Las reglas del juego De la mano del gran guionista norteamericano Aaron Sorkin llega la adaptación de la historia de Molly Bloom, una esquiadora de nivel olímpico que deviene en organizadora de eventos exclusivos de apuestas de póker. Basada en las memorias de la protagonista, Molly’s Game: The True Story of the 26-Year-Old Woman Behind the Most Exclusive, High-Stakes Underground Poker Game in the World (2014), la ópera prima de Sorkin como director es un drama sobre la relación entre el semi legal mundo del juego y los millonarios y adictos al juego dispuestos a apostar todo, que reconstruye la vida de Bloom desde el rigor disciplinario de su padre, Larry (Kevin Costner), hasta su arresto por parte de las fuerzas federales de Estados Unidos por su participación en actividades ilegales y posterior juicio. Con un estilo vertiginoso y una narración cínica el realizador narra las peripecias de Molly en primera persona, su fortaleza, sus debilidades, las causas de su caída en el mundo del juego para llegar desde una perspectiva psicológica al origen de sus problemas. Jessica Chastain interpreta a la protagonista con un tesón parsimonioso mientras que Kevin Costner personifica con una gran severidad afectuosa al padre de Molly, quien la entrena como esquiadora y será para ella su verdadero escollo inconsciente para superar las dificultades que su ambición de poder y las circunstancias la han colocado. Idris Elba, por su parte, realiza un gran papel como Charlie Jaffey, el abogado de Bloom, en un film de grandes personajes secundarios que interpretan a las celebridades que atendían a los juegos que Molly Bloom organizaba. La historia de Molly Bloom devela el entramado de apuestas multimillonarias de las celebridades norteamericanas y su relación con las actividades mafiosas e ilegales tanto en Hollywood como en Nueva York. Con todas las posibilidades a su favor, Bloom elige el camino más fácil, que en un principio, parece el trayecto más corto hacía una riqueza asegurada, pero lo que era una forma de ganar dinero rápido se convierte en una adicción de control sobre aquellos hombres que creen tenerlo todo y están dispuestos a apostarlo en un juego de cartas. Apuesta Maestra (Molly’s Game, 2017) interpela así las contradicciones de una clase social y un país que lidera el nuevo capitalismo con sus argumentos, intersticios, trampas y callejones sin salida que representan las caras y contracaras de un sistema cada vez más injusto y absurdo que incita a la ilegalidad y a la rebelión. Sorkin encuentra en el caso de Bloom una fuente paradigmática sobre la relación interconectada entre el mundo legal y el ilegal que conviven inconscientemente sin conflictos ni juicios éticos o morales. Al igual que en sus anteriores guiones, Red Social (The Social Network, 2010), El Juego de la Fortuna (Moneyball, 2011) y Steve Jobs (2015), todas adaptaciones de libros de gran éxito en su país, Sorkin indaga con un ojo incisivo y descarnado en personalidades significativas sobre el liderazgo del mundo, hombres y mujeres ambiciosos que se han encontrado en un lugar de gran exposición pública con responsabilidades y derechos que los superan y los convierten en dirigentes no preparados ni elegidos en un mundo en el que solo importa el lucro instantáneo, fatuo y hedonista. Apuesta Maestra logra captar de esta forma ese mundo donde la riqueza se desvanece en un segundo, las estrategias son derrotadas por el azar, los más capaces terminan aceptando un acuerdo extra judicial y cualquiera puede ser la nueva luminaria del año que se apaga cuando se cumple su ciclo.
