La actriz, guionista y productora Kay Cannon dirige, en su primer largometraje, a un elenco de adolescentes y adultos, hijos y padres, al borde de un ataque de nervios. ¿El motivo? La fiesta de graduación (prom night), que marca el fin de la secundaria, y a la que las chicas acuden con un plan secreto: perder la virginidad. Claro que, chats abiertos mediante, y desglosando el lenguaje teen de los emoticones, el grupo de padres deduce que una berenjena es un pene y una banana pelada una invitación a sacarse la ropa. Escandalizados en varias escenas de griterío y gags exagerados, deciden unirse, aunque son exparejas y viejos conocidos que se detestan, para impedir que las chicas -una rubia, una hindú, una gay- tengan sexo. En la línea de comedias guarras de estudiantina, pero con adultos diciendo groserías, la película es un largo encalle en los tópicos más gastados imaginables, minada de chistes de mal gusto pero sobre todo ineficaces, que se esfuerzan por divertir pero apenas llegan a provocar una sonrisa. Y con un grupo de personajes, esos padres retrógrados y temerosos, ridiculizados hasta el cansancio. La primera vez puede causar gracia, pero la décima llega un poco cansada.
Después de La Teoría del todo, sobre Stephen Hawking, el director James Marsh se mete con esta historia del hombre que compite en una difícil carrera de navegación. Pero el viaje extraordinario es a la vez la aventura de la soledad en el agua como el paulatino deterioro mental de su protagonista, interpretado por Colin Firth.
La violencia en Colombia está en el centro de este film sobre la estudiante que quiere vengar la muerte a balazos de su padre, en Medellín. Denuncia e historia personal que se complejiza, metiéndose en la relación entre asesino y víctima, como parte de una trama social marcada por la sangre.
Otra película israelí con personajes atravesados por la violencia. Un padre de familia que ha dejado el ejército e intenta convertirse en comerciante, una hija adolescente cercana a la causa palestina, una madre maestra que se entrega a su deseo prohibido. Tensiones que se cruzan a partir de una muerte inesperada. Atrapante y algo arbitrario, nuevo ejemplo del cine que viene de esa zona caliente.
Después de la muy buena Los Dueños, el cine tucumano vuelve a sorprender con su brío, en este film de Agustín Toscano. La historia es tan simple como compleja: un motoquero roba el bolso a una señora que sale de un cajero, la señora es arrastrada por el suelo y termina en el hospital, con amnesia. Él es Miguel, que movido por la culpa, se hará pasar por su sobrino para ayudarla. Un relato moral, de los que crecen con el correr de los minutos, sobre víctimas que son también victimarios, ni buenos ni malos. Con el lenguaje del cine, y la suma de la música de Maxi Prietto, El motoarrebatador le pone nombres, historias personales, rostros y gestos a la inseguridad nuestra de cada día, en un lugar castigado por la falta de oportunidades.
Carlos Sorín vuelve a filmar en el duro invierno del sur, en Tierra del Fuego, esta historia intimista de una pareja que adopta un chico de ocho años, y debe enfrentar las dificultades de adaptarse. Primero, los unos a los otros, pero luego también a un sistema -la escuela- poco preparada para incorporar al diferente. Una mirada humana, y sensible, que no siempre acierta con el tono y no logra despegarse de sus intenciones. Pero que redondea, en conjunto, un film valioso que invita a pensar en el tema de la adopción tardía, frente a tantos niños y niñas que ya no son bebés y esperan una familia.
La derivación femenina de la saga de estafadores tiene todo para atraer: un elenco de súper estrellas divinas, un vistoso diseño de producción (y moda, y makeup), la exclusiva gala del Met como contexto y música divertida. Es lástima que semejante combo, aún en una deliberada apuesta por la liviandad, no salga de lo inocuo ni consiga despegar de una chatura que anula cualquier brillo de comedia, excepto por algunos momentos gentileza de algunos intérpretes -James Corden, Anne Hathaway-. Simpática y desperdiciada.
No te dejes engañar por el título local, que remite a una más de una saga gastada. Hereditary, tal su nombre original, es lo opuesto: una de terror que se toma su tiempo para contar la caída de una familia, golpeada por la desgracia, para luego llevar la historia hacia otros registros, quizá algo caprichosos pero no menos creíbles y eficaces. El asunto arranca con un entierro, el de la madre de la protagonista, que comparte duelo con su marido, cariñoso pero distante -el gran Gabriel Byrne- su hijo adolescente y su hija menor, la de la foto, de raro aspecto y más rara conducta. La señora cultiva con enorme talento un arte particular, el de hacer maquetas plagadas de detalles en miniatura. Con una deslumbrante puesta en escena y muchas ideas, tanto en lo formal como en lo argumental, tremendas actuaciones de su elenco, con Toni Colette a la cabeza. Creativa, contundente y recontra terrorífica.
Tres adultos desamparados, con historias tremendas de las que escaparon hacia la calle, sobreviviendo a la intemperie o en hogares de tránsito. Son los tres protagonistas de este documental -Rodolfo, Andrés y Emanuel- que recoge sus testimonios y, sin mayores ambiciones ni necesidad de añadidos, conmueve.
Un fotógrafo de guerra vuelve a casa con el cadáver de su amigo, una sordera provocada por la explosión cercana y fuerte estrés postraumático: sumido en la tristeza. Con su mujer preocupada, incapaz de conectar con él para ayudarlo, el hombre atraviesa una especie de ataque de pánico, recluido en su casa. Hasta que recibe una extraña invitación de las altas esferas de la Iglesia para un encargo: investigar la veracidad de un posible caso de aparición, el de una adolescente que asegura se le presentó la Virgen María. ¿Porqué los curas consideran que un corresponsal de guerra puede servir para la tarea?, ¿cuánto se puede llegar a la verdad de una afirmación que despierta la fe milagrera de miles de fieles, que tratan a la muchacha como a una santa? Con su muy buen actor protagonista, Vincent Lindon, Xavier Giannoli (Marguerite), ofrece un film atrapante, en el que esas preguntas, y otras, se mantienen vibrando mientras la inquisición avanza. A pesar de cierto quietismo, en el ritmo narrativo, que parece revelarse como duda e indecisión de la propia película acerca de hasta dónde cuestionar las intrigas de la iglesia o no. En esa indecisión, la intriga inicial pierde potencia.