La nueva trilogía de El Planeta de los Simios llega a su fin con su último capítulo, War for the Planet of the Apes, un film que siendo quizás levemente más flojo que sus antecesores todavía mantiene el alto nivel de calidad que supo entregar el director Matt Reeves en relación con cualquier otro producto promedio del mercado norteamericano. El caso fue que este trío de películas no fue una mera reposición de lo que se vio años atrás en la pentalogía inicial, por el contrario, fue una reinterpretación respecto a cómo se encuentra el futuro de la raza humana, la ética tecnológica, su manía racial y xenofobia.
Christopher Nolan es considerado uno de los directores, sino el director, más ambicioso y personal dentro de la nueva camada de cineastas del Hollywood contemporáneo. La grandilocuencia y profundidad de sus creaciones se apartan en gran medida de cualquier producto que la industria norteamericana pueda llega a ofrecer. Aún así, pertenece a Hollywood tanto por el lugar que su films ocupan dentro del mercado así como por las clásicas emociones que suscitan en el espectador; y su tendencia a separarse de la media lo ha llevado a ser tan amado como denostado por la crítica.
El mundo Cars es para los espectadores, casi en forma unánime, el producto más flojo de Pixar. Quizás por ser una réplica exacta de nuestro mundo pero cambiando autos por personas, o por poner la aventura menos innovadora de todo lo que el estudio de Luxo ha ofrecido. La tercera parte -nobleza obliga- no dista mucho de sus antecesoras pero integra algo que le faltaba y es la desesperanza, porque Rayo McQueen ya no es el mismo, sufre de lo que todo ser humano sufrió o sufrirá en algún momento: el recambio generacional.
El regreso a las viejas comedias familiares norteamericanas de inicios de milenio tiene su versión local con Mamá se fue de viaje, donde se pone en juego un convencional modelo de familia de clase alta cuyo padre debe superar las adversidades que le presentan el cuidado de sus hijos ante la partida temporal de la madre. Modelos parentales que han quedado en el pasado pero que al parecer siguen rondando por nuestra sociedad, en una comedia que aún así promueve la risa. El planteo de un relato con estos personajes característicos, extremadamente estereotipados, termina irreductiblemente por caer en los lugares más comunes del género. Desde el primer momento es bien sabido hacia donde irá a parar el conflicto, cómo y cuándo se resolverá. Es debido a esto que el guión de Mariano Vera apunta a crear las situaciones más descabelladas para encontrar lo que busca la película: hacer reír, y que lo más disparatado y cliché del desarrollo de la trama quede relegado a segundo lugar. La sólida estructura clásica de la obra se refuerza bajo la dirección de un Ariel Winograd – de más que probada experiencia en comedias – que maneja los tiempos de forma que el humor no llegue a saturar con los inverosímiles momentos que propone el relato. La mayor problemática de Mamá se fue de viaje radica en que los mayores momentos de tensión cómicos que ponen de relieve la caricaturización y falta de naturalismo de personajes muy lejanos a lo que puede considerarse una persona creíble. La misma exageración que hace mella en los giros dramáticas, también exagerados lo que lleva a que el punto más fuerte del film se de en la relación que proponen los personajes de Diego Peretti y Pilar Gamboa que se enmarca en el espacio más dramático y emotivo de la trama. No debe dejarse de mencionar la dirección fotográfica del gran Félix Monti en cuanto a colores saturados y, junto a Winograd, responsables de asombrosos planos secuencias como el realizado al comienzo de la obra, que a la vez encuentra un recurso atractivo en la rotura de la cuarta pared y la interpelación al espectador por parte del protagonista. El arcaico planteo y el inverosímil desarrollo de Mamá se fue de viaje redunda en una comedia entretenida y dinámica mas evidente y anunciada, que no propone nada nuevo sino que por el contrario se retrotrae a los representantes del género más clásicos norteamericanos, pero sin llegar de ninguna forma al estrato de clásico.
