Un western de la dictadura En "Kóblic", el director Sebastián Borensztein narra una historia ligada al horror de la dictadura, pero desde otra perspectiva, la del victimario. Arrepentido, sí, pero culpable también. Si el pueblo es chico, el infierno es grande. Pero un averno mucho peor es el que se asienta bien cerca nuestro, al norte de lo que sentimos. Dentro de nuestra cabeza, que escuchó, vio y tocó todo lo que recordamos, se encuentra la miseria más absoluta, esa repetición constante, un loop enloquecedor de aquello que no nos va a dejar en paz ni aunque vayamos al lugar más pacífico de la tierra. La premisa de Sebastián Borensztein es mostrar cómo el arrepentimiento no repara los daños que hemos hecho a menos que nos enfrentemos a ese pasado, como es el caso del capitán Tomás Kóblic (Ricardo Darín), que en los años de la última dictadura militar desertó y se refugió en el pacífico y olvidado pueblo Colonia Helena, ayudado por un amigo que trabajaba con aviones realizando tareas comerciales. Desde el primer encuentro con el comisario del lugar, Velarde (Oscar Martínez), será visto con malos ojos por el policía al sospechar que el nuevo vecino oculta algo. En tanto, Kóblic, que debía pasar inadvertido, se enamora de una mujer (Inma Cuesta) casada, lo que agrava las cosas. Ante la persecusión, que derivará en una investigación por parte del jefe policial, más el romance que lo pondrá en más problemas, Tomás deberá decidir si seguir escapando cargando con más peso su equipaje de conciencia, o si tomará una decisión que, a pesar de las consecuencias, lo saque de su mal. En este thriller disfrazado de western (el forastero que llega al pueblo y lo modifica íntegramente), Borensztein sabe cómo narrar una historia ligada al horror de la dictadura, pero desde otra perspectiva, la del victimario. Arrepentido, sí, pero culpable también. A pesar de la buena actuación de Darín, impermeable ante cualquier desafío actoral, quien se destaca en el largometraje es Martínez, mostrando una caracterización nunca vista en él, casi irreconocible hasta en la voz y haciendo sumamente odiable su personaje. Un in crescendo de la oscuridad -quizás el único error aquí es empezar tan livianamente- que se apodera del espectador recién pasada la mitad de la película, pero que a partir de ese punto no lo deja escapar, y empezamos a formar parte de esa conciencia inevitable que nos perseguirá el resto de nuestros días.
Equilibrio en la naturaleza "El libro de la selva" cuenta la historia de Mowgli, un cachorro-humano criado en la selva por una familia de lobos, que se embarca en un fascinante viaje de autodescubrimiento cuando es forzado a abandonar el único hogar que conoció en su vida. Una película que impacta en lo visual y está excepcionalmente producida. Mowgli (Neel Sethi, debutante) se cría en la sabana salvándose de la muerte gracias a una pantera de buen corazón y líder de la zona, Bagheera (voz de Ben Kingsley). El pequeño había sido abandonado hace años y desde bebé, el felino lo dejó a cargo de una manada de lobos, lo más parecido a una familia que supo encontrar. Pero en el reencuentro de todas las especies que habitan en la naturaleza, que se produce tras una terrible sequía en un lago en el que todos se reúnen sin cazar ni ser cazados, solo para beber agua de ese estanque, Mowgli conoce a Shere Khan (Idris Elba), un temible tigre de bengala que promete tomar represalias con la manada si no le entregan al pequeño, porque afirma que en la ley de la selva el hombre es un ser prohibido -para los animales el niño solo es un “cachorro humano”, no todavía hombre-. Para evitar que su familia sea atacada, el nene decide irse por su cuenta y Bagheera lo llevará hasta la aldea humana más cercana, aunque en pleno viaje son atacados por el tigre que lo quiere como trofeo. En medio de la pelea de bestias Mowgli escapa y deberá aprender a sobrevivir solo, conociendo tanto temibles depredadores como algunos ocasionales amigos. Camino y aprendizaje La fuga continuará hasta que la noticia de algo inesperado hará que el pequeño muestre nuevamente su valentía y decida volver a ayudar a los seres que lo adoptaron y criaron. Sus mentores le enseñarán a que actúe como debe hacerlo, siendo fiel a su esencia, pero aquí encontrará un conflicto moral (a sus siete años) entre si su espíritu es más animal o humano. Basada en la clásica fábula de Disney, realizado con acción real y animales recreados por computadora, “El libro de la selva” impacta en lo visual, excepcionalmente producido, tanto como por su encanto de humanizar la convivencia de las especies animales. Si bien existen estamentos, líderes, manadas, depredadores y demás, su peso romántico y sentimental la hacen única en su simpleza, paradoja tras la complejidad de su realización. La nueva adaptación no necesariamente es una vuelta de tuerca ni un retrato fiel a su original, y allí el secreto de su novedad: respeta sus cánones y mantiene el encanto (fantasía, escenas musicales que no llegan a hartar), incrustando a la vez nuevas temáticas y otra profundidad.
