Ya antes de su estreno que esta película tuvo su buena dosis de polémica: desde el cambio de protagonista masculino (de Shia Labeouf a Harry Styles) hasta rumores de roces en el set entre la directora y la actriz principal (Olivia Wilde y Florence Pugh); el drama No te preocupes cariño, que llega a los cines el 22 de septiembre, tiene el atractivo de un culebrón tanto delante como detrás de cámara. El film dirigido por Olivia Wilde (Booksmart) se centra en Jack (Harry Styles) y Alice (Florence Pugh), una pareja que vive en una comunidad experimental utópica de los años 50 llamada Proyecto Victoria. Todos los días, mientras los hombres salen a trabajar, las mujeres se quedan en casa limpiando y criando a sus hijos. Típico. Pero cuando dos nuevos habitantes llegan al lugar, eventos extraños suceden que le mostrarán a Alice que no todo es lo que parece. En esta película sobresale el diseño de arte y producción. Todo lo relacionado a la década de los ’50 está minuciosamente recreado, incluyendo escenografía y vestuario. Imposible no zambullirse en el momento. Si de actuaciones se habla, es innegable admirar el talento de Florence Pugh, quien sostiene el peso de las dos horas de cinta en sus hombros. La naturalidad con la que trabaja y a los extremos a los que va emocionalmente, señalan que es uno de los mejores talentos de su generación. Tampoco hay que menospreciar a Harry Styles; aunque el cantante todavía no tiene ese extra -interpretativamente hablando- que lo lleva a ser “el” protagonista, posee las herramientas para sostenerse en su papel. Más allá de todo, una mención especial a Chris Pine como Frank, uno de los creadores del Proyecto Victoria, es necesaria. Es un actor que sabe lo que hace y se maneja con una calma envidiable, no se roba la película pero sí atrae la atención del espectador. Muy bueno que se juegue con este tipo de personajes. No te preocupes cariño es interesante y atrapante a la vez, con una vuelta de tuerca que puede dejar al espectador con más preguntas que respuestas concretas; y eso deja una sensación insatisfactoria. Pero sí hay algo que queda clarísimo, la sociedad perfecta con sus roles específicamente etiquetados no sirve ni funciona.
En literatura existe un tipo de estructura llamada “narración enmarcada” que está desde que la imprenta es imprenta: Las Mil y una Noches, El Decamerón (Bocaccio) y Los Cuentos de Canterbury (Geoffrey Chaucer) son varios de los grandes ejemplos a lo largo de la historia. Por otra parte, films como La Princesa Prometida (Rob Reiner, 1987) y La Crónica Francesa (Wes Anderson, 2021) demuestran el uso de este mismo formato en el lenguaje cinematográfico; tal como lo es Érase una vez un genio, dirigida por George Miller (Mad Max), que se estrena en cines la semana del 8 de septiembre. Alithea (Tilda Swinton) es una narratóloga -la narratología es el estudio de las formas narrativas- que está muy conforme con su vida. En un viaje de trabajo encuentra una pequeña vasija de vidrio de donde emerge un genio (Idris Elba), quien le promete concederle tres deseos para poder ser libre. Al ser erudita, ella sabe que todo este tipo de relatos terminan mal, por lo que no hará ninguno. El genio, ante esto, decide contarle su propia historia, tan fantástica como las que Alithea leyó durante su vida. Basada en los cuentos cortos de la novelista A. S. Byatt, la cinta se apoya sobre los hombros de los talentosos protagonistas que siempre tienen el condimento correcto para llevar adelante estos proyectos. Sin embargo, es dentro de los relatos secundarios donde el film parece brillar más, esto se debe a la dirección de fotografía a cargo de John Seale, quien ya trabajó con el realizador en Mad Max: Furia en el camino. Los colores toman mucha más vida que la sosa habitación de hotel, donde tanto Alithea como el genio pasan la mayoría del tiempo, lo que puede fatigar al espectador si no fuera por la química entre Swinton y Elba. En donde falla la narrativa, valga la redundancia de esta crítica, es en el final. Resulta un poco cansador notar que varios momentos simulan ser la conclusión cuando en realidad no lo son. Se pierde el enfoque de lo importante. Por último, es necesario destacar el mensaje que hay en el fondo de estas historias dentro de historias, donde el conformismo está fuera de moda y la imaginación marca tendencias.
