Vidas cruzadas Luego de varios años en escena y ser aclamada por el público y la crítica, la obra teatral El viento en un violín de Claudio Tolcachir llega a la pantalla grande. Mater (2017) cuenta con la dirección de Pablo D'Alo Abba, quien utilizó los recursos del séptimo arte para llevar a cabo la versión cinematográfica. Por un lado, Mater se centra en Darío, quien a sus treinta y dos años continúa conviviendo con su madre Mecha, una abogada controladora de clase socio económica alta; y por otro lado en Lena y Celeste, una pareja humilde que busca cumplir el deseo de la maternidad pero por falta de recursos económicos no logra conseguirlo. Los sucesos cambian cuando las mujeres conocen a Darío en un boliche, lo secuestran y lo violan, quedando Celeste embarazada como producto de dicho acto. Desde allí las vidas de los personajes se entrecruzan y se modifican para siempre. Hay historias que tienen mayor atractivo entre las páginas de un libro, otras que muestran su riqueza al ser representadas por actores sobre un escenario, otras que se retratan mejor con una cámara y luego son llevadas a la pantalla grande, mientras que hay historias que pueden llegar a ser funcionales a todos los formatos. Este es el mayor desafío de Mater. La mirada del director Pablo D'Alo Abba es uno de los puntos interesantes del film, ya que no juzga a los personajes ni a sus acciones sino que los expone al máximo, dando luz tanto a sus virtudes como a sus mayores miserias, para que luego el público actúe como el juez de los acontecimientos observados. En el teatro, la percepción del espectador está limitada a su butaca, no hay ubicuidad en su punto de vista y es él quien elige a qué o a quién prestarle mayor atención de la puesta en escena. Mientras que en el cine, es el montaje de planos el que permite el cambio de punto de vista óptico. Lo atractivo de Mater es que no pretende ser una “película teatral”. El director utiliza los recursos cinematográficos a su alcance: desde los diferentes tipos de planos para priorizar determinados movimientos de los sujetos o ciertas situaciones, hasta el recorrido por variados espacios y temporalidades que le otorgan la fluidez necesaria al relato. El reparto del film está integrado por los mismos actores de la versión teatral. Más allá de las diferencias presentes entre los individuos, tienen un punto en común que es la búsqueda… la búsqueda desesperada, y esa sensación traspasa la pantalla y genera incertidumbre escena a escena. Se destacan las actuaciones de Lautaro Perotti y Miriam Odorico, quienes componen un vínculo madre-hijo que aumenta su tensión con el correr de los minutos. Mater es una película en la que no hay buenos ni malos, sino personas que quieren alcanzar diferentes objetivos y son capaces de llegar a límites extremos con tal de cumplirlos. Cada personaje tiene sus argumentos para accionar de la manera en que lo hace, y eso es lo que inquieta aún más al espectador ya que se verá obligado a analizar cada hecho desde diferentes miradas. Mater es un largometraje que arranca cuando se apagan las luces de la sala y si bien técnicamente termina con los créditos finales, lleva a la inevitable reflexión y debate post film, por lo que la riqueza de la película continúa.
El legado del Negro “No tengo intención de trascendencia, yo quiero que la gente se ría, hacer reír, como lo hicieron conmigo Chaplin y el Negro Olmedo”, afirmaba el célebre dibujante, escritor y humorista Roberto el Negro Fontanarrosa. Varios de sus cuentos han sido trasladados a la pantalla grande, como los casos de Memoria de un wing derecho que se convirtió en Metegol (2013) , dirigida por Juan José Campanella Cuestión de principios (2009), que llegó al cine con el mismo título y contó con la dirección de Rodrigo Grande. El Negro también brindó su talento artístico a través del diseño de los personajes de los largometrajes animados Martín Fierro, la película (2007) y Boogie, el aceitoso (2009). Y diez años después de su muerte, su legado llega a los cines por medio de seis cuentos adaptados al séptimo arte que funcionan como las piezas de un rompecabezas que se ensamblan y reconstruyen las obras del ídolo popular. Fontanarrosa, lo que se dice un ídolo (2017) es un largometraje constituido por seis cuentos del dibujante, escritor y humorista Roberto Fontanarrosa, adaptados y dirigidos por seis directores de cine rosarinos y representados por actores que dan vida a los entrañables personajes de las historias del Negro. No sé si he sido claro, dirigido por Juan Pablo Buscarini y protagonizado por Dady Brieva y Gastón Cochiarale; Vidas Privadas, a cargo de Gustavo Postiglione, con las actuaciones de Gastón Pauls, Julieta Cardinali y Jean Pierre Noher; Sueño de barrio, con la dirección de Néstor Zapata y las interpretaciones de Pablo Granados, Chiqui Abecasis y Raúl Calandra; El