Arquitectura, arte y poesía La Obra Secreta (2018) es un film donde el protagonista es un espacio, la Casa Curutchet, la única obra en Latinoamérica, ubicada en la ciudad de La Plata en la provincia de Buenos Aires, del arquitecto y urbanista suizo Charles-Édouard Jeanneret-Gris, más conocido como Le Corbusier, el seudónimo que utilizó para escribir algunos artículos de la revista de arte y arquitectura L’Esprit Nouveau. Dirigida por la artista, curadora y pionera del campo del videoarte Graciela Taquini en base a un guion de Andrés Duprat (El Ciudadano Ilustre, 2016), Director del Museo Nacional de Bellas Artes, la película sigue el derrotero de Elio Montes (Daniel Hendler), un arquitecto fanático de la obra y las ideas de Le Corbusier, devenido en guía de la Casa Curutchet. A su vez, la narración también sigue la llegada a la ciudad de La Plata del propio Le Corbusier (Mario Lombard), que varios años después de su muerte decide visitar la obra que proyectó para la vivienda y consultorio del médico cirujano Pedro Domingo Curutchet y su familia, obra encargada al arquitecto modernista argentino Amancio Williams, con quien Le Corbusier mantuvo una asidua correspondencia epistolar. En las visitas guiadas a la casa y en tiempos muertos Elio despliega su conocimiento de la obra del famoso teórico de la arquitectura modernista mientras narra su historia y su fascinación con la obra de Le Corbusier. A la par, Le Corbusier recorre la ciudad de La Plata como un espectro del pasado magnetizado por los descubrimientos de las costumbres de la vida contemporánea, los cambios sociales y las nuevas técnicas y tecnologías, acercándose a una de sus obras menos conocidas pero más emblemáticas de su estilo y sus ideas arquitectónicas. Asimismo, en su intempestiva caminada Le Corbusier expone algunas de sus ideas sobre la relación entre la arquitectura, el arte y la poesía, tomadas de entrevistas y textos que expresan algunos de los principales conceptos de su singular pensamiento. Taquini y Duprat crean una obra de ficción con una composición musical minimalista de Diego Bliffeld (El Artista, 2008) sobre un encuentro imposible e imaginario alrededor de una extraordinaria obra que estuvo abandonada durante muchos años y cobró notoriedad en el público general gracias al éxito del film escrito por el propio Duprat, El Hombre de al Lado (2009), dirigido por los realizadores Mariano Cohn y Gastón Duprat. A través de La Obra Secreta y el personaje de Montes, Taquini y Duprat indagan, cuestionan y discuten con las ideas y las obras de Le Corbusier mientras admiran los atributos estéticos y pragmáticos de la Casa Curutchet con fotos, explicaciones y diversas anécdotas sobre la influencia del arquitecto modernista en la arquitectura vanguardista actual. Así como Le Corbusier personifica el mundo las posibilidades donde la arquitectura puede realizarse y desarrollar sus ideas sobre el habitar el personaje de Elio Montes refleja las dificultades y los escollos que se presentan a los arquitectos para realizar ese sueño. Recluido en el único reducto que el arquitecto suizo dejó en perdido en Argentina, la frustración y la imposibilidad de realizar su ideal ponen a Elio ante una angustia demasiado soportable, una repetición alegre pero poco inspiradora que dispone una realidad contemporánea cerrada y soporífera que induce al sosiego y cancela las ideas de innovación, el progreso y al individuo como centro de la obra reemplazado sin ambages por la ganancia y el lucro a costa de la vida.
Decisiones e improvisaciones Un Amor Inseparable (The Big Sick, 2017), el último film del realizador norteamericano Michael Showalter (Hello, My Name is Doris, 2015), es una comedia dramática basada en el romance real de un comediante de origen pakistaní y su novia estadounidense en la ciudad de Chicago. Escrita por sus protagonistas, Kumail Nanjiani y Emily Gordon, y protagonizada por el propio Nanjiani y Zoe Kazan, el film narra el despegue de la carrera como humorista de Kumail y su accidentada, compleja y adorable relación con Emily, la mujer que ama. A pesar de la química entre la pareja las diferencias culturales se vuelven un problema pero todo cambia cuando ella enferma y debe ser inducida medicamente a un coma para buscar una cura. Kumail firma la solicitud hasta que los padres de la chica se enteran de su condición y viajan a Chicago para acompañar a su hija. Allí el joven de origen musulmán debe convivir con los padres de su ex novia mientras la joven Emily lucha contra una infección en sus pulmones que amenaza con propagarse e infectar otros órganos. El cálido y amoroso relato de la relación de la histriónica pareja se sumerge así en el conflicto de Kumail, tironeado por las tradiciones de su familia pakistaní que pretende que estudie una carrera con prestigio internacional, como derecho o medicina, que se case con una mujer de su misma nacionalidad en un matrimonio arreglado y bendecido por su familia, como su hermano Naveed (Adeel Akhtar), y sus deseos de triunfar como comediante, relacionarse con chicas occidentales y divertirse en lugar de rezar y seguir los mandatos de la ley musulmana. Mientras que la familia demuestra las tácticas de resistencia de los inmigrantes pakistaníes a la occidentalización, el