Nos trae la historia de un violador serial que cometió delitos impunemente mientras aparentaba ser un padre y esposo ejemplar. La película involucra un largo proceso de investigación, escritura y planificación que llevó cinco años al director Moroco Colman para ver plasmada en esta propuesta. “La Noche más Larga” lleva al presente un caso real ocurrido en el pasado, entre los años 1985 y 2004, cuando Marcelo Sajen cometió 93 ataques sexuales. Se cree que la lista de víctimas es de más del doble, ya que es usual que las mujeres no se animen a hacer la denuncia. Las víctimas, estudiantes muy jóvenes, eran raptadas en la vía pública. La película se estrenó mundialmente en el Festival Internacional de Oldenburg en la Competencia Internacional y la filmación se llevó a cabo en los escenarios reales donde sucedieron los hechos. Aclarando la historia de lo ocurrido, pone en presente una situación que abre el debate y provee información acerca de los hechos. La brutalidad evidente en el tratamiento explícito con el que se muestran los hechos nos ayuda a tomar conciencia. Reflexionamos acerca de los monstruos que crea la sociedad y la proliferación de este tipo de aberraciones que hablan de las estructuras arraigadas y síntomas de una sociedad machista y patriarcal. Con respecto a la estética del film elegida para visibilizar tan crudo relato, destaca una iluminación que se relaciona claramente con el claroscuro del expresionismo alemán, que busca ambientar el relato y resonar en esta atmósfera oscura y lúgubre que habita en las zonas ocultas donde opera criminalmente el personaje. Válida a la hora de revisar valores, mostrar la necesidad del cambio y la existencia de una justicia que se haga cargo y que no ignore ni abandone a esas mujeres, “La Noche más Larga” se nutre de un notable elenco (liderado por Daniel Aráoz, en la piel del infame atacante) capaz de interpretar este complejo drama verídico.
Los años ’80 controlan nuestro presente. O eso parece, a juzgar por un nuevo renacer de la heroína favorita. En el mundo actual, donde las películas de superhéroes abundan e indigestan por su pobre factura, la revolución femenina toma las riendas del género y lo lleva de regreso a las épocas en donde el “Superman” de Christopher Reeve dominaba al mundo. Hollywood amanecía al cine de blockbuster. Eran tiempos del llamado relato posmoderno. Bajo tales coordenadas cronológicas y conceptos estéticos, “Mujer Maravilla 1984” emprende su rumbo, mientras Gal Gadot retoma el personaje que interpretara en la película estrenada en 2017. La mirada de Patty Jenkins, su directora, nos ofrece el costado más frágil y vulnerable de la superheroína ficticia creada por William Moulton Marston para DC Comics. Una princesa guerrera de esencia mitológica y poseedora de poderes sobrenaturales. Publicado por primera vez en la revista de historietas “All Star Comics”, el aguerrido y valeroso personaje, en franca lucha por la paz mundial y la igualdad sexual, se convierte en el ícono perfecto para tiempos de mayor apertura. Una nueva perspectiva asoma para esta diosa entre mortales: es menester para Jenkins cambiar la escena contemporánea de superhéroes bañados en artificio, cuando heroínas pueden mostrarse capaces de triunfar individualmente en el cine, cargando sobre sí el peso de semejante superproducción. Quizás, también, buscando torcer el destino de anteriores desatinos como el de Halle Berry, calzándose el traje de “Catowoman” (2004). ¿Será la resultante suficiente? Si bien el retrato de su naturaleza se asume logrado, la exigua gravitación con respecto a la historia original proliferada en la presente película resiente la calidad de un producto que aborda lugares comunes ya explorados, desborda incoherencia en ciertas decisiones narrativas francamente incomprensibles y subraya con trazo grueso un enfático retrato masculino. No hacía falta…