Creer para no ver "La bruja" relata la historia de una familia devotamente cristiana de Nueva Inglaterra que se ve amenazada por las fuerzas de la magia negra. Este filme es, por mérito propio y ausencia de virtudes ajenas, una bocanada de aire fresco en el difícil arte de asustar. En una era en la que el terror ya no da miedo, la dificultad de hacer cine en este género es mayor con cada largometraje que se lanza al mercado. En 2015 hubo 25 estrenos que llegaron a las salas, y este año la cifra será parecida. Es por ello que, muy esperada, “La bruja” es, por mérito propio y ausencia de virtudes ajenas, una bocanada de aire fresco en el difícil arte de asustar. La esencia del triunfo quizás sea volver a las raíces en forma literal y trabajar con lo que podía dar escalofríos en la época colonial estadounidense y relatar una historia que genera ansiedad por su lentitud y encuentra su fuerte en lo minimalista. En otras palabras, con herramientas que podrían ser defectos, el director Robert Eggers logra grandes climas aprovechando al máximo sus recursos. Aislado Un granjero es excomulgado de la iglesia y debe abandonar, junto a su familia, la aldea en la que viven. Se establecen alejados de todo y en las cercanías de un bosque deshabitado pensando que la tranquilidad volverá a sus vidas, sin saber que en la zona algo oscuro e inexplicable para su visión teocentrista pondrá a prueba su familia. El hijo recién nacido desaparece sin dejar rastro cuando estaba al cuidado de su hermana, lo que la hace sospechosa de brujería. Sin embargo, el comportamiento extraño de los animales de la granja, incluso de los más tiernos como los conejos, provocarán dudas en otros integrantes de la familia. Los padres se verán en la tarea de juzgar a sus propios hijos, pero sus dudas variarán todo el tiempo pues su fe ciega en Dios los hace incapaces de tratar con lógica cualquier situación que se les presente. Lo cierto es que esa forma sesgada atrapa, porque de esa manera se nos presenta en pantalla, mostrándonos sólo un poco más de lo que ven los personajes pero sin poder atar cabos hasta el final. Es interesante que por más que las bases del filme sea retratar una familia ultracreyente, no nos paramos frente al terror religioso en todo su eje, sino que esa estructura sólo sirve para enclaustrar sus creencias, que forjarán las consecuencias que descubriremos a lo largo de los pocos más de 90 minutos que dura el filme.