único muro que le impide a Kumail completar su proceso de asimilación a la sociedad norteamericana es el tradicionalismo de su familia. Cuando ella enferma la dinámica del film cambia y la relación de Kumail con los padres de Emily, Beth (Holly Hunter), una mujer de gran carácter, y Terry (Ray Romano), un padre con una personalidad fuera de lo común, lleva la comedia hacía un lugar aún más divertido pero también más dramático, con comentarios y diálogos muy graciosos, creando un trío cómico realmente entretenido y jovial. De esta forma, Kumail descubre que las relaciones familiares pueden ser más complejas de lo que pensaba y que es posible encontrar un compromiso a lo largo del tiempo si realmente se lo propone. Esta situación que hace madurar al joven Kumail, lo lleva a tomar decisiones con respecto a su familia en una historia que se superpone con la reconstrucción de su carrera como comediante, sus problemas para encontrar un repertorio coherente y gracioso que le permita despegar, y la búsqueda de cohesión y amalgama de sus chistes sobre las diferencias entre la cultura norteamericana y occidental con la cultura, las costumbres y la historia pakistaní. Bajo un excelente guión y una muy buena dirección de Showalter los actores desarrollan personajes tan corrientes como divertidos y simpáticos que buscan el éxito en un rubro muy competitivo mientras se ayudan y se burlan de sí mismos y de las excentricidades de su amigable entorno. De esta forma, Un Amor Inseparable construye una hermosa y dramática historia sobre el amor, la familia, la vocación, el rubro cómico y los conflictos que estas cuestiones desatan cuando se mezclan con mentiras, expectativas filiales, discordancias culturales y sentimientos encontrados que luchan por mantener un equilibrio en medio de las incompatibilidades que convierten toda relación en una reciprocidad divinamente explosiva.
Testigo en peligro Tras el breve intermezzo de terror que supuso su opus anterior, Miedo Profundo (The Shallows, 2016), el realizador catalán Jaume Collet-Serra regresa a su fórmula de acción y suspenso protagonizada por el veterano actor de origen irlandés Liam Neeson (Michael Collins, 1996) siguiendo los parámetros formales de los tres films anteriores Desconocido (Unknown, 2011) Non-Stop: Sin Escalas (Non-Stop, 2014) y Una Noche para Sobrevivir (Run All Night, 2015). Con un guión de Ryan Engle basado en la historia de Byron Willinger y Philip de Blasi, quienes también participaron del armado narrativo, Collet-Serra crea un relato atrapante y arrollador que mantiene en vilo al espectador. Michael MacCauley (Liam Neeson) es en esta oportunidad un ex policía que dejó la fuerza para estar más cerca de su esposa e hijo, eligiendo la venta de seguros como profesión tardía. Por una típica decisión arbitraria de la corporación para la que trabaja es despedido cinco años antes de su jubilación. Acosado por enormes deudas hipotecarias y sintiendo vergüenza de contarle a su esposa la mala noticia Michael se reúne con su mejor amigo Alex Murphy (Patrick Wilson), su ex compañero en la policía de Nueva York, a tomar cerveza en lugar de volver con su familia. Para regresar a su casa toma el mismo tren todos los días pero ese día es abordado por una mujer, Joanna (Vera Farmiga), quien a través de una pregunta hipotética lo introduce en la búsqueda de una persona desconocida a cambio de cien mil dólares. Poco a poco Michael se verá cada vez más atrapado en una telaraña imprevista y descubrirá que la búsqueda que ha emprendido como una curiosidad está ligada al asesinato de un urbanista y a un plan para ejecutar en el tren al único testigo antes de que pueda testificar y entregar las pruebas de corrupción que comprometen a un entramado de políticos, empresarios y policías Sin tiempos muertos, El Pasajero (The Commuter, 2018) va llevando al espectador a través de la angustia del protagonista, que pasa de preocupase por su presente y futuro laboral y económico, al igual que toda la clase media, a lidiar con una situación apremiante que no permite dudas ni equivocaciones. El relato crea personajes regulares y diálogos corrientes para contrastar la normalidad de un día usual con los eventos extraordinarios de un viaje de retorno al hogar después de un estresante y agobiante día laboral en el verano en Nueva York. La fotografía de Paul Cameron (Deja Vu, 2006) es funcional a la vertiginosa narración y edición de film y a la música claustrofóbica de Roque Baños (Celda 211, 2009) que busca imponer el ritmo de encierro y peligro que acecha en el accidentado viaje. Las citas literarias le dan profundidad a un relato ya de por sí atractivo y estimulante que construye su narración aceleradamente pero sin baches ni errores. Con extraordinarias escenas de acción, un gran suspenso y excelentes actuaciones de un elenco que busca construir las personalidades eclécticas que viajan sin conocerse en los trenes todos los días, El Pasajero se erige como un film vertiginoso y sincero, que no da tregua en el dilema de un protagonista que homenajea a la clase trabajadora neoyorkina. Collet-Serra vuelve a demostrar así que su sociedad con Neeson no solo da resultados sino que potencia a ambos con una fórmula de género que funciona aceitada a la perfección.