Finalmente Spidey ha vuelto a casa, y lo hace en el mejor momento de Marvel, cuyo universo cinematográfico le depara infinitas posibilidades ya como cabeza de equipo de la próxima fase. En Spider-Man Homecoming, el héroe arácnido de varias generaciones regresa a las fuentes originales del personaje para darle un tono más aniñado, colorido, cómico, todo lo que el Hombre Araña fue en un principio, todo lo que sintetizó en su figura de nerd superpoderoso que debe afrontar sus responsabilidades como justiciero y como adolescente. Spidey vuelve a casa en lo que es, decididamente, la mejor encarnación del papel. Con dos representaciones a cuestas de la mano de Tobey Maguire y Andrew Garfield, bajo las direcciones de Sam Raimi y Marc Webb respectivamente, el nuevo film del arácnido ahora interpretado por Tom Holland – quién sí puede representar físicamente a un adolescente de 15 años – se distingue desde su desarrollo de sus predecesoras. El primer factor más importante es que el título Homecoming, traducido Vuelta a casa, no denota nada relacionado con la trama sino que es el aviso más explícito de que después de años bajo los derechos de Sony, la figura del héroe vuelve temporalmente a las directas manos de la empresa comiquera que lo vio nacer, y por lo tanto de Disney. Esto es lo que define que el nuevo Spidey será muy diferente de lo que se ha visto hasta ahora. A partir de allí comienza la narración que llega in media res, tomando en cuenta los sucesos de Captain America: Civil War, que introduce a un Peter Parker/Hombre Araña deseoso por salir a batallar nuevamente con los Vengadores y formar parte del equipo, lo que construye ya a partir de los primeros minutos con una gran secuencia de montaje la personalidad esperanzada e idealista de un adolescente en condiciones de ser un héroe pero que al fin y al cabo todavía debe seguir ateniéndose a sus “banales” responsabilidades cotidianas. Más aún, el mayor acierto en el film es dotar a Peter de esa normalidad propia de un joven de su edad. La dirección de Jon Watts enfatiza en mostrar al chico dentro de su ámbito escolar, las relaciones con su mejor amigo, su tía May y por supuesto, su enamorada. A fin de cuentas Spider-Man: Homecoming estaría articulada como una típica película coming of age en donde el adolescente comienza a percibir sus cambios hormonales y emocionales, así como nuevos conflictos en su vida, solo que aquí el descubrimiento de su propio yo va de la mano con tomar sus responsabilidades como héroe, Peter Parker nunca deja de ser un niño. Por el otro lado tenemos al Hombre Araña en lo que es, como fue dicho más arriba, la mejor encarnación hasta ahora en tanto vuelve a identificarse como un personaje joven rebelde, emocional, frustrado y humorístico. El de mallas rojas y azules no deja nunca de ser alguien que quiere demostrar continuamente su valía, y para eso no dudará romper las reglas impuestas por su mentor Tony Stark, mientras que en pleno acostumbramiento a su vida justiciera será autor de ciertos errores derivados de su ingenuidad e ignorancia. Sin embargo, la nueva construcción del trepamuros deja ciertas incoherencias con su escencia ligadas a los cuantiosos dispositivos tecnológicos que desbordan su avanzado traje. Se pierde en muchos momentos la “aracnicidad” y se diluyen en gran medida las escenas en las que Spidey puede demostrar sus habilidades adquiridas. La nueva producción de Marvel continúa con el lineamiento de los ambientes brillantes, ligeros y esperanzadores, yendo a los lugares más comunes del camino del héroe que deriva inevitablemente en saber lo que depara la trama. Su típica comicidad se acentúa mucho más dado que el protagonista que toma las riendas de la historia es un crío, lo que genera contados momentos de cierto infantilismo. Desde la creación del MCU, la Casa de las Ideas ha tenido evidentes dificultades presentando villanos que terminaban siendo irrelevantes por su falta de profundidad, objetivos, o directamente sinsabor. El Buitre encarnado por Michael Keaton sale un poco de esa tendencia con la interpretación de un hombre que transmite terror y es responsable de un giro dramático que alimenta de buena forma al conflicto que enfrenta tanto El Hombre Araña como Peter Parker. Spider-Man Homecoming representa más por la bienvenida a su hijo pródigo que por la película en sí. El Hombre Araña presentado da sobrada talla para pertenecer al DCU y ser la imagen representativa de las próximas fases más aún teniendo en cuenta todo lo que puede crecer como héroe y como Peter. Pareciera que tener una tercera encarnación del arácnido trepamuros en 15 años no es algo para festejar; pero sí lo es esta versión, porque significa no solo su vuelta a Marvel y su entrada al MCU, significa volver a ver al Hombre Araña con el que todos crecimos.
