Paraíso perdido El último film de Olivier Assayas (Irma Veep, Clean, Carlos, entre otras), que además tiene la particularidad de estar filmado en inglés, se presentó durante 2014 en el Festival de Cannes y trece meses después, llega a los cines argentinos. El realizador francés nos introduce a María Enders (Juliette Binoche) una actriz con gran trayectoria y prestigio que luego de enterarse del fallecimiento de su mentor teatral, emprende junto a su asistente Valentine (Kristen Stewart) un viaje a los alpes suizos, más específicamente a Sils María para encarar un proyecto teatral de la mano de un joven director. Sin embargo, tal propuesta no es un trabajo más para María, sino que se trata de una nueva versión de la obra que la consagró como actriz, veinte años atrás, al interpretar a una joven audaz que seducía -y abandonaba- a una madura cuarentona. Con más dudas que certezas, Enders acepta este proyecto en parte por la presión que ejerce Val, primero al insistirle que se reúna con el director, y luego al impulsarla a aceptar el papel, diciéndole que debe adaptarse a nuevas propuestas y a los requerimientos de las nuevas generaciones. Al encarnar ahora el rol de Helena, un personaje que representa todo lo que María odia: vejez, fragilidad, dependencia y abandono, las resistencias se hacen presentes. Así el paso del tiempo es el eje central del film, como de los dilemas que se le presentan a la madura protagonista, tanto al tomar esa decisión, como al momento de ensayar los parlamentos de su nuevo personaje junto a Val, mientras aguarda por los ensayos reales con su co-protagonista: Jo-Ann Ellis (Chlöe Grace Moretz), nueva promesa actoral envuelta en distintos escándalo mediáticos. De alguna forma, Assayas satiriza al mundo de las estrellas: diálogos de Binoche hacer referencia a su propia carrera actoral, al igual que Moretz parodia a Hit Girl, su archi famoso personaje en Kick Ass, mientras que Stewart defiende las indiscreciones de Jo-Ann y su trayectoria en films mainstreams que apuntan a público adolescente; a la vez que propone una reflexión sobre la complejidad de pertenecer a una industria tan célebre como cruda que constantemente busca lo nuevo y joven, invisibilizando a los que que se alejen de ese tipo de promoción. A la par que esto se va logrando, desde la segunda parte del film, se ve como crece la tensión laboral y sexual entre la legendaria actriz y Val, quien por momento es asistente, por otros confidente o terapeuta contenedora, e incluso hace las veces de co- protagonista de la obra La serpiente de Maloja, mientras crece lo agobiante y enfermizo de una relación, que encuentra su prisión en esos paisajes soñados. Con actuaciones efectivas que se complementan a la perfección, destacándose la interpretación de la siempre genial Juliette Binoche, Assayas crea un universo teatral cinematográfico dentro de otro, y sale airoso de tal desafío, generando un film que si bien puede resultar tedioso por ser tan dialogado, es disfrutable en muchos niveles. El otro lado del éxito resulta un cruel retrato de la vida, los vínculos y el temor al olvido, en el que se destaca la fabulosa fotografía a cargo de Yorick Le Saux, en especial cuando se nos presenta la famosa serpiente blanca, que no hace más que remarcar el agobio que sufren, de distinta manera, estas tres mujeres.