Existen figuras históricas que fueron mencionadas tantas veces que puede llegar a ser cansador. Sin embargo, toda regla tiene su excepción, en este caso es Lady Di, el documental que llega exclusivamente a los cines de la cadena Cinépolis desde el jueves 1 de septiembre. El largometraje se centra en la vida de Diana Spencer, desde su compromiso con Carlos hasta su trágica muerte, armado completamente con material de archivo. El no utilizar testimonios actuales de terceros les saca a ellos el poder de opinión políticamente correcta para estos tiempos que corren; por ende, lo que resta son los juicios que se hacían en ese momento. Ni la prensa ni la gente resistirá ese archivo. Más allá de que la edición de la cinta es una opinión atemporal en sí misma por parte del realizador Ed Perkins, no deja que embarre la cancha, además de mostrar el uso y el poder de la prensa para tapar con los brillos -y los escándalos, que no son pocos- de la realeza problemas sociales mucho más importantes. Convengamos que las cosas no cambiaron demasiado en 25 años. El documental no pretende descubrir nada que ya no se haya mostrado antes y asume que el espectador sabe cómo termina la historia; la música ominosa ayuda a entrar en el clima de lo sucedido. Después de tantos años, Diana, la princesa de Gales, siempre es tópico de conversación en muchos lados, y quienes se sientan atraídos por la familia real inglesa y todas sus minucias, definitivamente disfrutarán de un documental como Lady Di.
Hay autores con un estilo tan propio que cuando irrumpe una novedad, es imposible no compararla; este es el caso de La Chica Salvaje, film basado en la novela de Delia Owens, que llega a los cines el próximo jueves 1 de septiembre. Situada a fines de los años 60 al sudeste de los Estados Unidos, la trama se centra en Kya Clark, una chica que creció sola en las marismas -terrenos bajos y pantanosos que inundan las aguas del mar-, en las afueras de la ciudad. No fue ni un día a la escuela y sobrevivía como podía, principalmente con la ayuda de una pareja que tenía un negocio en la zona. Un día es acusada de la muerte de un joven, y a lo largo del juicio tanto el jurado como los espectadores conocerán su vida. La película tiene muchos de, por no decir todos, los elementos de una de Nicholas Sparks (Diario de una Pasión, Un paseo para recordar y La Última Canción) -quien casualmente también es escritor-: sucede en el sur estadounidense, hay una muerte, hay flashbacks, hay cartas y hay un triángulo amoroso. Pero en este caso no llega a conmover igual que todas las ya mencionadas. No es culpa del elenco encabezado por la actriz de Normal People y Fresh, Daisy Edgar-Jones, o la actuación de David Strathairn -que no sobresale, pero en este caso se agradece-. Hay algo en la historia que no llama a quedarse las poco más de dos horas de cinta; y es extraño porque el libro en el que está basado es un éxito en ventas y es un best seller. Tuvo tanta notoriedad, que una de las productoras del film es nada menos que Reese Witherspoon con su compañía Hello Sunshine. ¿Estaremos ante otro caso de “el libro es mejor que la película”? Las fallas más notorias aparecen en el final. Sin spoilear, hay unos detalles técnicos que para una película de estas características, no deberían ni existir. En pocas palabras, La Chica Salvaje empieza con una premisa muy interesante que se va diluyendo con el tiempo. Ni la canción original de Taylor Swift logra que la historia conmueva. Sin embargo, sí consiguió que el libro genere interés.
