Fin de semana exhibe un relato sobre un re-encuentro familiar forzado a partir de un duelo. Carla (María Ucedo) regresa a Córdoba luego de muchos años para reencontrarse con la joven Martina (Sofía Lanaro) y acompañarla en los tiempos difíciles. Sin embargo, ésta última deja bien en claro que esa ausencia marcó algo y que la distancia entre ellas es inevitable. A la vez, Martina mantiene una relación secreta un tanto agresiva con un antiguo vecino, cuasi pariente. Carla no sabe como acercarse a ella, pero al descubrir esto, rápidamente intenta frenar la relación. La película de Moroco Coleman no aclara demasiadas cuestiones. En ningún momento se explicita cuál es la relación entre las dos mujeres, pero intuímos que se trata de una madre, que a partir de una separación, se alejó de su hija y de su cuidad y se dirigió a Buenos Aires. En el presente la confrontación es difícil y compleja, ya que Carla nota que Martina ha avanzado -aunque no como a ella le hubiera gustado- en su vida y maduración, y que realmente no la necesita. Anoticiada de esto, se escapa a una fiesta a la que toma como forma de canalizar sus angustias y frustraciones. Mediante un excelente trabajo en fotografía -con participación del gran Fernando Lockett, junto a otros DF-, Fin de Semana plasma a la perfección esa sensación de incertidumbre en torno a un duelo pero también en torno al crecimiento y a esa aparente necesidad de un plan o proyecto de vida.
El faro de las orcas, film dirigido por Gerardo Olivares, está basado en una historia real ocurrida en la Península de Valdés, que luego sería registrada en el libro “Agustín Corazón Abierto”. En primer lugar el film nos presenta a Beto (Joaquín Furriel), un solitario guardafauna que vive junto al faro, y que pasa sus días en compañía de las bellas orcas, a quienes considera su familia. Un día mientras Beto intenta auxiliar a un lobo marino conoce a Lola (Marivel Verdú), una mujer española que ha llegado hasta ese inhóspito pero calmo lugar, junto a su hijo Tristán (Quinchu Rapalini). Lola le explica a Beto que su hijo tiene un trastorno del espectro autista y que debido a eso, ella ha visitado a muchos especialistas y han abordado diversas terapias, pero nada funciona. Sin embargo, estando en Madrid, luego de ver documental de National Geographic sobre el trabajo que el guardafuanas realizaba con las orcas, Tristán mostró signos de felicidad y emoción, algo poco usual en niños con este padecimiento, por lo que Lola halló una pequeña esperanza para su hijo y su mejoría en ese lejano lugar. Beto al principio se resiste, pero luego observa como la percepción del niño cambia en relación a las orcas, por lo que poco a poco no sólo decide ayudarlo a acercarse a las orcas -alqo que esta prohibido y por lo que Beto arriesga su trabajo-, sino que comienza a brindar herramientas para que Tristán -que mantiene una relación de apego cuasi patológico con Lola- pueda manejarse solo. En el medio está la madre, quien entre desbordada y desesperada, protege a capa y espada a su hijo y con esa protección, con esa acción de tomarlo como un-objeto-a-proteger más que a un sujeto al que acompañar, inconscientemente frustra muchos de los posibles progresos del niño. De esta forma, El faro de las orcas retrata muy bien no sólo el padecimiento que Tristán atraviesa, sino también el miedo de esa madre, miedo a volver a confiar, miedo al cambio y miedo a las críticas que recaen sobre ella por su sobreprotección desmedida. En ese sentido, Beto viene a funcionar como una cuña que permite que ambos se separen, en pos de comenzar a trabajar la autonomía y confianza del niño, y correrlo de ese lugar de niño frágil o débil en el que la madre lo ha puesto. Desde los aspectos visuales y técnicos, la película resulta impactante y emocionante, ya que permite reflexionar y valorar a la naturaleza en su máxima expresión, rozando así el género documental. Sin embargo, el relato recae cuando se aborda -previsiblemente- una historia de amor entre Beto y Lola, cargada no sólo de lugares comunes, sino de diálogos torpes plagados de sentimentalismo. El faro de las orcas resulta una película bella y emotiva, que narra mucho más que la relación de Tristán con las orcas, ya que muestra como cada uno de los personajes aborda su propio proceso de mejoría, frente a resistencias pasadas. El mensaje final es claro, mientras sea por la vía del amor, hasta lo imposible puede ser un poco más posible.