Asombrado, dirigido por Héctor Molina, con Dario Grandinetti, Claudio Rissi, Catherine Fulop y Mario Alarcón; Elige tu propia aventura, a cargo de Hugo Grosso y protagonizado por Luis Machín, Kate Rodriguez, Quique Pesoa e Ivana Acosta; y Semblanzas Deportivas presentado en formato animado con la dirección de Pablo Rodriguez Jauregui y la voz de Miguel Franchi. El largometraje funciona como un rompecabezas en el que cada relato contribuye a su construcción y armonía a lo largo de su desarrollo. Aunque todos los cuentos llevan consigo el espíritu del ídolo popular y mantienen el mismo tono de humor, se presentan diferencias en cuanto a ciertas decisiones que tienen que ver con el cómo contar cada historia. Si bien en todas hay transvisualizaciones, es decir, se plasma en imágenes lo que expresa el narrador oralmente, hay casos en los que quién cuenta los acontecimientos es un personaje, como el interpretado por Dady Brieva en No sé si he sido claro, y otros en los que se combinan los discursos de los sujetos ficticios y un narrador que está por fuera del universo en el que ocurren las acciones. Cada una de estas formas depende de la búsqueda en cada circunstancia, logrando la fluidez en el conjunto. “De mí se dirá posiblemente que soy un escritor cómico, a lo sumo. Y será cierto. (…) No aspiro al Nobel de Literatura. Yo me doy muy bien por pagado cuando alguien se me acerca y me dice: “Me cagué de risa con tu libro””, opinaba el Negro. Y su búsqueda también se trasladó a la pantalla grande ya que los relatos rescatan y recrean el humor de las historias de Fontanarrosa, algunos incluso invitan a la reflexión, gracias a las precisas direcciones y destacadas actuaciones. Entre los cuentos representados sobresalen Semblanzas Deportivas, No sé si he sido claro y El Asombrado. “Sería pretencioso de mí suponer que voy a cambiar el mundo”, expresaba Roberto Fontanarrosa. Sin embargo, el Negro logró ganarse un lugar en el corazón de cada uno de los argentinos a través de sus historias. Sus cuentos logran ser llevados al cine por medio de las seis historias que componen Fontanarrosa, lo que se dice un ídolo, en las que si bien hay pequeñas diferencias estilísticas y narrativas entre una y otra, logran constituir un dinámico largometraje que rinde el comprometido homenaje que el Negro merece.
La verdad se padece "Ser o no ser igual al libro… esa es la cuestión”. Las adaptaciones de libros en la pantalla grande se enfrentan a diversos desafíos, sobre todo al de retratar de manera fiel el relato presente en formato gráfico para satisfacer las expectativas de los lectores que siguieron atentamente lo que allí se narraba. A lo largo de la historia cinematográfica nacional se han trasladado varias novelas destacadas al séptimo arte como es el caso de Las viudas de los jueves (2009) dirigida por Marcelo Piñeyro y fundada en el libro de Claudia Piñeiro o El Secreto de sus Ojos (2009) de Juan José Campanella, apoyada en el texto de Eduardo Sacheri titulado "La pregunta de sus ojos". En este caso, llega a los cines la adaptación de la aclamada novela "Los Padecientes", escrita por el psicoanalista Gabriel Rolón. La versión cinematográfica es dirigida por Nicolás Tuozzo, quien regresa a las salas a cargo de un proyecto mainstream luego de sus films independientes Próxima Salida (2004) y Horizontal / Vertical (2009).“ La verdad no deja de existir porque no se la conozca”, afirma Pablo Rouviot (Benjamín Vicuña), un reconocido psicoanalista obsesionado por hallar la verdad, por más dolorosa que ésta resulte. Todo comienza cuando el profesional recibe la visita de la bella y misteriosa joven Paula Vanussi (Eugenia Suárez) en su consultorio, quien le cuenta que el cuerpo de su padre, el poderoso empresario Roberto Vanussi (Luis Machín), apareció acuchillado y se acusa al hijo del mismo, Javier (Nicolás Francella) por haber cometido el asesinato. Paula le pide a Rouviot que la ayude a demostrar que su hermano es inimputable, ya que padece serios trastornos psiquiátricos y sería incapaz de comprender el peligro de sus acciones. Pablo se involucra en el caso, medio como psicoanalista y medio como detective, para recomponer la siniestra historia familiar de los Vanussi, llena de violencia y zonas oscuras, y busca revelar la verdad sobre quién mató al empresario y los motivos del hecho. Los padecientes (2017) es un thriller psicológico que ya como novela permitía al lector sumergirse de lleno en la historia a través de una narración cautivante de los hechos y con detalladas descripciones de los espacios y personajes que hacían inevitable la recreación audiovisual en las mentes de quienes leían el libro. Casi siete años después de su publicación, llega a las salas de cine y cumple (aunque con ciertas dificultades) trasladar de forma bastante fiel lo contado en el relato. Si bien hay detalles que fueron