El libre albedrío de los dioses Se estrena "Batman Vs Superman". Si bien por momentos es dispersa, en sus dos horas y media de duración habrá acción, épica, e inquietud. Con Henry Cavill, Ben Affleck y Gal Gadot, como "La Mujer Maravilla". Tanto divierte ver las consecuencias que pueden crear dos grandes, indiscutidos e irrepetibles, que nos encanta su lucha, vista desde afuera y sin conflictos que nos rocen. Los más ajenos a los comics de DC o algún conocimiento sobre películas de superhéroes quizás esperen una resolución salomónica sobre quién vive y quién muere en este duelo. Sin embargo, esa apuesta es lo menos importante de este filme, a pesar de que en efecto veremos la pelea entre el hombre de Metrópolis y el de Ciudad Gótica. Y, aunque, que creamos que la aventura será apoteótica, es el nacimiento de una saga desde el título “Dawn of justice”, (“El amanecer de la justicia”) en referencia a la famosa Liga de la justicia y por lo tanto debemos referirnos a este episodio como tal. En ese caso, el inicio del filme muestra retazos del pasado de los hombres de capa y rápidamente vemos las diferencias que ellos creen tener debido a la destrucción que producen sus heroicas hazañas. La premisa es la incertidumbre de saber si un hombre indestructible, que puede destrozar el planeta, no pondría de rodillas a la humanidad y sólo dependeremos de su voluntad de ser bondadoso. El cuestionamiento es obviamente sobre las intenciones de Superman (Henry Cavill). El choque Del lado “humano” y como brazo de la ley, está Batman (Ben Affleck), que será el primero en poner en duda a su colega, lo que abrirá el juego entre los “supercontrincantes”. Si bien por momentos es dispersa, en sus dos horas y media de duración habrá acción, épica, e inquietud. Sale muy bien parado Affleck, que a pesar de su inhabilidad para interpretar es un gran “Batman”. Por su parte, Cavill logra, gracias a los nuevos conflictos que se le presentan, que su “Superman” deje de ser aburrido. El villano Lex Luthor (Jesse Eisenberg) parece forzado a mezclar su inteligencia maléfica con varios problemas mentales, como si necesitarán el espíritu de Guasón para hacer más carismático el mal, en un intento que va hacia mal puerto. De lo mejor del filme también debe nombrarse a la introducción de la Mujer Maravilla (la bellísima Gal Gadot) que es una gran brisa de aire fresco a medida que la película crece. No es determinante su aparición pero hace que disfrutemos más el último tramo y no se convierta en una superproducción monotemática. Con muchos ítems que manejar, el director Zack Snyder tambaleó en algunos pero hizo un gran trabajo en general.
Todo comenzó en un motorhome... "Me casé con un boludo" cuenta la historia de dos actores que inician un fogoso romance que termina en casamiento. Durante la luna de miel Florencia se da cuenta de que se casó con un idiota irrecuperable. Gran labor de la dupla Suar/Bertuccelli, exagerando los clichés del, por un lado, exacerbado egocéntrico y, por el otro, la insoportable inseguridad. La historia de estos dos actores, que se conocen en un set de filmación, tiene su primer momento en el motorhome de Fabián Brando (Adrián Suar), convenciendo a Florencia Cormik (Valeria Bertuccelli), su coprotagonista, de que existe una gran conexión entre ellos. Al salir del tráiler, el director (Gerardo Romano) y pareja de Flor, los increpa. Demasiado familiar a nuestros ojos y oídos, al relacionarlo directamente con el episodio que pasaron la China, el chileno y la modelo. Es que Brando, famoso desde los seis años, vivió dentro de una burbuja siempre. Pero se enamora de Flor, y se casan apresuradamente. Poco tiempo después, ella descubre que él es un “pelotudo irrecuperable” y se lo cuenta a sus amigos, con la suerte que Fabián escucha toda la conversación y decide “recrear” su personaje del filme que realizaron juntos, para mantener viva su relación. Todo comenzará a marchar bien desde ese entonces, hasta que ella se entera de la farsa y las decisiones que tomará hará que ambos se replanteen su amor, su carrera y su propia existencia. “Me casé con un boludo” es una película exacta: comienza en clave de plena comedia, gran labor de la dupla Suar/Bertuccelli, exagerando los clichés del, por un lado, exacerbado egocéntrico y, por el otro, la insoportable inseguridad. La cinta avanza y los personajes ingenuos se vuelven más complejos, ya sea por su incapacidad de manejar la situación de farsa/descubrimiento de la mentira, o por la situación romántica que los hace chocar y amarse al mismo tiempo. A fin de cuentas, el tema principal es el miedo a defraudar en la vida y a nuestros seres queridos y cómo nos deshacemos de ese complejo. ¿Mentir? ¿Y hasta cuándo? Sin llegar a ser un drama, posee gratos momentos de ese género y le da la vuelta que se necesita para que no pase inadvertida entre cualquier otra comedia nacional. ¿La tana Ferro, quién era?