“Bronca porque matan con descaro, pero nunca nada queda claro”, dice parte de la letra de La Marcha de la Bronca, de Pedro y Pablo. Bajo este manto de dudas e impunidad se suceden los hechos de Un Crimen Argentino, film que se estrena en cines el próximo 25 de agosto. 9 de diciembre de 1980, plena dictadura y un día después del asesinato de John Lennon, dos secretarios de juzgado de la ciudad de Rosario (Nicolás Francella y Matías Mayer) son enviados a investigar y resolver la desaparición de un empresario de la zona. Su mayor obstáculo será la policía que quiere hacer su trabajo bajo sus propios métodos represivos. Basada en hechos reales -y en el libro homónimo del periodista Reynaldo Sietecase-, el film tiene todos los elementos de un thriller bien armado y llevado de principio a fin. Al igual que El Secreto de sus Ojos, el marco de la última dictadura cívico militar le da una especie de clima que se podría llamar “noir argentino”: las infames palabras de Videla en una conferencia de prensa en 1979 al comienzo de la película, la presencia casi constante de autos Falcon color verde y personas con el poder de hacer lo que quisieran. Todo esto en paralelo con un hecho que se asemeja a esos procedimientos, pero al mismo tiempo, no tiene nada que ver. Un tira y afloje entre el poder de la justicia y el poder militar. La cinta de casi dos horas cuenta con un elenco de renombre, cuyo mayor peso recae en la dupla de Nicolás Francella y Matías Mayer, una pareja dispareja dramática con muy buenos matices y que saben complementarse uno al otro. Se resalta también la actuación de un excelente Darío Grandinetti, con un personaje que trajo muchos recuerdos de aquel interpretado por Mark Rylance en Puente de Espías (y que le valió un premio Oscar); trabaja muy bien esos mínimos detalles que logran generar una ambigüedad en el espectador. Por último, y no menos importante, completan el elenco las grandes labores de Malena Sánchez, Rita Cortese, Alberto Ajaka, Luis Luque y César Bordón. Ninguno se desperdicia y da gusto que así suceda. Más allá de algún que otro diálogo, que al parecer obligatoriamente tenía que decirse y causaba un poco de ruido al no sentirse natural, Un crimen argentino sirve y atrapa como película. Un gran ejemplo de la calidad actual de nuestro cine nacional.
La historia latinoamericana está llena de momentos horrendos que una gran cantidad de jóvenes desconoce y por eso existen documentales como Marquetalia -a estrenarse el próximo jueves 18 de agosto en el Cine Gaumont y más adelante en Cine.ar TV (Jueves 18 y Sábado 20 a las 20hs) y en la plataforma Cine.ar Play (una semana gratis a partir del viernes 19 de agosto)-, para seguir contextualizando sobre lo ocurrido mientras se toma en cuenta el presente de quienes vivieron esa época. La cinta es la intromisión explícita de una directora -Laura Linares- y su cámara en la intimidad de Elida Baldomir, ex presa política y guerrillera tupamara. Vive con su gata en un pequeño departamento en Montevideo y revisa su pasado -o lo que recuerda de él- y su repercusión en el presente con la lucidez de una persona que supo estar al frente de una columna militar integrada por hombres. Cada vez que Elida está en pantalla, la cámara se muestra intrusiva, hasta íntima con una predominancia de planos cortos, pero ella nunca la confronta. Hay una confianza previa entre ambas que deja que la película fluya y muestre lo que necesita. El centro de esta historia muestra a una mujer que estuvo en cautiverio -y fue torturada- en Uruguay durante quince años y que dejó a su hija con su padre por los riesgos que corría. Sacrificios y dolores de una lucha de la cual no se le veía otra salida más que con las armas. Además, a sus 76 años, con la posibilidad de ir a un geriátrico, enfrenta la opción de volver a un contexto al que ella considera una nueva carcel; “pero sin fuerza para pelear”, como menciona durante el film. Marquetalia no es un documental fácil de ver; sin embargo, logra mostrar verdades y realidades, no sólo de nuestra historia, sino de nosotros como seres humanos. Enfrentarse a eso cuesta, y bastante.