Emprendedores y empresarios El segundo largometraje del realizador argentino Nicolás Gil Lavedra, Las Grietas de Jara (2018), es la adaptación de la novela homónima de la escritora también argentina Claudia Piñeiro. La adaptación a cargo del propio Gil Lavedra (Verdades Verdaderas: La Vida de Estela, 2011) junto a Emiliano Torres (El Invierno, 2016) busca construir un relato policial en el que la atmosfera de suspenso se combina con una abierta crítica social respecto del éxito, el trabajo, el matrimonio, la paternidad, la vocación y las decisiones que marcan la vida. Una joven, Leonor (Sara Sálamo) llega al estudio Borla y asociados para indagar sobre el paradero de Nelson Jara (Oscar Martínez), lo que pone a la defensiva tanto a Mario (Santiago Segura) y a Marta (Soledad Villamil), socios del estudio de arquitectura, como a su empleado, el también arquitecto Pablo Simó (Joaquín Furriel). Sin demasiadas sutilezas el film va construyendo caracteres muy definidos para los personajes en que el destaca el empleado Simó. Pablo vive en un matrimonio infeliz junto a su esposa Laura (Laura Novoa) y su rebelde hija. En su trabajo se conforma con su estatus de empleado desde hace veinte años sin cuestionar su lugar ni pedir nada más de lo que el estudio le da, a pesar de cargar con los secretos de los socios y apoyarlos como si ocupara un rol de más responsabilidad, derechos y ganancias. Mientras tanto su sueño de construir un edificio de diseño en el cual los habitantes puedan disfrutar de una buena construcción, de calidad y con un esquema artístico e innovador se diluye entre las burlas de Marta y la falta de criterio de unas clases dominantes que prefieren vivir en lo que Pablo denomina con una muy acertada ironía palacios de cartón. Como buen empleado Pablo recibe la ingrata tarea de lidiar con Jara, un hombre de mediana edad, vecino de una construcción dirigida por el estudio Borla, que argumenta que errores de procedimiento en el apuntalamiento de los cimientos han causado una grieta en su departamento, por lo que solicita al estudio una gran compensación monetaria. Esto desata una situación insostenible en la que Jara presiona al estudio a través de un intento de convertir a su interlocutor, Simó, en su socio o aliado en una especie de búsqueda de justicia social ante las injusticias que los empresarios tienen para con sus empleados, el medio ambiente y la sociedad, en sus negociados. Así, la película realiza una deconstrucción de las personalidades de estos dos hombres y su relación para dar cuenta del cambio que la misma produce en la personalidad de Simó. El opus de Gil Lavedra falla por momentos a la hora de crear suspenso en una obra con claroscuros que se pierde en historias paralelas con poca transcendencia o con un resultado adverso para la credibilidad o la solidez narrativa de la historia, producto de un excesivo respeto de la obra original de Piñeiro. Las limitaciones de la obra original afectan la obra en su carácter policial pero también la ayudan en la creación de unos personajes que se destacan por su similitud con la vida real predecible y poco interesante. Con muy buenas actuaciones, especialmente de parte de Joaquín Furriel, que se destaca en un papel complejo y demandante de un joven idealista, de ideas progresistas, alejado del ideario empresarial burgués y de su mentalidad hedonista delictiva, que busca la lucro en detrimento del bienestar social a toda costa en lugar de buscar mejorar las condiciones del mundo, el film genera una historia que atrapa en algunas escenas pero deja escapar el suspenso en otras para dejarlo vagar sin sentido. La música dramática de Nicolás Sorín (Boca de Pozo, 2014), una fotografía muy interesante que busca postales e imágenes extraordinarias de la grandeza arquitectónica de Buenos Aires y primeros planos sugestivos o retratos oníricos en medio de la lluvia son algunas de las características que a nivel estético construyen un gran film con una muy buena dirección que tan solo falla en el punto de partida, lo que desgraciadamente a la postre afecta el edificio final.