La esencia contaminada Only Lovers Left alive tiene uno de los comienzos más bellos del cine de los últimos tiempos; un cielo estrellado que, gracias a los giros de cámara, se convierte en tocadiscos mientras continúan las vueltas que mostrarán a Adam (Tom Hiddleston) y Eve (Tilda Swinton) durmiendo en camas separadas. El vive en Detroit, ella en Tánger pero su amor y matrimonio de siglos no conoce límites geográficos; es por ello que al despertar se buscan y conversan a través de un pseudo sistema similar a Skype. Si, son vampiros modernos o más que modernos, seres que se adaptan al paso del tiempo, mientras su estilo y forma de ver el mundo, permanecen intactos. Adam es un músico ermitaño que comienza a ser mencionado dentro del circuito under de la emergente zona; y su “éxito” justamente se debe al misterio y secretismo a su alrededor, ya que no se lo ve salir al exterior (aunque su música si suene en los bares nocturnos), y nadie lo conoce en persona; tan sólo dos “humanos”: Jeffrey Wright y Anton Yelchin. El primero es médico, y es quien le provee al solitario compositor sangre pura para alimentarse; mientras que el otro es una suerte de asistente personal, seguidor musical, que atiende a los pedidos de Hiddleston, por más extraños que sean. news_photo_49971_1394228126 Por otro lado, Adam está deprimido, cansado, exhausto de la sociedad actual, de los zombies que en ella habitan (seres humanos) y carece de un motor que incentive y encante su vida eterna. Frente a este panorama, Eve acude a su amado y juntos recorrerán las calles desiertas de lo que alguna vez supo ser la cuna de la cultura underground; mientras que reflexionan sobre el malestar social. Malestar que los hace hablar de las guerras del petróleo; y aborrecer la estupidez zombie humana que logró además de contaminar su propia agua, hacer lo mismo con su sangre; por lo que ellos deben procurar conseguir sangre pura y “sana”, exenta de drogas heredadas de la modernidad; y por ello el vínculo hacia el Dealer/Dr. Faust (Wright). Todo parece más calmo con la llegada de Eve, pero la visita de su descuidada hermana, romperá el idilio amoroso e intelectual; quien además consumirá las últimas provisiones puras que la pareja conserva y que los enfrentará a un nuevo desafío de superviviencia. Lejos de cualquier esperado y conocido enfoque sobre el vampirismo, Jarmusch reinventa y re-imagina a los seres de la eternidad; les da más humanidad y conciencia social que cualquier antecesor. Fiel a su estilo de combinar y mixturar estilos, Jarmush nos da momentos cercanos a lo oscuro, pero a la vez con muchos toques de humor, donde el escenario pesimista es también atravesado por el conocimiento histórico de estos seres y por su amor a la contemplación del arte y la estética en todas sus formas. Sólo basta con ver los primeros planos del film para entender que Adam y Eve son los verdaderos y absolutos dandys de la eternidad, con un estilo propio, original y atemporal exquisito. Sin embargo esta presentación snobista no se corre del eje central de la película que funciona como una forma de rechazo a la intoxicación humana; al adormecimiento en vida de los humanos zombies, y que encuentra en el vampiro, en el ser más cercano a la esencia de la vida y que más conoce sobre causas y consecuencias; su máximo detractor. Es justamente eso lo que Adam no sabe como evitar o soportar, ya que él, en tanto vampiro, se intoxica en cada mordida; vive de sangre… Pero este peligro de ser “devorado” por el veneno moderno, de ese encuentro con lo real, es lo que más lo angustia y lo hace añorar tiempos pasados. La modernidad líquida de la que tanto nos habló Zigmunt Bauman llegó hace rato, pero aquí esa liquidez color borgoña, adictiva, hipnótica (casi tanto como la banda sonora del film) y dulce, puede ser también peligrosamente tóxica; y Jarmusch lo sabe bien. Por Marianela Santillán
Del amor y otros demonios En su debut como director en solitario, Juan Schnitman brinda una historia con tintes policiales sobre una pareja de treintañeros que se dispone a comprar su primer departamento. Todo comienza un día cuando se dirigen al banco a retirar los cien mil dólares necesarios para la transacción, luego deben reunirse con el agente inmobiliario y el vendedor para firmar los papeles correspondientes, pero un imprevisto ajeno a ellos, hace que la cita se cancele. A partir de eso, Marcelo (Juan Barberini) y Lucía (Pilar Gamboa) comienzan las peores 24 horas de su vida, ya que empiezan a cuestionar la compra y a tener más dudas que certezas sobre su relación y el paso que están por dar. Discusiones actuales y pasadas salen a relucir y a cargar de violencia cualquier situación cotidiana que surge en el pequeño departamento que alquilan , y rápidamente éste se convierte en un hábitat ultra intolerante y opresivo para ambos. En El incendio es notoria la influencia de los hermanos Dardenne, particularmente de Rosetta ya que ambas películas comparten el propósito de transmitir sensaciones físicas, y de incluso lograr que el espectador llegue a sentir las mismas emociones que los protagonistas. En el film de Schnitman tal objetivo se logra con éxito ya que la cámara sigue de cerca y “estar encima” de Gamboa y Barberini a lo largo de todo el largometraje. Así sentimos casi en carne propia la ira, el enojo, el odio y la angustia que se muestra en escena, a la vez que la intensidad de la trama va creciendo y anticipando la progresiva ruptura amorosa. Aplausos al guión de Agustina Liendo, que maneja con un virtuosismo impecable los tiempos de crisis por los que atraviesan ambos personajes, en especial el de Gamboa. El film es excelente de principio a fin, sobre todo por la laboral de la dupla protagónica y la excelente dirección actoral que Schnitman realiza, además de la elección de combinar una relación de pareja –con problemas comunes y habituales que nos identifican a todos- con elementos policiales –más allá de que la trama nada tiene que ver con esto- y de provocar en el espectador algo similar a lo que lograría un thriller o un film de terror.
