Así como cada familia es un mundo, también lo es cada cabeza. En Intensamente, Pixar nos presenta un ejemplo muy acorde con su estilo. Alegría, Tristeza, Desagrado, Furia y Temor conforman las emociones de la pequeña Riley. La acompañan desde su etapa de bebé, siempre a cargo de coordinar estratégicamente cada una de sus reacciones mediante un panel repleto de botones frente a una pantalla, como si fueran técnicos de la NASA: si recibe un regalo, trabajo para Alegría; si se golpea, entra en acción tristeza; si prueba una comida con feo sabor, el turno de Desagrado, etc. Cuando Riley llega a la preadolescencia, su familia se muda a San Francisco, ya que el padre consigue un buen trabajo en esa ciudad. El proceso de adaptación se presenta como bastante complejo, pero Alegría está determinada a que la jovencita lo pueda sobrellevar con la mejor actitud. Un inesperado accidente técnico provoca que Alegría y Tristeza sean expulsadas de esa cabina de comandos y aterricen en otro sector de la mente de la nena. Allí, entre laberintos de recuerdos, la tierra de Imaginalandia y otros territorios del subconsciente, deberán emprender la vuelta a la torre de control. Mientras tanto, Desagrado, Furia y Temor deben hacer lo imposible por pilotear la desbalanceada conducta de Riley, que comienza a afectar a las personas de su alrededor y que podría estropear las maravillosas vivencias de antaño. Épica e intimista (muy intimista) a la vez, la película profundiza en la psiquis humana -los estados de ánimo, los sentimientos, la memoria, los sueños- con una impronta entretenida y fresca, sin caer en discursos pretenciosos. Una prueba de cómo algunas emociones son difíciles de manejar en determinados momentos y terminan imponiéndose, más allá de que cada una resulta indispensable para un equilibrio necesario. Ya hubo otros films que exploraban el interior del cuerpo humano. El clásico Viaje Fantástico sigue siendo el exponente más representativo, pero tampoco se debe olvidar la divertida Viaje Insólito, de Joe Dante, que incluye una trama hitchcokiana. Ya mezclando animación y live action, los hermanos Farrelly realizaron Ósmosis Jones, de 2001, sobre glóbulos y gérmenes dentro de Bill Murray. De todas maneras, Intensamente se despega de cualquier film similar y conforma un núcleo propio, basado en la infalible fórmula pixeraliana/ disneylaniana: compañerismo, sacrificio, honor, madurez, amistad, superación, amor. Un nuevo matrimonio entre animación digital de punta y una gran historia con personajes adorables. Pete Docter es uno de los históricos talentos de Pixar. Participó en la saga de Toy Story como guionista y dirigió Monsters Inc. y Up. Aquí vuelve a una de las constantes de la empresa: microcosmos que funcionan en paralelo al mundo real, y que ahora, más que nunca, terminan incidiendo en esa vida de todos los días. Se acerca más a las Toy Story, ya que pone el foco en dos personajes que, pese a sus diferencias, aprenderán a respetarse y a conocerse en detalle, lo que será fundamental para lograr el ansiado objetivo. Alegría, Tristeza, Desagrado, Furia, Temor. Los cinco protagonistas de Intensamente y las emociones que se experimentan al ver una de las mejores obras de Pixar. Por lo tanto, Alegría es la que termina glorificando nuestros sentidos.