Rompiéndose el mate “La jugada maestra” retrata la vida del extraño y paranoico Bobby, desde su niñez hasta la consagración como campeón del mundo en el ajedrez. Ilógicamente, el papel del protagonista (Tobey Maguire) se centra en sus problemas mentales, y no especifica nada sobre su genio "Hay más jugadas posibles en un juego de ajedrez que estrellas en la galaxia. Así que sólo eso puede llevarte a un abismo”, dice el sacerdote Bill Lombardy (Peter Sarsgaard) intentando justificar a su compañero y colega en el ajedrez Bobby Fisher (Tobey Maguire). Con esa premisa arranca “La jugada maestra”, filme que retrata la vida del extraño y paranoico Bobby, desde su niñez hasta la consagración como campeón del mundo en ese deporte. Desde pequeño, Fisher mostró avidez y disciplina para el juego de estrategia por excelencia, aunque el retrato que se nos va planteando es el de un joven más tosco que inteligente. El ajedrecista crecerá en plena guerra fría y sus mayores enemigos serán los integrantes del equipo de la Unión Soviética -que dominan por completo las primeras posiciones mundiales- y su cabeza, que comienza a hundirlo en la paranoia a medida que su juego evoluciona. En la superficie Una historia clásica en el acervo hollywoodense, que se enfoca en las mentes brillantes pero que evita, por ser políticamente correcto, o cuestiones simplemente comerciales, socabar en temas profundos. “El código enigma” y “La teoría del todo” fueron los exponentes más cercanos en el tiempo, y “Una mente brillante”, protagonizada por Russell Crowe, el más significativo en la narración de biografías en clave americana. En 2002, el filme que ganó el Oscar a mejor película obvió tocar el tema de la bisexualidad de John Nash, su protagonista. En esta ocasión, ilógicamente, el papel de Maguire se centra en sus problemas mentales, y no especifica nada sobre su genio, más que el aplauso de su oponente al verse en problemas en su partida contra él. Su forma de jugar, considerada agresiva y novedosa a la vez, no es un punto importante para el director Edward Zwick (“El último samurai”, “Diamante de sangre”) y allí falla. Sólo vemos un loco sobreactuando con un entorno indiferente a su problema y que lo deja ser, haciendo que sus problemas empeoren.
Robarle al ladrón "100 años de perdón" cuenta la historia de un grupo de delincuentes que asalta la sede central de un banco en Valencia, España. Lo que parecía un robo fácil pronto se complica y provoca desconfianza entre los dos líderes de la banda por una de las cajas de seguridad. Las actuaciones de De la Serna y Tosar hacen que valga la pena pagar la entrada. Un grupo comando de delincuentes, dirigido por El Uruguayo (Rodrigo de la Serna) asalta un banco de Valencia, España, aprovechando una falla en el sistema de alarmas. La banda no sólo está armada hasta los dientes sino que también carga explosivos en sus propios cuerpos, indicador que los delincuentes están dispuestos a todo. El líder cuenta con El Gallego (Luis Tosar) como genio en la logística de escape, y al Loco (Joaquin Furriel) y Varela (Luciano Cáceres) como especialistas en la apertura de la caja fuerte. Pero lo que era un atraco sin dificultades se ve boicoteado por la tormenta que azota la ciudad, ya que el agua tapa las cloacas que utilizarían como plan de escape. La policía los rodea y apura al grupo para que todo se solucione rápido y sin la baja de los rehenes. Si bien todos tenían sus posiciones bien determinadas, cuando el Gallego y el Uruguayo se dan cuenta que los dos buscan algo específico además del dinero en las bóvedas, todos empiezan a desconfiar de todos. Tensión in crescendo Desde el título del filme “100 años de perdón”, segunda parte del famoso refrán que inicia con “Quien roba a un ladrón...”, comenzamos a sospechar que algo se esconde detrás del operativo inicial para el robo. Sin embargo, la tensión aumenta de a poco y