En estos últimos años no hay nada mejor que mirar nuestro presente mientras analizamos nuestro pasado, para así aprender de nuestros errores -cuan graves sean-, mejorar y lograr vivir en comunidad con todos los habitantes del suelo argentino. Este es uno de los objetivos de El Campo Luminoso, documental que desde el jueves 4 de agosto se verá en el Cultural San Martín. Las próximas fechas son: Jueves 4 y 25 de agosto a las 19:00hs; Sábado 6 y 27 de agosto a las 19:00hs; Viernes 12 de agosto a las 19:00hs; Domingo 14 de agosto a las 17:00hs; Sábado 20 de agosto a las 17:00hs; y Domingo 21 de agosto a las 19:00hs. Tomando como base la filmación realizada en 1920 de una expedición sueca, comandada por Emil Haeger, a la provincia de Formosa -donde reside el pueblo Pilagá- que tenía como objetivo instalar colonias y explotar recursos naturales, el film intenta llegar al lugar no solo para conocer al pueblo, sino también para mostrarles fotos e imágenes de aquel viaje y que el espectador se profundice en la historia y en los trágicos sucesos ocurridos. En lo que el realizador Cristian Pauls se destacó es en el respeto con el que fue contando la historia y relatando sus experiencias, muchas veces dejando que las imágenes hablen por sí solas, sin interponer su perspectiva con la de los pilagá. Esto logra una audiencia activa y que preste atención de principio a fin. Técnicamente, consigue unos climas impresionantes con la adición de algunos sonidos de ambiente en lo filmado en 1920; sale del silencio y con los relatos del diario de Haeger se llega a un estado de entera inmersión sensorial y así completar la película. Más allá de que la duración puede ser un poco larga, no significa que no sea una historia de interés. Al contrario, son momentos que como personas estamos obligadas a conocer. Es imprescindible saber sobre las masacres de Fortín Yuncá (1919), erróneamente atribuido al pueblo pilagá, y Rincón Bomba (1947), genocidio perpetrado por fuerzas pertenecientes a Gendarmería Nacional hacia los nativos. Nuestro pasado nos condena, pero además tiene el poder de enseñarnos a ser y convivir los unos con los otros.
Hace un par de semanas llegó El Hombre Gris a la plataforma de la N y pasó sin pena ni gloria, como sucede últimamente con las películas del género. Sin embargo, es muy probable que esto no suceda con Tren Bala, film que se estrena en cines la semana del 4 de agosto. Ladybug (Brad Pitt) no tiene mucha suerte cuando se trata de ser un asesino a sueldo, por lo que espera que esta última misión sea algo más pacífica. El destino le empieza a jugar en contra cuando varios de sus colegas se suben al mismo tren en Tokio, cada uno con su propio objetivo en mente. Mejor hubiera sido quedarse en su casa. ¡Que alguien le diga a los hermanos Russo que esto es lo que se espera de una película de acción! Tiene peleas muy bien filmadas -sin necesidad de humo en el medio-, tiene vueltas de tuerca inesperadas y situaciones que, aunque bordean lo bizarro, sacan más que una carcajada. Cabe aclarar que el realizador es nada menos que David Leitch, director de Deadpool 2 (2018), Atómica (2017) y John Wick (2014), por lo que se sabía que iba a ir por ese lado. Tiene un elenco numeroso y talentoso, empezando por un muy divertido Brad Pitt, y siguiendo por la dupla Aaron Taylor-Johnson y Brian Tyree Henry -los más graciosos del film, sin duda-. Es imprescindible destacar el talento de Hiroyuki Sanada (El último Samurai, Mortal Kombat), quien siempre da la nota cada vez que está en pantalla. También hay varias apariciones tan especiales que caen en la categoría de spoiler, pero que sorprenderán a más de una persona. Cada uno tiene sus 15 segundos de fama, y vale la pena. Otro detallecito hermoso es la música, utilizada en los momentos correctos logrando los efectos deseados. De principio a fin, sin palabras. La verdad que hay que dejarse llevar. No rompe las reglas del género, y quizás no la recordemos más allá de una semana, pero al menos es una bocanada de aire fresco después de lo hecho por los Russo.