La llegada a la Argentina de inmigrantes de diversas nacionalidades, en busca de trabajo y un buen porvenir, siempre fue algo común. También es común que muchas de estas personas, sin andar muy prevenidas, se topan con individuos aprovechadores y maltratadores, y lo que podía haber llegado a ser un sueño deviene en la pesadilla más desagradable. Uno de estos hechos verídicos inspiró Bolishopping. Luis (Juan Carlos Aduviri), su mujer (Olivia Torres) y su pequeña hija, los tres de nacionalidad boliviana, se mudan a un taller clandestino de costura, en Buenos Aires. Allí quedan en manos de Marcos (Arturo Goetz), un jefe dispuesto a mantener a flote su negocio, aunque eso signifique exigir de mala manera a sus empleados. No pasará mucho tiempo hasta que Jorge y su familia se cansen del maltrato y hagan lo posible por escapar de esa terrible situación. La película se mete con una temática real, contemporánea e indignante. Con un estilo cercano al del documental y la tensión creciente propia de un film policial, el director Pablo Stigliani cuenta la historia desde el punto de vista de los inmigrantes bolivianos que son explotados en talleres ilegales, y también se mete con Marcos; lejos de demonizarlo (tiene arreglos con la policía y con empresarios poderosos, y es capaz de impedir que el matrimonio protagonista lleve a su hija enferma al hospital), lo muestra en su vida privada, donde se lo ve solo y cuidando de su madre enferma. Otra excelente labor de Goetz, mostrando el lado más humano de un individuo desagradable, y uno de sus últimos trabajos antes de morir en 2014. No menos destacable es el desempeño de Juan Carlos Aduviri, quien tiene unos tensos contrapuntos con el personaje de Goetz. Más allá de algunos recursos que no terminan de funcionar bien, como fundidos a negro muy prolongados y sin relevancia, la película conserva su potencia y nos adentra en un mundo tan cotidiano como duro, corrupto y cuestionable. Ideal para concientizar sobre injusticias que todavía parecen no tener solución.
Con una trayectoria que comenzó en los ’80, Olivier Assayas es uno de los nombres más fuertes del cine francés, europeo y mundial. En El Otro Lado del Éxito, su nuevo film, apostó a un nuevo desafío: rodar en inglés, pero sin perder la audacia de siempre. María Enders (Juliette Binoche), una actriz veterana, viaja al poblado Sils María, en los Alpes Suizos, junto a Valentine (Kristen Stewart), su asistente, con el fin de prepararse para su próximo papel teatral: Sigrid, una mujer que se enamora de otra, más joven. María ya había participado en esa obra, 20 años atrás, en el rol de la muchacha. Adaptarse a su nuevo papel no será fácil. Y pronto se sumarán dos cuestiones fuertes: la muerte del director que la descubrió y la presencia de Jo-Ann Ellis (Chlöe Grace Moretz), una joven y bonita estrella de Hollywood propensa a los escándalos, quien ahora interpretará a la joven. Además de funcionar como una historia sobre el mundo del espectáculo, con sus miserias, envidias y locuras varias, la obra de Assayas habla sobre la relación entre dos generaciones, el deseo y el paso del tiempo. Temáticas muy similares a las de la reciente y muy oscarizada Birdman, de Alejandro González Iñárritu. Sin embargo, esta producción apuesta a un estilo menos vistoso y más contenido, pero siempre honesto. Entre María y Valentine se genera una interesante tensión sexual que difumina la diferencia entre la preparación actoral y el mundo real. El mérito se debe al dúo protagónico. Juliette Binoche, siempre excepcional, en un personaje que tiene mucho de su vida profesional (entre otras cosas, alterna papeles en películas intelectuales con superproducciones de Hollywood). Kristen Stewart se luce en otro rol que le permite alejarse cada vez más de la saga Crepúsculo. Su verdadero talento puede apreciarse en films más intimistas y atrevidos, como The Runaways y Camp X-Ray. No por nada, gracias a su interpretación de Valentine, obtuvo el premio César a la Mejor Actriz de Reparto, logro nunca antes conseguido por una estadounidense. En cuanto a Chlöe Grace Moretz, aparece poco en pantalla, pero su intervención forma parte de una suerte de parodia de Hit-Girl, la superheroína políticamente incorrecta que inmortalizó en Kick-Ass y su continuación. El Otro Lado del Éxito es una sátira intimista a cargo de uno de los realizadores más notables del cine moderno.