Sin lugar para los débiles El Otro Hermano, marca el regreso a la gran pantalla de Israel Adrián Caetano, cuya último trabajo como realizador había sido con el film Mala, allá por el 2013. Aquí, Caetano nos introduce en Lapachito, un pequeño y olvidado pueblo de Chaco al que el joven Cetarti (Daniel Hendler) llega, con motivo del fallecimiento -asesinato- de su madre y su hermano. Si bien se trata de un momento duro, este personaje no ha tenido relación por muchísimos años con ninguna de las víctimas, por lo que a priori, pareciera no verse emocionalmente afectado. Al llegar al pueblo Cetarti conoce a Duarte (encarnado magistralmente por Leonardo Sbaraglia), un ex militar, suerte de amigo del también fallecido marido de su madre. Duarte rápidamente explica al joven que puede ayudarlo a cobrar un seguro de vida de su madre, además de alguna pensión, por lo que establecen un acuerdo, donde el segundo deberá, a modo de agradecimiento, participar de situaciones ilegales, por el sólo afán de cobrar el dinero -que necesita para poder continuar viaje a Brasil-. A partir de ese momento, luego de aceptar las condiciones de los negociados turbios que Duarte maneja, Cetarti comienza a conocer a distintos habitantes, que al igual que él, poco a poco han quedado atrapados en esta pesadilla del pueblo podrido, del lugar sin ley y han quedado a merced de esa supuesta figura de autoridad que Duarte encarna. Una cuestión interesante en El Otro Hermano es que todos los personajes ocultan algo y todos, a partir de sus historias no dichas, tratan de escapar de algo, buscan algo que los libere de tanta monstruosidad, que en algún punto ya es moneda corriente. Con El Otro Hermano, Caetano retrata, en clave de policial negro, un mundo sórdido dentro de ese pueblo fantasma, a la vez que presenta a una serie de personajes sin rumbo, que de una forma u otra terminan siendo secuaces del detestable Duarte. Además, el film va aumentando su intensidad, mientras nos invita a pensar cuán cruel, manipuladora o ambiciosa puede llegar a ser una persona.
Firmeza y perseverancia The Founder, que en la traducción local recibió el título Hambre de Poder, presenta la historia de Ray Kroc, un muy ambicioso y persistente vendedor, interpretado magistralmente por Michael Keaton. Kroc es un hombre de mediana edad que constantemente busca hacer negocios en el rubro de ventas, sin embargo, esos negocios le causan más dolores de cabeza que prosperidad, y él, aún sigue buscando su golpe de suerte. Un buen día, Kroc -que en ese momento se halla vendiendo máquinas para hacer malteadas y batidos- recibe un curioso pedido desde el sur de California. Dick y Mac McDonald le ordenan varias de estas máquinas, y él, acostumbrado al fracaso, duda del pedido por lo que decide dirigirse a San Bernardino, el lugar en cuestión, para ver de que se trata el negocio que los hermanos manejan. Al llegar allí, Ray rápidamente se asombra al ver gran clientela haciendo fila en el pequeño puesto de McDonald’s, por lo que decide probar las -aún no famosas- hamburguesas. No sólo queda fascinado por el sabor, sino por la velocidad en la entrega del pedido, por esos mínimos 30 segundos de distancia entre compra y recepción de su almuerzo, por lo que luego los hermanos McDonald, con todas sus buenas intenciones, lo invitan a conocer el interior del local, y le explican el sistema de producción que manejan. Kroc ve en este negocio algo único y si bien no sabe cómo, quiere y debe ser parte de él. Poco a poco convence a los dueños y comienzan a generar franquicias, aclarando que Dick y Mac se ocuparán sólo de su local, pero supervisarán la calidad de alimentos, el tiempo de cocción y el menú de cada franquicia; mientras que Ray se encarga de conseguir financistas para su más ambicioso proyecto. De esta forma, Hambre de poder se presenta como un simple racconto del crecimiento de una empresa y su cambio hasta transformarse en un imperio multimillonario. Pero si vamos más allá, la segunda mitad de la película da un giro y muestra sobre todo el cambio de posición de Ray Kroc, quien inicialmente se presentaba como un insistente pero conciliador socio, hasta que paulatinamente, va virando y se transforma en un ser sin escrúpulos. John Lee Hancock construye un relato sólido y atrapante, por un lado sobre el nacimento de una de las empresas más rentables y famosas del mundo, y por otro, sobre el éxito basado en la insistencia de Kroc, con todo lo bueno y lo malo que eso trae consigo. En cuanto a las actuaciones, Michael Keaton realiza una de las mejores performances de su vida, y está correctamente acompañado por Laura Dern y Linda Cardellini. El mensaje final de Hambre de Poder es bastante desalentador, pero no por eso menos realista: perservera y triunfarás, sin importar cuantos sueños o personas haya que arrastrar. Así Hancock se corre de la historia de los Arcos Dorados, para de alguna forma hacer una crítica a la sociedad de consumo y al sistema capitalista que la genera y que día a día aumenta.