Recomponer memorias Pasaje de vida, el segundo film de Diego Corsini (Solos en la cuidad) inicia presentándonos a Mario (Javier Godino), quien regresa a España luego de algunos años para visitar a Miguel (Miguel Angel Solá), su padre, que sufre una enfermedad neurológica. A partir de ese cuadro clínico, Miguel tiene lagunas mentales, no recuerda demasiados acontecimientos recientes, y se le dificulta diferenciar el pasado y lo actual. Sin embargo, este hombre ya mayor, repite constantemente frases y nombres, en especial el de Diana, a quien dice querer encontrar. Pero ¿quién es Diana? Con más dudas que certezas, Mario comienza a investigar y rastrear el pasado de su padre, ya que cree que estos dichos, tienen algo que ver con sus años de militancia en Montoneros, justo antes del Golpe de Estado en 1976, hecho por el cual éste debió exiliarse en el país europeo. Así, mientras la enfermedad crece, Mario intenta recomponer la relación con su padre, a la vez que lo ayuda a armar el rompecabezas histórico que lo viene perturbando. En ese punto, la trama de Pasaje de Vida comienza a bifurcarse. Por un lado se muestra la historia actual de ambos hombres en España, junto a una ex novia de Mario, que los ayuda a evocar recuerdos, y a buscar pistas en viejos libros y álbumes de fotos. Por otro se narra el pasado mostrando a un joven Miguel (Chino Darín) junto a Diana (Carla Quevedo), durante sus años de juventud e inicio de militancia. “Pacho” (Marco Antonio Caponi), completa el equipo, como uno de los obreros de la fábrica donde todos trabajan, y como conexión directa entre la joven pareja, y el líder montonero de la zona (interpretado por el propio Corsini). Con idas y vueltas entre ambos universos temporales, Pasaje de vida relata una de las peores y más oscuras épocas de nuestro país, pero lejos de caer en el lugar común de ubicar la narración en un centro de detención, Corsini opta por poner el foco en la militacia, con todos los aciertos y errores en que incurre el joven grupo de –así llamados en esa época- “subersivos”, elección que distingue al film, de otros con la misma temática. A pesar de tal innovación, el guión por momentos resulta tedioso, ya que cae en ciertos clichés que le quitan intensidad o emotividad, generando que sólo unas pocas situaciones de tinte romántico o cómico, se sientan genuinas; mientras que los momentos de supuesta tensión o de intensidad, resultan fallidos, en parte por la pobre laboral actoral de Darín y Quevedo, al punto incluso de sentir que al film le sobran unos cuantos minutos. Como contraposición, las interpretaciones de Solá y Caponi resultan lo mejor del film, generando verdadera empatía y vigor en una película que no teme los riesgos. Sin embargo, Pasaje de Vida resulta una producción interesante de ver, sobre todo para comprender y tener un panorama más completo de cómo era la vida durante esos años, y que disyuntivas morales se presentaban en estos jóvenes, antes de accionar o planificar un operativo en pos del futuro bien común.