Algunas veces, el amor conduce al dolor, y el dolor repercute en la salud. La autora Cielo Latini lo vivió -y sobrevivió- y pudo canalizarlo en Abzurdah, su primer libro. Un best seller que hizo ruido desde 2006 y que ahora llega al cine. Cielo (Eugenia Suarez), una adolescente de clase media, se desahoga chateando con gente anónima del ciberespacio. Entre ellos, un tal Alejo, quien la consuela por sus males de amores y otras cuestiones del colegio. Una reunión de los amigos virtuales permite que la muchacha conozca a su confidente (Esteban Lamothe). Pese a la diferencia de edad, la atracción física entre ambos es inmediata y pronto comienzan una relación. Pero Alejo se vuelve cada vez más difícil y esquivo, lo que perturba a Cielo, quien no pueden dejar de amarlo. Pero el amor deviene en obsesión, y la obsesión en enfermedad: vomitar cada comida o directamente no ingerir alimentos le provocan bulimia y anorexia. Llegará el momento en el que deberá solucionar sus problemas sentimentales, o de lo contrario caerá más bajo. El factor crucial para que la adaptación cinematográfica funcionara residía en la actriz principal. Y allí está el mayor acierto. Si bien tenía amplia experiencia en televisión y teatro, Eugenia Suárez debuta en el cine en esta película, y en un rol fuerte. Logra hacer creíble cada parada en su descenso a los infiernos gracias a un exacto desgaste emocional y también físico: no teme desnudarse durante momentos que justifican esa acción, y en las secuencias decisivas presenta una delgadez impresionante, ayudada por el trabajo de fotografía y cámara. La acompaña Esteban Lamothe, que sigue consolidándose como uno de los mejores actores argentinos del momento, en el rol de un hombre maduro que hace sufrir a la protagonista. Tampoco se queda atrás Gloria Carrá como la madre de Cielo, una señora más preocupada por conservar las apariencias que por brindarle apoyo a sus hijos. Daniela Goggi tenía un antecedente como directora de Vísperas, de 2006. Aquí da en la tecla con el tono y el ritmo del film: ágil y fresco sin abusar de un estilo cool, con un uso cuidado de la voz en off, sobreimprimiendo en pantalla lo que Cielo-Abzurdah chatea o escribe en su blog. Otro acierto de Goggi es la puesta en escena de las escenas de sexo y otros momentos de intimidad, que suelen estar musicalizados de manera estupenda con Trátame Suavemente, de Soda Stereo. Abzurdah es dura y permite conocer las consecuencias en las que puede desembocar un amor no correspondido y también las presiones del ámbito familiar. Pero no se pone aleccionadora ni panfletaria sino que nos adentra en la psiquis de una joven y permite que el público lo acompañe en su tortuoso camino hacia la madurez.
Tres amigos organizan una cena a la que invitan a la novia de uno de ellos y a sus dos amigas. El evento tiene lugar en el piso que comparten los muchachos, cada uno con un perfil distinto: Nicolás (Ezequiel Tronconi), rockero tan ascendente como el entusiasmo de sus hormonas; Germán (Maximiliano Zago), arquitecto que viene de pelearse con su pareja, y Gonzalo (Matías Dinardo), actor que se la pasa repasando una inminente puesta de la obra La Vida es Sueño, de Calderón de la Barca. Será una cena con temática mexicana, en la que no faltarán las risas, los juegos, el sexo apenas contenido… y otras cosas no tan agradables, que pondrán a pruebas a los seis jóvenes. Ambientada en un solo día y usando mayormente una sola locación, Congreso retrata la vida de veinteañeros que conviven en uno de los barrios más emblemáticos de la Capital Federal. Allí están sus logros y sus sueños y sus conquistas y sus momentos de diversión, como también los inconvenientes reales con los que deben lidiar; lo bueno y lo no tan bueno de la independencia, y la relación entre lo que uno proyecta (o anhela lograr) y lo que es la vida diaria, donde los golpes están a la vuelta de la esquina. La película bien podría complementarse con Voley, de Martín Piroyansky. En los dos casos, la acción sucede en mi mismo lugar, son seis personajes de veintipico (el personaje de Piroyansky y el de Tronconi tienen características similares, empezando por el nombre: Nicolás), hay desparpajo y escenas de alcoba, sin abandonar las verdaderas temáticas de fondo… No obstante, el tono de cada una es diferente: Voley transita un camino similar al de la Nueva Comedia Americana -en especial, Greg Mottola, responsable de Supercool– y la ópera prima de Luis Fontal elije un tono más calmo y menos anclado en otros estilos de películas (tal vez los hermanos Duplass y el cine mumblecore en general puedan ser las referencias más cercanas). De todas maneras, ambos largometrajes dialogan juntos y logran mostrar las capas más íntimas de un ambiente de fiesta. Además del mencionado elenco masculino, también se destacan las tres “invitadas”, que son interpretadas por Agustina Quinci, Florencia Benítez y Sabrina Macchi. Al igual que los dueños de casa, los personajes femeninos también tienen perfiles muy diferentes entre sí y sus propias complejidades. Congreso es generacional, le habla directamente a quienes tienen la edad de los protagonistas, y puede ser disfrutada por un público más amplio y gustoso de sentarse un rato junto a esos jóvenes descubriendo que, como diría Calderón de la Barca, la vida es un frenesí, una ilusión, una sombra, una ficción.