Ojos bien abiertos Luego de mucha expectativa, llega a los cines argentinos La Bella y la Bestia, nueva adaptación cinematográfica -esta vez en version live action- del tradicional cuento francés, que Disney adaptara en versión animada allá por 1991. La trama es bastante conocida, pero recordemos algunos detalles. En un imponente castillo, un principe francés celebra un baile, allí una mendiga aparece y ofrece una rosa a cambio de refugio, pero ante la negativa del príncipe, ella se devela como hechicera y lo convierte en una Bestia (Dan Stevens). Dicha maldición afecta también a los sirvientes reales, que son transformados en objetos (reloj, tetera, candelabro, etc). Antes de irse, la hechicera maldice la rosa, y le aclara a la Bestia que el hechizo sólo podrá romperse en el momento que él pueda amar a alguien, y que alguien lo ame, sin tener en cuenta su apariencia, antes que el último pétalo de rosa caiga y se seque. Algunos de los aliados de Bella dentro del castillo: Din Don (Ian McKellen), la tetera Mrs. Potts (Emma Thompson), Lumiere(Ewan McGregor) y Plumette (Gugu Mbatha-Raw). Pasa el tiempo, y ahora el film nos sitúa en Villeneuve, una pequeña aldea, donde todos los habitantes se conocen y donde todo es bastante rutinario. Allí se encuentra Bella (Emma Watson), una bella y brillante joven que ama leer y anhela conocer otras cuidades y tener nuevas aventuras. Bella vive junto a su padre Maurice (Kevin Kline), un relojero, hacedor de cajas musicales que se prepara para salir de viaje a vender sus creaciones. Una noche, mientras Maurice está cabalgando es acorralado por lobos, para huir acude al castillo, pero al intentar arrancar una rosa de su planta, la feroz Bestia aparece y lo toma prisionero. Bella es anoticiada de esto, y acude al rescate de padre, decidiendo tomar su lugar como prisionera de la Bestia, mientras los simpáticos sirvientes, ansían que ella sea la mujer, que finalmente rompa el hechizo. Esta nueva versión de La Bella y la Bestia resulta no sólo conmovedora y atrapante, sino también visualmente impactante. Además, mantiene el espíritu de la versión de 1991, pero añade elementos y características que aportan frescura y acercan la historia aún más a nuestros tiempos. Algunos ejemplos son, la ultra mencionada -y para algunos controvertida- inclusión de un personaje gay como Le fou (Josh Gad), el secuaz de Gastón (Luke Evans), o bien la postura cercana al feminismo de la joven Bella; quien ama la lectura, y busca tanto su progreso como el de los demás aldeanos, y lo concibe más allá del matrimonio o de la idea de dependencia de un hombre. Por otro lado, si bien el film apunta al romanticismo, también tiene muchos momentos de comedia, además de la inclusión musical -se mantienen las mismas canciones que en 1991, pero se agregan tres nuevas composiciones- y todo esto se combina de manera armoniosa y narrativamente correcta. En cuanto a las interpretaciones, claramente Emma Watson es quien más se luce, aportándole a Bella no sólo una imagen enérgica y sensible, sino también divertida y compasiva. En resto del elenco es simplemente brillante, destacándose Luke Evans en su rol de villano narcisista; y teniendo como único punto flojo, la performance de Dan Stevens como Príncipe/Bestia, quien lleva su rol de forma correcta pero cuasi insulsa. En síntesis, La Bella y la Bestia resulta una excelente producción tanto desde lo técnico y visual, como desde lo narrativo, por lo que genera el disfrute y entretenimientro tanto en niños como en adultos, a la vez que nos invita a pensar y reflexionar acerca de la diversidad.