Película polaca nominada al Premio Oscar a Mejor Película de Habla no Inglesa durante 2019, “Corpus Christi” elige un particular abordaje hacia la temática religiosa que suele proveer materia fértil para el análisis cinematográfico. Allí está la figura de un sacerdote igualmente carismático e impostor, centro del relato del último film de Jan Komasa, reciente novedad en nuestra cartelera cinematográfica local, dos años después de darse a conocer en festivales internacionales. Inspirada en eventos reales, esta historia nos ilustra acerca de la dualidad presente, de modo inexorable, en la esencia humana. Su examinación acerca de la comunidad fracturada en donde el relato se emplaza resulta el disparador argumental idóneo para que el cineasta reflexione acerca de cuestiones como la identidad individual. ¿Que ocurre cuando fingimos ‘ser otro’? ¿Que implica, por otra parte, ser realmente auténtico? Los límites se difuminan a la hora de discernir que es correcto y que no, líbranos de todo mal intencionado. Será tarea de cada espectador resonar con tales preceptos bajo su propia balanza moral. El realizador filosofa acerca del rol que juega un trauma al sellar el destino del lugar en donde transcurre el relato. Causalidades o casualidades de un plan divino inalterable, una experiencia religiosa coloca al renovado hombre de fe en tiempo y espacio apropiados. Nos preguntamos si la sanación de la tragedia viene en forma de bendición o condena. ¿Es aquella persona que otorga un atisbo de esperanza la misma que amenaza el status quo del lugar? Dos caras de una misma moneda; otra vez, la dualidad omnipresente. La impostura de la investidura otorgará peso específico al ambiguo valor de la fe. “Corpus Christi” es un logrado drama social que hace foco sobre un mundo polarizado en pequeña escala. Jamás cediendo al didactismo, su autor opera con contundencia. Y sin culpa ni autocastigo, solo por amor al prójimo cinéfilo.
El detrás de un artista de música popular contado con poesía y sensibilidad, por recobrar antiguas pasiones olvidadas. ¿Que hacer creativamente cuando se logró todo? Ese recorte artístico es el que recupera la película: el proceso interno que atraviesa un artista para reencontrarse con su arte e inspiración para volver a cantar. Reflexionar sobre que le sucede a un artista sobre el escenario y en el contacto con el público, también indagar en su reverso, en el detrás de escena de aquello que no podemos ver. Las crisis en la madurez de una carrera musical, en donde un ídolo masivo se replantea si seguir o no con su trayectoria. “Bandido” visibiliza una historia de regresos y vuelta al ruedo luego del momento de gloria que parece haberse esfumado. Esas postales de ocaso que al cine le gusta tanto retratar, encontrando en ese crepúsculo un romanticismo que siempre deja abierta la posibilidad de un enésimo resurgir.
Retratando a este grupo de personas que lleva adelante una serie de talleres sobre la bio sustentabilidad, “Sintientes” cumple con creces la tarea que se preocupa de registrar. Un documental observacional de valioso testimonio, que intenta comprender como la manera de pensar de un grupo de personas se traslada a un pueblo invadido por factores externos del sistema que termina relegándolos. “Sintientes” nos lleva a repensar la vida en las grandes ciudades y el cambio de ciertas conductas que se torna necesario. Esta película, se estrena en el marco del Festival Internacional del Cine Ambiental, un espacio que surgió de la necesidad de ampliar las perspectivas culturales desde un enfoque social y comprometido hacia la problemática ambiental, a través de la imagen cinematográfica como medio sensibilizador. En estos cánones se inscribe el presente documental, un ejercicio de cine de autor que busca concientizar a través del mensaje. Nos lega el deseo de la transformación desde la política de estado que pueda garantizar determinadas condiciones de vida dignas.