A los 83 años, el español Carlos Saura no sólo es uno de los grandes directores que sigue en actividad sino también uno de los más versátiles. Su filmografía incluye obras como Peppermint Frappé y Cría Cuervos, que hablan de los oscuros tiempos del franquismo, y también dramas sociales (Deprisa Deprisa), comedias (Ana y los Lobos, Mamá Cumple Cien Años) y films biográficos (La Noche Oscura, Goya en Burdeos). Datos que no alcanzan para adentrarse en una carrera que sigue siendo reconocida y admirada. Pero sí es preciso mencionar ahora sus incursiones en el terreno musical, que ocupa un espacio de privilegio en su filmografía. Primero fue la trilogía compuesta por Bodas de Sangre, Carmen y El Amor Brujo, junto al coreógrafo Antonio Gades. Luego vinieron Sevillanas, Fados y Flamenco y su secuela. Se trata de musicales puros, y si bien no hay una trama en el sentido más tradicional, poseen dramatismo, fuerza y una capacidad de cautivar que va más allá del conocimiento que se tenga de esos ritmos, ya que apuntan directo a los sentidos. Una visión única, influida por su tarea como fotógrafo de los festivales de música y danza de su país. Y es un film de esas características el que lo trae de nuevo a la Argentina, donde ya había realizado El Sur y la nominada al Oscar Tango. Esta vez, su ojo y sus oídos se posaron en la música autóctona, y el resultado es Zonda, Folclore Argentino. Desde la zamba hasta la chacarera, pasando por el gato, el bailecito y la baguala, entre otros géneros del folclore, interpretado por artistas consagrados en la materia (Jaime Torres, El Chaqueño Palavecino, Soledad Pastorutti, Juan Falú, Peteco Carabajal, etc.), por quienes trascendieron esa campo (Jairo) y por figuras que no vienen de esos terrenos pero demuestran ser grandes conocedores, como Lito Vitale, Horacio Lavandera y Pedro Aznar. Cada imponente número incluye con puestas en escena de telas, contraluces y, en algunos casos, coreografías a cargo de los hermanos Koki y Pajarín Saavedra. Y para que la experiencia sea completa, homenajes indispensables -y muy emotivos- a Mercedes Sosa y a Atahualpa Yupanqui. Sin importar qué conocimiento se tenga de la música ni de los músicos que aparecen en pantalla, y alejado de cualquier estilo for export para iniciados o extranjeros atentos a los exotismos, Zonda, Folclore Argentino nunca deja de ser fascinante y funciona como un reencuentro con las tradiciones nacionales. Sin duda, Saura continúa en forma, siempre dispuesto a asombrar al espectador.
Lejos de quedar en el olvido, la siniestra historia argentina de los 70 no deja de tener impacto en el presente. Por supuesto, desde la llegada de la democracia, a fines de 1983, el cine se ocupó de revisar aquellos tiempos nefastos. De hecho, La Historia Oficial, aún hoy el ejemplo más paradigmático, ganó el Oscar a la Mejor Película Extranjera. La mayoría de esas películas retratan cuestiones relacionadas con los Desaparecidos, pero no suelen adentrarse en la psiquis de quienes, a pesar de las fuerzas armadas, decidieron arriesgar sus vidas por una visión. Pasaje de Vida toca ese punto exacto. En la España actual, Mario (Javier Godino) trata de recuperar la relación con su padre, Miguel (Miguel Ángel Solá), quien viene de padecer una nueva embolia. En sus intentos por saber más sobre ese hombre que no le inspira demasiada confianza, que parece anclando en otro tiempo, Mario comenzará a investigar sobre el pasado de su progenitor. Pronto dará con una novela inédita, con detalles del pasado de Miguel como militante de la agrupación Montoneros, en una Argentina de clima cada vez más áspero. Pero, sobre todo, será el punto de partida para descubrir la lucha de una joven pareja en medio de una creciente violencia política. El director Diego Corsini combina pasado y presente para contar dos historias relacionadas entre sí. Por un lado, la de un hijo haciendo lo imposible por comprender a su padre y averiguar la verdad sobre su verdadero origen. Por otro, la de Miguel (en su versión setentera, Chino Darín) y Diana (Carla Quevedo), dos obreros de una fábrica que, guiados por sus ideales, incursionan en una militancia basada en graffitis y otros actos de protesta inofensivos, para luego reemplazar los aerosoles por armas de fuego. La película permite mostrar la intimidad de estos empleados devenidos en guerrilleros, sin condenarlos pero sin endiosarlos, sino presentándolos como personas siendo fieles a sus creencias