modificados para su versión cinematográfica, la esencia de la historia se mantiene en varios aspectos. Esto se debe al trabajo en conjunto del director Nicolás Tuozzo, quien además de ejecutar dicho rol, estuvo a cargo del guión, acompañado por Gabriel Rolón y Marcos Acerbi, lo que permitió la articulación entre el aspecto literario y el cinematográfico. Un asunto que “hace ruido” es el lenguaje utilizado en varios diálogos, que no es el “común y corriente” que maneja la gente día a día, sino que más bien corresponde con un formato literario. Otra cuestión que no termina de cerrar es la mención acelerada de ciertos detalles importantes para la historia y que si bien el libro se toma sus páginas para desarrollarlos, la duración del film es más acotada por lo que es probable que espectadores que no hayan leído previamente la novela, no lleguen a procesarlos completamente y ciertos puntos no les cuadren. Respecto a los roles protagónicos, Benjamín Vicuña encarna de forma adecuada al psicoanalista Pablo Rouviot, quien también oficia de detective, y Eugenia Suárez compone con compromiso a Paula Vanussi. Las revelaciones del film aparecen con Ángela Torres y Nicolás Francella, quienes interpretan a los hermanos Vanussi restantes, Camila y Javier. Ambos artistas brindan actuaciones firmes, con una carga dramática exacta en sus interpretaciones. Luis Machín resalta con un personaje siniestro que traspasa la pantalla y genera el sentimiento de odio a flor de piel. Por otra parte, Pablo Rago está a cargo del Gitano, quien agrega una pequeña cuota de humor entre los perversos acontecimientos. La parte técnica del film es un aspecto a destacar, ya que cuenta con una banda sonora generadora de los diferentes climas del largometraje. Resalta la fotografía, a través de los escenarios acordes a los acontecimientos presentados. El cuidado estético del director se observa en cada escena, incluso en aquellas en las que se plasman situaciones crudas y perversas. “La verdad nunca puede ser dicha totalmente por alguien, y en esta historia, cada uno de los protagonistas puede aportar algo que el otro ha reprimido o decidido ocultar”, expresa un fragmento de la novela escrita por Gabriel Rolón, la cual genera el mismo efecto en su versión cinematográfica: la búsqueda de la verdad en esta historia. Los padecientes es un correcto thriller psicológico, que a pesar de ciertas fallas, cuenta con todos los componentes necesarios para entretener a los espectadores y además invitarlos a ser testigos partícipes de un caso en constante suspenso, por lo que el público no querrá despegar sus ojos de la pantalla hasta descifrar el enigma.
Autopsia dudosa Los diccionarios definen a la autopsia como “el conjunto de exámenes médicos que se realizan en un cadáver para determinar las causas de su muerte”. Este proceso es fundamental en los casos de asesinatos o defunciones dudosas ya que ayudan a esclarecer los motivos, sin embargo, esto no ocurre en La morgue (The Autopsy of Jane Doe, 2016). En esta película, cada avance en el proceso abre aún más el abanico de dudas sobre los hechos, y como si esto fuera poco, se pone en peligro la vida de los encargados de la funeraria. El director noruego André Øvredal retorna a las salas de cine con La morgue luego de su exitoso film Troll Hunter (Trolljegeren ,2010), un falso documental de terror destacado a nivel mundial. La morgue se centra en el hallazgo del cuerpo desnudo y semienterrado de una bella muchacha, quién es víctima de un presunto homicidio pero del que se desconocen datos precisos. La policía encarga la autopsia a los médicos forenses Tommy Tilden (Brian Cox) y Austin (Emile Hirsch), padre e hijo, que reciben el cuerpo de la joven, sin signos de violencia, en su funeraria. Ambos comienzan un metódico, preciso y sistemático proceso, en el que sus vidas estarán en constante peligro. Durante una oscura y tormentosa noche, deben encontrar las respuestas a un caso lleno de misterios guardados dentro de la joven Jane Doe. La morgue es un espacio que muchos temen visitar pero que genera curiosidad e intriga saber lo que allí ocurre, y esto es retratado con precisión por André Øvredal, que plasma paso a paso el desarrollo de una autopsia. El complejo trabajo de maquillaje y cámara logran que el espectador se sienta “con las manos en el cuerpo”, como si fuera un médico forense, pero del otro lado de la pantalla. El director presenta una película sensorial, donde además del tacto y la vista, juega con la audición a través de ruidos que impactan como si el espectador estuviera sólo en una funeraria en medio de una noche lluviosa. André Øvredal aprovecha un espacio tan reducido como es una sala de la morgue, convirtiéndolo en un lugar escalofriante e inseguro. Respecto a la historia, los hechos presentados crecen en intensidad a medida que avanza el film, manteniendo