Esta comedia dramática nacional se emplaza en una apacible Nochebuena. En un selecto barrio de San Isidro, todo luce con absoluta normalidad. La velada transcurre en silencio, hasta que hace su aparición un excéntrico ladrón de guante blanco. Un atraco que sale mal hará mutar a esta comedia de enredos en un ejercicio de suspenso con suficientes ingredientes de oscuridad. La cultura norteamericana de hacer films navideños como un subgénero de culto no ha sido un camino transitado de modo prolífico por nuestro cine. Es la intención de abocarse a dicho sendero la del opera primista Gastón Portal, un realizador de destacada labor como productor de proyectos televisivos. Sin embargo, el disparador festivo no implica que estamos a punto de ver una propuesta que se caracterice por ser naif. “La Noche Mágica” mixtura géneros sin encontrar jamás el tono. Explota el grotesco pero termina luciendo absurda y previsible. No persigue un tono precisamente liviano; por el contrario, prefiere un matiz siniestro que coloque al espectador en una zona poco confortable. Los resultados son escasos, contando con un subtexto en completo pueril. Portal fracasa rotundamente y su propuesta estética es insuficiente. Diego Peretti y Natalia Oreiro son dos de los mejores intérpretes de nuestro medio, pero lucen desangelados. Sin una mínima justificación, Papá Noel no dejó regalos esta vez. Ingrato de su parte.
Con enorme dedicación y afecto, Anna enseña violín a un joven de inusual talento. Una audición trascendental lo aguarda mientras la obsesión se apodera de la docente, canalizando en el superdotado aprendiz sus antiguas frustraciones. Las cuerdas se tensan, la melodía se intensifica y la sinfonía se convierte en la música de fondo para un drama apremiante. El Premio a la Mejor Actriz otorgado a Nina Hoss, en el Festival de Cine de San Sebastián, valida los pergaminos de un soberbio tour de forcé actoral. La germana Hoss utiliza su lenguaje corporal como un perfecto instrumento que transmite emociones a flor de piel. El suyo es un acto de fe que se convierte en una razón de vida que hace de la fijación un viciado síntoma. La frustración y los temores del joven aprendiz enciende el estado de alarma e inseguridad que afectará al círculo íntimo de la tutora. Hoss se balancea ante el abismo de su duda existencial. La certeza de su visión como instructora acaba de derrumbarse y con ello todo a su alrededor. El segundo largometraje como directora de la también actriz Inna Weisse posee un sólido guión firmado por Daphne Charizani. De una sobriedad casi ascética, “La Audición” se nos revela como un pormenorizado retrato psicológico, una perturbadora indagación moral. En las antípodas del temible y en extremo subrayado retrato de Damien Chazelle en “Wiplash” (2014). Las intenciones son, afortunadamente, otras. Existe en su atribulada protagonista una fallida búsqueda de afecto y aceptación. La confrontación con su propia agonía existencial hace del film un agudo acto reflexivo acerca de la culpa y el castigo.
Al cine le ha maravillado por siempre abordar la temática de las divas descartables. Desde el inolvidable y decadente personaje ficticio de Norma Desmond en “El Crepúsculo de los Dioses” y retratos descarnados más recientes como los de Annette Bening para “Conociendo a Julia” y “Las Estrellas de Cine Nunca Mueren”. En esta ocasión, el director patagónico Simón Franco toma el molde de las femme fatale clásicas de los años ’70. Para dar su mirada acerca del glamour perdido, una serie de fotogramas mentales que traen a nuestra memoria la nostalgia del cine dentro del cine, cobran vida para manifestarse acerca de la fragilidad femenina que sufre el paso del tiempo. Al frente del reparto y eje argumental, encontramos a la reconocida actriz, recientemente galardonada con el galardón a la trayectoria en los Premios Goya, quien se luciera en films ibéricos claves de los años ’80 como “Demonios en el Jardín” y “La Sala de las Muñecas” y llegara a trabajar a las órdenes de grandes como Pedro Almodóvar en “Carne Trémula” (1997) o Bigas Luna en “Lola” (1986). Con complejidad, y valiéndose del amplio abanico emocional que Molina es capaz de representar, “Charlotte” indaga, no sin cierta dosis de extravagancia, en la cronología propia que tan cruelmente la industria impone a la hora de desechar al olvido a sus otrora estrellas.