y sentimientos en un país donde los cadáveres no paran de apilarse, por parte de todos los bandos. Al igual que Solos en la Ciudad, su ópera prima, Corsini trae una nueva epopeya intimista sobre una relación puesta a prueba, pero cambiando el tono de comedia romántica por el de un drama histórico con elementos de thriller y algunos toques de humor que funcionan para descomprimir un poco la dureza del tema y otorgarle humanidad a los personajes. Tampoco le escapa a las escenas de acción, ya que incluye un vibrante plano secuencia de un tiroteo. Pero el peso mayor del film recae en los actores. Por el lado de los protagonistas, Chino Darín continúa afianzándose delante de cámara y Carla Quevedo sigue siendo una estupenda mezcla de juventud, talento, belleza y carisma. Miguel Ángel Solá hace gala de todo su oficio para componer a un hombre mayor, enfermo y atormentado por su pasado, muy bien acompañado por Godino. En cuanto a los secundarios, el debutante en cine Marco Antonio Caponi se destaca dentro de un estupendo elenco que, a veces con pinceladas, tiene su lucimiento: Diego Alonso, Carolina Barbosa, Alejandro Awada, Silvia Abascal, Manuel Callau, Andrea Frigerio y la reaparecida Charo López. Con un sabor similar al de El Secreto de sus Ojos (donde también participaban Godino y Quevedo), Pasaje de Vida es una película sobre amor y supervivencia en un entorno hostil, y acerca de cómo el pasado repercute en la actualidad.
¿Qué pasaría si la civilización se derrumba? ¿Caeríamos en la barbarie más absoluta, matándonos entre nosotros con tal de sobrevivir? ¿Quedaría algún vestigio de humanidad? Preguntas que generan los films de corte postapocalíptico, con la saga de Mad Max como estandarte.
El sueño americano es irresistible, incluso para gente de todo el mundo. Pero cuando el cordobés Víctor Hugo Saldaño viajó a los Estados Unidos en 1989, comenzó a padecer un calvario: en 1995 fue detenido en Texas por robo y asesinato de un lugareño. Texas es una ciudad que no se caracteriza por ser indulgente con los criminales, y menos si provienen de tierras sudamericanas y no tienen pasaporte ni recursos lo suficientemente fuertes como para pelear por su libertad. De hecho, Saldaño es el único argentino condenado a pena de muerte. En Saldaño: El Sueño Dorado, el periodista Raúl Villarruel no se queda en el registro de un hecho policial que involucra a un argentino en latitudes extranjeras: presenta a un hombre que pasó de victimario de un ciudadano a víctima de la aplicación de la ley por parte del estado más férreo y puritano del país más poderoso y conservador. Saldaño es la prueba de cómo cuestiones raciales influyeron para que el veredicto fuera más cruel (al parecer, la condición de negro o de latino son grandes motivos de mayor peligrosidad futura que si uno fuera blanco), lo que motivó la nulidad de la primera sentencia y la protesta de organizaciones que luchan por los derechos humanos y la creación de la Ley Saldaño, que impide la condena por cuestiones raciales. Claro que estos logros no impidieron que siga tras las rejas en el Corredor de la Muerte, y en un estado mental cada vez más deteriorado. El director recurre a testimonios de la madre de Víctor, del apoderado legal, más abogados (contó con uno distinto para cada juicio), el ex cónsul argentino en Houston y el Grupo Saldaño, de la Cancillería Argentina. A través de los testimonios, conoceremos el principio de la aventura de Saldaño en las tierras del Tío Sam, sus ambiciones de conocer otras latitudes, su no-despedida de la familia, los primeros años en Norteamérica (llegó recorriendo casi cada punto de América Latina, y de manera ilegal), y cómo su periplo lo llevó a involucrarse en los barrios bajos texanos, donde supuestamente cometió el asesinato del que se lo acusa. Y, sobre todo, se adentra en los pormenores de los juicios, con la abundancia de relatos de procedimientos legales que -de todas maneras- no resultan herméticos ni sólo para entendidos. Por supuesto, el material más jugoso consiste en grabaciones de Saldaño estando prisionero, durante interrogatorios, donde relata qué es lo que sucedió realmente y también detalles que permiten conocer sus creencias y su punto de vista sobre todo lo que lo rodea. Saldaño: El Sueño Dorado es un documental que no emite juicios de valor y que, mediante la figura de Víctor, denuncia las oscuridades e imperfecciones del sistema judicial estadounidense, sobre todo de Texas.