en todo momento la dinámica y el temor. Los primeros dos actos resultan atrapantes en cada una de sus escenas no solo por los misterios que se van develando sino también por la construcción de los personajes. En el tercer acto, la película plantea situaciones que apelan al susto tradicional en el género. Sin embargo, en este último tramo el largometraje establece un giro que puede ser aceptado por unos y rechazado por otros, pero que sin dudas resulta una sorpresa ingeniosa e innovadora. El reparto del film se presenta sólido a través de las actuaciones de Brian Cox como Tommy Tilden y de Emile Hirsch como Austin, quienes componen un verosímil vínculo de padre e hijo, víctimas de terroríficos sucesos. También se destaca Olwen Catherine Kelly como Jane Doe que logra incertidumbre con tan solo su presencia en pantalla. La morgue desde el inicio demuestra que no es “una película de terror del montón”, sino que crece minuto a minuto generando no solo intriga sino también tensión. Una película que con pocos recursos, pero utilizados de manera correcta y ocurrente, logran cautivar la atención del espectador.
Enredados La comedia de enredos es un género popular en el ámbito teatral, sin embargo, también aparece a menudo en el mundo del cine. Se caracteriza por partir de un conflicto o malentendido y a partir de ahí desencadenar situaciones disparatadas que van complejizando la gravedad del problema inicial. La noche que mi madre mató a mi padre (2016) es una película española perteneciente a este género, escrita y dirigida por Inés Paris, quien ya tiene un importante camino recorrido en la comedia con películas como A mi madre le gustan las mujeres (2001) y Semen, una historia de amor (2005). La noche que mi madre mató a mi padre cuenta la historia de Isabel (Belén Rueda), una actriz en crisis por la dificultad de conseguir un papel a su agrado a sus cuarenta años de edad, quien junto a su marido Ángel, escritor de novelas policiales, (Eduard Fernández) organizan una cena en la mansión familiar para convencer a un actor argentino que protagonice su próxima película. Este actor es interpretado por Diego Peretti, quien hace de él mismo, aunque con características más descabelladas. En la reunión también se hacen presentes la ex mujer de Ángel, Susana (María Pujalte), quien es directora de cine; Carlos (Fele Martínez), ex marido de Isabel, que asiste con su nueva novia Álex (Patricia Montero). En una cena en la que se ponen en juego los intereses de cada uno de los personajes, un hecho inesperado sorprende a los protagonistas de la velada y los agrupa en una serie de situaciones tragicómicas de las que será complicado salir airoso sin haber puesto previamente las manos en el barro. “La clave del éxito de la comedia de enredo es gente miserable”, expresó el actor estadounidense- canadiense Matthew Perry. Los personajes de La noche que mi madre mató a mi padre exponen sus miserias al máximo con el correr de los obstáculos que deben superar para salir sanos y salvos de una velada que parecía estar bajo control. Belén Rueda y Eduard Fernández se lucen interpretando a un matrimonio feliz por momentos, desencantado por otros, en los que no falta ocasión para reprocharse mutuamente los defectos del otro. Diego Peretti si bien actúa de sí mismo, arranca mostrándose como se lo puede ver en alguna entrevista televisiva, pero con el correr de los minutos se involucra en las situaciones cómicas con acciones disparatadas y el espectador se olvida de Diego y lo ve como un personaje, todo gracias a su gran labor. El resto del reparto, integrado por María Pujalte, Fele Martínez y Patricia Montero, está acorde al nivel actoral de los protagonistas y cada uno tiene sus escenas de lucimiento. Los inconvenientes surgen en la historia cuando se llegan a predecir ciertas resoluciones de conflictos que aparecen en el relato, debido a que cae en clichés. Por otra parte, si bien se trata de una comedia en la que está aceptado convencionalmente que las situaciones se exageren para generar la risa, algunos hechos parecen incluidos de manera forzada. Respecto a los aspectos técnicos, la película tiene un trabajo de fotografía correcto, con un buen uso de los espacios, sobre todo teniendo en cuenta que casi todos los acontecimientos se enmarcan en la mansión durante una misma noche. La banda sonora a cargo de Arnau Bataller ambienta inmediatamente y de forma precisa las situaciones del film. La noche que mi madre mató a mi padre es una comedia de enredos que reúne todas las características necesarias del género, y a pesar de caer en algunas obviedades del mismo, no deja de ser una buena opción para disfrutar en las salas. Una historia que se enrosca sin parar con el correr del film, en la que se destacan las actuaciones de Belén Rueda, Eduard Fernández y Diego Peretti, y en la que es imposible no reír.