Dar con filmes que decidan abocarse a la puesta en escena y dejar en segundo lugar a la trama es una se convierte en una actividad con rasgos utópicos, en el género del terror y suspenso, exceptuando The Witch, no existirían a priori esta forma de realto que haya llegado a las carteleras con cierto éxito y repercusión. Producida por A24 – cuyas entregas suelen expresar una forma estética distante de las grandes casas comerciales – y dirigida y guionada por Trey Edward Shults, It Comes at Night es uno de estos filmes donde lo que sucede es menos importante que el cómo. Una familia se encuentra refinada en una gran casa boscosa, algo sucede en el exterior, cuando necesitan moverse por el bosque lo hacen con suma precaución y miedo. No es necesario saber nada más porque no se explicará, y a partir de allí la puesta en escena de Shults es lo que mantiene al espectador expectante, intranquilo y sin lugar para distenderse, la ambiguedad que baña el relato es muestra suficiente de no poder confiar ni en los sueños. La obra traza su recorrido constante por un límite que le permite jugar con ese nerviosismo que parece llevar a una resolución pero que a último momento se evita. Los personajes se mueven en los anticlímax producto de su miedo tanto por hacer algo con su situación como por las repercusiones que podrían provocar y destruir ese delicado equilibrio en el cual se encuentran. El film carece de curva dramática pronunciada, el desasociego que esto provoca se ve apoyado en el trabajo de una cámara estática y de movimientos desacelerados que evitan entregar planos esclarecedores; el sonido, por otra parte, indica aquello que la cámara no, aún así, su mezcla alterna realismo e incoherencia, aquello que se oye no llega a corresponder con lo visto, en vistas de esto es que la tensión llega a puntos exageradamente maniqueístas por momentos denunciados en las escenas largas. Joel Edgerton da vida a un abnegado y brutal padre que solo desea proteger a su familia, pero en este camino de supuesta transformación que produce la llegada de esta nueva familia, el actor habilmente da cuenta de la permanente desconfianza en el entorno que los mantiene confinados. Ni siquiera la casa puede llegar a ser su lugar de realtiva seguridad. It Comes at Night, da lugar a la imaginación, no subestima al espectador que sabe que puede aferrarse a su butaca sin necesidad de conocer lo que sucede. La información necesaria es aquella que entrega la ambientanción y el discurrir de estos personajes enfermizos y paranoicos. En esto radica lo más elogiable de la obra, dejar las respuestas y el final a merced del espectador.
Probablemente sea 2017, no hay nada que dé lugar a pensar lo contrario excepto que la sociedad panóptica implícita en nuestro mundo ha dejado el pensamiento más crítico para pasar a ser una realidad a la larga insoportable. Las fronteras entre la privado y lo público fueron disueltas. The Circle, basado en la obra de Dave Eggers, es la sociedad de control teñida en clave utópica, brillante y prometedora, un film mucho más interesante en la premisa que en su desarrollo. La ciencia ficción ha sido responsable de infinidad de historias de este tipo de concepto, siendo dos de ellas, 1984 y Un mundo feliz, lo puntos de referencia que aunque con sus diferencias no hacen más que prevenir el pesadillezco mundo que podría llegar en unos años. La obra de Eggers, también autor del guión, claramente bebe de estas fuentes, aunque con una visión mucho menos delatora de la crueldad que sobreviene a estos tipos de sociedades. El colorido romanticismo que bien en claro deja el tono del film es la homologación perfecta del pensamiento positivismo de los medios y las redes sociales de hoy en día. Cuanto más innovaciones lanza la empresa The Circle, mayor conciencia tendrá Mae Holland (Emma Watson) de que la bella utopía planteada no es más que una refulgente distopía escondida salida de la cabeza de Bailey (Tom Hanks, correcto pero sumamente desaprovechado) Debe reconocerse al guión una necesaria preponderancia al diálogo que deja de lado cualquier presunción sobre producciones de escenas de acción e intensidad en producciones de este género. De todas formas es este énfasis en el diálogo susceptible de plantear conflictos en base a personajes que cambian abruptamente sin la justificación suficiente. El film deja ciertos cabos sueltos y finaliza de una forma visualmente apropiada mas capaz de haber sido resuelta largo tiempo atrás en el film. Aunque definitivamente el punto más flojo de un guión a grandes rasgos aceptable atañe a la construcción y presentación de personajes secundarios que no logran llegar a justificar una presencia que bien desarrollada podría haber dotado al personaje de Mae de más densidad de la que llega a poseer o transmitir la interpretación de Emma Watson. Matthew Libatique es el responsable de una fotografía que logra transmitir a la perfección ese ambiente entusiasta y juvenial al que refiere la empresa The Circle. El director James Ponsoldt elige hacer uso de las nuevas tecnológias en forma de inserts en sus planos como lo son la pantalla dividida, vistas a través de celular, cámaras frontales, chats, elementos que dan mucho dinamismo a la atmosfera pero cuya saturación termina por desconcentrar al espectador en cuanto a la información dada, algo que a fines narrativos es perjudicial pero que a la vez recrea a la perfección la sobreabundancia de datos a la que estamos expuestos en pleno siglo XXI. The Circle pudo haber sido mucho más de lo que termina siendo. Se queda en un planteo que desarrolla visualmente de forma impecable e inteligente pero que carece de emoción y profundidad. De todas formas es patente que el concepto que transmite es lo más importante y lo más peligroso. El hecho de asemejarse tanto al 2017 no hace más que enfatizar que la sociedad panóptica, si no es por hecho, en idea por lo menos ya está instalada en las grandes corporaciones mundiales.
