boyle procuran reconstruir la personalidad de Steve Jobs. Es evidente que no resulta sencillo hacer una película sobre Steve Jobs. El magnate norteamericano del hardware y el cine de animación no fue, en sí mismo, una persona simple de encasillar. De allí que, independientemente de los actores y directores y su mejor o peor hacer, los guiones de las biopics que se han ensayado sobre su historia terminen fallando, por defecto o por exceso. La primera de esas falencias se le endilgó a Jobs, la cinta que en 2013 dirigió Joshua Michael Stern, sobre un libro de Matt Whiteley y con Ashton Kutcher en el rol principal. Si aquel relato hizo un sobrevuelo por la vida de Jobs, esta nueva versión, con Michael Fassbender en el protagónico, Aaron Sorkin en el libro y Danny Boyle en la dirección, quiere reconstruir la personalidad de este hombre amado u odiado por igual, pero admirado sin dudas por su visión sobre la informática y los negocios. Tres hitos en la carrera de Jobs enmarcan el relato que comienza en 1984 y concluye en 1998: la presentación del Macintosh, la del NeXT y la del iMac. Para esos tiempos, Jobs ya era el dueño de una fortuna provista por el éxito de Apple II, la herramienta que cofundó con Steve Wozniak, su compañero desde la infancia. La historia se construye a través de diálogos --en su mayoría ficticios-- con su exsocio (interpretado por Seth Rogen), su asistente Joanna Hoffman (Kate Winslet), ingenieros del equipo del Mac como Andy Hertzfeld (Michael Stuhlbarg); y el CEO de Apple, John Scully (Jeff Daniels), en el plano laboral; y en el personal, con Chrisann Brennan, y su hija Lisa, no reconocida hasta edad adulta. El mensaje final La irremediable indecisión Aaron Sorkin , guionista de La red social (2010), sobre los creadores de Facebook, vuelve a exponer en Steve Jobs su fascinación por el mundo de la informática cuando dispone de demasiados párrafos alusivos a detalles técnicos, innecesarios si lo que busca es la redención de Steve Jobs como persona, según se desprende de la importancia que le dio a sus vínculos con su hija Lisa y con el resto de su entorno, conforme pasaron los años. Jobs fue complejo y magnífico, de allí que el detalle resulta abrumador para el simple observador.
Borroneo y cuenta nueva “El despertar de la fuerza” recurre a elementos de la primera trilogía para volver a captar a un público amplio. La saga Star Wars comenzó a mediados de lo 70 con Una nueva esperanza, como un ensayo de George Lucas en el que pocos creyeron y que, de hecho, tuvo dificultades de financiación. Pero el público la adoptó, y el éxito de la película hizo que Lucas se involucrara en la financiación de las dos secuelas -El imperio contraataca (1980) y El retorno del Jedi (1983)- que completaron la denominada "trilogía original", protagonizada en lo medular por Mark Hamill, Harrison Ford y Carrie Fisher. Dada su influencia y la jerarquía "de culto" adquirida, una nueva etapa inició para Star Wars, con el advinimiento del nuevo siglo. La amenaza fantasma (1999), El ataque de los clones (2002 ) y La venganza de los Sith (2005), conformaron la precuela de la serie previa, con Liam Neeson, Ewan McGregor, Natalie Portman, Hayden Christensen, en el reparto. A pesar del éxito obtenido en las boleterías, desde el punto de vista argumental esta segunda serie parecía requerir un conocimiento previo del tema, o al menos así se vivió, dadas las hordas de fanáticos que llenaron los cines, munidos de íconos alegóricos y de preguntas acerca de los orígenes y destinos de tal o cual personaje, absolutamente desconocidos para el común de los cinéfilos. El despertar de la fuerza parece querer revertir cierta condición "elitista" adquirida por la franquicia, presentándose como secuela de la "trilogía original" y situándose temporalmente a treinta años de los sucesos narrados en El retorno del Jedi, dando sentido, por un lado, a la presencia de los ya mayores Harrison Ford, Carrie Fisher y Mark Hamill y a la aparición de nuevos personajes, sus sucesores en la trama. En esta historia, la galaxia está todavía en guerra, y mientras la Resistencia busca encontrar a Luke Skywalker, quien ha desaparecido hace tiempo pero es la esperanza para que la nueva República mantenga su fuerza, una siniestra organización, la Primera Orden, ha resurgido de las cenizas del Imperio Galáctico. En este escenario -que recurre tanto a la nostalgia y el homenaje como a la innovación- se definen los destinos de ese mundo futurista, tanto como el de la serie que, quizás, recupere a partir de ahora un público más amplio para sus salas.