El efecto mariposa explica claramente que el aleteo de este insecto puede generar un tornado en el extremo opuesto del mundo. No hay mejor forma de explicar la base del argumento de Lunáticos, film que se estrena en cines el próximo 4 de agosto. El detonante del caos que hace a la película es un tuit que el presidente cuarenta y pico (sic) de los Estados Unidos, Adolf Hinder, hace a la madrugada -cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, o no-, el cual explica que suspende el comercio con China, desatando así consecuencias financieras globales que afectan en particular a los protagonistas latinoamericanos del film -Daniel Hendler, Verónica Llinás, Luis Ziembrowski y Gerardo Chendo están entre las caras más conocidas-. Tres historias paralelas se desatan a lo largo de la cinta, una más lunática que la otra y es la comedia negra el centro que las amalgama. Además, el realizador Martín Salinas mezcla pequeños elementos ya vistos en otras películas nacionales y las amolda como mejor le parece, armando así un producto original con gusto a República Argentina, más allá de contar con actores de toda la región. Se podría hasta agregar un componente psicológico en toda la situación, en el sentido de cómo, ante la crisis, el enojo y el estado de furia e ira, el ser humano deja de ser racional y es ahí donde los problemas mayores tienden a convertirse en catastróficos. Deja mucho para reflexionar. En el poster de Lunáticos se lee una frase: “Para reírse cuando habría que llorar”. En este caso nunca tan cierto, y más en la incertidumbre que vivimos actualmente. La realidad nunca se sintió tan cerca de la ficción.
Si se combinan varios temas relevantes en la actualidad con respecto al ser mujer, el talento de una actriz como Emma Thompson y su química con Daryl McCormack, el resultado es Buena Suerte, Leo Grande, film a estrenarse la semana del 4 de agosto. El argumento se centra en un cuarto de hotel en Inglaterra, donde Nancy (Emma Thompson), una viuda de 55 años contrata los servicios de Leo Grande (Daryl McCormack), un trabajador sexual. Desde ahí, se formará un vínculo que los llevará a ambos en un camino de autodescubrimiento, en el que hablarán sobre temas importantes y varias veces considerados tabú en nuestra sociedad Es imposible imaginar a otra actriz en ese papel más que Emma; mezclando timidez con duda y decisión, logran hacer de su Nancy un personaje con quien la audiencia se identificará, ya que sus argumentos y cuestionamientos propios tranquilamente pueden ser los nuestros -varias veces lo son-. Daryl McCormack no es un actor conocido -quizás lo vieron en las últimas temporadas de Peaky Blinders-, pero tiene un talento que dará que hablar. La franqueza y la honestidad con la que su personaje interactúa con el de Thompson logra una simbiosis entre ambos que es un lujo de ver en pantalla. Sí, es cierto que por momentos está la sensación de estar viendo una obra de teatro -se usan pocos escenarios y tiene mucho diálogo-, y hay personas que no les gusta ese estilo. Sin embargo, esa sensación ayuda a que se llegue a la intimidad específica que requiere la pieza. No necesita mucho más. Buena Suerte, Leo Grande quizás no esté hecha para todo el mundo, pero quienes estén dispuestos a verla, no la van a pasar nada mal. La combinación de todo lo explicado anteriormente hace que la película funcione y llegue al corazón.