Gru, el nuevo gran personaje del cine de animación de la nueva década vuelve en lo que es la nueva entrega de esta trilogía que empezó en 2010 y que puso en escena a las criaturas amarillas más queridas por los niños de hoy en día. Despicable Me 3 es una muestra más, y van, del provecho que Hollywood intenta sacar de sus productos, de sus íconos, dispares cualitativamente. Esta nueva historia confirma el cambio que aventuró la segunda entrega: Gru ya es un padre de una familia, se ha casado con Lucy – la superagente que hizo su presentación en el film anterior – y abandonado la vida criminal para formar parte de la Liga Anti Villanos. En resumen, a modo cínico, Gru ha pasado a formar parte de un sistema donde tiene la obligación de atrapar a aquellas personas que son lo que alguna vez fue él, lo que, idependientemente de lo irónico que puede parecer, construye un giro más que original y prometedor, para plantear las dudas de Gru hacia su nuevo y feliz estilo de vida. Un nueva trama da pie a conocer el pasado de Gru a través de su gemelo Dru, un multimillonario cuyo más grande sueño es seguir los antiguos pasos de su hermano. El desarrollo que parece que va a llevar a Gru a un arrepentimiento y vuelta a la criminalidad se queda en un mero atisbo de descarga emocional. Extrañamente para filmes de este género, se proponen dos subtramas que se enfocan en las descripciónes de personajes. Por un lado, las dificultades de Lucy para lograr ser una buena madre; por otro (no podían faltar) el grupo de minions que se revelan a Gru y abandonan la casa para vivir sus propias aventuras. La buena idea de superponer este tipo de tramas se va desvirtuando progresivamente hasta convertirse en un compendio de chistes repetidos y saturadores, situaciones forzadas, para terminar por darse cuenta de que ninguna de ellas tiene importancia fundamental en el conflicto principal: atrapar al villano Balthazar Bratt. La conocida estética de Despicable Me no es una sorpresa en esta nueva entrega, la acción, la comedia y la melosidad están a la orden del día, y ahora se le agregan muy logradamente la música y la estética visual de la década de los 80 encarnada en el villano; sin embargo pareciera ser que la historia se subordina a estos elementos con la sola intención de provocar sorpresas y risas. Lo original y novedosos que podría aportar Despicable Me 3 queda solo en planes. Es un paso adelante en relación con el segundo filme que adolecía de seriedad al otorgarle predominancia a la congestión cómica de los minions. Divierte y entretiene hasta que se convierte en una burda pantomina del primer film estrenado en 2010.
Fox apuesta y vuelve a una trama que en Hollywood había caído en desuso. El pequeño niño prodigio protegido y tutelado por una persona incapaz de brindarle los “recursos adecuados”. Chris Evans deja a un lado sus ropajes superheroicos para interpretar a un estoico tío que debe hacerse cargo de una pequeña sobrina prodigiosa que se ve lanzada a descubrir el mundo. La sociedad contemporánea, o por lo menos las clases altas norteamericanas, parece acordar unanimemente el modo de accionar cuando se produce un encuentro con un niño o niña con dones excepcionales para la correspondiente edad. De una forma u otra el desarrollo intelectual en virtud de la búsqueda de respuestas a interrogantes académicos y científicos estará siempre por delante de la formación más humana de esa persona. Y aquí siempre parece llegar a los mismos puntos confrontados: una exitosa y prestigiosa carrera en deficiencia de la formación de un ser “social” o que esta persona se convierta en alguien con una “vida” pero dejándo atrás todo aquello que podría convertirla en una leyenda. Esto es el punto de partida para terminar encontrando una síntesis entre los dos opuestos. Se encuentra por otro lado el protector, en este caso Frank Adler, quién cría a su sobrina luego del suicidio de la madre, una de las mentes más brillantes y prometedoras del mundo matemático. Se innegable reconocer la influencia de un film paradigmático de estos casos: I am Sam (2001) que, salvando las distancias, mantiene profundas conexiones en cuanto a que el personaje más doliente es el Frank, quien debe debatirse entre su deseo por luchar y conservar a su amada sobrina Mary aún si su vida destará mucho de aquello para lo que parece estar destinada; o hacer caso al deber y entregarla a su madre, abuela de Mary, para brindarle un futuro de prestigio pero del cuál él no formará parte. Y como Lucy en I am Sam, Mary – interpretada de forma magistral por la pequeña