Los temores de una sociedad imperfecta Después de su obra maestra, la cínica Nebraska (2013), el realizador norteamericano regresa con Pequeña Gran Vida (Downsizing, 2017), un film metafórico y alegórico sobre los problemas y las oportunidades generados por las contradicciones alrededor de los cambios técnicos y culturales. Tras el descubrimiento en Noruega de una tecnología que achica los seres vivos sin demasiados trastornos secundarios la humanidad comienza un camino acelerado hacía un cambio de paradigma sobre la escala de sustentabilidad. El achicamiento representa para algunos utilitaristas la posibilidad de cambiar su vida promedio por un pasar millonario mientras que para los utopistas es una oportunidad de salvar a la humanidad de la extinción, o tan solo de hacer negocios a costa de la buena voluntad de los demás para los pragmáticos hedonistas. Es así que miles de personas, entre ellos Paul Safranek (Matt Damon), un fisioterapeuta ocupacional, deciden achicarse para cambiar de vida. Al ser achicado el protagonista conocerá a un comerciante sin escrúpulos, Dusan Mirkovic (Christoph Waltz), a su socio, un capitán de un barco, Konrad (Udo Kier) y a una activista vietnamita achicada contra su voluntad, Ngoc Lan Tran (Hing Clau), que trabaja de maestranza en la ciudad de los seres pequeños y vive en los suburbios, en un monobloc para los pequeños pobres que mantienen el sistema capitalista funcionando a cambio de un pago de subsistencia en su mínima expresión. Con ellos emprenderá un viaje de autodescubrimiento que lo llevará hasta los fiordos noruegos y le enseñará que el mundo está lleno de sorpresas y es su responsabilidad descubrirlas en lugar de aceptar el lugar que la sociedad le propone. En colaboración con Jim Taylor (Election, 1999), Payne construye una historia sobre los temores de nuestra sociedad sobre el fin de los tiempos, la búsqueda de soluciones científicas, las utopías obcecadas, los negocios que se tejen alrededor de todos los avances científicos, los comerciantes que buscan el lugar imperceptible donde la ley es ciega y las oportunidades surgen y las personas ordinarias que se transforman en extraordinarias cuando encuentran su lugar en el entramado del mundo. En tono de comedia dramática, Pequeña Gran Vida crea una alegoría sobre las pesadillas y los sueños de una humanidad agotada por el peso de sus propios errores y vicios y la falta de toma de conciencia de las personas de sus debilidades y fortalezas. Aunque sin sorprender, el director crea un gran film con bellas y cómicas escenas, una fotografía exquisita a cargo de Phedon Papamichael (The Ides of March, 2011), buenas actuaciones y una frescura inusual en el cine actual. Payne consigue así elaborar una historia sobre la búsqueda de la identidad en una sociedad agresiva y elitista donde el achicamiento de los seres humanos en lugar de solucionar los problemas agudiza las contradicciones del nuevo capitalismo en su estadio de concentración más acelerado, permitiendo a los dictadores castigar a la oposición de una forma irreversible y a los contrabandistas negociar a plena luz del día. Pequeña Gran Vida logra de esta forma mirar hacía los problemas sociales desde un carácter figurativo para tomar conciencia y transformar el mundo sin destruirlo en el proceso.