Tiempos Modernos Mientras somos Jóvenes inicia presentándonos a Josh (Ben Stiller) un documentalista neoyorkino que hace casi ocho años trabaja en el mismo proyecto. Él está casado con Cornelia (Naomi Watts) una productora audiovisual, que mayormente se encarga de trabajar en la producción de los documentales de su padre. Está pareja de cuarenta y tantos años tiene una vida plácida, equilibrada y aparentemente alegre, sin embargo, la relación entra en crisis en el momento en que sus dos mejores amigos -encarnados aquí por Maria Dizzia y Adam Horovitz- se convierten en padres. A partir de tal situación, Josh y Cornelia empiezan a replantearse y reflexionar sobre ciertas cuestiones en su vida de pareja, y en la monotonía que ésta presenta. Esta crisis se agrava aún más, cuando en un seminario documental, Josh conoce a Jamie (Adam Driver) y a su esposa Darby (Amanda Seyfried), un matrimonio bastante más joven. Ambos hombres comparten la pasión por el documental, pero Jamie tiene una postura más fresca y espontánea sobre cuando y que filmar; dicha actitud despojada de preocupaciones y desapegada de ciertas costumbres consumistas tecnólogicas, se repite en varios aspectos de la vida de esta pareja. Cornelia y su esposo se maravillan ante esta conducta tan opuesta a ellos -que podría bien ser la "salvación" a su estancamiento y rutina-, por lo que la simpatía entre ambas parejas, surge casi instantáneamente, a pesar que, en cierto punto, lo viejo-natural y lo trendy, se enfrentan constantemente. Jamie y Darby recurren a lo natural, a disfrutar los momentos simples, mientras que nuestro protagonistas, están constantemente pendientes de las reglas y necesidades que la tecnología crea día a día. De esta forma, Noah Baumbach realiza una crítica a la sociedad de consumo actual, que vive sometida dentro de la burbuja virtual, y deja pasar lo importante en su camino por estar alerta a la nueva app, o a sumar un follow, pero olvidando absolutamente la importancia de los vínculos humanos. Mientras somos jóvenes cuenta con actuaciones maravillosas, encabezadas por la dupla protagónica, que son bien acompañadas por el resto del elenco; pero como punto flojo puede mencionarse un guión que cae constantemente en clichés y situaciones pseudo graciosas con resultados obvios. En contraposición, las escenas son perfectamente acompañadas por la gran banda sonora, encabezada por el virtuosismo de James Murphy, creador del proyecto de punk dance newyorkino LCD Soundsystem. En definitiva, Mientras somos jóvenes resulta, más allá de pequeños momentos fallidos, una película disfrutable y fresca.
La ilusión es ante todo tramposa Showroom, la ópera prima de Fernando Molnar, nos presenta a Diego (Diego Peretti) un hombre de cuarenta y tantos años que se dedica a animar y entretener fiestas y eventos empresariales, actividad que realiza hace décadas. Un día su jefe lo despide porque debido a su edad “ya no rinde como antes” , “no tiene vitalidad”, “su imagen no va con el target al que la compañía apunta”, etc, etc, etc. Diego oye estas mismas razones en cuanta entrevista laboral tiene, y de esta forma, el panorama se va oscureciendo: lo están por desalojar de su casa, tiene infinitas deudas, y cada vez discute más con su esposa. Un único salvavidas aparece: un pariente le ofrece como solución prestarle una casa en Tigre, para así ahorrar el gasto de alquiler, y a la vez, lo incorpora como vendedor en Palermo Boulevard, su emprendimiento inmobiliario ubicado en una exclusiva zona de ese barrio porteño. De esta forma comienza un nuevo estilo de vida para toda la familia, la mudanza, el cambio de colegio de la hija adolescente, y el viaje diario de Diego desde la isla, hasta el lugar de trabajo; todo muy desgastante. Así, con el pasar de los días, el único objetivo de este jefe de familia es regresar a Capital Federal, y ser el mejor vendedor -ya que en determinado momento el tío de Diego contrata a un segundo vendedor, más joven y carismático-pero obviando un poco las nuevas necesidades y deseos de su esposa e hija, que luego de quejas, terminan por disfrutar la vida natural de Tigre y comienzan a detestar lo asfixiante del departamento palermitano. Con Showroom, Molnar nos introduce en un mundo bello y lujoso pero artificial, efímero, y construído burdamente que invita a una vida ideal en un hogar con amenities y paisajes soñados que prometen alegría, algo prácticamente inexistente, a la vez que cuestiona y propone reflexionar sobre la agitada vida en la cuidad, la precarización y las competencias laborales, y la creación de falsas necesidades que día a día compramos, como si fueran la fórmula o el camino real a la felicidad. Completan el escenario, la excelencia actoral de Peretti, quien realmente logra transmitir su desesperación primero, y el malestar después; además de la maravillosa labor de Daniel Ortega en la fotografía de esta ópera prima. Por Marianela Santillán