La premiada película de Pablo Agüero escapa de los clichés habituales que han estandarizado ciertas películas de época. Parte de la conducta para romper con tal paradigma también implica su intención de buscar la constante provocación sobre la reacción del espectador, a través del tratamiento innovador y transgresor de una temática al respecto de la caza de brujas que el relato comúnmente aceptado no suele abordar. Este particular matiz nos habla a las claras de la universalidad de una película poseedora de una gran fuerza contemporánea al momento de describir a la sociedad de nuestro tiempo y tratar temáticas atávicas. El autor basa su indagación en la lectura de un libro del siglo XIX del historiador francés Jules Michelet, inmejorable punto de partida para romper esquemas. Se trató de una obra prohibida durante décadas, que cuestionó con espíritu subversivo al sistema global e imperante establecido por los estados monárquicos y clericales de la época. Estéticamente, resulta toda una declaración de principios morales. El fuego como fuente de luz se constata como esencial parte de la acción, enriquecedora idea metafórica que genera un cúmulo de imágenes potentes. Ubicando sus coordenadas históricas en el año 1600, pero luciendo inquietantemente contemporánea, “Akelarre” reivindica a la mujer acusada de brujería como una figura de libertad e independencia, poniendo en tela de juicio el valor político de la caza de brujas. Bajo el formato de thriller, la máxima ganadora de los Premios Goya ofrece una lectura de ciertas fallas sociales que arrastramos por siglos y su loable mirada se posiciona del lado de los oprimidos y todo injusto acusado. Proveyendo a la reflexión, nos conmina a cuestionar la utilización de la excusa acerca de la mentada superstición para reprimir, torturar, perseguir y aniquilar. La educación a través del terror que reproduce esquemas de generación en generación desnuda la fabricación de malignos complots que el film no teme denunciar.
La trayectoria de Christopher Nolan nos ha acostumbrado, desde una década y media a esta parte, a un preciso dominio del género de acción, abordándolo con una magnitud épica y desmesurada. En “Tenet”, todo es ambición desde los primeros segundos de metraje y la portentosa escena inicial será el punto de partida para otorgar ruedo a un argumento que gira en torno al espionaje, las intenciones terroristas y los viajes en el tiempo, como ingredientes esenciales en la evolución de un verosímil intrincado y difícil de asimilar. El típico entretenimiento vertiginoso del que hace gala Nolan, es el que ha patentado poniéndose al mando de la franquicia de “Batman”, ratificando con este ejercicio su jamás comedida pirotécnica visual. La concepción del blockbuster, según el realizador de “Memento” asume altas cuotas de escapismo y un deslumbrante sentido de la originalidad. Con el regreso de las salas, no caben dudas que una película merece disfrutarse en la gran pantalla. En “Tenet” todo es catástrofe, al tiempo que la siempre compleja narrativa de Nolan – sin temer arriesgarse a perderse en su propio caos creativo- nos trae a la memoria tramas tan laberínticas como “El Origen” o “El Gran Truco”. Aquí, las realidades paralelas nos estimulan a discernir un explosivo acertijo argumental y las posibles consecuencias de nuestros actos futuros…en el pasado. El ascendente John David Washington (“Malcolm y Marie”), acompañado de notables como Robert Pattinson, Michael Caine y Kenneth Branagh, lidera una colosal aventura presta a consumirse bajo una vital advertencia: si tomamos medianamente a la ligera las motivaciones del complot apocalíptico que argumenta el villano de turno, nos arrojaremos sin demasiado miramiento al centro convergente de este auténtico rompecabezas mental. Haciendo de la osadía su aliado, “Tenet” provoca un efecto de inmersión inmediato que se vale de la tecnología audiovisual para desafiar nuestro intelecto y sentidos.