Mckenna Grace – se ve seducida por los dos mundos, tener todo aquello que augura y seguir en su mundo de felicidad con su tío. Claro que su voz no tiene voto en la burocrático como también sucede que Frank, a pesar de luchar, sabe que todo terminará con el resultado de lo que el sistema burocrático dictamine que es lo mejor; y a la vez resulta ser lo más destacable del film dirigido por Marc Webb, el ambiente apesumbrado en cuanto al conflicto e interrumpido por pequós brotes de felicidad que describen el profundo amor entre tío y sobrina dada por una bella química entre Evans y Grace. Esta relación entre Frank y Mary representa el lado positivo de todo el abanico de personajes que encuentra en la abuela, Evelyn (Lindsay Duncan) el espectro negativo del mismo, lo que redunda en un enfrentamiento donde el espectador tomará parte del primer lado sin dudarlo, llevando el film al transcurso entre dos polos extremos sin deternerse en los tintes medios a pesar de entender la motivación de la abuela, destiñendo la profundidad del conflicto y la capacidad de identificarse con la fuerza antagónica. Gifted es una producción emotiva y efectiva así como también encuentra en sus resoluciones melosas una falta de verosimilitud discordante en aquello que se venía desarrollando. Entrega lo que propone, lo que de todas formas no es algo negativo pensando el cine contemporáneo norteamericano.
Ya sea incorporando el cine negro o un brutal realismo, el mayor estigma de la península coreana es provocado por esa frontera que separa a dos estados, dos sistemas económicos, dos ideologías cuyas diferencias son directamente proporcionales al parecido. Más de medio siglo de conflictos y confrontamientos no hicieron mella en los milenarios años en que Corea del Sur y Corea del Norte conformaban la Gran Corea, un sueño todavía lejano. La nueva obra de Kim Ki Duk propone hurgar en una herida abierta que excede a lo estrictamente político. Accidentalmente el pescador norcoreano Nam se ve traspasando la frontera y de un momento a otra pasa a estar de su amada patria a un lugar grotescamente capitalista y traicionera, Corea del Sur, donde los valores se han perdido. Previo a ello, Nam mantiene una relación sexual con su esposa, decidido a seguir sus impulsos animales. Kim Ki Duk, también autor del guión, en los pocos minutos que transcurren desde el punto de ataque al detonante antecede lo que sucederá con Nam: a pesar de su entrega patriótica no podrá resistirse a la influencia extranjera donde encuentra nuevos estímulos para la mirada, pero también la ceguedad y el malestar por el que pasa cierta parte de la población, un lugar donde la libertad es aparente. El director invierte los roles presupuestos por los medios contemporáneos. El sistema es más cruel y carcelario en donde más se intenta esconderlo. Es este rol de los medios donde Kim Ki Duk halla la forma de quebrar con todos los estereotipos capitalistas y comunistas. El servicios de inteligencia surcoreano, ataviado de fracasos en casos de espionaje entre ambos países, se propone crear en Nam la imagen de un espía, y como imagen, venderla a una industria de comunicaciones donde aquello que se ve es lo verídico. El único contacto que el encarcelado protagonista mantiene con su hogar se da mediante televisaciones de los noticiarios provenientes de allí en donde se le pide su regreso y otorga el perdón. En virtud de toda la perversidad que experimenta Nam creer en las imágenes es solo el primer paso para su transformación. El culto a ellas que hacen los países son solo prueba del engaño al que las dos poblaciones se ven sometidas desde los puestos más altos del gobierno. El director realiza una inteligente puesta en escena en que los dos espacios, Norte y Sur, son diametralmente diferentes en cuanto a lo visualmente referente; lo que comparten es más importante, la descreencia, violencia y melancolía, una atmósfera que influencia a un Nam que pasa de la ingenuidad a la reflexión y la congoja, ante toda la pena y la crueldad que presencia ya no hay patria ni enemigo, solo desarraigo. Geumul, La red, en su versión traducida es un film donde la trama está al servicio de algo mucho más profundo, inherente a la Gran Corea. En su tragedia realista desesperanzadora se entreven ciertos mensajes de una pequeña esperanza, porque lo que los une es una emoción que comparte todos los sere humano: la pena; y la injusticia, lo que padecen los desafortunados dominados por el sistema. El plano final refleja todo ello, en un final exquisito y humano digno del Neorrealismo Italiano.