Terror en el campo El cine de terror surcoreano es generalmente muy bien recibido por los seguidores del género, a pesar de que no lleguen muy seguido propuestas de dicho país a nuestra cartelera cinematográfica. Si bien no son películas de un impacto masivo entre los espectadores argentinos, en enero apareció sorpresivamente el fenómeno Invasión Zombie (Busanhaeng, 2016), que cautivó a la crítica especializada y al público en general, logrando muy buenos números en la taquilla. Dos meses después, llega a los cines argentinos En presencia del Diablo(Goksung, 2016), dirigida por Na Hong-jin, quien demostró su talento previamente en películas como El perseguidor (Chugyeogja, 2008) y Asesinos por contrato (Hwanghae, 2010), films en los que la naturaleza de los hombres es esencialmente mala. En presencia del Diablo cuenta cómo la vida de un pueblo rural coreano se ve alterada por una serie de asesinatos salvajes y misteriosos que cambian la rutina de los pueblerinos. Todo parece indicar la existencia de una presencia extraña, hay un anciano extranjero que vive como un ermitaño. Nadie logra comprender racionalmente lo que está ocurriendo y la policía va varios pasos detrás de la fuerza asesina, por lo que algunos habitantes del lugar optan por recurrir a un chamán. El protagonista del film, Jong- Goo (Kwak Do-won) es un policía, cuya familia se ve amenazada por parte del supuesto asesino, aunque Jong en realidad cree que se trata de una entidad sobrenatural. En presencia del Diablo pone en disputa las creencias religiosas y las supersticiones de los distintos habitantes del pueblo que intentan huir de la maldición de algo o alguien a quien ni siquiera conocen. La película recorre la historia de manera evolutiva, inicia con uno de los crímenes y luego entra en una especie de meseta en la que se van encontrando pruebas y generando suposiciones de lo que ocurre hasta llegar al pico de la montaña en el relato, donde llega la hora de la verdad. El largometraje se torna largo y lento en la primera parte, pero sin que el espectador pierda el interés de lo que ocurre, debido a que desde la mitad del film la tensión aumenta a pasos agigantados y el público no podrá despegar sus ojos de la pantalla grande. La parte técnica de la película es correcta y acorde al género, cuenta con una destacada banda sonora que suma misterio y suspenso a los acontecimientos retratados y con una fotografía impactante. Fue muy acertada la atmósfera creada por el director ya que al localizarse en un entorno rural, en bosques con montañas y con un clima de lluvias torrenciales recurrentes, las sensaciones de incomodidad y temor se incrementan. Otro aspecto distintivo es que los acontecimientos siniestros no solo ocurren en la noche, como suele pasar en los films de terror, sino que también se presentan a la luz del día logrando que los personajes no tengan paz en ningún momento. En cuanto a las actuaciones, todos brindan trabajos correctos. Resalta la interpretación de Hwan-hee Kim como Hyo-Jin, quien siendo una niña realiza escenas terroríficas muy jugadas y en todas ellas se luce. En presencia del Diablo es la alternativa de terror en la cartelera semanal, que seguramente será disfrutada por los fanáticos del género pero no tanto por aquellos que buscan el susto rápido y constante. Como se mencionó anteriormente es una película que cuenta con una historia compleja, con varias vueltas de tuerca, la cual se desarrolla lentamente durante la primera hora para llegar a una segunda mitad a pura adrenalina y suspenso.