nadie sabe quién es el malo y quién es el bueno en este juego entre ladrones expertos. Esa virtud de aumento en el suspenso, con el correr de las escenas se convierte en su defecto, pues a pesar de las buenas intenciones, la amenaza inminente de hacer volar todo por el aire con los explosivos se refleja en el estancamiento de resolución del conflicto, y la bomba nunca llega a explotar. Por otro lado, vale destacar la producción y la forma de narrar, gracias al director Daniel Calparsoro y la fotografía de Yosu Inchaustegui, que le dieron grandes aires al largometraje. Las actuaciones de De la Serna y Tosar, como contrapartes, hacen que valga la pena pagar la entrada de cine, tratándose de dos de los más grandes actores de nuestra generación y conviviendo impecablemente en la pantalla grande. Sobresaliente por momentos, exagerado en otros, está Joaquín Furriel, que es el encargado de la sección humorística de “100 años de perdón”, aunque eso no baste para que, en la parte de acción-thriller, todo sea un tanto más llano en los giros de la historia, sólo haciéndose fuerte en los tonos de lo previsible.
Propaganda yanqui "Brooklyn" cuenta la historia de una inmigrante irlandesa que se encuentra en dicha ciudad atraída por la promesa de una vida mejor. Pero pronto, deberá elegir entre dos países y las vidas que existen dentro de cada uno de ellos. El concepto de que Estados Unidos es una “tierra de las oportunidades” se reitera en la película nominada al Oscar. Nominada a mejor película para los Oscar que se entregarán el domingo, “Brooklyn” narra la historia de una joven irlandesa, Eilis Lacey (Saoirse Ronan) y su viaje a Estados Unidos en los años ‘50, en busca de un futuro mejor. Gracias a la ayuda de un sacerdote, la chica llega con trabajo, casa y estudios pagos a esta “tierra de las oportunidades”, concepto que se reitera en la película. Eilis primero extraña su hogar y no se halla dentro del suburbio de Nueva York donde pasa sus días, pero al conocer a Tony (Emory Cohen) en un baile, todo cambia, pues el amor hace que se sienta más a gusto en la ciudad y empieza a reconocer la “belleza” de este nuevo mundo. Una tragedia la obligará a viajar a su país natal para ayudar a su madre, y más oportunidades surgen para ella, obviamente bañada por el aire neoyorquino, que la hace más interesante para empleadores y pretendientes. En ese momento, Lacey deberá decidir si llama hogar el lugar que la hizo crecer como persona o en el que nació pero que poco tiene que ver con ella en su actualidad. Con un inicio muy similar a “Titanic”, con una Europa pobre enviando a gente esperanzada hacia el gran país del norte, en las primeras escenas todo comienza a tener un olor a propaganda estadounidense que se acrecienta a medida que Eilis se amiga con Brooklyn. El clásico “todo es posible aquí si sigues tus sueños” es tan naif y condescendiente que ni siquiera puede generar empatía la historia de amor, forzada por demás. A todo esto, el lugar de la mujer, para el filme, es al lado de un hombre. “No lo dejes escapar”, “Debes aprender a comportarte ante su familia”, frases que se escuchan de parte de las “menos afortunadas”, tienden al sexismo liso y llano. Está bien, hablamos de un filme que evoca la década del ‘50, pero no es necesario la exaltación de un pasado como si fuese un tiempo de oro. Del lado bueno, es una película amena, en el que el drama es apenas una loma sin mucha altura a atravesar. Y todo es lindo en Brooklyn, nuevamente exaltando la gran ciudad por sobre la fría Irlanda. Así que no sorprende su nominación como “mejor película” ya que los yanquis de seguro que la amaron y amarán honestamente al verla, pero ese panorama que intenta ser universal (sueños, composición de un hogar) vuelve constantemente a sobrevolar Nueva York, indicando inconscientemente que todo lo bueno proviene de ese lugar y no de las intenciones propias.