Luego de su paso por la semana del cine francés, Les Avant-Premières, llega a la cartelera porteña Mis días felices, nuevo film de Marion Vernoux. Caroline (Fanny Ardant) acaba de cumplir sesenta años, pertenece a una buena clase social y está retirada de la práctica odontológica, hecho que le genera melancolía. Al panorama se suma el reciente fallecimiento de su mejor amiga, y la fría pero cordial relación con su esposo Philippe (Patrick Chesnais), todos elementos que se suman para generarle una sensación de vacío y una potencial depresión. Ante esto, sus hijas treintañeras le regalan una membresía para que pueda realizar distintos cursos en un centro para la tercera edad, y así mantener su vida, su tiempo y sobre todo su mente ocupada. Cerámica, yoga, pintura, ping pong e informática son algunas de sus nuevas actividades que Caroline practica, además de comenzar a intimar con el personaje interpretado por Laurent Lafitte, su instructor de computación -veinticinco años menor que ella- y así desarrollar una relación con conexiones más sexuales que emocionales. Marion Vernoux brinda un film encantador, que no sólo se centra en las idas y vueltas de la protagonista, sino también en la libertad con que ella poco a poco va dando rienda suelta a su deseo, con la sola preocupación de como esto sería visto por sus vínculos cercanos, pero sin caer en el trillado acto del sentimiento de culpa. En ese sentido, el guión es delicioso, ya que evita el lugar común de centrar la trama en el descubrimiento de la infidelidad por parte del marido, sino que prefiere y privilegia el hecho de narrar y mostrar el proceso interno y emocional que Caroline atraviesa, y que la mueven a actuar de tal o cual manera. Así, Mis días felices resulta una película que exuda libertad y sensualidad, sumamente disfrutable.
Empatizar o no empatizar…esa es la cuestión Probablemente En tus zapatos sea la última, o una de las últimas películas protagonizadas por Adam Sandler antes de convertirse, al menos por un tiempo, en actor exclusivo de la plataforma Netflix; además el film será recordado como uno de los mayores fracasos comerciales del intérprete en la taquilla mundial. El film de Thomas Mc Carthy nos presenta a Max Simkin(Sandler), un joven que mantiene la tradición del negocio familiar y por ello pasa sus días inmerso en su rutina como zapatero barrial. Además tiene a su cargo el cuidado de su madre anciana y enferma; y por otro lado, mantiene una amistad con el barbero vecino (Steve Buscemi). Sin embargo, a partir de un desperfecto en la máquina que utiliza para coser suelas, recurre al antiguo artefacto usado por su padre, su abuelo, y su bisabuelo. Dicho aparato le otorga la posibilidad de cambiar su apariencia y lucir exactamente como sus clientes, todo a través de la simple acción de calzarse los zapatos que repara. Por momentos esta habilidad lo divierte, le permite cortejar mujeres bellas, pasear en autos lujosos, etc; pero también le trae ciertos problemas al encarnar a un mafioso local que está involucrado en un negociado turbio que afecta al barrio de Max. En tus zapatos nos muestra a un Sandler que interpreta su rol desde el terreno del drama, centrándose en este aspecto al construir un personaje triste, melancólico, aburrido, muy moderado y cauto a la hora de los chistes, alejándose así de los roles que lo suelen caracterizar. Su actuación es convincente y se complementa a la perfección con los roles de Buscemi y Dustin Hoffman, ambos con participación central en la trama. A pesar de estos esfuerzos actorales, el guión de McCarthy es predecible, torpe y aburrido casi de principio a fin y cae en cientos de lugares comunes, desaprovechando así una temática que supo ser común pero efectiva en films ochentosos y noventosos: el cambio de cuerpos y apariencias.