Teatro insomne El tercer largometraje del realizador uruguayo Gustavo Hernández, No Dormirás (2018) es un film de terror psicológico que se adentra en la temática de insomnio y la locura a través del arte. El director de La Casa Muda (2010) crea a partir del guion de Juma Fodde una historia de experimentación teatral en la que una directora y dramaturga conduce a los actores de una obra hacía un limbo donde los sentidos se alteran por el insomnio. Al igual que en La Casa Muda la película alude a hechos reales incomprobables, lo que le sirve al relato para situar la acción en el año mil novecientos ochenta y cuatro y remitir estos mismos acontecimientos a eventos acaecidos en mil novecientos setenta y cinco durante otra performance vanguardista de la directora teatral Alma Rohm (Belén Rueda). Buscando los límites de la conciencia y la creación artística la directora monta una obra en una clínica abandonada, otrora lugar de terapias psiquiátricas experimentales, a partir del relato de una paciente fallecida. Allí acuden dos jóvenes actrices, Bianca (Eva de Dominici) y Cecilia (Natalia de Molina), dos amigas que se disputan el rol protagónico de Dora, la autora de la obra. De a poco lo que parecía el proceso de ensayos de una obra vanguardista se convierte en una manipulación para participar de un experimento peligroso en el cual el arte rompe con las barreras que lo separan de la locura y la muerte. Gustavo Hernández y Juma Fodde crean de esta manera una obra sobre los abusos de poder, los excesos en la competencia actoral y la locura mientras indagan en la psicología humana y su relación con lo sobrenatural. No Dormirás crea así una atmosfera claustrofóbica y psicótica que utiliza el terror clásico y su relación con la psiquiatría y sus abusos históricos para hacer avanzar la historia a través de los detalles que se van revelando en un relato muy bien construido. Apelando al teatro de la crueldad del poeta y artista surrealista francés Antonin Artaud la obra que la película construye se constituye como una obra dentro de una obra que busca deslumbrar al espectador a través de la creación de un ritual perverso que busca llevar hasta sus límites la conciencia humana para traspasar el umbral que la conduce hasta la locura. El film utiliza los efectos de sonido para crear sensaciones terroríficas pero sin abusar de los mismos, poniendo el énfasis en el desarrollo dramático y en la versatilidad actoral, donde se destaca Belén Rueda como una directora dispuesta a todo por llevar a sus actores hasta la sublimación de sus pesadillas, y Eva de Dominici como una joven promesa actoral que se ve atrapada por su ambición y sus demonios personales. También hay una buena labor del resto del elenco que se ve opacado por la fuerza del personaje de Rueda, que brilla como artista y villana al mismo tiempo. No Dormirás es así una obra palpitante de terror que esgrime conspicuamente su trama para atrapar a los espectadores desde una interesante propuesta de género que sabe apelar a la relación entre el cuerpo actoral y la cámara como elementos para crear la acción del relato y los efectos deseados sin caer en los facilismos a los que la época nos tienen acostumbrados. Deudora de lo mejor del cine de terror español la obra se destaca por su gran escenificación al borde del derrumbe que emula el contexto teatral, fundiendo lo mejor de ambos ambientes artísticos y sus particularidades para que el espectador se vea en un espejo en su propia experiencia con sus propios deseos y demonios.
Los rebeldes del rock El nuevo film del realizador argentino Nicanor Loreti (Kryptonita, 2015) es una comedia disparatada sobre la investigación de la muerte de un joven cantante de una banda Punk por parte de un policía decadente con tendencias autodestructivas. 27: El Club de los Malditos (2017) indaga a través de un guion coescrito entre Nicanor Loreti y el realizador inglés Alex Cox (Sid and Nancy, 1986) sobre las muertes de algunas jóvenes estrellas de rock como Janis Joplin, Sid Vicious, Amy Winehouse y Jimi Hendrix, entre otros, para proponer una teoría tan descabellada como divertida sobre los fallecimientos de los músicos en su etapa más prolífica. Paula (Sofía Gala), una joven fanática de la banda de Leandro de la Torre (Ezequiel Iván Cwirkaluk), un joven cantante punk, graba con su celular el momento en que éste es arrojado al vacío por un sujeto desconocido desde una ventana. Esto detona el descubrimiento de un grupo de outsiders del rock, dejados de lado de las bandas en las que podrían haber brillado y dedicados a la venganza. El detective Martín Lombardo (Diego Capusotto) es asignado a la investigación y descubre que el asesinato está ligado a las muertes accidentales de varios músicos alrededor del mundo desde la década del setenta en el día que cumplen veintisiete años. El film se divide entre la historia de la investigación dirigida por el personaje interpretado por el versátil e histriónico Diego Capusotto y las historias paralelas de los músicos, que finalmente entroncan con la historia principal. Loreti y Cox construyen así una historia paralela e impensable, paranoica y conspirativa sobre las muertes en el rock, tan poco plausible como patafísica en su planteo y su desarrollo. Cambiando a Pedro Saborido por Nicanor Loreti, la historia parece un episodio extendido del programa de Diego Capusotto y Saborido, Peter Capusotto y sus videos, en el que Capusotto protagoniza distintas historias que oscilan entre el grotesco, el ridículo y la excentricidad alrededor del rock y música popular. 27: El Club de los Malditos busca la risa del espectador en cada una de sus escenas, acudiendo a la sorpresa, los latiguillos, los exabruptos innecesarios y toda una batería de ideas insólitas en la que los actores se divierten interpretando a antihéroes, villanos en busca de venganza, fanáticos que persiguen su destino y mitos del rock que regresan de la muerte. Pero el film también es un homenaje al espíritu rebelde e irracional del rock a través de sus estrellas, aquel lugar perdido por la música popular por culpa del marketing, la falta de espontaneidad, la incorporación de las planillas de cálculo por parte de las discográficas, los reality shows y la búsqueda de la creación de éxitos artificiales. Loreti y Cox regresan así junto a Capusotto al punk y a las raíces fundadoras del rock para aullar a viva voz que ni el punk ni el rock están muertos mientras su espíritu antisistema mantenga viva la llama de la juventud rebelde.