El valor de la amistad “Quien encuentra un amigo fiel, encuentra un tesoro”, afirma un dicho judío. Las películas sobre el vínculo de la amistad como eje principal no son muy recurrentes en la cartelera cinematográfica argentina. En 2012, el director Gabriel Nesci estrenó su ópera prima Días de vinilo, la cual es una comedia sobre cuatro amigos y su relación a partir del vínculo musical. El film tuvo buena recepción y postuló a Nesci como una de las promesas del género en el cine nacional, y la evolución quedó demostrada en su nuevo film Casi leyendas (2017), que vuelve a poner a la amistad en el centro de la trama. “Un verdadero amigo es aquel quien se acerca a ti cuando el resto del mundo te abandona”, afirmó el periodista Walter Winchell. Casi leyendas cuenta la historia de tres amigos distanciados que, después de décadas sin verse, vuelven a reunirse para reactivar el grupo musical del que formaban parte, Auto Reverse. El trio musical estuvo a punto de ser famoso pero por diferentes motivos no lograron concretar su sueño y 25 años después vuelve al país uno de sus integrantes, el español Axel (Santiago Segura), para juntarse nuevamente con sus amigos: Javier (Diego Peretti) y Lucas (Diego Torres). Sin embargo, la vida de los miembros ya no es la misma que en aquel entonces, cada uno enfrenta sus problemas diarios: Javier es profesor de biología, viudo y no logra comunicarse con su hijo adolescente; Lucas es un abogado presumido que pierde su trabajo de un día para el otro; y Axel pasa su tiempo en soledad con su padre como único ser querido presente. Para convertirse en la banda que siempre soñaron, los amigos contarán con la ayuda de dos fanáticas de Auto Reverse, las hermanas Abril (Claudia Fontán) y Sol (Florencia Bertotti). Los personajes viven divertidas aventuras en las que redescubrirán aquello que los unió en el pasado. Casi leyendas plantea una historia que recorre de manera acertada e ingeniosa el retorno de este grupo de amigos, donde hay comentarios y situaciones graciosas frecuentes, además de destacados gags, todo con una vuelta de tuerca por lo que se nota un gran trabajo en el guión por parte de Gabriel Nesci. El relato mantiene un ritmo dinámico, en el que se presenta un equilibrio entre momentos humorísticos y otros emotivos, donde los espectadores pueden acompañar a los personajes y además de reírse continuamente, también dejar caer un par de lágrimas por las escenas más sentimentales. El trabajo de Nesci en la película merece un destaque aparte. No solo dirigió el largometraje de manera formidable y desarrolló un guión interesante, en el que también se destacan las sucesivas referencias a cantantes/bandas y a acontecimientos del rock nacional e internacional, sino que también estuvo a cargo de las canciones de la película, las cuales resultan creativas tanto en sus letras como en sus melodías. Respecto a las actuaciones, todo el reparto brinda grandes trabajos, desde los protagonistas hasta los niños que hacen pequeñas intervenciones pero se roban más de una carcajada. Santiago Segura, Diego Peretti y Diego Torres componen personajes entrañables que generan empatía desde el primer minuto. Cada uno tiene sus momentos de predominio y el tiempo suficiente para contar sus historias personales, además que en conjunto brillan. Nesci muestra a través de los protagonistas cómo a pesar de que sean hombres con personalidades y modos de vida diferentes, comparten una amistad que borra las barreras y construye vínculos a partir de las cosas en común. Las actuaciones de Bertotti y Fontán en los roles protagónicos femeninos también merecen ser distinguidas, se lucen y se complementan perfectamente con el trio masculino. Casi leyendas pone en foco el valor de la amistad, logrando identificación inmediata de los espectadores con la historia presentada. Es una película que demuestra la gran labor de su director Nesci, quien reúne todos los elementos para sobresalir en la comedia nacional, y de su reparto que brinda actuaciones magníficas. Es una historia ideal para compartir con amigos en las salas de cine y para reír de comienzo a fin, dándose también lugar a la reflexión.