¿Quién, en su adolescencia, no soñó con tener o pertenecer a una banda? Casi Leyendas, el nuevo film de Gabriel Nesci (Días de Vinilo, Todos Contra Juan), tiene mucho que ver con ese sueño de juventud. Axel (Santiago Segura) es un español con -serios- problemas de interacción social, pero muy perseverante y tenaz. Dichas características lo impulsan a regresar a Buenos Aires para reencontrarse con Lucas (Diego Torres) y Javier (Diego Peretti), sus antiguos compañeros. El deseo del español es claro: volver a formar Auto Reverse, la banda que solían tener -y que se disolvió por incovenientes personales de Axel- y presentarse en un concurso musical organizado por una FM. Pero el reencuentro no se da de la mejor manera ya que tanto Javier como Lucas, atraviesan momentos díficiles. El primero es un profesor de biología que recientemente quedó viudo y que junto a su hijo, intenta -sin demasiados éxitos- retomar su vida. El segundo es un abogado arrogante y bastante chanta, que repentinamente pierde su trabajo. A priori ambos se muestran reticentes ante el pedido de Axel, pero finalmente aceptan el desafío de retomar el proyecto. En el proceso de preparación se cruzan con antiguas seguidoras, con la banda que detestan y por sobre todas las cosas, revelan el verdadero motivo por el cual hace 25 años, su recital quedó trunco. Nesci construye un relato que oscila entre lo cómico y lo melancólico dentro de un universo musical y personal plagado de referencias de rock – la mayoría bastante obvias e insulsas-, mientras nos introduce en el verdadero relato dentro del film; el de los sueños frustrados, la ausencia de gloria y sobre todo, la nostalgia por lo que no pudo ser. Además cuenta con un guión bien desarrollado desde lo narrativo, aunque con demasiados clichés y chistes obvios pasados de moda sobre lo que el rock, o los músicos de rock deberían ser, cayendo así, una y otra vez en lugares comunes. En cuanto a las actuaciones, si bien Casi Leyendas tiene un buen elenco general, sólo se destacan las interpretaciones de Santiago Segura -la gran estrella y motor cómico de la película- y en menor medida, la de Diego Peretti, de Diego Torres mejor no hablar… Más allá de eso, Casi Leyendas, presentada como comedia dramática cumple su cometido de entretener y hacer reír, además de brindar una mirada nostálgica al pasado, a la adolescencia y fortalecer la idea de que no hay edad para cumplir sueños, mientras estos se deseen verdaderamente.
Fama agridulce Monsieur Chocolat, film dirigido por Roschdy Zem, además de ser un relato sobre la discriminación dentro del mundo del espectáculo, es una biopic sobre Rafael Padilla (aquí interpretado por el genial Omar Sy), payaso de ascendencia afro-cubana que actúo en circos de París a principios del siglo XX. Tal como el relato cinematográfico exhibe, Padilla -cuyo nombre artístico fuera Chocolat- realizó actuaciones de pantomima, y luego conoció a quien sería su socio por veinte años, el payaso George Foottit (James Thierrée) junto al que estableció el modelo cómico del dúo de payasos, uno sofisticado y uno más bien tonto o grotesco. En el film se relata como, a partir del éxito del circo como espectáculo, el artista circense Foottit debe buscar algo innovador para su acto cómico, para así mantener la atención del público. A partir de eso, al conocer a Chocolat, que hasta ese momento realiza un acto en solitario, con la sola compañía de un mono, Foottit le propone una sociedad. Sin embargo, no todo fue genial, ya que Chocolat, en su camino a la fama, resultó víctima de racismo y discriminación, además de padecer innumerables humillaciones tanto sobre como fuera del escenario – cabe recordarse que en uno de sus sketchs, Chocolat era golpeado y burlado por Foottit, para regocijo de las más privilegiadas clases que observaban el espectáculo-. Por otro lado, Monsieur Chocolat, además de mostrar el ascenso del payaso, exhibe el recorrido y transformación de esclavo a artista en el marco de la Belle Epoque, y de las tentaciones que este cambio trajo consigo, tales como alcohol, drogas y apuestas. En cuanto a los aspectos técnicos, el film es visualmente impactante ya que su puesta en escena y dirección de arte es magnífica. La dupla cómica protagónica (Sy-Thierrée) funciona a la perfección, generando empatía y credibilidad para con el espectador. El único aspecto negativo de este film, recae en el reiterativo guión, que apunta a la bajada de línea constante, en relación a la segregación y racismo, tanto en el circo, como en la sociedad en general y Francia en particular. En síntesis, Monsieur Chocolat resulta una historia, que con recursos de la comedia, brinda un relato melancólico y altamente emotivo que invita a reflexionar sobre el racismo en el mundo de la fama y el espectáculo, dentro de una sociedad desbordada de cinismo.