Una tragedia veraniega Woody Allen continúa año a año filmando y entregando films de gran calidad representativos de su estilo sardónico y cínico que cuestiona las convenciones formales de los géneros y la narración cinematográfica combinando experimentación, psicoanálisis, un tono intelectual y mucho atrevimiento. En su último film, La Rueda de la Maravilla (Wonder Whell, 2017) Allen propone una estructura similar a la de las tragedias griegas, genero con el que ya había trabajado de forma completamente diferente en Poderosa Afrodita (Mighty Aphrodite, 1995), por dar un ejemplo, para construir una obra de carácter estrictamente teatral en la que la mezcla entre actuación, iluminación y fotografía se funden para ofrecer una alegoría sobre las miserias que anidan en el corazón de la humanidad. Con paralelismos a films representativos de lo mejor de Allen como La Rosa Purpura del Cairo (The Purple Rose of Cairo, 1985) La Rueda de la Maravilla narra a través de un estudiante de dramaturgia europea, aspirante a poeta y guardavida de profesión de Coney Island, una playa de Nueva York, Mickey (Justin Timberlake), una serie de historias en las que él es protagonista en la década del cincuenta. Cuando Carolina (Juno Temple), una joven recientemente divorciada de un capo mafia, llega a Coney Island escapando después de haber declarado a la policía en contra de su ex marido, la vida de su padre Humpty (James Belushi), un operador de un vivaz carrusel, con quien no se hablaba desde hace cinco años, cambia radicalmente y la estabilidad de su afligida vida cobra una nueva luz. La chica busca en la casa de su padre un escondite de la persecución de los mafiosos, dos protagonistas de la aclamada serie sobre la mafia de Nueva Jersey Los Soprano (The Sopranos, 1999-2007), ya que cree inocentemente que nadie la buscará allí. Mientras tanto, la esposa de Humpty, Ginny (Kate Winslet), la gran protagonista de la historia por su papel y versatilidad, mantiene una relación amorosa con Mickey a sus espaldas, pero la misma languidece por culpa de Carolina. Entretanto, el hijo de Ginny, Richie (Jack Gore), con su primer marido incendia cosas en cualquier lugar donde encuentra un poco de privacidad. De esta forma, la obra introduce un caleidoscopio de personajes enmarañados en sus obsesiones. Mientras Ginny está marcada por sus fracasos como pareja, Humpty busca redimirse de su fracaso como padre para Carolina, a la vez que esta última intenta resarcirse de su fracaso matrimonial. El personaje de Richie funciona como un comodín cómico e impredecible que busca en el fuego la contemplación poética y la destrucción que condensa las relaciones intrincadas en la que los protagonistas quedan atrapados a través de sus sentimientos. Woody Allen construye de esta manera una película escenográfica en la que cada acto parece cuidadosamente trabajado, tanto desde el set como desde la iluminación y las actuaciones, buscando con los cambios de luces transformar los primeros planos de las gesticulaciones de los actores, creando así una obra de carácter teatral en la que las actuaciones buscan indagar en la neurosis y los enredos en lo que los personajes se ven envueltos en una madeja que parece complicarse cada vez más. La fotografía a cargo de Vittorio Storaro (Reds, 1981) es exquisita y marca con sus primeros planos los cambios de iluminación y de coloración de esta pintoresca película. Al igual que con su ciclo de las ciudades europeas, La Rueda de la Maravilla continúa con los pequeños dramas que Allen plantea a partir de Blue Jasmine (2013). Con una Kate Winslet brillante el opus mantiene la premisa de la creación de un personaje femenino complejo y atribulado que se debate entre un marido al que no ama, un amante que no la ama, los remordimientos respecto de relación anterior y la imposibilidad de controlar a su hijo piromaníaco. Así, a contrapelo de la mayoría del cine actual, Woody Allen mantiene con vida un cine de autor de calidad que le permite filmar sin restricciones películas de gran profundidad, que plantean distintos cuestionamientos sociales desde una visión intelectual, ya sea a través del drama o del humor, pero siempre con agudeza e ingenio.