El señor de las moscas En el marco del Festival Buenos Aires Rojo Sangre, y como parte de la Competencia Internacional; se exhibió en dos oportunidades la película El Desierto de Christoph Behl, alemán que reside en nuestro país desde hace más de quince años; y que tiene basta experiencia como documentalista. En El desierto, Behl nos presenta a Ana (Victoria Almeida), Axel (Lautaro Delgado) y Jonatan , tres personas que por ciertas circunstancias pseudo apocalípticas deben convivir juntos en una casa, que funcionará como su nuevo bunker mientras intentan prevenir y evitar el ataque de los zombies que están poblando y consumiendo la cuidad. A ambos jóvenes les atrae Ana. Ella por momentos se aprovecha de eso y durante un tiempo disfruta de estar con ambos, pero luego su relación con Jonatan se vuelve monogámica, y Axel queda relegado de su afecto. Así, mientras afuera el clima es sangriento y destructivo, puertas adentros la amistad comienza a deteriorarse, los silencios son cada vez más incómodos, y el hogar improvisado que alguna vez albergó a lo que Ana denominó familia, poco a poco va tornándose aún más opresivo que el exterior. Lo mórbido se hace cada vez más presente en la atmósfera, primero en la creciente invasión de moscas dentro de la casa, luego con el ingreso de uno de los zombies que los hombres toman como presa en una de sus salidas al exterior, y finalmente con la lenta degradación tanto física como mental que los personajes van sufriendo; entre ellos un Axel que con el paso del tiempo y del padecimiento, va llenando su cuerpo con tatuajes de moscas. En su primer largometraje de ficción, Christoph Behl entrega una película que incomoda y que a través de excelentes actuaciones logra a la perfección transmitir al espectador esa sensación de angustia y de asfixia que los tres jóvenes sienten al saber que su panorama no es favorable, y que su mejor opción tal vez poder dejar de sufrir y de sentir cualquier tipo de emoción humana, tal como ocurre con Pitágoras, el zombie que “adoptan”.
Y… ¿cómo es ella? Tuya, película dirigida por Edgardo González Amer está basada en la novela homónima escrita por Claudia Piñeiro (Las viudas de los jueves, Betibú) y al igual que las adaptaciones cinematográficas que la precedieron, la nueva producción cuenta con un tinte de suspenso/thriller en su desarrollo. El film nos presenta a Inés (Andrea Pietra), que está casada hace casi dos décadas con Ernesto (Jorge Marrale), un prestigioso médico que se ausenta bastante de su hogar mediante la invención de congresos y/o jornadas laborales, que utiliza como excusa para verse con otras mujeres. Un día la cómoda y rutinaria vida de Inés se ve alterada cuando por casualidad encuentra una carta de amor en el saco de su esposo. ¿Qué dice tal carta anónima? No demasiado, sólo hay un corazón dibujado con labial rojo, con la inscripción “te quiero” y una firma: “tuya”. La incertidumbre de esta ama de casa crece cada vez más, sin embargo, mientras intenta descubrir quien es Tuya, se empeña por mantener su matrimonio a cualquier costo, incluso si ello implica ser cómplice de su marido en el homicidio que termina con la vida de la secretaria (Ana Celentano) y tercera en cuestión en la vida de Ernesto. Cuando todo pareciera acomodarse en la rutina conyugal de esta pareja, ella se entera de una nueva traición por parte del hombre, y desde ese momento, nada vuelve a ser como antes. Ensimismados en sus propios conflictos y secretos, la dupla adulta ignora totalmente a Lali (Malena Sánchez), su hija adolescente que también atraviesa un gran cambio, y termina por enfrentarlo en soledad y absoluto silencio. Plagada de lugares comunes desde el minuto uno, y clichés en torno a la figura femenina en general, y de esposa en particular, Tuya resulta un relato predecible que a pesar de tener un final inesperado; no logra transmitir en ningún momento la supuesta tensión que los personajes y las situaciones sugieren. Sí hay algo que sostiene este film durante los 90 minutos, es la excelente actuación de Pietra como despechada que funciona muy bien en la dupla con Marrale como villano hipócrita.