La historia silenciada La temática de la legitimidad y legalidad de las tierras fiscales, ocupada en su mayoría por los pueblos originarios, ha sido retratada con poca frecuencia en el cine nacional. Sin embargo, este año llega una propuesta de este tipo a las salas argentinas a través del director Diego Rafecas, quien se encarga de contar la “historia silenciada” sobre el despojo de tierras a la comunidad Qom mediante la película Ley Primera (La leyenda del Gran Chaman) (2016). Rafecas vuelve a la dirección cinematográfica luego de Cruzadas (2008) y Paco (2009). “Los hermanos sean unidos porque esa es la ley primera. Tengan unión verdadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean los devoran los de afuera”, escribió José Hernández en su obra literaria gauchesca, el Martín Fierro. La película cuenta la historia de dos hermanos gemelos nacidos en el Impenetrable chaqueño, entre los que se genera un conflicto por los propios intereses. Uno de ellos vive y defiende la cultura en la que nació y se crió, mientras que el otro, que pasó sus días en Estados Unidos, retorna al país natal para desarrollar importantes negocios que atentan contra su pueblo originario. Con referencias a las costumbres y tradiciones de la comunidad Qom y recreando hechos como la matanza de Napalpi en 1924, Ley Primera (La leyenda del Gran Chaman) pone en escena una historia que debe ser conocida por todos. En cuanto a los aspectos técnicos, la película tiene varios elementos destacables, como la fotografía y el arte, que al tener como locaciones las tierras originarias, le dan al espacio mayor naturalidad y verosimilitud; la música a cargo de Andrés Ciro Martínez complementa de manera acertada lo que se narra en el film. La idea de llevar al cine esta “historia silenciada” es ya de por sí un aspecto muy valorable, aunque, el desarrollo del film presenta algunos traspiés en la narración y en la edición de los acontecimientos. Un elemento interesante es que se retrata la diversidad de formas de vida dentro de la misma comunidad, sin generalizar, sino centrándose en historias de vida particulares. La decisión de que la película contenga escenas habladas en Qom, español e inglés es destacable para el relato, aunque por momentos se generen ciertas confusiones en el pasaje de una lengua a la otra. En cuanto al reparto, se destacan las actuaciones de Armand Assante, Adriana Barraza, Juan Palomino y Charo Bogarin. El equipo actoral también está integrado por: Liz Solari, Diego Rafecas, Tomás Fonzi, Roberto Vallejos y Vera Carnevale, entre otros. Ley Primera (La leyenda del Gran Chaman) es una película que plantea una propuesta diferente, con varios aciertos y algunos errores, y pone en escena una temática pocas veces tratada en el cine nacional, lo que la hace una alternativa interesante de la cartelera cinematográfica.
Espíritu silencioso El cine de terror tiene presencia recurrente en la cartelera argentina y es uno de los más elegidos por los espectadores. Hay películas que cuentan con directores y un reparto destacado en el ámbito, provienen de países especialistas en el género, y desde muchos meses antes de su estreno ya son esperadas por los seguidores de los films de horror; mientras que hay otras películas de terror que empiezan a sonar con mayor fuerza recién cuando se estrenan en las salas. Este último tipo puede ser ejemplificado con La presencia (The Dead Room, 2015), que llega desde Nueva Zelanda, bajo la dirección de Jason Stutter. La presencia presenta la historia de dos escépticos científicos, Scott (Jeffrey Thomas) y su asistente Liam (Jed Brophy), quienes son enviados junto con Holly (Laura Petersen), una médium, a descubrir los misterios de una granja al sur de Nueva Zelanda que, según testigos, está embrujada. La estadía de los investigadores se torna siniestra cuando observan la presencia de fenómenos paranormales en la casa, los cuales son generados por un ente maligno que busca expulsarlos y así proteger los secretos que se esconden en la residencia. Scott, Liam y Holly deben no solo descubrir los misterios sino también superar sus miedos internos y a la presencia maléfica que se resiste en la casa. La película está inspirada en un caso de actividad paranormal famoso en una granja en Otago Central, Nueva Zelandia, a principios de la década de 1970, cuando dos investigadores científicos arribaron al lugar con el objetivo de encontrar los misterios perturbadores de los que la gente se quejaba. La película si bien está basada en un caso paranormal real, no sale de lo convencional del género, es decir, no propone nada nuevo y está cargada de elementos trillados: casa en medio de la nada misma, el viento como señal del ente maligno, momentos de tensión en una noche de tormenta y oscuridad, planos fijos a elementos anticipando que vendrá un susto, entre otros a los que los espectadores del cine de terror ya están acostumbrados. La premisa es interesante pero al no buscar componentes innovadores y una vuelta de tuerca, cae en los típicos clichés. En cuanto a la dinámica de la historia, es lenta en la primera parte, con algún que otro momento de terror, y recién en los últimos minutos es cuando se desatan los hechos siniestros con intensidad. Respecto a la banda sonora es acertada, complementa bien el suspenso generado aunque después no se plasme el mismo efecto en la imagen. Las actuaciones presentan diferencias, ya que si bien Jeffrey Thomas como Scott y Jed Brophy como Liam brindan trabajos correctos, sin sobresalir pero acordes al film, el personaje de Holly, a cargo de Laura Petersen, es el que no termina de impactar, debido a que no transmite el horror que debería estar viviendo la joven ante los hechos. El cine de terror vuelve a las salas argentinas con La presencia, una película que tiene algunas situaciones en las que más de un espectador se asustará y pasará el momento en su butaca. Sin embargo, no ocurrirá lo mismo con quienes sean fieles consumidores del género ya que al estar cargada de elementos de terror trillados, no generará demasiadas sorpresas.