La chica sin nombre, nuevo film de los belgas Luc y Jean-Pierre Dardenne, nos presenta a Jenny (Adèle Haenel) una joven médica que trabaja en un centro de atención primaria, pero está en crisis con su profesión, por lo que planea un cambio laboral. Un día, ya pasado el horario de atención habitual, una joven toca el timbre de su consultorio; rápidamente ella decide no atender, debido a la hora. Luego se entera que esa misma joven africana a la que negó su atención, fue hallada muerta cerca del río. A partir de ese momento, Jenny, movida por la culpa que siente, y por preguntarse que podría haber pasado con esta chica sin nombre si ella la hubiera recibido, se obsesiona por conocer la verdad y la identidad de la joven. Cual detective privada, la médica comienza su propia investigación paralela, que la lleva a poner en peligro su propia vida y a ganarse varios enemigos en el camino -quienes llevan el caso le aclaran en varias oportunidades que éste no es su caso, que ella no es responsable, y que evite seguir avanzando con la búsqueda-. El camino a la verdad, y su trabajo médico volcado a lo comunitario, sirven para que Jenny lave sus culpas, mientras el film de los Dardenne invita a reflexionar sobre la salud pública, la inmigración, y aquellos marginados del sistema, que casi siempre olvidamos, o que elegimos invisibilizar al ni siquiera nombrarlos. La chica sin nombre no es el más brillante trabajo de los Dardenne, y su guión tampoco se destaca, pero la excelente labor actoral de Adèle Haenel, y el uso de cámara en mano y planos cercanos, dotan al film de mayor intensidad y naturalidad, generando una sensación de cercanía a la protagnista, pudiendo sentir su agobio y su angustia.
Un amor fragmentado El viajante (The Salesman), nuevo film de Asghar Fardahi (La Separación, El Pasado) nos presenta a Emad (Taraneh Alidoosti) y Rana (Shahab Hosseini), una joven pareja que debe abandonar el departamento que habitan, ya que éste corre peligro de derrumbe, por las condiciones de sus cimientos. Emad es profesor, y Rana es ama de casa; sin embargo, por las noches ambos comparten la pasión teatral, mientras ensayan La Muerte de un Viajante, obra de Arthur Miller. En en su grupo de teatro donde hallan una solución a su problema habitacional ya que un colega les ofrece mudarse a uno de sus departamentos. Al mudarse, consideran al nuevo hogar como el lugar posible donde ampliar su familia, pero la ilusión cae rápidamente al informarse sobre la persona que solía vivir allí; una supuesta prostituta. Más allá de esto, continúan en el lugar. Una noche, Rana espera a su marido para cenar, deja su puerta abierta y es atacada mientras se está duchando. A partir de esta situación traumática, Emad dedica su tiempo a buscar al culpable, y a tratar de entender qué originó tal ataque, conectándolo con la inquilina anterior. De esta forma, El Viajante vira desde un género dramático hacia un estilo más bien de suspenso, mientras el film avanza en la investigación que Emad, movido por su sed de venganza desmedida, lleva adelante. Su intención es proteger a Rana, de quien paradójicamente, se distancia cada vez más ya que él no logra entender lo que ella está pasando, y ella mucho no dice, pero se niega a hacer la denuncia, por la angustia que le genera revivir el hecho en cuestión. Así, Fardahi exhibe a una pareja conflictuada previamente y no a partir del ataque a Rana, situación con la que sólo salen a la luz viejas diferencias maritales. Dichas diferencias hallan lugar de escape arriba del escenario, único ámbito en el que ambos se permiten exteriorizar su malestar. El Viajante es una cautivadora producción que, plagada de tensos silencios, y acompañada por las excelentes actuaciones de Alidoosti y Hosseini, propone una interesante reflexión sobre el amor, así como del bien y el mal, y la diferencia entre ética y moral en los tiempos contemporáneos en general, y dentro de la comunidad islámica, y el rol de la mujer, en particular.