Exprimiendo la perfección "La chica danesa" cuenta la historia de un matrimonio de artistas plásticos, Gerda y Einar, quienes en un momento dado se ven enfrentados porque él quiere cambiar de sexo y llamarse Lili. La perspectiva femenina del universo abruma y lo transforma en tendencioso. Einar Wegener (Eddie Redmayne) era un afamado pintor, casado con Gerda Wegener (Alicia Vikander), que vivía una tranquila vida. Por su timidez y modales, cualidades que no hacían más que enamorar a su esposa, su mujer le pide que suplante por un tiempo a su modelo, una bailarina, y para ello debe ponerse unas medias de mujer y posar con un vestido y zapatos. En ese momento todo cambia para Einar, descubriendo que sus años como hombre fueron una mentira. Gerda ayuda en ese redescubrimiento, pero suponiendo que se trata de un juego, hasta que todo comienza a ser más real y Einar decide transformarse en Lili Elbey. Al mismo tiempo, Lili sangra por la nariz y tiene dolores en el estómago por lo que va a ver un médico, que le dice que el problema en realidad es psíquico. La ciudad comienza a verla como un “fenómeno” y la chica danesa encuentra refugio en un cirujano que puede cambiar su sexo con tratamientos e intervenciones. Pero no todo será fácil, ya que su Gerda peleará con él en una mezcla de amor por la persona y odio sobre lo que vendrá. El filme dirigido por Tom Hooper (que alzó un Oscar a Mejor película con “El discurso del rey”) está realizado con una delicadeza extrema y lo convierte en “material de Oscar”. En parte, porque Redmayne es un actor con mucha sensibilidad y es natural la femineidad en él (misma cuestión por la que nuevamente fue nominado al Oscar como Mejor actor tras haberse llevado el premio el año pasado). En otro orden, la perfección se exprime en cada detalle: la pulcritud de las actuaciones, el diseño cuidado de los escenarios y la ambientación tan detallada y limpia son visiblemente impactantes, pero la frialdad es lo que se resalta, en contraposición a lo que desean expresar. La perspectiva femenina del universo abruma y lo transforma en tendencioso. Mostrar el suplicio de Lili dejando de ser Einar desaloja la posibilidad de drama en el sentido conflictivo y la historia sólo posee llanura, provocando que el hecho de ser “políticamente correcta” vaya en detrimento de la postal cinematográfica.
El periodismo heroico “En primera plana”, uno de los estrenos de cine de esta semana, es una historia que narra la investigación de cuatro trabajadores de prensa de un diario que logran desenmascarar más de 600 casos de abuso sexual a niños por parte de sacerdotes. En la fina línea entre la ficción y el documental se encuentra “En primera plana”, filme que narra la investigación de cuatro periodistas del diario Boston Globe que desenmascaró más de 600 casos de abuso sexual a niños por parte de sacerdotes, hechos que la Iglesia, sistemáticamente se encargó de ocultar. Con trascendencia mundial, la nota periodística que realizó el grupo de “Spotlight” se transformó en la más vendida del medio y en ganadora del Premio Pullitzer, que galardona lo más importante del periodismo. Un editor nuevo en la empresa, Marty Baron (Liev Schreiber) le propone al coordinador Walter Robinson (Michael Keaton) trabajar sobre unos casos de abuso junto a su grupo, Mike Rezendes (Mark Ruffalo), Sacha Pfeiffer (Rachel McAdams), y Matt Carroll (Brian d’Arcy James). Cuando comienzan a cerrarse puertas y adentrarse profundamente en otras, los periodistas descubren que están tratando con algo más grande que sólo unos casos aislados, debiendo probar que en realidad el encubrimiento llegaba por la parte más alta de la institución más grande que existe, la Iglesia Católica. Narrada con gran minuciosidad sin perder de vista las interpretaciones de buen calibre (Keaton, Ruffalo y Mc Adams), “En primera plana” es, más allá de su impronta documental, un thriller dramático que no descansa y tiene cualidades hipnóticas a medida que se suman los casos y la impotencia se apodera del espectador.