Rompecabezas contrareloj Todos tenemos diariamente algún contratiempo, es decir, accidentes o sucesos inesperados que obstaculizan o impiden la concreción de algún acontecimiento en nuestras vidas. Los contratiempos pueden ir desde simples conflictos como el congestionamiento de vehículos en las calles hasta asuntos más complejos tales como un accidente, pero todos coinciden en que alteran el orden natural de las cosas. El director español Oriol Paulo, vuelve a la dirección cinematográfica luego de las buenas recepciones que cosechó su ópera prima El cuerpo (2012) y pone en escena cómo cuando todo está perfectamente calculado, tan solo una mínima obstrucción puede desequilibrar y desatar un caos imparable. Contratiempo (2016) cuenta la historia del exitoso empresario Adrián Doria (Mario Casas), quien contrata los servicios de Virginia Goodman (Ana Wagener), la mejor preparadora de testigos del país, para que lo ayude debido a que se lo acusa del asesinato de su amante Laura Vidal (Bárbara Lennie), del que él se declara inocente. Durante una noche en la que los minutos parecen correr más rápido de lo normal, ambos trabajan para buscar una táctica lógica y creíble que lo libere de la prisión. Sin embargo, la aparición de un nuevo testigo amenaza con destruir cualquier estrategia de salvataje, lo cual los pone a prueba para reconstruir los acontecimientos pasados de Doria y encontrar una rápida solución. Contratiempo se presenta como un complejo rompecabezas en el que las piezas de cada uno de los personajes encastran según los intereses de cada uno de ellos, sumergiéndolos en un peligroso juego. “Tenemos 180 minutos para volver a empezar”, le advierte la preparadora de testigos Virginia Goodman al empresario Adrián Doria y pone en marcha una carrera contra el tiempo repleta de giros, algunos ingeniosos y otros forzados, que obligan al espectador a mantenerse cautivado por la historia durante los 100 minutos que dura el film. Oriol Paulo presenta un thriller que expone cómo puede reaccionar un ser humano ante situaciones límites teniendo noción, o no, de las devastadoras consecuencias que le esperan por sus erróneas decisiones. La premisa de la infidelidad de un hombre exitoso con el consiguiente asesinato de su amante, y del que encima se lo acusa, suena interesante, pero es simplemente el inicio de una montaña rusa de acontecimientos que lleva al protagonista de esta historia al punto más alto de desesperación y adrenalina. La película propone un estado de tensión permanente, escena a escena, lo cual podría ser contraproducente si lanzara todas las explosiones al inicio quedándose sin artillería para el final, sin embargo, la historia no decae en ningún momento por lo que sale triunfante en ese sentido. Esto se logra en cierto punto por el gran trabajo de montaje a cargo de Jaume Martí, que le da la velocidad indicada al relato. La fotografía por Xavi Giménez y la destacada banda sonora por Fernando Velázquez permiten adentrarse de lleno en la historia, pasando desde los caóticos paisajes urbanos y misteriosos bosques hasta la asfixiante sensación de encierro en un cuarto de hotel. Los aspectos negativos aparecen en la necesidad de encastrar absolutamente todas las piezas del rompecabezas de manera perfecta, lo que hace que varios giros de la historia se perciban como forzados por el solo hecho que el relato cierre redondo. Además, la constante presencia de idas y vueltas generan que el espectador no termine de digerir una hipótesis que ya está en marcha la siguiente. Respecto al reparto, Mario Casas se luce a través de una destacada labor. Si bien, en un comienzo se lo ve como el clásico galán que ha interpretado en films anteriores, con el correr de los minutos deja atrás la etiqueta y muestra sus dotes actorales. Ana Wagener personifica a la perfección a la prestigiosa preparadora de testigos, distinguiéndose en cada escena. Por otra parte, las actuaciones de José Coronado y de Bárbara Lennie también son dignas de destaque. “Todo está en los detalles”, decía la famosa frase de Roberto Bermúdez, interpretado por Ricardo Darín en la película Tesis sobre un homicidio (2013) y esta afirmación se observa en la película Contratiempo que pone a prueba constantemente al espectador y lo invita a ser testigo, y a la vez detective, de un peligroso juego que altera la rutina de los personajes minuto a minuto. Oriol Paulo brinda un auténtico thriller con elementos de los clásicos relatos de misterio y acertijos, aportando su propia impronta en una historia donde nada es lo que parece y el tiempo no corre… vuela.