El clásico camino de los sueños La La Land, el nuevo film de Damien Chazelle (Whiplash), nuevamente nos introduce en el universo musical, en este caso a través del amor por jazz, y de la nostalgia por su época dorada allá por los años 50s, además de sus constantes homenajes al cine de aquel momento y a Hollywood. El film, que se divide en fragmentos acorde a las estaciones del año, inicia con una secuencia musical que transcurre en pleno embotellamiento en una autopista de Los Ángeles, que si bien resulta visual y musicalmente maravillosa, a algunos de los que no somos tan fans del género musical, probablemente no nos genere demasiada emoción. Ya en esos primeros momentos, Chazelle nos dice algo acerca de lo que se viene. Si la película tiene lugar en Los Ángeles, probablemente tenga que ver con actuación, con el anhelo de fama, con el mundo del espectáculo y con los sueños alrededor de todos los personajes que éste universo involucre. Inmediatamente después, el film nos presenta a Mia (la siempre genial Emma Stone), una barista que trabaja en un café dentro de los estudios Warner, pero que realmente llegó a L.A con el fin de desarrollarse como actriz, sueño que persigue, más o menos, hace seis años. A partir de una serie de encuentros fortuitos, Mia conoce a Sebastian (Ryan Gosling), un joven amante del jazz con el alma destrozada porque su templo musical favorito ha devenido en un club de samba (y tapas), que además no consigue trabajo y que para subsistir debe tocar villancicos en restaurantes de la zona. Lo que sigue es, y sin dar muchos más detalles, la típica historia de “chica conoce a chico”, con el plus de situarse en la cuidad de la fama, adonde todos van a perseguir sus sueños, y en búsqueda del éxito. Así, además de amor y atracción, nuestros protagonistas también compartan cierta desilusión con respecto al desarrollo de sus carreras. [Spoiler Alert] Si bien La La Land me resultó visualmente cautivante -el virtuosismo de Chazelle y su equipo de fotografía es notable en todos los planos secuencia-, con buena música y con actuaciones excelentes -en especial la de Stone-; desde el plano narrativo me pareció algo endeble. Los personajes, que constantemente se profesan y juran amor, se separan a causa de la distancia geográfica que se genera entre ellos, y todo el conflicto parece muy apresurado, exacerbado, desorganizado y poco natural, en comparación a lo que el film venía ofreciendo hasta ese momento. Además el film realiza una serie de planteos que invitan a debatir sobre lo clásico y lo moderno, primero en relación al jazz, pero también en relación al arte en sí mismo. Con La La Land, Chazelle hace lo mismo: contrapone (a veces en forma de crítica) lo clásico y tradicional del cine -mediante diálogos, vestimentas, escenografía e incluso coreografías- con lo moderno, porque recordemos que la película transcurre en la actualidad, aunque por momentos sus personajes parezcan de otro tiempo. Así Chazelle, de forma más o menos directa, intenta convencernos de que lo clásico puede ser una nueva toma de posición, provocación y hasta un acto revolucionario si la comparamos con la actual y caótica modernidad líquida. En síntesis, La La Land resulta una interesante producción cinematográfica, que además de interrogarnos sobre el pasado, presente y futuro del arte, renueva el género musical, aportándole frescura. Más allá del excelente manejo de fotografía y de la química que genera la dupla Stone-Gosling, el film falla en cuanto a lo narrativo, pero a pesar de eso, termina de consolidar a Damien Chazelle como uno de los directores del momento, con un porvenir por lo menos brillante.