El espectáculo como mercancía La ópera prima del realizador norteamericano Michael Gracey, embarcado ahora en la preproducción de la adaptación del manga Naruto, de Masashi Kishimoto, El Gran Showman (The Greatest Showman, 2017) es un musical dramático con ligeros toques de comedia inspirado en la vida del animador, empresario del entretenimiento y político, P.T. Barnum, uno de los promotores de la combinación de las características del circo itinerante con curiosidades y espectáculo que materializó los rasgos que distinguen hoy el género circense. El film narra los comienzos de Barnum (Hugh Jackman) en el espectáculo desde sus sueños en la niñez en medio de la pobreza, su relación de Charity (Michelle Williams), con la que se casa y tiene cuatro hijos, para dar cuenta de su afán como emprendedor y animador. Tras la quiebra de la empresa naviera para la que trabajaba, Barnum consigue un crédito gracias a una pequeña estafa a un banco para crear un museo de curiosidades que finalmente convierte en un espectáculo que mezcla curiosidades vivas con entretenimiento, lo que genera jubilosos seguidores y enfurecidos detractores de todas las clases sociales. Con el fin de ganarse la esquiva afinidad de la burguesía el promotor se asocia con Phillip Carlyle (Zac Efron), un escritor de exitosos dramas teatrales que atraen a la aristocracia vernácula, quien lo lleva de gira a Londres donde se encuentra brevemente a la Reina Victoria. En Inglaterra Barnum conoce a la cantante de ópera Jenny Lind (Rebecca Ferguson), quien lo deslumbra, y el promotor rápidamente ve una oportunidad y le propone producirle una serie de costosos conciertos alrededor de Estados Unidos, en lo que será el comienzo de una etapa de cambios en su forma de hacer negocios. El Gran Showman se presenta como un musical anclado en la actualidad, con actores representativos de la juventud como Zac Efron y Zendaya, quienes tienen su idilio amoroso a contrapelo de la cultura racista del Siglo XIX, como un ejemplo entre tantos del espíritu de tolerancia progresista que el film de Gracey plantea a partir de la historia de Jenny Bicks (Rio 2, 2014) en un guion coescrito junto a Bill Condon (Chicago, 2002). Entre las principales características que marcan el opus se encuentra la banda sonora, que propone una selección de canciones de pop genérico contemporáneo pasteurizado por las discográficas con coreografías acordes con las canciones, matizando de alguna manera, o más bien cancelando, el espíritu de época, en una decisión polémica que claramente busca definir el público de la propuesta. Así, a pesar de la ambientación y el vestuario decimonónico, la música es completamente actual, lo que va en detrimento del realismo del film y de sus potencialidades. Desde todo punto de vista la película nunca se propone indagar en la vida y la obra de P.T. Barnum, un personaje significativo de una etapa de acumulación del capital en Estados Unidos en la era del nacimiento de las grandes corporaciones y la sedimentación del capitalismo en la cultura y los valores norteamericanos. El Gran Showman solo busca así como la introducción edulcorada y indulgente de un personaje fundacional de la cultura del entretenimiento a un público juvenil amante de la cultura pop adolescente norteamericana actual desde lo emocional tomando algunos datos biográficos convenientes y algo de ficción juvenil apta para todo público con un trasfondo de ideas modernas y críticas respecto de la intolerancia y los valores de la época en cuestión. A pesar de un interesante comienzo y alguna que otra buena canción de los compositores de las canciones de La La Land, (2016) todo el film se torna demasiado predecible, conveniente y monótono, apostando todas las fichas en fórmulas anquilosadas, premios potenciales y un público juvenil que sigue a sus ídolos. De todos modos, la obra solo se propone como un homenaje a Barnum según la interpretación actual de los hechos y los cánones vigentes del espectáculo, por lo que es imposible condenar a un film que solo entrega lo que propone desde un principio sin pretender engañar a nadie en un intento de deferencia hacía uno de los fundadores de los parámetros del espectáculo contemporáneo.