Sr. y Sra. Pitt, el drama, diez años después El actor y la actriz, guionista y directora vuelven a unir sus trabajos en "Frente al mar". Vale verlos hacer. Diez años, seis hijos y un matrimonio más tarde, vuelven a confluir en la escena de Frente al mar, un drama elegante, escrito y dirigido por ella y estelarizado por ambos, que muestra su entendimiento en el set. "Espero que los espectadores sepan que si la historia tuviera algo que ver con nosotros, jamás podríamos haber hecho esta película. Si nos lleváramos (tan mal) como los protagonistas, no hubiéramos podido filmarla", aseguró Jolie. Desde ese enfoque, queda a la vista que esta pareja se complementa. No le sucede lo mismo a Roland y Vanessa, sus personajes. A mediados de la década de los 70, el escritor y la bailarina retirada se instalan una temporada en un hotel solitario en la costa francesa. Él baja temprano al paraje donde se apostan un bar, un almacén y puesto pesquero. Se embriaga hasta altas horas de la madrugada; conversa con el mozo, juega al ajedrez, observa y fuma, en busca de una inspiración hace tiempo perdida. Ella sólo sale en busca de comida y mengua su soledad a fuerza de cigarrillo y siestas en el balcón. La ausencia del otro --dolorosa pero aparentemente autoimpuesta-- es la regla. Hasta que una pareja de recién casados se instala en la habitación contigua, para traer a sus vidas imágenes felices y olvidadas, y otras que escarban sobre heridas todavía abiertas. Detallista, meticulosa, la historia atraviesa la primera hora de su metraje con una lentitud propia del cine europeo de los 60-70, un tempo que puede exasperar. Entonces comienza a desvelar, contrariar, romper estereotipos, confrontar morales y desnudar intenciones. Las pistas encuentran su sitio en el rompecabezas y deviene la explicación. Pitt y Jolie probaron hace una década que la química funcionó cuando de divertirse y divertir se trata. Pero poner en juego miserias, descarnar y lograr la empatía del público es otra cosa. Y vale verlos hacer, siempre y cuando se acepten los tiempos que se toman para ello.
Un Frankenstein de tono filosófico más que terrorífico El guión escrito por Max Landis y filmado por Paul McGuigan se centra en las preguntas de Mary Shelley. La moral científica, la creación y destrucción de vida y la audacia de la humanidad en su relación con Dios que la escritora inglesa Mary Shelley planteó en su novela gótica Frankenstein o el Moderno Prometeo (1817), se encuentran clara y absolutamente presentes en el relato de Victor Frankenstein, película anglo-americana dirigida por Paul McGuigan En este cuento que reconoce fidelidad a las preguntas de los originales de la autora --fueron varios corregidos entre 1816 y 1838--, se encuentra a un Victor Frankenstein (James McAvoy) estudiante de Medicina, hombre obsesionado con el poder de la electricidad para revivir cuerpos ya inertes. En sus furtivas recorridas por sitios de donde pueda extraer partes de animales para sus experimentos, Victor asiste a una función de circo donde descubre a un triste payaso sin nombre (Daniel Radcliffe, definitivamente alejado de su Harry Potter), un jorobado sometido casi a esclavitud, que demuestra sus conocimientos de Anatomía, una `mano de cirujano´ talentosa al salvar la vida de la acróbata Lorelei (Jessica Brown Findlay) que se desplomó en plena función. Fascinado, Victor decide rescatar al joven clown a costa de cierta confusión y muerte, y a convertirlo en su asistentes y proveyéndolo de una nueva vida e identidad, la de Igor Strauss, antiguo amigo desaparecido en circunstancias desconocidas. A diferencia de otras películas que han tomado al personaje de la criatura de Frankenstein para elaborar un relato de terror a partir del dilema "fe o razón", el guión de Max Landis enfoca en Victor Frankenstein para versar en el citado dilema y en los riesgos de las creencias fundamentalistas sobre la validez de uno u otro concepto. Para eso la narración se realiza desde la mirada de Igor, un ser casi inocente y despojado de todo prejuicio, que mediará entre la razón pura de su actual mentor y la religiosidad al borde del oscurantismo del inspector Turpin (Andrew Scott). Igor actuará como lo hacen las preguntas filosóficas y Lorelei obrará como una suerte de consciencia externa que le permite tomar distancia para hurgar en las motivaciones de un científico que juega a convertirse en el mismo Creador que niega. El tratamiento que hace McGuigan procura responder a las demandas de espectacularidad --por momentos excesiva-- , quizás con la lícita intención de captar la atención hacia la médula de la narración. Desconectado, se siente el subrayado inicial y final sobre el título del filme.