Si el Monte Olimpo existiera, seguramente ahora estaría habitado por Los Vengadores. El extravagante equipo liderado por Tony Stark/ Iron Man (Robert Downey Jr.) se consagró en su primera película, allá por 2012. Una epopeya que, como todo espectáculo entretenido, dejó al público con ganas de más. Los Vengadores: Era de Ultrón demuestra que si algo saben los responsables de Marvel Films es satisfacer las demandas de los fanáticos. Tras una misión en Europa del Este, Tony, en colaboración con Bruce Banner (Mark Ruffalo) pone en marcha un mecanismo de inteligencia artificial denominado Ultrón (James Spader, con ayuda de captura de movimiento), programado para preservar la paz en el mundo y así ahorrarle trabajo a los superhéroes. Pero Ultrón adquiere conciencia propia y da inicio a su propia idea de paz mundial, que consiste en destruir a Stark y compañía y, de paso, también a todo ser vivo. Pronto los protagonistas serán desestabilizados por este engendro robótico, y deberán valerse de astucia y determinación para acabar con Ultrón y sus aliados: los hermanos Pietro y Wanda Maximoff (Aaron Taylor-Johnson y Elizabeth Olsen, respectivamente), cada uno con poderes que pondrán en aprietos a Los Vengadores. Las promesas de más espectacularidad, más peleas (la de Hulk contra un Iron Man gigante en África, deliciosamente demencial), más humor, más drama, más de todo, cumplidas con creces. Esta cualidad no implica que supere a su predecesora, pero sí lleva la historia y los personajes a un próximo nivel. En la primera parte, Tony Stark acaparaba los focos como en sus películas en solitario, pero ahora hay más participación y profundidad por parte de sus colegas, destacándose la atracción entre La Viuda Negra (Scarlett Johansson) y el Doctor Banner, y la vida privada de Clint Barton/ Hawkeye, donde Jeremy Renner deja en claro que bien podría sostener una película protagonizada por ese personaje. Incluso Thor (Chris Hemsworth), de mayor participación en el film anterior, continúa estando a la par de los demás. Todo esto, mérito del enorme Joss Whedon, director que sabe indagar en la psiquis de sus héroes sin descuidar las explosiones ni las referencias a la cultura pop, y siempre de una manera tan accesible para los entendidos como para los recién llegados. James Spader le da un encanto siniestro al villano del título. Es la tercera vez que él y Downey coinciden en una película: primero fueron amigos en la estudiantina de 1985 Tuff Turf y, dos años después, el blondo actor le vendía drogas a Jr. en Corrupción en Beverly Hills, fallida adaptación de la novela Menos que Cero, de Bret Easton Ellis. En cuanto a los hermanos Maximoff, Elizabeth Olsen sale mejor parada debido a que, además, su capacidad para manipular mentes incide en buena parte de la trama (la Bruja Escarlata es su apodo); Aaron Taylor-Johnson tiene un par de momentos como el hiperveloz Quicksilver, pero queda muy opacado por el resto. Sí es una presencia fuerte la de Paul Bettany. En realidad, el actor inglés venía participando como la voz de Jarvis, la computadora de Tony, pero aquí aparece delante de cámara en el rol de Visión, de quien no conviene dar detalles. Y no, nunca falta el cameo de Stan Lee. Los Vengadores: Era de Ultrón es una nueva orgía superheroica marveliana. Lo que uno espera, allí está, y en grandes y fuertes dosis. Hasta los aspectos menos geniales sigue funcionando a la manera de un reloj. La brevísima escena entre créditos es el puntapié para lo que será Avengers: Infinity War, a estrenarse en dos partes entre 2018 y 2019. Según las próximas andanzas de Los Vengadores y las de otros superhéroes, como el inminente Ant-Man: El Hombre Hormiga, habrá película de Marvel para rato.